¡QUIÉN LO HUBIERA IMAGINADO!
9. Jugando a las escondidas
Misami Aroku
Mmm... He notado que los reviews andan flojos... Malulines... XP
JKRowling es la escritora que ha logrado ganar la originalidad al crear a Harry Potter.
****
Esa noche, los pasillos de Hogwarts eran más tenebrosos que antes. Las sombras se movían y fingían parecerse a Filch, Peeves o la Sra. Norris. Jamie sintió que se le erizaba el vello de los brazos mientras avanzaba oculta bajo su capa invisible. Sabía que nadie más podría verla, pero dejaba de preocuparse. Malfoy no conocía la existencia de aquella capa, y si lo sabía... Mejor no imaginarlo. Tendría que esconderla en alguna parte antes de encontrarse con el rubio, pero corría el riesgo de que Filch o su gata la hallaran, y si eso ocurría... ¡adiós, capa! Con un suspiro, llegó al Salón de Trofeos. Éste, afortunadamente, estaba desierto. Con cautela, se quitó la capa de invisibilidad y se la amarró debajo de su túnica. Satisfecha, comprobó que apenas se notaba. Un minuto después, Draco Malfoy apareció en la entrada. Se veía pálido y algo molesto.
- Creí que no vendrías, Malfoy - lo saludó Jamie en voz baja.
- Pues yo sabía que tú sí - contestó él - Ahora dame mis libros si no quieres que te los quite yo -
Rápidamente, la niña sacó los libros y pergaminos del bolso y se los entregó con una mueca que intentó hacer parecer de asco. El rubio la ignoró.
- Espero que te hayan servido de algo - comentó éste de pronto, sonriendo. La joven se sorprendió tanto por aquel cambio en las facciones del rubio que dejó caer el resto de los libros, cuyo contacto con el suelo fue estrepitoso. Filch no tardaría en llegar...
- ¡Tonta! Mira lo que has hecho, Potter, ahora si que estamos muertos... - De pronto, la sonrisa había desaparecido y en su lugar sólo había rabia y miedo.
- Cállate y sígueme, Malfoy - murmuró la niña, agarrándolo de una mano y tirando de él hacia afuera. Ya podían percibir la oscilación de las sombras debido, probablemente, a la antorcha que el celador llevaba... Lo oyeron acercarse, mascullar amenazas y no les cupo duda: estaban muertos. Jamie tenía una pequeña posibilidad de salvarse si conseguía llegar hasta el retrato de la Dama Gorda, pero Malfoy estaba con ella, y su Casa estaba mucho más lejos. Obviamente, él no podría entrar a la Sala Común de Gryffindor, y menos aceptaría que ella se salvara y él no.
Con todos esos pensamientos en la cabeza, Jamie siguió corriendo con Draco de la mano. Cuando llegaron a un pasillo, lejos de Filch y su gata, se detuvieron a tomar aire. No se dieron cuenta de que seguían tomados hasta que el muchacho se soltó, aparentemente por casualidad.
Ahí no había mucho donde esconderse, excepto algunos salones de clase vacíos.
- Cerca estuvo - murmuró ella, jadeando.
- Por culpa tuya, idiota... ¿Por qué tuviste que dejar caer los libros? - Apoyó la espalda contra la pared y cerró los ojos, mientras trataba de recobrar el aliento.
Jamie no fue capaz de decir nada, pues sus ojos estaban clavados en el cuerpo del estudiante de Slytherin. Casi con ansia, lo recorrió con la mirada y se desconectó del mundo... hasta que una voz fría la llamó, arrastrando las palabras.
- ¿Qué te pasa, eh? Cualquiera diría que estoy hecho de oro puro, por la manera en que me mirabas... -
Antes de que la muchacha pudiera responderle, oyeron pasos a lo lejos. Una luz se acercaba lentamente, iluminando el lugar. Jamie y Draco estaban ocultos al final del pasillo, el cual seguía derecho más allá y se perdía en la oscuridad. Si doblaban la esquina, podían encontrarse con la Sala de Profesores. La luz bailarina se veía de lejos, cerca de la mitad del corredor. Si el celador decidía ir hacia la derecha, estarían salvados. Si prefería la izquierda, los dos jóvenes llegarían a un camino sin salida.
Si no hubiese sido por Malfoy, Jamie habría seguido pegada al suelo, muerta de vergüenza y terror. Pero el joven se había dado cuenta de su parálisis y la asió de una manga, arrastrándola junto a él. Al ver que Filch se acercaba más y más, trató de abrir una puerta. Cerrada.
- Alohomora - susurró, apuntándola con la varita. Silenciosamente, entró en la sala, con Jamie detrás. Luego se asomó para ver el camino que tomaría el celador.
