Pasé el resto de la tarde en mi nueva habitación, acomodando todo y dándole los últimos detalles; unas horas después, Dobby apareció con un ligero chasquido.
-¡Harry Potter, señor! ¡Dobby está muy contento de que vaya a pasar el verano aquí! Verá como Dobby le prepara sus platillos favoritos, y también se encargará personalmente de su habitación, señor- me dijo, haciéndome una reverencia, mientras los sombreros que Hermione había tejido hacía años, aunados a otros nuevos, se tambaleaban peligrosamente en su cabeza.
-Muchas gracias, Dobby... no, no llores, ya sabes que yo siempre doy las gracias... no, en serio, deja de llorar...-
-¡Harry Potter, señor! ¡Usted sigue siendo tan bueno con Dobby como desde el primer día! ¡No sabe cuanto significa para Dobby...!-
-Ejem... ¿Venías a decirme algo?- pregunté antes de que el elfo siguiera moqueando.
-¡Ah, si señor! La cena ya está servida, el profesor Dumbledore y el profesor Snape lo esperan-
Así que después de despedirme de Dobby, bajé al Gran Comedor. Las mesas habituales habían sido retiradas a los extremos y solo había una pequeña en la cabecera del salón, donde ya estaban sentados Dumbledore y Snape.
-Buenas noches, Harry- me saludó el director; Snape solo se limitó a echarme una mirada aburrida.
La comida apareció y comenzamos a cenar. Pensando en que no quería pasarme el verano enojado con el viejo, empecé a conversar con él. Después del disgusto al saber que tendría que pasar el verano ahí, había empezado a aceptarlo; así que hice un esfuerzo y pasé una cena bastante agradable. En cambio, Snape no se mostró muy comunicativo que digamos. Respondía con monosílabos a las preguntas que Dumbledore le hacía y se pasó todo el rato con la vista clavada en el plato, muy tieso. Aunque cierta expresión de derrota revelaba que también se estaba haciendo a la idea de pasar las vacaciones conmigo. Al terminar la cena, Dumbledore se aclaró la garganta.
-Muy bien muchachos, es hora de que me retire. Pero antes me gustaría hacerles una sugerencia, si se me permite- dijo muy sonriente. Como era claro que se lo permitiéramos o no, de cualquier manera iba a hablar, prosiguió –Me parece que sería buena idea que mañana mismo comenzaran con el entrenamiento y las pláticas de orientación que les había propuesto. El tiempo se pasa volando y en cuanto mas pronto comiencen, mejor para ambos-
Snape y yo asentimos sin muchas ganas y el director se mostró tan complacido como si hubiéramos dado de saltos ante sus planes. Finalmente se marchó, y unos minutos después salimos también nosotros, con un frío "Buenas noches".
A la mañana siguiente, me desperté deseando que todo el día anterior hubiera sido un mal sueño. Sin embargo, al abrir los ojos y encontrarme en mi habitación del Cuarto de los Menesteres, me sentí ciertamente abatido. Así que sin mucho animo me alisté para ir a desayunar. Cuando bajé, Snape ya estaba a la mesa, con su habitual túnica negra y un ejemplar del Profeta en la mano. Me saludó con frialdad y sin verme siquiera me comunicó que Dumbledore había tenido que salir de urgencia, pues el Ministerio lo había mandado a llamar y no estaría el resto del día. Así que desayunamos solos, sin dirigirnos la palabra. Él se la pasó leyendo el diario mientras comía con desgana un plato de cereal, y yo me entretuve con la correspondencia del día. Ron y Hermione me escribían, diciéndome que me irían a visitar en dos semanas. Mi amigo me preguntaba si aún estaba vivo y Hermione me rogaba que no le fuera a lanzar una maldición a Snape, por mucho que me hiciera enojar. Remus y Sirius también me escribieron; mi padrino se había molestado muchísimo por el castigo y me decía que ya le había enviado una lechuza a Dumbledore; y que en un par de días estaría lejos de Snivelly, que no me preocupara. También apareció una lechuza con aspecto cansado que me traía una carta de Hagrid; mi amigo se había ido de vacaciones a Francia con la intención de cortejar a Madame Máxime, y me encargaba que Fang tuviera suficiente comida.
El tiempo pasó rápido y estaba a punto de decirle a Snape que empezáramos de una vez con aquella farsa, cuando se levantó de la mesa, con el Profeta aún en una mano y una taza de café en la otra. Sin mas se dirigió a la salida.
