Anita Puelma: ¿Se puede ser Gryffindor y amar a un mortífago? Creo que para JKR no, pero nosotros hacemos lo que queremos... ¡viva el todo es posible! Suerte en tu sombrero seleccionador.

Anna Potter, Lilith, Nevi: espero que disfrutéis mucho este capítulo, al final hay una dulce cascada de limón. Besos.

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¿Hacia dónde puede dirigirse veinte robots que huyen por una fábrica de caramelos? Pues a las cascadas de chocolate, naturalmente. Voldemort tenía una idea...

Los cinco de Hogwarts llegaron a la sala donde el cacao líquido se batía en cascadas de diferentes colores y texturas.

-Pero, ¿dónde están?- se preguntó Hermione.

-No los veo por ninguna parte- apuntó Hagrid.

-Y sin embargo, están aquí- dijo Severus.

Una araña de cosquillas recorrió toda la columna vertebral de Harry... ¿es que iba a pasarle eso cada vez que hablara Severus? Bueno, no le importaba tanto... Hermione se dio cuenta en seguida de la expresión fascinada de su amigo, que no quitaba la vista de Snape.

-Harry... ¿estás bien...?- intentó preguntarle la rubia.

Pero no le dio tiempo. En seguida salió, de cada cascada de chocolate, una criatura el triple de alta que un robot normal, pero mucho más ancha, con una espesa cobertura de chocolate cremoso. Parecían gigantescos muñequitos de Santa Claus.

-Son cuatro... -explicó Snape – creo que cada una de ellas está compuesta por cinco robots acoplados. Vamos a tener que cambiar de táctica: ya no será tan fácil acceder a sus baterías, porque no sabemos a qué altura están, ni convertir el metal en otra cosa, porque no podemos verlo... ¿alguna idea, señorita Granger?

Hermione, muy honrada por la petición de ayuda, pensaba a ritmo de examen, mientras los robots se acercaban peligrosamente. Hagrid, por su cuenta, arrancó una pesada cañería de metal y se arrojó hacia la criatura de chocolate con almendras.

Harry se dio cuenta de que Lena había traído su escoba, y se la pidió. La chica estaba paralizada por el terror y no se separaba de Hermione, mientras esta deliberaba con Snape.

Entonces Harry se echó a volar. Era muy difícil, porque el techo de la fábrica no era tan alto como el cielo y por los numerosos obstáculos que encontraba. Pero los retos eran el mejor combustible para el chico de los ojos verdes: pasaba casi rozando a los robots, enfureciéndolos, mientras Hagrid destrozaba a golpes a uno de ellos. Así les daba tiempo para pensar a Hermione y Snape.

-Una alteración en la materia del chocolate, que lo fundiera totalmente, los haría deshacerse de él, y así volveríamos a ver su parte metálica, y podríamos actuar como antes- propuso Snape.

-Buena idea. ¿Empezamos por el que está a punto de matar a Harry? Creo que es de chocolate con nata.

Hermione y Snape lanzaron a la vez un hechizo que licuaba el chocolate y la nata. Efectivamente, al fundirse estos en chorros, de debajo salió una criatura compuesta de cinco robots, sirviendo dos de ellos de piernas y de cadera, otros dos de brazos, que resultaban muy largos, y uno más de tronco y cabeza.

Entonces se concentraron en convertir toda esa masa metálica en papel de nuevo. Pero era un esfuerzo que requería mucha energía, así que tardaron cierto tiempo. Y no se dieron cuenta de que otra criatura, la de chocolate blanco, se colocaba lentamente a sus espaldas.

Hagrid casi había terminado con el muñeco de chocolate con almendras. Sólo le quedaba uno de los robots individuales. Pero era duro de pelar: se había colocado tres baterías, de los robots caídos, y era el triple de poderoso.