- Maldita sea - masculló, y cerró sin hacer ruido. Miró a su alrededor, y descubrió un armario grande... y abierto.
- Entra ahí - le dijo a la niña, que obedeció sin oponer resistencia. Después se metió él y dejó las puertas lo suficientemente abiertas como para poder distinguir la entrada de alguien al aula sin llamar la atención desde su escondite.
- ¿Filch viene hacia acá? - preguntó Jamie, con voz queda.
- Sí - respondió Draco, pasando su brazo izquierdo alrededor del cuerpo de la niña y acercándola hacia el suyo - Así que ahora trata de estar lo más callada posible, porque o si no... -
La luz entró en la sala, y un estremecimiento recorrió la columna de ambos estudiantes. Filch se veía menos agradable que nunca.
- Sé que están por aquí, sabandijas... No tardaré en encontrarlos y hacer que los expulsen... -
Jamie estaba tan asustada que se apretaba lo más posible contra el costado de Draco. Su rostro estaba semi-hundido en su pecho, y tenía los ojos bien cerrados. El brazo del muchacho la hacía sentir más segura y protegida. No se le ocurrió pensar que estaba ocultándose junto con su peor enemigo, y que se sentía terriblemente feliz por eso. Sólo murmuraba para sí "que no nos encuentre... por favor, que no nos encuentre Filch..."
Después de lo que pareció una eternidad, el celador salió de la sala. Suerte que la Sra. Norris no lo acompañó (quizá buscaba por otro lado), o habrían sido descubiertos en el acto. Cuando todo volvió a quedar en silencio y a oscuras, Jamie abrió los ojos.
- ¿Ya... se fue? - preguntó, sin moverse.
- Sí... Ahora podemos irnos -
Sin embargo, ninguno de los dos se movió. El brazo de Malfoy seguía alrededor de la joven, y ésta aún permanecía muy unida a su cuerpo. Pronto, la respiración de ambos estudiantes comenzó a agitarse un poco... y otro poco más...
- ¿Qué ocurre, Malfoy? - preguntó la niña, cuando el chico se enderezó torpemente dentro del armario.
- Me falta oxígeno - Era una excusa tonta, pero sonaba mejor que la verdad.
- Creo que tienes razón, a mí me ha pasado lo mismo -
Cerraron el armario y salieron en silencio de la sala. Durante el trayecto hacia sus respectivas Casas ninguno dijo nada, por miedo a que Filch apareciera otra vez.
- Tienes tus libros, ¿verdad, Malfoy? - preguntó Jamie.
- Déjame ver... Sí, no falta ninguno... creo. Ahora voy a revisar el Salón de Trofeos por si acaso... -
Jamie hizo ademán de ir con él, pero Draco la detuvo. Cuando ella le preguntó por qué, el muchacho le respondió, sonriendo:
- Un caballero debe acompañar a la dama hasta su lugar de destino. Y yo ya cumplí -
- ¿Y por qué te has portado como un caballero conmigo, Malfoy? -
La sonrisa desapareció del pálido rostro del joven.
- Me ayudaste a escapar de Filch. Es lo menos que puedo hacer. Es cierto que soy un Malfoy y todo eso, pero... bueno, a veces sé cómo portarme bien...-
- Tú también me salvaste de haber sido descubierta por él, Draco. Además, por culpa mía casi nos atrapan. Deja que te acompañe... Así, si nos pillan, al menos no estarás solo... -
Jamie sonrió con timidez, pero el joven no le devolvió el gesto. Parecía realmente impresionado.
- Te estás arriesgando por mí... Y me llamaste "Draco". Tú siempre me dices "Malfoy"... ¿Qué demonios...? -
- Escucha, si no nos movemos pronto, nos va a ver Filch. Vamos al Salón de Trofeos, mejor -
Jamie estuvo a punto de sacar la capa, pero aún no era el momento adecuado. No confiaba totalmente en Draco. Una vez en el Salón, descubrieron un pergamino cerca del lugar en el cual estuvieron parados. "Si el viejo lo hubiese encontrado..." A la luz de la varita de la estudiante de Gryffindor, Draco y Jamie revisaron rápidamente y a conciencia todos los apuntes.
- No falta nada - murmuraron, aliviados.
Luego siguieron caminando hacia la Casa de Slytherin. Las sombras se veían menos amenazantes, ahora que el celador no los perseguía. En un punto, Draco se detuvo. Jamie lo miró, inquisitiva.
- Hasta aquí llegamos. Ahora debo ir al retrato de mi casa, decir la contraseña... Y tú no puedes estar cerca. Pero muchas gracias por tu compañía -
- Qué raro se me hace verte dándome las gracias por haberte acompañado - comentó la niña, riendo bajito. Él sólo sonrió, mientras ella agregaba - Bueno, me despido. ¡Buenas noches!
