- ¿Ya estás lista, Mislif? ¿El corazón y las fuerzas están repuestas?
- Eso espero...
- ¡Ánimo, amiga!- sonrió Éowyn abrazándola-. Sé que todo saldrá bien. Han pasado cuatro días y ya debes de haber pensado lo que quieres hacer, ¿verdad?
- Yo... sólo me he estado culpando por haberlos dejado solos...- murmuró Mislif, con tristeza.
- ¡Celosa!- exclamó su amiga-. Regresarás a tu casa y le harás frente a los problemas. No digo que llegues como una fiera a poner orden, pero sí dale la oportunidad a Legolas para explicarte todo.
- Lo sé... Y tal vez eso haga...
- ¿'Tal vez'?- gruñó Éowyn.
- ¡Oh, ya sé! Pero no me presiones, amiga. Soy muy lenta para estas cosas y me tomaré mi tiempo.
- Al menos has dado un pequeño paso. Me siento orgullosa- sonrió ella-. Bueno, será mejor que partan en seguida, sino llegarán muy tarde a tu casa. ¡Adiós, Ithril! Sigo encantada con esos ojillos preciosos que tienes. Cuídate mucho, ¿sí? Meramir y yo te estaremos esperando- se volvió hacia su amiga-. ¡Ánimo y fuerza, Mislif!- le dijo abrazándola de nuevo-. Aquí estaré esperando oír que todo está bien.
- Tú también cuídate- sonrió Mislif-. Y pon ojo con la mujer esa que me dijiste.
- ¡Oh, cierto! La tendré entre ceja y ceja. ¡Ya verás!
- Adiós y muchas gracias por todo. ¡Nos vemos!
- ¡Suerte!
- ¡Mislif! Me alegra que hayas regresado- dijo Legolas, con cierto recelo temeroso. Esperaba que ella le gritara o algo así, pero la joven se limitó a responderle:
- Gracias. ¿Cómo ha estado todo por aquí? ¿Llegó ya la gente del Bosque?
- N- no..., pero al parecer llegarán esta noche.
- Bien. Me alegro. Con permiso- dijo Mislif dando unos pasos hacia su habitación. De pronto, una mano de él la tomó de un brazo.
- ¿Sigues sin querer escucharme?- le preguntó el Elfo.
- Con permiso, Legolas- contestó la joven secamente.
No volvieron a verse ni hablarse. Mislif pasó la tarde con Ithril, jugando con él y conversando con algunos elfos que eran amigos suyos. Ellos le comunicaron que se realizaría una fiesta en celebración de la llegada de los Elfos del Bosque. La invitaron, y ella no se rehusó. Sabía que una fiesta le alegraría un poco el ánimo caído.
Así que acostó al pequeño Ithril a su hora y se lo encargó a la jefa de servicio de la casa. Ella se puso un traje cómodo y se dispuso a ir a la fiesta, que sería una gran fogata en un gran claro de árboles. Una vez que llegó allí, pudo ver una gran cantidad de elfos, entre ellos muchas caras nuevas. La recibieron con bastante afecto y la dejaron en un lugar privilegiado para conversar, reír y disfrutar de las comidas y bebidas. Con estas últimas, especialmente, Mislif tuvo mucho trato durante la noche. Su ansiedad y tristeza la llevaban a aceptar todos los ofrecimientos hechos para llenarle su copa de vino. Sólo bebía, sin pensar mucho, sintiendo que cada vez más sus pensamientos se iban despejando para dar paso a una sensación de extraña alegría.
Comenzó a cantar y bailar con los demás, reía mucho y hablaba en voz alta. Los demás, que no estaban muy diferentes a ella, disfrutaban de sus anécdotas, bromas e historias. Y así las horas pasaron rápidamente, el fuego se consumía y los elfos comenzaron a abandonar la fiesta. Mislif y algunos más se quedaron bebiendo y riendo un rato más, hasta que alguien apareció para llevársela.
- Eh... Señor Legolas...
- ¿Qué pasa?- preguntó él, volviéndose a mirar a la elfa jefa de servicio de la casa.
- No sé si deba ser yo quien se lo diga, señor, pero...
- Pero ¿qué?
- La joven señora...- balbuceó la elfa-. Ella está... ¡ejem!... en la fiesta...
- Sí, lo sé. La vi ahí. ¿Qué pasa con Mislif?- preguntó ceñudo.
- Me comunicaron que ha bebido bastante, señor. ¿Qué hago? ¿Voy a buscarla?
