Un Verano Diferente
Por Lanthir
Capitulo 6: No mires atrás (semanas 7 y 8)

Severus pagó la cuenta y salimos del bar. Caminamos rápidamente y en silencio hacia las afueras del pueblo, donde habíamos dejado el carruaje; pero en cuanto nos encontramos en una calle no tan concurrida, me tomó de la mano y echamos a correr hasta que llegamos al aparcamiento. Entré apresuradamente a nuestro vehículo y lo ayudé a subir; apenas habíamos cerrado la puerta cuando me colgué de su cuello y nos enzarzamos en un profundo y apasionado beso que hizo que mi sangre hirviera al instante. Severus me estrechó contra él, arrancándome deliciosas sensaciones; dócilmente, dejé que me recostara en el asiento y se colocara sobre mi, mientras batallaba para quitarle su cazadora de piel. Por Merlín, nunca me había sentido tan excitado en toda mi vida, ni siquiera bajo los efectos de la poción de Viña y Cítrica.

La visión de Snape y esa perfecta expresión de deseo en sus ojos negros me causaba un placer indescriptible, y apenas fui conciente de que el carruaje se estaba moviendo a gran velocidad rumbo al castillo. Por fin pude sacarle la cazadora y metí mis manos bajo su camisa, acariciando su pálida piel; el gemido que escapó de sus finos labios fue música para mis oídos.

-No se que me has hecho, no lo se...- susurró mientras llenaba mi cuello de cálidos besos. Sentí que se sentaba a horcajadas sobre mis caderas y sus manos me abrían la camisa, dejando mi pecho desnudo y a su merced.

-Yo tampoco lo comprendo...- le dije, acariciando sus muslos. Me di cuenta de que estaba tan excitado como yo y aventuré mi mano sobre su dureza. Severus cerró los ojos y se arqueó sensualmente ante mi toque; era la expresión misma del erotismo. Sentí que la cabeza me daba vueltas y me incorporé sobre mis codos para atrapar sus labios. Los besos y las caricias se estaban volviendo cada vez mas ardientes y la ropa desaparecía con rapidez, cuando el carruaje se detuvo de repente.

Severus alzó la cabeza y se asomó por la ventanilla.

-Maldición, ya llegamos- me dijo con la respiración algo agitada. Suspiró y se quitó de encima de mi. –Será mejor que nos vistamos, alguien puede venir-

Accedí a regañadientes y de repente me sentí bastante cohibido, al ver que toda nuestra ropa estaba revuelta sobre el piso del vehículo. Nos vestimos en silencio y al final Snape me ayudó a ponerme mi túnica, que estaba arrugadísima y con briznas de paja; nos reímos mientras él me sacudía diligentemente las basuritas.

-¿Quieres que lo sigamos en mi habitación?- le pregunté lanzándole mi mirada mas sugerente. Alzó sus ojos oscuros y me observó con una sonrisita deliciosamente maliciosa.

-Por supuesto-

Así que saltamos del carruaje y nos encaminamos al castillo mientras el thestral nos miraba con sus ojos grandes y blancos. Me pregunté si sabía lo que estaba pasando en el carruaje del que tiraba.

Había empezado a hacer algo de viento y los cabellos de Severus se agitaban; su coleta había desaparecido bajo mis caricias y quien sabe donde había quedado su liga para el cabello. Me reí entre dientes y estaba a punto de comentárselo, cuando él se detuvo y me tomó de los hombros, repentinamente serio.

-Harry... ¿estas seguro de esto? No quiero obligarte a nada. Sabes que yo... lo deseo, pero si tu...-

-Estoy seguro- le respondí –Lo que te dije después de lo de la poción era verdad. Yo... pues creo que siento algo por ti, no se como sucedió, pero así es-

El rostro de Severus pareció aliviado e inesperadamente me acarició la mejilla con su mano, en un gesto sorprendentemente delicado.

-También siento algo- me dijo en un susurro. Parecía asombrado de si mismo, y sus mejillas se ruborizaron. De inmediato trató de recuperar la compostura y volteó hacia el castillo; pero un segundo después se puso muy pálido.

Yo también voltee y vi que Dumbledore venía hacia nosotros. ¡Diablos! ¿Nos había visto? ¡¿Por qué tenía que aparecer justo ahora?!

