Hola a todos, soy Andy Black. La verdad, cuando me puse a leer vuestros reviews me embargó una intensa emoción, pues no pensé q realmente fueran a gustaros mis fics ·-·U

Conacha: desde luego, un Draco con la camiseta mojada no está nada mal, verdad? XD

Camille Potter: gracias, en cuanto me sea posible subiré el sexto capítulo

Alana: bueno, mi estilo es bastante simple, y cuando releo lo q escribo suelo encontrarlo un poco primitivo, pero no puedo evitar q me guste escribir ·-·U

Liwk: siempre me ha gustado leer nombres de capítulos (o de libros) q me gustasen, ya q en mi opinión definen la esencia de aquello escrito, por eso trato de hacer lo mismo y q, con sólo leer esos nombres, tengáis ganas de leerlo todo. Gracias nn En cuanto a la muerte de Lucius, no pensaba darle excesiva importancia, pero hablaré de ello más adelante

Maika Yugi: tienes razón, q todo parezca 'real' es algo q quiero tener muy en cuenta No tendría sentido q Draco y Harry tuvieran intensas sesiones de sexo así porque sí, todo lleva su tiempo. Diste en el clavo, Rhysenn fue quien me inspiró a escribir algo para ser publicado aquí, aunq lamentablemente no creo q jamás llegue a su nivel ·-·U

Zhadkna-yhizet / Undomiel: (me encanta tu nick) siento decirte q no tengo ni idea q es un 'vestimario', disculpa mi ignorancia ·-·; Se nota q me gusta mucho Draco, verdad? XD Ambos son protagonistas de esta historia, pues ambos están implicados en ella. Curiosamente, tengo la extraña costumbre de hacer historias con 2 protagonistas a la vez, con idéntica importancia... no sé porqué será ·-·U

Cerdo volador: cierto, le doy bastante notoriedad a la soledad repentina de Draco pq es ahora, sin su padre, cuando se siente vulnerable a todo a su alrededor. El silencio, o más bien dicho el disfrutar el silencio, es algo a lo q siempre le he dado mucha importancia, pq es sin palabras cuando se pueden decir más cosas.

Adivina De Qué Color Es El Cielo

Capítulo Cinco · Blues De Medianoche

Ron despertó a Harry suavemente agitándole un hombro. El moreno se restregó los ojos y buscó instintivamente sus gafas en la mesita en el cabezal de la cama.

- Ron, ¿qué...? – dijo soñoliento - ¿Pero qué hora es?

El pelirrojo se llevó el dedo índice a los labios reclamando silencio y le susurró algo que Harry no pudo entender bien. Cuando éste se acostumbró a la oscuridad pudo ver en su amigo una gran sonrisa de oreja a oreja. Se incorporó observándole aún medio dormido.

- ¡Tengo que contarte algo! – dijo Ron en voz baja, para no despertar a sus compañeros. Casi le arrastró hasta la sala común de Gryffindor, que evidentemente estaba vacía a aquellas horas.

Entre gestos de excitación y frases vacilantes, Ron le explicó a su amigo que acababa de volver de la habitación oculta del séptimo piso, donde había estado con Hermione y que se habían besado por primera vez.

- ¿Cómo? – dejó escapar Harry, sorprendido - ¿Aún no os habíais besado?

Ron enrojeció de repente y pareció hacerse más pequeño. Harry trató de arreglar el gazapo, diciendo que como él les conocía bien se había dado cuenta de que estaban juntos, aunque en su interior pensó que probablemente lo sabían todas las casas.

Harry aguantó de forma espectacular la charla de su amigo, que le contaba con emoción todo lo que había pasado entre él y Hermione desde hacía algo más de un mes, cómo se le declaró, cuándo se daban la mano a escondidas... Un discurso soporífero que Harry soportó con fingido interés. Tenía sueño y muy pocas ganas de escuchar todo aquello. Además, sentía cierta envidia por ellos, habría deseado que para él las cosas también fueran así de sencillas, que tan sólo tuviese que buscar a una 'chica'.

