Un Verano Diferente Por Lanthir Capitulo 4: Semanas 3 y 4

"Cuando entraron a Hogwarts, tanto Severus como James eran niños muy retraídos; Severus fue rechazado en Slytherin desde el principio, y James parecía no encajar con el espíritu de Gryffindor. Ambos fueron muy solitarios los primeros meses, pero entonces pasó algo inaudito: se hicieron amigos, a pesar de las rivalidades que desde siempre se han dado en estas dos casas. Se pasaban los días inventando hechizos y pociones, y llegaron a ser tan unidos como lo son Ron y tu.

Pero lamentablemente, esto fue algo que molestó mucho a Sirius; él fue un líder para su casa desde el primer día que llegó aquí, y era muy celoso del honor de Gryffindor. Así que empezó a incluir a James en su circulo de amigos y a alejarlo de Severus, hasta que poco a poco terminó por cortar toda relación con él. Para cuando terminó el primer año ya no se hablaban. Y a principios de segundo, Severus comenzó ser el blanco de las bromas que Sirius organizaba, ayudado por James.

Tengo que decirte, Harry, que Severus nunca volvió a hacerse amigo de otra persona, al menos durante su estancia aquí; y no tengo que hablarte del irracional coraje que aún guarda hacia tu padre, y por desgracia, hacia ti. No te cuento esto para tratar de justificarlo, pero me parece que tal vez te sea útil el saber que la forma en que se desenvuelve no es nada personal. Simplemente es una actitud errónea de su parte, aunado a una permanente recelo hacia cualquiera que de muestras de querer acercarse a él."

Dumbledore volvió a posar sus ojos en el fuego, hundido en sus recuerdos y canturreando una canción. Yo me quedé en silencio, sopesando lo que me había dicho; me sentía mal, por que amaba a mi padre a pesar de todo, pero tenía que aceptar que lo que había hecho no había sido honrado. Y el saber que Sirius lo provocó me hizo sentir peor. Me acordé la vez en que Malfoy me ofreció su amistad. ¿Qué hubiera pasado de haber aceptado? ¿Me hubiera unido a él para fastidiarle la vida a Ron y Hermione? No, yo nunca podría haber hecho eso, pero al parecer mi padre si.

Como había dicho Dumbledore, nada justificaba el que Snape se comportara mal conmigo, pero me pregunté que hubiera hecho yo en su lugar. Por unos momentos ya no me parecía tan desgraciado como siempre; simplemente era un hombre que no podía liberarse de las cadenas del pasado, y que vivía lleno de resentimientos. Me estremecí al pensar en que clase de vida era esa.

Vi que Dumbledore bostezaba y me di cuenta de que era hora de irme a dormir. Me despedí de él y caminé por los desiertos pasillos del castillo, aún pensando en lo que el director me acababa de contar.

Comenzó la tercera semana de nuestro castigo y las cosas estaban tomando un tinte rutinario. Una inesperada tormenta barrió los terrenos del castillo durante varios días, pero aún así seguíamos con el ejercicio, las asesorías y las peleas habituales. En ningún momento se tocó la cuestión de lo ocurrido durante el entrenamiento del sábado. Simplemente ambos fingimos que no pasó nada, y agradecí mentalmente el que Snape no hubiera sacado a relucir el tema. Pero aún no podía sacarme de la cabeza la sensación que me había recorrido aquel día, y a veces, en la noche me preguntaba como sería hacer el amor con alguien como él; aunque no tenía la mas mínima idea sobre su orientación sexual. Sin embargo, durante el entrenamiento me cuidaba de no volver a ponerme en una situación comprometedora. Lo ultimo que quería era que se diera cuenta de lo que pasaba por mi cabeza.

Severus por su parte, seguía tan impasible como siempre, aunque parecía tolerarme un poco mas según pasaban los días. A veces se refrenaba de decirme alguna frase mordaz; otras, hacía cosas amables por mí, como el día que se me cayeron las gafas mientras corríamos y las pisé accidentalmente. Antes de que pudiera hacer algo, él las recogió, les dio un golpe con su varita y me las volvió a poner sin decir ni media palabra. Otro día me había terminado mi porción de pudín de chocolate y estaba viendo si aún quedaba mas, cuando Snape empujó su plato hacia mi, sin levantar la vista del diario que leía. No había tocado su postre y me lo cedió sin decir nada, como acostumbraba. Y el hechizo de oscurecimiento que le había puesto a mis lentes era de lo mas conveniente, pues se oscurecían en el sol y se aclaraban en la sombra, algo así como los cristales Photogrey muggles.

