Atrapado en un Momento
Escrito por Natalia

La sensación se hace aparente – tu rostro está cálido, demasiado para lo normal. Reluctantemente emerges de las frías profundidades del olvido, y parpadeas dolorosamente mientras una cegadora luz asalta tus ojos, haciéndolos llorar. Te tropiezas al salir de la cama, pausándote para observar las luces provenientes de la ventana. Una mirada al reloj te muestra que es temprano para ser de mañana.

Dejas caer tus hombros en relajación antes de dirigirte al baño. Dentro te preparas para salir a dar una vuelta sin ser molestado. Para estar solo, igual a esa hora no hay nadie despierto.

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Yoh no quería compañía ese día; eso, él sabía, era extraño teniendo en cuenta su naturaleza sociable. Pero tal vez no era tanto que no quería compañía, sólo que no quería buscarla. Estaba seguro que a sus amigos no les hubiese importado pasar la tarde con él si se lo pedía, pero no haría eso.

No lo haría, porque con ellos tendría que vestir esa mascara humorística, reír cuando no se sentía con ganas y rezar por que ellos no se dieran cuenta de su fragilidad. Esa era la única forma de no preocuparlos; pero a pesar de estar agradecido por su preocupación no la quería, no quería la lastima en sus ojos y la delicada moderación cuando hablaban con él.

Por eso hizo todo lo posible para evitar que sus escudos se desmoronaran. Escondiéndose y odiándose a sí mismo.

A veces era difícil pensar en no pensar.

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Sin nada que hacer, salió por unas horas al mercado, asombrándose yendo a visitar un nuevo local de tortas que abrió en un distrito de Tokio y caminando por algunos centros comerciales. A pesar de todo, logró disfrutar genuinamente, que era algo. Los café de Tokio valían la pena en lo que cobraban.

La buena comida siempre lo ponía de buen humor. Gastó sus últimos yenes en una torta de chocolate y frutillas para el desayuno de mañana mientras los rayos del sol se convertían en rojizos, y decidió volver después de eso.

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Luego de entrar a la casa, se encontró con su prometida, tirada sin gracia en el patio frontal bajo la sombra de un árbol. Un libro yacía abierto sobre su estomago, subiendo y bajando suavemente con el respirar de la muchacha. Yoh sonrió indulgentemente ante la imagen.

Se sentó al lado de la durmiente joven, preguntándose porque había decidido ponerse a dormir aquí en vez de en su cómoda cama. Anna lo confundía. Pero apreciaba a su prometida inmensamente, mucho ya que ella fue la única que nunca necesitó que él fuera otra persona.

Lentamente, como si se estuviera moviendo bajo el agua, estiró su mano y tocó su brillante cabello, sintiéndolo atravesar por sus dedos como hilos de sombra. Era un lindo sentimiento. Todo esto se sentía bien, encerrado en un momento donde era posible imaginar que la paz era realidad. No importó que tan efímero fuera; la cosa importante era que lo había conocido.

"... Tardaste en regresar." La voz estaba llena de sueño y áspera.

Retiró su mano y miró a los cansados ojos negros. "Lo siento. No sabía que me esperarías."

"No tenía pensado hacerlo." Anna se sentó, alejando la mirada en obvia incomodidad, y él tuvo que morderse el labio para evitar reírse. ¿Por qué las personas más fieras eran siempre tan malas al mentir?

"Recién fui al mercado," dijo en forma de conversación, señalando la bolsa que contenía el postre. "¿Quieres algo de torta?"

Una mirada de irritación. "No."

"Deberías comer azúcar – talvez te pondrías más dulce." Esquivó una violenta cachetada, agradeciéndoles a los dioses que los reflejos de Anna aún estuvieran medio dormidos. El silencio prevaleció, pero era uno cómodo, uno que parecía empapar los gruesos rayos dorados.

"Na..."

"¿Qué?"

"¿Por qué me estabas esperando? ¿Pasa algo malo?"

Ojos negros lo miraron seriamente. "No."

"Entonces-"

"Sólo pensé que querías compañía," su prometida dijo calmadamente. "Pero conociéndote, eres muy perezoso como para ir a buscarla tu mismo."

Queridos dioses, era tan fácil reír a su lado, tan fácil querer abrazarla ya que era tan preciada y podrían sacársela y él estaría solo y-

"... Gracias," dijo finalmente, eso siendo todo lo que podía lograr. "¿Vamos a comer?"

"Si vos cocinas."

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Te acuestas y apoyas tu cabeza sobre las piernas, ignorando las amenazas de asesinato de la dueña. Y seguro, deja de protestar después de unos momentos. El sol se está ocultando bajo el horizonte, pero a ti no te importa; hay suficiente tiempo para estar afuera antes que anochezca. Escuchas los suaves y tranquilos respiros de aquella que esta a tu lado con tus ojos cerrados, y estás en paz, porque los fantasmas se han ido por un minuto y no estás solo, y tienes el conocimiento de que nunca estarás solo siempre que ella se quede contigo.

Y estás feliz. Todo esto, se siente bien.

... Y el sol ya no lastima.

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Notas de la Autora:

Uno de las pocas historias cortas que hago desde el punto de vista de Yoh. Aunque es un poco extraña la forma en que lo redacte, aún así me gusto.

Ahora saber que piensan ustedes, así que ¡a mandar reviews!