-Eh... ¿Profesor Snape? ¿No íbamos a empezar hoy con el entrenamiento?- pregunté algo dudoso. Se detuvo y me vio con una expresión de superioridad.
-¿Ves a Dumbledore por aquí, Potter? Yo no, y mientras no esté aquí no pienso hacer ninguna de las tonterías que "sugirió"- me dijo. Se dio la vuelta y siguió caminando, leyendo su periódico y sorbiendo su café. Pero apenas había llegado a la puerta, cuando una lechuza pasó volando sobre él y dejó caer un sobre rojo en su cabeza. Me estaba dando la espalda y no podía ver su rostro, pero lo vi batallar con la taza y el periódico mientras tomaba el sobre, aparentemente sorprendido. La carta comenzó a humear por las esquinas y antes de que pudiera hacer algo, la voz de Dumbledore resonó por todo el comedor a un volumen cien veces mas alto de lo normal, cimbrando las ventanas.
-¡¡NI SIQUIERA SE TE OCURRA, SEVERUS!!-
El sobre comenzó a arder sin llama y Snape se volvió hacia mi, con una expresión como si yo le hubiera enviado el vociferador.
-Creo que es mejor que nos apresuremos, profesor...- le dije, tratando de poner expresión seria a pesar de que la risa pugnaba por salir de mi ante el rostro ceñudo de Snape.
Un rato después estábamos en los vestidores del campo de quidditch. Mi "compañero" me dijo de mala gana que no tenía nada adecuado para hacer ejercicio, así que decidí que usaríamos la parte de abajo del uniforme de quidditch: la sudadera, los pantalones y los zapatos. Le indiqué donde estaban las prendas y lo vi sacar unas del equipo de Slytherin. "Típico" pensé, mientras buscaba en mi casillero mi viejo uniforme. Cerré la puerta y casi me voy de espaldas al ver que Snape se había desnudado sin mas, y se estaba cambiando a unos metros de mi. No pude evitar observarlo; era tan pálido y delgado como lo había imaginado. ¿Es que nunca había tomado el sol en toda su vida? Aunque he de decir que los ajustados boxers negros que usaba eran de mejor gusto de lo que pudiera haber pensado. Me pregunté para quien demonios se los pondría...
-¡Deja de ver mi trasero, Potter!- bramó Snape de repente, haciéndome pegar un brinco. ¡¡¡Agggghhhh, Snape me había visto viendo su trasero!!! Estúpido de mi, que no me había dado cuenta de que había un espejo frente a él y me había descubierto. Me miró amenazadoramente y yo solo atiné a voltearme.
-Yo no estaba viendo su trasero...- musité mientras me cambiaba. Un silencio incómodo se posó sobre nosotros hasta que salimos al campo. Era un día fresco y ventoso para ser verano, y observé que el viento revolvía los largos cabellos de mi ex maestro.
-¿Y bien?- me dijo, sacando una liga de uno de sus bolsillos y amarrándose el pelo con un gesto de fastidio.
-Primero tenemos que calentar- le dije, tratando de que no se me notara lo desconcertado que estaba. Era la primera vez que veía a Snape enfundado en ropa ajustada y con el pelo amarrado. Podría haber pasado por un joven si no fuera por su característica expresión pétrea.
Así que empezamos con aquella primera sesión de ejercicio. Recordé las viejas rutinas que Oliver me puso cuando empecé en primer año y le expliqué a Snape como hacer algunas flexiones y rotaciones. Después dimos un par de vueltas al campo; para mi sorpresa, él pudo trotar a mi ritmo, y aguantó bien las secuencias que le puse con las viejas pesas del equipo. Por lo visto estaba en buena condición física general. "Con razón me dio una paliza" cavilé malhumorado. El profesor hizo todo lo que le dije en silencio y sin mostrar ni por un momento la mas mínima cordialidad. Se notaba que aún estaba molesto por lo del trasero.
Después de dos horas detuve el entrenamiento.
-Creo que es todo por hoy- le dije –Pero antes viene lo que pienso será lo mas importante. Tiene que hacer estiramientos para que los tendones de su pierna se aflojen y los músculos tomen fuerza. ¿Dónde lo mordió Fluffy?-
-Tu bien lo sabes, Potter- me dijo de manera mordaz. Aún recordaba que lo había visto cuando Filch lo estaba ayudando a curarse.