Pero el constante silencio que reinaba entre nosotros me empezaba a molestar; no solo era por que pasábamos varias horas al día juntos y era incómodo no hablar mas de lo necesario, sino por que en verdad me sentía solo. Extrañaba a Ron, a Hermione, a Sirius y a Remus, a Hagrid... y la única compañía que tenía aparte de Snape era Dumbledore, pero solo lo veía durante las comidas, y eso a veces. La mayor parte del tiempo estaba fuera del castillo. Un día me encontré reteniendo a Dobby con tal de hablar con alguien, a pesar de que la pobre criatura no tenía mucha conversación que digamos.

Pero en cuanto comencé a hablar con Fang resolví hacer algo. Así que el viernes de la tercera semana durante la comida, decidí tratar de sacarle conversación a Snape. Estaba leyendo un libro de pociones avanzadas y de vez en cuando marcaba cosas.

-¿Es para sus clases?- pregunté tentativamente. Severus alzó la vista del libro y apenas levantó las cejas.

-Si-

-Ah... ¿es como lo que me explicaba el otro día, lo de consultar diversas fuentes al preparar los temas?-

-Así es- me dijo, volviendo a clavar la vista en su libro.

-¿Cuándo fue que decidió hacerse maestro? ¿Cómo se dio cuenta de que quería hacerlo?- pregunté, haciendo mi taza a un lado y cruzando las manos frente a mi, dispuesto a platicar. Snape volvió a levantar la mirada y me observó como si no supiera quien era.

-¿A que se deben todas estas preguntas?- me dijo, viéndome con recelo.

-A nada, simplemente tengo curiosidad. Y tengo ganas de charlar, eso es todo- le dije con sinceridad. Él me observó por unos instantes y una sutil sonrisa cruzó por su rostro. Su expresión se suavizo y mi corazón dio un vuelco. Sentí que la cara se me ponía caliente.

-¿Ya te cansaste de pelear?- me preguntó, dejando su libro sobre la mesa y estudiándome con sus ojos oscuros, aún con la sonrisa bailoteando en sus finos labios.

-¿Usted no?- dije, lanzándole una sonrisita. Un segundo después me di cuenta de que esa había sido mi sonrisa patentada de invitación al ligue, y mi corazón dio otro vuelco. ¡¿En que demonios estaba pensando?!

Severus seguía examinándome. Parecía que me estaba viendo por primera vez y repasó cada detalle de mi rostro con lentitud, con una expresión inescrutable. Yo me estaba poniendo muy nervioso y sentía que el cuerpo me cosquilleaba por todas partes, pero no podía dejar de mirarlo; me pasé la lengua por los labios sin siquiera pensarlo. Severus se dio cuenta del gesto y posó sus ojos en los míos; en ese instante tuve el deseo de saltar encima de él y arrancarle su túnica negra. Entonces sonrió aún mas y se apartó un mechón rebelde de los ojos.

-Si, ya me cansé de discutir. A estas alturas lo veo innecesario y estando solos me parece aburrido-

Salí del trance y alcancé un vaso con agua con las manos algo torpes.

-¿Quiere decir que era mejor pelear con público?- pregunté incrédulo.

-Al menos uno de los dos ganaba- me dijo encogiéndose de hombros.

Le sonreí sin creer lo que acababa de escuchar.

-Me parece que Dumbledore esta cumpliendo su cometido, ¿no cree?- dije, sintiéndome terriblemente atraído por aquel hombre.

-No seas tan optimista, Potter- me dijo con un fingido tono frío y la sonrisa aún en sus labios, y un delicioso calor me bañó de pies a cabeza. –Si has terminado, hay que empezar con la asesoría de hoy-

Lo seguí a su despacho en silencio, tratando de hacer que mi agitada respiración volviera a la normalidad y muy conciente de algo: había descubierto que Severus me gustaba.

