Muchas gracias, Edisev. Ya leí varias de tus historias. Síguele! Severus power!
Besazos para Lilith y Anna Potter. Espero que os guste este sábado de sorpresas… -------------------------------------------------------------------------------
Por fin llegó el sábado por la mañana. Harry había quedado con Severus en una sala del castillo que normalmente estaba vacía y tranquila: la que albergaba la colección de minerales. Efectivamente, cuando llegó Harry, no había nadie aún.
Le había sido muy difícil decidir qué ropa ponerse, temiendo que un aspecto excesivamente muggle desagradaría a Severus. Así que optó por unos pantalones negros de corte japonés que le había prestado Dean, del uniforme Kendo Mágico, y una camisa gris oscuro, cuyos dibujos parecían moverse. La había comprado hacía tiempo, pero nunca encontraba ocasión de ponérsela. En conjunto, parecía mayor y más seguro de sí mismo, estaba satisfecho.
Snape entró en la habitación por una puerta secreta. Lo primero que hizo fue devorar a Harry con los ojos. "Vaya, qué aspecto más elegante para variar, Señor Potter; espero que ese cambio exterior refleje una mayor madurez en su actitud", parecía decirle, pero también parecía decirle "sólo tengo ganas de verte sin esa ropa, pero voy a disfrutar de la espera….". La realidad es que no dijo nada.
Harry sentía los ojos clavados en él como focos de fuego negro.
-Bueno, ¿Dónde vamos a ir?- preguntó Harry, un poco nervioso y un poco asustado.
-Es… una especie de sorpresa… sígueme.
Snape volvió a entrar por la puerta secreta del muro, y Harry fue detrás, pero el pasadizo no era como esperaba. El chico de los ojos verdes estaba acostumbrado a largos corredores con olor a humedad, pero este pasadizo secreto estaba perfectamente iluminado y ventilado. Estaba claro que era para uso de profesores… y que lo frecuentaban. Por eso casi nunca los veían el los pasillos normales.
-Con este camino saldremos al bosque, y una vez allí usaremos un pequeño translador. Por cierto, Harry…
-¿Sí?
-Hueles realmente bien. ¿Qué poción es?
Harry se sonrojó. Era un perfume muggle para hombres que nunca usaba, por ser demasiado fuerte, llamado "Roma". Pero se había puesto muy poco…
-Profesor, su olfato es realmente agudo.
-Sí, es verdad y es un castigo. Pero háblame de tú, Harry. Llámame Severus.
El túnel era largo y estrecho. A veces, Harry tenía que elegir entre apretarse contra su profesor o quedarse detrás. Siempre escogía acercarse más.
Una de esas veces, de repente, Severus se detuvo. Su rostro estaba a diez centímetros del de Harry, y sus cuerpos tan pegados el uno al otro que sentía en ritmo del corazón del otro. Severus cerro los ojos y respiró el olor de Harry…
-Sí, está el perfume… pero debajo de ese olor está tu olor, la verdadera alma de tu cuerpo…
Harry tragó saliva. Una cosa era actuar locamente bajo los influjos de un filtro, y otra muy distinta enfrentarse a 198 centímetros de Severus Snape empotrándote contra una pared mientras de deleita con tus olores más recónditos. Se sentía como un cervatillo acorralado por un cazador. Y le encantaba temblar de miedo…
-Salgamos de aquí. Dumbledore se entera de todo lo que pasa en Hogwarts- murmuró de pronto Severus.
Harry salió de su trance, y continuó caminando, pero con un poquito más de dificultad.
…oooOOOooo…
Entre risas, las dos amigas se adentraron en el bosque prohibido. Lena estaba un poco asustada, pero Hermione le había demostrado ya que con ella estaría protegida. Les salió al paso una araña gigante, pero Hermione hizo aparecer un filete de mosca y la araña se distrajo bastante.
Habían llegado a un claro del bosque, que no parecía diferente de los demás. Pero Hermione buscaba pequeños detalles: cierta hiedra trepando por un árbol, una piedra de determinada forma, etc. Por fin los encontró.
-Te he traído aquí para que veas algo… Hagrid nos trae a veces. Es una cabaña que construyó en la copa de un árbol. Está ahí, ¿la ves?
Lena miró hacia arriba, pero las hojas eran tan espesas que no podía distinguirse nada.
-¡Accio Hermione! ¡Accio Lena!
Las dos chicas se pusieron a flotar en el aire. Lena se sorprendió de que Hermione fuerz capaz de hacer levitar humanos, ya que normalmente sólo los profesores podían hacerlo.
Volando, llegaron hasta la cima de las copas más altas. Y allí, en medio de una gran haya varias veces centenaria, estaba la cabaña construida por Hagrid hace mucho tiempo.
