Capítulo 9

Un mes y veinticuatro días habían transcurrido desde que Zelgadiss supo de su desgracia. Desde entonces se había descuidado por completo, y si su depression ya era grande, ahora lo era aún más. Había adelgazado seis kilos y medio. Solo por su persistencia podía mantenerse en pie. Sus ojos turquesa ahora estaban acompañados por oscuras ojeras. El pelo lo tenía bastante más largo y su ropa estaba sucia. Lo único que llevaba limpio, bien cuidado y completamente intacto, era el brazalete de Ameria. Lo único que lo mantenía vivo. "Hubiera preferido no saber la verdad".

Ya nada le importaba, ni siquiera se molestaba en ocultar su rostro de los demás.

*Imágen

Ya había llegado hasta las puertas del gran palacio de Seyllune. Miró hacia los lados, las casas estaban repletas de alegría. Zelgadiss, bajo el sol del medio día, no dudó ni un segundo en entrar, pero unos guardas lo retuvieron.

-¡Eh! ¡No tiene permiso para estar aquí!

*Imágen

-Soy Zelgadiss Greywords y tengo que pasar.

-Lo siento señor, pero no puede hacerlo sin permiso de la princesa o del príncipe…

Según iba hablando el guardia Zelgadiss abanzaba, hasta que algo metálico tocó su cuello. Los dos guardas tenían sus espadas sobre él.

-No se mueva.

La joven quimera murmuró algo para sí mismo.

Una explosión sobresaltó a todos los habitantes del palacio, incluídos: Ameria, Filia, Lina y Gourry. Todos se encontraban en la sala de estar principal; en la primera planta.

-¿Qué ha sido eso? –Inquirió la princesa.

Todos se asomaron por la venta por donde pudieron ver al padre de Ameria, dos guardas heridos, y unos cuantos guardas más al rededor de un hombre que a la pequeña sacerdotisa se le hacía muy familiar:

-Zelgadiss… -Susurró con incredulidad.

-¿Zelgadiss? –Preguntaron los demás.

Mientras tanto, afuera, el príncipe Filionel se puso en pose dispuesto a dar un discurso sobre la paz, el amor y la justicia, cuando se percató de quién era el intruso.

-¡Zelgadiss! ¡¡Muchachote!! ¡Pero si eres tú! –Le dio una palmada en la espalda provocando así que este estuviera apunto de caérse. Gracias a un guarda, que se había percatado de la situación, el joven no llegó a tocar suelo.

-¡Chico, no te había reconocido! ¿Pero qué te ha pasado? –Por primera vez se dio cuenta del lamentable estado en el que se encontraba- Ven, acompáñame. Le diré a una de nuestras sirvientas que te prepare un baño. –Le cogió del brazo e intentó guiarle, pero este aríscamente se soltó.

-Solo he venido aquí para hablar con Ameria. ¿Dónde está? –Zelgadiss no se dignaba a dirigir la mirada a nadie, solo lo haría a la pequeña sacerdotisa.

La princesa, que hasta entonces se había mantenido en un estado de estupor, reaccionó y abrió rápidamente la ventana ante la sorpresa de todos:

-¡Zelgadiss! –Este levantó su mirada y la vio. La mitad de su cuerpo estaba tapado por las paredes, pero aun así, le pareció un ángel. Un ángel que había descendido del cielo solo para tocar el planeta con su gracia- ¿Zelgadiss, qué haces aquí? Te dige que vinieras en un año y cuatro meses. ¡Aún es pronto!

-¡He venido porque creo que tienes algo que decirme! –Alzó la voz para que ella pudiera oírle desde su algo lejana posición.

Ameria cerró los ojos y apretó los puños mientras lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos.

-¡Márchate, por favor! –Notó cómo el ser que llevaba dentro se removía y abrazó su vientre.

-¡Escúchame! ¡Ceiphied me dijo que viniera!

-¡¿Ceiphied?! –Exclamaron todos a excepción de la princesa y la quimera que tan solo se miraban a los ojos.

-¿Ameria, era eso lo que nos ocultabas?¿Ceiphied tiene algo que ver con todo esto?

-¿Ceiphied? –Repitió Filia.

-No entiendo nada –Comentó Gourry.

Ameria miró hacia el suelo.