Al día siguiente durante del desayuno, mi ex profesor estaba concentrado en su Profeta y yo comía un pan tostado con grandes cantidades de mantequilla y mermelada. Una bandada de lechuzas mojadas por la lluvia entró por la ventana, trayendo la correspondencia, y para mi asombro también Severus recibió carta. La abrió y leyó el pergamino negro con rostro inexpresivo; se qued muy quieto por unos instantes y después prosiguió a doblar cuidadosamente la misiva. Pude notar que a pesar de que su cara no mostró nada, sus manos estaban un poco temblorosas cuando guardó la carta entre su túnica. El resto del desayuno lo pasó casi sin tocar su plato, y el Profeta había sido olvidado en una esquina de la mesa.

El entrenamiento estuvo como siempre, aunque me pareció raro que Snape se hubiera puesto sus lentes oscuros aún cuando estaba bastante nublado. Hablamos poco, pero cuando terminamos él se acercó mientras yo recogía las pesas con las que habíamos trabajado.

-Hoy por la tarde voy a ir a Hogsmeade. ¿Necesitas algo?- me preguntó. Lo pensé por un momento y le contesté:

-En realidad necesito varias cosas... ¿puedo ir con usted? No me gustaría incomodarlo por tener que cargar todo hasta acá-

-Esta bien, te espero en el vestíbulo a la una. No te retrases-

Me quedé pensando en que diría la carta mientras lo veía dirigirse a los vestidores con pasos lentos.

Llegamos a Hogsmeade en medio de una ligera lluvia. La tormenta por fin había amainado, pero aún quedaban algunas nubes. Snape me dijo que tenía que hacer algo y que nos veríamos en dos horas en Las Tres Escobas, así que me dirigí a Honeydukes, contento de que no me hubiera acompañado para burlarse de mis hábitos alimenticios. Después fui a comprar algunas túnicas formales para cuando diera clases y otras prendas que necesitaba. Vi unos boxers ajustados iguales a los que traía Snape aquel día en los vestidores y me emocioné.

Salí cargado de paquetes y me dirigía a una de las tiendas al final del pueblo, cuando pasé junto al cementerio y vi que Snape estaba frente a una de las tumbas, con expresión afligida. Parecía que no se daba cuenta de que la lluvia lo estaba empapando y seguía parado allí, observando fijamente la lápida. Un anciano avanzaba con un viejo paraguas entre las tumbas y se acercó a Severus; yo puse mis paquetes en una banca y me escabullí entre las lápidas, queriendo oír lo que pasaba.

-Gracias, gracias, muchacho- escuché que le dijo el viejito a Severus cuando lo ayudo a pararse. Se había arrodillado para dejar un ramo de flores en la tumba, que aparentemente era reciente. -¿Eras amigo de Dorian?- le preguntó el anciano.

-Si... hace mucho tiempo que dejé de verlo, pero si, era mi amigo- contestó Snape con voz hueca.

-No te recuerdo del funeral, ¿no viniste?-

-Apenas me enteré. El aviso me llegó esta mañana-

-Oh, si, no eres el único a quien le llegó retrasada la noticia- dijo el viejo con su voz rasposa –Esa maldita tormenta confundió a las lechuzas aún en las distancias cortas, muchos se perdieron el funeral. Fue el lunes pasado, muy conmovedor, si...-

-¿Qué fue lo que pasó?- preguntó Severus con el rostro contraído de dolor. Nunca lo había visto así.

-Una tragedia, mi muchacho, eso es lo que fue. Pensar en que Dorian era un mago tan competente, y ¡pum! Un mal día simplemente se cae de un caballo y se rompe el cuello... era tan bueno, mi sobrino favorito- dijo el anciano, sonándose la nariz con un pañuelo percudido. –Su esposa Charlotte y sus hijos están devastados, los pobres...-

-Lo lamento mucho- musitó Snape, aunque parecía decirlo mas para él que para el anciano.

-Gracias, gracias. Es muy triste, si... tan joven, tenía mas o menos tu edad, ¡hay! Que tragedia, que tragedia...- dijo el viejito, secándose las lagrimas mientras se iba con pasos lentos y torpes. Severus se quedó ahí, tan inmóvil como las estatuas que adornaban las criptas, hasta que pareció reaccionar, y susurrando unas palabras se marchó.

