Notas de la autora:

¡Hola Minna-san! ¿Me extrañaron? Maa maa, no tienen porque ponerse beligerantes. Sé que todos se merecen una disculpa por la tardanza y se las ofrezco de todo corazón. No tuve tiempo ni estaba de ánimos para escribir. Espero comprendan.
Como siempre, apreciaría mucho sus reviews

¡VAMOS AL FIC!

Dedicatoria:

Este fic está dedicado a mi nee-chan Kitiara a quien quiero entrañablemente y con quien paso excelentes momentos. ¡Te quiero mucho nee-chan!
Y este capítulo va para ti Leti-chan. Sorry por la tardanza. ¡Disfrútalo!

Disclaimer:

El oniwabanshu se caracterizaba por tener ninjas con habilidades extraordinarias a la hora del combate frontal y, a la vez, de tener una agilidad envidiable. Yo, que me canso con dos abdominales y que dándole la vuelta al parque se me sale el alma del cuerpo no puedo tener ni siquiera la más mínima conexión con este grupo. Así que ni siquiera sueñen con que me pertenezca o tenga alguna relación directa con ellos. Si no lo tengo con ellos menos con todo el staff de Rurouni Kenshin. ¡¡¡Y si no tengo relación con nadie menos me va a pertenecer!!! ¡Creo que todo quedó claro! -


ADVERTENCIA:

Como no sé la edad de todos los que leen esta historia pues decidí poner una advertencia. En este capítulo habrá una escena que roza con el rating 'R' así que aquellos con una gran sensibilidad o que, por ser menores de edad, no creen que sea apropiado leer una escena de este tipo pues recomiendo que la obvien. Personalmente creo que no encontrarían de nada de malo pero, en esto, nunca se sabe. Ya están advertidos, entonces.




¿Es realmente amor?

"El verdadero amor no se le conoce por lo que exige,
sino por lo que ofrece"


Capítulo octavo

...

Soujiro despertó casi temblando en medio de la noche. Su respiración estaba agitada, sus manos se alzaban en el aire como queriendo coger algo que estaba fuera de su alcance. Sus ojos, en medio de la oscuridad, trataron de saber dónde estaba. Se sentía prisionero y necesitaba escapar. Poco a poco se dio cuenta de lo ridículo de sus pensamientos. 'Estoy en el Aoiya', se dijo, 'estoy en el Aoiya'. Y esa frase lo tranquilizó, esa frase no le trajo estupor ni sorpresa, solo sosiego. Era inútil querer volver a dormir a pesar de que debido a que todavía no se encontraba bien de salud pues el cuerpo le pedía descanso. Tenía insomnio, como cuando vivía junto al Jupongatana. El solo pensamiento le traía desazón.

Otra vez aquel sueño que no lo dejaba en paz había vuelto a rondar su cabeza por las noches pero con un cambio que era incapaz de entender. Sueños, dicen, son aquellos reflejos de los miedos de nuestra alma. Esta vez Shishio-sama no estaba siendo calcinado frente a él sin que él siquiera moviera un dedo para ayudarlo, esta vez era una hoguera gigante en la que muchas personas eran las calcinadas. Forzó la vista de forma tal que sin moverse de su sitio pudiese reconocer con claridad los rostros de las personas torturadas. Por los gestos de dolor en su rostro podía saber que gemían de dolor mas no los escuchaba, ningún sonido llegaba a su oído aunque aguzara lo aguzara. Rostros desconocidos de personas cuyas identidades nunca se dignó preguntar antes de asesinar. Aun cuando no sabía quiénes eran, sus facciones le traían ciertos recuerdos. Luego su mirada se detuvo y dejó de respirar por la sorpresa. Ahí, entre otros, estaban Okon y Omasu. Quiso ayudarlas pero no podía moverse, ahora sentía que gritaba pero no oyó ni su propia voz. Luego, unos ojos color esmeralda lo dejaron paralizado. Misao estaba también entre ellas, al pie de un árbol que él podía reconocer, atada y amordazada pero con los ojos descubiertos. El fuego subía hacia su cintura. 'Morirás', se encontró él diciendo en el sueño. Más dentro de sí, su mente contradecía las palabras que su boca emitía. 'No más, ya no más'. Siguió tratando moverse pero los intentos siguieron siendo en vano. Quiso no ver más aquellos ojos, tan tristes, tan vacíos así que bajó la vista. En su mano estaba una mecha. No pudo sorprenderse más cuando descubrió agua en el suelo y la luz de la luna le permitió ver su reflejo... la misma sonrisa de siempre estaba en su rostro, se encontró sonriendo ante aquellas muertes que había iniciado. '¡No!'. Pero su rostro estaba impasible. Luego volvió a oír las palabras que le habían sido dichas el día anterior: ¿Acaso usted no puede dejar de hacer eso? Realmente es molesto además de estúpido. No está engañando a nadie. Fue en ese momento cuando despertó. Finalmente comprendió a lo que Misao se refirió aquél día.

