Los personajes utilizados aquí no son de mi propiedad, asi que antes de meterme a la cárcel piensen eso, además, Yo no gano nada por medio de esto, simplemente criticas.
Gracias. Ahora si. ¡Lean, por favor!
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Capitulo 7: Reflexiones.
"Realmente poco me importa si te gusta Mu, Shakka o Ikki."
"¡Porque a ti nada te importa, Kanon!" Regañó Saga.
"¡Claro que hay cosas que me importan!" respondió, tratando de parecer indignado. "Por ejemplo, me interesa saber si Aiolia tiene pareja en este momento…"
"¡¿Es que planeas pasarte por todas las camas del Santuario?!"
"¿Es que se te olvida que se trata de 'mi' vida?" contestó Kanon. "¿Y si fuera así, cuál es el problema?"
"¡El problema es que eres mi hermano, maldita sea!" gritó, molesto. "¡¿Crees que me es divertido que todos sepan que ya pasaste igual por manos de Afrodita que de Dohko y ni los Dioses saben cuantos otros más?!"
"¿Te digo algo? Creo que mejor me voy. Cuando te pones así, es aún más imposible que de costumbre razonar contigo." Dijo, mientras iba hacia la puerta de salida. "Y además, el asunto no debería molestarte, porque a mi, que soy el implicado, ni siquiera me importa." Salió del lugar.
¡Dioses! ¿Acaso podía ser más odioso su hermano menor? Ya suficiente tenía con sus propios problemas, para estar escuchando rumores de las hazañas y aventuras amorosas del idiota de Kanon.
Trató de tranquilizarse. Necesitaba tener la mente en paz para pensar correctamente en su principal problema en este momento: Shakka. En el punto en que se encontraban las cosas ya no podía retractarse, o fingir que Virgo había mal entendido todo. ¡Cielos! ¿Ahora que haría? ¿Esperar? Podría ser lo más conveniente en aquel momento. Esperar a que Shakka hiciera el próximo movimiento… Bueno, entonces debía ocuparse de su segundo problema más importante: El Fénix. De alguna manera iba a conseguir que ese entrometido dejara en paz al caballero de Aries. Pobre Mu… él siempre tan crédulo… las mentiras de Ikki debieron engañarlo demasiado bien. ¡Pero él lo rescataría de las garras de esa ave de rapiña!
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Con los ánimos aun más débiles que los que tenía al levantarse, Shakka bajó al comedor, y lo encontró totalmente desierto. En verdad no tenía apetito, pero su estomago rogaba por comida con insistencia y debía complacerlo.
Caminaba cabizbajo por los pasillos de la mansión, con las manos unidas detrás de la espalda, pálido, cansado, como si estuviese desvelado desde varias noches y sin expresión alguna en el rostro, en conclusión, con los síntomas de toda persona que sufre por amor. Él no estaba hecho para este tipo de problemas. Toda su vida fue instruido para ser un guerrero, y ahí no te dan clases de cómo interpretar tus sentimientos, si es que después de toda una vida de batallas aún los conservas… Deseaba regresar a la vida tranquila del Santuario. Su vida de meditación y paz espiritual en el Sexto Templo. ¿Por qué llevar una vida normal era tan complicado? Amor, desamor, engaños, mentiras… ¿Es que las cosas no podían ser como en el campo de batalla? Con la simplicidad de conocer a tu adversario como tu enemigo y a ti mismo como tu único aliado confiable. Tal vez vivir era un mayor reto que sobrevivir.
"Buenos días, Shakka." El rubio se sobresaltó. Giró para buscar a la persona que se encontraba en la cocina: Aldebaran.
"Buenos días." Respondió lo más alegre que pudo, forzando una sonrisa.
"No me lo tomes a mal, pero…" se le acercó, como inspeccionándole el rostro. "No te ves muy bien… ¿Te ocurre algo?"
"No, claro que no…" negó Shakka. El caballero de Tauro siempre había sido una persona muy amable, al pendiente de sus demás compañeros.
