Los guardianes de Hogwarts
Hermione siguió con el ceño fruncido durante todo el viaje y sin decir palabra, de vez en cuando dejaba ir soplidos por su nariz y enviaba furtivas miradas a Harry, éste no terminaba de comprender que le pasaba, normalmente siempre estaba enfadada con Ron ¿por qué ahora le tocaba a él?
Cuando llegaron a la estación, la puerta del compartimiento permaneció cerrada, por más que Ron intentara tirar de ella, no se movió ni un milímetro. Se quedaron en silencio, a la espera de que alguien los dejara salir, al no sentir movimiento, pensaron que no eran los únicos que estaban atrapados en el vagón.
Entonces la puerta se abrió dando un fuerte golpe y apareció un hombre con la capa oficial de la Orden del Fénix, con la mano les indicó que cogieran sus cosas y lo siguieran. Al salir del tren fue cuando se dieron cuenta que los Caballeros Dorados los habían hecho salir uno por uno y repartido por los distintos carruajes donde unos silenciosos thestrals esperaban fieles como siempre. Pronto les tocó al grupo de Harry subir a un carruaje.
Aún estar bastante oscuro, pudieron seguir viendo distintos Caballeros Dorados vigilando el movimiento de los carruajes, hasta entonces Harry no se había dado cuenta del exceso de medidas de seguridad que había puesto el Ministerio.
- Entre poco y demasiado... - pensó Harry en voz alta.
- No quieren arriesgarse - le susurró Hermione con un tono de voz completamente neutral, pero entonces intercambiaron las miradas y ésta volvió a fruncir el ceño como si terminara de recordar que estaba molesta con Harry.
Algo le llamó la atención a Harry, las enormes gárgolas que adornaban Hogwarts parecían como si estuvieran vivas, de hecho vio a una cambiar de posición, a la expectativa de cualquier movimiento extraño en el cielo o los alrededores del colegio. Eran realmente aterradoras y sin estar seguro de que no fuera fruto de su imaginación, Harry sintió una oleada de pánico al pensar que esas cosas pudieran tener vida propia.
- ¿Te has fijado? - le susurró Hermione colocándose a su lado - las gárgolas... se mueven... - Harry le afirmó con la cabeza, ésta no quería crear una oleada de pánico, ya que al parecer, nadie se había dado cuenta.
- ¿Las habrá transfigurado McGonagall como hizo con las piezas del ajedrez gigante?
- Es lo más probable... - entonces Ron se giró y les interrogó con la mirada para saber de que estaban hablando, Hermione le hizo un gesto con la mano indicando que más tarde se lo contaría.
Pasando las grandes puertas que había a la derecha del vestíbulo, los alumnos fueron repartiéndose entre las cuatro largas mesas distribuidas por las distintas casas, el cielo que se mostraba sobre las velas que flotaban en el aire, era completamente negro, no se vislumbraba ni una sola estrella.
Ginny se separó de ellos para sentarse con unos compañeros de su curso y éstos encontraron sitio a la mitad de la mesa, donde se repartieron dos y dos. Harry miró en frente suyo descubriendo la fría y molesta mirada de Hermione, éste puso los ojos en blanco y pasó a observar la mesa de los profesores.
Esa noche la mesa parecía estar muy divertida, pues todos los profesores, incluido el director del colegio, Albus Dumbledore, reían sin parar, exceptuando como siempre el profesor Snape, que miraba de reojo a alguien sentado a su lado, al parecer la fuente de la risa de todos los demás. Era una mujer, bastante joven teniendo en cuenta las edades de los demás profesores, Harry se sorprendió cuando vio sus ojos, grandes y de color avellana, con el pelo extremadamente largo y negro como el carbón, le recordó muchísimo a Natalie y la nostalgia se apoderó de él ¿qué estaría haciendo ahora? la echaba mucho de menos, entonces recordó algo.
Miró a su alrededor y encontró a Ron hablando con Seamus y Dean que estaban sentados al lado de Neville. Pensó que tal vez Seamus sabría algo, al tener una madre bruja y un padre muggle.
- Seamus - trató de llamar su atención.
- ¡Hola Harry! - después de las culpaciones injustas que éste le había hecho durante el año pasado, Seamus trataba a Harry con mucha delicadeza, para asegurarse que aún no le guardaba rencor, a la primera que tenía la oportunidad, se mostraba de lo más abierto y simpático con él. - ¿qué tal el verano?
- Bien. - dijo tajante - oye ¿sabes de algún modo para comunicarse con los muggles desde Hogwarts sin hacer uso de una lechuza? - Seamus le sonrió.