-¡Muchachos!- nos dijo en cuanto nos alcanzó. Dio una rápida ojeada a nuestras ropas arrugadas, a mis mejillas ruborizadas y a la pétrea y pálida expresión de Severus. Sin embargo, pareció no darse cuenta de nada. -¿Qué tal les fue?- preguntó cordialmente.

-Bien. Gracias, profesor- contestó Snape con cara agria.

-Excelente- el director nos miró inquisitivamente por un instante, y después agregó –Bien, bien, los dejo. Me temo que no regresaré hasta el domingo, me han enviado una lechuza urgente del Ministerio y tengo que ir a Londres a atender unos asuntos. Volveré antes de que se marchen, ¿de acuerdo?- nos dijo con una esplendorosa sonrisa.

-De acuerdo- le dije tímidamente.

-Hasta el domingo- agregó Severus, muy tieso.

Dumbledore nos lanzó otra mirada, nos guiño un ojo y se alejó sonriendo.

Lo dicho: parecía que no se le escapaba una. Rápidamente nos encaminamos al castillo, tratando de no parecer tan culpables, y en cuanto traspasamos las puertas suspiré aliviado.

-Odio cuando hace eso- dijo Severus mientras subíamos las escaleras.

-¿Qué cosa?-

-El que parezca que lo sabe todo. Hace que me den escalofríos- me dijo con una sonrisita avergonzada. Me reí de buena gana y le pasé un brazo por la cintura, apoyando mi cabeza en su hombro. Sentí que depositaba un beso en mi cabello y seguimos subiendo tramo tras tramo de escaleras hasta que llegamos al pasillo donde estaba mi habitación. Buscaba la llave en mis bolsillos cuando sentí que Severus me abrazaba por la cintura desde atrás, pegándose a mi. El estremecimiento de placer hizo que de nuevo sintiera la pasión creciendo en mi interior, y me apresuré a abrir.

-Pasa- le dije, cerrando la puerta tras de si. La estancia estaba muy ordenada. Al parecer Dobby había venido a hacer la limpieza; la dorada luz del atardecer se colaba por las ventanas, iluminando la cama con dosel que estaba al fondo como si fuera la escenografía de una obra de teatro. Severus observaba la habitación con aire soñador, y me acerqué en silencio a él.

-Ven- le dije tomándolo de la mano y conduciéndolo al lecho. Sentí un placentero cosquilleo en todo mi cuerpo cuando me recosté en la cama, arrastrando a Severus conmigo, hasta que quedó encima de mi. Recargó su peso sobre mi cuerpo; era cálido y agradable, y se sentía muy bien. Acaricié su pelo negro mientras él me observaba con sus ojos insondables.

-Es raro, ¿no crees?- murmuró mientras sus dedos pasaban por el arco de mis cejas y bajaban hacia mis mejillas y mis labios –Nunca pensé que iba a estar así, contigo. Pero se siente...bien-

-Lo se- contesté, disfrutando de aquel momento de comprensión y pasmosa intimidad- Ya no quiero pensar en el pasado, Severus. Las cosas han cambiado, y se que esto es correcto. Yo... te quiero -

Él me miró de esa forma tan especial que hacía a mi corazón bailar.

-Yo también te quiero- dijo, antes de bajar hacia mis labios y besarlos exquisitamente.

Me abandoné a sus besos deliciosos y a sus finas manos, que me despojaron de mis ropas como si yo fuera un regalo largamente esperado. Me sentí inmensamente apreciado y no me cohibí cuando Severus me observó, aunque estaba totalmente desnudo. Parecía muy satisfecho de mi joven y bien formado cuerpo, y cuando me levanté y le eché los brazos al cuello, me sonrió con deleite.

-Me gustas mucho- me dijo cuando ataqué su cuello con pequeños besos. Le saqué de nuevo la cazadora y comencé a abrir uno a uno los botones de su camisa negra, pero no se la quité. Sonreí con picardía mientras lamía uno de sus pezones y lo veía poner cara de gusto; después lo empujé con suavidad, hasta que quedó bajo mi control. Oprimí descaradamente mis caderas contra las suyas, y nuestras firmes erecciones se encontraron.

-¿Y te gusta esto?- le susurré, presionando una vez mas. Deseaba que supiera cuanto me gustaba y cuanto había esperado por hacerlo con él.

-Ahhh... me encanta- me dijo, bajando sus manos por mi espalda y acariciando mi trasero. Me atrajo hacia sí y sentí que el miembro de Severus pugnaba por salir de su encierro.