…oooOOOooo…
Harry y Severus llegaron por fin a la linde del bosque, allí donde se terminaban los terrenos de Hogwarts y ya podían usar el traslador. Era una pequeña caja de madera de ébano.
Al tocarla, sus manos se encontraron. Harry no podría decir se el estremecimiento que sintió a continuación se debía al salto en el espacio o a ese breve contacto.
Aparecieron en un valle de hierba fresca, al lado de un riachuelo donde brillaban las piedras. Al fondo se veía un bosque.
-¿Dónde estamos?- preguntó Harry.
-En Alemania, en la selva negra. Ven conmigo.
Severus lo llevó por un pequeño sendero. Se notaba que había sido transitado recientemente por vehículos motorizados.
-Necesitaba mantener ocupada a toda la plantilla de la fábrica, y además teníamos cierto excedente de producción a la que no se pudo dar salida, porque después de lo ocurrido en la fábrica no he querido sacar partidas a la venta.
Harry asentía con la cabeza, sin entender. ¿A qué venía ahora hablar de la fábrica?
-Y el resultado es este- Severus se detuvo delante de Harry, tapándole la vista. -¿Preparado?
-Sí- dijo Harry. Intrigado.
Severus se aparto. Ante los ojos de Harry apareció… ¡Una casita de caramelo!
…oooOOOooo…
La cabaña del árbol estaba muy descuidada, hacía mucho tiempo que nadie subía. Lena y Hermione se dedicaron un rato a arreglarla, por pura diversión, combinando métodos mágicos y muggle.
Cuando toda la cabaña estuvo perfecta y reluciente, las dos chicas se dejaron caer en la camita, un poco cansadas de tanto trabajo. Era el único mueble blando. Lena hizo aparecer dos grandes vasos de limonada fría.
-¡Gracias! – dijo Hermione. Dio un trago de su vaso mientras Lena la miraba beber… era tan hermosa… Hermione se dio cuenta de esa mirada. Había pocas cosas de las que no se diera cuenta.
-Bueno- dijo la mejor estudiante de Hogwarts, mirando fijamente a los ojos de su amiga,- ¿y ahora, qué podemos hacer?
…oooOOOooo…
La casita tenía el tejado de grandes piruletas de caramelo duro, de diferentes colores, las paredes de grandes bloques de chocolate; las ventanas de una fina lámina de caramelo dorado, con los marcos de tofee a la menta; y todos los detalles, como el timbre, los adornos y el buzón, eran de los más variados tipos de substancias dulces. Por dentro, los muebles eran de guirlache y de turrón blanco, salvo los cojines, que estaban rellenos de praliné.
Harry tenía los ojos como platos. Como sus tíos nunca le habían hecho caso, se había pasado la infancia leyendo a escondidas los cuentos de Dudley, y soñando con mundos felices de castillos y carrozas tiradas por caballos invisibles. Por eso había sido doblemente "mágico" conocer Hogwarts, y por eso esa casita de chocolate significaba para él mucho más de lo que era capaz de expresar.
-¡Es… maravillosa!
-Puedes probarla, si quieres… -le dijo Severus, complacido del efecto que había causado en Harry.
Este, poco a poco, iba explorando los sabores de la casa, con la punta de la lengua… tofee de café, mousse de caramelo quemado, perlas de crema de azúcar… incluso las flores de las macetas estaban hechas de un delicado caramelo con sabor a rosas y violetas.
Severus, por su parte, estaba disfrutando mucho de ver jugar a la lenguecita de Harry, tan curiosa, que se introducía en todos los rincones. Esa lengua tan rosada, tan húmeda, tan dispuesta a probar nuevos sabores…
-¡Severus! ¡La tela de las cortinas es de hilo de caramelo, y sabe a frambuesa!- decía Harry, entusiasmado.- A Ron le encantaría esto…
El chico, poco a poco, fue recorriendo todas las habitaciones de la casa, hasta llegar al dormitorio. Cuando llegó, allí le estaba esperando Severus, sentado sobre el gran colchón que parecía de agua.
Harry dejó de lamer. Las suaves ondulaciones del colchón bajo el cuerpo de Severus atraían toda su atención.
-Oye, Severus, y este colchón…
-Está lleno de almíbar de limón y azahar, ese que brotaba de cierta cascada… pero quizá no te acuerdes.
Sin embargo, Harry sí se acordaba. Recordaba toda la escena de las cascadas con lujo de detalles, y eso le hacía ponerse muy tenso, muy nervioso, y muy excitado. No sabía cómo salir de esa situación: Severus le miraba intensamente y él le sostenía la mirada.
Hasta que tuvo una idea.
-Hay un dulce que aún no he probado-, dijo inocentemente.
