Notas de la autora: ¡Lo se, lo se! ¡¡Gomen!! TT se que actualizo una vez al año, ¡PERO NO SABEIS LO OCUPADA QUE ESTOY! XDD (ß Suena a excusa, a que si?) Pasaros por http:www.ahboba.es.mw

Capìtulo 11

Ya era la tarde. Desde la ventana abierta Zelgadiss podía oír perfectamente a los pequeños pájaros cantar alégremente. Sin embargo, él tenía demasiadas cosas en la cabeza como para poder ser capaz de compartir esa alegría. En aquellos momentos se encontraba tumbado en la cama y todo le parecía un sueño, primero: no hay cura, luego: Ameria embarazada, y de él (por si eso fuera poco), y luego lo que Ceiphied había dicho sobre ellos. Ellos. ¿Qué se supone que tenían ahora ellos? Pero además de eso había otra palabra que le mantenía pensativo: la palabra "Padre". Zelgadiss apenas estaba acostumbrado a mostrar afecto, aunque en los últimos años había aprendido a hacerlo gracias a sus amigos, pero ahora era diferente. Ahora no se trataba de simple afecto, si no de amor, amor a un ser procedente de él mismo. La joven quimera cerró los ojos "Dios.. menos mal que ha ocurrido con Ameria, no quiero ni pensar qué hubiera pasado si nos hubiese elegido a Lina y a mí.. ¡Por dios!". Zel giró la cabeza y dirigió su mirada hacia la ventana mientras un único pensamiento le venía a la cabeza "Ameria...".

Más adelante, el muchacho avanzaba por los pasillos del hermoso palacio de Seyruun, con paso decidido, dispuesto a hablar con la princesa sobre lo que había entre ellos, era algo que no podía esperar más ya que ahora vivían juntos, y no solo eso, iban a tener un bebé en común. Al fin llegó a su puerta y tocó tres veces:

-Ameria, soy yo. Ehm... ¿Puedo pasar?

La princesa abrió la puerta:

-Hola, Zel. Pasa. –Tras un ademán se apartó y dejó paso a su compañero- Estaba pensando en lo que Ceiphied nos ha dicho. -Comentó mientras se sentaba encima de la cama con ambas manos sobre su vientre algo intranquila.

Zelgadiss mientras tanto permanecía inmovil, de pie frente a ella, observando cada movimiento que la pequeña hacía, la manera que tenía de acariciar su tripa inconscientemente, siempre en el lugar donde el bebé se encontraba "Tendré que familiarizarme con él o cuando nazca pensará que no le quiero..". Finalmente dijo:

-Ehm... Sí, yo también. –Tras unos segundos de inseguridad caminó hacia ella y se sentó a su lado apoyando los codos sobre sus piernas y entrelazando los dedos de sus manos. Tras un suspiro continuó-... Quería preguntarte algo.

Ameria tumbó su espalda en la cama y suspiró.

-De acuerdo.. ¿Pero por qué no me lo comentas con un picnic en el campo? ¿A las afueras? Necesito salir un poco de Palacio, llevo muchos días aquí encerrada. Me lo comentas allí, ¿De acuerdo?

Zel sonrió y no pudo resistirse a su dulce y cálida mirada:

-Como quieras, pero... ¿Seguro que serás capaz de ir?

Ameria le lanzó una mirada de exhasperación:

-Zel... Estoy embarazada, no inválida...

-Lo siento, no quería ofenderte.

Ella sonrió:

-No te preocupes. Es solo que todo el mundo piensa que no soy capaz de hacer nada.

-Entiendo –Zel, una vez más, sonrió.

-¡TOC!¡TOC!¡TOC!

-Adelante –Contestó Philionel.

La pequeña princesa asomó la cabeza por la puerta:

-¿Estás ocupado, papá?

-¡Ah! Hola, hija. Pasa. No te preocupes, ¿Qué ocurre?

La joven entró y cerró la puerta tras de sí.

-Es que Zelgadiss y yo hemos pensado en ir al "Lago de Luna" de picnic. Y no se a qué hora volveremos. –Comentó sonriente.

-¡Me parece estupendo, Ameria! Así podréis tener un momento de intimidad... –Sonrió mientras guiñaba un ojo.

-¡Papá, por favor! –Contestó ruborizada.- Zelgadiss y yo solo vamos a hablar..

