¡Atención! Este fic contiene spoilers de los cinco libros originales de Harry Potter.
La base de esta historia y la mayoría de los personajes son copyright de J.K. Rowling. El resto de personajes pertenecen a una servidora, está prohibida la reproducción total o parcial de éstos.
Los Primeros amigos muggles
Ese silencio fantasmal le advertía que no podía estar tranquilo, que algo realmente malo le avecinaba y que lo mejor sería echar a correr, así lo hizo. Enfiló un oscuro y estrecho pasillo hacia un final que tan siquiera era perceptible por ninguno de sus sentidos. Corría y corría y lo único que veía era un enorme cansancio que cada vez pesaba más en todo su cuerpo, pero ninguna salida. Y entonces se despertó bañado en sudor y realmente exhausto.
La luz se hizo presa de una de las múltiples ventanas que ocupaban Privet Drive, sentado en su cama del número cuatro y tratando de serenar su ritmo cardíaco, liberó un alarido de dolor, ese sueño se le repetía todas las noches, iba en busca de su padrino, Sirius Black, y terminaba huyendo de algo.
Sirius Black estaba vivo, se negaba rotundamente a darlo por muerto, él vivía y estaba por alguna parte detrás de ese velo, si algo había aprendido era que algunos de sus sueños eran premonitorios, incluso tan reales como que podía estar pasando en ese mismo instante; ya le habían advertido que era malo para él seguir teniendo esos sueños, puesto que Lord Voldemort podía comunicarse a través de ellos, pero a él le daba exactamente igual, tenía que encontrar a Sirius fuera como fuera y si su obligación era quedarse verano tras verano encerrado en ese infierno con nombre propio: Dursley, al menos haría lo poco que estaba en sus manos para dar con él y liberarlo.
Entonces supo que ya no podría volver a dormir esa noche, no sólo por el asfixiante calor, sino por la inseguridad que le daba esa pesadilla cada vez que se despertaba, así que pensó en hacer algo de deberes que había pasado por alto durante un mes entero.
Harry Potter se levantó de la cama y aprovechando el mismo movimiento cogió sus gafas de montura redonda de la mesilla para ponérselas. Se acercó a su baúl y rebuscó buscando algunos libros, sacó uno enorme de Historia de la Magia y lo dejó caer de nuevo, de tan sólo pensarlo le entraba vértigo, no se pasaría la noche entera haciendo una redacción sobre las guerras sexistas de los elfos domésticos.
Podía probar hacer unos cálculos de pociones para averiguar la poción de la muerte dormida, una sola equivocación en uno de sus ingredientes y provocaría la muerte de todo aquel que se la bebiera... sería un buen regalo para los Dursley, incluso para el mismo Snape, el profesor de Hogwarts que más odiaba, un sentimiento completamente compartido por ambos. Entonces una risita asomó por la comisura de sus labios ¿qué habría sentido Snape al saber que Harry Potter había pasado sus TIMOS y que tendría que aguantarlo en los dos años que le quedaban en Hogwarts? eso suponiendo que no volviera a pasar ninguna otra espeluznante aventura que le costara una vez más su expulsión del colegio.
No se podía quejar con el resultado de sus TIMOS, realmente habían sido muy buenos y todo gracias a las clases obligatorias por parte de Hermione Granger, claro que ella había sacado las mejores puntuaciones, como la mejor estudiante de Hogwarts que era. Dos años más con Snape, de pensarlo se le revolvían las tripas, pero al menos podría seguir con el sueño de ser auror, tenía los TIMOS necesarios, ahora le faltaban los EXTASIS y ya había tomado la decisión de sacárselos, quería ese trabajo a toda costa, de este modo podría luchar contra Voldemort y demostrar la inocencia de Sirius.
Una mañana más y otro día tachado en el calendario que colgaba de la pared, tan sólo quedaban veintinueve días para regresar a Hogwarts, su verdadero hogar, donde tenía a los mejores amigos y donde realmente se sentía como en familia. Pero de momento tenía un verano al que no podía eludir, así que se vistió y bajó a la cocina para ver que podía desayunar.