"¿Seguro?" Era un bonito gesto que Aldebaran notara la tristeza que sentía, pero no podía decirle lo que le agobiaba, por diversas razones. Entre ellas, que el hombre era gran amigo de Mu.
"En verdad. Todo está bien."
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En otra parte de la Mansión Kido, Kanon comenzaba a dar sus primeros pasos para atrapar a su presa: Aiolia de Leo.
"Y dime, Aiolia." Comenzó Kanon, pasándole un brazo sobre el hombro. "¿Qué has hecho últimamente?"
"Pues…" No le gustaba mucho que Kanon lo tratara con tanta familiaridad. Le daba impresión de que… Nah, debían ser imaginaciones suyas. "La verdad no mucho. Un poco de esto, un poco de aquello…"
"Eso no se escucha muy divertido." Dijo, con voz socarrona. "¿Qué te parece si salimos? ¡Porque no me vas a decir que te agrada estar encerrado todo el día!"
"Pues la verdad no me molesta. Eso es lo que he hecho durante toda mi vida." respondió Aiolia, con pena.
"Bueno, pero algo más debías hacer en el Santuario ¿no?" preguntó, fastidiado. "No sé… Alguna diversión, o algo parecido."
"¿Entrenar?" preguntó, dudoso.
Ay, Dioses… Esto iba a ser difícil. Aiolia era una persona muy seria (por no decir aburrida), y no se las iba a ver fácil para hacerle caer en sus brazos. No se encontraba en sus planes hacer ningún tipo de esfuerzo físico durante esas vacaciones, pero…
"¿Qué te parece si vamos a un gimnasio?" sugirió Kanon, tratando de parecer entusiasmado con la idea.
"Por mi no hay problema." sonrió Aiolia. "Además, creo que hay uno bastante cerca de aquí."
Y en verdad se encontraba increíblemente cerca de la mansión, a unos cinco minutos a pie aproximadamente.
El lugar estaba casi vacío. Solo unas dos personas más se encontraban ejercitándose ahí, tal vez eran instructores en su tiempo libre, por lo que no los atendían. Pero para lo que eso les importaba. No necesitaban a nadie para decirles como poner a trabajar su cuerpo. Aunque el único que se ejercitaba era el caballero de Leo, ya que Kanon se limitaba simplemente a ver como se tensaban y relajaban los firmes músculos de su compañero. Después de todo, la idea no parecía ser tan mala desde aquel punto de vista.
"Cielos… lo que podría hacer con ese cuerpo…" murmuró Kanon para sí.
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Ikki continuaba desgastándose la cabeza, tratando de encontrar la manera de entablar conversación con Shakka. Debía, primero que todo, encontrarle. Porque si ese rubio en verdad se proponía no ser visto, lo lograba. Y el punto no era solo encontrarlo, sino que estuviese solo. Era probable que Virgo tratara de evitarlo, manteniéndose cerca de otras personas, y sabía muy bien de cierto caballero dorado que últimamente estaba demasiado cerca de Shakka.
Se dejó caer de bruces en su cama. ¿Por qué le pasaban todas esas cosas precisamente a él? Pero de nada le servía lamentarse ahora. Tal vez podría pedirle consejo a alguien. Pero… ¿A quién conocía él que pudiera darle consejos amorosos? La primera persona que pasó por su mente fue Afrodita, pero desechó la idea de inmediato. Aún no estaba tan desesperado.
Y no podía ser cualquier persona… no le gustaba la idea de contar sus problemas amorosos al primero que se le presentara. Sus sentimientos era algo que siempre le había sido difícil lidiar; solo algunas veces los expresó hacia su hermano Shun… ¡Shun! ¡Él podría ayudarle! ¿Cómo podía ser tan tonto como para no pensarlo antes? Su hermano menor podría escucharlo, y seguramente le daría una opinión sincera al respecto. Sí, iría a hablar con él en ese mismo momento.
