-¡¿Qué demonios está pasando aquí?!- exclamó el director, aún apuntándonos con la varita. Nunca lo había visto tan enojado, y era claro que Severus tampoco, pues se encogió de temor al igual que yo. Ninguno de los dos dijo nada. -¡Estoy esperando!- bramó Dumbledore.
Snape se puso de pie con lentitud.
-Potter empezó- dijo, mientras se limpiaba la sangre de la boca con la manga de la túnica.
-¡No es cierto!- salté al instante -¡El estúpido me estaba jaloneando!-
-¡Cállate, impertinente hijo de...!-
-¡SILENCIO LOS DOS!- gritó Dumbledore amenazadoramente. Entró a la mazmorra a grandes zancadas y nos tomó por el brazo, llevándonos al aula de junto. Nos empujó hacia los pupitres para que tomáramos asiento y él se sentó en el escritorio. En circunstancias menos graves hubiera sido gracioso ver como Dumbledore trataba a Snape como si fuera un chiquillo castigado. El rostro del maestro denotaba miedo, fracasando rotundamente en su mascara de frialdad habitual.
Yo por mi parte, poco faltaba para que me orinara en los pantalones. Ya me veía expulsado de Hogwarts a solo unos meses de terminar mis estudios; con el cuerpo cada vez mas palpitante por el dolor y la cabeza punzantemente despejada, veía que me había pasado de la raya y mucho.
-Estoy harto de los problemas entre los dos- dijo Albus con voz firme, aunque haciendo obvios esfuerzos por serenarse –Harry, el Profesor Snape no es un enemigo a vencer, sabes que te ha ayudado en varias ocasiones y le debes respeto. Es totalmente inadmisible el que te dirijas a él de esa forma-
-Pero es que...-
-¡Silencio! Y tú, Severus, me sorprende que aún hagas responsable a este muchacho de cosas que pasaron antes de que siquiera naciera. ¡Por todos los cielos, eres un adulto y te estas comportando como un niño, peleando cuando deberías de mantener la calma!-
-¿Y esperaba que me quedara con los brazos cruzados mientras este jovencito malcriado me daba una golpiza?- dijo lacónicamente Snape, fulminándome con la mirada.
-Por favor, Severus, ambos sabemos que pudiste controlar al muchacho sin necesidad de meter las manos-
-Pues sinceramente, deseaba hacerlo- contestó Snape, mirando con furia a Dumbledore. Por un momento pareció que el anciano iba a perder los estribos de nuevo, pero suspiró y apoyó la cabeza en una de sus largas manos, como tratando de calmarse.
-Esta bien, si así lo quieren... No informaré de esto a la junta escolar. De hecho, nada de lo que pasó saldrá de esta aula...-
-Claro, y el maestro golpeador de alumnos se libra de cualquier problema, ¿verdad?- dije sin pensarlo. Estaba furioso por que al parecer, solo yo sería castigado.
-No he terminado, Potter- Dumbledore me lanzó una mirada de advertencia. Snape me veía con sus ojos negros entornados. –Para salvaguardar la reputación tanto de uno como de otro, este asunto no se ventilará. Pero ambos tendrán que cumplir con un castigo, pues no pienso permitir que las cosas sigan igual. Saben que aún después de que se acaben las clases seguirán viéndose, pues Harry volverá aquí el próximo curso para ser el nuevo profesor de Defensa contra las Artes Oscuras, y no toleraré que dos maestros protagonicen escenas de este tipo en el futuro. Así que este verano lo pasaran en el castillo juntos, a ver si así aprenden a llevarse mejor.-
-¡No puedes obligarme a hacer eso!- profirió Snape, indignado.
-¡No me puede retener en el colegio en verano!- exclamé poniéndome de pie.
Dumbledore dio un golpe con la mano al escritorio, mas furioso de lo que ya estaba.
-¡¿Qué no puedo?! ¡Solo obsérvenme!-
Tiempo después, aún seguía preguntándome como es que Dumbledore no despidió a Snape y me expulsó a mi, aún cuando tenía el poder y por lo visto, las ganas para hacerlo. Es obvio que en el momento, el castigo que nos puso a ambos nos pareció de lo mas injusto, pero en realidad nos podría haber ido peor. He terminado por admitir que a pesar de todo, nunca voy a conocer a nadie mas sabio que Albus Dumbledore.