Entonces se acercó al rostro de Severus, y le dio un prolongado, lento lametazo.
Besazos para Lilith y Anna Potter. Espero que os guste este sábado de sorpresas… -------------------------------------------------------------------------------
Por fin llegó el sábado por la mañana. Harry había quedado con Severus en una sala del castillo que normalmente estaba vacía y tranquila: la que albergaba la colección de minerales. Efectivamente, cuando llegó Harry, no había nadie aún.
Le había sido muy difícil decidir qué ropa ponerse, temiendo que un aspecto excesivamente muggle desagradaría a Severus. Así que optó por unos pantalones negros de corte japonés que le había prestado Dean, del uniforme Kendo Mágico, y una camisa gris oscuro, cuyos dibujos parecían moverse. La había comprado hacía tiempo, pero nunca encontraba ocasión de ponérsela. En conjunto, parecía mayor y más seguro de sí mismo, estaba satisfecho.
Snape entró en la habitación por una puerta secreta. Lo primero que hizo fue devorar a Harry con los ojos. "Vaya, qué aspecto más elegante para variar, Señor Potter; espero que ese cambio exterior refleje una mayor madurez en su actitud", parecía decirle, pero también parecía decirle "sólo tengo ganas de verte sin esa ropa, pero voy a disfrutar de la espera….". La realidad es que no dijo nada.
Harry sentía los ojos clavados en él como focos de fuego negro.
-Bueno, ¿Dónde vamos a ir?- preguntó Harry, un poco nervioso y un poco asustado.
-Es… una especie de sorpresa… sígueme.
Snape volvió a entrar por la puerta secreta del muro, y Harry fue detrás, pero el pasadizo no era como esperaba. El chico de los ojos verdes estaba acostumbrado a largos corredores con olor a humedad, pero este pasadizo secreto estaba perfectamente iluminado y ventilado. Estaba claro que era para uso de profesores… y que lo frecuentaban. Por eso casi nunca los veían el los pasillos normales.
-Con este camino saldremos al bosque, y una vez allí usaremos un pequeño translador. Por cierto, Harry…
-¿Sí?
-Hueles realmente bien. ¿Qué poción es?
Harry se sonrojó. Era un perfume muggle para hombres que nunca usaba, por ser demasiado fuerte, llamado "Roma". Pero se había puesto muy poco…
-Profesor, su olfato es realmente agudo.
-Sí, es verdad y es un castigo. Pero háblame de tú, Harry. Llámame Severus.
El túnel era largo y estrecho. A veces, Harry tenía que elegir entre apretarse contra su profesor o quedarse detrás. Siempre escogía acercarse más.
Una de esas veces, de repente, Severus se detuvo. Su rostro estaba a diez centímetros del de Harry, y sus cuerpos tan pegados el uno al otro que sentía en ritmo del corazón del otro. Severus cerro los ojos y respiró el olor de Harry…
-Sí, está el perfume… pero debajo de ese olor está tu olor, la verdadera alma de tu cuerpo…
Harry tragó saliva. Una cosa era actuar locamente bajo los influjos de un filtro, y otra muy distinta enfrentarse a 198 centímetros de Severus Snape empotrándote contra una pared mientras de deleita con tus olores más recónditos. Se sentía como un cervatillo acorralado por un cazador. Y le encantaba temblar de miedo…
-Salgamos de aquí. Dumbledore se entera de todo lo que pasa en Hogwarts- murmuró de pronto Severus.
Harry salió de su trance, y continuó caminando, pero con un poquito más de dificultad.
…oooOOOooo…
Entre risas, las dos amigas se adentraron en el bosque prohibido. Lena estaba un poco asustada, pero Hermione le había demostrado ya que con ella estaría protegida. Les salió al paso una araña gigante, pero Hermione hizo aparecer un filete de mosca y la araña se distrajo bastante.
Habían llegado a un claro del bosque, que no parecía diferente de los demás. Pero Hermione buscaba pequeños detalles: cierta hiedra trepando por un árbol, una piedra de determinada forma, etc. Por fin los encontró.
-Te he traído aquí para que veas algo… Hagrid nos trae a veces. Es una cabaña que construyó en la copa de un árbol. Está ahí, ¿la ves?
Lena miró hacia arriba, pero las hojas eran tan espesas que no podía distinguirse nada.
-¡Accio Hermione! ¡Accio Lena!
Las dos chicas se pusieron a flotar en el aire. Lena se sorprendió de que Hermione fuerz capaz de hacer levitar humanos, ya que normalmente sólo los profesores podían hacerlo.
Volando, llegaron hasta la cima de las copas más altas. Y allí, en medio de una gran haya varias veces centenaria, estaba la cabaña construida por Hagrid hace mucho tiempo.
