Capítulo V "El ataque"

Los días se sucedían sin acontecimientos memorables en el castillo, claro, eso sin contar los ocho calderos derretidos por Neville y el hecho de que Alanis impartiera perfectamente sus clases, para agrado de Hermione.

Fue precisamente al terminar una de las clases de Aritmancia, cuando Alanis se quedó arreglando unas cosas, y ya era muy noche. La llama bailaba en la vela que estaba en su escritorio, mientras ella corregía y corregía tareas y preparaba sus próximas clases. No se percató de la sombra que había cruzado de un lado a otro en la puerta, así que continuó con su trabajo.

El reloj mágica de pronto dio un chillido, sacando a la muchacha de sus trabajos.

-¡Ya son mas de las once! ¿¡Que esperas jovencita?!- exclamó éste, mientras Alanis recibía un buen susto.

-Ya cállate- gruñó, y continuó corrigiendo sus trabajos sin preocuparse de nada mas. El viento soplaba en las afueras del castillo, y era tan fuerte que provocaba que el sonido de las ramas de los árboles que había en el Bosque Prohibido, se escuchara con claridad en su salón. Alanis miró hacia la ventana y se levantó a ver el paisaje frío que había afuera.

El sauce boxeador se mecía con el viento, como si estuviera danzando y su música fuera el aire que lo impulsaba. La chica sonrió. Siempre le había gustado la soledad, de cierta manera, era como poder hablar con uno mismo, y sentía mucha paz dentro de si.

Aspiró con profundidad el aire de la noche y lo soltó, mientras regresaba a su escritorio a seguir corrigiendo los trabajos.

Las sombras que eran proyectadas por la luz de la luna comenzaron a danzar también, mientras que Alanis seguía sin enterarse de lo que ocurría a su alrededor. De pronto, una de las sombras se fue acercando poco a poco a la puerta del salón, de manera sigilosa, temiendo ser vista.

Alanis emitió un fuerte bostezo y se levantó. Había terminado. Acomodó los pergaminos y sus cosas, y se dispuso a salir de ahí, cuando una gigantesca sombra apareció en la puerta. La chica se quedó petrificada, mientras que la sombra se acercaba lentamente hacia ella.

-¿Sigue despierta?- preguntó la voz de Snape, mientras ocultaba algo en sus ropas. Alanis suspiró aliviada, mientras recogía las cosas que se le habían caído al suelo por el susto.

-Me asustó- dijo resentida.

-No debería andar por el castillo tan noche- dijo Snape, mientras ayudaba a levantar las cosas. –Si desea corregir trabajos, hágalo en su despacho, está al lado de su habitación, por lo tanto no corre peligro-

-Lo siento profesor- contestó Alanis. Estaba tan cansada que no tenía ganas de iniciar en esos momentos una discusión de la cual sabía que se llevaría la peor parte. Snape la miró sorprendido.

-¿Sabe disculparse?- preguntó el. Alanis lo miró con enfado, y no dijo nada, solo salió del salón, seguida del profesor.

-Creo que puedo llegar a mis habitaciones sola- dijo ella.

-Debo ir a ver a Dumbledore, y aparte debo cuidarla a usted- contestó Snape, mientras se ponía a la par de la chica, quien no dijo nada. Otro enorme bostezo fue arrancado de sus labios, sin que ella pudiera contenerse. Snape arqueó la ceja, pero no dijo nada.

-Solo estoy bostezando, no se va acabar el mundo- Snape la miró de manera extraña, pero no dijo nada. Al cabo de un rato de caminar, el silencio comenzó a parecerles incómodo.

-¿Por qué usted no lleva el apellido Dumbledore?- preguntó Snape.

-Si lo llevo, mi nombre completo es Alanis Ayline Dumbledore Skinner, pero es demasiado largo, y además mis padres me prohibieron usar el Dumbledore cuando quedé en Slytherin. De hecho... Me desheredaron- contestó Alanis con simpleza. -¿Y sus padres lo querían tanto como a mi?- preguntó a su vez.

-Mi madre murió joven, mi padre murió a manos del Lord Oscuro- contestó Snape sin ganas.

-Igual que Elanie...- murmuró Alanis por lo bajo, pero él la escuchó.

-Ese nombre esta prohibido mencionarlo- dijo éste con frialdad.