-Os lo explicaré más tarde, ahora he de hablar con Zel. Decidle que se reúna conmigo en los jardines del "Lago de Luna", a las afueras de Seyllune, en unos minutos. Yo voy a cambiarme.

-Muy bien –Asintió la dragona.

Minutos más tarde, Ameria llegó a los jardines. Zelgadiss estaba sentado de espaldas a ella, tirando pequeñas piedras al tranquilo lago que tenía frente a él.

La joven princesa se había puesto un vestido blanco, ancho, de mangas largas y un abrigo, también blanco, que le disimulaban muy bien la abultada tripa. Antes que nada, debía prepararlo para la noticia.

Suspiró profundo y se acercó a él. Zelgadiss escuchó que alguien se acercaba y giro la cabeza. Después de observarla de arriba a abajo, volvió a mirar al frente y lanzó otra piedra.

Ameria sintió un gran alivio al saber que él no había notado nada. Se acercó aún más y se sentó a su derecha. Por primera vez contempló el estado de la quimera.

-Pero qué te ha pasado? –Ella alzó su mano y retiró un mechón, pero él rechazó su contacto e ignoró la pregunta.

-Creo que tienes algo que contarme. –Lanzó otra piedra.

Ameria se sentía triste por cómo las cosas se habían desarrollado entre los dos. Miró al frente antes de responder a su silenciosa pregunta.

-Así es. –Afirmó- Siento no habértelo contado antes. Pero Ceiphied así me lo pidió. No se sus motivos.

Zel arrojó otra piedra más.

-Eso ya lo he oído antes.

Aunque aparentaba frío se sentía muy aliviado por dentro. Ameria no lo odiaba, ni lo rechazaba, ni ninguna de las negativas rezones que se le habían ocurrido anteriormente.

Ella suspiró.

-No se si estás preparado para oír lo que voy a decirte, pero si Ceiphied lo ha dicho es porque tiene que ser así.

El joven hechicero lanzó otra piedra, esta vez votó cuatro veces.

Ameria no sabía cómo empezar, ni qué decir, de modo que pensó que lo mejor sería ir directamente al grano. Respiró profundo y mientras el muchacho alzaba el brazo para lanzar otra pierda, ella se lo confesó:

-Estoy embarazada.

Zelgadiss paró en seco su lanzamiento mientras que sus ojos se volvieron acuosos. Tras unos interminables segundos, inquirió sin apenas expression en sus palabras:

-De cuánto.

-De seis meses y veinticuatro días, para ser exactos.

Aquelló arrevató la poca vida que quedaba en el joven.

-Y q-q-… ¡¿q-qué pinto yo en todo esto?! –Cerró los ojos reteniendo las lágrimas y se levantó bruscamente- ¡¡Por qué habría de importarme!! –Se sugetó la cabeza ante el repentino dolor que le vino.

Ameria, que se había mantenido inmóvil ante su reacción, pues era la que esperaba, le terminó de confesar todo:

-Porque estoy embarazada de tí.

Aquello acabó de confundir a la quimera del todo.

-¿Q-qué has dicho? -Comenzó a soltar su cabeza lentamente y la observó con curiosidad y sorpresa.

Ella se levantó y le miró a los ojos.

-Que estoy embarazada de tí.

-¡P-pero eso es imposible! ¡Yo nunca-! ¡Yo-! ¡Yo–me acordaría! –Exclamó claramente exaltado.

