Capítulo 13

Ya había pasado una semana y Ameria se encontraba frente a su espejo preparándose para la fiesta que se daría en Palacio ese mismo día.

-Este día es perfecto para acercarme más a Zel. –Comentó para sí misma mientras se ajustaba del todo su rosado vestido de embarazada- Hemos perdido demasiado tiempo estos últimos meses y aquella noche no estuvo nada mal... -Se sonrojó un poco al recordar el momento en el que el bebé fue concevido- ¿Sería demasiado pedirle matrimonio? Creo que le mataría del susto... Debe estar llevando fatal lo de su cura...

¡Listo!

En la zona centro del Palacio se había organizado una enorme sala donde se comería y más adelante habría un baile. Lina lucía un hermoso vestido largo rojo mientras sonreía maliciosamente a un Gourry trajeado, esperando ansiosamente el banquete que pronto se serviría. Zelgadiss estaba a su lado apollado en la parez, esperando nervioso la bajada de su princesa. Le habían obligado a ponerse un traje y asistir, de modo que se decantó por un traje negro con camisa y corbata blanca "Mierda. Por qué narices tengo que asistir a esto? Hay demasiada gente. Como uno solo se me quede mirando o haga algún comentario me voy" pensó ligeramente molesto. "Espera, insensato. Esta es tu oportunidad para acercarte más a Ameria. Deberías empezar a mostrarle un poco más que te importa... ¡Y decirla que la quieres!" "Dios.. qué raro suena eso..." "Tendré que acostumbrarme a esta clase de eventos..."

De pronto bajo un murmullo Ameria hizo su aparición, el príncipe Phillionell anunció su llegada. "Solo se... que sin ella no soy absolutamente nada..." pensó mientras la observaba silenciosamente.

-Damas, caballeros... Mi hija: la futura Reina de Seyruun.

Un leve "ohh..." llenó la amplia habitación mientras comentarios tales como "Qué guapa estás con esa tripa, jeje, qué monada" y "es una pena que tengas que llevarlo tú sola... ¡Pero estás guapísima! ¡El embarazo te está sentando genial!"

rodearon a la princesa. En especial los que se asemejaban al último de los comentarios eran los que le hicieron fruncir el ceño y gruñir silenciosamente en frustración a la joven quimera. Pero la visión de Ameria acercándose a él le sacó de sus pensamientos, dejándole algo anonadado.

-¡Zel! –Sonrió ella.- ¡Estás... estás guapísimo! –La quimera se sonrojó y alguno que otro comenzó a murmurar.

-A-Am--- Gracias. Tú también lo estás –Comentó intentando sonreír de forma natural.

-Me alegro de que hallas venido, lo pasaremos bien, ya verás. Esta semana con los preparativos no hemos podido estar demasiado tiempo juntos...

-Bueno, pero no quiero que te esfuerces demasiado.

A cambio ella le sonrió dulcemente mientras le cogía del brazo para sentarse y disfrutar del banquete.

-Tengo que decir unas palabras ahora,¿Me guardas el sitio mientras voy junto a mi padre?

-Claro.

Cuando todos se habían sentado Ameria hizo llamar la atención de los invitados:

-¡Damas y Caballeros! ¡Quisiera agradecerles que hayan acudido hoy aquí, y anunciarles mi más sincera felicidad ante el tratado de paz y , por supuesto, prosperidad, que hace una semana Servia y Seyruun firmaron! ¡Les deseo que pasen una feliz velada en nombre de nuestro Reino!

La gente aplaudió y Ameria volvió a su sitio tras dar un abrazo a su padre, colcándose así frente a él y a la derecha del muchacho que amaba.

-Así se habla. –Comentó el joven, regalándole una sonrisa y recibiendo otra a cambio.

Lina y Gourry fueron la pareja estrella del banquete, aunque no por el hecho de ser pareja, sino por el escándalo que armaban al comer, consiguiendo que sus conocidos sudaran con resignación. Zelgadiss tampoco pasó desapercibido, para muchos se llevaba sospechosamente bien con la princesa.

Ameria, a pesar de la gente que había, cuidadosamente deslizó su mano hacia la de su compañero cuando este casualmente la dejó posar sobre su muslo derecho. Zel se sonrojó y la miró rápidamente, pero no comentó nada:

-¿Q-Qué? –Preguntó la princesa reforzando su sutil abrazo en él.

-Hay... hay gente...

-¿Te molesta? –Inquirió comenzando a desilusionarse.

-N-no... pero la gente va a darse cuenta.