-No para sus amigos- declaró ella. Snape se detuvo y la miró con ira.

-¿Y usted que sabe?- espetó. La chica no dijo nada, pero logró sostenerle la mirada por un rato, al cabo del cual, ambos apartaron los ojos.

-Veo que ha leído en mi mas de lo que hubiera esperado- dijo Alanis, alejándose del hombre.

-Ella no tenía por que morir...- declaró Snape apretando los puños y acercándose a las sombras, para ocultar su rostro.

-Mucha gente que no debía morir murió, y la gente que debía morir no murió. Creo que eso es algo que no nos toca decidir a nosotros, sin embargo, la envidio, ella ya está tranquila, ella ya cumplió, y lo hizo bien. Supe lo que pasó aquella noche, supe la verdadera causa de su muerte- se dirigió a Snape, que la miraba sin comprender nada. –Y supe también que lo había perdonado por no salvarla- dijo ella. Snape la miró y volvió su vista hacia otra parte. Detestaba ponerse sentimental.

-¿Recuerdas lo que dijo en la última carta que le entregó?- preguntó ella.

-El amor es basura, solo sirve para herir- contestó Snape.

-Sabe que no es cierto, y que no es lo que ella hubiera querido...-

-¿Podemos irnos ya? Tengo que hablar con el profesor Dumbledore- espetó fríamente Snape. Alanis sabía que había tocado una cuerda muy sensible del hombre, pero también sabía que era necesario que se abriera para poder sacar lo que traía. Iba a ser mas difícil que en la escuela, pero estaba dispuesta a lograrlo, como lo había hecho tiempo atrás.

Snape la miraba fijamente, tratando de leer sus pensamientos.

-No fue el único que estudió Occlumency, se lo aseguro- dijo ella, y continuó caminando a su habitación.

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-Es un cágrob- dijo la voz de Snape. La chimenea encendida era la única luz dentro de la habitación, que alumbraba también un poco hacia la puerta entreabierta. El rostro de Dumbledore mostraba preocupación, sin embargo seguía impasible.

-Debemos mantenernos mas vigilantes que antes, puesto que ya han pasado la seguridad en el castillo- contestó Dumbledore. Traía puesta una túnica morada con estrellas, y sus gafas de media luna reflejaban las llamas.

-¿Usted cree que fue...?- comenzó a preguntar Snape.

-No, Voldemort jamás podría entrar al castillo como tal, a menos que se convierta de nuevo en Tom Riddle, cosa que jamás pasará. Supongo que fue algún alumno que esta errando en el camino.... – La voz de Dumbledore tenía una nota de paz, sin embargo Snape no pudo evitar revolverse en su asiento. Dumbledore lo miró sin expresión alguna en el rostro, mientras Snape, a sabiendas que jamás podría sostenerle la mirada al director de Hogwarts, apartó la vista.

-Alanis deberá cambiarse a otras habitaciones... No se si estaré haciendo lo correcto, pero esto es mas peligroso de lo que puedo suponer yo, así que se mudará a las habitaciones que están al lado de las tuyas- declaró Dumbledore. Snape abrió la boca, pero de ella jamás llegó a salir sonido alguno, ya que en esos momentos un ruido que provenía de la puerta entreabierta de las habitaciones de Dumbledore, distrajo la atención de los dos hombres.

Se acercaron sigilosamente a ella, y ambos, con varita en mano, abrieron de par en par ésta, para encontrarse con una maestra de Aritmancia que tenía la mano en una posición no muy saludable.

-Perdón, creo que me rompí la mano- dijo ella, totalmente roja, levantándose del suelo.

-¿¡Que estaba haciendo ahí!?- exclamó Snape, mientras ayudaba a la chica a levantarse, teniendo sumo cuidado con la mano.

-Lo siento- murmuró la chica. Dumbledore se acercó a ella y le tomó la mano y apunto con su varita, para que un segundo después quedara totalmente curada. La tomó del brazo y delicada, pero firmemente la obligó a sentarse en la silla que había ahí.

-Alanis- dijo con una voz que solamente su sobrina conocía. Era una voz que olvidaba toda su bondad y calidez, era una voz firme, seca y suave a la vez, pero bastante estricta. -¿Por qué estabas escuchando?-

-Lo siento, pero me molesta no saber nada respecto a lo que ocurre en MI vida- espetó ella. Snape miró a la chica con asombro, ya que nadie se habría atrevido a discutir con Dumbledore cuando estaba enojado. El anciano director se levantó de su asiento. Tenía aspecto cansado, y por un momento Alanis sintió pena por darle tantos problemas a su tío, cuando el había sido muy bueno con ella, pero al siguiente momento recordó todo lo que ella era.

