Ameria observaba caer la lluvia desde su ventana. De fondo podía oír a sus dos amigos, Lina y Gourry, murmurandose cosas bonitas en la habitación de al lado. Se sentía feliz por ellos. Por fin se habían convertido en pareja, y el temperamento de Lina hacia él parecía haber disminuido.
Volvió a prestar atención a su bebé: "Creo que le llamaré Zelgadiss. Como su padre." Después de pensárselo un momento, rectificó sus pensamientos "Aunque... tal vez debería esperar a consultarlo con él. Puede que Zelgadiss le quiera poner otro nombre. Pero si hago eso... ¿Cómo le llamaré durante el periodo en el que él no esté? ¡¡Ahhh!! ¡¡Qué dolor de cabeza!!" Sacudió la cabeza y decidió dejar de pensar en ello. "Creo que voy a comer algo" La pequeña princesa salió de su habitación.
Xellos, que la habia estado observando desde el otro lado de la dimensión, se teletransportó a la cocina, abrió la nevera y roció con el líquido varios alimentos que sabía que ella se los tomaría. Después, volvió a desaparecer.
Esa misma noche, Ameria soñaba una vez más con la joven quimera. Le echaba mucho de menos. Sabía que le había hecho daño, pero desgraciadamente ella no pudo hacer nada al respecto. Se preguntaba si realmente volvería, pero tenía plena confianza en él.
últimamente no hacía más que soñar con algo que ocurrió en su última charla. Le traía dulces y melancólicos recuerdos al despertarse. Fue uno de los momentos más importantes para ella, porque fue una de las pocas veces en las que él había tomado gran parte de iniciativa:
"Se encontraban prácticamente en Seyllune. Hacía un mes que se habían separado del resto del grupo. Zelgadiss le había dicho de ante mano que no se quedaría en Seyllune con ella, pero que sí la acompanaría. Aquello le dejó a la princesa alguna que otra esperanza.
Habían llegado a la posada donde pasarían su última noche de viaje juntos. Eso le entristeció a Ameria por dentro. En estos momentos se dirigía a la habitación de Zelgadiss. Minutos antes ella le había pedido una "sesion de charla" con él, y evidentemente, este aceptó. En este último mes, en el que ella había descubierto que, efectivamente, era él con quien quería pasar el resto de su vida, se habían convertido en grandes amigos. Incluso en alguna posada que otra, los habían confundido por pareja, haciendo que se sonrojaran notablemente. Se permitían roces entre ellos que indicaban cierto carino del uno hacia el otro. Era genial para ella, porque a él no parecía que le molestara, de hecho, juraría haber visto alguna vez, en la cara de Zel, los deseos de devolverle algún que otro gesto. Fue por todo esto, que ella no se sorprendio demasiado frente al beso que le dio antes de partir, cuando se quedó embarazada."
En sus sueños, llevó la mano hacia sus labios ante el recuerdo.
"Ya había llegado a su puerta. Tocó un par de veces y Zelgadiss la abrió.
-Pasa.
Tras un ademán y una sonrisa, ambos se sentaron en la cama, uno al lado del otro.
-¿Y bien? ¿De qué quieres hablar, princesa? -Dijo mientras le sonreía (cosa que se había vuelto bastante frecuente en las dos últimas semanas) y le daba un pequeño achuchón con su brazo derecho.
Ameria le devolvió la sonrisa.
-Pues... verás... se me hace algo difícil hablar de esto contigo... así que, no se por dónde empezar...
La expresión de Zelgadiss tornó a una seria al pensar de qué podía tratarse.
-¿Es sobre tu madre?
-¿Eh? ¡No, no! Para nada... Es-es... sobre tu partida de mañana... -Сomentó nerviosa.
-Oh.
Ambos miraron hacia el suelo. El sol ya se había comenzado a ocultar y las calles se encontraban en silencio, un silencio que resultaba algo incómodo entre los dos.
-Me imagino... que no has cambiado de parecer, ¿No?-Inquirió con ciertas esperanzas en su interior.
-No... no... -El volumen de su voz iba descendiendo poco a poco- pero... lo he pensado... Créeme... -Ambos juntaron sus miradas- Varias veces.- Ameria sonrió ligeramente al sentir que no todo estaba perdido.- Sabes cuanto deseo mi cura.
-No te preocupes, Zelgadiss. No pienso retenerte. Se lo importante que es para ti, y lo respeto.
A la joven quimera aquello le llego hasta el fondo de su corazón. Jamás se había encontrado con alguien que le comprendiera y le respetara como ella. Lamentablemente se había dado cuenta de ello muy tarde.
-Eres increíble.
Ameria se sonrojó, le sonrió y confesó:
-Echaré de menos estas charlas.
El rio ligeramente, casi inaudible:
-Yo también. -Tras una pausa, y pensárselo dos veces, siguió con algo de nerviosismo que por todos los medios intentó ocultarlo en su voz, sin obtener demasiados resultados- Había pensado que... podrías.. venirte conmigo. Claro está, si no tuvieras que encargarte del Reino... -Miró detenidamente su reacción, y lo único que vio fue una expresión feliz en su rostro- De todos modos... se que eso es imposible, y... ya sabes que estas cosas me gustan más hacerlas solo.