Harry, por su parte, estaba consiguiendo aturdir mucho a la criatura de chocolate negro: le hacía girarse a buscarlo de manera que se golpeaba contra las cañerías. Era una masa torpe, sin mucha visibilidad ni agilidad. Al lado de la de Harry, su capacidad de reacción era la de un anciano que intenta matar una mosca. "Pero a veces los ancianos consiguen matarlas", se recordó a sí mismo Harry.

Hermione y Snape transformaron los cinco robots en papel, que se deshizo en seguida al estar situado encima de un gran charco de chocolate líquido y templado. Pero no pudieron cantar victoria mucho rato: unas manos de dos dedos de chocolate blanco los levantaron en el aire. Lena se puso a gritar, alertando a Hagrid.

Harry se asustó al ver los ropajes negros de Severus colgando en el vacío, recortados contra el fondo cremoso del chocolate blanco. Pero tuvo una idea, y volando rápidamente, se fue de la sala.

Hagrid terminó con el robot triple de un último y contundente golpe en las tres baterías. Este soltó una especie de gemido antes de caer al suelo. Para los robots, sus baterías son como los...

Sólo quedaban dos criaturas: la de chocolate blanco y la de chocolate negro. En manos de la primera, Hermione y Snape murmuraban rápidamente el hechizo licuador: cuando la masa blanca se deshizo y cayó al suelo, las manos del robot fallaron, dejándolos escapar. Ambos cayeron al suelo entre una gran cascada de chocolate blanco.

Hagrid intentaba entretener al dulce de chocolate negro, pero le empezaban a fallar las fuerzas. Lena gritaba de pánico, porque Hermione y Snape estaban muy atrapados en la masa pegajosa... El robot negro le dio un puñetazo brutal a Hagrid, que casi lo derriba. Todo iba mal...

Y entonces llegó Harry.

...oooOOOooo...

Harry recordó a tiempo los carros preparados con almíbar disolvente que estaban en la sala de máquinas, y fue a buscarlos. Afortunadamente, estaban cerca.

Entró con uno de ellos en la sala de las cascadas, y utilizó el chorro transparente de almíbar para liberar a Severus y a Hermione de su trampa pegajosa. Los dos se levantaron tosiendo, casi ahogados, pero parecían estar bien.

Luego dirigió la manguera hacia el robot negro, que sintió con rabia cómo se le iba fundiendo el chocolate. Se dirigió hacia Harry, con su actual forma metálica muy furiosa, pero el chico lo volvió a esquivar volando con la escoba.

Hermione y Snape, ya recuperados, tardaron muy poco tiempo en convertir al polirobot que les había atacado en papel. Lena, muy a tiempo, agarró la manguera de almíbar y lo disolvió. Los tres suspiraron de alivio.

Sólo quedaba ya el robot múltiple que estaba persiguiendo a Harry. De repente, un error del muchacho con la escoba de Lena, a la que no estaba acostumbrado, casi le arroja al suelo, cosa que aprovechó el robot para agarrarlo por la ropa, y acercarle peligrosamente sus cuchillas silbadoras...

Pero cuando las cuchillas llegaron a la piel de Harry, ya eran de papel. Casi al mismo tiempo, una ducha de azúcar frío derritió lo que quedaba del robot... o casi.

Harry cayó desde la altura donde estaba, pero no al suelo: los fuertes brazos de Severus Snape estaban preparados para recibirle.

Mientras Hermione, Lena y Hagrid gritaban de alegría, Harry miraba fijamente a su profesor, refugiado en sus brazos.

-Me gustaría quedarme así siempre- murmuró, para que sólo Severus pudiera oírle.

Severus sentía la mirada serena de harry, y todos y cada uno de los músculos del chico reposando en sus brazos...

-Profesor, creo que ya puede soltar a Harry- dijo Hermione.

Snape enrojeció hasta la raíz de su cabello negro... y soltó a Harry.

Los cinco celebraron su victoria durante un rato, entre risas y comentarios de las mejores jugadas. Después, Hagrid se dio cuenta de lo tarde que era.