-Déjame quitarte esto- le dije cuando lo despojé de la camisa y los zapatos. Le saqué los calcetines y los arrojé lejos como si fuera una de esas bailarinas desnudistas, con guantes y todo el asunto. Severus se rió y me dijo con una ceja levantada:

-¿Dónde has aprendido eso, Potter?-

-Oh, en la televisión muggle se ve todo el tiempo- le contesté mientras me subía sobre sus caderas y empezaba a abrirle la cremallera con lentitud. Mi compañero se estremeció.

-¿Habías hecho esto antes?- me preguntó, acariciando mis costados.

-Si- dije, bajando sus pantalones junto con sus boxers (¡traía los que me habían gustado el día que lo vi en los vestidores!). Severus alzó las caderas para que se los pudiera quitar por completo. –Y se exactamente lo que quiero hacerte...- susurré, tomando su extendida dureza entre mi mano y acariciándola tentativamente. Severus se arqueó ante mi toque y cerró los ojos. Entonces me deslicé y comencé a darle sexo oral; gimió cuando me sintió y abrió los ojos, sorprendido.

-Oh, Harry...-

Yo seguí, intercalando movimientos suaves o rápidos, recordando la forma en que a mi me gustaba. Sabía que era bueno, pues había aprendido mucho con mi antiguo amante, y amaba el saber que le estaba dando esa clase de placer a Severus. En un momento, tomé suavemente sus testículos y presioné el espacio entre estos y su entrada. Él se retorció, lleno de goce. Su rostro delgado se veía extasiado.

Pero cuando supe que estaba por llegar al orgasmo y mi propia dureza empezaba a clamar por liberación, Severus me detuvo.

-Espera, espera... por favor, quiero poseerte, Harry, déjame hacerte sentir como yo me siento ahora, por favor...-

No pude hacer menos que sonreír y besarlo con pasión. Lo dejé un momento y volé hasta el baño, donde busqué y busqué. Solo tenía un tubo de bálsamo para labios; era lo único que tenía que podía servir como lubricante.

-Eh... esto es todo lo que tengo- le dije entregándole el envase, un poco avergonzado –No esperaba que tu y yo... quiero decir que lo deseaba, pero no sabía...-

-No te preocupes, esto servirá- me dijo con una dulce sonrisa –Ven acá-

Así que salté a la cama de nuevo y me entregué a la caricias de Severus. El toque de nuestras pieles desnudas era embriagante y suficiente para que me sintiera en el paraíso, pero aún faltaba lo mejor. Severus se colocó detrás de mi y besó mi nuca y mi espalda, cálidos y húmedos besos que me hicieron estremecer. Sus manos no escatimaban caricias para mi pecho y mi dureza, que mandó una oleada de placer a todo mi cuerpo cuando Severus la rozó hábilmente. El fugaz pensamiento de que había estado en un error al pensar que Snape había sido célibe todos esos años, se desvaneció en la bruma del placer que me causaban sus experimentadas manos y sus ávidos labios.

-Inclínate- me dijo al oído, y así lo hice, ofreciéndome para lo que quisiera. Unos momentos después escuché que abría el tubo de bálsamo, y una delicada esencia de vainilla inundó el ambiente. Uno de sus dedos acarició mi entrada y poco a poco entró en mi. Severus empezó con lentos movimientos circulares, presionando la pared interna de mi próstata y arrancándome placenteras sensaciones. En unos minutos otros dos dedos estaban dentro de mí; sabía que el sexo de esa forma era algo complicado y tardado para preparar, pero en verdad me sentía ansioso; sentía los hábiles dedos de mi amante dentro de mi, presionando el punto exacto donde había mas placer, y su otra mano tomó mi pene, haciendo sensuales movimientos sobre la sensible punta. Se había lubricado la mano también para evitar hacerme daño, y el aroma dulzón de la vainilla llenaba mi nariz.

-Severus, hazlo ya, no voy a aguantar mucho tiempo- gemí, pegando mis caderas hacia él.

-¿Estas listo?- preguntó en mi oído, friccionando su cuerpo contra mi espalda.

