Adivina De Qué Color Es El Cielo
Capítulo Tres · Promesa DeseadaHarry se sentía algo mareado, tal vez por el contraste entre el calor y la fresca lluvia. Se dirigió a la sala común, aún todo empapado, pero antes de entrar se topó con Hermione, que volvía de la biblioteca.
- Si que has tardado, ni siquiera has venido a comer. – le dijo ella. Él asintió con la cabeza, pero no parecía haberla escuchado. - ¿Harry? ¿Estás bien?
- Mmh... ¿Por qué?
- Bueno, no sé, - dijo ella cruzando los brazos sobre el grueso libro azul y dorado que se apoyaba en su pecho – por esa cara de empanado que llevas.
Harry pensó muy seriamente en decirle lo que le pasaba a su amiga, a sabiendas que las chicas siempre habían sido bastante comprensivas con esas cosas, así que finalmente se le acercó un poco y le susurró si podían hablar a solas, pues no estaba seguro de que Ron tuviese ganas de escuchar lo que tenía que decir. La chica asintió, algo preocupada, dio media vuelta y se dirigió hacia fuera, acompañada por su amigo.
Se quedaron al amparo de un cobertizo junto al invernadero, con la lluvia aún repiqueteando en las viejas tejas color óxido. Se sentaron en un banco de madera y Hermione esperó.
- Esto... En fin, es un poco difícil de decir... Verás... – al ver la expresión de su amiga, Harry se apresuró a decir: - ¡Pero no es sobre tú y yo! Quiero decir, que no es que yo... que tú me...
Hermione se rió con ganas y dijo:
- Si es sobre tu sexualidad, ya lo sabía.
- ... ¿Cómo?
- Que si se trata de tus preferencias sexuales, ya me había dado cuenta. – repitió con una gran sonrisa en la boca y los ojos brillantes. Harry quiso fundirse, o que le tragase la tierra, no le importaba mucho cual de las dos cosas fuera, tan sólo deseaba desaparecer. – Tranquilo, que no se te nota. – dijo para relajar a su amigo. Luego, como para sí misma, añadió: - En cambio a Dean sí que...
- ¿Dean? ¿Dean Thomas? – Harry miraba perplejo a Hermione, que le observaba divertidísima por la situación.
- Venga, no me dirás que después de siete años compartiendo habitación no te habías dado cuenta... – Harry negó con la cabeza totalmente estupefacto. – Desde luego, qué cortitos sois los chicos... En fin, - dijo apartándose el pelo de la cara y dando un botecito en el banco para ponerse en una postura más en frente de Harry. – pero vayamos a lo tuyo.
Harry sintió que de nuevo le volvía a la cara esa horrible sensación de ardor y sus mejillas empezaban a ponerse coloradas por momentos.
- Supongo que si has decidido por fin contármelo es porque te gusta algún chico, ¿no?
La naturalidad de Herm frustraba al pobre Harry, que casi hubiera preferido que le mandara a la mierda y no quisiera volver a hablar del tema. Él asintió muy débilmente con la cabeza. No podía creer que estuviera a punto de contarle a la chica todo aquello. O más bien que ella fuese adivinando todo lo que pasaba por su mente.
- A ver... – se puso a pensar ella, mirando hacia arriba y con una mano en la barbilla – Ron no puede ser, porque me habría dado cuenta mucho antes, y además, seguro que no es de tu gusto. – Harry se sorprendió y no pudo evitar preguntar:
- ¿Por qué no?
- Demasiado alto.
Él se quedó mirándola con una expresión totalmente neutra. Parpadeó un par de veces, totalmente perplejo, y le pregunto a la chica cómo podía saber cosas que él ni siquiera conocía de sí mismo.
- Es natural, soy una chica.
- Ah. – dijo simplemente Harry. Aún recordaba lo que le había dicho hacía algo más de un año sobre Cho y los celos que había sentido ésta cuando le dijo que había quedado con Hermione.
- Bueno, - continuó diciendo ella – y ¿de quién se trata?
- En realidad no quería decirte 'quien', sólo que... este... me gustan los... chicos... –carraspeó para aclararse la garganta y las ideas.