Se decidió a salir del cuarto pues de repente parecía muy angosto. Cuando cruzaba el umbral de la puerta volvió a recordar aquellas palabras. Volvió a andar breves momentos después con la misma frase en la cabeza. 'No estoy engañando a nadie'.

...

La luz de la luna entraba por la abertura superior daba algo de luz al cuarto. Volteó la cabeza y lo encontró ahí, dormido. Era imposible que pudiese dormir tras todo lo que pasó en el día. Llevaba dos días sin poder dormir bien y por más que deseaba intensamente descansar una sensación extraña dentro del cuerpo la detuvo. Era como si sintiera una desolación rara. No debería sentirse así, debería estar hasta feliz porque el hombre que dormía muy cerca de ella y a la vez tan lejos y ella hoy, o ayer, no lo sabía, habían arreglado sus antiguos problemas. Eso quería creer pero las dudas súbitas la hacían pensar si realmente un abrazo lo arreglaba todo. Si es que ella podría estar feliz así siempre... claro que sí, se decía, qué clase de mujer eres, Misao, pidiendo más allá de lo que se te ofrece, ambicionando cosas que no podía exigirse a nadie. Ella pensó que quizá sería distinto... pero no. Él nunca ofreció nada. Ella solo imaginó. Además, de qué se preocupaba si este podía ser el comienzo de todo. Sí, solo era cuestión de creer y ella creía fervientemente en la capacidad de cambio y en el amor que profesaba a su marido. Nada quebraría eso. Jamás.

Con esa resolución en la cabeza se levantó suavemente, conociendo el sueño ligero de su esposo, y salió con dirección a la cocina. Necesitaba tomar una infusión para poder dormir, si seguía así no cumpliría con lo que se esperaba de ella durante el día. Cuando estaba por pasar de frente hacia la cocina vio hacia fuera y pudo reconocer la figura de una persona recostada en uno de los soportes de la entrada. Lentamente y sin darse cuenta que su yukata la dejaba algo descubierta se acercó para descubrir quién estaba ahí. Antes de que pudiese darse cuenta quién era aquella persona una voz se oyó:

- Buenas noches, Misao-san, ¿qué hace levantada a estas horas?

Misao, quien casi grita del susto, se apresuró a darle un golpe en la cabeza a Soujiro. Fue una reacción natural que llevó a cabo sin siquiera apercibirse de ello hasta que lo hizo.

- ¡Gomen! ¡Pero por qué me asustas de esa forma, Soujiro! ¡Casi me matas del susto! - dijo murmurando pero en un tono que denotaba molestia.

- Oh gomen ne, solo es que pensé que ya habría sentido que estaba aquí, Misao-san. No me imaginé... - dijo el muchacho sobándose la cabeza.

Entonces Misao se ruborizó. Era cierto, si se hubiese decidido a ello, con un poco de esfuerzo y concentración hubiera llegado a dar con la identidad de la persona.

- Eh... yo... -suspiró- yo estaba pensando en otra cosa.

Se ruborizó más. A fin de cuentas la excusa no dejaba de ser cierta.

- Me imagino... ¿desea sentarse?