Ya eran las siete cuando Ron decidió que lo había contado todo. Harry le felicitó de nuevo y le aconsejó que dejasen de intentar esconderlo, después de todo el curso acababa en dos semanas, así que poco importaba que algunos pudiesen burlarse de ellos. El pelirrojo se fue a dormir, pues esa mañana no había mucho que hacer, pero Harry se había desvelado y ahora sentía un poco de hambre en la boca del estómago. Pensó que tal vez podría rapiñar algo en las cocinas, así que se dirigió al primer piso, pero antes se fue a la habitación para ponerse unos zapatos. Como dormía con pantalones cortos y una camiseta no le importó caminar con ese atuendo por los pasillos.

En la puerta de las cocinas, y saliendo de ellas, se encontró con Luna, que llevaba entre los brazos unos cuantos bollos de pan duros y el Quisquilloso enrollado.

- ¡Hola! – le saludó ella. Él le devolvió el saludo y le preguntó qué hacía allí tan pronto. – Oh, sólo he venido a coger esto para los Querquetones azules. Sólo aparecen al salir el sol, ¿sabes?

Harry levantó una ceja con escepticismo, pero luego recordó que dos años atrás a él no le creyeron cuando afirmaba ver a los Theastrals y ella sí, así que olvidó el hecho de que los 'querquetones' pudiesen o no existir.

- ¿Y tú que haces por aquí?

Harry le contó la verdad con voz aburrida y ella pareció emocionarse tras su acostumbrada expresión despistada. Hacía algún tiempo Harry había pensado que a Luna le gustaba Ron —y realmente así lo parecía— pero la chica no mantenía mucho tiempo su atención en la misma cosa, y ahora daba la impresión de estar más enamorada de sus invisibles animales mágicos aparecidos en la revista de su padre que de los chicos.

Harry ya estaba a punto de entrar en las cocinas cuando Luna le dijo:

- Te veo muy solo, Harry Potter. – la chica no le dio tiempo a replicar – A pesar de estar rodeado de gente todo el tiempo estás muy solo. – entonces dio media vuelta y se marchó pasillo arriba, canturreando una canción sin ritmo.

Él se quedó unos instantes viéndole marchar, preguntándose a qué se refería Luna 'lunática' Lovegood. Podía ser muy despistada o estar en las nubes, pensó Harry, pero si estaba en Ravenclaw sin duda sería por una buena razón.

Los elfos domésticos estaban atareados preparando el desayuno para todos los alumnos y no parecieron reparar en él, pero Dobby le vio desde el momento en el que entró. Se le acercó y, como de costumbre, hizo todo lo posible por complacerle, ofreciéndole los mejores pedazos de comida. Winky apareció por detrás con una gran sonrisa bajo aquella narizota redonda y siempre sonrojada.

- ¡Potter, señor! – dijo con su estridente voz - ¡Sólo pida lo que quiera y Winky se lo traerá, señor!

A Harry le molestaba que siempre le tratasen con tanta reverencia, pero como por mucho que lo había intentado no conseguía que dejasen de hacerlo, desistió y simplemente les dedicaba una sonrisa y asentía.

De pronto se sintió realmente cansado. Por primera vez en muchísimo tiempo deseaba irse de allí, de Hogwarts, incluso del mundo. Estaba hastiado de todo, lo único que veía era que todo el mundo a su alrededor parecía feliz.

"No, todo el mundo no.", le dijo una voz interior.

Era cierto, había alguien que de ninguna manera podía estar pasándolo bien con el final de las clases y de los exámenes. Alguien que, como él, había perdido lo más importante de su vida. Pero se odiaban desde primero, y eso era algo que parecía totalmente imposible de cambiar. Harry se molestó viéndose pensar en Malfoy.

"Pero es que no le odio.", se dijo apesumbrado, "Es sólo que lo encuentro insoportable."