-No, no lo se. La vez que lo vi en la sala de maestros solo supe que su pierna derecha estaba llena de sangre, pero no me quedé a averiguar en donde exactamente lo había mordido el perro, ¿recuerda?- contesté, empezando a molestarme por su actitud. "Otra mas de esas respuestas sarcásticas y al diablo", pensé.
Snape entornó sus ojos negros y apretó los labios, pero pareció ceder. Se sentó en el pasto y se arremangó los pantalones; una fea cicatriz cruzaba su rodilla y parte de la pantorrilla. Se veía que había sido una herida profunda; con razón los nervios habían quedado dañados.
-Eso debió haber sido doloroso- dije sin pensarlo -¿Por qué no fue de inmediato con la señora Pomfrey?-
-No podía confiar en nadie con Quirrell suelto- contestó mientras se acomodaba el pantalón con aire pensativo.
En ese momento me sentí un poco mal por él, por tener que cargar con una herida como esa por todos esos años, solo por querer defender algo que sabía podía traer a Voldemort de regreso. Ahora el Señor Tenebroso ya no estaba, y en buena parte había sido gracias a Snape.
-¿Entonces?- me preguntó secamente, sacándome de mis cavilaciones.
-Vamos a hacer estiramientos- le dije –Siéntese en el piso, ahora baje primero la espalda y hasta el último la cabeza... así. Bien, estire las piernas hacia arriba, coloque las manos detrás de sus pantorrillas o a una altura donde se sienta cómodo y jálelas hacia su torso. Exhale mientras lo hace... si, así esta bien. Otra vez, lo mas que pueda, pero no se fuerce demasiado. Relájese; bien. – Pude notar que su extremidad herida le causaba problemas, pero no dije nada. -Estire su pierna derecha y flexione la izquierda; ahora presiónela hacia su torso con ayuda de sus manos. Con cuidado... muy bien. Ahora haga lo mismo con la derecha. MMM... ¿hasta ahí puede flexionarla?-
-Si- me dijo Snape con un tonito irritado. Su pierna herida estaba mas rígida de lo que había pensado. No entendía como podía caminar y correr normalmente.
-Vamos a hacer una prueba- le dije mientras me acercaba. –Necesito comprobar que tanta fuerza tienen sus músculos. Estire la pierna izquierda y flexione la derecha como lo estaba haciendo; voy a apoyarme contra usted y quiero que me empuje con todas sus fuerzas, ¿esta bien?-
Severus asintió y empujé ligeramente; vi que su rostro se ponía rígido, pero definitivamente estaba mal. No tenía casi nada de fuerza. Le pedí que hiciera lo mismo con su pierna sana y la diferencia entre ambas era enorme. Le enseñé un par mas de movimientos para estirar y relajar y lo dejé descansar; yo también me senté junto a él.
-¿Cómo ha podido caminar sin usar bastón durante todo este tiempo?- le pregunté.
-Con mucho dolor, muchacho. ¿Hemos terminado?- me dijo bastante molesto. Puse los ojos en blanco y le hice una seña con la mano, indicándole que se podía ir; se puso de pie y se alejó rápidamente rumbo al castillo. Me quedé ahí, rumiando una mezcla de disgusto y compasión por aquel hombre.
No lo vi durante el resto de la tarde, ni siquiera en el almuerzo. Dobby me dijo que había pedido que le llevaran la comida a su despacho y que no quería ser molestado.
Pasé la tarde contestando las cartas que había recibido y comiendo las trufas que Dobby me había llevado; mi amiguito sabía que me encantaba el chocolate y parecía que se pasaría el verano tratando de complacerme. Después fui a visitar a Fang y a darle de comer; regresé al castillo lleno de babas, y me pregunté si Dumbledore me daría permiso de tenerlo dentro del castillo, pues parecía sentirse solo. Me aseé un poco antes de bajar a cenar y me encontré con que el director ya había regresado. Snape y él ya estaban comiendo.
-¿Qué tal fue su primer día de entrenamiento, jóvenes?- preguntó, tan jovial como siempre. Observé a Severus, quien parecía igual de molesto que en la tarde.
-Bien, si quitamos el hecho de que Potter quiere verme caminar con bastón- dijo mientras cortaba con fiereza su filete.
-¡Un momento! Yo no quise decir eso- espeté de inmediato.
-¿Ah, no? ¿Entonces a que se debió ese comentario?- me preguntó soltando los cubiertos y cruzándose de brazos. Me estaba taladrando con los ojos.