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Mu vagaba por el extenso jardín de la Mansión Kido. Nunca había nadie por ahí, y eso era justo lo que necesitaba ahora: silencio. Pero no para poner en orden sus sentimientos, pues él ya los tenía muy claros desde mucho tiempo atrás: estaba perdidamente enamorado de Saga. Jamás pudo entender que le atrajo del caballero de Géminis. Probablemente su seriedad… esos aires de autosuficiencia con que trataba a todo el mundo. Siempre pensó que existía algo debajo de aquello, un Saga completamente distinto, pero demasiado inseguro como para mostrarse, y creyó que él podría develar esa persona.
Se recostó a la sombra de un enorme árbol. El aire era cálido, y le daba una sensación reconfortante al sentirlo acariciarle el rostro. Tal vez lo mejor era olvidarse de Saga…
'Probablemente.' pensó, mientras cerraba los ojos. 'Pero si antes no pude hacerlo, dudo que lo logre ahora.'
Por otra parte… las palabras del Fénix lo habían confundido bastante. Él llevaba años completamente seguro de que Saga no correspondía sus sentimientos, y ahora llegaba él asegurándole lo contrario. Le era demasiado complicado creerle… pero en el fondo, no podía negar que deseaba que las palabras de Ikki resultaran verdaderas. ¡Sería tan feliz de que así fuera!
Se reprimió a sí mismo. No debía hacerse ilusiones. Tenía que recordarse el hecho de que aún existía una gran posibilidad de que el Fénix malentendiese la actitud de Saga, y este no tuviera ningún sentimiento afectuoso hacia su persona más allá que el de un amigo.
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Aiolia caminaba nerviosamente hacia su amigo Kanon, quien iba entrando, pues había salido un momento en busca de un poco de agua.
"¿Qué pasa, Aiolia?" preguntó Kanon, al notarlo preocupado.
"Pues… ¿ves a aquellos dos tipos en el gimnasio?" señaló con la mirada a los dos apuestos muchachos que se encontraban también ejercitándose.
"¿Qué hay con ellos?"
"Creo…" la verdad era que esos dos no dejaban de mirarlo insistentemente desde la ultima media hora. "Creo que les gusto." A Kanon le molestó esto. Esos tipos insignificantes no se le iban a adelantar.
"¿Quieres que te ayude a quitártelos de encima?" preguntó Kanon, tronándose los nudillos, mientras avanzaba hacia adentro del gimnasio.
"¡No, Kanon! No podemos crear una pelea en un lugar público." Reprendió Aiolia, dándole alcance. "Ya sabes como se pone Saori cuando eso ocurre."
Sin hacer caso a las palabras del santo de Leo, Kanon fue hacia los dos chicos, dejando a su amigo atrás. Comenzó a hablarles en voz baja. Aiolia pudo ver como el entusiasmo se les iba del rostro a los muchachos, quienes al instante se marcharon, dejándolos solos en el lugar. Kanon volvió a donde estaba su amigo.
"Problema resuelto." Dijo Kanon, triunfante.
"¿Qué les dijiste?" preguntó Aiolia, atónito por la facilidad con que se había deshecho de los acosadores.
"Les dije…" acorraló a Leo contra la pared del gimnasio. "Que dejaran de mirar a mi novio." Declaró, acercando su rostro al del otro caballero.
"¡Mira, ya se fueron! ¡Gracias!" Aiolia se escabulló del agarre de Kanon con bastante sutileza. "Y creo que yo también ya me voy. Acabo de recordar que quedé de verme con Shura en la casa."
Al instante ya no había ni rastro del caballero de Leo. Kanon maldijo en voz baja, y se recargó molesto en la pared a la que había acorralado a su amigo.
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"¡Niisan!" saludó Shun, abrazando a su hermano mayor, apenas y hubo abierto la puerta.
"Hola, Shun." respondió el Fénix, sonriendo levemente. "¿Puedo pasar?"
"¡Claro!" dijo, quitándose de en medio. "¡Pasa, pasa!"
Los dos hermanos tomaron asiento en la sala de la casa. Y fue entonces que Shun notó al fin la tristeza del Fénix. Lo conocía demasiado bien, y por su mirada podía adivinar que estaba sufriendo por algo, aunque más probablemente, por alguien.