-Debo ir a informar a Dumbledore. Además, necesitan los thestrals para una exhibición en la embajada... Tenemos que irnos ya. Pero no tenemos caballo para ti, Harry.

-No te preocupes, Hagrid. Yo lo llevaré de vuelta- dijo Snape, con un pequeño temblor en su voz.

Lena, Hermione y Hagrid se despidieron, y volvieron a montar en los thestrals. Emprendieron el vuelo, saludando con la mano...

...oooOOOooo...

Severus, agotado por un día que le había exigido demasiado, se situó debajo de una gran cascada de chocolate frío y le dio un gran trago. Eso le hizo sentir mejor. Toda su túnica estaba desgarrada, chamuscada y arrancada, así que se la terminó de quitar. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan fatigado, tan al borde del derrumbamiento. Pero la caricia del líquido le estaba ayudando a que sus músculos se relajaran, con un suave masaje líquido.

¿Pero era el chocolate capaz de maseajear tan cuidadosamente sus riñones, su columna vertebral, sus hombros...? Snape se dio cuenta de que esos dedos pertenecían un humano llamado Harry. Pero estaba tan a gusto... no quería detenerle aún...

-Tienes demasiados nudos... no deberías estresarte tanto, Severus- le dijo Harry mientras seguía trabajándole la espalda, provocando la sonrisa de su profesor.

-Es verdad, procuraré tomarme mi trabajo menos en serio... ahí, sigue ahí... ahhh...

Severus dejaba escapar suspiros de placer, que hacían muy feliz a Harry. Lentamente, éste extendió su masaje hasta otras zonas, activando ciertos puntos muy sensibles de su anatomía.

-Harry, espera un momento, para... esto no puede ser...

-Severus, escúchame tú a mí, ¿de acuerdo? Sé perfectamente que estoy bajo los efectos de una poción, pero eso no impide que me sienta maravillosamente bien, mejor que nunca en mi vida. Ahora soy feliz contigo, y siento, sé que tú también; y ahora, en este preciso momento, necesito estar contigo.

-Pero luego podrías arrepentirte, Harry...

-Y si fuera así, podrías borrarme ese recuerdo, ¿verdad?

Harry hablaba muy razonablemente, cosa extraña para quien está bajo los efectos hipnóticos de un filtro. Snape se preguntaba si era posible que se le hubiera pasado ya el efecto: desde luego, por su cordura, lo parecía. Pero no por sus intenciones...

Era demasiado, simplemente; demasiado bonita la idea de que Harry pudiera querer estar con él sin la intervención de ningún hechizo. Pero Snape se quitó esa idea de la cabeza. Harry le acariciaba con su expertos dedos de buscador, y todo lo demás pasaba a segundos, terceros planos... en un instante final de lucidez, Severus se dio cuenta de que si cedía, si se unía a Harry, después tendría que soportar ese recuerdo durante el resto de una vida gris, y se estremeció de miedo, pero fue más fuerte otro estremecimiento, el causado por la boca de Harry que lamía lentamente el chocolate que se deslizaba por su piel, alrededor de su ombligo... y Severus Snape, por primera vez en su vida, se dejó llevar.

Los dos cuerpos desnudos se mezclaron con el chocolate, buscándose y frotándose, disfrutando del doble placer de las caricias frías y de las cálidas. Los brazos de Harry temblaban al intentar apropiarse del cuerpo de Severus, buscando lugares que le causaran placer, y su boca lamía muy lentamente el cuello del profesor, para apartar el dulce chocolate y llegar hasta su piel.

Al cabo de un largo rato, la necesidad de un contacto más intenso se fue haciendo urgente. Severus tomó a Harry de la mano y lo condujo hasta una cascada más pequeña, que parecía de agua, pero que olía a perfume de cáscara de limón y azahar.