-Shhhh… -Ameria le silenció con su dedo índice y lo abrazó. Él sintió su abultado vientre por primera vez, y un escalofrío recorrió su estómago.- Hace siete meses cumplí 19 años. Je, mi regalo de cumpleaños fue muy distante a lo que yo deseaba… -Zelgadiss no podía moverse, ni siquiera para devolverle el abrazo. Tan solo podía notar cómo sus brazos le rodeaban y sus manos acariciaban su cabello mientras le susurraba al oído la explicación- ¿Recuerdas lo que te dige? ¿Que ne vería obligada a casarme con alguien a quien no amara? –El muchacho asintió con la cabeza- Pues me negué. Rotundamente. ¿Sabes por qué? –Él negó, una vez más, con la cabeza. Se sentía incapaz de pronunciar palabra- Por tí… -Susurró tentativamente a su oído. Aquello hizo que la quimera estuviera apunto de perder el equilibrio y marearse- Porque no quería traicionarte. Porque no quería entregarle mi inocencia a quien no fuese mi verdadero amor. ¿Y sabes cual fue mi castigo? –Él negó, incapaz de creerse lo que oía- Quedarme embarazada mediante un hechizo, para que el Reino se asegurase un príncipe –Zelgadiss por un momento creyó comenzar a comprenderlo, y le devolvió ligera y lentamente el abrazo. Ameria sonrió dulcemente. – Ese día yo estuve terriblemente deprimida. No sabía cómo te lo diría porque… en el fondo sabía que tu me amabas como yo a tí… -Zel cerró los ojos- Y a Lina se le ocurrió un plan, que fue el que llevamos a cabo –Él asintió- Pero esa noche, Ceiphied se me apareció. Me dijo que no me preocupara. Que el bebé era de aquel a quien yo amaba… De tí… -Una lágrima recorrió el triste rostro de Zelgadiss- Me dijo que quedase contigo en un año y cuatro meses. Y que sería entonces cuando te digera la verdad –Apartó su rostro y lo miró a los ojos. Al borde de las lágrimas le dijo- Te he echado terriblemente de menos. –Una lágrima recorrió su rostro mientras se mordía el labio inferior, reteniendo las demás.

Zel, con una temblorosa mano, se la secó.

- No te preocupes, princesa. –Susurró- Ya estoy aquí –Intentó sonreír- Pero… necesito tiempo. Es… mucha información de golpe… y… he de pensar en ciertas cosas.

Ameria asintió con fuerza. Aún intentaba aguantarse las ganas de llorar.

-No te preocupes.

Se dieron de la mano y se dirigieron silenciosamente hacia palacio.

Mientras tanto, los demás chicos, incluído el príncipe Filionel, se encontraban en una pequeña habitación hablando. Lina y Gourry estaban sentados cogidos del brazo en el sofá, Fill en el sillón de enfrente, y Filia apoyada en el marco de la ventana de al lado.

-¿Qué tendrá que ver Ceiphied en todo esto? –Preguntó Lina en alto- Lo que está claro es que fue lo que hizo que Ameria estuviera más alegre.

Filia intervino en la escena:

-Puede que hubiera algún girón en el destino de ambos y ella tan solo les consolara.

-Pues yo creo que está muy claro .-Dijo Gourry. Levantó su dedo índice y explicó- Ameria está embarazada de Zel.

-¿¡Qué?! –Exclamaron todos a la vez.

-¡No puede ser! Yo estuve presente durante todo el hechizo: La preparación, el proceso… Todo. ¡Es imposible! –Opinó Fillionel.

-Pero Ceiphied ha podido intervenir ahí. Ella tiene el suficiente poder para hacerlo –Comentó Filia.

-¿Y por qué habría de hacer algo así? –Pregunto Lina.

-Eso no lo se. –Confesó la dragona.

Todos suspiraron.

-De momento es la única explicación razonable que tenemos entre manos –Dijo Lina.

Justo en aquellos momentos un guarda entró por la puerta:

-Señor.

El príncipe levantó la mirada hacia él.

-Qué ocurre?

-Señor, la princesa y su compañero ya están de vuelta.

-Muy bien. –Todos se levantaron para ir a recibirles.

-Señor, Anthony me manda decirle que ya ha llegado el tratado de las afueras de la barrera.

-Vaya. Siempre tiene que ocurrir algo en el peór momento. –Murmuró- Acompaña a los muchachos hasta mi hija. –Dijo mientras señalaba a los demás.

-Como usted mande. –Tras una reverencia se separaron.

Los chicos, según iban caminando hacia la entrada, encontraron a Ameria en uno de los pasillos cerrando la puerta de una habitación.

-Ameria –Dijo Filia.

-¡Chicos! –Sonrió.

-¿Todo bien? –Preguntó Lina, que era la primera del grupo.

Ameria asintió.

-En estos momentos se está dando un baño. –Dirigió su Mirada al guarda- Puedes retirarte, gracias.

-Ha sido un placer, princesa. –Tras esas palabras avandonó el lugar.

Todos estaban esperando una explicación, y ella lo sabía, de modo que los dirigió a su habitación.

-Seguidme.

Una vez allí, Ameria se sentó en la cama y suspiró.

-¿Qué queréis saber?

Lina fue quien preguntó primero.

-En primer lugar, ¿De quién es ese niño?

-Creo que ya sabes la respuesta.

-Así que es de Zel. –Razonó Filia. Ameria asintió.