-Tío, por favor, si confías en mi, ponme al corriente de todo- exclamó la chica, levantándose y yendo hacia Dumbledore, el cual la miró con compasión y ternura. Su voz se había dulcificado.

-Te mudarás a las habitaciones que Snape te indique, esta misma noche, de ser posible. Trata de que nadie se de cuenta.- declaró Dumbledore. La entrevista había terminado. Alanis chasqueó la lengua y salió muy enfadada de ahí sin mirar atrás.

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La mañana clareaba, y los alumnos comenzaban a deambular por el castillo, en espera de que las puertas se abrieran para dar paso a los alumnos mayores para ir a su rutinario paseo por Hogsmeade. Alanis presentaba unas ojeras horribles durante el desayuno, mientras que Snape andaba de un humor de todos los demonios.

Y no era para menos. Habían pasado toda la noche con la mudanza, ya que no se podía usar a los elfos domésticos, por temor a alguna traición por parte de algunos, transportarse en Hogwarts, así que tuvieron que mover los objetos manualmente, solos, Snape y Alanis, lo cual fue una gran aventura para ambos, ya que muchas veces terminaban discutiendo de donde iban mejor acomodados los muebles.

Snape replicaba que a pesar de todo esas habitaciones eran parte de su vivienda, mientras que Alanis decía que aunque fueran parte de su vivienda, ella era la que iba a habitar ese lugar, así que lo arreglaría como mas le pareciera a ella. El caso es que llegó el amanecer y ambos profesores estaban totalmente agotados.

-Buenos días- gruñeron ambos al verse en la mañana y salir a desayunar.

Todos los alumnos se percataron de eso, y comenzaron a hacer sus propias especulaciones acerca del asunto. Snape se dio cuenta entonces de el tipo de especulaciones que estaban formando los alumnos de Ravenclaw, Gryffindor y Slytherin, así que dirigió una mirada envenenada a las tres mesas, provocando que éstas se guardaran sus comentarios para después.

Por fin llegó la hora de salida a Hogsmeade, por lo que al castillo tuvo un poco de paz durante el día. Snape y Alanis se retiraron del Gran Comedor y se encaminaron a las mazmorras, sin dirigirse la palabra.

Al llegar a las habitaciones, Alanis tenía que pasar primero por la habitación de Snape para ir a la suya. Snape abrió la habitación y la dejó pasar, para luego abrirle la de ella.

Alanis se introdujo en ella y luego se volvió hacia el profesor Snape, el cual estaba cerrando la puerta.

-Profesor, este... yo solo quería agradecerle por ayudarme- dijo ella, mientras sonreía. Snape no pudo decir nada, ya que esto lo había tomado desprevenido.

En ese momento, y antes de que se dieran cuenta, una sobra pasó veloz entre ellos dos, y ya estaba a punto de lanzarse sobre Alanis cuando el profesor Snape interpuso su cuerpo entre la cosa y Alanis, provocando un severo rasgón en el pecho, y Snape cayó herido al suelo.

Alanis estaba cansada, casi temblando, pero alcanzó a ver la figura, para caer y rodar en el suelo, tratando de esquivarla. Empuñó su varita y se levantó lo cual fue un gran error, ya que la criatura parecía atraída específicamente hacia la varita de la chica.

Volvió a arremeter en contra de ella, mientras que Snape se levantaba con dificultad y empuñaba su varita, pero la cosa lanzó un haz de luz en contra de ellos dos, dejándolos paralizados, sin embargo, Alanis sabía que podía hacer algo mas.

Cerró los ojos y se concentró todo lo que pudo, para volver a abrirlos. Ya no eran sus ojos amarillos, si no que eran ojos de fuego, y su cuerpo comenzó a brillar  con la luz que provoca el fuego. Las llamas comenzaron a extenderse a todo lo largo y ancho del cuarto, destruyendo todo a su paso.