-Si, hazlo, por favor...-

-Esta bien, relájate...- susurró, y noté que la cabeza de su pene entraba lentamente en mi, algo apretada. –Relájate...- volvió a decir Severus, y un momento después sentí que ya estaba adentro. Era una sensación rara y placentera al mismo tiempo. La mano de Severus acarició suavemente mi dureza, y se introdujo totalmente en mi; después se quedó quieto por unos instantes, permitiendo que me acostumbrara a él. Puso su mano libre sobre mi cadera, apoyándose.

-¿Estas bien?- me preguntó. Era claro que se estaba conteniendo para no lastimarme, y aprecié mucho ese gesto.

-Si, estas bastante grande, pero estoy bien- le dije deliciosamente estremecido, mientras su mano seguía masturbándome lentamente.

-Voy a moverme... dime si estas cómodo-

-Oh... si, se siente muy bien- gemí mientras sentía como se retiraba casi por completo y volvía a entrar suavemente –Si... así...-

Sus movimientos suaves y acompasados se volvieron mas rápidos unos minutos después, y pronto sentía que mis piernas no me sostenían, tal era mi placer. Me aferré a la orilla del colchón con una mano y a la cabecera con la otra, mientras nuestros gemidos acalorados se mezclaban; en un momento sentí su cuerpo caliente y húmedo pegado a mi espalda, y voltee el rostro para compartir un apasionado beso. Pude ver por la ventana que el sol se había ocultado tras el horizonte, mientras las deliciosas sensaciones que me recorrían parecían no tener fin y el pene de Severus entraba y salía de mi, estimulándome como nadie lo había hecho antes. La mano que aferraba mi cadera se soltó de repente y subió hasta mi hombro, empujándome mas fuerte y mas profundo, mientras yo me moría del placer. Las caderas de Severus golpeaban contra mi trasero y abrí un poco mas las piernas, buscando que me penetrara mas profundamente. Su miembro era grande, mas grande que los que había conocido hasta ahora (muchachos jóvenes igual que yo), y parecía llegar hasta zonas que no sabía que existían antes. Era el éxtasis total.

Finalmente, cerré los ojos y un grito ahogado surgió de mi garganta cuando una oleada de intensísimo placer me cubrió, y sentí que me derramaba en la mano de mi amante. Mis manos resbalaron de la cabecera de la cama y apoyé mi frente sudorosa en la almohada, pero Severus aún seguía embistiéndome con pasión; sin embargo, unos instantes después un gemido rasgó el aire y sentí los espasmos de su orgasmo dentro de mi, y una cálida y dúctil sensación que me llenaba por dentro. Sentí el cuerpo algo tembloroso de Severus sobre el mío, y unos labios que depositaban un suave beso en mi espalda húmeda. Mi pareja se retiró de mi con cuidado, y fue una sensación rara, como sentirse vació de repente; me recosté de lado, frente a mi ex profesor, y vi su rostro radiante, lleno de amor. Y la sensación de vacío se fue, pues sabía que ese amor era para mi. Severus me acercó a él, rodeándome con sus brazos, y yo me acurruqué contra su delgado pecho, embriagándome del aroma de su piel y de la dulzona fragancia de vainilla que flotaba en la habitación, hasta que me quede dormido, sintiendo que sus manos acariciaban mi cabello.

Llegó el domingo, el día que oficialmente se acababa nuestro castigo. Habíamos pasado los días anteriores haciendo el amor varias veces al día, descubriendo que éramos totalmente afines en cuestiones sexuales. Me ilustré en un montón de cosas y Severus se mostró muy complacido de tener un alumno con tan buena disposición para aprender. No bajamos a comer, y cuando Dobby apareció de repente el sábado por la mañana mientras Severus y yo nos encontrábamos dormidos, uno en brazos del otro, dio tal grito que casi nos caímos de la cama. Tuve que literalmente saltar encima de mi amante antes de que asesinara al pobre elfo, que salió despavorido de la habitación y no volvió de nuevo. Esa tarde fui a las cocinas y le explique al tembloroso Dobby que todo estaba bien, que Severus y yo habíamos decidido ser pareja y que no tenía que entrar así en mi habitación de nuevo. Dobby no pareció comprender del todo lo que le dije, pero nos envió una bandeja llena de deliciosa comida, que apareció sobre la mesita de noche por arte de magia. Snape y yo seguimos haciendo el amor el resto del día.

El domingo por la mañana, estaba dormido, con la cabeza sobre el pecho de Severus. Sentí un picotazo en la oreja y abrí un ojo; Hedwig estaba sobre mi almohada y me veía con expresión interrogante.