Pasar por el lado de tía Petunia y que ésta ni se molestara en mirarlo, le era completamente indiferente, estaba acostumbrado que esa familia lo ignorara, así que él hacía lo mismo, no podían echarlo, de hecho ya lo habían intentado, pero desgraciadamente para ellos, y para el mismo Harry, debía regresar y permanecer en esa casa todos los veranos. Sacó una manzana de la nevera y la botella de leche, después de servirse una taza y comerse unas de las tostadas que iban destinadas para Dudley, su primo rechoncho con cara de cerdo, salió a la calle para hacer uno de sus paseos habituales que solían durar el día entero.
Se preguntó si no se celebraría en Inglaterra un nuevo partido internacional de quidditch o alguna otra excusa para poder marcharse, aunque fueran un par de semanas antes, y poder quedarse en casa de su amigo Ron Weasley. Un empujón que lo echó al suelo hizo que regresara a la realidad y mirara que estaba pasando, después de comprobar contra que había chocado, un chico siguió corriendo calle arriba, Harry se molestó por la mala educación de ese muggle que tan siquiera se había tomado la molestia de disculparse, se levantó espolvoreándose los pantalones cuando alguien volvió a chocar contra él, está vez cayendo de bruces al suelo.
- ¡Lo siento!
- ¡Genial! ¿hoy es el día de los capullos?
- Lo siento de veras, es que tengo un poco de prisa ¿estás bien? - una mano lo ayudó a levantarse del suelo - de verdad que lo siento... - le puso bien la camisa y después de comprobar que no tenía ninguna fractura grave, salió corriendo en la misma dirección que le otro chico.
Harry no había visto la cara de su segundo asaltante, pero por la voz le había parecido una chica, miró la calle para ver como esos dos chicos se escondían en el parque.
- ¡Eh tú, cuatro ojos! ¿has visto por donde se han ido esos dos chavales?
- Tse... - no pensaba contestar a uno de los "amiguitos" de su primo.
- ¡Te he hecho una pregunta!
- ¡Contesta si no quieres que te partamos las narices! - se unió a él otro de los amiguitos.
- Oh vaya, que miedo. - sus amenazas le entraban por un oído y le salían por el otro.
Pronto se reunieron con ellos dos gorilas más y el mismísimo Dudley, estos tres se les veía realmente cansados. El primero en llegar había sido el mejor amigo de su primo, Piers, un chico con cara de rata y demasiado delgado.
- Venga, dinos por donde se han ido - le exigió Dudley cuando ya se había repuesto de la gran persecución, Harry recordó haberlos visto en la heladería, eso sólo estaba a tres manzanas de donde se encontraban, que gran logro, correr veinte metros y sacar el hígado por la boca.
- ¿Quién? - preguntó con sarcasmo.
- Gran D, yo he visto como chocaban con él.
- ¿Dónde están? - le amenazó con un puño Dudley después de oír la confesión de su amigo.
- Ya te he dicho que no sé de que me hablas.- vaya, las diez de la mañana y ya se estaban metiendo con alguien, que madrugadores eran los gamberros.
Dudley dudó durante unos instantes y luego dio media vuelta. Harry se preguntó si también lo eran los demás gamberros del resto de países.
- Da igual, los esperaremos esta tarde, sé donde vive...
Y se marcharon por donde habían venido, no sin antes echar un último vistazo a Harry, quien había dibujado media sonrisa en sus labios.
Entonces le dio por mirar al suelo y ver su varita, la cogió tan deprisa como pudo para escondérsela en uno de los bolsillos suficientemente anchos para que no se notara.
- ¿Has visto eso? - el corazón le dio un vuelco ¿lo habían descubierto? Harry miró hacia atrás para encontrarse con el primer muchacho que lo había tirado al suelo y que no se había tomado la molestia ni de pedirle disculpas - saben donde vives ¡eso es perfecto! - se lamentó mientras una chica se acercaba a él.
- ¿Y que quieres que haga?
