Preparación para la segunda parte.

La vuelta de la sombra.

Hay batallas que nunca terminan.

La oscuridad era absoluta. Sus respiraciones se escuchaban con más fuerza. Pausadas, lentas, tétricas. ¿Cuanto llevarían allí? Días, meses, años. El tiempo parecía no existir en ese agujero maloliente. Él seguía pensando. El deseo de venganza era cada vez mayor en su corazón.

Había estado solo vagando por aquella oscuridad demasiado tiempo. ¿Solo? No, no tenía tanta suerte. Ella estaba allí. ¿Por qué no podía haberse hundido en la oscuridad? ¿Por qué no se había perdido entre tantos túneles? ¿Por qué había seguido con él? ¡Cómo odiaba su presencia! ¡Cómo odiaba sentirla cerca! La odiaba, la odiaba tanto. Pero tenían respuestas sus dudas. Oh, claro que no. Él estaba perdido allí con ella, eso era todo lo que podía saber.

Una luz. Por fin al final se veía una luz. Las fuerzas que antes le habían faltado ahora lo incitaban a caminar. Estaba tan cerca.

-La salida.- dijo con voz ronca. Había olvidado que podía hablar, había olvidado que si habría la boca, de ella saldría sonido. No sabía que aún pudiera hacerlo. No lo había hecho en algún tiempo.

Se precipitó hacia aquella luz. Llevaba tantos ¿días?, no, no sabía si habían sido días; bueno, al final llevaba mucho tiempo, dando vueltas, caminando, buscando, tratando de encontrar esa luz. Aquella luz que esperaba poder llamar salida, tenía que ser la salida.

Pero ya cuando el primer rayo de aquella luz lo tocó, ella se interpuso. Rápida como siempre había sido, tapó el único camino que tenía para salir de allí.

-Apártate Isabel.- su voz ya tenía la fuerza y firmeza de antes. La orden era directa así que había en su tono una nota que denotaba peligro.

Pero ella no se movió. ¡Había desobedecido una orden directa! ¡Sólo esa mujer que sabía no podía morir a manos de él desobedecía ordenes directas, lo había olvidado! ¡Cómo la odiaba! Ella sólo lo miró y él la vio a su vez. No podría quitarla. No podía hacerle daño. Sólo una vez, en un sueño, había podido hacerle daño y matarla, alejarla de él. Pero había sido un sueño. Oh dulce sueño y apestoso despertar.

-Isabel...

-Tom date cuenta esto está mal. Estamos castigados vuelve a ser tu deja tus planes. Por favor. ¿No te das cuenta?

¿Castigo? No, ese no era su castigo. Eso sólo era un retraso de sus planes. Y ahora aquellos que lo habían encerrado caerían en la desdicha. Las vidas de cada uno de esos insectos desaparecerían bajo sus manos. No ese no era su castigo. Su castigo vendaría después. Ah, como ansiaba matar a cada heraldo y destruirlos. Ese era el nuevo objetivo. ¿El mundo? ¿La inmortalidad? ¡¿Qué importaban esas cosas ahora?! Se vengaría. Los heraldos estarían con él, muertos o en desgracia. No quedaría ninguno en pie ni su tonta hija, ni ella estaría vivía para ver el final. Y cuando todas las familias de ellos estuvieran muertas entonces... entonces él podría tomar al mundo. Porque él no era un mal pasajero, él era la peor de las catástrofes, una catástrofe infinita. ¡Nadie lo detendría! ¡Nadie!

Deseaba tanto vengarse que todo lo demás había pasado a otro plano. Lord Voldemort rozaba la locura. Creía que ya era inmortal cuando aún estaba lejos de conseguir ese objetivo. Pero la muerte ya no preocupaba a ese hombre, es más, tal vez había sido mejor para él llegar a morir en ese instante. No lo sé. Pero para ser un asesino uno debe de estar loco. La vida de Tom nunca fue sencilla y era Voldemort, él que se vengaría, el mundo sufriría, pero antes de todos sufrirían los heraldos.

Y mientras esos pensamientos azotaban la cabeza de un hombre enfermo, el cuerpo sufría una transformación. Isabel no puedo evitar lanzar un grito. El rojo de aquellos ojos que la habían mirado con odio había desaparecido, eran negros. La tez ya no era blanca ni se parecía a la de una serpiente. No, era un ser humano. Era Tom.

-Isabel por favor.- su voz ya no era fría. ¿Podría ser?

-¿Tom? ¿Eres tú?- No podía ser. Eso era un truco. Ella no podía dejarlo irse. Salir de allí... no. Porque él no era Tom. Tom ya no existía. ¡Oh! ¡Pero que cruel era esa visión! Pero no era él. No podía ser él. ¡Oh Merlín, que difícil no cumplir sus deseos!

-Soy yo Isabel volví. Por favor déjame pasar.- La abrazó. Isabel suspiró. Estaba allí con el hombre que tanto quería. Sintió de pronto algo en su estómago. Sabía que era, una lágrima cayó por la mejilla de aquella reina.

-Desmayus.- Isabel cayó en lo brazos de Voldemort. Otra vez era él. ¡Que ilusa, que tonta mujer! ¡Cómo podía creer a aquel mentiroso y estafador que era él! Oh, bueno, mejor para él que ella fuera estúpida.

Salió hacia la luz y sonrió mientras caminaba por aquel punte de piedra. ¡Estaba libre! ¡¡Por fin!!

- Ya no puedo ser Tom. Él murió y Voldemort está sediento de venganza. ¡¡¡¡VOLDEMORT SE ALZA DE NUEVO, LA GUERRA SIGUE Y YO GANARÉ!!!! – y con pasó firme salió del lugar. Llevándose con él a Isabel. - ¡Que los heraldos sufran! ¡Morirán bajo mis dedos! ¡Se arrepentirán de todo! ¡¡Porque yo Lord Voldemort los acabará!! ¡¡Lo juro!! ¡¡Por Merlín lo juro!! Sus vidas ya son mías.

Lily Evans abrió sus ojos. Eso era imposible. Él no, no... él no... ¡Lo había en cerrado! Y si estaba libre... ¡Oh Merlín era su culpa! Si pasaba algo malo... ¡Oh Merlín ella era la responsable! Pero él estaba en las profundidades del mundo no caminando hacia allí... ¡Oh no podía estarlo! Pero si... Un mareo la hizo caer de rodillas al lado de un sofá. No él no podía... no podía... no... Se desmayó.

Horas después llegó James. Le despertó. Y la pelirroja ya no sabía lo que había pasado. No recordaba que Voldemort iba hacia allá. Con sed de venganza. No recordaba que la guerra estaba apunto de comenzar. Esa era una batalla que se llevaría miles de vidas y en medio de todo estarían ellos. La verdadera batalla de los heraldos estaba por comenzar.

Nada de lo que reconocieron fue mío.

Syringen