- Buenas noches - susurró Draco. Por un momento, pareció que se acercaría a besarle la mejilla, pero luego retrocedió y se alejó.
Sin mirar atrás, y conteniendo apenas las ganas de colocarse la capa y escuchar la contraseña de la Casa de Slytherin, regresó hasta el retrato de la Dama Gorda. Apenas había caminado un poco, cuando unas voces más o menos cercanas le hicieron alzar la cabeza.
- ¿Qué haces acá, Alexis? - Sin duda era Draco Malfoy. Sonaba muy molesto.
Sin perder tiempo, Jamie desató la capa de invisibilidad y se la puso. Casi corriendo, llegó hasta el lugar desde donde provenían las voces. Allí, aparte del rubio, se encontraba una niña más chica, Alexis.
- ¿Qué crees que hago? ¿Vigilarte y seguir tus correrías nocturnas con mi mente? ¿Descubrir que te escapaste de noche para reunirte con tu amiguita? No, cómo se te ocurre... -
- Pues entonces no me imagino qué diantre haces acá -
La intuición le alertó a Jamie que Darken no era una simple pequeña de primero, sino que ocultaba algo terrible bajo su apariencia de once años. Fue por ese motivo que no se atrevió a acercarse más a los dos alumnos de Slytherin.
- Tampoco te importa saberlo, Draco - fue la triste (pero afectada) respuesta.
El joven se encogió de hombros y se dirigió a un retrato.
- Oculis Ocultatem -
El retrato se movió hasta dejar a la vista una estrecha abertura. Malfoy entró, seguido de Alexis. Ahora era decisión de Jamie. Entrar o no entrar, he ahí el dilema. Por un lado, estaba Darken. Si ella lo descubría... nada bueno podía salir de eso. Por otro, estaba Draco. Si él la descubría... tampoco sería bueno.
Una vez consideradas las desventajas y los contras, Jamie penetró por la abertura, y el retrato se cerró tras ella.
****
El lugar era frío, muerto e impersonal. Los sillones eran negros y de cuero, ubicados frente a una chimenea que tenía la forma de una calavera, en cuyas fauces ardía el fuego. Del techo colgaban algunas lámparas herrumbrosas, sostenidas por cadenas. Las paredes eran blancas, de piedra, con forma y decoraciones similares a las de las antiguas catedrales... O, por lo menos, esa fue la impresión que le dio a Jamie cuando entró, invisible. La Sala Común de Slytherin era tan distinta de la suya, que olvidó por un momento el por qué había entrado allí. Miró a Draco, y se dio cuenta de que el muchacho encajaba perfectamente en su Sala...
- Bueno, ahora me voy a dormir, Alexis, si no te importa... - Dicho esto, el joven comenzó a caminar rumbo a sus habitaciones, pero la niña lo detuvo. Ambos se miraron en silencio.
- ¿Notas que pareciera haber otra persona aparte de nosotros dos? - preguntó Darken. Draco miró en todas direcciones y sus ojos vagaron frente a Jamie, sin verla.
- No... ¿por qué? -
- Porque yo sí lo noto. Alguien ha entrado a nuestra Casa sin que nos diéramos cuenta -
Todo quedó en un silencio sepulcral. A Jamie casi se le salió el corazón por la boca, y temió que sus latidos fueran lo suficientemente fuertes como para que los dos estudiantes pudieran localizarla. Aguantó la respiración lo más que pudo y se alejó de Alexis. Tenía razón, esa niña era realmente peligrosa. ¿Por qué se le tuvo que ocurrir entrar junto con ellos a la Casa de Slytherin? Ahora corría un grave peligro si es que Darken le tenía inquina... Y era seguro que sí, porque se veía bastante celosa por Draco...
- Estás paranoica, Darken. Aquí no hay nadie aparte de nosotros dos -
Ambas niñas suspiraron al mismo tiempo: una, de alivio; la otra, de resignación.
- ¿Quieres deshacerte ahora mismo de mí? - murmuró ella, luego de la tensa pausa.
- Tú, ¿qué crees? -
- Entonces, te propongo un trato -
- Soy todo oídos -
- Dejaré de perseguirte para buscar tu amor... Ya veo que no podré conseguirlo, y creo que ya estoy medio convencida de que será muy difícil que te enamores de mí -
- ¿Y los métodos para lograrlo, que algún tiempo atrás mencionaste? - se burló el muchacho.
- He decidido no forzarte. Es que, últimamente... me he dado cuenta de que mis sentimientos por tí, no son de amor...-
Desde donde estaba Jamie, Draco ofrecía un aspecto claramente alegre, aliviado. Sin embargo, éste se disipó por completo cuando Alexis terminó la frase.