-No lo dije con malicia, en realidad me sorprende que esté tan mal y que no se le note, eso es todo. No quise ofenderlo-
-Pues déjame decirte que no tengo la culpa de estar así y de toda esta situación –Dumbledore frunció el ceño al oír eso- Pero para la próxima te sugiero tener un poco mas de tacto-
-Pues hablando de tacto, usted no mostró mucho durante todo el día, Snape- era la primera vez que le llamaba por su nombre sin anteponerle el "señor" o "profesor", pero ni cuenta me di. Estaba furioso. –Yo tampoco estoy haciendo esto por gusto, –Dumbledore frunció aún mas el ceño –pero finalmente estoy tratando de ayudarlo, y algo de amabilidad no estaría mal para variar...-
-¡Ya basta los dos!- exclamó el director de repente –¡Tienen que comportarse como adultos, por Dios! Ya estoy viejo para estar soportando sus pataletas. No quiero oír una discusión mas, y si tienen algo que arreglar, háganlo hablando civilizadamente. Y tu, se amable con el chico- le dijo a Snape. Este pareció a punto de atacar al viejo con su tenedor, pero se limitó a masticar con ferocidad su comida. Seguramente se imaginaba que eran pedacitos de Dumbledore.
La cena terminó y Snape me dijo lacónicamente que me esperaba en su despacho para las clases de orientación. Se fue sin despedirse del director y este solo bufó con resignación; me dio las buenas noches y también se retiró. Traté de alargar lo mas que pude la cena, pues no tenía la mas mínima gana de ir a ver a Severus; pero unos minutos después una lechuza me llevó una nota de "No tengo toda la noche, Potter", y me tuve que poner en camino.
Detestaba ese lugar; la fría mazmorra que Snape usaba como oficina me traía malos recuerdos de tiempos pasados. Pero ahí estaba ahora, sentado frente al escritorio y tratando de poner en orden los pedacitos de pergamino donde había apuntado dudas que me iban saliendo durante los cursos preparatorios. Snape me miraba con aversión, sentado en su viejo sillón de orejas con los brazos cruzados.
-Debiste hacer eso antes de venir aquí- me dijo con su acostumbrado tono frío. Yo solo le lancé una mirada por encima de mis lentes y seguí acomodando mis notas, tardándome a propósito para fastidiarlo. Finalmente empecé a hacerle preguntas respecto a algunas regulaciones del Ministerio que no me habían quedado del todo claras. Él me explicó todo clara y concisamente, y comencé a tomar algunas notas. Conforme avanzaba la charla me surgieron mas preguntas y antes de que me diera cuenta habían dado las dos de la mañana.
-Ya es suficiente por hoy- dijo Snape; parecía muy cansado. Se pasó las manos por el cabello y se estiró, dejándome ver su blanca garganta. En ese momento recordé el episodio en los vestidores y el cuerpo semidesnudo de mi antiguo maestro; sentí que me ruborizaba y me puse a recoger mis pergaminos de inmediato, con manos algo torpes.
-Terminaremos después entonces- murmuré, terminando de juntar todo y encaminándome a la puerta.
-¿Mañana vamos a entrenar de nuevo?- me preguntó antes de que saliera.
-Si, si no siente molestias en la rodilla por el trabajo de hoy-
-MMM... no creo, estoy algo cansado pero me siento bien. Mañana veremos-
-Esta bien. Hasta mañana- le dije, queriendo salir cuanto antes de aquel lugar.
-Buenas noches-
De regreso a mi habitación, me pregunté que había sido todo aquello. Me había puesto muy nervioso con Snape, y no eran el tipo de nervios que acostumbraba provocarme, de miedo e intimidación. Mas bien se acercaban peligrosamente a algo que había conocido solo con algunos muchachos. Y es que desde siempre, había sabido que me atraían tanto hombres como mujeres, y en realidad no era nada raro o malo para mi; era algo conocido en mi circulo de amigos y no había ningún problema con ello. De hecho, mi última relación había sido con un chico de Ravenclaw llamado Jordan, aunque habíamos terminado hacía un año. Desde entonces nadie me había movido, hasta esos terroríficos momentos anteriores. ¡Pero era Severus Snape, por todos los cielos! Le atribuí esa momentánea locura al cansancio del día y me metí a la cama en cuanto llegué a la habitación, pensando en las dudas que me habían quedado respecto al sistema de enseñanza del Ministerio.
