Notas de la autora:

¡Hola Minna-san! Ya salí de vacaciones, así podré actualizar mis fics. Espero les guste este chappie!!! Y disculpen por la demora pero este ciclo en la Universidad fue horrible.

A todo esto,quiero desearles una Feliz Navidad, que el milagro que viene repitiéndose por 2004 años sea vivido cada año con más intensidad que el anterior. Muchas felicidades a ustedes y su familia y, sobre todo, muchas bendiciones. También les deseo un Año Nuevo excelente y recuerden que no solo debemos desear que este 2004 sea mejor para nosotros sino que también nosotros debemos desear ser mejores

¡VAMOS AL FIC!

Dedicatoria:

Este fic está dedicado a mi nee-chan Kitiara a quien quiero entrañablemente y con quien paso excelentes momentos. ¡Te quiero mucho nee-chan! Y este capítulo está dedicado a Leticia. ¡Va para ti, amiga!

Disclaimer:

El oniwabanshu se caracterizaba por tener ninjas con habilidades extraordinarias a la hora del combate frontal y, a la vez, de tener una agilidad envidiable. Yo, que me canso con dos abdominales y que dándole la vuelta al parque se me sale el alma del cuerpo no puedo tener ni siquiera la más mínima conexión con este grupo. Así que ni siquiera sueñen con que me pertenezca o tenga alguna relación directa con ellos. Si no lo tengo con ellos menos con todo el staff de Rurouni Kenshin. ¡¡¡Y si no tengo relación con nadie menos me va a pertenecer!!! ¡Creo que todo quedó claro! ^-^



¿Es realmente amor?

"El verdadero amor no se le conoce por lo que exige,
sino por lo que ofrece"


Capítulo séptimo


...

Aún faltaba mucho para llegar al Aoiya. En su prisa por alejarse de Aoshi y de sus palabras insensibles había corrido bastante trecho sin siquiera darse cuenta de ello. El peso del todavía inconsciente Soujiro hacía que retrasara aún más. Pero si algo no podía hacer era abandonarlo en este estado en el medio del bosque y exponerlo al mismo tiempo a toda clase de peligros. Fue así que decidió llevarlo a cuestas comprobando que las apariencias muchas veces engañan pues aunque su contextura era delgada, el muchacho pesaba bastante. Se detuvo un rato para tomar aire y volvió a caminar. Mañana su espalda sí que iba a dolerle.

Así pasó casi una hora y por fin el Aoiya podía vislumbrarse. En este momento la felicidad para ella consistía en descansar plácidamente su espalda en su futon, sin preocuparse por nada y por nadie, tratando de no pensar en nada. No sabía qué le esperaba en el Aoiya, seguramente Aoshi a estas alturas estaba furioso con ella mas le importaba poco lo que él pudiese pensar. Era tan insensible, tan frío, tan distinto al Aoshi que ella recordaba de la niñez. Aquel joven de mirada fría que siempre tenía una sonrisa, aunque pequeña, para ella. Aquél que la cuidó después de que sus padres murieron y con quien jugó y rió en aquellos días que no había espacio para el desconsuelo. Sin embargo, sabiendo que no era el mismo hombre él seguía teniendo tanto poder sobre ella como para destrozarla con una frase, una mirada o una actitud cualquiera. Era imposible cambiar un sentimiento de la noche a la mañana, más aún cuando parte de ella le decía que era ella misma el problema, que debía cambiar para satisfacerlo a plenitud. ¿Cuánto más tendría que cambiar para merecerse una sonrisa, una caricia o un simple 'te quiero'? Nadie sabía cuán infinitamente feliz le haría oír tan solo una vez esas palabras. No sabía qué lo hacía feliz y él no se preocupaba por decírselo. Si solo dejara de criticarla y tratarla como una niña y le dijera libremente lo que esperaba de ella, quizá así todo sería más rápido, quizá podría hacerlo finalmente feliz y con esto ser enteramente feliz ella.