-A mí no me importa.

El muchacho se quedó pensativo por un momento, no estaba muy seguro de qué hacer, no era que le molestase que hiciera ese gesto en públio, en absoluto, pero era consciente de las miradas de la gente de sangre azul, aunque también de que la quería, y que tarde o temprano tendrían que anunciar su relación en público como princesa de Seyruun que era la maravillosa mujer que ante sus ojos de sorpresa, esperaba insegura su respuesta.

-A mi tampoco –Sonrió correspondiendo su apretón.

Momentos después una melodía comenzó a sonar, indicando así que era hora del baile. Varias parejas comenzaron a acercarse al centro de la sala.

-Lina... Vamos a bailar.

-Jejeje... ¡Muy bien Gourry!

Ameria sonrió al ver a sus amigos.

-Zel, ¿Por qué no bailamos tú y yo también?

-¿Qué? Ameria estás en estado.

-¿Y qué? –Contestó algo molesta- Uno lento. Venga, Zel, por favor... nunca he bailado contigo...

-Ameria, por favor... deja de poner esa cara de- d-de- de-... ainsh... está bien.

La princesa totalmente satisfecha, le cogió de la muñeca y comenzó a guiarle a la pista de baile.

-¡Enseguida vamos, Filia!

-¡Tranquila! ¡Disfruta! –Sonrió.

La canción que antes sonaba se detuvo, y Phillionell, decidido a hacerles un favor, pidió con cortesía a los músicos que tocaran algo lento.

-Bien. ¿Sabes bailar, Zel?

El joven se ruborizó ligeramente:

-Eso creo...

Sus manos se unieron una vez más y entrelazaron los dedos suave y ligeramente mientras la princesa posaba su otra mano en el hombro del muchacho. Éste posó la suya en la cadera de la joven, atrayendo una vez más las miradas de los presentes.

-Ameria. Nos miran.

-¡Vamos, relájate! ¡Disfruta por un día! –Sonrió mientras el joven suspiraba intentando seguir su consejo-Siento tener esta tripa, apenas nos podemos acercar, jeje...

El hechicero reprimió las ganas de reír.

-No importa.

La música comenzó a sonar y todos se movieron al ritmo de ella.

Me decías... cabecita loca...

Por seguir mis sueños...

Por romper las olas...

-Me encanta esta canción –Comentó la joven mientras comenzaban ellos también a moverse a su ritmo.

Me defendía... con mis alas rotas...

Contra la corriente vuela, vuela mariposa...

Eras mi ángel de la guarda...

Sobrevolando mis horas bajas...

-¿Sabes, Zel? Esta canción me recuerda siempre a nosotros...

-¿Ah, sí?

Eras la música del alba...

La lluvia cuando estalla...

Sálvame, no me dejes caer...

En la tristeza de las noches en vela...

Sálvame, y yo siempre seré

Tu amiga más fiel, que dentro te lleva...

-Sí... -Ella apoyó la cabeza en su pecho, captando más miradas aún.

Me decías... cabecita loca...

Por soñar despierta...

Por querer que no amanezca nunca...

Tú me decías... Cabeza loca...

Siempre es igual, siempre mi ángel de la guarda...

-Siempre has cuidado de mí, arriesgando tu propia vida... -Dirijió su mirada hacia la del muchacho- Y se podría decir que soy una cabeza loca, jeje –Ella rió y él la sonrió tiernamente.

Sobrevolando mis horas bajas...

-Eres mi ángel, Zel... mi ángel de la guarda... la música del alba, la lluvia cuando estalla... -Dijo seriamente mientras se iba acercando a su rostro. El joven conmovido hizo lo mismo, y suavemente se dieron un leve y corto beso.

Sálvame y yo siempre seré...

Tu amiga más fiel...que dentro te lleva...

Eras mi ángel de la guarda...

Eras el eco de una voz lejana...

-Te quiero, Ameria. –Dijo sin abrir aún los ojos, disfrutando del momento, y cuando los abrió, se dio cuenta de que no era algo tan difícil de decir, como hasta ahora había creído y sentido.

-Yo también te quiero, Zel- Volvió a apoyarse sobre su pecho.

Eras la música del alba...

La lluvia cuando estalla...

Todas las miradas se posaban en ellos ahora. Pero tal vez porque tenían los ojos cerrados o porque estaban demasiado concentrados en sus cuerpos y sentimientos, eso no pareció importarles.

Sálvame... no me dejes caer...

En la tristeza de las noches en vela...

Sálvame... y yo siempre seré

Tu amiga más fiel...