Bien, como él lo dijo, el asunto no se hizo del dominio público. Madame Pomfrey curó nuestras heridas sin hacer preguntas, obviamente aconsejada por el director. Yo no dije nada a nadie, salvo a Ron y Hermione, quienes se quedaron pasmados ante el hecho de que había golpeado a un maestro y no había sido expulsado. Pero se indignaron tanto como yo cuando les conté lo del castigo.
-No te puede hacer eso, Harry- dijo Hermione mientras Crookshanks saltaba a su regazo –No creo que siquiera sea legal el retenerte aquí contra tu voluntad-
-¡Obligarte a hacerte amigo de Snape! Debe de estar senil para pensar eso. Mándalo al diablo-
-¡Ron! No hables así de Dumbledore- Hermione miró ceñuda a su novio –Escucha Harry, comprendo que el castigo sea horrible, pero aún no entiendo como te atreviste a pelear con Snape... esto fue mucho peor que la vez que le lanzaste el expelliarmo en tercero...-
-Ya, ya, que no estoy para sermones- dije de mal humor. Nos quedamos en silencio un rato, escuchando como crepitaba el fuego de la chimenea en la sala común.
-Aunque pensándolo bien- dijo Hermione de repente –Dumbledore tiene razón respecto a que no pueden seguir así si tu también vas a trabajar aquí... creo que no es mala idea que trates de limar asperezas con Snape...-
-Oh, cállate- mascullé, aunque en mi interior sabía que tenía razón.
Pasaron los meses y tanto Snape como yo fingimos que no había pasado nada. En realidad, empecé a pensar que Dumbledore se iba a olvidar del ridículo castigo y me estaba preocupando en vano. El tiempo voló y yo estaba muy ocupado con los cursos adicionales que estaba tomando para impartir las clases de Defensa contra las Artes Oscuras. Estaba muy emocionado y nervioso al mismo tiempo, pues iba a ser el profesor de esa materia mas joven en muchísimo tiempo, pero trabajaba duro y sabía que todo iba a salir bien.
Los exámenes finales pasaron, el baile de fin de curso y finalmente nuestra tan esperada graduación. Cuando menos pensé era nuestro último día como estudiantes en Hogwarts y ya estábamos todos reunidos con nuestro equipaje en la explanada del colegio, a la espera de los carruajes que nos llevarían al Expreso. Esa mañana había recordado todo el penoso capítulo con Snape y la advertencia de Dumbledore, pero considerando que habían pasado casi 6 meses y no se había mencionado nada supuse que todo había quedado olvidado. Así que estaba haciendo planes con mis amigos para el verano, cuando mi corazón dio un vuelco. Dumbledore había llegado.
El director dio un pequeño discurso y se despidió de todos los demás, deseándoles suerte y pidiendo que regresaran a visitarlo de vez en cuando. No me había dirigido la palabra, así que cuando llegaron los carruajes traté de escabullirme en el primero que vi. Pero una mano me tomó por el hombro.
-Harry, ven a mi oficina, por favor- me dijo con educación. Me quedé viéndolo como esperando que todo fuera una broma.
-¡Harry! ¿No vienes?- me llamó Seamus, quien ya me tenía guardado un lugar junto a él, Ron y Hermione.
-Lo siento muchachos- les dijo Dumbledore con una sonrisa –pero necesito hablar de algunos asuntos con Harry. No podrá viajar en este tren, pero lo verán después, ¿esta bien?-
-No hay problema, ¡nos vemos luego, Harry!- dijo Seamus. Todos sabían que iba a dar clases allí y suponían que el director tendría que afinar detalles conmigo, y que iría en el siguiente tren a Londres, así que no vieron nada raro. Solo Ron y Hermione me vieron con cara de espanto al comprender lo que estaba pasado.
-A... adiós- musitó Ron como si no me fuera a ver de nuevo con vida. Hermione solo atinó a mirar incrédula a Dumbledore antes de que las puertas se cerraran y el carruaje se pusiera en marcha.
El anciano agitó la mano, despidiéndose y se encaminó al castillo.
-Vamos, Harry. Hay mucho que hacer- me dijo con su habitual buen humor.
-Al menos tuvo la decencia de no decirles lo que piensa hacer conmigo- le dije hecho una furia, mientras caminaba detrás de él. Me echó una mirada con las cejas levantadas.