"¿Quieres contarme algo, niisan?" preguntó, con un tono tranquilo.
Ikki no respondió. Estaba buscando la manera de plantearle todo el asunto a Shun. Lo ultimo que le hubo dicho a su hermano fue el incidente ocurrido la noche de la fiesta en la mansión, y en verdad esa ya era noticia vieja, comparada con todo lo que ocurrió después.
"Es Shakka ¿verdad?" inquirió Shun. Ikki asintió. "¿Ocurrió algo malo?"
"¿Malo?" dijo Ikki, como si lo pensara. "Pues… ¿el hecho de que Shakka no quiera ni escuchar mi nombre, y que tenga una nueva relación con el maldito de Saga te parece malo?"
"¿Qué? ¿De que estás hablando?" no entendía nada. Apenas hubo visitado la Mansión Kido, y todo parecía marchar bastante bien.
Tuvo que explicarle todo lo ocurrido entre él, Mu, Shakka y Saga.
"Por eso vine a pedirte consejo, Shun." comenzó el Fénix. "Ya sabes que yo no puedo con este tipo de problemas…"
"Yo creo que deberías darle tiempo a Shakka." dijo Shun. "Si tratas de hacer algo, lo único que lograrás será enfadarlo más. Deja que se calmen un poco las cosas."
"¡Pero no puedo quedarse sentado, viendo como Saga engaña a Shakka!" exclamó Ikki, sobresaltado.
"Dices que Saga busca a Shakka para molestarte ¿cierto?"
"Cierto." respondió, dudoso.
"Tal vez si le muestras a Saga que no te molesta lo que hace, finalmente deje las cosas por la paz." dijo el caballero de Andrómeda. "Especialmente, si es verdad que se siente atraído por Mu."
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Aiolia llegó a la mansión, bastante nervioso. 'Su novio'. No había duda, así lo había llamado Kanon. ¿Pues qué demonios pretendía con él? Ya antes había escuchado comentarios bastante comprometedores sobre el hermano menor de Saga, pero jamás los tomó demasiado en serio… aunque ya estaba cambiando de opinión al respecto. Porque dudaba mucho que ese acercamiento suyo fuera para ayudarle a ahuyentar a los tipos aquellos… Rayos… No quería ser la próxima victima de Kanon… Y, según le habían contado sus amigos, cuando el hombre se proponía conseguir algo, o a alguien, no desistía hasta lograrlo. Bueno, pues él sería la primera excepción. Aiolia de Leo no caería en las trampas de nadie, y mucho menos de alguien como Kanon.
"Aiolia, hola." Saludó Shura, quien miraba televisión. "Supe que fuiste al gimnasio ¿Qué tal te pareció?"
"…Raro." Dijo, casi sin pensar.
"¿Qué dijiste?" preguntó Capricornio, pues no había alcanzado a escuchar lo que dijo su amigo por el ruido de la televisión.
"No… nada." Lo mejor era no comentarle a nadie el incidente con Kanon en el gimnasio. No quería tener a medio santuario soltando risitas burlonas a sus espaldas. "No dije nada."
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Shakka se encontraba en su habitación, específicamente, sobre su cama. Llevaba horas intentando meditar, y por más que trataba no parecía que fuera a lograrlo. Su mente le gritaba a voces que, en lugar de engañarse tratando de aclarar su mente con la meditación, se pusiera a resolver sus problemas amorosos, los cuales por cierto eran bastante complicados.
Se sentía… perdido. Todos los sucesos previos le habían desubicado terriblemente. Había pasado de un maldito problema a otro. En verdad aún no lograba entender ni como terminó besando a Saga, y mucho menos comprendía el por qué. ¿Lo quería? ¿O simplemente se sentía atraído a él? No podía decir que lo amara, pues el sentimiento que tenía hacia Saga era completamente diferente al que Ikki le provocaba. Aunque se supone que todos los amores son de distinta manera, así que pues… ¡Cielos, que confusión! No. No iba a ponerse a pensar, por nada del mundo lo haría. Pues de ser así, seguramente lo único que obtendría sería un espantoso dolor de cabeza, acompañado de una enorme depresión.