-¿Sabes, Gourry? No sabes cuanto me alegra ver a esos dos juntos y felices.

-A mí también, Lina...

El baile prosiguió bajo la mirada emocionada del príncipe Phillionell:

-Me alegro por ti, hija...

-Ameria tiene mucha suerte, señor. –Comentó Filia- Y Zelgadiss también.

-Lo se –Contestó orgulloso.

Seré la nieve al caer... sobre el mar...

Sobre la tierra cuando el fuego te quema...

Sálvame... Sálvame...

La canción ya había terminado, y los dos jóvenes abrieron sus ojos lentamente percatándose de las miradas de la gente, incluida la de los músicos. Ambos no pudieron hacer otra cosa mejor que ruborizarse. Instantes después Ameria aclaró su garganta:

-Pueden continuar con el baile.

La música volvió a sonar una vez más, y la gente, totalmente extrañada, retomó cada uno sus respectivas actividades. Mientras, Zel y su princesa tomaron asiento avergonzados.

-¿Has visto? La princesa se ha besado con ese joven –Comentó una mujer.

-No sabía que estuviera comprometida. Puede que lo llevasen en secreto por ser él azul. –Continuó su compañero.

-¿Pero es acaso humano? –Inquirió alguien de al lado.

La quimera comenzó a sentirse realmente incómodo en su asiento, la gente ya había empezado a cuestionar su humanidad, y esta vez era aún peor, porque sabía que jamás podría recuperar su cuerpo original. La rabía, el dolor y la impotencia comenzaron a recorrer su cuerpo, haciendo que tanto sus dientes como sus ojos y puños se cerraran con fuerza. Ameria se percató de ello y le cogió de la mano:

-Tranquilo, Zel. No pasa nada. Es normal, no te conocen, no conocen tu historia.

Filia observó la escena con impotencia.

-¡Pero qué le pasa a todo el mundo! ¡¿Es que son tan superficiales que no pueden ver a través de las personas?! –Gritó Lina con impaciencia- ¡Te lo juro Gourry, otro comentario acerca de la humanidad de Zel y los chamusco a todos!

-¡Ah! ¡Lina! ¡No lo hagas! –Gritó su compañero mientras la sujetaba con fuerza.

-Pero si es azul... parece una estatua... -Susurró otro.

-Yo me voy –Afirmó Zelgadiss levantándose de su asiento, y lo hubiera hecho si no fuera porque Ameria lo detuvo.

De pronto, un sonido de copa los hizo voltear hacia el príncipe, que sin poder quedarse indiferente ante la escena, se había levantado para poner fin al asunto:

-Damas y caballeros. –Aclaró su garganta- Recuerdo cuando mi pequeña no sobrepasaba los 15 años; toda su vida hasta entonces. No se separaba de mí, podría decirse que era el único hombre de su vida. No solo fui su padre, como ya sabréis, si no también su madre. Siempre he cuidado de ella como el mejor de los padres, y la he educado como la mejor madre de todas. Pero mi niña ya ha crecido. Hace cuatro años, casi cinco, que ya no puedo darle la protección y amor que ella anhela y necesita. En los últimos 4 mencionados años, otro hombre ha ocupado mi lugar. ¡No solo eso! La ha cuidado y protegido como su mayor tesoro, como su vida misma, en mi ausencia y conmigo presente; le ha enseñado cosas que ni siquiera yo podría, y lo que es más importante... le ha dado el mejor amor y respeto que un padre jamás pudiera desear para su hija. –Phillionell miró a Zelgadiss con los ojos conmovidos, mientras proseguía con su discurso- Señores, me enorgullece presentarles a quien ha salvado la vida de mi hija en innumerables ocasiones, al más humano de los seres humanos de este planeta, y a quien de ahora en adelante me enorgullecerá tratar como si fuera mi propio hijo... Zelgadiss Greywords. La otra mitad de mi Ameria –Dijo al fin mirando al público.

-Phill... -Susurró el joven conmocionado.

-Papá... -Susurró también ella con lágrimas en los ojos.

Pero el príncipe continuó:

-Zelgadiss... Espero que en un futuro no muy lejano, seas tú el heredero del trono. Será un honor para mí entregarte el apellido "Seyruun", y que gobiernes tan bien como se que lo harás este magnífico Reino que cada día va aumentando –Dijo señalando levemente con su mano a los presentes-, pasando a ser Zelgadiss Greywords... El De Seyruun.