…oooOOOooo…
Harry y Severus llegaron por fin a la linde del bosque, allí donde se terminaban los terrenos de Hogwarts y ya podían usar el traslador. Era una pequeña caja de madera de ébano.
Al tocarla, sus manos se encontraron. Harry no podría decir se el estremecimiento que sintió a continuación se debía al salto en el espacio o a ese breve contacto.
Aparecieron en un valle de hierba fresca, al lado de un riachuelo donde brillaban las piedras. Al fondo se veía un bosque.
-¿Dónde estamos?- preguntó Harry.
-En Alemania, en la selva negra. Ven conmigo.
Severus lo llevó por un pequeño sendero. Se notaba que había sido transitado recientemente por vehículos motorizados.
-Necesitaba mantener ocupada a toda la plantilla de la fábrica, y además teníamos cierto excedente de producción a la que no se pudo dar salida, porque después de lo ocurrido en la fábrica no he querido sacar partidas a la venta.
Harry asentía con la cabeza, sin entender. ¿A qué venía ahora hablar de la fábrica?
-Y el resultado es este- Severus se detuvo delante de Harry, tapándole la vista. -¿Preparado?
-Sí- dijo Harry. Intrigado.
Severus se aparto. Ante los ojos de Harry apareció… ¡Una casita de caramelo!
…oooOOOooo…
La cabaña del árbol estaba muy descuidada, hacía mucho tiempo que nadie subía. Lena y Hermione se dedicaron un rato a arreglarla, por pura diversión, combinando métodos mágicos y muggle.
Cuando toda la cabaña estuvo perfecta y reluciente, las dos chicas se dejaron caer en la camita, un poco cansadas de tanto trabajo. Era el único mueble blando. Lena hizo aparecer dos grandes vasos de limonada fría.
-¡Gracias! – dijo Hermione. Dio un trago de su vaso mientras Lena la miraba beber… era tan hermosa… Hermione se dio cuenta de esa mirada. Había pocas cosas de las que no se diera cuenta.
-Bueno- dijo la mejor estudiante de Hogwarts, mirando fijamente a los ojos de su amiga,- ¿y ahora, qué podemos hacer?
…oooOOOooo…
La casita tenía el tejado de grandes piruletas de caramelo duro, de diferentes colores, las paredes de grandes bloques de chocolate; las ventanas de una fina lámina de caramelo dorado, con los marcos de tofee a la menta; y todos los detalles, como el timbre, los adornos y el buzón, eran de los más variados tipos de substancias dulces. Por dentro, los muebles eran de guirlache y de turrón blanco, salvo los cojines, que estaban rellenos de praliné.
Harry tenía los ojos como platos. Como sus tíos nunca le habían hecho caso, se había pasado la infancia leyendo a escondidas los cuentos de Dudley, y soñando con mundos felices de castillos y carrozas tiradas por caballos invisibles. Por eso había sido doblemente "mágico" conocer Hogwarts, y por eso esa casita de chocolate significaba para él mucho más de lo que era capaz de expresar.
-¡Es… maravillosa!
-Puedes probarla, si quieres… -le dijo Severus, complacido del efecto que había causado en Harry.
Este, poco a poco, iba explorando los sabores de la casa, con la punta de la lengua… tofee de café, mousse de caramelo quemado, perlas de crema de azúcar… incluso las flores de las macetas estaban hechas de un delicado caramelo con sabor a rosas y violetas.
Severus, por su parte, estaba disfrutando mucho de ver jugar a la lenguecita de Harry, tan curiosa, que se introducía en todos los rincones. Esa lengua tan rosada, tan húmeda, tan dispuesta a probar nuevos sabores…
-¡Severus! ¡La tela de las cortinas es de hilo de caramelo, y sabe a frambuesa!- decía Harry, entusiasmado.- A Ron le encantaría esto…
El chico, poco a poco, fue recorriendo todas las habitaciones de la casa, hasta llegar al dormitorio. Cuando llegó, allí le estaba esperando Severus, sentado sobre el gran colchón que parecía de agua.
Harry dejó de lamer. Las suaves ondulaciones del colchón bajo el cuerpo de Severus atraían toda su atención.
-Oye, Severus, y este colchón…
-Está lleno de almíbar de limón y azahar, ese que brotaba de cierta cascada… pero quizá no te acuerdes.
Sin embargo, Harry sí se acordaba. Recordaba toda la escena de las cascadas con lujo de detalles, y eso le hacía ponerse muy tenso, muy nervioso, y muy excitado. No sabía cómo salir de esa situación: Severus le miraba intensamente y él le sostenía la mirada.
Hasta que tuvo una idea.
-Hay un dulce que aún no he probado-, dijo inocentemente.
Entonces se acercó al rostro de Severus, y le dio un prolongado, lento lametazo.