Misao solo asintió. Quizá necesitaba solo el fresco para recuperar el sueño perdido. Sin decir nada ambos posaron la mirada en puntos distintos y se perdieron en sus pensamientos. Él no podía dejar de pensar en aquel sueño y en aquellas palabras que su mente no dejaba de repetir. Misao no dejaba de preguntarse por qué la felicidad de hace unas horas se había tornado en incomodidad. Luego de unos minutos Soujiro se decidió a decir:

- Usted tenía razón, Misao-san

- ¿Eh? - dijo ella sin poner mucha atención. Si lo hubiera hecho más antes se hubiese dado cuenta que el rostro de su acompañante no tenía la sonrisa de siempre. Estaba libre de ella y le daba cierta madurez a sus facciones jamás antes vistas.

- Pues... pues que a nadie engaña tener encima...

- Tu sonrisa -terminó ella por él.

- Sí, pero ¿sabe? - no esperó a que ella respondiera y prosiguió- es difícil acostumbrarse a sentirse descubierto y...

- Vulnerable - agregó ella por él, una vez más.

- Sí

- Es mejor así

- Quizá... pero es nuevo, Misao-san, y, como decía el abuelo de la aldea en que estuve hace algún tiempo, el hombre tiene miedo al cambio porque este trae algo nuevo que puede resultar en un desastre. Más vale mal conocido que mal por conocer ¿verdad?

Y Misao no respondió. Frío recorrió su espalda y la hizo temblar. Se puso a pensar si es que ella tenía miedo al cambio, si tenía miedo de que Aoshi dejara de ser quien siempre había sido para convertirse en lo que ella esperaba o, quizá, nadie sabe, en algo totalmente distinto. No tardó mucho en descubrir que hasta este momento pensó que no tenía miedo mas dentro de sí supo que la verdad era completamente otra.

Soujiro se le quedó viendo buen rato. Se veía bella a la luz de la luna. Su mirada dejó su rostro y fue descendiendo hacia abajo hasta posarse en su pecho que se encontraba semi-descubierto. No se sonrojó pues Yumi tenía la costumbre de mostrar mucho más de sus voluptuosidades sin tener el más mínimo reparo. Poco a poco se acercó a ella mientras ella seguía pensando en Dios sabe qué. Él no pensó en nada, quizá debió hacerlo pero no lo hizo. Su brazo parecía dirigirse hacia su pecho pero se fue a posar en la abertura del camisón de Misao. Al sentirlo tan cerca ella se volteó súbitamente para encontrarse con un par de ojos azules que parecían ser esta noche increíblemente más oscuros. Ella no se movió, solo vio cómo su mano cogía la parte superior de su ropa de dormir y se detenía un momento. Luego, jalando un poco, cubrió la porción de piel descubierta. Y su mano permaneció en el mismo lugar. Sin ninguna sonrisa la veía, sin aquella falsa mueca él parecía mayor, como se dijo, pero también perdido, sin orientación. Ese gesto le daba un aire de confianza que ahora había perdido. Sí, vulnerable era, pero vulnerable somos todos puede decir cualquiera, mas frente a frente estaban dos personas, dos guerreros, que hacían objetivo de su vida el ser fuertes, el no mostrar puntos débiles. Estaban descubiertos, más desnudos de lo que cuerpo alguno podría llegar a estar. Esta era una desnudez del alma, si se prefiere llamarla así, una más profunda que la física. Ninguno de ellos no sabía las motivaciones del otro, por qué era que esa desolación se veía reflejada en el rostro del otro, en sus ojos, solo sabían, de una manera inexplicable, con tan solo verse de frente, que en ellos residía ese mismo sentimiento, el mismo miedo a mostrarse y el desconocimiento de sí mismo. Misao se quedó observándolo y todo ese tiempo que se miraron fijamente, ninguno de los dos dijo palabra alguna.

La mano de Soujiro se levantó hasta rozar con las yemas de sus dedos el rostro de Misao.

- Kirei... -dijo él casi murmurando, como hablándose a sí mismo. Misao lo escuchó y lágrimas empezaron a caer por su rostro.