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NOTAS:
Sin comentarios...
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Capitulo 7: Reflexiones.
"Realmente poco me importa si te gusta Mu, Shakka o Ikki."
"¡Porque a ti nada te importa, Kanon!" Regañó Saga.
"¡Claro que hay cosas que me importan!" respondió, tratando de parecer indignado. "Por ejemplo, me interesa saber si Aiolia tiene pareja en este momento…"
"¡¿Es que planeas pasarte por todas las camas del Santuario?!"
"¿Es que se te olvida que se trata de 'mi' vida?" contestó Kanon. "¿Y si fuera así, cuál es el problema?"
"¡El problema es que eres mi hermano, maldita sea!" gritó, molesto. "¡¿Crees que me es divertido que todos sepan que ya pasaste igual por manos de Afrodita que de Dohko y ni los Dioses saben cuantos otros más?!"
"¿Te digo algo? Creo que mejor me voy. Cuando te pones así, es aún más imposible que de costumbre razonar contigo." Dijo, mientras iba hacia la puerta de salida. "Y además, el asunto no debería molestarte, porque a mi, que soy el implicado, ni siquiera me importa." Salió del lugar.
¡Dioses! ¿Acaso podía ser más odioso su hermano menor? Ya suficiente tenía con sus propios problemas, para estar escuchando rumores de las hazañas y aventuras amorosas del idiota de Kanon.
Trató de tranquilizarse. Necesitaba tener la mente en paz para pensar correctamente en su principal problema en este momento: Shakka. En el punto en que se encontraban las cosas ya no podía retractarse, o fingir que Virgo había mal entendido todo. ¡Cielos! ¿Ahora que haría? ¿Esperar? Podría ser lo más conveniente en aquel momento. Esperar a que Shakka hiciera el próximo movimiento… Bueno, entonces debía ocuparse de su segundo problema más importante: El Fénix. De alguna manera iba a conseguir que ese entrometido dejara en paz al caballero de Aries. Pobre Mu… él siempre tan crédulo… las mentiras de Ikki debieron engañarlo demasiado bien. ¡Pero él lo rescataría de las garras de esa ave de rapiña!
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Con los ánimos aun más débiles que los que tenía al levantarse, Shakka bajó al comedor, y lo encontró totalmente desierto. En verdad no tenía apetito, pero su estomago rogaba por comida con insistencia y debía complacerlo.
Caminaba cabizbajo por los pasillos de la mansión, con las manos unidas detrás de la espalda, pálido, cansado, como si estuviese desvelado desde varias noches y sin expresión alguna en el rostro, en conclusión, con los síntomas de toda persona que sufre por amor. Él no estaba hecho para este tipo de problemas. Toda su vida fue instruido para ser un guerrero, y ahí no te dan clases de cómo interpretar tus sentimientos, si es que después de toda una vida de batallas aún los conservas… Deseaba regresar a la vida tranquila del Santuario. Su vida de meditación y paz espiritual en el Sexto Templo. ¿Por qué llevar una vida normal era tan complicado? Amor, desamor, engaños, mentiras… ¿Es que las cosas no podían ser como en el campo de batalla? Con la simplicidad de conocer a tu adversario como tu enemigo y a ti mismo como tu único aliado confiable. Tal vez vivir era un mayor reto que sobrevivir.
"Buenos días, Shakka." El rubio se sobresaltó. Giró para buscar a la persona que se encontraba en la cocina: Aldebaran.
"Buenos días." Respondió lo más alegre que pudo, forzando una sonrisa.
"No me lo tomes a mal, pero…" se le acercó, como inspeccionándole el rostro. "No te ves muy bien… ¿Te ocurre algo?"
"No, claro que no…" negó Shakka. El caballero de Tauro siempre había sido una persona muy amable, al pendiente de sus demás compañeros.