- ¡Claro! - Hermione pegó la oreja disimulando estar interesada por la mesa de profesores. - el correo especial para muggles, algo así como el correo mugglyrcit, que viene a ser una especie de correo certificado. Tú primero escribes una carta solicitando lo necesario para mandar un correo mugglyrcit, que creo que vale un knut y medio, no lo recuerdo bien pero cuando te manden los formularios ya te informarán, tarda muy poco, un día como mucho. - bajó el tono de voz al ver que los de primer año ya entraban en el salón detrás de McGonagall. - después de rellenar los formularios y escribir tu carta, lo envías tal cual y ellos ya se encargan de todo.
- ¿Y que pasa después? - preguntó Harry.
- Pues la carta llega a las oficinas de correos de los brujos y estos ya se encargan de enviarlas a los muggles a través de un cartero, es muy práctico y así nadie...
- ¿Queréis callaros de una vez? El Sombreo Seleccionador va ha cantar su nueva canción. - les reprochó Hermione.
- Como si quisiéramos escucharlo - murmuró Ron.
- Pues a mi me interesa más lo que tenga que decir que estas chorradas de cartas mugglerciti... - le soltó Hermione.
- Es correo mugglyrcit. - le corrigió Seamus.
- ¡Lo que sea!
Y mientras el colegio entero esperaba expectante, el Sombrero Seleccionador abrió una rasgadura que le hacía de boca y se puso a cantar:
Ya estamos todos aquí,
un año más para aprender a vivir.
Un futuro que llama a las puertas que muchos de vosotros esperaréis en candeletas.
Hogwarts es vuestro hogar,
en el estáis seguros,
pues todos los profesores reparten,
disciplina y sabiduría en cualquier parte.
Pero ellos no pueden mostraros todo,
sois vosotros que debéis empezar el camino,
así que dejarme a mí la digna labor de ayudaros a elegir la casa a la que pertenece vuestro corazón.
Sea pues Gryffindor,
valientes y serios de mente,
aguardados en su hogar,
defenderán sus ideales hasta la eternidad.
O tal vez Ravenclaw,
donde la inteligencia y la templaza hacen de ellos los más sabios del colegio.
Puede que vuestra casa sea Slytherin,
un lugar donde hasta el más vergonzoso,
tiene un amigo leal y toda la ayuda que necesite precisar.
Y finalmente Hufflepuff,
porque sólo los de corazón sincero,
sin prejuicios ni maldades,
serán felices de pertenecer a esta casa.
Pero esta canción no termina aquí,
algo muy serio os tengo que decir;
se acercan tiempos difíciles,
el mal os pondrá a prueba,
ser merecedores, no de pertenecer a vuestra casa,
sino de ser dignos alumnos de Hogwarts.
Así pues, después de escuchar mi canción,
empezamos ya con la labor del Sombrero Seleccionador.
- Ha este sombrero se le va la pinza. - murmuró Ron.
- Pues yo opino que sus canciones son realmente instructivas e interesantes, además de tener toda la razón. - comentó Hermione.
- ¿Instructivas? pero si lo hace todo a capela - se pusieron todos a reír, mientras que Hermione mostró un rostro realmente enfadado.
- Eso sería instrumental - rugió entre dientes.
- Sí, sí, lo que tú digas. - comentó Ron aún riendo.
La profesora McGonagall empezó a leer la lista de alumnos y el Sombrero Seleccionador a repartirlos por las distintas casas. Los alumnos de primero se veían tan pequeños e indefensos, muchos de ellos temblaban de miedo cuando McGonagall les ponía el viejo sombrero encima de la cabeza y éste se hundía por completo tapándoles incluso la cara, al ser nombrada su casa salían corriendo aliviados y con una gran sonrisa dibujada en sus labios.
Después de "Zoster, William" de Slytherin, la profesora recogió el sombrero y el taburete y Dumbledore se puso de pie para dar paso al banquete de todos los años. Era sorprendente el sentimiento de tranquilidad y seguridad que emitía el director, todos los alumnos se quedaban completamente callados escuchándolo con mucha atención.
- Ser todos bienvenidos de nuevo, a los de primero y a los que no son de primero - guiñó un ojo mientras toda la mesa se ponía a reír - ¡que empiece el festín!
Después de sus palabras, las cinco mesas se llenaron de bandejas de oro llenas de comida hasta rebosar, carne asada, muslos de pollo, verduras, sopa, salsas, sándwiches, patatas al horno, fritas, pan de todo tipo y distinto tamaño, salchichas, embutidos y jarras de zumo de calabaza y agua.
