Capítulo 4:
Las preocupaciones de Dumbledore
Llegando ante la gárgola, que guardaba la escalera móvil, Harry y sus amigos descubrieron instantáneamente que no eran los únicos en haberse dirigido allí.
Casi la clase de quinto de Gryffindor al completo se había reunido en el pasillo ante el despacho de Dumbledore y Harry pudo incluso vislumbrar a Draco Malfoy con otros cinco Slytherins, un poco apartados y haciendo lo mejor que podían para mirar con rencor a los Gryffindors. Sin embargo, fallaban miserablemente en transpirar la cara de desprecio habitual, desde que estaban demasiado ocupados tratando de ocultar su evidente preocupación. No es de extrañar, pensó Harry. Snape puede ser el Jefe de la Casa Slytherin, pero el hecho de que les hubiese deducido 120 puntos no era fácil de digerir y simplemente no lo aceptarían, Snape o no.
Por el contrario, los rostros de los Gryffindors no mostraban más que abierta indignación. Todos se erguían en pequeños grupos discutiendo, subrayando sus ruidosas palabras con una enorme gesticulación.
Pero cuando Harry y sus amigos se acercaron y los otros estudiantes lo advirtieron, las discusiones murieron inmediatamente y Neville se acercó ellos a toda prisa.
"¿Sabéis la contraseña?"
"Sí," respondió Harry. "Si Dumbledore no la cambió en el último mes, la sé. Hace tres semanas me hizo subir, porque estaba preocupado por mi seguridad."
Neville asintió con comprensión y el resto de los Gryffindors se hicieron a un lado, abriendo un pasillo, para dejar a Harry, Hermione y Ron acceso a la gárgola.
"Creo que sería mejor si no fuéramos todos al Director," añadió Lavender Brown. "Un pequeño grupo probablemente conseguiría más resultados y parecería menos una invasión."
Un bufido de risa desmayada vino de la dirección de los Slytherins.
"Entonces mejor enviad a Potter. El viejo come de su mano de todas formas. Nuestro dorado Gryffidiota seguramente le convencerá de que nos devuelva nuestros puntos." La voz y expresión de Draco eran despreciativas y venenosas, mientras consideraba al Gryffindor con la nariz en alto, los brazos cruzados sobre el pecho.
Un intenso silencio cayó sobre el grupo y todos los ojos se movieron hacia Harry. Él sabía demasiado bien que el Director ya le había dejado salir impune de bastantes cosas. Pero sólo unos pocos de los otros pupilos sabían que Dumbledore conocía toda la experiencia que él había reunido en la lucha contra el lado oscuro. Se había enfrentado y arriesgado mucho en su corta vida, porque él estaba en la lista de alta prioridad de personas que Voldemort quería ver muertas. Por ello conseguía conocer secretos y cosas, de las que los otros estudiantes no tenían idea. Probablemente no porque la preferencia del Director hacia él, como pensaban los Slytherin, sino para proteger a los otros estudiantes. Permitiéndoles alejarse del lado espeluznante de la guerra que se aproximaba rápidamente.
Harry no tenía ese lujo. Él estaba en peligro y tenía que ser capaz de defenderse él mismo si fuera necesario, y por ello se le confiaban, pero también le cargaban, con más detalles. Harry habría cambiado de lugar con los otros estudiantes inmediatamente porque su indeseada celebridad venía con muchas penas y peligros.
Contrariamente a los otros, él ya no podía ser un niño normal, con preocupaciones que no pasaran del próximo examen escolar o salir con chicas.
"Sí, y Harry ya ha luchado con Tú-ya-sabes-quien y sobrevivió, mientras que tú has fingido estar medio muerto después de no recibir más que un arañazo de un hipogrifo," siseó acaloradamente Ron a Draco.
El rubio Slytherin dejó escapara un aullido de rabia y se acercó precipitadamente a los Gryffindors. Harry, reconociendo la pelea que se aproximaba, se giró rápidamente hacia la gárgola. "¡Chupachup!" gritó y la gran estatua saltó a un lado inmediatamente, revelando las escaleras rotatorias hacia el despacho de Dumbledore.