- ...sino una mera atracción física -
Jamie se sorprendió de la frialdad con que Alexis le confesaba sus sentimientos a Malfoy. Ella jamás habría podido hacerlo, ni ahora ni antes, cuando era varón y le gustaba Cho Chang... Por cierto, ¿qué sería de Cho?
Ya serio, el muchacho inquirió:
- Bueno, eso quiere decir que todo lo que dijiste sentir por mí fue algo pasajero y poco importante, un capricho propio de la edad, ¿no es cierto? Que ya no debo... "pagarte"... del modo en que tú me lo pedías...-
- No. Quiere decir que no es necesario que sientas amor por mí... mientras me pagas la deuda -
Por un momento, ni Draco ni la "espía" de Gryffindor supieron qué pensar. Fue el estudiante de Slytherin quien reaccionó primero.
- ¡¿O sea que quieres que tú y yo...?! ¿Crees que me vendería para devolver un estúpido favor? ¡No, NUNCA! ¡No cuentes conmigo para eso, Darken! -
- No te dejaré tranquilo hasta que saldes tu deuda, Draco -
Jamie no entendía qué demonios quería decir "pagar la deuda". Podía inferir que Alexis le había hecho un favor a Malfoy, pero... ¿tan importante era que debía pagarlo con su cuerpo?
La palidez de Draco, tan característica en él, había adoptado ahora un tinte verdoso, casi enfermizo. Con el rostro desencajado, se dejó caer en un sofá. Jamie sintió deseos de arrimarse a él y acariciarlo, pero Alexis se acercó primero al muchacho, y la niña invisible decidió retroceder.
- Sé lo que estás pensando, Draco. Te sientes mal, y quisieras que esa niña de Gryffindor estuviera aquí para consolarte, ¿no? - Jamie, en un rincón, se quedó de una pieza. ¿O sea que Draco sentía algo por ella? El corazón volvió a saltarle, hasta que la otra muchacha volvió a hablar - ¿Qué pensaría la pobrecita si supiera que fuiste tú quien la convirtió en lo que es? -
- ¡No fui sólo yo! -
- Bueno, con un poco de mi parte, aunque como tú fuiste quien decidió llevar el plan a cabo... -
Aún cuando la astuta Alexis no volvió a mencionar otras presencias en la habitación, Jamie estuvo segura de que lo había dicho pensando en ella. Sin embargo, no le importó. De pronto, la estancia se volvió más helada y lo único que quiso fue salir de ahí y volver a su Sala Común.
- Cállate, Darken. He cambiado mucho desde ese entonces - espetó el joven, levantándose de un salto y alejándose de su interlocutora.
- Sí, porque te has enamorado de ella... - murmuró ella, sonriendo malignamente - Sin embargo, no te durará mucho... El tiempo pasa volando, y pronto acabará tu historia de amor... O quizás antes, cuando ella lo sepa todo -
Nadie dijo nada durante un momento. Draco estaba apoyado contra una pared, respirando agitadamente. Gotas de sudor perlaban su frente. Alexis se veía tranquila y desafiante. Y Jamie... Jamie estaba tratando de contener las lágrimas que pugnaban por salir. Ya no sabía qué pensar. ¿O sea que había sido su peor enemigo quien le había hecho eso? ¡Obvio! ¿Cómo no se le ocurrió antes? Y pensar que hacía poco habían estado juntos, que se habían ayudado mutuamente a escapar de Filch... ¡Que Darken acusaba a Draco de estar enamorado de Jamie! Y lo peor de todo es que ella sentía lo mismo por él... ¡Traidor! ¡Infeliz!
"Maldito... maldito Malfoy..." pensó, mientras su sorpresa se convertía en resentimiento. Si no hubiese admitido sus sentimientos hacia el chico, probablemente se habría arriesgado a golpearlo. Sin embargo, nada la preparó para lo que venía.
- No quiero que Jamie sepa nada, Darken. ¿Me entendiste? - siseó Malfoy, con los ojos entrecerrados.
La sonrisa de la niña se hizo más desagradable, y su tono de voz se volvió afectado y quejumbroso.
- Ooohhh, bueno, eso no puedo asegurártelo... Puede que un día esté de buen humor y me calle, o esté triste por tí, y decida contárselo, como una manera de desquitar todas mis penas... -
No había salida, y eso se podía ver claramente en los ojos grises del joven. Hasta Jamie, que sentía que lo odiaba en ese preciso instante, se dio cuenta de su situación. Estaba entre la espada (Alexis) y la pared (Jamie). Con un suspiro lleno de amargura y resignación, Draco pudo articular sus sentencia:
- Tú ganas, Alexis Darken. No le dirás nada a Jamie si... si te pago la deuda ahora... ¿Aceptas mi trato? -
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Tsuzuku...
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Please, don't change the cannal.