-Lo se. No te preocupes. -Después de unos segundos de silencio, Ameria levantó su rostro hacia el de él y continuó- La questión es... que voy a echarte terriblemente de menos, Zel... Te considero mi mejor amigo -Añadió rápidamente mientras la vista ya se le empezaba a nublar por la tristeza que le creaba su partida.
Zel se dio cuenta de ello y ella aparto la mirada.
-C-creí que era Lina...
-Lina no sabe ni la mitad de las cosas que te he contado...
Tras asimilar lo que le había confesado, Zelgadiss susurró:
-Yo también voy a echarte de menos... -Jamás se había imaginando diciendo esas cosas, y abriendo su corazón de esa manera, pero al hacerlo descubrió que era todo un alivio poder confesarle ciertas cosas.
-Antes era ella mi confidente... Pero había cosas que no podía comentarle... -Zelgadiss sonrió ligeramente. No se imaginaba a Lina consolando a Ameria con sus palabras, por ejemplo, la muerte de su madre; una de las cosas que más le afectaban a la joven princesa.- Contigo es diferente.
De pronto Zelgadiss se levantó de la cama ante la estupefacción de ella, que no comprendía su reacción. La quimera se posó frente a ella y se arrodilló para quedar, más o menos, a la misma altura. él, retiró un mechón de pelo de su rostro, y tras observarle comentó:
-Quiero entregarte algo.
Elevó su mano hacía sus metálicos cabellos, y en la zona donde eran más largos arrancó algunos de ellos.
-¿Pero q-?
-Shhh...-La silenció y ella asintió completamente estupefacta.
Zelgadiss mientras tanto continuó con su lavor, y uniendo sus cabellos según lo iba necesitando, y haciendo uso de sus dotes artísticas, hizo que adoptaran la forma de una rosa. Sonrió satisfecho de su trabajo y se la entregó decidido.
-¿Para mi? -Ameria la cogió con mucho cuidado. Estaba completamente conmovida.
-Puede que huela algo a mí, pero espero que te guste.-Dijo con dulcura.
-Es lo más bonito que me han entregado nunca... -Comentó al borde de las lágrimas mientras la observaba detenidamente. Aquello significaba mucho para ella.
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Zelgadiss alzó sus brazos y la abrazó ligeramente. Ella apoyó la cabeza sobre su hombro mientras una una lágrima recorría su rostro.
-Te vas esta noche, ¿Verdad?
El asintió.
-Será lo mejor. Mañana a la mañana ya no me encontrarás aquí.
Sus palabras le crearon un gran dolor en su interior, y por un momento quiso confesarle todo lo que sentía por él, para así intentar hacer que se quedara. Pero sabía que no era lo correcto, que era egoísta por su parte y que no era justo, sería ir en contra de sus principios, y por encima de todo, ella le respetaba.
Tras abrazarse algo más fuertemente y recuperar la compostura, se separó.
-Yo también quiero entregarte algo -Se quitó uno de sus brazaletes y se lo entregó- Toma. De este modo es como si una parte de mi siempre fuera contigo.
Zelgadiss la cogió y comentó para sus adentros "Una parte de ti siempre está conmigo". Se levantó y Ameria hizo lo mismo.
-Nos veremos muy pronto. Volveré en unos cuatro meses.
-Bien -Asintió.
-Sabrás ir desde aquí a Seyllune, ¿No? -Bromeó.
-Sí -Rio mientras que con su hombro le daba un ligero golpecito en el brazo izquierdo.
-¡Ouch!
Ameria volvió a reír.
-No seas tonto. Sabes que no te ha dolido.
Zelgadiss rio suavemente. Después de un intercambio de miradas, se despidió.
-Nos vemos.
-Nos vemos.
Tras aquellas palabras se marchó, dejando a la princesa sola sonriendo a la rosa que instantes antes le había entregado."
En ese instante Ameria se despertó con una expresión de melancolía en su rostro. Se sentó y abrió uno de los cajones de la cómoda de su izquierda. Allí se encontraba la rosa que le entregó. La cogió, y tras olerla rio ligeramente "Tienes razón. Huele a ti." Cerró los ojos y volvió a depositarla en su sitio.
Mientras tanto, Xellos apareció en la habitación de Filia donde ella susurró su nombre entre sueños, cosa que a él le hizo sonreír aún más.
-Es una pena que no quieras formar parte de nuestro grupo... Seríamos un gran equipo -admitió. Tras acercarse a ella, continuó- Me da mucha lástima tener que despertarte cuando estás soñando conmigo -Levanto su bastón- pero aun así... tengo ganas de jugar.. jejeje -Abrió uno de sus ojos violeta y la golpeó, no demasiado fuerte, en la cabeza. Después, desapareció.