-No te asustes, Hedwig, esta bien- le dije acariciando su blanco plumaje. Traía una carta de Sirius y Remus, donde me decían que me esperarían en Londres ese día por la noche, para después usar un traslador hacia Manchester. Diablos... quería mucho a mi padrino y a mi maestro, pero en realidad ahora deseaba quedarme con Severus, o ir a donde fuera él. ¿Pero y si deseaba estar a solas? Un pinchazo de miedo me atravesó, mientras Hedwig daba vueltas en la mesita de noche, picoteando entre las sobras de la cena. Tenía que preguntarle a Severus para saber que hacer, si no tendría que enviar a Hedwig a avisarle a mi padrino que no me esperara.

-Severus... Severus...- susurré, sacudiéndolo un poco. Se veía tan guapo y pacífico así dormido, con su cabello azabache extendido sobre la blanca almohada...

-¿Mmm?- musitó, entreabriendo los ojos. Me sonrió, bostezó y se volvió a acomodar, listo para seguir durmiendo.

-No, Severus, despierta. Tengo que preguntarte algo.-

Mi pareja abrió los ojos de nuevo y me vio con cara de sueño.

-¿Qué sucede?- pregunto, mientras se sentaba y se desperezaba. Se talló los ojos y vio a Hedwig, quien lo observaba con desconfianza.

-Me acaba de traer carta de Sirius y Remus- contesté. Su rostro adquirió cierta expresión de disgusto. –Dicen que me esperan hoy en el anden 9 ¾, pero yo... quería saber...-

-No vayas- me dijo de repente Severus, muy serio. –Quédate conmigo. Voy a ir a una cabaña que tengo en los Alpes, donde generalmente paso las vacaciones. Ven, te divertirás; te puedo enseñar a esquiar, ¿lo has visto? Eso que hacen los muggles, de deslizarse en la nieve en unas tablas. Es muy divertido. O podemos ir a espiar a los yetis, son muy interesantes. Siempre y cuando no te atrapen, claro...-

No pude evitar que una sonrisa de oreja a oreja apareciera en mi cara.

-Por supuesto que iré- dije, y me apresuré a escribirle a Remus y a Sirius. Sin embargo, no les dije lo que estaba pasando; mentí y les dije que me tendría que quedar las otras dos semanas para hacer mas cursos preparatorios para las clases. No quería enfrentarme a ellos... no todavía.

Dumbledore llegó durante el desayuno y se mostró muy contento de que hubiéramos hecho las paces. Nos soltó un sermón sobre la convivencia y la importancia de llevarse bien, y nos acompañó a la estación. Estábamos seguros de que Dobby le había dicho lo ocurrido, pero afortunadamente el anciano no mencionó nada y solo le dijo a Severus que por favor, no me obligara a irme a vivir a las mazmorras con él, pues yo era joven y necesitaba de aire fresco. Traté de no reírme de la cara de Severus cuando el tren empezaba a avanzar y el director se despedía con la mano de nosotros.

-No es posible- iba refunfuñando mi amante junto a mi -¿Acaso no se puede tener algo de intimidad en ese maldito castillo? Debería de ser ilegal que Dumbledore supiera Legeremancia. Es un entrometido-

-Oh, vamos. Se indulgente, que si no fuera por él, aún seguiríamos con ganas de sacarnos los ojos uno al otro- le dije apretando su mano cariñosamente. Él me vio con su expresión seria teñida de una sonrisita cariñosa.

Nos bajamos en la siguiente estación, donde había una tienda especializada en campismo y compramos lo que necesitaríamos. Después tomamos un traslador y aparecimos directamente en la cabaña de Severus. Era un hermoso y solitario lugar con nieves perpetuas, del cual me enamoré de inmediato.

Pasamos el resto de esa semana y la mitad de la otra divirtiéndonos como locos y haciendo el amor todas las veces que podíamos. Parecíamos un par de conejos, je, je. La vida era buena y oficialmente podía decir que Severus Snape y yo éramos pareja, por mas extraño que se pudiera escuchar. Una vez derribados los muros del rencor acumulado por tantos años, nunca me había sentido tan bien con alguien como me sentía con él. Había aprendido a amarlo con todo y su seriedad y ese humor sarcástico que lo caracterizaba, y me sentía muy cómodo a su lado. Él, por su parte, era claro que me quería, que de hecho me amaba, a pesar de no ser el hombre mas expresivo del mundo. Pero así nos aceptábamos y éramos felices. Lo único que me preocupaba era el como lo tomarían mis amigos. Aún no les había comentado nada, y les enviaba cartas fingiendo que aún estaba en el colegio; tenía miedo de la reacción de Sirius principalmente, pues el odio que él y Severus sentían mutuamente no había amainado en todos esos años. Me preguntaba si mi padrino algún día me perdonaría por acostarme con su tan odiado Snivellus.