Ittekimasu, i promess.
Sayonara
9. Jugando a las escondidas
Misami Aroku
Mmm... He notado que los reviews andan flojos... Malulines... XP
JKRowling es la escritora que ha logrado ganar la originalidad al crear a Harry Potter.
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Esa noche, los pasillos de Hogwarts eran más tenebrosos que antes. Las sombras se movían y fingían parecerse a Filch, Peeves o la Sra. Norris. Jamie sintió que se le erizaba el vello de los brazos mientras avanzaba oculta bajo su capa invisible. Sabía que nadie más podría verla, pero dejaba de preocuparse. Malfoy no conocía la existencia de aquella capa, y si lo sabía... Mejor no imaginarlo. Tendría que esconderla en alguna parte antes de encontrarse con el rubio, pero corría el riesgo de que Filch o su gata la hallaran, y si eso ocurría... ¡adiós, capa! Con un suspiro, llegó al Salón de Trofeos. Éste, afortunadamente, estaba desierto. Con cautela, se quitó la capa de invisibilidad y se la amarró debajo de su túnica. Satisfecha, comprobó que apenas se notaba. Un minuto después, Draco Malfoy apareció en la entrada. Se veía pálido y algo molesto.
- Creí que no vendrías, Malfoy - lo saludó Jamie en voz baja.
- Pues yo sabía que tú sí - contestó él - Ahora dame mis libros si no quieres que te los quite yo -
Rápidamente, la niña sacó los libros y pergaminos del bolso y se los entregó con una mueca que intentó hacer parecer de asco. El rubio la ignoró.
- Espero que te hayan servido de algo - comentó éste de pronto, sonriendo. La joven se sorprendió tanto por aquel cambio en las facciones del rubio que dejó caer el resto de los libros, cuyo contacto con el suelo fue estrepitoso. Filch no tardaría en llegar...
- ¡Tonta! Mira lo que has hecho, Potter, ahora si que estamos muertos... - De pronto, la sonrisa había desaparecido y en su lugar sólo había rabia y miedo.
- Cállate y sígueme, Malfoy - murmuró la niña, agarrándolo de una mano y tirando de él hacia afuera. Ya podían percibir la oscilación de las sombras debido, probablemente, a la antorcha que el celador llevaba... Lo oyeron acercarse, mascullar amenazas y no les cupo duda: estaban muertos. Jamie tenía una pequeña posibilidad de salvarse si conseguía llegar hasta el retrato de la Dama Gorda, pero Malfoy estaba con ella, y su Casa estaba mucho más lejos. Obviamente, él no podría entrar a la Sala Común de Gryffindor, y menos aceptaría que ella se salvara y él no.
Con todos esos pensamientos en la cabeza, Jamie siguió corriendo con Draco de la mano. Cuando llegaron a un pasillo, lejos de Filch y su gata, se detuvieron a tomar aire. No se dieron cuenta de que seguían tomados hasta que el muchacho se soltó, aparentemente por casualidad.
Ahí no había mucho donde esconderse, excepto algunos salones de clase vacíos.
- Cerca estuvo - murmuró ella, jadeando.
- Por culpa tuya, idiota... ¿Por qué tuviste que dejar caer los libros? - Apoyó la espalda contra la pared y cerró los ojos, mientras trataba de recobrar el aliento.
Jamie no fue capaz de decir nada, pues sus ojos estaban clavados en el cuerpo del estudiante de Slytherin. Casi con ansia, lo recorrió con la mirada y se desconectó del mundo... hasta que una voz fría la llamó, arrastrando las palabras.
- ¿Qué te pasa, eh? Cualquiera diría que estoy hecho de oro puro, por la manera en que me mirabas... -
Antes de que la muchacha pudiera responderle, oyeron pasos a lo lejos. Una luz se acercaba lentamente, iluminando el lugar. Jamie y Draco estaban ocultos al final del pasillo, el cual seguía derecho más allá y se perdía en la oscuridad. Si doblaban la esquina, podían encontrarse con la Sala de Profesores. La luz bailarina se veía de lejos, cerca de la mitad del corredor. Si el celador decidía ir hacia la derecha, estarían salvados. Si prefería la izquierda, los dos jóvenes llegarían a un camino sin salida.
Si no hubiese sido por Malfoy, Jamie habría seguido pegada al suelo, muerta de vergüenza y terror. Pero el joven se había dado cuenta de su parálisis y la asió de una manga, arrastrándola junto a él. Al ver que Filch se acercaba más y más, trató de abrir una puerta. Cerrada.
- Alohomora - susurró, apuntándola con la varita. Silenciosamente, entró en la sala, con Jamie detrás. Luego se asomó para ver el camino que tomaría el celador.
- Maldita sea - masculló, y cerró sin hacer ruido. Miró a su alrededor, y descubrió un armario grande... y abierto.