Justo antes de llegar a la puerta logró ver una figura conocida. Él estaba ahí, erecto y mirando hacia el lado por el que ella se había marchado antes. Ahora ella había venido por la parte más corta y fácil, ya que sino hubiese seguido en camino a estas alturas de la noche. Él pareció sentirla porque volteó en el acto, la vio mas dirigió su mirada hacia su espalda, donde estaba Soujiro. Se acercó dando zancadas hacia ella. Su rostro estaba tan impertérrito como siempre, incapaz de poder leer cualquier sentimiento que estuviese experimentando. Su mirada era severa, más severa que en ocasiones convencionales. Misao no quiso verlo más, el solo hecho de hacerlo le hacía recordar aquel 'a veces yo también pondero lo mismo' que le respondió en la pelea que tuvieron horas antes. Aquellas palabras habían dejado una herida muy grande, difícil de cerrar, aún fresca, una llaga que al mínimo roce ardía intensamente. Y, ahora, tan solo tenerlo cerca era como restregar la yema de un dedo en su herida. Desvió la vista pero no siguió avanzando porque ahora él se había interpuesto en el camino.


- Misao ¿Qué diablos crees que haces trayendo a este lugar a Tenken no Soujiro? ¿No entiendes qué es un peligro? No hay duda de que tienes menos sentido común del que creía.- Misao levantó la visto y vio la desaprobación en su mirada. Siempre era así, no la dejaba explicarse. La hartó completamente.

- Me alegro que hayas terminado de vociferar tus quejas, si me permites llevaré a Seta a uno de los cuartos de huéspedes.- dijo, avanzando lentamente una vez más, pretendiendo pasarlo.

- Espera, Misao, es...

Mas no pudo terminar porque Misao haciendo un gran esfuerzo avanzó a bastante velocidad como para dejarlo con la palabra en la boca. Él la siguió con los ojos y se preguntó una vez más qué diablos hacía ella cargando a un herido Tenken.

Cuando lo hubo dejado recostado en un futon, respiró profundamente y decidió retirarse mas no lo hizo porque creyó que sería imposible para el pobre Soujiro dormir con tanta indumentaria encima. Sin ni siquiera pensar que Aoshi podría entrar en cualquier momento y que podría pensar lo peor si la veía desvistiendo a un hombre extraño, y además un ex enemigo, ella comenzó a sacarle las sandalias, las medias y la parte superior del gi raído que llevaba, dejándolo solo con la hakama puesta. Su cuerpo estaba muy abrigado, demasiado para alguien que estuvo expuesto a la lluvia. Lo cubrió con las sábanas y se iba retirar cuando dio una última chequeada y vio que un hilo de sangre bajaba por su yugular. Inmediatamente relacionó eso con la kunai que llevaba en su traje. La sacó de inmediato y vio una marca color verde en la kunai que usó con él. Envenenada, pensó y luego maldijo mentalmente. Precisamente había usado para amenazarlo una de las kunaís envenenadas que estaban prohibidas llevar si es que no había ningún peligro o lucha inminente para los oniwabanshu. Esa mañana ella la había puesto en el grupo de las normales sin darse cuenta. Culpable, se paró, lista para traer agua y cualquier cosa que le sirviese para ayudarlo en esta noche de fiebre que le esperaba. Además, se dijo, sería bueno preparar las infusiones que servían de antídoto.

Salió del cuarto molesta consigo misma por su falta de criterio y se encontró precisamente con Aoshi. Aquél hombre que apenas le dirigía la palabra en los últimos días parecía seguirla desde que llegó y no dejaba de hablarle.


- Necesitamos hablar, Misao. - dijo él mirándola fijamente. - Y no puede esperar.

- Pues tendrá que esperar, anata, pues tengo a alguien a quien atender.

- ¿Cómo es que lo encontraste y por qué es que está inconsciente?

- Pues lo encontré en el bosque y pensé que me iba a atacar así que me defendí como pude.