El resto de la semana fue muy tranquilo, relativamente. Snape y yo seguíamos riñendo por cualquier estupidez, pero nos cuidábamos de no hacerlo frente a Dumbledore. El entrenamiento prosiguió y a pesar de su aparente indiferencia, se notaba que se esforzaba; parecía estar harto de batallar con su pierna, y hacía todo lo que le decía sin chistar. Un día que hacía mucho sol, hizo aparecer unas gafas oscuras muy bonitas y se las puso, quejándose del "Maldito sol veraniego". Desde ese día las usaba cada vez que empezaba a clarear demasiado. Viéndolo así, con el uniforme de quidditch, el cabello amarrado en una coleta y los lentes oscuros, nadie podría haberlo reconocido. Sin embargo, dentro del castillo seguía usando sus acostumbradas túnicas negras.
El horario de las asesorías cambió; pasamos tres días trabajando hasta la madrugada, hasta que finalmente Snape se cansó y me dijo que nos veríamos por las tardes, después de la comida. Así lo hicimos y las cosas fueron mejor; a pesar de la riñas y de que seguíamos tratándonos fríamente, él me aclaraba todas las dudas que tenía y me daba consejos cuando se los pedía. Todo el asunto de ser maestro era mas complicado de lo que había pensado al principio y definitivamente lo que me habían enseñado no era suficiente. Por mas mal profesor que Snape me hubiera parecido alguna vez, tenía que aceptar que en realidad era bueno enseñando y que mucha de la opinión que tenía de él estaba influenciada por la antipatía que sentíamos mutuamente.
Seguíamos comiendo juntos, él siempre abstraído en su diario y yo riéndome con la correspondencia. Sirius me escribió quejándose del vociferador que Dumbledore le había mandado en respuesta a su amenaza de que si no me quitaba el castigo se las iba a ver con el Ministerio de Magia. Remus decía que aún le seguían zumbando los oídos y que bien le había dicho a Sirius de que la intimidación no era la mejor forma de sacarle algo a Dumbledore. También me contaba que sus vecinos muggles habían llamado a la policía por "un hombre loco que está gritando a través de un megáfono". Hagrid me contaba que estaba muy disgustado por que al parecer, Madame Máxime ya había encontrado otro pretendiente, "un orate italiano muy aterciopelado", pero que ya estaba planeando como deshacerse de él. Ron se alegraba de que aún estuviera vivo y Hermione me contaba de su nuevo trabajo en el Departamento de Regulación de las Criaturas Mágicas. En realidad, ´Mione estaba tratando de crear el Departamento de Derechos de las Criaturas Mágicas, pero era algo secreto que llevaba años planeando.
Por su parte, Dumbledore a veces estaba en el castillo y otras no; pero había permitido que Fang durmiera en mi habitación y eso me hacía feliz, pues ya no me sentía tan solo.
En cuanto empezó la segunda semana, hice una variación al entrenamiento. En lugar de dar vueltas al campo de quidditch, empezamos a correr por el camino hacia Hogsmeade. Era un paraje muy agradable y no tan monótono como el campo; así que íbamos y veníamos cada mañana, mientras veía con satisfacción los avances en la condición de Snape y el saludable color que estaba tomando su pálida piel. Yo también me sentía renovado con el ejercicio, pues hacía ya un par de meses que no lo hacía, desde que se acabara la temporada de quidditch.
El miércoles de la segunda semana algo me tomó por sorpresa. Dumbledore había salido y Snape y yo estábamos terminando de comer; yo estaba riéndome como tonto con el comic de Las aventuras de Martín Miggs, el muggle loco que Ron me había mandado, mientras me acababa mi segunda rebanada de pastel de chocolate. No supe en que momento Severus dejó su diario y se quedó viéndome, hasta que levanté la mirada.
-¿Acaso tienes ocho años, Potter?- me dijo con una sonrisita burlona en sus finos labios. Pero extrañamente, no había malicia en sus palabras, como siempre. Simplemente le parecía divertido que un joven a punto de convertirse en maestro se estuviera atragantando de pastel y leyendo tiras cómicas. No supe que contestarle y solo le sonreí tímidamente. Él me sonrió a su vez y dejó El Profeta a un lado.
-Vamos, que hay que continuar con la asesoría- me dijo, poniéndose de pie y encaminándose a la puerta. Me acabé el pastel de dos grandes bocados y lo seguí, preguntándome que había sido aquello y recordando de repente lo pasado aquel primer día, aquel chispazo de aparente atracción que había sentido por un momento. Me sentía muy confundido.