-Jajaja.. Cómo quieras. De todos modos podéis estar cuanto queráis. Se que él te protegerá muy bien. Bueno, OS protegerá. ¡Se nota que te quiere!

Ameria rió nerviosa:

-Papá, para ya.. Por cierto, ¿Puedes hacerte cargo de Filia? ¿Enseñarle Seyruun? Desde que Lina y Gourry están juntos y Zel y yo tenemos todo este asunto por medio la pobre está sola..

-Pero, hija, mira qué de papeleo tengo encima... –Señaló a una pila de papeles sobre su mesa.- Sin tí tengo el doble de trabajo.

-Papa... Por favor....

-Está bien... está bien.. sabes que no soporto esa carita y esos ojitos...

-¡Bien! Muchas gracias. –Se acercó y le dio un beso en la mejilla.

-Vale, vale.. Ahora ve, divertíos. Y ten cuidado, ya sabes que estás de siete meses.

-Síiiii...

Minutos más tarde, en Lago de Luna, el joven espadachín y su princesa se encontraban sentados sobre el cesped, justo en frente del lago, donde anteriormente habían estado hablando.

-¡Puff! ¡Realmente cansa andar con esta tripa!

-Ya te lo dije.

-Vamos, Zel, también me conviene hacer algo de ejercicio. No quiero engordar, ¿Sabes?

-Como quieras, eres tú la embarazada.

-¿Por qué no sacamos lo que hay en la cesta?

-¿No decías que no querías engordar? –Bromeó.

Ella tan solo frunció el ceño claramente ofendida y comenzó a sacar lo que había en la cesta mientras Zel extendía un pequeño mantel.

-Me gusta este sitio. No parece haber nadie.

-Durante el día no. Es por la noche cuando se llena de parejas, ya sabes... –Ella se sonrojó un poco.

-Oh. Ya entiendo..

-¡Oh! ¡Fíjate, el cocinero nos ha puesto sushi, temakis, dorayakis y onigiris! ¡Hmmmm, que aprobeche!

-Que aprobeche.

-HMMMMM... esto está buenísimo...

-Estoy de acuerdo. Tenéis un gran cocinero. –Comentó mientras degustaba un sushi de atún.

-Por cierto, Zel. ¿Qué era eso que querías preguntarme?

El muchacho de pronto se puso tenso y un leve rubor apareció sobre sus mejillas:

-Ehm... Bueno... Solo quería saber si... -Zelgadiss se detuvo.

-¿Sí?

-...Si... ...somos pareja.... –Susurró.

Ameria tragó lo que tenía en la boca y se sentó a su lado, cosa que hizo que el hechicero se sonrojase aún más. La princesa tampoco se quedó indiferente ante la situación y dejó que un leve rubor recorriera sus mejillas. En ese momento con sumo cuidado preguntó:

-¿..Tú quieres...?

Zelgadiss siempre intentando aparentar serio, y con su permanente rubor, manejó a decir:

-Bueno... yo.. eh-no me importaría...

Miró al suelo ante la falta de confianza en sí mismo y lo próximo que notó fue la llegada del dulce sonido de la voz de Ameria a sus oídos:

-Bueno... la verdad... es que a mí tampoco... Zel.

-..Ah. –Fue lo único que pudo decir.

Al cabo de un rato, viendo que el silencio se estaba volviendo algo incómodo incluso para Zelgadiss, éste decidió ser el primero en hablar, mientras que Ameria intentaba disimular la incomodidad comiendo lo que habían llevado:

-Bueno, y-y ahora ¿Qué se supone que debo-debemos hacer? –Preguntó avergonzado mientras cogía un temaki y se lo llevaba a la boca.

Ameria se quedó pensativa por un momento casi igualmente avergonzada. Era una buena pregunta "¿Qué se supone que debían hacer ahora?". Vale, de acuerdo, eran pareja, estaba decidido, pero... ¿Ahora qué?:

-Pues... podríamos... empezar por... ¿Acercarnos un poquito más...? –Dijo no muy segura de sus palabras mientras se puso justo a su lado, rozando sus muslos con los de su compañero.