Alcanzaron a la cosa, que en menos de un segundo se desplomaba en el suelo, muerta. Alanis aspiró hondo y el fuego desapareció, mientras ella recuperaba su figura habitual. La magia que el cágrob le había lanzado aún recorría su cuerpo, sin embargo ya no era tan fuerte, así que con mucha dificultad comenzó a moverse hacia Snape, el cual estaba tendido.

Con un gran esfuerzo logró levantar  su cabeza y conjuró un hechizo que logró hacer que Snape fuera tan ligero como una pluma.

Lo levantó y lo colocó en su cama, después de ello se volteó a ver la cosa que los había estado atacando, pero la oscuridad comenzó a dominarla, todo se ponía borroso, y en menos de lo que esperaba, cayó dormida.

Comenzó a abrir los ojos y se encontró con que estaba en su cama, cubierta con las cobijas, y a su lado estaba lo que equivalía a la comida del día. Eran aproximadamente las 6:00 de la tarde. Se incorporó y vio horrorizada que traía puesta una túnica para dormir, en lugar de las ropas que ella estaba usando cuando ocurrió el incidente. Trató de levantarse, pero una voz que venía del otro lado de la habitación se lo impidió.

-No se levante- Snape tenía una bandeja de agua en la mano, mientras que en la otra tenía un paño ensangrentado.

-¿Qué paso?- preguntó ella débilmente.

-Encontré comida para cágrob en su varita. Al parecer alguien esta interesado robarle su poder- contestó Snape, mientras hacía desaparecer los instrumentos y los remplazaba por unos nuevos.

-¿Qué le pasó a mi ropa?- preguntó de pronto Alanis, mientras se cubría con las cobijas.

-No se preocupe, usé magia. Era eso o morir cruelmente a manos de Dumbledore- dijo Snape, mientras se acercaba a la chica con el agua y el paño limpios. Fue cuando Alanis cayó en cuenta de que había sido herida en la parte superior del pecho, hasta el cuello. Snape se sentó en la orilla de la cama con intenciones de limpiar la herida.

-Ni se le ocurra- dijo Alanis, deteniendo su mano. Snape la miró con enojo.

-Señorita Skinner, le aseguro que no tengo intenciones de hacerle algo malo, necesito limpiar la herida antes de cerrarla, así que por favor...- comenzó a decir Snape, pero Alanis lo miró con enfado y le arrebató el paño.

-Eso lo puedo hacer yo- dijo ella. Y comenzó a limpiarse la herida. Después le devolvió el paño a Snape, y éste la curó. Luego de ello Snape volvió a mojar el paño y se lo dio a Alanis.

-¿Qué pasa?- preguntó ésta.

-Ha olvidado las heridas en el rostro- contestó Snape, sosteniendo el paño. Alanis, derrotada, tuvo que ceder ante Snape, y éste se acercó a limpiarle las heridas del rostro. Snape sentía el contacto de la suave piel de la muchacha, mientras se respiración provocaba que su pusiera un poco nervioso, y su habilidad para ocultar sus sentimientos no le sirvió mucho aquella vez. Sentía cierto temblor en sus manos.

-¿Esta usted bien?- preguntó Alanis, mirándolo a los ojos. Snape le sostuvo la mirada por un tiempo, para después seguir limpiando la herida, alcanzando a pronunciar un débil "si". Cuando terminó de limpiar dejó el paño en la mesita de noche.

-Muchas gracias profesor- dijo Alanis.

-Ya me las había dado- contestó Snape, tratando, sin lograrlo de sonar frío.

-Si, pero después de eso me salvó la vida. Creo que tengo mucho que agradecer- argumentó  Alanis, mientras le tomaba la mano. Snape volvió a sentir el contacto con la chica, y comenzó a sentir mucha tranquilidad, como no la había sentido en mucho tiempo, desde que su hermana viviera. Por primera vez desde que la viera de nuevo sonrió con sinceridad.

-Cuando guste- dijo Snape. Alanis soltó la mano de Snape con cierto sonrojo.

-Lo siento- murmuró, y volteó a otro lado. Snape se quedó ahí, mirando a la chica. Ésta lo volteó a ver de reojo, y antes de que nadie pudiera decir nada, y para sorpresa del frío profesor de pociones, lo abrazó.

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Bueno, hasta ahí es todo. Espero que lo hayan disfrutado, y por favor dejen RR!!!! Muchas gracias!!

Adiós!!

Atte

Kiche