- No. Iré yo- contestó Legolas inquietándose. Se despidió de la elfa y partió en busca de la joven. Se sentía nervioso, muy nervioso. Mislif nunca se había embriagado, siempre era cuidadosa con las bebidas. Debía de estar muy mal para haber hecho algo así.
Una vez que llegó a lo que quedaba de la fogata, vio a Mislif sentada junto a algunos elfos, todos ebrios, mientras les contaba una anécdota.
- ¡Sí! ¿No me creen?- reía la joven, aún influenciada por el alcohol-. ¡Por Elendil! Con decirles que si no hubiera sido porque un amigo me ayudó, habría terminado como lemba. ¡Aplastada!- y los demás elfos rieron de buena gana.
- ¡Mislif!- dijo Legolas acercándose rápidamente. Todos se volvieron para mirarlo.
- ¡Oh, miren!- sonrió la joven, poniéndose dificultosamente de pie-. Aquí está mi amado esposo. Aquí ven al hombre por el que estoy así. ¡Borracha como un Beórnida! ¿Y a él le importa? ¡No!, porque ya tiene alguien de quien preocuparse...
- ¡Ven conmigo, ahora!- murmuró Legolas, tomándola con fuerza de un brazo-. No seas ridícula, Mislif. Vamos.
- ¡Soy ridícula si quiero serlo!- replicó ella, alzando la voz y liberándose del brazo de él-. Y no me voy a ir, porque mis amigos y yo nos estamos divirtiendo. ¿Verdad, muchachos?- sólo algunos elfos sonrieron, pues los demás se sentían incómodos y comenzaban a irse-. ¿Se van?- preguntó ella-. ¿Y la fiesta? ¡Está recién comenzando!
- Ven conmigo, joven dama, ¡ahora!- dijo Legolas ya molesto.
- ¡No! ¡No voy a irme contigo! Iré a ver a mi hijo. Él me necesita, soy su madre...
- No te verá en ese estado.
- ¿En qué estado?- gritó ella. Los demás ya se habían ido-. ¡¿En qué estado, Legolas?! ¿En el que estoy por tu culpa? ¡Mírame! ¡Esto es por tu culpa! ¡Si no me hubieras mentido...!- se detuvo-. No quiero hablarte... Iré donde mi hijo. Después de todo es lo único exclusivo que me va quedando.
- Cállate, por favor.
- ¡No me hagas callar!- gritó Mislif-. ¡Sabes que tengo razón! ¿O es que soy la primera a quien llamas "joven dama"? No lo creo. ¡Ya no aguanto más esto! ¡Me voy a ver a Ithril! Es mi hijo, sólo mío. Es lo único exclusivo que tengo, porque tal vez ya les darás los suyos propios a la pobre y solitaria Elanor...
A pesar de estar ebria, Mislif supo muy bien que se había excedido bastante. Había traspasado la línea de lo permitido. Sus palabras habían sido muy fuertes, tanto que Legolas ni se atrevió a responderle. La joven se limitó a mirarlo aterrada y luego a irse rápidamente al interior de la casa. Una vez ahí, en el corredor, se detuvo. No podía ir donde Ithril, él no podía ver a su madre en aquel estado. No le quedaba más alternativa que ir a su habitación y enfrentar a Legolas. Estaba tan mareada que sólo pudo ponerse su camisa de dormir y se metió a la cama, procurando acostarse muy a la orilla. Cada vez que cerraba los ojos más se mareaba, así que los tenía abiertos; tampoco los cerró cuando entró Legolas en la habitación.
Nada dijo, ni siquiera cuando la vio aún despierta. Su rostro estaba impasible y frío. Mislif nunca lo había visto así. Se sintió aún peor, pero prefirió quedarse callada e intentar dormirse. Legolas se dirigió a una habitación contigua a la de ellos y regresó a los minutos con sus ropas listo para dormir. Se sentó en su orilla de la cama y dijo, con una singular voz seca:
- Si te interesa saberlo, Elanor se irá mañana. Lo lograste, Mislif: lograste que se fuera.
- ¿Es que acaso te molesta?- replicó ella, con voz fría. Ambos se daban la espalda-. Yo también puedo decidir quién sí y quién no está en esta casa. No quería a esa mujer aquí, cuidando de Ithril, y se lo hice saber. Es todo.
- Esa no era la forma de hacerlo.
- ¿Y cuál era? ¿Pidiéndole por favor? No creo que se lo merezca. Adiós- se cubrió con las frazadas y no habló más. Lentamente, sus ojos comenzaron a pesarle y un cansancio la dominó. Era realmente tarde y pocas horas faltaban para el amanecer. Legolas también se durmió rápidamente. Más que un cansancio físico, era un cansancio mental el que le pesaba.