Harry agarró a Ron, que estaba esperando a Draco con los puños apretados y fuego en los ojos, arrastrando a su amigo a través de la abertura. Hermione les siguió rápidamente y el resto de los Gryffindors bloquearon a Draco hasta que la gárgola había vuelto a su antiguo lugar, bloqueando efectivamente la entrada.
Afortunadamente, Ron no parecía demasiado disgustado por la perdida pelea con Draco, desde que estaba sonriendo ampliamente. "Que bien que esa rata Slytherin no vaya a venir a ver al Director. Por mí puede gritar y berrear hasta que se le ponga la cara verde." Ron estuvo silencioso por un rato hasta que de repente se rió ruidosamente. "Entonces encajaría incluso mejor en su casa."
Harry rió y se volvió a mirar a su amigo todavía sonriente. Incluso Hermione se estaba riendo locamente.
Cuando alcanzaron el extremo superior de las escaleras y encararon la gran puerta de roble, que conducía a la oficina de Dumbledore, su buen humor se desvaneció a la vez y recordaron porqué habían venido aquí en primer lugar. Harry llamó a la puerta, que el viejo Director abrió poco después. Bajó la mirada hacia ellos con ojos inquisitivos, benevolentes y brillantes. Hermione parecía estar casi tan indignada como había estado en las mazmorras.
"¿A qué debo el honor de vuestra visita, niños?" preguntó el director, mientras se hacía a un lado y les invitaba a entrar en la habitación con un gesto. "Vamos, entrad y tomad asiento. ¿Queréis un poco de té? Tengo algo aquí que simplemente tenéis que probar."
Harry y sus amigos asintieron educadamente, entrando en la gran habitación circular que estaba atestada de libros y toda clase de chucherías en estantes, llenando casi la pared entera.
Dumbledore les condujo hacia un sofá estampado con flores azules y de aspecto acogedor con una mesa de té, situado junto a la ventana a la izquierda del escritorio de Dumbledore.
Entonces el director entró por una pequeña puerta en una habitación adjunta sólo para volver un minuto más tarde. Tenía su varita dirigida a una bandeja que flotaba detrás de él, como un perro amarrado a una correa y que llevaba una colorida tetera así como cuatro tazas.
Con un vaivén de su varita, el viejo mago dejó la bandeja sobre la pequeña mesa de té y entonces la apuntó hacia la alfombra enfrente de la mesa de té, encarando el sofá.
"Aparere sedile."
Instantáneamente los dragones y fénix verdes, rojos y dorados tejidos en la alfombra se echaron a un lado y un butacón, a juego con el sofá, creció del suelo. Dumbledore se hundió en él y extendió la mano hacia la tetera bellamente pintada y llenó las tazas con un fluido oscuro y humeante.
"Es una vieja receta de familia. Mi bisabuelo era un auténtico maestro haciendo té," anunció alegremente.
Parecía un tanto absurdo imaginar al bisabuelo de un hombre de 150 años de edad, pero los tres niños no hicieron ningún comentario. Cada uno tomó una taza, sorbiendo el supuesto té con una pizca de sospecha.
Después de vacilar al principio, Harry tuvo que admitir que el sabor del brebaje era bastante peculiar, aunque no malo. El té olía como a canela, pero mientras lo bebía, Harry tuvo más bien la impresión de vainilla, aunque con un suave regusto frutal.
"¿Fresa?" preguntó Hermione, después de tomar un sorbo indeciso.
"Ni hablar. Es chocolate," protestó resueltamente Ron.
Los ojos de Dumbledore brillaron mientras sonreía con felicidad. "Este té cambia de aroma todo el tiempo. Es una verdadera ventura cada vez. Casi como las grageas de todos los sabores de Bertie Botts, con la única diferencia de que nunca tendrás un sabor que no te guste con este té. Así que, si a alguien no le gusta el chocolate, nunca tendrá ese sabor, aunque otra persona que le guste puede muy bien conseguir ese aroma.
Harry se aclaró la garganta para lograr la atención de Dumbledore y volvió a poner su taza cuidadosamente sobre la mesa. Tan fascinante como pudiera ser este té, estaban aquí por otra razón. "Profesor Dumbledore. Nosotros – quiero decir, nuestra clase, tiene un problema."
Intrigado, Dumbledore levantó una ceja, reclinándose en su butacón. "¿Qué problema podría posiblemente afectar a la clase entera?"