-Y en segundo lugar, ¿Qué tiene que ver Ceiphied en todo esto?

Ameria sonrió:

-Exactamente, ni yo lo se.

-¿Qué quieres decir? –Inquirió la exsacerdotisa del templo del rey dragón del fuego.

-Desconozco sus motivos, pero lo cierto es que fue ella quien hizo que el bebé fuera nuestro. Me dijo que él debía esperar un año y cuatro meses para que lo supiera todo.

Lina adoptó una pose pensativa.

-Ceiphied nos oculta algo.

-¿Y por qué habría de hacer algo así? –Gourry, como siempre, estaba confundido.

-No lo se. –Contestó Filia.

En esos momentos Xellos apareció.

-¡Xellos! –Exclamaron todos.

-¿Qué tal?

-¿¡Qué haces aquí?! –Preguntó la dragona.

-Filia, no me digas que aún estás dolida porque en el pasado también besé a Lina. –Sonrió.

Filia gruñó entre dientes y sacó su mazo.

-Chicos, aquí no, por favor. –Rogó Ameria.

La exsacerdotisa reprimió las ganas de arreárle un golpe.

-Bueno, Ameria, ¿Qué tal se lo ha tomado Zel?

-¡¿Como?! ¿Tú también lo sabías? –Preguntó Gourry.

-Claro.

-¡Y por qué no nos lo digiste! –Inquirió Lina.

-No me lo preguntastéis. –Contesto un inocente Xellos.

Todos cayeron de espaldas.

-Debí imaginarlo… -Comentó la joven hechicera.

Mientras tanto, Zelgadiss ya había salido del barril donde se había dado un gran baño con agua caliente. Cogió una de las toallas y se secó. Después, se puso la ropa que había llevado puesta todas esas semanas y marchó a la habitación de Ameria.

Los muchachos escucharon dos golpes en la puerta, y Zel se asomó por ella, algo avergonzado por lo que sus amigos pudieran decir sobre la situación en que él y Ameria se encontraban.

De pronto vio a Xellos y le lanzó una mirada asesina. Sin demasiado tono en su voz, preguntó:

-¿Qué hace él aquí?

-¿Es que nadie se alegra de verme?

-¡¡No!! –Exclamaron Zel y Filia a la vez.

-Zelgadiss… -Ameria se acercó a él y le susurró algo que los demás no pudieron oír. Después, salieron por la puerta, y Xellos desapareció.

-¿A dónde ha ido? –Se preguntó la dragona dorada.

En aquellos momentos, Ameria se encontraba en el pasillo con el joven hechicero.

-Deberías ir a descansar, Zel. –Ella se fijó más detenidamente en su serio y pálido rostro. Sabía que algo había ocurrido y no le había contado.- Mírate. Ven.

Le condujo hasta la habitación que le habían preparado, el cual estaba justo al lado de la de ella.

Le sentó en la cama mientras contempló cómo suspiraba.

-Tienes las ropas hechas un asco. ¿Por qué no te las quitas y te echas un rato? –Él asintió- Yo mientras tanto iré a por algo de comida.

-No te molestes. No tengo hambre. –Fue su seca respuesta.

-Tienes que comer algo. Estás en un estado lamentable. Ya hablaremos mañana, ¿De acuerdo? –Zel finalmente asintió y ella sonrió- Y tendré que cortarte esos pelos.

Ameria abandonó la estancia mientras la quimera comenzó a quitarse sus ropas. Era curioso, pero a pesar de saber que no podría volver a ser humano se sentía agusto y aliviado cuando se encontraba con ella. Aun así, estaba muy confundido por los últimos acontecimientos. Ahora debía ejercer de padre. "Jamás pensé que llegaría ese día. No se si estoy preparado. Pero no me queda otra opción que quedarme aquí. Después de todo, Ameria me ama, y estará a mi lado." Zelgadiss en aquel momento hizo algo impensable para él: Sonrió.

Se metió en la cama y cerró sus cansados ojos.

Media hora más tarde Ameria apareció en su habitación con una bandeja llena de comida: Un bol con pure, un plato con un pedazo de filete y de postre un yoghurt. Al lado había un baso de agua. "Hoy nada de café" –Pensó-. Lo depositó en la cómoda y se sentó en una silla frente a él mientras observaba sus facciones. De pronto Zel abrió los ojos.