- ¿Tú lo dejaste inconsciente?- Misao sintió un dolor profundo. Ni siquiera le preguntó si ella había sufrido algún daño y, además, el escepticismo claro en su pregunta encendió su furia.

- Sí. Yo, porque aunque no lo creas, sí recibí entrenamiento oniwabanshu. Jiya se encargó de eso cuando tú no estabas aquí. Ahora, si me permites debo ir a preparar lo que necesitaré para asistirlo. - Aoshi solo la observó y comprendió su molestia ante una pregunta como la que hizo. Se arrepintió de su estupidez. Parecía que últimamente no estaba siendo él mismo. Mas lo que más le importó en ese momento fue que era prácticamente imposible que alguien de las habilidades tan mínimas de Misao podía ganarle a Tenken en un combate. Y si era así ¿cómo es que ella lo había traído y pensaba atenderlo? No podía ser tan tonta como para...- Dio dos pasos y la alcanzó nuevamente.

- ¿Por qué lo trajiste sabiendo que es peligroso? ¿Sería demasiado pedir que seas juiciosa por una vez en tu vida? A los enemigos no se les socorre...

- Lo traje pues la herida que tiene en la yugular y la fiebre que comenzará a hacer en cualquier momento son parte de los efectos posteriores del veneno de una de mis kunaís.

- ¿Veneno? No puedo creerlo, cómo...

- Fue un error mío, lo sé. Pero no entiendo por qué te enojas, si ya tienes el arma que necesitabas para recordarme lo estúpida que soy cada vez que se te da la gana.

- No sé de qué hablas...

- Y antes de que me digas de que nada es pretexto para traer un enemigo a casa te recomiendo no hacerlo. Uno, porque él ya no es aquel que tú conociste y, dos, porque no estás en posición de juzgar a aquel con quien te aliaste alguna vez y que tuvo la hombría de cambiar.


Lo que siguió a aquel comentario ella nunca lo olvidaría. No, no fue una mirada severa o de desaprobación. Tampoco fue un comentario hiriente, ni mucho menos algún gesto facial pues parecía incapaz de hacerlos hasta en momentos como estos. La respuesta que ella encontró a su imprudencia y que ni siquiera tuvo tiempo de venirla venir fue una bofetada que logró marearla lo suficiente como para que se cayera al piso. Solo cuando pudo estabilizarse levantó la mirada y se encontró con los ojos de Aoshi que la miraban con una emoción que le era imposible sondear. Su mano estaba aún levantada, sostenida en el aire como con un gancho invisible. Ella tenía su mano puesta en el flanco de su rostro. Las lágrimas causadas por la fuerza del impacto brotaban de sus ojos desde antes de que ella pudiese centrar su visión y todo dejase de estar borroso. Él quiso decir algo, quiso poder emitir un sonido de disculpa, mas estaba imposibilitado de hacerlo. El solo hecho de haber perdido el control y haberla golpeado movido por un impulso del momento, por la rabia de saber que sus palabras hirientes tenían algo de razón, si no toda, lo sonsacaron hasta el límite de dejarlo sin habla. La vio pararse apoyándose en el shoji y esquivar su mirada mientras empezaba a caminar lentamente hacia la cocina.

Misao no dijo nada a pesar de que cualquier reproche o grito pudo haber sido tomado como una respuesta natural. Simplemente no podía hacerlo pues sabía que ella había sido la causante de tal conducta; se merecía aquel golpe pues lo que dijo era imperdonable, por más molesta que estuviese con él y por más razón que tuviera de resentirse y sentirse timada con este matrimonio ella no tenía el más mínimo derecho de ofenderlo solo por revanchismos infantiles. El dolor interior que sentía era más fuerte aún que el físico. Ella, la persona que decía amarlo con toda su alma lo había herido y hecho perder el control. Aun así, le sorprendió que él fuera capaz de golpearla. Mas lágrimas se deslizaron por su rostro, humedeciendo la zona enrojecida de su mejilla izquierda, cayendo al piso. Ella siguió caminando, sin dar la vuelta con miedo a encontrarse con ojos llenos de cólera y resentimiento, con aquella mirada que podría destruirla con tan solo posarse en ella. Llegó a la cocina y cerró el shoji. Fue ahí que se permitió un momento de debilidad más y, así, rompió en llanto.