Estaban muy lejos uno del otro: Mislif en una orilla y él en otra. Legolas sabía, por experiencias pasadas, que cada vez que la joven estaba enojada o molesta por algún motivo, no sólo con él, solía acostarse muy a la orilla, en contraste con su descanso diario: muy estirada, de cualquier forma y cerca de él. Sin embargo, no sólo no estaban juntos en aquel momento, sino que sus corazones también lo estaban.
A la mañana siguiente, o mejor dicho al amanecer, Mislif se levantó de un salto y corrió al baño, pues sentía náuseas. Los malestares de la fiesta anterior no habían desaparecido del todo aún. Una vez que salió del baño pudo notar que Legolas no estaba en la habitación. ¿A dónde habría ido tan temprano?, se preguntó la joven. De pronto, recordó las palabras que le había dicho durante la noche y su pesadumbre regresó.
¡Si Éowyn la hubiera visto y escuchado en aquel momento! Lo más probable es que la hubiera tomado de una oreja y la hubiera zamarreado por los hombros gritándole: "¡Ya crece, amiga, crece! ¿De qué te sirvió que te aconsejara tanto, si apenas llegas metes la pata así?"
- Sí... Metí la pata... muy hondo- murmuró Mislif, utilizando aquella frase coloquial, tan común en los poblados pequeños como Pueblo Gris.
Se bañó y vistió rápidamente y fue a buscar a Ithril. El pequeño había sido arreglado por la elfa jefa de servicio de la casa. Así que la joven tomó al pequeño y, luego de desayunar, salieron a dar un paseo. Casi sin notarlo, Mislif estaba retomando el mismo sendero que había seguido con Ithril la tarde en que todo se había arruinado. Lo único diferente era que no estaba el Sol en su ocaso, sino que aún era joven. Si antes le había mostrado a la joven una imagen triste, esta vez había sido toco lo contrario: Mislif vio en el Sol un nuevo amanecer, renovando su alegría y esperanza y tratando con eso de eliminar todos los problemas que el ocaso y la noche podrían haberle causado.
- Ya he llevado esto muy lejos- se dijo la joven-. Esto no es sano, para ninguno de los dos... Tampoco lo es para Ithril; se nota que está algo deprimido. Debe de sentir esto de alguna forma. Y... tampoco es sano para Elanor... Por mucho rencor que le tenga, no puedo dejar de sentirme culpable... Debo terminar con esto- se dijo, con gran determinación-. Ithril, ven conmigo- tomó al pequeño de la mano, y junto a él buscó a Legolas.
A pesar de todas las intenciones de Mislif por disculparse y arreglar las cosas, no encontró a Legolas en la mejor de las circunstancias: estaba en el gran jardín de flores del lugar... junto a Elanor. Por unos segundos, la joven sintió deseos de dar un grito y lanzarle un dardo a la mujer, pero se contuvo y oyó lo que decían.
- Bien, espero que te cuides mucho- dijo Legolas-. Te deseo lo mejor, Elanor.
- Gracias. Yo también, amigo mío, yo también- sonrió ella-. Aunque sé bien que distancias mucho de estar feliz ahora. Y sé también que es culpa mía...
- No tomes todo el peso de la situación. Yo, igualmente, tengo una gran culpa. Mislif tiene razón: no debí ocultarle la verdad.
- Anímate, Legolas- dijo Elanor-. Cuando me ya haya ido, sé que todo estará bien. Mislif regresará contigo y todo será como antes.
- Lo dudo...- murmuró él, con tristeza-. Hace unos años vi en Mislif esa mirada fría y llena de una rencorosa furia al verme; luego todo se solucionó y di por hecho que ella no volvería a mirarme así, pero lo hizo, Elanor, y me dolió mucho... como no tienes idea. Además su palabras...
- ¡Cómo se nota que eres hombre!- rió ella-. Que te mire así y que te diga palabras duras y frías, no es signo de que no te ame, sino que de todo lo contrario. Lo más probable es que en el pasado la hubieras ofendido o algo así, y por el hecho de ser tú, a quien ella amaba, más le dolió aquello. Ahora está enojada y con rencor por la simple situación que está celosa. ¡Horriblemente celosa!
- No creo que sólo sea eso, Elanor- dijo Legolas.
- ¡Por supuesto que no! Tal vez comenzó así, pero ahora es más que eso; es un dolor muy grande el que lleva Mislif. Lo sé. Y en su totalidad se basa en el miedo que le da perderte.