Estaba pasmado. Se me encogió el corazón al ver a Snape tan triste; no tenía idea de quien era el hombre por el que se sentía así, y cuando me hube asegurado de que nadie me veía, me acerqué con cuidado a la lápida. Dorian McLoude. El nombre no me decía nada, no era de nadie a quien conociera o de quien hubiera escuchado hablar. ¿Quién había sido?

Me obligué a irme de aquel lugar cuando vi que ya era hora de verme con Severus en el bar. Tome mis compras y eché a correr rumbo a las Tres Escobas; el lugar estaba lleno como siempre, y la gente estaba mojada por la lluvia de afuera, que había arreciado de nuevo. En una esquina estaba Snape, con una copa de vino en la mano y la mirada fija en la ventana, pensativo. Me acerqué y me senté frente a él, dejando mis cosas a un lado.

-Ah, ya llegaste- me dijo, como saliendo de un sueño. –Tendremos que comer aquí, no pienso ir hasta Hogwarts con este tiempo-

Asentí y ordenamos carnero y ensalada de verduras. Comimos en silencio; Severus parecía estar a mil kilómetros de allí. No me pude aguantar mas.

-Profesor... yo... yo lo vi en el cementerio hace un rato- le dije con tiento. Snape me vio con expresión vacía.

-Ah...-

-¿Esta bien?- le pregunté.

-Si, gracias- me dijo en voz baja. No era cierto; sabía que se sentía mal, a pesar de que su rostro no denotaba sufrimiento. Seguimos comiendo, y cuando estábamos tomando el té volví a preguntar.

-¿Quién era?-

Severus apoyó la barbilla en una de sus manos y me observó con esa expresión suave que ponía en contadas ocasiones. De repente acercó su mano a mi cara y despegó el flequillo de mi frente, pues se había adherido con la lluvia. Sonrió ligeramente y mi corazón dio uno de esos saltos mortales que últimamente le gustaban tanto.

-Dorian era... un amigo, Potter- me dijo con voz calmada – Nos conocimos cuando yo salí de Hogwarts, en un viaje. Él era inglés, pero había estudiado en Durmstrang. Nos fuimos a vivir juntos a una buhardilla en el callejón Knockturn- Severus sonrió, recordando. –Su familia era rica, pero Dorian era tan orgulloso que nunca les pidió dinero para vivir en un lugar mejor... a su madre casi le da un ataque cuando vio el sitio donde vivíamos, ja, ja, ja. Había ratas y todo...-

Me reí de buena gana, imaginando a un Severus joven en un lugar como aquel.

-Queríamos hacerle la competencia al Quitamanchas Mágico Multiusos de la señora Skower con una poción que habíamos inventado; íbamos a crear un imperio a base de la mugre de los demás –Snape se rió y suspiró –Pero las cosas no siempre resultan ser como las planeas... Dorian conoció a una chica, se enamoró y se casó. Tomó su puesto en los negocios familiares, se volvió respetable y no volvimos a vernos. Eso fue hace 18 años. Dorian se rompió el cuello el lunes. La carta que me llegó hoy era el anuncio del funeral. Charlotte aún me recuerda...-

Snape volvió a hundirse en sus pensamientos. Me sentía triste por todo lo que me había contado, por lo que parecía ser el destino de todas las relaciones que emprendía: el abandono. También sentí que Dorian había sido algo mas que un amigo, y que dejó a Severus por la mujer con la que se casó.

-Era su pareja, ¿verdad?- pregunté en voz baja.

-Si- me contestó Severus de manera sencilla, con la mirada aún perdida en la ventana.

Nos quedamos en silencio terminando nuestro té, pero no era un silencio tenso ni vacío. Era un silencio de entendimiento que nunca pensé se podría dar entre él y yo. La taberna estaba a reventar de escandalosos parroquianos, pero en esa mesita de la esquina solo existíamos Severus y yo.

Cuando dejó de llover regresamos al castillo a pie, sin hablar. Y en una parte solitaria del camino, pasé un brazo por la cintura de mi maestro mientras seguíamos caminando, diciéndole sin palabras que lo sentía. Y en la incipiente oscuridad, vi que Severus cerraba los ojos y sentí su cálido cuerpo pegado a mi y su cabeza apoyada contra la mía.