- Entra ahí - le dijo a la niña, que obedeció sin oponer resistencia. Después se metió él y dejó las puertas lo suficientemente abiertas como para poder distinguir la entrada de alguien al aula sin llamar la atención desde su escondite.
- ¿Filch viene hacia acá? - preguntó Jamie, con voz queda.
- Sí - respondió Draco, pasando su brazo izquierdo alrededor del cuerpo de la niña y acercándola hacia el suyo - Así que ahora trata de estar lo más callada posible, porque o si no... -
La luz entró en la sala, y un estremecimiento recorrió la columna de ambos estudiantes. Filch se veía menos agradable que nunca.
- Sé que están por aquí, sabandijas... No tardaré en encontrarlos y hacer que los expulsen... -
Jamie estaba tan asustada que se apretaba lo más posible contra el costado de Draco. Su rostro estaba semi-hundido en su pecho, y tenía los ojos bien cerrados. El brazo del muchacho la hacía sentir más segura y protegida. No se le ocurrió pensar que estaba ocultándose junto con su peor enemigo, y que se sentía terriblemente feliz por eso. Sólo murmuraba para sí "que no nos encuentre... por favor, que no nos encuentre Filch..."
Después de lo que pareció una eternidad, el celador salió de la sala. Suerte que la Sra. Norris no lo acompañó (quizá buscaba por otro lado), o habrían sido descubiertos en el acto. Cuando todo volvió a quedar en silencio y a oscuras, Jamie abrió los ojos.
- ¿Ya... se fue? - preguntó, sin moverse.
- Sí... Ahora podemos irnos -
Sin embargo, ninguno de los dos se movió. El brazo de Malfoy seguía alrededor de la joven, y ésta aún permanecía muy unida a su cuerpo. Pronto, la respiración de ambos estudiantes comenzó a agitarse un poco... y otro poco más...
- ¿Qué ocurre, Malfoy? - preguntó la niña, cuando el chico se enderezó torpemente dentro del armario.
- Me falta oxígeno - Era una excusa tonta, pero sonaba mejor que la verdad.
- Creo que tienes razón, a mí me ha pasado lo mismo -
Cerraron el armario y salieron en silencio de la sala. Durante el trayecto hacia sus respectivas Casas ninguno dijo nada, por miedo a que Filch apareciera otra vez.
- Tienes tus libros, ¿verdad, Malfoy? - preguntó Jamie.
- Déjame ver... Sí, no falta ninguno... creo. Ahora voy a revisar el Salón de Trofeos por si acaso... -
Jamie hizo ademán de ir con él, pero Draco la detuvo. Cuando ella le preguntó por qué, el muchacho le respondió, sonriendo:
- Un caballero debe acompañar a la dama hasta su lugar de destino. Y yo ya cumplí -
- ¿Y por qué te has portado como un caballero conmigo, Malfoy? -
La sonrisa desapareció del pálido rostro del joven.
- Me ayudaste a escapar de Filch. Es lo menos que puedo hacer. Es cierto que soy un Malfoy y todo eso, pero... bueno, a veces sé cómo portarme bien...-
- Tú también me salvaste de haber sido descubierta por él, Draco. Además, por culpa mía casi nos atrapan. Deja que te acompañe... Así, si nos pillan, al menos no estarás solo... -
Jamie sonrió con timidez, pero el joven no le devolvió el gesto. Parecía realmente impresionado.
- Te estás arriesgando por mí... Y me llamaste "Draco". Tú siempre me dices "Malfoy"... ¿Qué demonios...? -
- Escucha, si no nos movemos pronto, nos va a ver Filch. Vamos al Salón de Trofeos, mejor -
Jamie estuvo a punto de sacar la capa, pero aún no era el momento adecuado. No confiaba totalmente en Draco. Una vez en el Salón, descubrieron un pergamino cerca del lugar en el cual estuvieron parados. "Si el viejo lo hubiese encontrado..." A la luz de la varita de la estudiante de Gryffindor, Draco y Jamie revisaron rápidamente y a conciencia todos los apuntes.
- No falta nada - murmuraron, aliviados.
Luego siguieron caminando hacia la Casa de Slytherin. Las sombras se veían menos amenazantes, ahora que el celador no los perseguía. En un punto, Draco se detuvo. Jamie lo miró, inquisitiva.
- Hasta aquí llegamos. Ahora debo ir al retrato de mi casa, decir la contraseña... Y tú no puedes estar cerca. Pero muchas gracias por tu compañía -
- Qué raro se me hace verte dándome las gracias por haberte acompañado - comentó la niña, riendo bajito. Él sólo sonrió, mientras ella agregaba - Bueno, me despido. ¡Buenas noches!