-¿No puedes dormir?

Él negó con la cabeza y se sentó, dejando así que ella viera parte de su petreo cuerpo. Ameria se sonrojó ligeramente y apartó la mirada.

*Imagen

-No tienes por qué hacer eso.

Ameria, totalmente avergonzada, volvió a mirar al frente donde vio sus ropas.

-Las llevaré a que las laven –Señaló hacia ellas y las recogió. Se dio cuenta de algo- Tal vez… hmmm… -Se sonrojó aún más- Deberías… quitarte también…

Zelgadiss asintió y sin que ella pudiera verle retiró también su ropa interior. Ameria, sin mirarle, los cogió con cuidado y se los llevó. El muchacho miró al plato y decidió comer lo que había en él.

Diez minutos más tarde, Ameria volvió con otra bandeja en la mano. La joven quimera se encontraba sentado mirando através de la ventana, admirando el explendor de los parajes de Seyllune. Incluso en invierno todo era precioso. El viento soplaba fuerte y hacía ruido al chocar con los cristales.

Zel, que se había percatado de la presencia de la recién llegada, la miró y se extrañó al ver que traía otra bandeja.

-Ya he comido, Ameria. No tengo más hambre.

La princesa rio suavemente.

-No es para tí. Es para mí. –Se sentó en la silla y depositó la bandeja sobre su abultado vientre. Mientras la sugetaba con una mano, con la otra comenzó a comer. Zelgadiss estaba más que asombrado por la situación. Aún no podia créer que ella estuviera embarazada de siete meses porque lo amaba, y menos aún que lo estuviera de él. –¿No vas a dormir?

-No.

-Pues deberías. Puede que te sientas sin ganas, pero ese cuerpo te lo está pidiendo a gritos.

-Llevo durmiendo prácticamente tres horas por noche desde hace 7 meses. Si hubiera querido, lo habría hecho.

-¿¡Tan solo tres horas?!

Zel asintió. Ameria retiró su comida y se sentó a su lado.

-Siento haberte hecho tanto daño. –Su voz era suave y reconfortante.

-No ha sido culpa tuya. –Susurró.

Ella le abrazó sintiendo así todo su cuerpo presionado contra el suyo. El muchacho se lo devolvió.

-Pues si no vas a dormir, por lo menos tender que cortarte ese pelo. –Dijo cogiendo un mechón en sus manos.

-No. No te molestes. Ya lo hare yo mañana, si es lo que quieres. Hay que cortarlos uno por uno con alicates, y es muy pesado.

-Pero no me importa –Insistió- Quiero hacerlo, por favor.

Zelgadiss asintió.

-Como quieras.

Ella se levantó y se dirigió a por la herramienta que precisaba en aquel momento.

Cuando volvió, se sentó de nuevo a su lado, cara a cara, y comenzó a cortarle cada pelo, uno a uno, con muchísimo cuidado. Él observaba su rostro durante todo el proceso, y se dio cuenta de que realmente estaba concentrada en la lavor. Cada pelo que cortaba lo iba depositando sobre la silla.

-Puedes cortar pequeños mechones a la vez. Lo harás más rápido. Aunque te costará un poco.

Ella asintió y cogió un pequeño mechón. Tras casi subirse a la cama para hacer más fuerza, consiguió cortarlo.

-¡¡Uff!! Eso ha costado, jeje.

Zel pestañeó lentamente.

-Ya lo haré yo mañana.

-¡No, no!Déjame a mí… -Continuó con su lavor.

Dos horas más tarde, Ameria se tumbó rendida.

-¡Estoy agotada!

-Te dige que debiste habérmelo dejado a mí.

Ameria sonrió.

-Ha merecido la pena. –Dijo mientras dificultosamente se incorporaba y le observaba- Has quedado bien.

-Jamás podré estar bien… -Susurró casi inaudible.

-¿Has dicho algo, Zel?

-No –Negó rápidamente y miró hacia un lado.

En ese momento un hombre con un metro colgando del cuello, unas gafas y unas ropas en la mano, entró por la puerta tras haber llamado.

-Princesa. Ya tengo las ropas que me ordenó.

-Gracias, Fillippe. Te has dado mucha prisa. –El hombre sonrió, se acercó y se las entregó.

-¿Necesita algo más?

-No, gracias. Puedes retirarte. –Tras una reverencia, se marchó.- Toma. Son para tí. Espero que séan de tu medida. –Sonrió.

