Solo lo diré una vez y que dure para siempre: TODOS LOS PERSONAJES DE SAKURA CARD CAPTOR NO ME PERTENECEN, SINO QUE ES PROPIEDAD DE LAS CLAMP POR OCURRÍRSELES ANTES LA IDEA :P
Sin más inconveniencias, comencemos con el fic...
- Diálogos.
pensamientos de los personajesdestacamento de alguna palabra
... algún sonido
·-·-·-·-· cambios de escena
Mi misión en el clan Leng
Capítulo 1: Viajando por el tiempo
Por Kaoru Kinomoto
Alas volando hacia una de las tres sólidas paredes, saltando entre ellas y con este fin evitando el agudo ruido filoso acompañado por la espada que portaba un ángel de fríos ojos marinos. Un báculo rosado en manos de la joven que volaba por ese reducido sitio, y al cansarse de esquivar los ataques de su oponente toma una carta rosada entre sus finos dedos para levantarla en el viento y gritar cuando el báculo la toca.
-¡Sword! – el agudo grito de la chica se hizo presente acompañado por una ventisca que rodeó su cuerpo. Al desaparecer todo obstáculo a la vista se hizo presente una espada que ocupó el lugar del báculo en su mano derecha.
Saltando hacia otra pared para tomar impulso con sus pies decide atacar directamente hacia el angelical ser que la esperaba. El joven al verla acercarse curva invisiblemente sus labios, preparándose para receptar el ataque.
Con toda la fuerza y determinación en sus manos ataca a su oponente con su arma horizontalmente, tratando de herir su brazo. Tal fue su descuido que cuando lo atacó éste joven ya la esperaba disponiéndose a defenderse. Ambas armas chocaron y resbalaron sobre el filo de la otra, esperando a que su oponente se rindiera. La joven hacía un esfuerzo descomunal al mantener el arma con la poca fuerza que poseía; sacando valor de su interior enfrenta más su arma contra la de su enemigo causando el quiebre de aquella poderosa espada de hielo. Ella, victoriosa, relaja su cuerpo tensionado con la alegría de haber acabado ese combate. Dispuesta a descender siente la fría voz de su atacante detrás de ella.
- Baja retaguardia – murmuró la voz helante del joven, que cuando la chica se había dado cuenta de su existencia ya estaba cayendo al suelo de cabeza. El ser halado la sostiene hasta llegar a dos metros del suelo, donde la deja caer sin ceremonia.
Enchastrada en lodo, se levanta ya sin alas ni espada observando su ropa asqueada. Con la mano izquierda saca de sus ojos un poco de barro, dejando a la vista un par de esmeraldas brillantes de furia.
-¡Ya estoy cansada! – grita la chica con fastidio -¡Hemos practicado casi todo el día!... ¿y para qué? ¿para arruinar mi ropa? – viendo al ángel con resentimiento. Éste le devuelve la mirada indiferente, haciendo que ella se tragara toda su furia. En su lugar apareció una suave sonrisa y voz dulce que rezaba para que hicieran caso a su petición -¿por qué no paramos?... y déjame decirte que no me gusta este lugar.
Su lugar de entrenamiento era un terreno baldío no muy bien cuidado. A causa de la lluvia en esas últimas semanas la tierra acumulada en aquel lugar se había convertido en barro no recomendable para la salud humana... pero sobre todo enemigo de la ropa que portaba la chica.
Cuando el ser celestial comenzó a vacilar en su decisión, fue que hizo presencia una tercera persona interponiéndose entre ambos con un pequeño y vanidoso paso.
- Claro que no, aún podemos seguir – el exuberante cuerpo de una especie de tigre con grandes alas a su espalda y un casco en su cabeza con algunas gemas incrustadas a sus costados y frente, al igual que en su pecho miró fijamente a la joven. Sus ojos de un color tan radiante como el sol la miraban seriamente; su voz, un poco altanera pero gravemente masculina le indicó la obligación que debía seguir, su obligación – Sabes muy bien que el tiempo de entrenamiento es bastante escaso, y éste es el único lugar donde entrenar sin preocupación de que alguna persona nos vea.
-¡Kero! – su grito enfurecido no se hizo esperar – estoy cansada – dice entre dientes, temblando por el agotamiento – Por favor, sé buenito – al ver que sus palabras dulces y sonrisitas piadosas no daban efecto, decidió utilizar tácticas más certeras –... mira: si dejas de fastidiar, te hago un pastel para ti solito cuando lleguemos a casa.