Snape y yo habíamos empezado a romper las barreras que construimos durante tantos años. La cuarta semana del verano se pasó volando, y aunque él y yo no éramos amigos en todo el sentido de la palabra, ahora ya no nos veíamos como lo hacíamos antes. La naturaleza seria y callada de Severus no le permitía ser un parlanchín, pero al menos ya podíamos hablar de cosas que no fuera la asesoría y el entrenamiento. Durante una de las cenas me respondió a las preguntas que le había hecho sobre como supo que quería ser maestro. También conversamos un poco sobre libros, y me di cuenta de que era muy culto respecto a literatura tanto mágica como muggle. Incluso se atrevió a preguntarme sobre que demonios era lo que escuchaba en las Audiogomas que me había quitado meses atrás, cuando nos peleamos. Me dijo que no entendía como me podían gustar los alaridos de un muchacho que seguramente era un demente. Entonces le enseñé una foto de Kurt Cobain y su inusitado parecido a Draco, su alumno favorito. Snape no me habló durante el resto de la comida, ja, ja, ja.

Respecto a la historia que me contó en Hogsmeade, no se volvió a mencionar de nuevo. Parecía que Severus había llegado a su límite de intimidad con eso y no volvió a hablar del tema; pero no importaba. Gracias a eso fue que las cosas cambiaron entre los dos.

Les escribí a mis amigos sobre la nueva simpatía mutua que Snape y yo poseíamos, y ninguno me creyó. Todos me respondieron con sendas misivas de "No seas mentiroso".

¿Y que puedo decir de Dumbledore? Parecía que su pequeño experimento había superado con creces sus mas locas fantasías, y no cabía en si de gusto. Nos dijo que iba a cancelar las dos camas extras que había ordenado para la enfermería.

Las cosas iban bien, por fin había aceptado que Snape me atraía y aquel día en Hogsmeade había averiguado algo importante: él era homosexual.

A finales de la cuarta semana me empecé a sentir un poco mal. El clima estaba loco, lo mismo hacía un terrible calor que caía un aguacero, y terminé por enfermarme. El sábado me desperté con la garganta cerrada y un horrible dolor de huesos. Me quedé tumbado en la cama revolcándome en mi malestar, y no bajé a desayunar. Un rato después Dobby apareció para ver que pasaba conmigo, y le dije que me excusara con Dumbledore y Snape, que no bajaría hasta que me sintiera mejor. El elfo pareció muy angustiado cuando desapareció, pero tenía la nariz tan congestionada que no le tomé importancia. Solo quería muchos pañuelos desechables a la mano y que me dejaran dormir en paz.

Eso estaba haciendo cuando escuché que la puerta se abría y alguien entraba. Severus cerró la puerta con el pie y se dirigió a la mesita de noche cargando una bandeja con frascos de diferentes colores.

-Por la forma en que el elfo domestico lloraba, pensé que iba a encontrarte en tu lecho de muerte, Potter- me dijo sarcásticamente.

Me reí y estornudé casi al mismo tiempo.

-No es nada, solo estoy resfriado. En un par de días estaré como nuevo- dije, mientras me sonaba la nariz.

-No debes confiarte. No sabemos si es un resfriado común o la gripe mágica de Estocolmo; hubo una epidemia en Hogsmeade hace unos meses y es peligrosa. Quítate la camisa, voy a revisarte-

Severus empezó a acomodar los frascos y a sacar varios instrumentos de un maletín.

-No sabía que era sanador- le dije, sentándome en la orilla de la cama y tratando de quitarme la parte de arriba del pijama. Pero estaba tan adolorido que me terminé enredando en las mangas de la camisa; Severus se acercó entonces y me ayudó a terminar de desvestirme. El roce de sus tibias manos me produjo unos escalofríos muy diferentes a los de la gripe.

-No soy sanador, pero se algo de medicina. Las pociones curativas que usa Madame Pomfrey las preparo yo, y he tenido que estudiar sobre las enfermedades para las cuales hago los remedios. Dumbledore conoce mas de esto, pero para variar no está. Voy a lavarme las manos - me dijo, y se dirigió al cuarto de baño.