"¿Seguro?" Era un bonito gesto que Aldebaran notara la tristeza que sentía, pero no podía decirle lo que le agobiaba, por diversas razones. Entre ellas, que el hombre era gran amigo de Mu.
"En verdad. Todo está bien."
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"Y dime, Aiolia." Comenzó Kanon, pasándole un brazo sobre el hombro. "¿Qué has hecho últimamente?"
"Pues…" No le gustaba mucho que Kanon lo tratara con tanta familiaridad. Le daba impresión de que… Nah, debían ser imaginaciones suyas. "La verdad no mucho. Un poco de esto, un poco de aquello…"
"Eso no se escucha muy divertido." Dijo, con voz socarrona. "¿Qué te parece si salimos? ¡Porque no me vas a decir que te agrada estar encerrado todo el día!"
"Pues la verdad no me molesta. Eso es lo que he hecho durante toda mi vida." respondió Aiolia, con pena.
"Bueno, pero algo más debías hacer en el Santuario ¿no?" preguntó, fastidiado. "No sé… Alguna diversión, o algo parecido."
"¿Entrenar?" preguntó, dudoso.
Ay, Dioses… Esto iba a ser difícil. Aiolia era una persona muy seria (por no decir aburrida), y no se las iba a ver fácil para hacerle caer en sus brazos. No se encontraba en sus planes hacer ningún tipo de esfuerzo físico durante esas vacaciones, pero…
"¿Qué te parece si vamos a un gimnasio?" sugirió Kanon, tratando de parecer entusiasmado con la idea.
"Por mi no hay problema." sonrió Aiolia. "Además, creo que hay uno bastante cerca de aquí."
Y en verdad se encontraba increíblemente cerca de la mansión, a unos cinco minutos a pie aproximadamente.
El lugar estaba casi vacío. Solo unas dos personas más se encontraban ejercitándose ahí, tal vez eran instructores en su tiempo libre, por lo que no los atendían. Pero para lo que eso les importaba. No necesitaban a nadie para decirles como poner a trabajar su cuerpo. Aunque el único que se ejercitaba era el caballero de Leo, ya que Kanon se limitaba simplemente a ver como se tensaban y relajaban los firmes músculos de su compañero. Después de todo, la idea no parecía ser tan mala desde aquel punto de vista.
"Cielos… lo que podría hacer con ese cuerpo…" murmuró Kanon para sí.
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Ikki continuaba desgastándose la cabeza, tratando de encontrar la manera de entablar conversación con Shakka. Debía, primero que todo, encontrarle. Porque si ese rubio en verdad se proponía no ser visto, lo lograba. Y el punto no era solo encontrarlo, sino que estuviese solo. Era probable que Virgo tratara de evitarlo, manteniéndose cerca de otras personas, y sabía muy bien de cierto caballero dorado que últimamente estaba demasiado cerca de Shakka.
Se dejó caer de bruces en su cama. ¿Por qué le pasaban todas esas cosas precisamente a él? Pero de nada le servía lamentarse ahora. Tal vez podría pedirle consejo a alguien. Pero… ¿A quién conocía él que pudiera darle consejos amorosos? La primera persona que pasó por su mente fue Afrodita, pero desechó la idea de inmediato. Aún no estaba tan desesperado.
Y no podía ser cualquier persona… no le gustaba la idea de contar sus problemas amorosos al primero que se le presentara. Sus sentimientos era algo que siempre le había sido difícil lidiar; solo algunas veces los expresó hacia su hermano Shun… ¡Shun! ¡Él podría ayudarle! ¿Cómo podía ser tan tonto como para no pensarlo antes? Su hermano menor podría escucharlo, y seguramente le daría una opinión sincera al respecto. Sí, iría a hablar con él en ese mismo momento.
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Mu vagaba por el extenso jardín de la Mansión Kido. Nunca había nadie por ahí, y eso era justo lo que necesitaba ahora: silencio. Pero no para poner en orden sus sentimientos, pues él ya los tenía muy claros desde mucho tiempo atrás: estaba perdidamente enamorado de Saga. Jamás pudo entender que le atrajo del caballero de Géminis. Probablemente su seriedad… esos aires de autosuficiencia con que trataba a todo el mundo. Siempre pensó que existía algo debajo de aquello, un Saga completamente distinto, pero demasiado inseguro como para mostrarse, y creyó que él podría develar esa persona.