Ambos estrecharon las manos conmovidos, la joven quimera se encontraba sin saber qué decir, bajo los aplausos de los presentes. Los comentarios adoptaron otra forma de manera inmediata "¡Vaya! Que suerte tiene..." "¡Ameria! ¡Felicidades!" "¡Me alegro por ti!". Todos sentían grata curiosidad hacia al afortunado muchacho. Zel y Ameria se sonrieron, al igual que sus amigos. El hechicero volvió a sentarse ya más cómodo. La velada continuó sin más incidentes.

La noche ya había posado su estrellado abrazo sobre la ciudad de la magia blanca. Los invitados comenzaron a despedirse, y para sorpresa de Zelgadiss varias mujeres y algún hombre (mayores todos) se acercaron a estrecharle la mano.

-Presumo que es usted el padre del bebé. –Comentó uno de ellos sonriendo con dulzura. El joven asintió suavemente- Soy un viejo amigo de Phillionell. Es agradable ver que hay gente como usted. Cuídela bien.

-Descuide –Contestó perplejo.

Ameria sonrió con alegría.

-¿Has visto? Hay que darles la oportunidad de conocerte .-Susurró. La quimera asintió sonriendo y la princesa lo cogió del brazo.

Ya había llegado la una de la madrugada, las estrellas se hallaban ocultas bajo un espeso manto de nubes tan negras como la noche. Un trueno se escuchó en la lejanía, y la temperatura descendió bruscamente. El invierno había llegado. Ameria sintió un escalofrío mientras llegaba a la puerta de su habitación acompañada, por supuesto, por Zelgadiss:

-Quisiera agradecerle a tu padre lo que ha hecho y dicho hoy por mí.

-No te preocupes, Zel. Lo ha dicho de corazón, le conozco.

-Lo se, y por eso me gustaría compensarle de alguna manera.

-Eres un encanto, Zel.

El joven se ruborizó sin comprender:

-¿Por qué?

Ameria dejó escapar una risilla, le encantaba verlo avergonzado:

-Por ser tú. –Declaró acercándose a él para darle un rápido beso en la mejilla.

El muchacho sonrió nervioso.

-Deberías reír más a menudo, Zel. Me gustas más así.

-Procuraré entonces.

-Zelgadiss...

-¿Sí? –Inquirió extrañado ante el cambio de expresión que se había dado en el rostro de la joven. Había pasado de uno alegre, a otro de temor, nerviosismo, duda y vergüenza. Un enorme relámpago acompañado de un trueno llenaron los pasillos vacios del Palacio.- ¿Qué ocurre?

-Verás... -Ella comenzó a juguetear nerviosametne con su vestido- Había pensado que........ ¿Sabes? Las noches de invierno de Seyruun como esta son muy frías... y.... ehm.... –El joven pestañeó extrañado. La princesa levantó la mirada hacia la del muchacho- ¿Dormirías conmigo esta noche?

-¿Qué?

Ameria bajó la mirada bruscamente, totalmente avergonzada.

-¡Ya se que es algo precipitado, pero...!.... Solo esta noche, Zelgadiss, por favor... -Volvió a levantar su mirada de ruego.

Las mejillas del hechicero se colorearon una vez más, ya por enésima vez desde que había comenzado la velada.

-Pero... ni siquiera estamos casados, Ameria... Se supone que no podemos...

Otro enorme trueno hizo que la joven botara levemente.

-Y... y se supone que tampoco podíamos hacer el amor, y mira...

Zelgadiss se sonrojó aún más, el tema le creaba pánico:

-Eso fue diferente. Además, fue en el mundo de los sueños, y probablemente ese fue el motivo por el que no te dañé.

-Se que es diferente... pero... Zel, no te estoy pidiendo que lo hagamos otra vez... solo quiero dormirme bajo tu abrazo, y despertarme con tu rostro junto al mío. –Confesó mientras un leve rubor recorría sus mejillas mientras le miraba a los ojos- Te quiero.

-Ah... -Quiso encontrar algo que responderle, pero ni siquiera él sabía por qué se estaba negando, su propio corazón y cuerpo correspondían los deseos de su princesa, mientras se sumergía cada vez más y más en la profunda mirada marina de la joven que tenía frente a él.- De acuerdo. –Respondió al fin.-Espero que no nos descubran. –Comentó mientras cogidos de la mano entraban en la habitación.

Ameria se acercó a la ventana para cerrar las persianas:

-No te preocupes, Zel. Nadie entra ni sale sin mi permiso.

-¿Ni siquiera Lina y Gourry? ¬¬ -Inquirió con los brazos cruzados.