-Recuerda que tu solo te metiste en esto, Harry. No hables como si yo te estuviera castigando por algo que no hiciste. Vamos, que ya verás lo bien que sale esto-
No le contesté. Pensé que por primera vez, preferiría estar con los Dursley en lugar de ahí. Llegamos a la gárgola, le dio la contraseña y subimos las escaleras de caracol hasta su despacho. Cuando entramos Snape ya estaba ahí, con una expresión tan agria como si su hubiera tomado un litro de jugo de limón. Me lanzó una mirada que podría haber matado a un basilisco.
-Siéntate, Harry. Veamos, creo que recuerdan por que están aquí, ¿no es así?- dijo con toda tranquilidad. Ninguno le contestó, y paseó la mirada de uno a otro, como dándose cuenta de con cuanta ira lo veíamos. Sin embargo, no se inmutó –Bien, pues les hablaré de cómo serán las cosas. Estarán aquí un mes y medio; después de eso tendrán 2 semanas libres. En esas 6 semanas podrán vivir en cualquier parte del castillo que deseen, solo les pido que me avisen que habitación ha escogido cada uno. Este año todos los profesores han salido- Snape murmuró algo como "menos yo", pero Dumbledore siguió hablando como si no lo hubiera escuchado – y solo yo me quedé. Para cualquier cosa saben que pueden venir aquí a buscarme.
"Ahora Severus, desearía que platicaras con Harry sobre el noble arte de ser profesor. Estaría muy complacido si lo orientaras respecto a métodos de enseñanza y ese tipo de cosas, pues la asignatura que impartirá es muy importante y deseo que esté bien preparado; además sabes que Defensa contra las Artes Oscuras está íntimamente ligada a Pociones. Creo que Harry se sentiría mas seguro de si mismo si recibe consejos de un maestro de tu trayectoria y experiencia, ¿no es así?-
De nuevo, ninguno le contestó. La perspectiva de recibir consejos de cómo ser buen maestro de Severus Snape no era nada alentadora.
-Por tu parte, Harry- prosiguió Dumbledore con naturalidad – Necesito que le des una mano a Severus respecto a un pequeño problema. –Snape miró interrogante al anciano –Como recordarás, el profesor Snape fue herido en una pierna por Fluffy hace unos años. Verás, a pesar de que Madame Pomfrey hizo milagros con esa herida, la pierna de Severus no ha quedado del todo bien y temo que necesita algo de rehabilitación, según nos dijeron en San Mungo. Necesito que lo ayudes a ejercitarse un poco; se que lo podrás hacer después de los entrenamientos de quidditch que llevaste todo este tiempo.-
Snape se removió incómodo en su asiento, evitando mi mirada. Había notado cierta cojera en él cuando el tiempo era frío, pero no sabía que aquella vieja herida aún seguía molestándolo. Aún así, no me hacía mucha ilusión hacerme su entrenador personal.
-Por último, están en libertar de ir a Hogsmeade cuando lo deseen, y en verdad me alegraría ver que salen juntos. Las comidas también la haremos juntos, por que no hay nada mejor que una amigable charla de sobremesa, ¿no es así?-
Ambos mirábamos con incredulidad lo increíblemente ingenuo que podía ser Dumbledore a veces, tratando de que nos hiciéramos amigos. Aquello pintaba para ser un desastre en potencia.
-¿Alguna pregunta, muchachos?-
-Mmm-
-No-
-Esta bien, pueden irse. Nos vemos a la hora de la cena-
Snape y yo nos levantamos y fuimos en silencio hacia la salida. Bajamos por la escalera y salimos por la gárgola sin decir una palabra.
-Potter- dijo de repente Snape
-¿Si?-
-¿Dónde vas a acomodarte?-
Pensé por un momento. El Cuarto de los Menesteres me parecía un buen sitio, pues podría tener todas las comodidades que quisiera. Tal vez hasta lo usaría para vivir cuando ya fuera profesor.
-En el Cuarto de los Menesteres- contesté. Snape frunció el seño; parecía que no sabía donde estaba. –Esta tres pisos arriba ¿Por qué?- pregunté.
Severus se dirigió a la escalera y comenzó a bajar.
-Por que quiero estar lo mas lejos posible de ti- su voz retumbó en el hueco de la escalera mientras descendía.
Maldición. Aquel iba a ser un verano jodidamente largo.
Je, je, ha que Severus - Espero que les haya gustado el principio de esta historia, no será muy larga (no se me dan muy bien que digamos los fanfics demasiado extensos), pero ojalá y los divierta. A ver que tal se me da mi primer Harry/Severus, je, je. Besos y hasta la próxima.
Lanthir