Él acercó su cuerpo más hacia ella y sus brazos la rodearon. Misao, que ahora estaba contra su pecho, comenzó a llorar sin hacer ruido para evitar que alguien más que este hombre que la consolaba se diera cuenta de su debilidad momentánea. Se abrazó a ella también y no deseó que él fuera Aoshi, no deseó que fuera su esposo quien la abrazara así, quien le diera esta sensación de confianza, esta sensación que la invitaba a ser ella misma una vez más, a no tener miedo a mostrar sus verdaderas emociones. Este era alguien que no esperaba reacción alguna de ella pues no la conocía bien y que hasta este momento no significaba nada en su vida. Ante ese alguien ella se abandonó y buscó en el que fue una vez enemigo el desahogo que tanto necesitaba.

...

Si Misao creía que Aoshi no la sintió salir del cuatro pues o no conocía a su esposo, lo subestimada o simplemente era más tonta de lo que él había pensado. Se apercibió, él, desde el momento en que ella dejo de inhalar repentinamente, para luego de unos segundos volver a hacerlo pero más rápidamente. Qué pasaría, se había preguntado, y como queriendo responder a su pregunta ella se había levantado y caminado lo más sigilosamente posible hacia el shoji. Una hora más tarde él no pudo evitar salir tras de ella preguntándose por qué se demoraría tanto. Su mente, acostumbrada a los procesos lógicos, le hacía descartar una a una las posibilidades de que esté en el baño, que haya ido a la cocina por un poco de agua o lo que sea, o que saliera solo a respirar un momento al aire libre para luego volver a dormir. No, se decía, había pasado demasiado tiempo para cualquiera de esas actividades. Una hora y quince en este momento. Debía ir a ver qué sucedía. Muy dentro de sí una sensación de cólera empezaba a formarse pues sabía muy bien, y no podía evitarlo, que ella bien podría estar engañándolo, que una hora quince, no, hora y veinte ahora, podía ser suficiente para que dos amantes furtivos consumaran su pecado. Oh sí, porque a medida que daba un paso esa terrible sensación de incertidumbre parecía hacerse verdad, aunque todo en su mente, claro está, pero no podemos evitarlo pues al ser humanos somos víctimas también de nuestras emociones e incluso aquel más frío puede llegar a hundirse en un mar de confusión por unas emociones mal manejadas, o, acalladas.

Se acordó de tratar de buscar el ki de Misao y lo encontró cerca de otro nuevo, uno que jamás había sentido. Esta vez preocupado siguió avanzando, sus pasos eran también suaves pues no querría poner en autos de su presencia a quien quiera que estuviese con ella. Qué estaría sucediendo, se preguntaba cada segundo.

Estaba por doblar una de las esquinas para salir del pasillo al corredor principal que daba hacia fuera cuando los vio y dejó de respirar. Se quedó ahí los minutos que ella estuvo en sus brazos, no sabía cuántos, parecían horas; los observó atentamente, no podía verla a ella pues estaba de espaldas pero sí a él, no tenía la sonrisa estúpida en el rostro, tenía los ojos cerrados y su quijada sobre la cabeza de su mujer. Sintió deseos de matarlo pero no lo hizo. Antes quería oír de la propia boca de esa traidora qué era lo que tenía que decir. Cuántas veces lo habría engañado, seguro ese supuesto primer encuentro con él en el bosque era una treta suya para meter a su amante en esta casa y poder acostarse con él cuando se le antojara. Estúpida ramera ¿pensó que él no se daría cuenta? Estúpido él también que se casó con ella pensando que la libraría de aquellos que podrían aprovecharse de su inocencia. Inocencia, vaya inocencia la de esta perdida, aseveró. Ahora entendía por qué aceptó ese cambio en su persona fingiendo demostrarle un amor que jamás había sentido hacia él; cínica, hipócrita, traidora, quizá también debería matarla, estaría en su derecho, después de todo no merecía más.

La vio levantarse, algo le dijo ese tipo al oído, ella se levantó y se le quedó mirando. Luego dos dedos se posaron sobre sus labios. Volvió a decirle algo y ahora comienza a caminar en dirección hacia dónde él estaba parado. Rápidamente volvió a la habitación y la esperó parado en una de las esquinas del cuarto. No podría verlo apenas entre, tendría que darse cuenta primero que él no estaba en su futon.