Caminó deambuleante por los pasillos de la escuela sin nada que hacer, esperando a que llegase la hora del desayuno y el Gran Comedor empezase a llenarse de gente. Los elfos domésticos le habían llenado las manos de tostadas y canapés, así que el chico ya tenía excusa para no ir con los demás y estar solo al menos un poco más. Mientras andaba pensó dónde ir para que nadie le molestara. Sabía que permanecer solo aún le haría estar más melancólico, pero los seres humanos son extraños y en ocasiones parecen disfrutar de su propia desgracia.

A aquella hora no habría nadie en la biblioteca, así que se decidió a ir hacia allí, metiéndose en la sección más aburrida de todo el lugar en la que habían cientos de libros viejos que hacía mucho que ya no se consultaban. Harry cerró los ojos captando el sutil aroma de las antiguas páginas amarillentas que albergaban aquellas estanterías carcomidas por los años. Siempre le había gustado el olor de los libros y de los pergaminos añejos, tal vez porque la primera vez que lo olió fue allí en Hogwarts, la salida definitiva de la casa maldita de los Dursley.

Suspiró largamente conteniendo de nuevo la rabia que le venía al cuerpo cuando pensaba en aquellos larguísimos diez años encerrado en una alacena claustrofóbica. La crueldad de sus tíos había hecho mella en él y sin duda le había marcado para toda la vida. El encontrarse de pronto en Hogwarts, donde muchos le consideraban un héroe, le causó una tremenda conmoción... y emoción. Incluso el hecho de tener un "rival" era algo que apreciaba. El tenerlo significaba que estaba luchando por algo.

El joven Gryffindor puso toda la comida sobre la mesa y se sentó en una silla de madera oscura, casi negra, tratando de disfrutar de su soledad.

Ya habían pasado unas cuantas horas, así que Harry cerró el viejo libro que estaba hojeando y salió de la biblioteca, dándose cuenta de que aún andaba con un atuendo muy poco adecuado.

Esquivó a todo el mundo en los pasillos haciendo rodeos hasta que llegó a la torre de Gryffindor y se escabulló hasta su habitación, donde para su sorpresa estaba Neville.

- Harry, hola. – le dijo el chico - ¿Dónde has estado toda la mañana?

Harry desvió el tema de conversación preguntándole qué era lo que estaba leyendo con tanto interés, y dio resultado ya que Neville le mostró un catálogo de herramientas para la horticultura mágica lleno de emoción, preguntándole a Harry cuáles le parecían más adecuadas para el cultivo de "Magnolias come-ratones".

Durante el resto del día Harry no pudo escaparse más, le dio la impresión de que Ron y Hermione le controlaban en todo momento, lo cual no era mucho de extrañar, ya que el comportamiento irascible de Harry durante los últimos días era inusual. Pero una vez se acostó todo el mundo el chico pudo al fin liberarse de las preguntas.

"No quiero dormir", se dijo. Deseaba aprovechar el tiempo de alguna manera para pensar, tan sólo pensar.

Cogió su capa de invisibilidad, se la puso por los hombros y salió discretamente de la habitación llevándose consigo una bolsita de tela con caramelos de todos los sabores. La noche era fresca pero no fría, así que decidió salir al campo de Quidditch y pasarse allí las horas tomando el aire revitalizador.

Se sentó sobre la capa junto a uno de los postes de gol del campo. La hierba estaba fresca y de un verde reluciente, producto de los continuos cuidados de la profesora Sprout. Para su sorpresa y su disgusto no estaba solo.

"No puede ser", se dijo molesto.

Draco Malfoy estaba caminando por el campo distraído y le vio allí apoyado en el poste. Se quedó unos instantes sin moverse, tan sorprendido como Harry, y luego se le acercó con su acostumbrado ademan altivo. El Gryffindor lamentó en sobremanera no haber cogido su varita. Sin embargo, para su asombro Draco no pareció venir malintencionado.

- Como te dije ayer, estás en todas partes.

- Yo podría decir lo mismo.