Zelgadiss se puso muy tenso, casi tan rígido como una bara de hierro. Anteriormente, cuando aún tenía apariencia humana, había tratado con mujeres. Algunas de ellas mayores que él, quienes le encontraban atractivo y querían acercarse a él. Pero Zel era muy jóven y no le interesaban, de modo que ahora que sí le resultaba atractiva la idea de mantener una relación con una mujer (especialmente con Ameria) se encontraba más que perdido. Miles de preguntas asaltaban su mente "Vale, Ameria está a mi lado, y somos pareja, ¿qué debo hacer? ¿Estoy muy tenso? ¿Y si se lo toma a mal? ¿Qué pasa si hago un movimiento y le molesta?¿Y si sin darme cuenta le rozo un pecho con el brazo?" ese último pensamiento hizo que la joven quimera se sonrojase aún más (si es que era posible) "Vale, deja de pensar en estupideces y cómete ese Temaki antes de que se te caiga al suelo". Zelgadiss carraspeó:

-Eh... Te apetece ese último Uramaki?

Ameria suspiró satisfecha:

-¡¡Uff!! No, gracias. Yo ya estoy llena. Jeje, si he sido yo la que más ha comido. Para tí.-Sonrió.

-Gracias.

Ameria parecía haberse relajado, mientras que el hechicero seguía manteniendo un pequeño rubor en sus mejillas y continuaba algo rígido. De todos modos la joven princesa no tardó mucho en ponerse algo nerviosa una vez más. Se quedó mirando a su joven amigo, el cual ahora era su pareja, mientras pensaba qué podrían hacer en cuanto terminara de comer. Ella había oído hablar mucho a las sirvientas del palacio acerca de las primeras citas, de cómo debían comportarse, de cómo el hombre tomaba la iniciativa, entre otras muchas cosas. Pero ahora que era ella quien se encontraba en aquella situación, y después de todos los extraños acontecimientos que se habían dado en los últimos meses, no estaba segura de cómo actuar. De modo que en cuanto Zelgadiss terminó su Uramaki apoyó su cabeza sobre su hombro y le cogió de la mano sin dejarle apenas tiempo para que reaccionara.

En cuanto el joven muchacho sintió la leve caricia de la mano de la joven sobre la suya volvió a tensar su cuerpo. Ameria, cuya cara parecía un tomate, posó también su otra mano sobre la de su compañero.

-¿T-te molesta?

-¿Eh? No, no. –Contestó rápidamente.

Ambos quedaron en esa misma postura, apoyados sobre el tronco de un árbol durante una hora y media. La joven princesa comenzaba a sentirse somnolienta y el sol ya había ocultado sus últimos rayos. El muchacho notó cómo la cabeza de Ameria iba relajándose, así como el resto de su cuerpo, y la observó:

-Ameria... –Susurró- ¿Te... estás quedando dormida?

-...Ajá...

-¿Quieres que volvamos?

-No... –Dijo en un susurro.

Zel sonrió:

-Pero es que te estás quedando dormida...

-Y qué... –Respondió algo molesta mientras se iba haciendo un hueco entre el brazo y el pecho de Zelgadiss para poder apoyar su cabeza allí.

El joven hechicero, sorprendido, la abrazó algo inseguro.

-Ameria.. No me malinterpretes, pero realmente creo que deberíamos volver a Palacio.

Al ver que la joven no respondía Zelgadiss dirigió su mirada hacia su rostro con curiosidad:

-¿Ameria?

Lo único que recibió como respuesta fue una respiración profunda. De modo que al ver que se había quedado dormida, la quimera la posó sobre su espalda con mucho cuidado, para no despertarla, y la llevó a su casa.

Mientras tanto en otra dimensión:

-Xellos. ¿Qué has averiguado? –Preguntó el ama de las bestias algo intranquila.

-No mucho. De momento tan solo puedo asegurar que Ceiphied ha estado en Palacio. Pero no tengo el poder suficiente para acercarme a ella sin que lo note. He tenido que andarme con mucho cuidado para que no me descubriera.

Xellas gruñó con impaciencia.

-¡Maldita sea! Qué es lo que ocurre... –Comenzaba a ponerse realmente nerviosa y la ira comenzó a fluír por su cuerpo.

Su esbirro se acercó a ella:

-No se preocupe. Me aseguraré de que Ceiphied ya se haya marchado y le prometo que averiguaré lo que ocurre.

-Márchate. –Xellos desapareció.