- Buenas noches - susurró Draco. Por un momento, pareció que se acercaría a besarle la mejilla, pero luego retrocedió y se alejó.
Sin mirar atrás, y conteniendo apenas las ganas de colocarse la capa y escuchar la contraseña de la Casa de Slytherin, regresó hasta el retrato de la Dama Gorda. Apenas había caminado un poco, cuando unas voces más o menos cercanas le hicieron alzar la cabeza.
- ¿Qué haces acá, Alexis? - Sin duda era Draco Malfoy. Sonaba muy molesto.
Sin perder tiempo, Jamie desató la capa de invisibilidad y se la puso. Casi corriendo, llegó hasta el lugar desde donde provenían las voces. Allí, aparte del rubio, se encontraba una niña más chica, Alexis.
- ¿Qué crees que hago? ¿Vigilarte y seguir tus correrías nocturnas con mi mente? ¿Descubrir que te escapaste de noche para reunirte con tu amiguita? No, cómo se te ocurre... -
- Pues entonces no me imagino qué diantre haces acá -
La intuición le alertó a Jamie que Darken no era una simple pequeña de primero, sino que ocultaba algo terrible bajo su apariencia de once años. Fue por ese motivo que no se atrevió a acercarse más a los dos alumnos de Slytherin.
- Tampoco te importa saberlo, Draco - fue la triste (pero afectada) respuesta.
El joven se encogió de hombros y se dirigió a un retrato.
- Oculis Ocultatem -
El retrato se movió hasta dejar a la vista una estrecha abertura. Malfoy entró, seguido de Alexis. Ahora era decisión de Jamie. Entrar o no entrar, he ahí el dilema. Por un lado, estaba Darken. Si ella lo descubría... nada bueno podía salir de eso. Por otro, estaba Draco. Si él la descubría... tampoco sería bueno.
Una vez consideradas las desventajas y los contras, Jamie penetró por la abertura, y el retrato se cerró tras ella.
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El lugar era frío, muerto e impersonal. Los sillones eran negros y de cuero, ubicados frente a una chimenea que tenía la forma de una calavera, en cuyas fauces ardía el fuego. Del techo colgaban algunas lámparas herrumbrosas, sostenidas por cadenas. Las paredes eran blancas, de piedra, con forma y decoraciones similares a las de las antiguas catedrales... O, por lo menos, esa fue la impresión que le dio a Jamie cuando entró, invisible. La Sala Común de Slytherin era tan distinta de la suya, que olvidó por un momento el por qué había entrado allí. Miró a Draco, y se dio cuenta de que el muchacho encajaba perfectamente en su Sala...
- Bueno, ahora me voy a dormir, Alexis, si no te importa... - Dicho esto, el joven comenzó a caminar rumbo a sus habitaciones, pero la niña lo detuvo. Ambos se miraron en silencio.
- ¿Notas que pareciera haber otra persona aparte de nosotros dos? - preguntó Darken. Draco miró en todas direcciones y sus ojos vagaron frente a Jamie, sin verla.
- No... ¿por qué? -
- Porque yo sí lo noto. Alguien ha entrado a nuestra Casa sin que nos diéramos cuenta -
Todo quedó en un silencio sepulcral. A Jamie casi se le salió el corazón por la boca, y temió que sus latidos fueran lo suficientemente fuertes como para que los dos estudiantes pudieran localizarla. Aguantó la respiración lo más que pudo y se alejó de Alexis. Tenía razón, esa niña era realmente peligrosa. ¿Por qué se le tuvo que ocurrir entrar junto con ellos a la Casa de Slytherin? Ahora corría un grave peligro si es que Darken le tenía inquina... Y era seguro que sí, porque se veía bastante celosa por Draco...
- Estás paranoica, Darken. Aquí no hay nadie aparte de nosotros dos -
Ambas niñas suspiraron al mismo tiempo: una, de alivio; la otra, de resignación.
- ¿Quieres deshacerte ahora mismo de mí? - murmuró ella, luego de la tensa pausa.
- Tú, ¿qué crees? -
- Entonces, te propongo un trato -
- Soy todo oídos -
- Dejaré de perseguirte para buscar tu amor... Ya veo que no podré conseguirlo, y creo que ya estoy medio convencida de que será muy difícil que te enamores de mí -
- ¿Y los métodos para lograrlo, que algún tiempo atrás mencionaste? - se burló el muchacho.
- He decidido no forzarte. Es que, últimamente... me he dado cuenta de que mis sentimientos por tí, no son de amor...-
Desde donde estaba Jamie, Draco ofrecía un aspecto claramente alegre, aliviado. Sin embargo, éste se disipó por completo cuando Alexis terminó la frase.