Él despertó de su asombro y empezó a dirigirse hacia ella a disculparse, quizá a justificar idiotamente su inexcusable proceder, mas su espalda le parecía de alguna forma lejana, inalcanzable. Se detuvo. ¿Qué hacer después de esto? ¿Por qué el solo prospecto de que ella dejara de amarlo y lo olvidara le causaba incomodidad, casi una necesidad por ir hasta ella y cambiar todo lo que había hecho hasta ahora?

Caminó hasta la cocina y encontró la puerta cerrada. Quiso entrar y tomar a la Misao que sabía estaba desconsolada ahí dentro en su brazos y mecerla hasta que durmiese y cerrase esos bellos ojos como cuando era una pequeña niña que adoraba a su 'Aoshi-sama'. Abrir aquel shoji, forzarlo si era necesario, y ser capaz de disculparse como realmente quería, prometer cosas que no sabía si sería capaz de cumplir, explicar que todo lo que había hecho hasta ese momento era por ella y solo por ella. Que cualquier actitud fue por su bien, pensando en que su forma de pensar, tan bien intencionada y confiada, podía costarle más adelante un sufrimiento mayor. Quería protegerla pues esa era su misión, mantenerla a salvo de cualquier peligro presente o futuro ¿Por qué diablos no podía comprenderlo? ¿Por qué no lo aceptaba, no se daba cuenta y dejaba de lastimarse? ¿Por qué no dejaba de hacerlo dudar, de tomar acciones desesperadas, de conmoverlo, de hacerle pensar que todo por lo que se esforzaba no valía nada? No tenía derecho a hacerlo cambiar de vida, de cambiarlo, de hacerlo dependiente a los sentimientos de otro. ¿Por qué no actuar por el deber y sentirse bien haciéndolo? ¿Por qué esa mirada única y llena de tristeza sin reproche alguno podía hacerlo perder la compostura? ¿Por qué precisamente ella, aquella mujer-niña inmadura y de un idealismo insultante a su realismo y principios tenía ese efecto desestabilizador en él?


De un momento a otro el shoji se abrió. Misao, la fuente de su desazón e inseguridad, salió del lugar con las manos llenos de implementos de curación y una cacerola con lo que al parecer era una infusión humeante. Ella levantó la vista, sus ojos llorosos de hace un momento estaban secos aunque algo irritados y su mirada era fría, sin la vivacidad de siempre. Una vez más no supo que decir, verla perder aquello que le era característico, la alegría, el optimismo, la seguridad, y habérselo arrancado él mismo lo mantuvieron con la boca cerrada. Balbuceó su nombre, quiso empezar una oración mas ella interrumpió sus intentos diciendo con la cabeza gacha, en señal de arrepentimiento:


- Suminasen, Aoshi-san - su voz era solemne, tan distinta de la habitual - Comprendo que no era mi lugar. Le ruego me disculpe por las palabras inadecuadas con que me referí a usted. Con permiso.


Ella siguió su camino y aunque el lado de su rostro dolía mucho, no se lo volvió a tocar. Caminó erguida hasta la cocina y preparó la infusión. Cogió una vasija, la llenó de agua fría, y luego sacó unos paños limpios y volvió al cuarto que ocupaba Soujiro. Aoshi no estaba por ningún lugar, seguro meditando o ya se había ido a su cuarto a dormir. Los pensamientos la atormentaban pues ella también había visto la expresión de Aoshi antes de que la golpeara, la sorpresa antes sus palabras, quizá hasta el dolor que pudieron causarle. Sabía que se mereció ese golpe más que nunca. Se suponía que ella debía ser una esposa respetuosa y no una chiquilla imprudente. Estaba dolida, sí, todo este tiempo los rechazos constantes la habían hecho perder la cordura. Tanto así como para hablarle del peor de los modos a Aoshi, cosa que parecía estar haciendo últimamente, y, aún más, recordarle su pasado que Kami-sama bien sabía que era lo que ella menos quería en el mundo.

