Capítulo 3
Zelgadiss se despertó asombrado por el sueño que había tenido aquella noche: "Vaya sueño. Creí que ya había dejado de soñar esa clase de cosas" pensó mientras se ponía en pie y se preparaba para bajar a la cafetería del hostal en el que se encontraba.
-Un café, por favor. -Pidió la quimera a un camarero que se le había acercado.
-En seguida.
El muchacho se relajó en la silla mientras un extraño presentimiento le recorría todo su cuerpo: "Va a ocurrir algo, lo presiento", cerró los ojos y cruzó los brazos mientras esperaba la llegada de su desayuno.
-Aquí tiene, señor. -Zelgadiss le dio las gracias y prosiguió a beber de la taza.
Se sentía algo nervioso por volver a ver a Ameria. Pero sabía que no podía dar marcha atrás. No se sentiría bien haciéndolo, y no era un cobarde, tan solo sería una visita corta, y luego volvería en busca de su cura.
Una vez hubo acabado el café, se levantó de la mesa y le dijo a la encargada del hostal:
-Aquí tiene: esto por la noche y esto por el café. -Comentó mientras le entregaba unas monedas y se despedía.
Tras andar durante un buen rato, la joven quimera llegó a Seyllune y observó cómo todo el esplendor del reino se extendía ante él.
Por otra parte, Ameria se encontraba en su cuarto, tumbada, esperando que llegase una de las personas que más le importaban en el mundo. Se acarició el vientre y sonrió inconscientemente:
-¿De qué te ríes? Creí que no te gustaba la idea de tener un bebé de aquella forma. -Ameria se sobresaltó al ver a su compañera.- Ten, te traigo la comida.
-Gracias, Lina.
-De nada. Después de todo, estás enferma ¿No? -Contestó con una sonrisa y una pequeña risilla.
Ameria la sonrió a ella también.
-¿Estás bien?
-Sí...
-La verdad, no se por qué has insistido tanto en que ya te pondrías enferma desde hoy. -Inquirió la joven mientras posaba uno de sus dedos índices en la frente, en pose pensativa.
-Es que... tengo una intuición. -Se excusó la joven con una sonrisa nerviosa.
-¿Una intuición dices?
-Sip. -Afirmó.
-Como quieras...
De pronto, se escucharon unos golpes en la puerta que interrumpieron la conversación de las chicas:
-Adelante .-Ordenó la princesa.
Un hombre joven y en armadura se presentó ante ella. Se agachó en forma de reverencia y prosiguió:
-Princesa, un hombre de apariencia extraña se encuentra en las puertas del palacio. -Lina se sorprendió ante esto, pero la expresión de Ameria no cambió, tan solo asintió a lo que el muchacho le indicaba y un leve nerviosismo comenzó a recorrerle el cuerpo- Dice llamarse Zelgadiss, Zelgadiss Greywords mi señora. ¿Le hago pasar?
-Sí, por favor, Angus.
-Bien.
Después de que el guarda se retirase, Lina con sumo asombro se dirigió a su amiga:
-Vaya, pues menuda intuición que tienes.
-Jaja, jamás lo entenderías Lina. Por cierto, ¿Dónde está Gourry?
-Pues verás, ha dicho que iba al pueblo de al lado a comprarme algo.
-A comprarte algo dices?
-Ajá -Asintió la joven.
-¿Y eso?
-No se. últimamente está más amable que nunca conmigo... -Comentó pensativa.
-Quizá quiera pedirte matrimonio...
-Quizá. jajajja-Ambas se echaron a reír ante el comentario de la princesa.- Me alegra que estés mejor.
-Gracias. -Tras una pausa, en la cual Lina aprovechó para sentarse a su lado, prosiguió- Oye, no te olvides que tengo una gran intuición... y no se si no me da el olfato a...
-Oh, vamos, Ameria, por favor... ¿Gourry? ¿Matrimonio? Vamos, en el manual de instrucciones ponía clara y llanamente: No compatibles. -Ambas volvieron a reírse.- En serio, Ameria, ¿Ha ocurrido algo de lo que no me haya enterado, y que tal vez debas decirme?
-No Lina. Para nada -Se excusó.
-Ya. ¿Y cómo así esos cambios de humor....?
-No se, tal vez sean las hormonas maternales, que ya empiezan a hacer efecto... jajjaj -Una vez más rieron alegremente.
De repente, las dos escucharon unos pasos algo acelerados acercándose. No podía ser nadie más que él:
-Recuerda, Ameria: Aparenta estar enferma -Sugirió la hechicera seriamente.
-Bien. -Contestó igualmente.
Unos golpes se escucharon en la puerta una vez más y esta vez fue Lina la que contestó una vez asentido con Ameria:
-¿Sí?
-Lina, soy yo, Zelgadiss. Por favor, déjame entrar. -Pidió un inquieto Zelgadiss.
Volvió a mirar a la princesa y esta asintió. Después ella le susurró:
-No te preocupes, ya he hablado con tu padre y todo está arreglado. No hay manera de que se entere.