Me quedé ahí, levemente conciente de que estaba hecho un desastre, vestido con pijama a las 2 de la tarde y con el cabello como un nido de pájaros. Traté de peinarme un poco con los dedos pero no sirvió de nada, como era de esperarse. Snape salió secándose las manos con una toalla y tomó unos abate lenguas; se puso frente a mi y tomó mi barbilla con delicadeza, haciendo que levantara la cara. Sus manos eran tan suaves, creo que nunca antes lo había notado.

-Veamos. Abre la boca y di aaaahhhhh... así... Si, tienes las amígdalas inflamadas, pero no están cubiertas de musgo, lo que es bueno por que quiere decir que no es la gripe mágica de Estocolmo. Sin embargo tienes una ligera infección, así que tendrás que tomar alguna poción para eliminarla. Vamos a ver tu temperatura-

Tomó lo que parecía ser un termómetro y lo puso bajo mi axila. Mientras tanto, se puso a revisarme los ojos y a preguntarme que me dolía. Estaba tan cerca de mi que me costaba trabajo concentrarme en las respuestas que le daba, y las manos que tocaban mi rostro se estaban convirtiendo en un dulce tormento. Él sin embargo, parecía muy concentrado en lo que hacía, aunque pude notar que en una ocasión echó una disimulada mirada a mi torso desnudo. "Bien, muy bien" pensé. Tal vez tuviera una oportunidad después de todo...

-39° C... tienes fiebre, Potter. Voy a escuchar tus pulmones.- Alcanzó entonces lo que parecía ser uno de esos cuernos metálicos que usaban antes los ancianos para oír, pero mas pequeño. Se arrodilló frente a mi y calentó el aparato con las manos antes de ponerlo sobre mi pecho. Pegó su oreja al otro extremo y escuchó con atención.

Entretanto, yo sentía que me derretía. El tener a Severus arrodillado entre mis piernas, viendo la parte de arriba de su cabeza de abundante pelo negro me hizo tener unos pensamientos de lo mas pecaminosos. ¿Malestar? ¿Cuál malestar? Estaba tentado a hacer algo, acariciarlo o algo por el estilo, pero no me atrevía...

-Te escuchas algo congestionado. Pero lo que me preocupa es tu corazón, parece que tienes taquicardia...-

Me quedé de una pieza.

-No, siempre late así- dije estúpidamente. Me ruboricé y en los labios de Severus apareció aquella risita burlona que solo me dedicaba a mi. Rodeó la cama y me dijo que ahora escucharía mis pulmones desde atrás. Sentí que se subía al colchón y un momento después el metal se pegaba a mi espalda.

-Respira profundo... exhala. Otra vez...- Estaba concentrándome en que mi corazón detuviera su loca carrera, cuando sentí que su mano se posaba en mi hombro mientras seguía pasando el estetoscopio de un lado a otro. Al parecer se había apoyado en mi para mantener el equilibrio.

-Si, tienes los pulmones congestionados- me dijo mientras se levantaba de la cama. Me pareció que su mano bajó a propósito por mi brazo cuando se incorporó, o tal fuera el simple hecho de que me estaba excitando mas de lo debido en esas circunstancias. Tenía que taparme con las mantas antes de que se diera cuenta de algo. Me sentí de lo mas estúpido, reaccionando como un adolescente lleno de hormonas... aunque eso es lo que era, después de todo.

-Recuéstate. No es grave afortunadamente.- Severus me ayudó a ponerme de nuevo la camisa del pijama, pero me la dejó abierta de enfrente. También acomodó un montón de almohadas bajo mis hombros y yo rápidamente me tapé con la manta hasta la cintura. –Te voy a dar poción Pepper Up para los síntomas del resfriado, y un poco de concentrado de Viña y Cítrica para la infección. Tengo que decirte que esta ultima poción tiene efectos algo desagradables, pues puede hacerte sentir bastante ebrio, ya que tiene base de alcohol. Pero en unas horas estarás curado. ¿Tienes algún problema con eso?-

-No, haga lo que crea mas conveniente-

-Esta bien. Ten, ponte esta pomada en el pecho, te ayudará a respirar mejor- Me pasó un frasquito de una cosa que parecía Vaporud muggle con un intenso olor a bosque. Snape sirvió un poco de poción en un vaso y también me lo dio –Bébela lo mas rápido que puedas, por que es muy fuerte y difícil de pasar-

Tomé el vaso y olí su contenido; parecía whisky con 100 años de añejamiento, pero de color rojo brillante. Respiré profundamente y me la tomé de un solo trago. De inmediato un intenso calor me abrazó desde el cabello hasta la punta de los pies, y mi malestar desapareció... junto con mi buen juicio.