Se recostó a la sombra de un enorme árbol. El aire era cálido, y le daba una sensación reconfortante al sentirlo acariciarle el rostro. Tal vez lo mejor era olvidarse de Saga…
'Probablemente.' pensó, mientras cerraba los ojos. 'Pero si antes no pude hacerlo, dudo que lo logre ahora.'
Por otra parte… las palabras del Fénix lo habían confundido bastante. Él llevaba años completamente seguro de que Saga no correspondía sus sentimientos, y ahora llegaba él asegurándole lo contrario. Le era demasiado complicado creerle… pero en el fondo, no podía negar que deseaba que las palabras de Ikki resultaran verdaderas. ¡Sería tan feliz de que así fuera!
Se reprimió a sí mismo. No debía hacerse ilusiones. Tenía que recordarse el hecho de que aún existía una gran posibilidad de que el Fénix malentendiese la actitud de Saga, y este no tuviera ningún sentimiento afectuoso hacia su persona más allá que el de un amigo.
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Aiolia caminaba nerviosamente hacia su amigo Kanon, quien iba entrando, pues había salido un momento en busca de un poco de agua.
"¿Qué pasa, Aiolia?" preguntó Kanon, al notarlo preocupado.
"Pues… ¿ves a aquellos dos tipos en el gimnasio?" señaló con la mirada a los dos apuestos muchachos que se encontraban también ejercitándose.
"¿Qué hay con ellos?"
"Creo…" la verdad era que esos dos no dejaban de mirarlo insistentemente desde la ultima media hora. "Creo que les gusto." A Kanon le molestó esto. Esos tipos insignificantes no se le iban a adelantar.
"¿Quieres que te ayude a quitártelos de encima?" preguntó Kanon, tronándose los nudillos, mientras avanzaba hacia adentro del gimnasio.
"¡No, Kanon! No podemos crear una pelea en un lugar público." Reprendió Aiolia, dándole alcance. "Ya sabes como se pone Saori cuando eso ocurre."
Sin hacer caso a las palabras del santo de Leo, Kanon fue hacia los dos chicos, dejando a su amigo atrás. Comenzó a hablarles en voz baja. Aiolia pudo ver como el entusiasmo se les iba del rostro a los muchachos, quienes al instante se marcharon, dejándolos solos en el lugar. Kanon volvió a donde estaba su amigo.
"Problema resuelto." Dijo Kanon, triunfante.
"¿Qué les dijiste?" preguntó Aiolia, atónito por la facilidad con que se había deshecho de los acosadores.
"Les dije…" acorraló a Leo contra la pared del gimnasio. "Que dejaran de mirar a mi novio." Declaró, acercando su rostro al del otro caballero.
"¡Mira, ya se fueron! ¡Gracias!" Aiolia se escabulló del agarre de Kanon con bastante sutileza. "Y creo que yo también ya me voy. Acabo de recordar que quedé de verme con Shura en la casa."
Al instante ya no había ni rastro del caballero de Leo. Kanon maldijo en voz baja, y se recargó molesto en la pared a la que había acorralado a su amigo.
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"¡Niisan!" saludó Shun, abrazando a su hermano mayor, apenas y hubo abierto la puerta.
"Hola, Shun." respondió el Fénix, sonriendo levemente. "¿Puedo pasar?"
"¡Claro!" dijo, quitándose de en medio. "¡Pasa, pasa!"
Los dos hermanos tomaron asiento en la sala de la casa. Y fue entonces que Shun notó al fin la tristeza del Fénix. Lo conocía demasiado bien, y por su mirada podía adivinar que estaba sufriendo por algo, aunque más probablemente, por alguien.
"¿Quieres contarme algo, niisan?" preguntó, con un tono tranquilo.