-Esos dos están demasiado ocupados ensayando su noche de bodas.-Ameria pestañeó dos veces al mirar por la ventana- ¡Ah! ¡Fíjate, Zel!¡Está nevando!

Zelgadiss sonrió. Cada día se iba pareciendo más a la Ameria de siempre, la que le levantaba el espíritu. Se acercó a ella y la cogió por los hombros mientras observaban la tormenta de nieve que desplegaba ya su manto blanco por la dormida ciudad de Seyruun.

-Me quedaría observándolo toda la noche.-Afirmó la joven mientras su compañero acariciaba sus hombros suavemetne con sus pulgares.

-Entonces no cierres las persianas si no quieres.

-Bien. –Ella se volteó y lo abrazó suavemente mientras él la correspondía con la misma ternura. Ameria rió levemente- Me alegra comprovar que ya no te pones tan tenso cuando me acerco.

La brillante mirada de Zelgadiss era seria mientras sus ojos se mantenían conectados. Su rostro bajó, y mientras cogía la mano de la princesa, la cual iba acariciando según la acercaba a él, sus labios acariciaron los carnosos de la joven. Ameria quedó perpleja ante la iniciativa inusual del joven. Pronto cerró también sus ojos, y correspondió su beso con un suave gemido de felicidad mientras él la atraía aún más hacia su propio cuerpo con el brazo derecho que la cintura de la princesa recorría.

Pronto el beso terminó, y él aflojó ligeramente su abrazo mientras depositaba otro pequeño beso en la mano que aún acariciaba. Ameria sonrió abiertamente y se lanzó hacia él abrazándolo fuertemente.

-Hey, cuidado. No vayas a acerte daño. –Dijo el muchacho mientras la abrazaba para evitar que se callera.

-Jejeje... lo siento.

Zel sonrió:

-Voy a cambiarme.

Mientras la quimera se ponía el pijama Real en el servicio, Ameria aprobechó para hacer lo mismo y ponerse su camisón de embarazada. Después se recostó en la cama y continuó mirando la tormenta de nieve mientras acariciaba su abultado vientre. Pocos segundos después Zelgadiss salió ya totalmente vestido. Depositó su traje doblado en una silla cercana y nervioso se metió también en la cama. Tras suspirar observó el rostro de la joven, la cual seguía mirando por la ventana. Una vez más sus mejillas delataron su nerviosismo. "Tengo que hacerla saber lo que siento. Es lo único que me queda. No la quiero perder. Pero he de recordar controlarme". La princesa no tardó en darse cuenta de la profunda mirada del muchacho y volteó a mirarle, igualmente nerviosa. Ambos estaban sentados, sin saber muy bien qué hacer. El cuerpo de Zelgadiss volvía a estar tenso, y más aún cuando la princesa encontró el valor para tumbarse sobre su pecho, aunque algo insegura. "Debo ser valiente, Debo..." Zel finalmente correspondió su abrazo. Ambos suspiraron y él dirijió su mirada a través de la ventana, pensativo. El silencio llenó la estancia por un rato, y Ameria cerró los ojos acomodándose algo más en su pecho, disfrutando del dulce aroma que su cuerpo emanaba. Podía oír los latidos de su corazón acompasados con su respiración. Al principio había sido rápido, nervioso, pero ya casi había vuelto a la normalidad.

Los dedos del joven comenzaron a acariciar su cabello suavemente, casi como una brisa, pero lo suficientemente cariñoso como para hacer que la princesa suspirara feliz.

-Lo siento. –Propino de pronto.

-¿mm?

-Siento no haber estado aquí durante los otros meses del embarazo. Lo cierto es que... Ahora que se que no hay cura –Ameria abrió los ojos- Siento que muchas veces me he comportado de una manera muy egoísta. –La joven levantó su rostro hacia el de él y la quimera apartó la mirada de la ventana para dirigirla hacia ella. Sus caricias ya habían cesado y cierto aire de tristeza y arrepentiemiento cubría su rostro- Me hubiese gustado haber estado aquí contigo.

Ameria cogió su rostro entre sus manos.

-No ha sido culpa tuya, Zel. Fue Ceiphied, no podíamos levantar sospechas entre los demonios de ningún tipo. Debemos cuidar del que podría salvar al mundo cuando Lina no esté. Y lo que es más importante, de nuestro hijo. Lo que importa es que estás aquí, y nada hará que me separe de ti.