A primera instancia esta gran criatura se mantuvo quieta, serena. Aunque mucho no pudo aguantar, ya que sus ojos y la respiración entrecortada lo delataban.
- Puedes hacerlo una vez que terminemos el entrenamiento – murmuró confundido, esquivando la aguda mirada de la chica de ojos esmeraldas.
- Para ese entonces ya no habría una tienda abierta si quiero comprar los ingredientes...
El guardián no contestó. Bastante tenía con el debate entre la responsabilidad y la comida que era dueño en su mente.
- Pero si tu no quieres comer... – continuó la joven, con una voz bastante falsa de decepción – yo no te obligaré...
-¡¡Suficiente!! – gritó con dolor el extraño ser – Declaro oficialmente que termin...
- Aún faltan veinte minutos de preparación, Kerberos – por el rabillo de su ojo una mirada de frialdad cruzó hacia el tal Kerberos, causante de una sesión de escalofríos en su peluda espalda.
El mundo comenzó a girar a su alrededor. La sensación de espanto al no conseguir su meloso platillo, repugnancia de recibir indicaciones del ser halado y sorpresa al ver como todo se le escapaba de sus manos fue demasiado para su cabeza. Y como un mensaje de suplica hacia los demás, el cuerpo del guardián desapareció en el gran charco de frío lodo que había en un costado.
- Pero yo quería pastel – fue lo único que se escuchó en señal de protesta de parte del ser.
Respuesta inmediata de la joven de pelo castaño claro al ver lo sucio que estaba:
-¡Ajajajaja!
-¿Qué le ves de gracioso, Sakura? – preguntó mosqueado.
- Es que... es... – retomando el aliento, vuelve a decir – Es que así te pareces a un pecarí – el terminar su frase le hizo tanta gracia que tal vez por instinto o por simple burla hacia tal extraño ser volvió a reír a carcajadas.
Ambos seres mágicos inclinaron su cabeza con negatividad al escuchar el fundamente de su ama.
- No hemos acabado, Kerberos – advirtió el ángel de largo cabello grisáceo llegando a sus pies con mirada serena. Al ser sus ojos de una curvatura casi felina y de un azul intenso causaba el efecto penetrante e intimidador en su fijeza.
Antes de que Kerberos soltara uno de sus característicos insultos hacia su compañero, la joven se las arregló para comenzar a hablar casi mecánicamente con el ángel.
- Sé que falta para terminar, pero ¿podrías hacer una excepción? – las emociones que sus ojos transmitían se resumían en una única palabra: súplica.
El ángel suspiro resignado, su ama estaba fuera de entrenamiento si a magia se refería. Era cierto que se defendía bastante aceptable en la rama de las artes marciales... pero eso no era suficiente, cada día parecía que perdía un trozo de sus poderes mágicos, algo muy difícil de volver a conseguir o inclusive igualar y eso le preocupaba. Hundido en sus pensamientos escuchó de lejos la voz de la joven.
-¿Yue? – preguntó confusa, aún más cuando éste no le devolvió la mirada -¿Estás bien? – solo bastó un pequeño meneo afirmativo de su cabeza para que la chica se tranquilizase.
De todos modos, aún la desorientación seguía en él. Y tal oportunidad Kerberos no la dejó escapar, adoraba molestarlo, más si gracias a él había perdido algo que estuviese relacionado con su estómago.
-¡Oye!, ¡Ángel de Charlie! – viendo el efecto que causaba en el ser -¡Despiertaaaaaaaaaaa!
-¡Déjalo Kero!
- Pero Sakurita – trataba de excusarse el ser -¡Solo quiero ayudarte!
- Pero esa no es la forma...
- Él tuvo la culpa.
-¡Cállate!
-¡Me robó mi postre! – hipó con disgusto el guardián solar –¡Y ahora me quita tu afecto!
- Oh Kero – la adolescente se acercó lentamente hacia su guardián y fiel amigo, remordimiento se leía en su mirada – Yo no sabía...
-¡Tu nunca sabes nada! – volvió a llorar.