Me dejé caer en las almohadas y me comencé a reír como loco.

-¿Qué demonios era eso?- le pregunté a Snape, sintiendo la cabeza muy liviana.

-Lo que te dije, concentrado de Viña y Cítrica. No te preocupes, el efecto pasará dentro de unas horas. Es común la sensación de anormalidad-

-Pero no me siento anormal, me siento estupendamente- dije revolcándome como un gato entre las mantas. Lo peor era que una parte de mi sabía que estaba actuando como ebrio y estaba conciente de lo que pasaba, pero no podía evitarlo. Me sentía rarísimo.

-Aja- dijo Snape mientras guardaba las cosas en su maletín –Regresaré dentro de dos horas para darte el Pepper Up. Con eso terminarás de componerte. Y ponte la pomada que te di, por que aunque no lo sientes, aún te escuchas congestionado-

-¿Cómo? ¿Así?- le pregunté a Snape mientras tomaba un montón de pomada y la embarraba en todas partes menos en mi pecho. Me seguía riendo como idiota.

-¡No hagas eso!- dijo Severus con tono reprobatorio. Me quitó el frasco y puso una pequeña porción de ungüento en las puntas de mis dedos; después guió mi mano, trazando círculos en mi pecho –Aplícatela de este modo, no la desperdicies por que es muy laboriosa de hacer-

-¿Y no me la puedes poner tú?- le pregunté, atrapando su mano y pasándola por mi pecho tentadoramente. Una diminuta e histérica voz dentro de mi gritaba ¿Qué estas haciendo? ¡¿Qué estas haciendo, imbecil?!

Severus se quedó pasmado por un momento, pero después sacudió la cabeza y sonrió.

-Te vas a sentir sumamente idiota cuando se te pase el efecto y recuerdes lo que hiciste. Recuéstate y duérmete, Potter, que no estoy para niñerías- Me tapó con las mantas mientras me lo comía con los ojos, y después se dirigió a la puerta.

-Apuesto a que esta pomada sirve para masturbarse- le dije antes de que llegara a la salida –Yo me masturbe una vez pensando en ti, ¿sabes?-

Snape volteó a verme con la mano en el picaporte.

-¿Qué dijiste?-

Salté de la cama y corrí hacia donde estaba; pegué mi cuerpo lujuriosamente contra el suyo y me froté contra él, entrelazando sus dedos con los míos.

-Que una vez me masturbé pensando en ti, y que no hay noche en que no me imagine lo delicioso que deber ser acostarse contigo...- me paré de puntitas y busqué sus labios. La vocecita en mi cabeza había enronquecido de tanto gritar, pero no me importaba. Me sentía terriblemente caliente, tanto por la estúpida pócima como por el deseo que abrazaba mis entrañas. Apreté mis caderas contra las de Snape, dejándole sentir mi ya gfirme erección, gimiendo y suplicando como si fuera un animalito en celo.

Severus estaba pálido y parecía que no podía moverse. Estaba atrapado entre la puerta y mi cuerpo, y era claro que estaba tratando por todos los medios de mantener la cordura.