Se fueron quitando el chocolate el uno al otro, acariciando cada rincón de sus cuerpos, por escondido que estuviera. La urgencia de sentir toda la superficie de Severus, de poder tener un contacto total, era demasiado intensa para Harry, que acercaba su cuerpo al de su maestro para buscar superficies de roce que les hicieran gemir. Las pruebas irrefutables de su excitación se erguían, una contra la otra, pidiendo un abrazo más estrecho...

Entonces Severus, con todo su cabello mojado, y sus ojos brillantes de excitación y deseo, se arrodilló ante Harry, y empezó a lamerle y a besarle entre las piernas. El chico se sentía desvanecer: la hábil boca de Severus le estaba haciendo descubrir colores del placer que ni siquiera había imaginado que existieran.

-Severus... me tienes... soy tuyo...- susurraba Harry, como si el placer le arrancara esas confesiones.

Severus temblaba al oírle. Ojalá, pensaba; ojalá pudieras ser mío más allá de hoy.

Harry acarició el cuello de Severus, y lo guió hacia arriba. El profesor le miró.

-Quiero que me hagas tuyo- dijo el chico, febril, estremecido- lo necesito, Severus...

Eso fue demasiado para el profesor, cegado de deseo. Con un gesto, derribó a Harry y lo hizo caer boca abajo en la laguna de agua de limón. Entonces recorrió todo su cuerpo con sus manos ávidas, y no sólo con sus manos...

-Relájate. Te prometo que el dolor sólo dura un instante- le susurró Severus cerca del oído.

-No me importa, necesito sentirte dentro, por favor...

La súplica de Harry encendió tanto a su profesor que no tuvo más remedio que hacerle caso. Harry emitió un delicioso sonido, que podía ser tanto de dolor como de placer. Y, lentamente, Severus empezó a moverse dentro de él, mientras le acariciaba lentamente los pezones con las manos. La cascada de agua caía exactamente encima del miembro de Harry, provocándole un placer desconocido, que se expandía cada segundo.

Los gemidos de Harry estallaban en los oídos de Severus, que aceleraba cuidadosamente su ritmo interior. Harry se sentía a la merced de Severus, y esa sensación le embriagaba, quería pertenecerle completamente... Entonces sintió una mano precisa y cálida cerrándose sobre su centro, abrazándolo... Severus le tocaba deliciosamente al mismo tiempo que multiplicaba sus golpes, que llegaban muy dentro de Harry, manteniéndole en una delicada tensión entre el placer absoluto y el principio del dolor.

Pero Severus supo inclinar esa balanza hacia el lado del placer. Con unos pocos movimientos perfectamente calculados, consiguió que Harry se volcara, sintiéndose más que nunca bajo el control de Severus. Al ver cómo Harry se deshacía, Severus no quiso esperar más, y se vació por completo dentro de su amante, con un largo e intenso suspiro de goce. Llevaba tanto tiempo deseándolo...

Se abrazaron, con fuerza, como si los dos tuvieran miedo de perder al otro. Pero después se miraron, y rieron.

-¿Quieres una cerveza de mantequila? Hay un bar muy cerca- le sugirió Severus.

-De acuerdo- respondió Harry, agotado y aturdido, pero con una sonrisa resplandeciente en su rostro.

...oooOOOooo...

Salieron a la explanada de la fábrica, ya vestidos con sus ropas reparadas mediante magia. Quedaba muy poca gente ya, a la que Severus tranquilizó. También colgó un cartel de "cerrado".

-Sin embargo, tengo otros proyectos para los que necesitaré a mucha gente, hasta que volvamos a abrir la fábrica- le dijo a Violette.- Comuníqueselo a los demás.

-Muchísimas gracias, Señor- dijo Violette.- ¿Está usted bien?

-Mejor que nunca- respondió Snape, mirando de reojo a Harry, que le sonreía.

Entonces, caminando con dificultad, apareció una figura doblando la esquina de la fábrica. Debajo de toda la mugre aceitosa y con olor a dulcería, pudieron reconocer a Ron.

-Bueno, ¿qué tal esa visita?