-¡Kero! – el regaño desapareció instantes después – Vamos, ¡perdóname!... – al gritar solo volvió a sacar lágrimas inocentes del guardián, ya no sabía que hacer. Una idea apareció en su mente, tan gentil como su encanto -¿Qué puedo hacer para que me disculpes? – los ojos del guardián brillaron por cuestión de segundos, las lágrimas acumuladas desaparecieron en instantes siendo reemplazadas por una mirada alegre, vivaz, atrevida y sobre todo dulce.
-¡Pastel! – gritó en un susurro.
Mientras transcurría aquella tierna escena, el ángel de ojos azules no paraba de negar con la cabeza y suspirar resignadamente ante tal engaño de su compañero ante su ama, su señora, lo más importante en su vida, su misión... Un grito atrajo su atención, preocupado pero frío fijo su mirada en la portadora de aquella voz.
-¡Kyaaa!
-¡¿Qué te pasa?!
-¡Kero! – grita con ojos asustados -¡Yue! – fija su vista en el ángel y otro guardián.
-¡¿Qué?! – pregunta Kerberos, consumido por la curiosidad.
- La cena... ¡la cena!
Entre los gritos de la joven llamada Sakura, los insultos que daba el guardián de ojos dorados hacia su compañero poco amigable; y la transformación del último fácilmente se podía predecir la agitada tarde que se estaba transformando en noche.
Una sombra se movió entre los edificios que formaban parte del terreno de entrenamiento, pasando desapercibida ante los ojos de aquellas personal. Entre risas y palabras fueron alejándose los cuerpos, pareciendo deformarse en el ahora oscuro camino. El viento sopló con intensidad casi monótona, llevándose misterios y deseos en el aire; los ojos del peluche que llevaba en manos la joven se movieron, siguiendo el soplido del viento y la pista de la antigua sombra ya desaparecida...
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- Ya esta todo listo para el viaje – una joven mujer de larga cabellera oscura, con una mirada tan penetrante como el azul de sus ojos hablaba motivada, llena de expectativas ante su nuevo comienzo y emocionada por encontrar nuevas aventuras e ilusiones a que aferrarse.
Pero una cosa era cierta: los motivos de su ida no eran nada buenos, menos agradables o divertidos... Y aún así era emocionante, aunque sea a los ojos de ella.
- Señorita – intervino otra mujer entrando a la lujosa sala de estar, su cuerpo pálido hacía contraste con el nerviosismo que meramente trataba de ocultar -¿Debe de irse ya?
- Eso parece – su simple respuesta tuvo la virtud de paralizar la mente de su acompañante.
- Sabe muy bien que estoy a cargo de su cuidado – la joven dama interviene nerviosa delante de la puerta de salida – N... No puedo dejarla ir.
Los ojos azules de la joven hicieron presencia con una fría, seria y penetrante expresión que bastó más que mil palabras para tratar de convencerla.
La mayor de ellas dos tenía una gran responsabilidad y deber para con la familia de la menor. Debía cuidarla, protegerla y ayudarla; pero éstas simples cosas solo complicaban más el plan principal si partimos de la base en que le debe su obediencia. Porque ser su empleada y a la vez quien debe cuidarla no era una labor muy fácil de realizar, en vez de protegerla parece más una revelación indigna a solo un cuidado.
- Aún está muy débil por acontecimientos pasados – vigilaba meticulosamente los movimientos de la joven -... ¿cómo sé que esto no es un error?
- Xiang Fei: de tu decisión depende una vida – toma con bastante liviandad una mochila de mano, acercándose peligrosamente hacia su encargada – Solo piénsalo – sus ojos reflejaban decisión, o más que eso.
Un suspiro salió en señal de súplica de la boca de la mujer. Volvió a ver a la joven con una pequeña sonrisa indiferente, camuflando tristezas y nervios que al final, muy en su interior, guardaba con remordimiento.
-¿Está segura de lo que hace? – fueron las únicas palabras que pudo pronunciar aquella mujer.
- Más que segura, es mi deber – da una sutil sonrisa en forma de agradecimiento.
-¿No se arrepentirá? – pregunta por última vez, aún las esperanzas de que la joven no se fuera estaban con ella.
-Aunque lo hiciera... – murmura con disgusto, viendo la puerta de salida con nostalgia – créeme amiga, no podría – ve a sus ojos con tristeza, una gentil mirada reemplaza todos sus pensamientos.
- Mmm... – toma una pequeña maleta de un estante de cristal, tomando algunos objetos dorados y plateados para terminar de llenarla con algunas monedas de plata.