"Snape... quiero decir, el Profesor Snape," se adelantó Hermione. "Estuvo terrible durante la clase de hoy."
El director no pudo contener la risa baja escapando de su garganta. "Creo que eso apenas es un suceso inusual."
"Sin embargo esta vez fue diferente. Le quitó 280 puntos a Gryffindor. Y fue sin ninguna provocación o razón en absoluto."
"Suspendió mi redacción y la de Harry sin ni siquiera mirarlas, y Hermione ha suspendido también, sólo porque era más larga de lo que él había pedido," intervino Ron.
"Y cuando hicimos el más ligero ruido, volcó su escritorio y nos echó de las mazmorras," añadió Hermione.
"Incluso descontó 120 puntos de Slytherin," concluyó Harry.
La expresión del viejo mago se había oscurecido visiblemente durante su relato. El brillo de sus ojos se había apagado y él se encerró en sí mismo, mirando tristemente hacia delante.
Después de un rato, Dumbledore volvió a poner su taza lentamente sobre la mesa y se puso de pie en silencio. Se acercó a la gran ventana, mirando distraídamente hacia el exterior, de espaldas a los adolescentes.
"Por supuesto, os devolveré a vosotros y a los Slytherins los puntos y hablaré con Severus al respecto. Prometo que esto no se repetirá. Podéis hacérselo saber a los otros."
La voz del Director, por una vez, no tenía la alegría y ligera malicia usuales, sino que sonada triste y rota.
Harry intercambió una mirada preocupada con Ron y Hermione. "¿Qué es lo que va mal, señor Director?"
Dumbledore suspiró profundamente pero no se volvió, todavía mirando hacia algún lugar fuera de la ventana. "Creo que he juzgado mal algunas cosas, eso es todo."
"¿Juzgado mal?" se hizo eco Ron.
"En el fondo, Severus no es una mala persona, ¿sabéis?" dijo Dumbledore distraídamente. "Simplemente ha sido demasiado duro consigo mismo. La vida no ha sido gentil con él y aprendió a sobrevivir siendo fuerte y no inclinándose ni cediendo jamás. Nunca aprendió una forma diferente de hacer frente a todo. Prácticamente había mamado en la leche de su madre el ser orgulloso y mantener la cabeza alta. Siempre ha sido así, incluso en la escuela."
El Director suspiró antes de continuar. "Después del 'accidente' con Lupin fue precisamente este orgullo lo que le condujo a Voldemort. Había sido demasiado ambicioso y seguro de sí mismo para su propio bien, justo como de hecho son la mayoría de los Slytherins. Hombres como Severus han sido criados para dominar y nunca mostrar debilidad bajo ninguna circunstancia. Al someterse a Voldemort, a Severus se la había garantizado un poder y un sentido de satisfacción y justicia que yo le negué. El incidente de la Casa de los Gritos le había conmocionado terriblemente, y cuando yo le quité importancia, le convertí en víctima por segunda vez. Rechazar a Voldemort significó para Severus renunciar a este poder, su autoestima y gran parte de su orgullo. Voluntariamente y a sabiendas se degradó delante de otros, especialmente el Ministerio. Esto ha dejado una gran cicatriz en el alma de Severus y su actitud hoy no es mucho más que un instrumento para protegerse, y para mantener y experimentar lo que le queda de su orgullo. Todo lo demás sería una señal de debilidad, lo que ha sido negado y considerado impensable durante toda su vida."
Finalmente se volvió, mirando intensamente a los tres estudiantes. "No me malinterpretéis. Confío en él con mi vida y ha hecho tanto por nuestra causa sin conseguir jamás mucho a cambio. Desafortunadamente temo que este es parte del problema. Es perfectamente consciente de que yo soy el único que le quiere aquí sinceramente. Todos los demás a lo sumo le toleran. Incluso en mi caso él cree que favorezco su actuación como espía sobre su persona. Se le ha necesitado, pero no se le ha querido. Ni de un lado ni del otro. El ministerio probablemente le encerraría en Azkaban en un abrir y cerrar de ojos, si no fuera por mí o Hogwarts, y él es perfectamente consciente de ello también. Por supuesto, Voldemort también le utiliza a él y sus conocimientos, pero al contrario que en nuestro lado, allí consigue poder como recompensa. Y ahora parece como si Voldemort estuviera ganando la guerra. Esto básicamente está destrozando a Severus. Parte de él lucha con la tentación del lado oscuro, mientras otra parte de él está más que insegura..." De nuevo el Director hizo una pensativa pausa antes de continuar. "El lado oscuro y su promesa de fama y poder es fuerte, y cuando alguien ha estado en él esta persona tendrá que luchar durante toda su vida. Poder sobre otros es una fuerte sensación que puede ser bastante adictiva. La llamada del lado oscuro es fuerte, y cuanto más fuerte se hace Voldemort, más fuerte es el deseo de justicia de Severus. Su justicia, la que puede devolverle lo que perdió, la única cosa que poseyó jamás, su dignidad."