El sábado pasó algo mucho mas grave. Era un día terriblemente caluroso y un rato después de haber empezado el entrenamiento nos tuvimos que despojar de los suéteres de quidditch, quedándonos solo con las playeras. Empezamos con el calentamiento normal y un poco de pesas, y después corrimos el habitual circuito Hogwarts – Hogsmeade – Hogwarts. Después nos refugiamos del sol en la sombra que daba uno de los pilares y Snape se secó el sudor de la cara, quitándose sus lentes oscuros. Masculló algo así como "Odio el calor", pero siguió adelante.
Cuando vino la hora del estiramiento, creí conveniente agregar algo mas de resistencia a su pierna, ahora que parecía haberse acostumbrado a los ejercicios.
-Quiero intentar algo nuevo, profesor –le dije- Necesito que se ponga en la posición normal de estiramiento, acostado y elevando la pierna hacia arriba, bien estirada... ahora llévela hacia su torso... bien. Ahora, vamos a forzarla poco a poco a que baje, para obtener mas flexibilidad desde el muslo, ¿de acuerdo? Voy a apoyarme en usted y a hacer presión hacia abajo, en cuanto sienta alguna molestia me dice, ¿esta bien?-
-Si-
Así que descansé mi peso en la extremidad de Snape, apoyando mis manos en su pantorrilla, y empecé a presionar un poco. Dios, en verdad estaba oxidado... pero un rato después cedió un poquito. Parecía que mas bien estaba tenso.
-Relájese...- le dije. Severus respiró profundamente, y efectivamente, su pierna cedió mas. Sabía que la molestia no estaba en la articulación de la cadera y el muslo; el problema vendría cuando tratáramos de estirar la rodilla, que era lo que había visto que estaba peor.
Ahora me encontraba casi perpendicular al cuerpo de Snape. El sol pegaba en mi espalda y de repente me di cuenta de que estaba tan cerca de Severus que aún sin mis gafas podía ver perfectamente cada detalle de su delgado rostro; las cejas negras y rectas que nacían de su piel blanca, al igual que las tupidas pestañas que orlaban sus ojos negros. Apenas si tenía una que otra ligera arruga al lado de los ojos y en la frente, y su nariz no era fea después de todo. Y sus labios... vi que se entreabrían al jalar aire, y una súbita y cálida sensación me recorrió de pies a cabeza.
En ese momento caí en cuenta de lo íntima y comprometedora que podía resultar aquella posición, y mi corazón se aceleró. De repente, fui conciente de que el rostro de Snape había cambiado; primero estaba concentrado viendo fijamente su pierna, como diciéndole que trabajara bien. Pero ahora me estaba observando tan estrechamente como lo estaba haciendo yo. En un momento nuestras miradas se cruzaron y un furioso rubor se apoderó de sus mejillas. Lo que había visto aquel día en los vestidores cruzó como un rayo por mi mente y me quedé sin respiración al sentir que la excitación me traspasaba. Me puse de pie de inmediato, trastabillando y a punto de caer sobre Severus, que seguía tan rojo como un tomate.
-Yo... ejem, creo que es suficiente por ahora. Termine de estirar, yo... eh.. cof, cof, si, tengo que ir por un vaso de agua, cof, cof, nos vemos luego...- dije, y salí corriendo cobardemente, sin voltear atrás y sin recordar la gran jarra de agua que teníamos a nuestras disposición en el campo. En cuanto llegué a los vestidores me encerré en una de las duchas y me di de topes contra la pared por la tremenda escena que acababa de hacer. Era obvio que Snape se había dado cuenta de lo que cruzó por mi mente. ¿Ahora que iba a hacer? ¿Y si se molestaba, si le decía algo a Dumbledore?
Y lo que era peor: ¿Por qué me había sentido excitado con Severus? ¿Qué demonios había pasado?
El día avanzó y me la pasé encerrado en mi habitación, cavilando sobre lo sucedido. Ni siquiera cuando Dobby me avisó que la comida estaba servida bajé, así que un rato después me llevó una bandeja llena de carne y papas que comí casi sin darme cuenta. Hedwig apareció como a las 6 llevando una nota de Snape, preguntándome que si no pensaba ir a la asesoría. Me excusé diciendo que me sentía indispuesto y que no me esperaran para la cena tampoco. Después me tendí en la cama, dándole vueltas a lo ocurrido hasta que creí volverme loco, y finalmente me quedé dormido.