- ...sino una mera atracción física -
Jamie se sorprendió de la frialdad con que Alexis le confesaba sus sentimientos a Malfoy. Ella jamás habría podido hacerlo, ni ahora ni antes, cuando era varón y le gustaba Cho Chang... Por cierto, ¿qué sería de Cho?
Ya serio, el muchacho inquirió:
- Bueno, eso quiere decir que todo lo que dijiste sentir por mí fue algo pasajero y poco importante, un capricho propio de la edad, ¿no es cierto? Que ya no debo... "pagarte"... del modo en que tú me lo pedías...-
- No. Quiere decir que no es necesario que sientas amor por mí... mientras me pagas la deuda -
Por un momento, ni Draco ni la "espía" de Gryffindor supieron qué pensar. Fue el estudiante de Slytherin quien reaccionó primero.
- ¡¿O sea que quieres que tú y yo...?! ¿Crees que me vendería para devolver un estúpido favor? ¡No, NUNCA! ¡No cuentes conmigo para eso, Darken! -
- No te dejaré tranquilo hasta que saldes tu deuda, Draco -
Jamie no entendía qué demonios quería decir "pagar la deuda". Podía inferir que Alexis le había hecho un favor a Malfoy, pero... ¿tan importante era que debía pagarlo con su cuerpo?
La palidez de Draco, tan característica en él, había adoptado ahora un tinte verdoso, casi enfermizo. Con el rostro desencajado, se dejó caer en un sofá. Jamie sintió deseos de arrimarse a él y acariciarlo, pero Alexis se acercó primero al muchacho, y la niña invisible decidió retroceder.
- Sé lo que estás pensando, Draco. Te sientes mal, y quisieras que esa niña de Gryffindor estuviera aquí para consolarte, ¿no? - Jamie, en un rincón, se quedó de una pieza. ¿O sea que Draco sentía algo por ella? El corazón volvió a saltarle, hasta que la otra muchacha volvió a hablar - ¿Qué pensaría la pobrecita si supiera que fuiste tú quien la convirtió en lo que es? -
- ¡No fui sólo yo! -
- Bueno, con un poco de mi parte, aunque como tú fuiste quien decidió llevar el plan a cabo... -
Aún cuando la astuta Alexis no volvió a mencionar otras presencias en la habitación, Jamie estuvo segura de que lo había dicho pensando en ella. Sin embargo, no le importó. De pronto, la estancia se volvió más helada y lo único que quiso fue salir de ahí y volver a su Sala Común.
- Cállate, Darken. He cambiado mucho desde ese entonces - espetó el joven, levantándose de un salto y alejándose de su interlocutora.
- Sí, porque te has enamorado de ella... - murmuró ella, sonriendo malignamente - Sin embargo, no te durará mucho... El tiempo pasa volando, y pronto acabará tu historia de amor... O quizás antes, cuando ella lo sepa todo -
Nadie dijo nada durante un momento. Draco estaba apoyado contra una pared, respirando agitadamente. Gotas de sudor perlaban su frente. Alexis se veía tranquila y desafiante. Y Jamie... Jamie estaba tratando de contener las lágrimas que pugnaban por salir. Ya no sabía qué pensar. ¿O sea que había sido su peor enemigo quien le había hecho eso? ¡Obvio! ¿Cómo no se le ocurrió antes? Y pensar que hacía poco habían estado juntos, que se habían ayudado mutuamente a escapar de Filch... ¡Que Darken acusaba a Draco de estar enamorado de Jamie! Y lo peor de todo es que ella sentía lo mismo por él... ¡Traidor! ¡Infeliz!
"Maldito... maldito Malfoy..." pensó, mientras su sorpresa se convertía en resentimiento. Si no hubiese admitido sus sentimientos hacia el chico, probablemente se habría arriesgado a golpearlo. Sin embargo, nada la preparó para lo que venía.
- No quiero que Jamie sepa nada, Darken. ¿Me entendiste? - siseó Malfoy, con los ojos entrecerrados.
La sonrisa de la niña se hizo más desagradable, y su tono de voz se volvió afectado y quejumbroso.
- Ooohhh, bueno, eso no puedo asegurártelo... Puede que un día esté de buen humor y me calle, o esté triste por tí, y decida contárselo, como una manera de desquitar todas mis penas... -
No había salida, y eso se podía ver claramente en los ojos grises del joven. Hasta Jamie, que sentía que lo odiaba en ese preciso instante, se dio cuenta de su situación. Estaba entre la espada (Alexis) y la pared (Jamie). Con un suspiro lleno de amargura y resignación, Draco pudo articular sus sentencia:
- Tú ganas, Alexis Darken. No le dirás nada a Jamie si... si te pago la deuda ahora... ¿Aceptas mi trato? -
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Tsuzuku...
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Please, don't change the cannal.
Ittekimasu, i promess.
Sayonara