- ¡arf arf! ¡al ataque! - Ron cogió cuatro muslos de pollo por mano y los puso sobre su plato, devorándolos de dos en dos.
- ¿Te sirvo zumo? - le ofreció Harry, acostumbrado a su hambre voraz. Ron afirmó con la cabeza mientras trozos de pollo le caían de la boca por el exceso de cantidad que se había introducido.
- Eres un cerdo ¿lo sabías? - le reprochó Hermione tratando de apartar su mirada con asco.
- ¿Qué ha pazago a fuegga? - le preguntó Ron a Harry escupiéndole un trozo de pollo, éste primero tragó lo que tenía en la boca - perdón - Harry le sonrió sacándole importancia mientras se limpiaba con su servilleta - ¿Qué ha pasado a fuera?
- Nada que te importe. - le soltó Hermione.
- Luego te lo cuento - le susurró Harry.
Cuando Harry se puso en la boca el último trozo que le quedaba en el plato de su tarta de melaza favorita, toda la comida desapareció, dejando sólo las bebidas. El sueño empezó a inundarle por completo y aún más cuando todas las charlas cesaron en el instante en que el director se ponía otra vez de pie.
- Ahora que estamos todos con las barrigas llenas, os pido un momento de atención para los habituales avisos de principio de curso. Los de primer año deben saber que los alumnos tienen terminantemente prohibido entrar en los bosques de los terrenos del castillo. El señor Filch me ha pedido, por enésima vez, que os recuerde a todos que no está permitido hacer magia en los pasillos entre clase y clase, así como una inmensa lista que encontraréis en la puerta de su despacho. Este año hay dos noticias por parte del profesorado, después de discutirlo con el Ministerio, la profesora Trelawney ha sido readmitida de nuevo en la enseñanza de Adivinación para los cuatro primeros cursos, los dos últimos serán impartidos por el profesor Firenze. Así pues damos la bienvenida a la profesora Cartier, la nueva responsable de Defensa Contra las Artes Oscuras.
Esa extraña profesora saludó haciendo el símbolo de la victoria con los dedos, mientras que al profesor Flitwick se le escapaba una risita.
- Ya veo que con esta nueva profesora la vamos a tener... - comentó Hermione.
- ¿Por qué? a mi me parece simpática además de muy guapa - sonrió Ron satisfecho.
- Ron ¿alguna vez en tu vida podrás pensar con la cabeza en vez de con los pies? - le reprochó Hermione.
- ¡Envidia que tienes!
Harry decidió seguir escuchando al director.
- Más puntos a comentar, el Ministerio ha insistido en poner vigilancia permanente en los terrenos de Hogwarts, ningún alumno podrá salir del castillo sin permiso previo y sin ir acompañado de un profesor, todo quedará en manos de los Caballeros Dorados. - se oyeron reproches. - Y finalmente, las pruebas para los equipos de quidditch de cada casa tendrá lugar el segundo domingo de este mismo mes, se repartirán horarios para cada casa. Dicho y hecho, en la cama falta gente. - terminó Dumbledore.
Todos se levantaron a la vez y Hermione y Ron salieron corriendo para dirigir a los de primero a la Sala Común de Gryffindor. Lo primero en que pensó Harry fue ir a la lechucería para pedir los formularios necesarios y enviarles la carta a Natalie y E.J. pero pensó que Hedwig merecía un descanso después del inusual viaje, así que decidió esperar hasta mañana.
Después de pasar por el retrato de la señora gorda y subir a los dormitorios de los chicos de sexto curso, Harry empezó a desnudarse para ponerse el pijama, había sido el primero en llegar.
- ¡Hola Harry! - saludó Seamus seguido de Neville y Dean.
- Hola - masculló éste al comprobar quien era.
- ¡Que alguien le de un remedio contra el dolor menstrual, no la aguanto más! en serio, si mañana sigue tan... rematadamente inaguantable, la encerraré en el baño hasta fin de curso. - gritó Ron cuando entró en la habitación. - ¿qué ibas a contarme Harry? - Ron se sentó en la cama de su amigo mientras éste terminaba de ponerse la camiseta del pijama.
- A Hermione y a mí nos ha parecido ver que las gárgolas están vivas.
- ¿Qué gárgolas?
- Las que rodean el castillo, pensamos que McGonagall las ha transmutado, deben estar vigilando Hogwarts ya que dentro del colegio no hay ningún Caballero Dorado.
- Que raro que Dumbledore no nos haya comentado nada...
Harry elevó sus hombros en señal de ignorancia y se tumbó en su cama resuelto a quedarse dormido y no formar parte de la conversación que mantenían sus compañeros de habitación sobre el pasado mundial de quidditch.
