Luzy Snape: sí, está almibarado. A ver si se equilibra con un poquito de ácido... limón.
Anna Potter: espero que te guste. Muchas gracias por dejarme tantos reviews...
Besos.
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Quizá Lena había pasado menos tiempo de su vida estudiando, pero eso significaba que había aprovechado ese tiempo para otras cosas, y que, en definitiva, poseía cierta experiencia sobre la vida de la que Hermione visiblemente carecía.
Iba a tener que enseñarle un par de cosas. Para empezar, deslizó un frío y fino dedo entre los labios de la rubia gryffindor, para indicarle que entre ellas no hacía falta ningún discurso. Hermione tenía los ojos muy abiertos, y la respiración desordenada de quien espera algo y no sabe bien de qué se trata.
Después, lentamente, fue apartando el pelo de la cara de Hermione, para mirarla sin estorbos.
-Eres preciosa- le dijo Lena-, con esa boquita...
Pero Hermione no la dejó terminar, y la interrumpió con un beso impaciente e inexperto. Prefería aprender por su cuenta.
...oooOOOooo...
Snape se mostró impasible ante la lengua de Harry, aunque su interior hirviera como un volcán furioso.
-Harry... creo que has tomado demasiados dulces y eso se te ha subido a la cabeza.... No quiero que te confundas y creas encontrar azúcar donde no lo hay Te recomiendo que pruebes con esto.
Severus hizo aparecer un gajo de limón fresco.
Harry lo miraba sin comprender. ¿A qué venía eso ahora? No estaba cansado de azúcar... bueno, quizá un poco. De todas maneras, como Severus le ofrecía la ácida fruta en su tentadora mano, pensó que sería una falta de educación no responderle, y hundió los dientes en la pulpa fría del limón.
El contraste entre los dulces que había tomado le hizo sentir toda la acidez del limón muy intensamente... ¿o quizá era que se trataba de un limón especialmente fuerte, demasiado ácido?
De repente, tenía una imperiosa, urgentísima necesidad de beber...
Harry miró con sospecha a Severus, que reía malévolamente.
-No quiero que llegues a mí cansado de dulces, Harry. Te quiero lleno de sed hacia mí...
A Harry, con la garganta seca por culpa del limón mágico, le bastaron un par de golpes de varita para hacer desaparecer la ropa de ambos, y con una prisa febril, se puso a recorrer el cuerpo de su amante en busca de alguna humedad con la que saciar su sed mágica. Exploraba rabiosamente su boca, succionándole la lengua y los labios, y Severus se sentía atrapado en ese torbellino adolescente, inmovilizado por los fuertes brazos de Harry, pero era una prisión de la que no tenía prisa por liberarse...
...oooOOOooo...
Hermione aprendía rápido. Notaba cómo toda su piel se convertía en un acumulador de energía y de calor al frotarse con la piel de Lena. Estaba saboreando con los ojos cerrados cada matiz, cada monte y cada hueco del cuerpo de su amiga.
Lena se dejaba llevar por la infinita suavidad del cuerpo rubio de Hermione. Se frotaba lentamente contra ella, dando tiempo a cada sensación para afianzarse y llegar a su máxima expresión, y sentía que esa electricidad le erizaba el vello y le crispaba la piel de todo su cuerpo.
Se desnudaron, sin darse cuenta. Las prendas de ropa caían al suelo como un pequeño otoño privado, con la lentitud de las hojas. Lena, cada vez más encendida, buscaba el rubio pabellón donde Hermione escondía su placer inexplorado, pero esta retrasaba el momento, haciendo que el deseo de su amiga morena creciera a la vez que sus susurros de súplica...
Hermione tenía las mejillas rosadas, y la piel a punto de florecer, con los nervios por fuera. Respiraba entrecortadamente y sudaba como si el rocío hubiera llegado un poco antes. Lena se enroscaba a ella, buscándola...
...oooOOOooo...
La cama de almíbar ondeaba como un pequeño mar, obligando a los cuerpos a unirse a su ritmo acuático. Cada gesto o golpe era devuelto por esa marea al nudo que formaban los dos hombres.
Harry, sediento, buscando desesperadamente, iba cambiando de postura con relación a Severus. Este se giró lentamente hasta sentir que sus labios por fin alcanzaban la excitación de su alumno, al mismo tiempo que sentía la boca de este cerrarse sobre su propio deseo, y medirle las contracciones sanguíneas a su pequeño corazón.
Harry gemía, gemía de sed y de placer, como si esas dos agudas sensaciones tuvieran que tener una meta común, y sentía crecer dentro de su boca el alma de Severus, a la vez que él mismo se deshacía con las suaves y rítmicas caricias de la lengua del profesor. Y la cama les acariciaba suavemente, ondulante...
El sonido acuciante que salía de la garganta de Harry estaba enloqueciendo a Severus, que aumentó al ritmo y la presión de sus lametazos, sintiendo a cambio cómo Harry iba volviendo más intensos los suyos. Sentían el placer total tan cerca, y tan mutuo, que era como si fueran un solo cuerpo jadeante, expectante, ansioso por obtener un segundo de eternidad.
Harry, por fin, consiguió saciar su sed, haciendo resbalar por su garganta, con placer, cada gota de su amante, un segundo después de que este le hubiera recibido a él. Afianzaron con fuerza su lazo transversal, abrazándose a las piernas del otro, besándolas, frotándolas con un deseo insaciable...
-¿Quieres un poco más de limón, Harry?- le preguntó Severus.
-Me parece que dentro de un rato voy a querer que tomes tú un poco- contestó el chico, riendo, mientras pegaba con la almohada a su amante.
...oooOOOooo...
Hermione descansaba, sintiendo su corazóm bombear más rápio que nunca. Jamás había imaginado que en su cuerpo se escondiera semejante fuente de placer, algo tan inmenso, tan cósmico...
A su lado, Lena sonreía, acariciándole los rizos.
-Hermione... -le preguntó la chica morena.
Ella no contestó. Estaba ocupada tratando de retener cada pequeña sensación, en ese estado maravilloso de sensibilidad aguda que llega después del rayo.
-¿Me vas a querer? – se atrevió a decir Lena.
Hermione la abrazó, con una nueva fuerza en su cuerpo.
-Ya te quiero...
...oooOOOooo...
-Severus, dime la verdad, ¿trucaste el sorteo de los envoltorios dorados para asegurarte de que yo ganara? Porque es demasiada casualidad que Sirius me mandase uno a casa, y que yo comprara DOS premiados en Hogsmeade...
-¿Y no crees, Harry, que en la vida hay casualidades?
Harry se puso serio de repente.
-Pero Severus, en clase siempre nos dices que las casualidades no existen, que hay que tenerlo todo bajo control, que no se puede confiar en el azar...
Severus sonrió levemente.
-Me alegra saber que me escuchas cuando hablo... Yo no preparé que vinieras, Harry. Si alguna vez me hubiera atrevido a intentar algo para conocerte o para atraerte, habría esperado a que fueras un poco mayor. Y respecto del azar...
-...¿sí?- los ojos de Harry aleteaban como mariposas verdes, buscando los de Severus.
-... le debo una- dijo el mago mayor, un segundo antes de buscar tiernamente la boca entreabierta del chico.