Xellos, que les observaba desde la otra dimensión, comentó para sus adentros "Bueno, ya lo veremos cuando tengamos a tu bebé" "Disfruta de esta noche, princesa". Se puso tras la puerta de la joven a vigilar "Considéralo un regalo. Por las veces que no me cantaste. Esta noche os dejaré a solas".

-Ameria... -Zel comenzó a sonreír junto a ella.- Me gustaría acariciar al bebé... -Susurró con un rubor.

-¡Claro!

Ambos se tumbaron en la cama completamente. Ella apoyó del todo su espalda en la cama mientras él se puso de lado.

-Tendrás que hacerlo sobre el camisón... jeje.

-¿Por qué? –De pronto se dio cuenta del motivo, sino tendría que levantarse toda la prenda para dejar su vientre al descubierto- oh... N-no importa –Carraspeó antes de seguir.- Además, podrías coger frío.

-jejej... sí... -Contestó nerviosa.

Ameria cogió su mano y la posó donde el futuro príncipe se encontraba. Zelgadiss suspiró y apoyó ligeramente su cabeza sobre el hombro de ella. De pronto se le ocurrió una idea y haciendo uso de su valor se levantó y apoyó la mitad de su rostro en el vientre de la joven. La princesa le observó extrañada durante el proceso y más tarde se sonrojó:

-Ze-zel...

De pronto un pequeño "Je" de completa felicidad alcanzó los oídos de la joven.

-Puedo oír el latido de su corazón... -Dijo emocionado.

Ameria se relajó y sonrió mientras el bebé dio una patadita en el rostro de la quimera.

-Je, parece que mi cabeza pesa demasiado para él. –comentó mientras la levantaba y la posaba cerca de la de su princesa, haciendo que esta sonriera vergonzosamente.

Él aún mantenía la mano acariciando su vientre así como la sonrisa mientras todo su cuerpo se relajaba con felicidad, un sentimiento que hacía mucho había olvidado y por fin comenzaba a recordar. Él meció su rostro ligeramente en el cuello de la joven, acercándose aún más a ella, y Ameria le correspondió con su cabeza mientras se tapaba y protegia del frió de la noche. Zelgadiss cerró los ojos algo cansado y ella elevó su mano hacia el rostro del petreo hechicero, acariciándolo levemente con su dedo índice.

-Zelgadiss.

-¿Qué?

-Te quiero.

El hechicero abrió los ojos:

-Y yo a ti, Ameria...

Su corazón comenzó a acelerarse, y suavemente depositó un beso en la mejilla de la joven, después prosiguió a repetir la operación en el cuello, y Ameria no pudo hacer otra cosa que suspirar, como si una enorme carga se liberase de ella.

La mano de Zelgadiss avandonó su vientre y se posó en el costado de ella para poder darse apoyo mientras levantaba su tronco para poder besarla en la boca. Un suave gemido escapó los labios de ambos. Ameria acarició su rostro y su cuello con las palmas de las manos, sus dedos y el reverso de ambas repetidas veces, con extrema dulzura y suavidad, haciendo que suaves escalofríos calientes recorrieran el cuerpo del muchacho. Zel no paró de besarla, sus labios se fundían los unos con los otros, el superior con el inferior de ella, y después el inferior con el superior de la joven, y los dos a la vez, así sin descanso, suave pero apasionadamente, con mucha delicadeza, mientras un pequeño pero intenso cosquilleo recorría esa zona para extenderse por el resto del cuerpo, deseando más, y más.

-Zel... no te vayas... no te vayas nunca...

-No lo haré, Ameria... no lo haré... no lo haré... no podría... sería incapaz... -Susurró como pudo a sus labios- ... Tú me llenas...

-Zel...

El hechicero rozó suavemente la lengua de la joven con la suya propia, probocando que un nuevo gemido de placer llenara la habitación. Relámpagos iluminaron la habitación mientras las manos de la princesa masajeaban el cabello del muchacho. Sus respiraciones eran aceleradas contra los rostros de ambos, y el calor hacía rato que recorría sus cuerpo. Los brazos de Zelgadiss, cansados, comenzaron a flaquear obligándolo a tumbarse sobre sus codos, descendiendo su cuerpo hacia el de ella. Los generosos pechos de la joven chocaron contra su torso, haciendo que el contacto físico les hiciera a ambos suspirar. Zelgadiss avandonó sus labios, mientras aprovechaban para coger aire. Él continuó sembrando suaves besos por el cuello, pómulos, ojos y a lo largo del rostro de la joven, pronto ambos perderían el control bajo los fríos estruendos de la tormenta y las cálidas atenciones de los dos.