Me desperté en la madrugada sobresaltado por un sueño, aunque no podía recordar sobre que era. El cuerpo me quemaba y me di cuenta de que una dolorosa erección se apretaba dentro de mis pantalones. Me imaginé entonces que era lo que estaba soñando, y lentamente, casi torturándome, me quité la ropa y me masturbé, con imaginarias imágenes de Severus en mi mente. Exploté en un delicioso orgasmo que estremeció todas las fibras de mi ser, y cuando me recuperé un horrible sentimiento de confusión me invadió. Me levanté y quité todas las mantas y las sabanas, arrojándolas furioso al suelo; después me bañe con el agua muy fría y sin secarme siquiera volví a tenderme en la cama desnuda, detestando a cada segundo el maldito calor que hacía y maldiciendo a Dumbledore por obligarme a estar allí.
Domingo por la mañana. Abrí los ojos cuando sentí el peso de algo lleno de plumas en mi pecho desnudo; era el viejo Errol, que como siempre se había colapsado en la entrega. Lo acomodé en mi almohada mientras se recuperaba y leí un mensaje de Ron, que decía que él y Hermione vendrían ese día en la mañana a visitarme. ¡Demonios! Seguramente habían mandado a Errol desde hacía tres días, pero se atrasó y ahora tendría a mis amigos en el castillo en unas horas. Ya no había tiempo de mandarles una carta diciéndoles que no vinieran, así que no tuve mas remedio que alistarme y tratar de fingir que nada había pasado. Me vestí con rapidez y bajé al Gran Comedor.
Dumbledore y Severus ya estaban desayunando. Luché por calmarme y darle poca importancia al asunto; a lo mejor estaba exagerando y Snape ni siquiera se había dado cuenta de nada. Pero esos pensamientos se vinieron abajo cuando tomé asiento y vi que Severus enrojecía y clavaba la vista en su estúpido periódico. Su habitual mascara de frialdad estaba presente, claro, pero sus mejillas sonrosadas era algo que no podía disimular. Para colmo, Dumbledore insistió en que teníamos que seguir con el entrenamiento, a pesar de que le dije que Ron y Hermione iban a venir de visita.
-Oh, estoy seguro que el señor Weasley y la señorita Granger vendrán mas tarde- me dijo –Además, no puedes dejar a Severus sin esos ejercicios que le están ayudando tanto-
Snape le lanzó una de sus miradas envenenadas pero no dijo nada.
Un rato después estábamos corriendo por el camino a Hogsmeade. Nadie había dicho nada y pretendíamos estar bien, pero yo sabía que él sabía, por decirlo de alguna forma. Íbamos trotando en silencio y mi cabeza era un hervidero de pensamientos, mientras veía de reojo a aquel hombre de rostro inexpresivo; trataba de ocultarme bajo uno de los sombreros de Dobby, que tenía una enorme visera y orejitas. Me veía ridículo, pero no me importaba, con tal de que me mantuviera fuera de la vista de mi ex profesor. Pero después de que la quinta persona a la que pasamos por el camino se me quedara viendo con sorna, Snape se detuvo y me arrancó el sombrero, lanzándolo hacia los matorrales.
-¡Por todos los cielos, Potter!- me dijo enfadado, quitándome los lentes también de un tirón y golpeándolos con su varita, con lo cual se oscurecieron -¡Si lo que quieres es protegerte del sol, quítate esa ridícula cosa y hechiza tus gafas! ¿Te imaginas si un alumno te ve con algo así? ¡Serás el hazmerreír de la escuela y nadie te respetará!-
Estaba a punto de decirle que me importaba un bledo lo que la gente pensara de mi, cuando escuché unas voces que venían por el camino.
-¡Harry, Harry!- me llamaba Hermione, sonriendo y agitando la mano. Ron venía detrás de ella, cargado de paquetes. Al parecer habían ido de compras a Hogsmeade antes de venir a verme.
-¡Que gusto verte!- me dijo mi amiga, poniéndose de puntitas para darme un beso en la mejilla. Pero Ron se había quedado estático viendo a Severus, y Hermione pronto reparó en él también.
-¿Pro... profesor Snape?- preguntó Ron con la boca abierta. Severus Snape, con un ajustado uniforme de quidditch, modernos lentes oscuros y el cabello peinado en una coleta era algo que definitivamente no pensaron que verían alguna vez.