-¡¡¡Ayyyyy!!! ¡¡Qué daño!!
Se sentó de un salto en la cama y se agarró fuertemente la cabeza. El dolor era casi insoportable. No comprendía quién le había golpeado a esas horas de la noche.
Cuando parecía que el dolor remitía, abrió los ojos y miró en todas las direcciones de su lujoso cuarto. Al ver que no había nadie volvió a tumbarse.
Xellos, que la miraba desde otra dimensión, no podía parar de reírse:
-Jajjajajjajajajaj, jajajajajaj...
De pronto Xellas apareció:
-Xellos.
Este se levantó rápidamente del suelo y se secó las lágrimas.
-Lo siento, mi Ama.
-¿Qué es lo que estabas haciendo? -Preguntó mientras miraba el chichón de Filia.
-Tan solo me divertía un poco...
-¿Has hecho lo que te dige?
-Sí, mi señora. -afirmó satisfecho de sí mismo- Ya se ha tomado la primera dosis.
-Perfecto -Sonrió- Eres el demonio mas eficaz que he poseído.
-Gracias.
-Hazme un favor: Deja a tu novia en paz y concéntrate en custodiar a la princesa -Xellas le dio la espalda en aquel oscuro lugar mientras sus palabras adoptaban un tono más serio- Si los demás demonios se enteran, vendrán a por ella -Tras girar la cabeza continuó- Debes protegerla por encima de todo, y de todos. -Volvió a mirar al frente y desapareció.
-¿Mi novia? -Preguntó confuso a nadie en particular y desapareció para dirigirse a la habitación de la joven sacerdotisa.
Zelgadiss se encontraba tumbado en el cesped de un casi desnudo bosque cuando Ceiphied apareció. Este, al sentir la presencia de alguien, se levantó rápidamente de su sitio. Con una gran rapidez y destreza, desenfundó su espada y apuntó con ella al extraño.
-¿Quien eres? -Inquirió peligrosamente serio.
-Zelgadiss, no tienes necesidad de esa espada. Enfúndala de nuevo, soy Ceiphied. -Hablo dulcemente. Apenas podían verse en aquella oscuridad, pero él sabía que era ella, de modo que le hizo caso.
-¿Qué haces aquí?
-No seas impaciente, pues no soy yo quien debe darte las respuestas.
-Qué quieres decir.
Ceiphied ignoró la pregunta y su tono de voz.
-Debes ir a Seyllune.
-¿Y a qué se supone que he de ir? -Preguntó desafiante- Está a dos meses de camino.
Ceiphied sonrió en la oscuridad ante la sorpresa del hechicero.
-No deberías ser tan desconfiado .-Se acercó a él mientras revelaba más facciones de su celestial cara a la vista del muchacho, y posó su mano sobre la cabeza de él mientras se la acariciaba en un gesto cariñoso.
-Tengo mis motivos para serlo.
-Lo sé.
De pronto Zelgadiss se dio cuenta de algo.
-¿Tú puedes curarme? -Preguntó esperanzado.
Ceiphied negó con la cabeza y retiró su mano.
-¡¿Por que no?! Tú eres la más poderosa de la magia blanca!
-Lo siento pequeño.
él se relajó y desilusionado le preguntó:
-Al menos dime si existe alguna cura para mi.
Ceihpied optó por mentirle. Sabía que si le decía la verdad iría en busca de la cura a lugares erroneos y no volvería a Seyllune. El problema era que no podía contarle nada. Debía ser Ameria quien le explicase todo, de modo que lo referente a sus poderes, que ya habían desaparecido, lo explicaría allí, frente a los dos.
-No.
Zelgadiss, ante su negativa, se derrumbó y cayó sobre sus manos y rodillas. Cerró los ojos con impotencia.
-¿Quieres decirme que he de vivir así por el resto de mis días?
Al no recibir ninguna respuesta, Zel negó con la cabeza mientras las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos.
-Lo siento, Zelgadiss, pero por el momento debe de ser así. -Se arrodilló ante él y susurró en su oído- Ve a Seyllune. Ameria tiene algo que decirte.
-Ameria no quiere verme.-Dijo mientras lloraba abiertamente. El dolor que de repente sentía se unió al que por Ameria sufría, haciendose así casi insoportable.
-Ameria dijo lo que dijo porque yo se lo pedí.
De pronto Zelgadiss dejó prácticamente de llorar, parecía que el dolor empezaba a desaparecer. Miró a Ceiphied.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Ve a Seyllune. Yo debo irme, tengo mucho trabajo por hacer antes de que volvamos a reunirnos.
Tras esas palabras, desapareció. Zelgadiss, que pensaba que su vida ya no tenía sentido alguno, después de opinar que no tenía nada que perder, comenzó a recoger sus cosas tristemente. Después, se puso en marcha para llegar a Seyllune lo más pronto posible. Ahora más que nunca necesitaba respuestas, y una razón de vivir, aunque en el fondo, algo esperanzador continuaba brillando en su interior.
Capitulo 8