Ameria no podía quedarse indiferente, y mientras el hombre al que amaba deslizaba los labios a lo largo de la linea de su mandívula, rozándola con los dientes, haciendo que todo su bello se herizara, dirigió sus delicadas manos hacia el pecho del muchacho. Deslizando sus finos dedos de frío sudor, acarició todo el trabajado torso, pecho y costados de la quimera, haciendo que una pequeña convulsión involuntaria obligara a Zelgadiss gemir; hielo y fuego, noche y día, nieve y lava: Las llemas de los dedos de Ameria y el cuerpo ardiente de Zelgadis, "....Demasiado tiempo solo...". El joven besó abiertamente la barbilla de la mujer bajo pequeños jadeos y profundas respiraciones. No solo la zona centro del cuerpo del hechicero ardía, si no TODO su cuerpo, cada tejido que cubría su alma y corazón ansiaba, GRITABA por sentir el cuerpo desnudo de la princesa que bajo sus caricias jadeaba, gemía y se derretía. Mientras besaba su cuello, apoyó gran parte de su cuerpo sobre ella, jamás dañando su vientre, y sus manos se deslizaron por los desnudos brazos de Ameria, creando el mayor contacto físico posible, piel con piel. Entrelazó sus dedos con los de ella extendiendo los brazos de ambos a lo largo de la cama en un vano intento de calmar su ansiedad.

-Ameria... -Susurró en su oído, provocando un nuevo escalofrío en ella.

-.....E...Estas haciendo... que me derrita... -Pronunció como pudo, su voz negándose a salir, demasiado ocupada para hablar.

-..... Y tú haces que quiera perder el control... -Jadeó en su rostro mientras la volvía a besar, esta vez aún más apasionadamente, pero siempre suave, gentil...

Cada vez estaba más claro el deseo de repetir lo ocurrido en aquella mágica noche del mundo de los sueños en sus latentes centros.

Ameria sin poder dejar de desear hacerle sentir fundirse junto a ella, mientras las manos entrelazadas de ambos se colocaban cerca de su cabeza, aprovechó el momento en el que Zel comenzó a dirigirse hacia su hombro, para besar el desnudo cuello del muchacho. Un cosquilleo recorrió el cuerpo del joven, acompañado de un leve gemido. No contenta con eso deslizó suavemente su cálida lengua desde la base de la parte lateral de la zona que acababa de besar hasta el lóbulo de su oreja, provocándo que Zelgadiss detuviera sus actos de inmediato y haciendo que todo rastro de bello de su cuerpo se herizara mientras un casi imperceptible temblor recorrió su puntiagudo aparato auditivo. Poco después volvió a repetir la operación, pero esta vez con más confianza, succionando el lóbulo que segundos antes había acariciado para poro después lamer con extrema dulzura, "....Demasiado...", el resto de su puntiaguda oreja; por todas partes. Zelgadiss no pudo evitar gemir audiblemente, aunque sin gritar, mientras uno de sus puntos más débiles era claramente estimulado. El hechicero la besó apasionadamente en la boca, fundiendo ligeramente sus lenguas mientras la princesa, aún por debajo de la ropa, acariciaba ahora toda la espalda del joven, incluídas las pequeñas piedras adheridas a la piel; "....Voy a perder el control..." "...Estoy perdiendo el control.... No puedo... no pue-no puedo... no puedo perder el control.."

-Ah...

"....Esto... esto.... ESTO no esta bien..!..." se repetía una y otra vez para autoconvencerse de parar mientras una de sus manos quiso dirigirse al pecho de la joven.

Por el contrario, Ameria intentaba de forma lenta y sutil que el muchacho perdiera el para él tan ansiado control, a pesar de que su mente susurrara "...tal vez deberíamos parar...". Pero su corazón, su alma, espíritu y su cuerpo necesitaban ese amor, consumir el dolor, la soledad y las ganas de disfrutar el uno del otro de los úlitmos meses, y mañana serían felices. Justo cuando comenzó a intentar rozar con su muslo la notable erección del muchacho de manera que fuera "accidental" el joven se separó, marcando una pequeña distancia entre ambos, lo cual hizo que ella abriera los ojos.

La princesa observó el jadeante rostro de la quimera mientras ella misma intentaba recuperar el aliento. Zelgadiss besó lentamente la frente de Ameria, después sus ojos y por fin una vez más su boca, muy lentamente, y se apartó algo tembloroso, tumbándose sobre su espalda. Ameria pestañeó extrañada, sin apenas moverse. Zel miraba hacia el techo, la tormenta parecía ser cada vez más fuerte, y el viento no paraba de golpear y silvar contra los amplios cristales de la ventana de la habitación. Cuando su respiración se reguló algo más, anunció:

-Voy al baño.