-Señorita Granger, señor Weasley- les saludó con una leve inclinación de cabeza y la frialdad impresa en cada una de sus palabras.-Potter, regresaré al castillo yo solo. Con permiso- Y echó a andar hacia la escuela.
Mis amigos no se repusieron de la impresión hasta que se tomaron un par de tazas de té fuerte. Estábamos en mi habitación y les había contado todo lo ocurrido hasta la fecha, exceptuando claro, el hecho de que había empezado a encontrar atractivo a Snape. Esperaba que fuera alguna locura momentánea y que pronto desapareciera, así que pasamos la tarde charlando animadamente, con Fang tirando pelos y babas sobre las compras de mis amigos.
Ron y Hermione se quedaron a cenar para alegría de Dumbledore; sin embargo, Snape a penas si tocó la comida y unos minutos después se retiró de la mesa, despidiéndose escuetamente de mis amigos. No se por que, pero eso me irritó en exceso. Cuando ellos se marcharon a través de la chimenea de la oficina de Dumbledore, me quedé platicando un rato mas con él.
-¿Por qué Snape es así? Me refiero a como puede vivir sin amigos, a por que trata a las personas de esa forma...- pregunté, arrellanado en el sillón frente al fuego. Dumbledore suspiró y posó sus viejos ojos azules en las llamas que lamían el hogar.
-Escucha Harry, tal vez no sea de mi incumbencia contarte esto, pero tal vez te ayude a entender el por que Severus es como es. Hace muchos años, cuando James y él iban en primer año en esta escuela, eran amigos, Harry. Y tu padre lo traicionó...-
¡Hola a tods! :D ¿Qué tal? Antes que nada, mil gracias por todos los amables reviews que me dejaron para este fanfic. Es muy importante para mi el saber que les esta gustando y el conocer su opinión, ya que a través de sus mensajes estoy tratando de pulir mi estilo para que sea ameno y fluido, pues estoy tratando de escribir una historia original. Pero antes necesito saber si voy por buen camino en esto fanfics. Porfas, díganme si hay algo que no se me entienda, o si falla algo respecto a ortografía o redacción. También les estaría muy agradecida si me dicen algún punto bueno que vean respecto a estilo, para enfocarme en eso y tratar de resaltarlo :) Y claro, díganme que les parece la historia y como se va dando hasta ahorita, je, je -
¿Cómo ven a este par? Esta historia si se dan cuenta, es POV de Harry y solo va a hablar él, pero Severus no puede ocultar a veces las cosas ;) Ya veremos que pasa mas adelante. Cada capitulo va a abarcar dos semanas de las 6 que tendrán que pasar juntos, así que faltan 2 capítulos mas del periodo de castigo y yo creo que uno mas de las dos semanas que restarían de vacaciones. Como les dije, va a ser cortito, mi cerebro no da para mas, je, je. Pero son un poco largos, así que allí compensa :)
Ah! Y por cierto, respecto a la ultima parte de este cap sobre la amistad de Severus y James, es solo eso, amistad. No tuvieron nada que ver románticamente hablando por si lo habían pensado, ehh! Je, je -
Aprovecho también para agradecer los reviews para el final de Sobre Janis Joplin, ¡mil gracias! :D Gab y otras personas a través de mi página me preguntaron respecto a un epílogo, hay! Ahí si me agarraron en curva, por que nunca he hecho un epílogo :P Siempre pienso que después de todo el desmadre "Viven felices para siempre", jo - Así que eso es lo mismo que pasó después de SJJ, aunque haciendo cuentas eso tendría apenas un par de años, así que todavía no es para siempre, ja, ja, ja. Pero hay la llevan, no se preocupen ;)
Que mas... sigo sin internet y extrañando horrores a todos mis ciber amigos :( Pero tarde o temprano volveré (como dijo McArthur), y ya me pondré al corriente con todo. Un beso a tods!!
Espero que les haya gustado este capitulo, espero poder venir cada semana a publicar como hoy. No olviden dejar sus reviews si este fic es de su agrado, este y todos los caps son dedicados para mi amiguita Ali (a quien extraño muchooooo!!!), espero que te guste, nena :)
Besitos y nos vemos para la próxima semana!!!
Lanthir
PD. Vi en las noticias que el nuevo libro de HP se va a llamar HP y el Príncipe Mestizo, pero que el título no se refiere a Harry ni a Voldemort!!! ¿? Hay, ya me quebré la cabeza pensando y no se me ocurre nadie de quien sería. ¿Alguna sugerencia? ¿O será un nuevo personaje?