Finalmente, llegó el jueves de la ultima semana de vacaciones. El lunes siguiente empezarían las clases; así que tomamos un traslador y viajamos a Londres, donde hicimos unas compras de ultima hora y pasamos la noche en el Caldero Chorreante. El viernes en la noche tomamos el expreso hacia Hogwarts y llegamos el sábado por la mañana. Nos bajamos del tren; yo me sentía bastante cansado, pues no había podido dormir nada a pesar de que me había acostado en el asiento, con la cabeza apoyada en las piernas de Severus. La mañana estaba fresca e íbamos caminando por el concurrido andén, con el montón de paquetes flotando detrás de nosotros.

-Vamos, anímate- me dijo Severus, pasando su brazo sobre mis hombros, estrechándome contra si –En cuanto lleguemos al castillo podrás tomar un buen baño y después dormir el resto del día. Te vas a sentir mejor, ya veras...-

Pero yo me había detenido en seco, pues frente a nosotros habían aparecido Sirius, Remus, Ron y Hermione. Acababan de doblar la esquina y se quedaron tan inmóviles como nosotros. Le lancé una mirada a Severus y noté que su rostro había adquirido su acostumbrada expresión fría, pero no había apartado su brazo de mis hombros. Tragando saliva, abracé por la cintura a mi pareja y avancé hacia mis amigos, que me veían con la boca abierta.

-¿Qué estas haciendo?- me dijo Sirius con los dientes apretados, taladrando con la mirada a Snape.

-Black- dijo Severus inclinando levemente la cabeza, con una mueca de profundo odio en su rostro delgado. Remus se adelantó, pasmado.

-Venimos para darte una sorpresa- me dijo, viendo alternativamente a Severus y a mi –Por tus cartas creímos que estabas en Hogwarts, pero cuando llegamos, Dobby nos dijo que te habías ido desde hacía dos semanas... con él-

-¿Estas bien?- preguntó Ron, viéndonos detrás de Remus. Hermione estaba junto a él, con un paquete envuelto en papel de regalo en los brazos. Nos observaba con la misma perspicacia con que nos había visto Luna Lovegood ese día en Hogsmeade; casi pude ver como su inteligente cerebro trabajaba y descubría la verdad antes que todos los demás.

-Que bueno que estas aquí, Harry- dijo mi amiga, adelantándose con naturalidad y poniéndose de puntitas para darme un beso en la mejilla. –Buenos días, profesor Snape. ¿Por qué no vamos al castillo? Este no es un buen lugar- dijo, tomándome de una mano y jalándome hacia la salida.

-No, ¡quiero saber que esta sucediendo!- exclamó Sirius. Algunas personas voltearon a vernos.

-Este no es un buen lugar- repitió Hermione, clavando sus ojos castaños en los azules de mi padrino. Remus pareció salir de su estupor y tomó por el brazo a su amigo.

-Vamos, Sirius, regresemos al castillo- dijo, empujándolo un poco. Sirius miró furioso a Severus y encabezó la silenciosa marcha hacia los carruajes.

Ron, Hermione, Severus y yo subimos a uno, mientras Sirius y Remus abordaron otro.

-¡¿Cuándo pensabas decírnoslo?¡- exclamó Hermione en cuanto el vehículo se puso en movimiento.

-¿Decirnos que?- preguntó Ron, sumamente nervioso. –No creerás que Harry y Snape...-

-Profesor Snape- dijo Severus, evidentemente fastidiado por mi par de amigos.

-Por Merlín, olvídate del protocolo en estos momentos- dije, sintiendo que el corazón se me iba a salir del pecho.

-¿Harry?- preguntó Hermione con gesto inquisitivo.