-¿Para mí?

-Ajá. –Asintió- Le he pedido que séan del mismo diseño. No quería que te sintieras incómodo.

El joven hechicero la observaba asombrado. Al final, cogió las prendas y ella se retiró al pasillo un momento para que pudiera vestirse.

Momentos más tarde, él le abrió la puerta, indicándole así que podía pasar. Ameria entró en la habitación mientras que él se sentó en la silla, y ella se posicionó en la cama, frente a él.

-Deberías comértelo todo. –Señaló a la comida- Estás… embarazada… -Dijo aún algo incrédulo.

-Solo si prometes que intentarás dormir.

-Solo si prometes que te lo comerás todo. –Contestó.

-Está bien… -Cogió su bandeja y ,aunque estaba frío, se lo acabó de comer.

Zelgadiss, por su parte, se levantó y se tumbó en la cama. Momentos después, se recostó de lado, cara a Ameria, que no se había movido. Después, cerró los ojos intentando conciliar el sueño.

Pasaron los minutos y aún no podia dormir. La revelación de que no existía cura para él le estaba consumiendo por dentro. Sentía la terrible necesidad de contárselo a alguien y desahogarse. Notó cómo la princesa se levantaba. Abrió los ojos, y para su consuelo, vio que se sentaba en la silla y que no avandonaba la estancia, como en un principio había pensado.

Suspiró y volvió a cerrar los ojos. Sabía que ella le observaba, y que probablemente no se movería de su sitio en toda la tarde, de modo que decidió hablarle.

-Tú también deberías descansar…

Ella le sonrió una vez más.

-Gracias, pero estoy bien.

Zelgadiss cerró los ojos una vez más. Sintió cómo la necesidad de hablar sobre su desgracia crecía cada vez más hasta el punto de sentir que podría reventar en cualquier momento. Al fin, sin abrir sus párpados y con gran dolor, decidió contárselo de una vez.

-Ameria.

-¿Sí?

Zel hizo una pausa antes de seguir. Se mordió el labio inferior.

-No hay cura. –Propinó.

Ameria, que se había preocupado al ver cómo su rostro adoptaba una forma de dolor, se arrodilló frente a él. La joven quimera abrió sus aquosos ojos.

-No puedo volver a ser humano. –Continuó reteniendo como podía las lágrimas atrás. De pronto se sentía intimidado por todo, y tras apartar la vista durante unos segundos, continuó, ante la mirada de sorpresa de la princesa.- Ceiphied me lo dijo.

-Lo siento… -Susurró ella mientras se tumbaba a su lado sobre las mantas y le abrazaba. Este aceptó el gesto sin dudarlo un momento y comenzó a desahogarse, llorando libre y abiertamente. Ella le abrazó lo más fuerte que pudo. No soportaba verle tan destrozado. Se había imaginado infinidad de ocasiones en las que ella le sostenía de esta manera y él se desahogaba, anteriormente. Pero ahora que lo tenía de ese modo, no se sentía nada bien. Los sollozos que venían del joven eran insoportables para sus oídos, y su corazón. De pronto lágrimas comenzaron a salir también de sus ojos, y como si de carreras de caballos (tradicionales en Seyllune en primavera) se tratasen, recorrían sin cesar su aterciopelado rostro. Pero no dejó que él las viera, al contrario, se aferró más a él y este a ella. Verdaderamente lo necesitaban. Los dos.

Entre sollozos él alcanzó a decir:

-¿Puedes quedarte aquí por esta noche?

Ella agitó la cabeza en señal de afirmación.

Tras casi dos horas completas, sus sollozos comenzaron a ser cada vez más intermitentes, hasta que ya no se oía ninguno. La princesa, cuyos brazos se habían dormidos, se secó las lágrimas y observó su dormido rostro. Tenía la cara empapada, al igual que parte de su vestimenta, mientras que el resto había ido a parar al hombro de ella, cosa que no le importó en absoluto.

Tras secar la cara del muchacho con la manga de su vestido, y después de hacer que por sus brazos volviera a correr la sangre, tumbó su cabeza sobre el brazo que aún la rodeaba, y cerró los ojos.

Mientras tanto, Xellos apareció ante su ama.

-Qué ocurre.

-Puede que tengamos algún problema. –Comentó serio.

Tu bi continui.....

ATRÁS