Actuó tan mal como él. En vez de hacer lo que se había propuesto, ganar su confianza y ayudarlo lo estaba empeorando todo. Maldiciéndose a sí misma por su irresponsabilidad y su inmadurez entró al cuarto de Soujiro. Seguía inconsciente y esta vez la fiebre ya hacía estragos pues movía la cabeza de un lado a otro y su frente estaba llena de sudor. Suspiró y empezó a curar su cuello y luego refrescó su frente. Él se calmó y dejó de moverse. Fue recién ahí cuando pudo verlo sin la sonrisa que siempre usaba. Era extraño verlo así, sin esa mueca infantil e hipócrita, parecía mayor, no tan joven como aparentaba cuando sonreía. No le tomó mucho relacionar esa sonrisa con la suya propia. ¿Acaso ella no hacía lo mismo para no preocupar al resto? ¿Pero él, en verdad, por qué lo hacía? No tenía a nadie a quien salvar del dolor de saber que sufría, no tenía que guardar las apariencias. Lo vio nuevamente y en su mente: ¿Por qué sonríes entonces, Soujiro?

Cuando iba posar su mano sobre su frente para ver cuán afiebrado estaba, sintió una mano envolviendo fuertemente muñeca hasta casi cortar la circulación. No pudo gritar pues otra mano estaba sobre su boca. Ojos verdes asustados se encontraron con azules entrecerrados, con la mirada de un guerrero y no la del hombre que hace unas horas le había dirigido la palabra. El cuarto solo estaba iluminado con una lámpara al final del cuarto, como para no generar más calor al enfermo pero a la vez haciendo del lugar uno no muy iluminado. Soujiro pudo distinguir los rasgos de Misao y la dejó ir. Su rostro cambió totalmente. Volvía a ser el de siempre.


- ¿Shinomori-san? Suminasen yo no sabía... pero... ¿dónde estoy?

- Entiendo perfectamente su reacción, no se preocupe. Estamos en el Aoiya- respondió ella tratando de recuperar el aliento perdido.

- Oh... pero cómo...

- Se desmayó y lo traje aquí para atenderlo.

- ¿Usted sola?- Preguntó él recién dándose cuenta que estaba desvestido. Ella le contestó con un asentimiento y una mirada herida- Quiero decir, es indudable que usted es capaz de hacerlo sola mas no debió molestarse.

- Sí, debí- dijo ella incorporándose y acercándose al recipiente con la infusión que ya no estaba tan caliente, al lado del shoji. Se acercó luego de haber servido un poco en una taza.- Pues después de todo es mi culpa que usted esté así.


Soujiro la quedó mirando. No entendía nada.


- Me sorprende que no se de cuenta aún, Seta-san; pues parece que entre mis kunaís tenía una envenenada y ni siquiera me había dado cuenta. Fue en un error garrafal, lo sé, pude haber herido a ...


Y se quedó callada. ¿Qué tal si cuando practicaba con Aoshi ella llegaba a herirlo con la misma kunai? ¿Qué y si la kunai le causaba un daño a Aoshi? Lo peor era que para Aoshi ya sabía de su error y tenía más pruebas del fracaso que era para restregárselas en la cara cada vez que ella se considerara parte de los Oniwabanshu.


- ¿Pasa algo Shinomori-san?- preguntó Soujiro viéndola luchar contra las lágrimas.

- Nada, Seta-san, disculpe. Tome esta infusión que lo hará sentirse mucho mejor.- Le extendió la taza y se quedó mirando a otro lado. Estaba perdida en sus pensamientos cuando oyó a hablar a Soujiro.