-Si, Severus y yo estamos juntos- dije finalmente, con la voz medio ahogada. Mi amiga se dejó caer en el respaldo del asiento, viéndome con la boca abierta, mientras Ron barbotaba algo que sonó a "Oh por Dios". Snape estaba con los brazos cruzados, viendo amenazadoramente a los chicos.

-Pero... pero...¡Sirius te va a matar! No, espera, ¡lo va a matar a él!- chilló Hermione, medio histérica.

-Soy totalmente capaz de defenderme, señorita Granger- dijo Severus muy ofendido.

-Escúchame, Hermione- dije, tratando de serenarme –Sirius no puede decirme con quien salir y con quien no. Y no permitiré que se interponga entre Severus y yo-

Ron gimió, murmurando "¡¿Severus y yo?!" con la cabeza entre las manos.

-Se que tienes razón- musitó Hermione –pero... ¿Snape?-

Severus entornó los ojos como si pudiera acabar con Hermione con solo mirarla. Le apreté la mano para que se tranquilizara y Ron se tapó los ojos ante mi gesto.

-Déjame arreglar las cosas, ¿quieres? Todo saldrá bien, ya lo verás-

El carruaje se detuvo y me obligué a bajar. Vi que el otro transporte se detenía detrás de nosotros y Sirius saltó de inmediato, seguido de un nervioso Remus.

-¿Ahora si estamos en buen lugar?- Mi padrino le arrojó una mirada hosca a Hermione. -¡¿Qué demonios estas haciendo con mi ahijado, Snape?!-

-Sirius, déjalo en paz. Estoy con él por libre elección, yo... lo quiero-

-¡¿Qué lo quieres?! ¿Acaso estas loco? ¡Es Snape, por todos los cielos! Seguramente te dio alguna de sus malditas pociones para obnubilarte el cerebro-

-No le di nada. Solo sucedió y apreciaría que no te metieras en asuntos que no te conciernen, Black- dijo Severus con la voz envenenada de odio.

-Escúchame, Sirius. Por favor, no lo hagas mas difícil, no te pongas así- atajé, poniéndome frente a mi padrino y tratando de que me viera a los ojos. Pero él se limitó a empujarme a un lado y a acercarse amenazadoramente a Severus, hasta que estuvo a un palmo de él.

-¡Es solo un niño! ¡¿Qué demonios te sucede, Snape?!-

-Es tan adulto como tú y yo, y puede tomar las decisiones que le plazcan- dijo Severus con los ojos entornados. –Y le pese a quien le pese, estamos juntos y no puedes hacer nada al respecto-

-¡Nunca voy a dejar que un jodido mortífago se quede con Harry!- gritó Sirius con rabia.

Las cosas sucedieron demasiado rápido después. Severus ni siquiera usó su varita, sino que simplemente le dio un tremendo puñetazo a Sirius en la nariz y lo derribó; un segundo después estaba sobre él, sacudiéndolo por las solapas de su chaqueta.

-¡No me vuelvas a decir así!- siseó con la voz peligrosamente baja –No estoy orgulloso de lo que hice en el pasado, pero he logrado dejarlo atrás y ningún bastardo como tu va a venir a insultarme llamándome de esa forma. No quiero que te inmiscuyas en esto, ¡¿esta claro?!-

Sirius lo empujó y se empezaron a golpear con ferocidad.

-¡Remus, haz algo!- chilló Hermione.

Ron y él por fin parecieron salir de su inmovilidad y se lanzaron a separarlos. Yo tomé a Severus y con mucho trabajo lo logré jalar hacia un lado. Parecían un par de perros rabiosos queriendo matarse.

-¡DETÉNGANSE, CARAJO!- grité con los nervios de punta. Todos me voltearon a ver.-¿Por qué demonios hacen esto? ¡¿Acaso no pueden superarlo?! Severus, Sirius, ¡por favor! Háganlo por mi, ya no se peleen...-

Severus tenía el pelo revuelto y una profunda expresión de rabia, y se soltó de un tirón de mi mano. Lo vi respirar agitadamente unos instantes y dio unos pasos rumbo al castillo. Después se detuvo y se volvió hacia mi.

-Vámonos- me dijo extendiendo su mano para que yo la tomara. Parecía muy enojado todavía, pero en sus ojos había una chispa de suplica.

-No te atrevas- escuché que Sirius decía a mi espalda.

-Déjalo- escuché que dijo Remus, tratando de meter paz –Cuando estés mas calmado hablaremos con él...-

-No lo hagas, Harry- volvió a decirme mi padrino. No tuve el valor de voltear a verlo.