Malfoy iba vestido totalmente de negro, con una especie de traje de lino que contrastaba con la apariencia descuidada de Harry. El Gryffindor siempre se sentía sucio y terriblemente deslucido ante el Slytherin cuando no iban con el uniforme.

- ¿Me puedo sentar? – dijo Malfoy.

Harry parpadeó un par de veces incrédulo por lo que acababa de oír. Las palabras del chico no habían sonado irónicas o con sarcasmo como de costumbre sino extrañamente neutras. De todas formas Harry se mantuvo alerta, pues que el rubio lo hubiera preguntado era fruto sólo de su educación de "casa bien". El Gryffindor hizo un gesto con la mano hacia el suelo levantando una ceja y con expresión seria, como diciéndole "el suelo es de todos". Así pues, Draco se sentó sobre la capa de Harry pero manteniendo una distancia prudencial con él. Tenía las piernas cruzadas y los brazos sobre ellas, lo que le hacía estar un poco encorvado. Levantó la mirada hacia el cielo estrellado y oscuro, las únicas luces que habían eran las de los fuegos tenues de las salas comunes del colegio y las de la propia luna y las estrellas.

- ¿Cómo has salido sin que te hayan visto? – preguntó Harry con un tono un tanto desafiante.

Draco le miró de reojo con sus ojos grisáceos sin mover la cabeza.

- Tú tienes una capa de invisibilidad, yo tengo mis medios.

Durante mucho rato no se dijeron nada más, Harry tan solo lanzó alguna mirada fugaz hacia el otro chico, pero al cercenarse de que no venía con malas intenciones dejó de preocuparse y se relajó por fin. Asombrosamente no se sintió incómodo con la presencia silenciosa de Malfoy. Al contrario, se sintió cómodo.

Harry se dejó caer en el césped y se puso la bolsita de caramelos abierta sobre el estómago, cogiendo uno de vez en cuando —aunque con cuidado de no comerse alguno de sabor extraño. Durante unos instantes pensó en si decirle algo a Malfoy o no. Sintió sus entrañas removerse como si estuviera nervioso, y es que no tenía la más remota idea de qué podría desencadenar cualquier cosa que dijera, después de todo estaba completamente desarmado, y Malfoy probablemente sí llevaba encima su varita. Pese a todo, de nuevo su instinto parecía indicarle que no había hostilidad en la situación.

- Coge uno si quieres. – le dijo con brusquedad al Slytherin sin mirarle.

Draco le observó unos momentos incrédulo. Harry había estado comiendo de esos caramelos pero nadie le aseguraba que no estuvieran hechizados. Aunque Malfoy reconoció que debía ser un acto sin malicia, pues no había manera que Harry supiera que iba a ir al campo de Quidditch. Finalmente murmuró un inaudible "gracias" y alargó un brazo para coger uno de los coloridos caramelos de encima de Harry. Al metérselo en la boca descubrió con alivio que era de fresa.

Pasaron las horas, en silencio, compartiendo los caramelos, hasta que finalmente el sueño empezó a vencerles. Malfoy se levantó primero, desentumeciendo sus músculos y moviendo el cuello de un lado para otro. Empezó a caminar en dirección al colegio y dijo:

- Mañana yo traeré los caramelos.

Harry abrió mucho los ojos arqueando una ceja.

- ¿Mañana? – repitió.

Draco se paró y se giró a medias para mirar a Harry con actitud fría.

- Bueno, mañana vas a volver aquí y yo también, Potter, así que el gesto de cortesía será mío esta vez.

Harry no supo interpretar si aquello era una pequeña venganza de modales o algo que realmente sentía Malfoy que había que hacer. Se levantó incrédulo viendo marchar al chico. Notó que sus brazos y sus piernas estaban rígidos por estar tanto rato sin moverse, por lo que se estiró bostezando, recogió la capa, se la puso por encima y marchó hacia su habitación.

Todo aquello había parecido un inverosímil sueño.

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