Ikki no respondió. Estaba buscando la manera de plantearle todo el asunto a Shun. Lo ultimo que le hubo dicho a su hermano fue el incidente ocurrido la noche de la fiesta en la mansión, y en verdad esa ya era noticia vieja, comparada con todo lo que ocurrió después.
"Es Shakka ¿verdad?" inquirió Shun. Ikki asintió. "¿Ocurrió algo malo?"
"¿Malo?" dijo Ikki, como si lo pensara. "Pues… ¿el hecho de que Shakka no quiera ni escuchar mi nombre, y que tenga una nueva relación con el maldito de Saga te parece malo?"
"¿Qué? ¿De que estás hablando?" no entendía nada. Apenas hubo visitado la Mansión Kido, y todo parecía marchar bastante bien.
Tuvo que explicarle todo lo ocurrido entre él, Mu, Shakka y Saga.
"Por eso vine a pedirte consejo, Shun." comenzó el Fénix. "Ya sabes que yo no puedo con este tipo de problemas…"
"Yo creo que deberías darle tiempo a Shakka." dijo Shun. "Si tratas de hacer algo, lo único que lograrás será enfadarlo más. Deja que se calmen un poco las cosas."
"¡Pero no puedo quedarse sentado, viendo como Saga engaña a Shakka!" exclamó Ikki, sobresaltado.
"Dices que Saga busca a Shakka para molestarte ¿cierto?"
"Cierto." respondió, dudoso.
"Tal vez si le muestras a Saga que no te molesta lo que hace, finalmente deje las cosas por la paz." dijo el caballero de Andrómeda. "Especialmente, si es verdad que se siente atraído por Mu."
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Aiolia llegó a la mansión, bastante nervioso. 'Su novio'. No había duda, así lo había llamado Kanon. ¿Pues qué demonios pretendía con él? Ya antes había escuchado comentarios bastante comprometedores sobre el hermano menor de Saga, pero jamás los tomó demasiado en serio… aunque ya estaba cambiando de opinión al respecto. Porque dudaba mucho que ese acercamiento suyo fuera para ayudarle a ahuyentar a los tipos aquellos… Rayos… No quería ser la próxima victima de Kanon… Y, según le habían contado sus amigos, cuando el hombre se proponía conseguir algo, o a alguien, no desistía hasta lograrlo. Bueno, pues él sería la primera excepción. Aiolia de Leo no caería en las trampas de nadie, y mucho menos de alguien como Kanon.
"Aiolia, hola." Saludó Shura, quien miraba televisión. "Supe que fuiste al gimnasio ¿Qué tal te pareció?"
"…Raro." Dijo, casi sin pensar.
"¿Qué dijiste?" preguntó Capricornio, pues no había alcanzado a escuchar lo que dijo su amigo por el ruido de la televisión.
"No… nada." Lo mejor era no comentarle a nadie el incidente con Kanon en el gimnasio. No quería tener a medio santuario soltando risitas burlonas a sus espaldas. "No dije nada."
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Shakka se encontraba en su habitación, específicamente, sobre su cama. Llevaba horas intentando meditar, y por más que trataba no parecía que fuera a lograrlo. Su mente le gritaba a voces que, en lugar de engañarse tratando de aclarar su mente con la meditación, se pusiera a resolver sus problemas amorosos, los cuales por cierto eran bastante complicados.
Se sentía… perdido. Todos los sucesos previos le habían desubicado terriblemente. Había pasado de un maldito problema a otro. En verdad aún no lograba entender ni como terminó besando a Saga, y mucho menos comprendía el por qué. ¿Lo quería? ¿O simplemente se sentía atraído a él? No podía decir que lo amara, pues el sentimiento que tenía hacia Saga era completamente diferente al que Ikki le provocaba. Aunque se supone que todos los amores son de distinta manera, así que pues… ¡Cielos, que confusión! No. No iba a ponerse a pensar, por nada del mundo lo haría. Pues de ser así, seguramente lo único que obtendría sería un espantoso dolor de cabeza, acompañado de una enorme depresión.
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