-¿Harry?- musitó Severus frente a mi. Su mano aún estaba en el aire y me miraba con un creciente y no disimulado miedo en sus ojos negros.

Entonces recordé. Mi papá había abandonado a Severus. Igual que Dorian. ¿Haría lo mismo yo?

Di un paso y aferré su mano. Su rostro mostró un enorme alivio y nos dirigimos rápidamente al castillo, seguidos por los gritos de enojo de Sirius. No volteé atrás ni una vez.

¿Qué puedo decir? Han pasado siete años desde que preferí a Severus por encima de mi padrino; el mismo numero de años que habíamos pasado odiándonos mutuamente.

Y ha sido la decisión mas acertada de mi vida.

Severus y yo aún seguimos juntos; vivimos en el Cuarto de los Menesteres de Hogwarts, donde continuamos dando clases. Aunque llevamos una relación de bajo perfil frente al alumnado, es bien sabido por todos que somos pareja, y después de varios años de habladurías y de vencer prejuicios, ahora ya a nadie le sorprende lo nuestro. Y tengo que decir que Dumbledore fue de gran ayuda, pues si no fuera por él, la junta escolar nos hubiera echado desde el principio. Aún estoy convencido de que el hombre sabía lo que pasaría al castigarnos aquel verano, y se lo agradezco infinitamente.

Ron, Remus y el resto de mis amigos terminaron por aceptar mi relación con Severus, en gran parte por los insistentes razonamientos de Hermione; ella fue la primera en volver a hablarnos después de la escena en el patio del colegio. Sirius, sin embargo, estuvo enojado conmigo durante tres años. No respondió mis cartas y se negaba a verme cuando iba a visitarlo, a pesar de los ruegos de Remus. Pero finalmente cedió, cuando Remus se casó con Tonks y se mudaron a Londres. Sirius se quedó solo y un día apareció en el colegio, pidiendo hablar conmigo. Hicimos las paces finalmente y por fin mi mundo volvió a estar completo, pues lo extrañaba muchísimo.

Sin embargo, hasta la fecha Severus rechaza cualquier clase de relación con él, y solo le habla lo necesario cuando nos va a visitar. Por lo general se encierra en su despacho y no sale hasta que Sirius se va. De cualquier forma, mi padrino lo sigue detestando y no está muy ansioso de su compañía; sobra decir que ambos siguen actuando como cuado eran adolescentes, y aunque eso me entristece, creo que he llegado a aceptarlo. Así es la vida.

Pero en términos generales, estos años junto a Severus han sido los mejores de mi vida; por fin encontré la familia que nunca tuve, y lo amo tanto como él me ama a mi. Después de la juventud llena de problemas que tuve, finalmente mi vida es estable y buena, llena de amor y calidez. Y no necesito nada mas.

¡Por fin puedo decir que soy muy feliz!

FIN

¡Hola a tods! :D Bien, finalmente terminé esta novela. ¡Espero que les haya gustado! Yo disfruté muchísimo escribiéndola y tengo que decir que me gustó mucho esta pareja - Así que seguiré garabateando mas sobre Harry y Severus, aunque en otra aventura diferente, , je, je.

Al final quedaron juntos, no tuve corazón para separarlos, aunque la versión original de la historia así era :P Pero estuve escuchando el concierto de Brandenburgo no. 3 de Bach y me puso de buen humor, así que terminé cambiando toda la secuencia final. No podía dejar que Severus fuera abandonado de nuevo, ¿verdad? -

En fin, quisiera agradecer enormemente a todas las personas que se tomaron la molestia de leer esto, en especial a las que me enviaron reviews y mails con sus comentarios. ¡Mil gracias! No saben lo necesarios que son estos mensajes para saber si mi trabajo va por buen camino.

Esta novela se la dedico a mi amiga Ali, de Alima21, pues gracias a sus traducciones fue que conocí el Harry/Severus; aparte de que es una hermosa persona. ¡Nunca cambies, guapa!

Un beso a tods, muchas gracias de nuevo y nos seguiremos leyendo :) No olviden visitar mi página Gerich Meleth Nin, la dirección esta en mi perfil. Ah! Y si eres dibujante de fanart, dentro de poco habrá un concurso para ti. Chécalo en mi site a partir del primero de agosto ;)

Lanthir