-¡Compórtate, muchacho! ¡¿Qué diablos te pasa...?!- exclamó con la respiración agitada, pero no pudo decir nada mas. Succioné su labio inferior y comencé a besarlo sensualmente. Snape cerró la boca de inmediato, pero cuando pasé la punta de mi lengua sobre sus labios, pidiendo permiso para entrar, los entreabrió involuntariamente. Poco a poco comenzó a responder a mi beso. Solté sus manos y acaricié su torso mientras lo besaba febrilmente; y Severus no pudo mas. Me envolvió con sus brazos y me estrechó con pasión, mientras nos seguíamos besando. En un ardiente arrebato metí la mano entre su túnica y acaricié su miembro por encima de su ropa; pareció endurecerse ante mi solo contacto. Gimió deliciosamente y me quitó la camisa del pijama, besando mi cuello y mis pezones, abrazándome estrechamente mientras yo frotaba mi dureza contra la suya, desesperado por liberarlo de su ropa. Trastabillamos hasta que caímos en la cama en una confusión de besos y caricias excitadas, y luché durante unos instantes con la cremallera de sus pantalones; finalmente logré meter la mano y apartando su ropa interior, saqué su endurecido pene. Severus me quitó el pantalón y quedé desnudo frente a él; entonces lo tomé por las caderas y lo acerqué a mi, entre mis piernas.

-Házmelo, Severus, por favor, solo hazlo...- musité, elevando mis caderas y ofreciéndomele. Nunca en mi vida me había sentido tan excitado y ansioso; sentía que me quemaba y lo único en lo que podía pensar era en tener a Snape dentro de mi.

Él se veía tan deseoso como yo, con sus habitualmente pálidas mejillas teñidas de un intenso color rosa, los ojos brillantes y los labios ligeramente hinchados por los besos. Lo vi sonreír con deleite y tomó su pene, frotándolo contra el mío. Sentí que me volví loco de gusto mientras veía como la deliciosa fricción continuaba. Después se separó y me tomó por las caderas, levantándolas, y pasó tentadoramente la punta de su erección por mi entrada. Sentí que la respiración se me iba y enrosqué mis piernas alrededor de sus caderas, atrayéndolo hacia mi, deseando que me penetrara de una vez por todas. Él se inclinó y me besó deliciosamente...

Pero de repente pareció dudar, y un momento después se separó de mi. Me vio con aire confundido y se pasó la mano por la frente, quitándose el cabello de la cara, como si hubiera recuperado la lucidez en ese instante.

-No... esto no está bien, no está nada bien...- musitó, y se retiró de entre mis piernas.

-¡No, espera! Yo lo deseo, en verdad lo quiero, ¡no me dejes así, por favor!- chillé mientras veía que se ponía de pie y corría hacia la salida, tratando de acomodarse la ropa. Me abalancé tras él.

-¡No me puedo aprovechar de ti! ¿Entiendes? ¡No así, no en tu condición! ¡No sabes lo que haces, no estas pensado claramente!- exclamó mientras salía dando un portazo. Me arrojé contra la puerta y la abrí, corriendo tras Severus.

-¡¡Vuelve acá, maldita sea!! ¡¡No puedes hacerme esto!!- grité fuera de mi. Lo alcancé y le tiré de los cabellos con furia. Snape se volteó y me apuntó con su varita.

-Lo siento, Potter... ¡Desmaius!- Un rayo de luz roja me alcanzó y lo último que vi fue el compungido rostro de Severus.

¡Hola a tods! :D Hay, las cosas se ponen color de hormiga!!! Je, je. Espero que les haya gustado este capitulo, tuve un lapso de inspiración y lo escribí a solo dos días de haber subido el anterior (raro en mi, que siempre me tardo años :P)

Quiero agradecer todos los amables reviews que me han dejado y los mails que he recibido respecto a este fic. Estoy muy contenta que esté pegando, considerando que es el primer Harry/Severus que escribo. No tengo mucha practica con esta parejita, pero estoy notando que en verdad son bastante fáciles de slashear, je, je ;) Como siempre, este y todos los capítulos están dedicados a Ali, pues gracias a la maravillosas traducciones que hace junto con María fue que me inspiré para esta historia. Mil gracias, y chequen los fanfics de Alima21.

Ya estoy trabajando en el nuevo capítulo, así que igual y para principios de la semana que viene lo subo. También pueden darse una vuelta por Gerich Meleth Nin, la página donde tengo todos los fanfics que he escrito. La dirección está en mi perfil :)

OK, me voy entonces. Gracias de nuevo por leer esta historia, espero que la disfruten y ya sabes que si les gusta lo que leen, no olviden dejarme un review, o escribirme a lanthirl hotmail.com

Besitos y nos vemos!!

Lanthir