- ¿Cómo va a ser eso si..., si estamos casados?
- Ponte en su lugar, Legolas- dijo Elanor seriamente-. Imagínate solo, entre Humanos y nada más que Humanos. De pronto, te enteras de que hay alguien que amenaza tu felicidad con Mislif, un hombre. ¿No te sentirías inseguro, en aquel lugar? ¡Ella está sola entre Elfos! Sus únicos refugios son Ithril y tú. Claro que también cuenta con su amiga de Rohan, pero no está precisamente aquí. Tú eres su pilar fundamental, y ahora no puede contar contigo. Ithril es su hijo, pero ella no puede valerse de él, pues debe educarlo y darle fuerzas. Se siente sola.
- Gracias, Elanor- sonrió Legolas-. Me has ayudado bastante. Me habría tomado mucho tiempo descubrir lo que me dices. Ahora puedo entender mejor a mi joven dama.
- Nunca antes te había oído decir esas palabras. "Joven dama"...- sonrió-. Deben ser su adjetivo único, ¿verdad?
- ¿A quién más podría habérselo dicho antes?
- Lo sé... Soy mayor que tú...- rió Elanor-. Ahora debo irme. Cuando todo se solucione, y ella ya no me odie tanto, dale mis saludos. No creo que se quiera despedir de mí. Adiós, amigo mío.
- Nos vemos, amiga- sonrió Legolas-. Cuídate.
- Lo haré.
Elanor se retiró por el sendero que iba hacia la comunidad de elfos. Legolas se quedó un rato sentado en medio de las flores. Su mirada estaba perdida, sumido en pensamientos algo más positivos, pero definitivamente se sentía más tranquilo. ¡Por fin veía claramente lo que le ocurría a Mislif! Eso era lo que no lograba ver bien, y por eso se sentía aun más deprimido.
Mislif, por su parte, había oído la conversación de ambos con un peso creciente en su corazón. ¡Elanor ayudándola! ¡Elanor! ¡La misma que ella había tratado tan mal! Aquella mujer había sido la que le había ayudado a Legolas a entenderla. Le debía mucho... Antes de hablar con él, debía agradecerle.
Tomó a Ithril en brazos y comenzó a correr en dirección a la comunidad de elfos. Tardó unos minutos en encontrar a Elanor, pues ya habían partido. Apresurando el paso logró llegar hasta el grupo de elfos que viajarían.
- ¡Elanor!- gritó casi sin aliento-. ¡Elanor, espera!
- ¿Mislif?- preguntó ella bastante sorprendida, alejándose de los demás-. ¿Qué haces aquí?
- Lo siento, lo siento tanto- dijo la joven-. Por favor, perdóname, Elanor. He sido muy tonta, muy... No tengo palabras...
- Te entiendo perfectamente, Mislif- sonrió ella-. No te preocupes por disculparte. Yo me siento mucho más culpable que tú.
- Yo...
- ¡No, espera! De verdad, yo quisiera pedirte perdón.
- Ya lo tienes, Elanor- dijo Mislif mirándola fijamente.
- Gracias- sonrió la mujer-. No sólo por eso quiero agradecerte, sino que también por haberme mostrado una forma de ser.
- ¿A qué te refieres?
- Yo nunca he sido valiente; siempre le he tenido miedo al sufrimiento. No he luchado por lo que he querido, por miedo. Y los cobardes deben huir donde sus corazones se sientan seguros. Y hacia allá voy. Tú eres muy fuerte, Mislif, y muy valiente. ¡Lo que yo no he podido lograr! Pero a eso también voy: a tratar de ser un poco como tú.
- Ya lo eres, Elanor- sonrió la joven-. Dices que los cobardes huyen para buscar un lugar mejor para poder, acaso, esconder sus miedo ahí; pero tú, no. ¡Estás luchando por ser feliz! Vas camino a algún lugar, sin saber qué encontrarás. Ya comenzar con esto es un signo de valentía. Estoy segura de que eres más valiente de lo que piensas. También eres fuerte. Lo sé por... por lo que he oído.
- No tanto. Pero aun así, gracias, Mislif. Me das ánimos para continuar. Tal vez nos volvamos a ver. En realidad, eso es lo que espero.
- Regresa, porque estoy segura de que Ithril te extrañará.
- No lo creo- sonrió ella mirando al niño-. Aún es muy pequeño, no me recordará después.
- Pero le hablaré de ti. De la gran y buena mujer que lo cuidó y ayudó a su madre- dijo Mislif.