-¿Qué haces?
La mujer ve con melancolía el resto de la sala. Da una mirada rápida hacia todas las cosas que quedaban solas, intactas, sin vida y al alcance de quien quisiera tomarlas. Sostiene la maleta entre sus manos con firmeza, su mirada endurecida.
- No pienso quedarme pensando en usted – con una mirada severa se dirige hacia la puerta para abrirla – Su madre me dejó a cargo de su cuidado.
-¿Y qué piensas hacer? – de brazos cruzados la chica esperaba la respuesta a su pregunta formulada.
- Ir con usted – respondió sencillamente.
Ojos azules se estremecieron.
-¡¿Qué?!
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- Pronto, muy pronto todo llegará a su final. Todo terminará, tú terminarás... Ya no molestarás más, no estorbarás.
-¿Tan segura estás de lo que dices? – una voz en medio de la oscuridad hizo su presencia, el ambiente lúgubre hacía contraste con aquella pregunta; fría, seca, áspera, terca.
- Por usted mi señor, estoy dispuesta a todo – respondió la primera voz, inexperta y sedienta de poder se camuflaba en la bajeza, esperando por su señor.
- Muchos dicen tus palabras; las mentiras abundan, pero el tiempo se extingue.
- Antes del tercer día de luna llena le demostraré mi fidelidad...
-¿Puedo confiar en ti?
- Hágalo... – risas siniestras se escuchan de fondo – no lo defraudaré.
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El ruido de motores acelerar y parar eran frecuentes esa mañana en la pista de aterrizaje de la antigua capital de Japón, Tokio.
Entre uno de los tantos vuelos que abundaban en aquella distante mañana, dos mujeres aparecieron entre una multitud de personas que salían por la puerta conductora a los pasillos que acababan en el avión.
Una muchacha de larga cabellera negra y ojos azules profundos caminaba hacia la salida del gran aeropuerto; a su lado, acompañándola va una mujer de veintitrés años.
- Llegamos – murmuró la más joven de las dos, caminando a lo largo del turístico lugar.
-¿Próxima parada? – pregunta la segunda, parándose a su lado.
- Hotel a descansar – bosteza sin la menor intención de importarle la mueca de su acompañante.
- Y... dígame... ¿qué es eso tan importante que debe hacer? – la cara de la joven de ojos azules se ensombreció, mechones caían impidiendo encontrarse con su mirada. Y como la voz de un muerto, responde secamente mientras detiene un auto.
- Encontrar una persona.
Notas de Kaoru: Helloooooo!!!!!!!! ¿Cómo va gente?? yo aquí, y ustedes ????... seguro con ganas de asesinarme... o tal vez no....
Para los que leen por primera vez este fic: ¡¡Bienvenidos!!....
Pero para la gente vieja que seguro me va a quemar como en las brujas de Salem ¡Piedad T-T!
Verán: quiero hacer mejoras en este fic, cosa de que quede más lindo ... y es que antes hice cada desastre que destrocé hasta la más mínima regla de ortografía (ojo que no quiere decir que ahora no lo haga) U gomen a todos --U es por eso que empiezo el fic de nuevo, solo para que se entienda mejor la historia; ya que de tantas cosas que le puse ni sé como salir del menjurje. Es cuestión de hacer algunos retoques y nada más; Cambiar algunas cosillas, poner otras.... no les prometo lo mejor de lo mejor, pero si mi esfuerzo y dedicación para que quede aceptable.
Espero sepan entender lo que quiero decir, y por favor, please, ¡¡se los imploro!!, Si les gustó, si no les gustó, si tienen ideas, críticas constructivas, aunque sea solo para saludar, ¡¡¡dejen reviewers!!! me harían muy feliz
Mi mail por cualquier cosilla (y msn si quieren hablar)---
Acepto cartas, halagos, pan queques, tortas de chocolate y crema, sobornos, saludos, críticas, algún cambio de palabras con cualquier persona, de todo menos VIRUS.
Ahora si, saludos y cuídense.
Kaoru Kinomoto.
PD: No sé si se habrán dado cuenta antes, pero les explico que el verdadero nombre de la asistente de la "señorita" es Xiang Fei, no "Xian Fei", que es seguro que lo encontrarán escrito así en los otros cap.; ni yo misma sé por qué le cambié el nombre a la pobre, pero trataré de dejárselo como el principio XD