- ¿Que qué quiero que hagas? ¡Cualquier cosa! puedes mudarte, puedes hacerte la cirugía estética, puedes suicidarte... tienes un montón de opciones, elige. - se acercaron más a Harry. - si quieres, te escondo y finjo un secuestro, aún podríamos sacar unos cuantos pavos...
- Muy amable por tus... ideas, pero no, gracias.
- Vale ¿y qué vamos hacer? Por si no lo sabes esos son orangutanes sin sentido común ni neuronas a las que poner a trabajar, se rigen por una única regla... matar, así que a menos que no desaparezcas, no nos van a dejar en paz.
- Pero no me eches a mí las culpas de todo, si por una vez en tu vida cerraras ese pico de oro que tienes, nada de esto nos estaría pasando.
- ¡Claro! ahora resulta que la culpa es mía, pues perdona por quererte defender de un horror, de una violación segura, de un nuevo capítulo en tu vida titulado: mi muerte súbita; discúlpeme señoritinga por meterme en el mismo saco que usted... ¡y jugarme el pellejo para salvarte!
- ¿Salvarme de qué? Lo único que has hecho es complicarme más la vida.
- Perfecto - se plantaron frente a Harry - lo haces todo por ellas ¿y como te pagan? echándote la culpa de todo, mujeres, no intentes comprenderlas, pégate un tiro, es menos doloroso.
- Perdona por los empujones de antes - la chica decidió no hacerle caso al muchacho. Miró a Harry con una sonrisa de oreja a oreja.
- Tío, eres un ejemplo para la sociedad, dime ¿cual es tu secreto?
- ¿Secreto? - preguntó Harry con cara de horror.
- Sí, secreto, S-E-C-R-E-T-O, ya sabes, eso que todo el mundo intenta ocultar pero a la larga siempre se termina descubriendo.
- Eso dice mucho a tu favor... perdona por los empujones de antes, pero Dudley nos estaba persiguiendo...
- Para matarnos, al menos a mí, a ella sólo quería violarla y guardársela para repetir en otro momento. - terminó de explicar el chico. - ¿y tú como te has escapado?
- Bueno... Dudley es mi primo. - los tres se quedaron en silencio.
- Venga ya, pero si no te pareces en nada ¿no lo habrás soñado? ¡ya está! - miró a la chica - la prueba que necesitaba, Dudley es un marciano, sí, a venido de otro planeta para conquistar la tierra y torturar a sus habitantes ¿cómo no me habré dado cuenta de esto antes?
- Buena teoría Einstein. - volvió a sonreír a Harry - pues si Dudley es tu primo, te compadezco.
- Sí, yo también me compadezco.
- Bueno... yo soy Natalie y él es mi amigo Eddie.
- Edward James McFaddent, puedes llamarme E.J.
- ¿E.T.? - se rió la chica.
- Pero que graciosa, es que me parto, tienes tanta chispa que podrías incendiar dos bosques enteros y aún te sobraría para una cerilla.
- ¿Tú como te llamas?
- Harry, Harry Potter - los dos se lo quedaron mirando. Por un momento Harry pudo ver un destello extraño en el rostro de los chicos, como si lo conocieron o hubieran oído hablar de su historia, pero eso era imposible ¿no? puesto que eran muggles.
- ¿En serio que ese rinoceronte sin cuernos es tu primo? Porqué por más que mire no encuentro parentesco alguno.
- Pues yo me formulo esa misma pregunta todos los días. - los tres chicos rieron para quedarse en un silencio incómodo.
- Oye ¿te apetece tomar un helado? - le preguntó la chica, Natalie.
- Bueno... - si pudiera pagar con la moneda de brujo, estaría encantado, pero a lo que libras se refería, nada de nada.
- Invita ET. - la chica se alejó del grupo riendo.
- ¡JA, JA, JA! lo tuyo es el humor ¿eh? - Harry lo miró algo incómodo y E.J. le dio una palmada en la espalda - venga, para agradecerte tu ayuda y que no te mosquearas después de tirarte dos veces al suelo.
Harry sonrió agradecido.