- Bien. Adiós a ambos. Cuídense mucho. Y, Mislif...- dijo mirándola fijamente-, no te alejes de Legolas. Tiene un miedo horrible a perderte. En realidad, es como un niño pequeño. Necesita de su pilar más importante, aunque no te lo haya demostrado últimamente. Eres la única que lo ha hecho realmente feliz, tenlo siempre presente- Mislif asintió con la cabeza-. ¡Adiós!- dijo Elanor corriendo hacia los demás elfos que la esperaban más adelante.
- Adiós, Elanor, y mucha suerte- murmuró la joven, viendo cómo a lo lejos los elfos se alejaban. Luego se enteraría de que los viajeros iban hacia Lórien y luego al Reino del Bosque de las Hojas Verdes.
- Papá- dijo Ithril, sacando a Mislif de su ensimismamiento.
- ¿Qué?- exclamó ella mirándolo sorprendida-. ¿Qué dices, Ithril?
- Papá, papá...- sonrió el pequeño mirando hacia su derecha. Mislif también miró y pudo ver a Legolas de pie. Sus ojos estaban clavados en los de ella. Ithril, de pronto, comenzó a correr hacia él, quien lo tomó en brazos una vez que llegó-. ¡Papá!- dijo el pequeño.
- ¿Cuándo aprendiste a decir eso?
Mislif dudaba en si acercarse o no, pero no tuvo que hacerlo, pues Legolas llegó a su lado. Estuvieron unos momentos en silencio, mientras Ithril jugaba con el cabello de su padre. Finalmente, Legolas dijo:
- Vi lo que hiciste, joven dama, y me pareció un bello gesto.
- Tenía que hacerlo. No fue nada de cortesía ni formalidad- contestó ella cabizbaja.
- Lo sé bien.
- Legolas, yo...- comenzó Mislif, decidiéndose por fin a decir lo que quería.
- No, espera- interrumpió él poniendo un dedo en los labios de la joven. Rápidamente, y trayéndola hacia sí con un brazo, Legolas la abrazó y aferró, besándola dulcemente-. No vuelvas a dejarme solo, por favor, Mislif. No podría soportar esa lejanía contigo- le dijo una vez separados sus rostros.
- Perdóname...
- Está bien. Yo también quería disculparme.
- No. Yo tuve toda la culpa, más por lo que te dije- interrumpió ella.
- Es que si yo te hubiera dicho la verdad...
- Pero yo fui muy impertinente...
- Lo estamos aburriendo- sonrió Legolas al ver a Ithril bostezando.
- Se veía algo deprimido. Me sentía muy culpable por eso- señaló Mislif.
- Pero ya todo acabó, ¿verdad?
- No todavía falta algo.
- ¿Qué?
- ¡Por Elendil, Legolas!- exclamó Mislif-. ¿Cómo no lo sabes?
- ¿Qué? ¿Quieres beber algo?
- ¡No, por favor!- rió la joven-. ¡No vuelvas a mencionarme esa palabra, y ninguna que tenga que ver con eso!
- ¿Y qué es lo que falta, joven dama?- preguntó él.
- Legolas, amin mela lle- sonrió Mislif-. Mi élfico todavía no es bueno, pero voy aprendiendo de a poco.
- Para mí es más que suficiente- sonrió él antes de besarla nuevamente.
- Mamá...- murmuró Ithril.
- ¿Qué pasa, amor? ¡Oh, es cierto! ¡No hemos almorzado! Ya debe de ser hora, ¿no?
- Supe que habían traído un excelente vino desde Esgaroth- sonrió Legolas burlonamente-. ¡Embotellado hace algunos meses! ¡Las mejores cosechas de uvas en mucho tiempo!
- ¡Por Elendil!- exclamó Mislif, molestándose de manera divertida-. ¡Ya verás! ¡Me lo beberé todo y después tendrás que cargarme como un saco!
- Tengo la espalda algo adolorida...
- Te pasa por trabajar demasiado... Aun así, ¡lo siento, pero no podrás evitar mi ebriedad! Tomaré más que nunca y romperé el límite de los Beórnidas. ¡Ya verás! ¡Por Elendil que sí!
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¡Bien, ese fue un nuevo "subfic" de La Estrella del Norte. Espero que les haya gustado, aunque la idea fue un poco... rara XD... Y espero ansiosa sus reviewssssssssssss para saber qué piensan. Okiles, un besito y nos vemos.
P.D. Los efectos producidos por el alcohol mencionados en este sufic fueron investigados por la autora, y no vividos en carne propia como muchos... (XD) Favor de tenerse muy presente.