Los tres amigos habían estado escuchando en parte temerosos, en parte fascinados.
"¿Con eso quiere decir que Snape volverá con Voldemort, señor?" preguntó Harry.
Dumbledore inspiró profundamente. "Sinceramente espero que no llegará a eso. Una vez respondí por él ante un tribunal y de esa manera le salvé la vida. Le he dado un trabajo y una razón para seguir adelante, y es por eso que, en su forma de comprender las cosas, está en deuda conmigo. En realidad yo tengo con él una deuda igual de grande, pero él siempre consideró su deuda mayor que la mía. Esto es lo que le mantiene de nuestro lado. Tenéis que saber que su sentido del honor es tan fuerte como su orgullo. Sólo espero que sea suficiente, de manera que no actúe en contra de mi voluntad."
"¿Y si lo hace de todas formas?" preguntó Hermione dubitativa.
Dumbledore sonrió tristemente. "Entonces eso sería la prueba de que soy un mal juez del carácter y tendría que entregarle al ministerio."
Harry tragó saliva. Era creencia común que el Director era demasiado confiado. Dumbledore siempre había confiado ciegamente en Snape y Harry no se atrevía a imaginar lo que tomaría hacer al viejo mago dudar de la lealtad del maestro de pociones. Involuntariamente, pensó sobre la escena previa de que había sido testigo entre Snape y Sirius.
"Profesor Dumbledore..." vaciló. ¿Debería hablar realmente sobre esto? Pero era vital que Dumbledore tuviera toda la información disponible si Snape estaba en peligro de volver a cambiar de bando. El Maestro de Pociones siempre había sido un hombre enfadado y amargado, pero Harry prefería que le quitasen puntos a recibir una de las maldiciones Imperdonables. Sin mencionar que le rompería el corazón a Dumbledore si Snape realmente les traicionaba. Harry nunca había comprendido por qué, pero el viejo mago realmente parecía importarle mucho Snape.
"¿Sí, Harry?" le incitó suavemente Dumbledore.
Harry intercambió una mirada significativa con Ron, antes de respirar profundamente y empezar a hablar. "Ron y yo hemos escuchado a hurtadillas a Snape, mientras amenazaba a Sirius."
Dumbledore asintió atentamente. "Sí, Sirius me ha hablado sobre este encuentro. Severus parecía estar bastante... ejem... amargado, me dijo."
Lo que tenía que ser el eufemismo del Siglo, pensó Harry, pero estaba contento de que el Director no comentara el hecho de que él y Ron habían infringido el toque de queda. Porque si Sirius le había hablado sobre la pelea, entonces Dumbledore estaba al tanto de que esto había sucedido en mitad de la noche.
"Eso no es todo," continuó. "Después de que Sirius se hubo marchado, Snape se apretó el antebrazo izquierdo, diciendo que no le necesitaba a usted, señor. Y, aunque no sé si es importante, pero él llamó a Voldemort el Señor Oscuro en tono admirativo."
Después de oír esto, Dumbledore fue hacia su escritorio y se dejó caer pesadamente en su silla, haciéndola gemir bajo el repentino peso. El Director cerró brevemente los ojos como para reunir alguna fuerza interior. Entonces volvió a mirar a los tres adolescentes. "Por favor, volved ahora y decidles a los demás que se les devolverán los puntos. Mandaré llamar a Severus ahora mismo. Hay algunas cosas que necesito discutir con él."
Harry y sus amigos asintieron con preocupación y abandonaron la oficina en silencio.