- Usted es una ninja y los ninjas siempre están preparados para casos extremos ¿no es así?

- Este no era un caso extremo, Seta-san

- Pude haber sido cualquier maleante y...

- Y es precisamente contra ese maleante con quien yo debería haber luchado con mis kunaís limpias, como se me enseñó, Seta-san. No cargar una envenenada cuando no es permitido. Agradezco su esfuerzo por aligerar mi culpa pero no funcionará. He de responder por mis acciones ¿no cree? Ahora tómese esa infusión que se enfriará y sabrá más horrible de lo que realmente es. - Ella sonrió y vio hacia otro lado.


Soujiro la quedó mirando mas cuando ella se dio cuenta él procedió a tomar la infusión. Ella cerraba los ojos a cada rato para evitar llorar. Arrugaba los párpados y con la parte inferior de las palmas de sus manos se los restregaba. Él no sabía qué podía pasarle, pero si de algo estaba seguro era que no podía estar desconsolada por el estado en que él se encontraba. Era imposible. Quizá la misma razón por la que lloraba en el bosque era la que le provocaba esta tristeza. La siguió viendo de rato en rato mientras tragaba el horrible sabor del antídoto, tratando de distinguir el más mínimo de los rasgos de su rostro con aquella luz insuficiente que le daba una apariencia etérea a la mujer que tenía en frente.

Ella movió su trenza y dejó en descubierto una de sus mejillas que tenía un color oscuro que inclusive en la oscuridad podía distinguirse. Ella sin darse cuenta que era observaba, movió una de sus manos a su mejilla y cerró los ojos de repente en señal del dolor que el contacto con sus delgados dedos le causó. Soujiro ató cabos y dejando de lado la taza, cogió uno de los paños y lo remojó en el agua fría que Misao había traído y puesto al costado de su futon. Hizo lo imposible por sentarse en el futon y así estar más cerca de ella, que estaba adyacente a él, mirando hacia el frente. Levantó su brazo y acercó el paño con cuidado a la zona irritada. Ella saltó al sentir el contacto con el agua fría y volteó. Se encontró frente a frente con la mirada cansada de Seta e iba a decir algo cuando él se le adelantó:


- Vamos, Shinomori-san, déjeme ayudarla. Si no se pone esto mañana tendrá una coloración desagradable, aunque creo que igualmente quedará una mancha por algún tiempo.

- Oh... arigato, Seta-san. No importa, es que me di con el marco del shoji al entrar a la cocina y... - sus manos jugueteaban en su regazo. Estaba nerviosa, su ki estaba encendido. no necesitaba leerlo para entender que mentía.

- Ya veo - dijo él- manteniendo el paño en su rostro. Ella seguía mirando al frente, perdida en sus pensamientos.


De repente, el sueño lo embargó, debilitándolo rápidamente. Debe ser la infusión, pensó. Quiso avisarle a la gentil mujer que lo atendía mas lo único que pudo balbucear fue:


- Shinomori-san... yo...


Y quedó dormido.


Ella solo sonrió ligeramente, cogiendo con sus manos el trapo húmedo del piso para luego sumergirlo en el agua otra vez. Cogió las sábanas y lo cubrió mejor. Lo quedó observando por largo rato preguntándose qué pasado había detrás de este hombre, qué experiencias tras la sonrisa habitual en su rostro. Una de sus manos estaba doblada así que para prevenir un posible calambre en la mañana la cogió. Quiso ponerla de forma correcta pero al contacto con su piel, con los callos en la palma de su mano, supo por su aspereza que eran las manos de un espadachín, de un asesino - pareció recordarle su mente- mas ella dejó de lado ese pensamiento. No más un asesino, se dijo, no más un asesino pues había decidido seguir los pasos de Himura, buscaba su respuesta, ella rogaría porque las encuentre.

Si tan solo Aoshi... si tan solo empezase a buscarlas- se dijo desilusionada, sin saber que Aoshi había empezado a hacerlo hace tiempo, solo que a su manera, una que ella no entendería mientras él no se la explicara.