...

- Es mejor que vuelva a dormir, Misao-san- le murmuró Soujiro al oído a la ex okashira. Ella se había quedado dormida en sus brazos y era tiempo de que volviera a su cuarto si no quería que su esposo pensara algo que no era.

Ella se separó de su abrazo y lo vio de frente; no sabía qué decir, la debilidad de hace unos momentos la había dejado tranquila, sí, pero no sabía cómo actuar con él.

- Yo...

Dos dedos de Soujiro en sus labios hicieron que no terminara.

- Vaya a dormir. Y no se preocupe, no pasó nada.

Misao le sonrió en agradecimiento y se decidió a volver a su cuarto. No volvió hacia atrás. Dentro de ella sabía muy bien que no era cierto que no pasó nada mas el solo pensamiento no le trajo remordimiento alguno.

...

Misao se empinó y empezó a caminar de puntillas una vez hubo dado la vuelta a la esquina que daba al pasillo que la guiaría hacia la habitación que compartía con Aoshi. Sería mejor que él no supiera de esto, si lo sabía quizá llegaría a conclusiones equivocadas.

Abrió la puerta lentamente, y entró lentamente. Uno, dos, tres pasos y encontró el futon de Aoshi vacío. Sus pupilas se dilataron y levantó la cabeza inmediatamente para encontrarse con los ojos de Aoshi que brillaban en la oscuridad.

- A-a-o- Aoshshi -tragó saliva- Aoshi -pudo decir por fin.

- ¿Dónde estabas, Misao? - preguntó él con aire calmado a la vez que se acercaba a ella.

- ¿Dónde estaba?- re preguntó ella muy nerviosa.

- Sí, dónde estabas, comenzaba a preocuparme. Iba a ir a buscarte y...

- Ah... fui a tomar un vaso de agua. - La mano sudorosa de Misao se posó en el brazo de Aoshi- Discúlpame por despertarte, anata. Volvamos a dormir ¿sí? - terminó más tranquila. Luego se volteó para regresar a su futon.

Él jamás entendería... comenzaba a decirse Misao cuando sintió que la mano de Aoshi la hacía darse la vuelta bruscamente y que la colocaba contra la pared. Su espalda dolía pero el dolor se le olvidó cuando vio los ojos de Aoshi que la veían con una expresión de furia irreprimible. Aun así, su sorpresa fue grande cuando sintió su aliento en su mejilla. Le oyó decir en una voz que mal contenía su enojo:

- Mientes.

...

Le estaba dando la oportunidad necesaria para explicarse. Quizá ella le diría que aquello no era lo que él pensaba. Quizá se reiría y diría que...

- Ah... fui a tomar un vaso de agua. - La mano sudorosa de Misao se posó en el brazo de Aoshi- Discúlpame por despertarte, anata. Volvamos a dormir ¿sí? - terminó más tranquila. Luego se volteó para regresar a su futon.

Algo dentro de él hizo que sintiera un dolor que iba más allá de lo físico. Era como si algo se sentara en su estómago, como si luego de oír semejante mentira no quisiera estar más en su presencia. No podía creerlo. Cayó en su trampa y pudo así comprobar la mentira. Por primera vez no planeó una forma de acción ante tal circunstancia, ni siquiera se puso a pensar en si era mejor hacer o no hacer nada. Sus emociones lo traicionaron. Se acercó a ella y en la oreja le susurró:

- Mientes

- ¿De-de qué hablas, Aoshi?- preguntó ella agarrándose fuertemente los laterales de su yukata.

Las manos de Aoshi se posaron en sus hombros y los apretaron. La presión ejercida hacía que lágrimas se formaran en los ojos de Misao. Su voz se mantenía al nivel de un susurro feroz.

- No te atrevas, ni siquiera intentes volver a mentirme, ramera.

Énfasis en la última palabra. Más lágrimas derramadas.

- ¿Aoshi- por qué...? Yo...

- Te vi con él así que no pierdas tu tiempo mientiendo que ni eso sabes hacer bien.

- No, Aoshi, no es así, yo, Soujiro...