- Oh, pero eso ya lo sabía yo. – ella se mostraba tremendamente divertida e ilusionada porque su amigo le contase secretos amorosos, y él pudo hacer más bien poco por resistir esa mirada de corderito y una gran sonrisa que le suplicaba sin palabras que se lo explicase todo.
- De acuerdo, de acuerdo, pero deja de mirarme así.
Harry le explicó, a trancas y barrancas, lo que había sucedido durante el partido de Quiditch, tratando de omitir con muy poco éxito, las palabras exactas —y cuán excitantes— del buscador de Slytherin. Como esperaba, Hermione se quedó blanca del susto, y no era para menos, pues Harry se había ido a fijar precisamente en una de las personas a las que más odiaba en el mundo.
- Y... des... desde cuándo... – logró articular ella.
Él no le supo responder con precisión, tan sólo sabía que de vez en cuando se fijaba en él y pensaba en lo atractivo que era.
- Por favor, no digas eso. – exclamó ella, cubriéndose los ojos con una mano. – Vale, no te voy a decir que no sea guapo, pero de ahí a... Por dios, Harry, pero ¿en qué estabas pensando? Claro, que mientras 'sólo' sea "deseo" es soportable.
- ¿Qué quieres decir? – preguntó él confuso.
- Nada, tú sólo evita pensar en él, ¿vale? – en un susurro para sí misma añadió: - Con la de chicos que hay en el colegio y se fija en el más capullo.
Una vez dentro de la escuela, Harry le hizo prometer a Hermione que todavía no le diría nada a Ron. Se fueron hacia la sala común de Gryffindor, donde estaban la mayoría de estudiantes, pues era sábado y además fuera el tiempo era horrible, aunque seguro que se aclararía al cabo de un rato. Ron les vio llegar y les llamó la atención con la mano para que se uniesen a la charla que estaba manteniendo con Neville y Seamus sobre estrategias de Quiditch.
Harry no estaba pendiente de la conversación, aunque de vez en cuando asentía o hacía algún comentario banal. Tenía algo en mente, pero no sabía muy bien de qué se trataba. El recuerdo de los susurros de Malfoy le turbaba como un torrencial sobre un campo de flores. De nuevo sintió aquella punzada en el abdomen, bajo el ombligo, y aunque no era dolorosa, le hizo cerrar los ojos como acto reflejo. Tuvo la sensación de que necesitaba otra ducha fría.
Al cabo de un rato sólo Ron y Seamus seguían con la conversación. Hermione se había sumergido en su libro y Neville jugaba a una especie de solitario con cartas que se mataban literalmente unas a otras. Harry sólo podía pensar, aunque lo hacía inconscientemente, en el partido de esa mañana y en la visión de Malfoy bajo la lluvia, ensimismado y con un porte melancólico.
De pronto Dean entró en la sala común acompañado de Collin, estaban riendo a carcajadas y gesticulaban con exageración. Harry se preguntó si realmente Dean era como decía Hermione, y no pudo evitar una sonrisa al comprobar que realmente a Dean 'se le notaba'. Aunque tal vez, pensó Harry, era porque ella se lo había dicho.
Cansado de estar allí dentro, Harry se levantó con la excusa de ir al lavabo y salió de su torre, vagando por los pasillos vacíos. Ahora que el tiempo había mejorado y volvía a salir el sol, aunque ya fuese por la tarde, los estudiantes salían a tomar el fresco. Casi nadie llevaba la capa negra, y las camisas estaban lo más abiertas posibles para evitar el calor, dejando las corbatas colgando. Harry también solía llevar su corbata con el nudo muy bajo y los dos primeros botones de la camisa desabrochados, aunque como ese día era sábado podía llevar la ropa que quisiera.
Mientras andaba por el castillo recordó la "promesa" de Malfoy de si Gryffindor ganaba. De nuevo la punzada bajo el ombligo. La vocecilla de su interior le dijo "Si tanto deseas esa promesa, ve a pedírsela."
Evidentemente nunca haría eso ni aunque estuviese bajo peligro de muerte, pero la mente es mucho más flexible que la realidad.