Quisiera...

Pero no tampoco pudo terminar la frase pues el sueño terminó por ganar la batalla y cayó rendida al lado del ex Jupon Gatana. Una de las manos de aquel cerca de su pecho, abrazándola a sí como si dependiera su vida de ello.


****

Al día siguiente, Aoshi, quien toda la noche había esperado a que ella volviese, bajó a ver si ella seguía en la casa, si no se había ido otra vez. Sintió su ki todavía dentro del cuarto que ocupaba Soujiro mas esto le dio más preocupación que tranquilidad. Aún no entendía sus razones para traerlo al Aoiya, ni por qué decía que era otra persona con tanta seguridad, como si lo conociese. Entró al cuarto para verificar que todo estuviese bien. Mas apenas entró al cuarto se quedó petrificado.

En el futon yacía Tenken no Soujiro y a su lado Misao, su Misao, que era quien cogía sus brazos y lo tenía más cerca de lo que él jamás estuvo de ella. ¿Acaso la certeza inminente en su respuesta del día anterior tenía que ver con esto? ¿Quizá ellos...

Miles de pensamiento corrieron por su cabeza, cada uno más sórdido que el anterior. Ninguno era lógico pues olvidaba que Misao nunca salía de casa. No era difícil pensar que su primer encuentro con el advenedizo fue el mismo día anterior. Su mente podría haber deducido esto pero no lo hizo pues no la puso en marcha, ni siquiera se interesó en pensar. Solo sintió y sintió algo que jamás hubiese pensado que sentiría. Era como si algo suyo, enteramente suyo, le fuese arrebatado; como si...


Y finalmente se dio cuenta


Por primera vez, Aoshi Shinomori, estaba celoso. Y no eran celos de la fama de alguien, de su poder, de su destreza... eran celos por ella, por aquella a la que ni siquiera podía llamar enteramente suya. Será que él...


Debido a que tan inserto en sus pensamientos estaba, no se dio cuenta que un par de ojos azules profundo estaban fijos en él desde que entró. Aoshi levantó la vista del piso y cruzó miradas con el hombre de la sonrisa perpetua.


- Ohayo, Shinomori-san, parece que nos volvemos a encontrar.


Aoshi no respondió pues en ese momento Misao despertó. Ella se incorporó y soltó el brazo de Soujiro inmediatamente. Él la vio y le sonrió como diciendo que no había problema. Ella solo asintió, sonrojándose un poco. Iba a agradecerle por tener la gentileza de cubrirla siendo él el enfermo cuando levantó la vista de súbito y se encontró con la figura de Aoshi parado en la puerta, observándola. Sus pupilas se dilataron, sorpresa, miedo, muchas emociones que la dejaron sin habla.


Soujiro vio su reacción y justo antes de que Aoshi cerrara la puerta, tras dar la vuelta, dijo:


- Oh, Shinomori-san, me alegra que haya despertado, lamento mucho los inconvenientes que le causé con mi enfermedad. Prometo no volver a abusar de su gentileza y buen corazón y pedirle que se quede otra vez ayudándome con el dolor en el cuello. Parece que hoy desperté mucho mejor. Y a usted también, Shinomori-san, lamento haber retenido a su esposa. Espero disculpe mi descortesía . Luego, me gustaría tener una palabra con usted, si es posible, para explicarle como es debido el porqué de mi repentina aparición.


Aoshi Shinomori, que tenía la vista fija en el patio del Aoiya frunció el entrecejo por un momento pero luego solo volteó y asintió. Mientras iba hacia el templo tratando de tranquilizarse, no pudo evitar seguir encolerizado. Pasó una mano por su cabeza y a medio camino se detuvo recién asimilando todo racionalmente.


¿celoso?


Notas finales:

¿Qué les pareció? Las cosas se ponen complicadas ¿no es así? ¡Dejen reviews, por favor!

Ja ne!

Shiomei