La amenaza de lluvia se había transformado en una realidad pesarosamente tangible, ya que parecía que el cielo se estaba vaciando.

En la hermosa mansión victoriana, perteneciente a la familia Hiiraguizawa, Tomoyo daba vueltas, visiblemente nerviosa, en el recibidor a donde fue conducida al llegar. Ni siquiera podía entusiasmarse por la decoración medieval de la estancia. Sus pasos jugaban a los acordes con los relámpagos que iluminaban el cielo. Sus manos subían de sus labios a sus ojos, y acto seguido alisaban su vestido, casi con desesperación. Por quincuagésima vez en menos de diez minutos, estuvo a punto de salir corriendo hacia el reconfortante diluvio, pero antes de poder dar siquiera un paso, acudía a su mente la sonrisa extasiada de Yukito, y entonces, ahogando un gemido, continuaba con su ir y venir lleno de intranquilidad.

No menos ansioso que ella, a pesar de saberlo disimular perfectamente en una cortés sonrisa, Lord Eriol Hiiraguizawa se presentó casi inmediatamente a recibir a su visita, aún sabiendo que las frívolas reglas de sociedad, permitían a un anfitrión noble hacer esperar a sus huéspedes.
Lo que vio entonces, mientras un relámpago cruzaba el cielo, y Tomoyo miraba melancólicamente por la ventana, lo dejó impresionado. Todas las veces que se había encontrado con Tomoyo, ella llevaba ropa de trabajo. Ahora se le presentaba vestida como él a veces la soñaba. Y su actitud distante sólo sirvió para incitarlo.

-Buenas tardes, miss Daidouji- Saludó con exquisita educación, y ella sólo viró un poco la cabeza, dejando escapar un suspiro al mirarlo. En esa mirada Eriol pudo apreciar el más puro terror aunado a una tristeza infinita.

Por un instante casi se arrepintió..

Casi..

-Buenas tardes; Lord Hiiraguizawa- Respondió a su vez la jovencita, en voz baja.

Y fue entonces cuando Eriol supo que había ganado esta partida.

- Por favor, le suplico que tome asiento. ¿Me permite ofrecerle algo? ¿Un poco de té, quizás?-

-Tal vez..- Tomoyo se sentó, titubeante, en una esplendida silla de ébano y terciopelo verde, y la respuesta que dio los sorprendió a ambos. -Un whisky estaría bien, gracias- ¿Por qué había pedido aquello? Tal vez necesitaba darse valor.

El joven lord lo sirvió sin llamar algún sirviente, ligeramente sorprendido, y si era posible, aún más interesado por ella.

-Serviré otro para mi, no es correcto dejar a una dama beber sola ¿Gusta un cigarrillo?-

Tomoyo se permitió una sonrisa divertida, aquello, a pesar de las circunstancias, estaba resultándole hilarante, al borde casi de la locura.

-No, no fumo- Contestó aún con esa sonrisa divertida, cosa que logro atormentar a Eriol.

"-No se comporta como alguien más que haya conocido"- Pensó, comparándola por un momento con todas la mujeres que habían pasado por su vida. Tomoyo era una verdadera caja de sorpresas. No se alarmaría demasiado si lo siguiente que ella hiciera fuera arrojarle a la cara el vaso con su bebida, y dedicarle una palabrota por su atrevida proposición.

A todo eso, Eriol consideró que tal vez Kaho ni siquiera le hubiera dicho algo a su prima. El había estado fuera la mayor parte del día y no había recibido mensaje alguno de Lady Mizuki. Pero entonces, ¿cómo explicar aquel aire de derrota que envolvía a la joven frente de él? Cosa que por cierto, no era muy halagadora, que pensara.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el hecho de que Tomoyo se empinó de un trago el contenido de su vaso. Obviamente eso lo dejó en blanco. Si, definitivamente ella no dejaba de sorprenderlo.

Y todavía no acababa.

-Acepto- Soltó la joven de repente, sin previo aviso y sin dejar de mirar el vaso.

El lord la miró perplejo, por un momento sintió la tentación de pedirle que lo repitiera, pero su caballerosidad y el hecho de verla tan desesperada, detuvieron su impulso.

-Veo que Kaho habló con usted; para mi es un honor, Miss Daidouji-

-¿Podemos hablar de los términos?- Preguntó entonces Tomoyo con una mirada extraña.

-¿Los términos?- Eriol se acomodó los lentes, en un movimiento que quería ocultar su confusión, y sólo acertó a asentir con la cabeza. -Como guste, Miss-

-Kaho dijo....y hablando de ella, le suplicaría mantenerla absolutamente al margen de esto, do otra manera....-

-Se hará lo que usted disponga, Miss Daidouji- Repitió Eriol, esta vez, con un malestar muy cercano a la conciencia. No podía sentir aquello como una victoria, Tomoyo no era la viva imagen de la felicidad, precisamente.

Pero se sobrepuso rápidamente, su orgullo fue mayor que el naciente remordimiento.

-"Además"- Se dijo interiormente, -"Cuando esto acabe, ella me amará"- Y con una velada sonrisa de superioridad, concertó con la joven los arreglos del "negocio" que cambiaria sus vidas para siempre.

Pero claro, ellos no tenían manera de saber eso.

N/A.

Saludos y gracias por todos sus hermosos mensajes, de verdad que me emocioné. Gracias de verdad. Espero que este pistito de capítulo les guste.

María.