-Gracias. -Contestó.
Lina se acercó a la puerta mientras Ameria se recostaba en la cama. La hechicera abrió la puerta y observó a la quimera:
-Hola, Zel. -Dijo sin demasiado tono en la voz.
-Dónde está, ¿Está bien?
Lina asintió y sonrió al ver la clara de preocupación del joven:
-Ahora se disponía a comer. Al menos tiene algo de apetito.
-Por favor, déjame entrar.
Lina abrió la puerta y le hizo un ademán para que pasara. Ameria no pudo evitar observarle desde su cama y le dirigió una pequeña mirada melancólica. Zelgadiss se acercó y la miró detenidamente:
-Chicos, yo me voy. Ameria, si necesitas algo, tan solo llámame, ¿De acuerdo?
-Bien. -Le dijo en un susurro.
"Eso es, si sigues así y se lo creerá, buena suerte Ameria" Le deseó en sus pensamientos. Cerró la puerta y se dirigió a la cocina a probar suerte en comida.
Mientras tanto, en la habitación, nadie sabía qué decir por dos motivos: uno: Una extraña tensión y sensación de de javu recorrían el ambiente de aquella estancia. Y dos: Había demasiado que decir y no poder hacerlo entre los dos.
-Hola. -Propinó de repente la princesa.
-Hola. -Le sonrió él.- Ni se te ocurra volver a hacerlo -Siguió con su habitual seriedad.
-¿El qué? -Preguntó confusa.
-Preocuparme de este modo. -Le sonrió.-Me han dicho que estabas enferma... ¿Te encuentras bien?
-Bastante... -Le contestó conmovida por su preocupación.
-¿No vas a comer? -Inquirió señalando la comida.
-No, aún no.
-Pues deberías hacerlo si quieres estar pronto repartiendo justicia por el mundo. -Ella sonrió ante el comentario.
-Procuraré.
-Así me gusta... -De pronto la expresión de su cara tornó a una seria. -Ameria...
-¿O-ocurre algo, Zel?
-Yo... si quieres que me quede... o lo que sea...
Los ojos de Ameria comenzaron a temblar y fue entonces cuando habló:
-Zelgadiss.
-¿Sí?
-Prométeme algo...
-¿El-el qué?
Dirigió su mirada seria hacia sus ojos verdes turquesa y le propuso:
-Vuelve dentro de un año y cuatro meses.
-¿Qué?
-Por favor... -Ameria cerró los ojos con impotencia y rogó a Ceiphid que la ayudara en esos momentos.
-¿P-pero por qué?
-No puedo explicártelo ahora -Las lágrimas comenzaron a surgir en sus ojos.
-Ameria, no entiendo nada, me dijiste que vendría ahora, y ahora me dices que...
-Zel. -Volvió a abrir los ojos y dejó que él viera las emociones que recorrían su mente en aquel momento.- en un año y cuatro meses vuelve, cura o no, pero vuelve, y tendrás la respuesta, ¿De acuerdo?
-Sólo dime por qué, por favor.
Ella apartó la vista y una lágrima recorrió su mejilla derecha, la cual él no pudo ver. Zelgadiss elevó el dedo índice y obligó con él a la princesa a que le enfrentara la curiosa y desconcertada mirada que llevaba impregnada:
-¿Por qué?
-Te prometo que te esperaré... -Susurró ella.
Unos golpes en la puerta llamaron la atención de ella, pero el hechicero no se movió. Gourry entró por la puerta:
-Eh, Ameria, siento interrumpir, pero... ¿Has visto a Lina?
Ella negó con la cabeza y fue entonces cuando la quimera se dignó a dirigir su mirada al espadachín:
-Gourry... -Le hizó un ademán para que se fuera, este obedeció.
-Me alegro de verte, Zel. -Tras estas palabras cerró la puerta tras de sí.
La quimera se levantó y cogió el brazalete de la princesa dispuesto a devolvérselo:
-Toma, esto es tuyo. Hasta dentro de un año y cuatro meses.
Pero ella lo negó. Cogió el brazalete y lo volvió a depositar sobre la palma de la mano de Zelgadiss:
-Llévatelo -Dijo en un hilo de voz. Su mirada y rostro empezaron a derrumbarse y torcerse- No te olvides de mí....
Zelgadiss asintió y dio la vuelta, pero justo antes de marchar, cambió de opinión y se posó delante de la princesa dándole así un leve y breve beso que apenas duró un suspiro. Tras ello, se marchó. Fue entonces cuando Ameria reaccionó y rompió en un llanto silencioso:
-Te echaré de menos... -Susurró, mientras cerraba los ojos para recordar la leve sensación de sus labios junto a los suyos.
Mientras tanto el joven muchacho recorría los pasillos sin pensar en nada con claridad y poco a poco creía que la iba perdiendo, de modo que sus ojos se llenaron de lágrimas, pero rehusó a llorar, no iba a permitirse ese lujo, no ahora, decidió que lucharía y esperaría durante todo ese tiempo que ella le había pedido. Volvería en un año y cuatro meses.
4.capitulo