Una de las manos de Aoshi se posó en su muslo derecho, apretando. Sus piernas se abrieron como reacción al dolor. Su mano siguió hacia arriba.

- ¿Dime, Misao-chan, dime Koishii, dime desde hace cuánto te acuestas con Tenken?

Misao movía la cabeza de un lado para otro hasta que sus ojos se abrieron aun más grandes cuando escuchó la pregunta a la vez que sintió su mano posarse entre sus piernas.

- Aoshi, nunca, no es como piensas, ¿qué haces? No, por favor, me estás lastimando...

- ¿Nunca dices? - dijo liberándola momentáneamente.

- Nunca, Aoshi, yo, él, estábamos conversando y...

La risa que no le oía desde que era un joven y ella una niña la oyó ahora rica en ironía y cólera. No le dio la felicidad que ella imaginaba que sentiría el día en que finalmente la oyera sino que le provocaba un miedo que jamás se hubiese imaginado sentir hacia él.

- ¿Conversando? ¡¿Conversando dices?!

- Sí, Aoshi, créeme, yo te explicaré todo y ve-

- ¡Silencio! - le dijo.

Una de sus manos estaba en su cabello y jaló hacia atrás. Misao apretó los ojos por el dolor.

- Ahora te voy a pedir que me muestres qué tanto puedes ofrecerle a un hombre como para que se atreva a venir a buscar su tumba en la casa donde su amante vive con su marido.

Luego de esto la hizo caer al futon y se dejó él caer sobre ella. Su boca inmediatamente buscó la de ella, acallando los ruidos que empezaba a hacer con sus protestas. Ella seguía con los ojos cerrados, sintiendo cómo las manos de su marido la liberaban de su yukata y recorrían su cuerpo. Se detenía en lugares de los que se le había enseñado a sentir vergüenza de mostrarlos y lastimaba con sus manos duras y callosas de guerrero la piel que no se preocupaba por acariciar en su recorrido.

Aoshi terminó de desvestirla y la quedó mirando un momento. Ambos tenían las bocas jadeantes. Procedió a sacarse él también la ropa ante la mirada perpleja de Misao que ahora temía lo que inminentemente iba a pasar. Y no era como se lo había imaginado.

- Aoshi... Aoshi, no es como crees...

Él no la escuchó y ella no dijo más pues aguantar su peso evitaba que respirase bien y mucho menos hablase. Dando riendo suelta a lo que su cuerpo exigía, él no la besó una vez más, sino dos, tres, cuatro, cinco... miles de veces. Después de unos minutos la cavidad de su boca parecía no ser suficiente para saciar su sed. Entonces sus labios comenzaron a posar rudos besos por su cuello, ejerciendo a la vez con sus manos presión en su espalda, atrayéndola más hacia sí, enredándose en cabellera larga, acercándose más, causando que sus piernas se entrecruzasen. Sus brazos la tenían contra él haciéndola sentir sus pectorales que parecían estar hechos de hierro, resultado de los incontables días de duro entrenamiento, contra su suave y ahora lastimada piel.

Ella sentía cómo su cuerpo soportaba el peso de un hombre casi dos veces más alto que ella y muchas veces más corpulento. Las lágrimas siguieron brotando, y brotaron más cuando un dolor horrible, como si hubiesen clavado un cuchillo dentro de ella, la hizo sentir como si estuvieran cortándole las entrañas. Bruscos movimientos siguieron a ese primer dolor tan solo aumentándolo.

Perdió la cuenta de cuánto tiempo soportó semejante suplicio. No pudo siquiera ver la expresión de sorpresa cuando Aoshi se detuvo en seco, aún sobre y dentro de ella, sudando como causa de la presión del momento ya pasado, al darse cuenta que sería imposible que una mujer que hasta antes de que él la hiciera suya era virgen no podía ser o haber sido la amante de nadie.

Se preguntó a sí mismo qué hizo y la respuesta no fue jamás más amarga.

...

Notas finales:

Wow! Qué capítulo para más pesado y difícil de escribir. Ahí lo dejo por el momento. No se pueden quejar que el capítulo no ha sido tan corto. ¡Ahora quiero sus comentarios!

Bye!

Shiomei