Ameria lo miró:

-Bien.

El hechicero se sentó al borde de la cama y suspiró pesadamente antes de levantarse. Poco después, aún algo tembloroso, se dirigió al servicio, intentando no hacer evidente su excitación.

Ameria comenzaba a enfriarse y se tapó poniéndose de lado, mirando una vez más el enorme manto blanco que caía. Un escalofrío recorrió su cuerpo y poco a poco se fue relajando, hasta que comenzó a cerrar los ojos.

Mientras tanto, el muchacho se refrescaba con agua fría el rostro y la nuca. "Dios... por poco pierdo el cntrol del todo y lo estropeo...". Se miró al espejo por unos instantes, sus mejillas aún algo sonrosadas por el calor de la pasión. Un suspiro rompió el silencio. No quería tardar demasiado en volver, pero su erección aún era muy notable, y volvería a nublarle la razón en la cercanía de la joven.

Volvió a mojar sus manos con agua fría, cuidadosamente roció el gélido líquido por sus órganos reproductores. Debido al contraste un intenso dolor localizado hizo aparición en la zona en cuestión mientras volvía a su estado natural. Zelgadiss cerró los ojos por la terrible sensación momentaneamente, "Es por nuestro bien..."

Instantes después la princesa escuchó una puerta en la lejanía. El hechiero se acercó a ella y se sentó en la cama posando su mano sobre el hombro de ella. El joven se acercó a su rostro:

-Ameria... -Susurró.- ¿Estás dormida...?

-.... Mmm... mmm...

La joven quimera no pudo evitar sonreír. Tras introducirse entre las sábanas, tumbándose de costado, la abrazó por la espalda acercando su rostro al de ella.

-Buenas noches... -Susurró

-....Bmm...ns... n...chs..mm.. –Balbuceó acercándose más a él.

Una sonrisa cubría ambos semblantes. No tardó mucho en apoderarse el sueño de Zelgadiss. Esa noche durmió cálido y en paz, una calidez que jamás en su vida había sentido, y que aunque se le hacía extraña, le llenaba por dentro. Por una vez no tuvo pesadillas, por una vez descansó, por una vez sintió la calidez del amor humano.

Al día siguiente Ameria despertó sobre el pecho del hechicero. Sonriente, miró su rostro. En él vio reflejado al niño que llevaba dentro y que ocultaba durante el día. Dormía plácidamente, totalmente relajado, sin ningún ceño fruncido y a pierna suelta. Su respiración era profunda y lenta, señal de que aún no se despertaría. "Como me encanta esa carita de completa paz e inocencia..." "He decidido que quiero que esto sea lo primero que vea cada mañana al despertar". Volvió a cerrar los ojos y a acomodarse en su pecho. "Supongo que ese es el rostro que tenía antes del incidente con Rezo... Tranquilo y en paz... sin que sus demonios interiores lo atormentaran..."

De pronto unos fuertes golpes en la puerta la sobresaltaron:

-¡Ameria! ¡Ameria, despierta! ¡Mira!

Era su padre. La joven observó que el rostro de la quimera comenzaba a indicar que de seguir así, en segundos se despertaría. Ameria, alarmada, se levantó corriendo y abrió la puerta tan solo una ranura:

-¡Papá! ¡No grites! –Susurró.

-¿Eh, pero por qué? –Preguntó desconcertado. Ameria volvió a mirar al joven que comenzaba a despertarse- ¡¿Has visto?! ¡Está nevando! ¡Corre antes de que pare!

-¡Papá! SSSSSSHHHHH..............!

-¿Qué ocurre? –Susurró por fin. Mientras, Zelgadiss cambiaba de postura, dando la espalda a la fuente del ruido. -¿Puedo pasar? –Inquirió algo extrañado levantando su gruesa ceja.

-Eh... Es que... No estoy visible, papá... -Contestó nerviosa- Ya he visto la nieve, en seguida bajo, ¿Vale?

-Eh... muy bien... -Contestó no muy satisfecho.

-Eso.. venga... ahora vete... que quiero seguir durmiendo –Anunció con una sonrisa nerviosa- ¡Ah! Y ya me encargaré yo de despertar a Zel, Filia, Lina y Gourry. Déjales descansar, que ayer estuvimos hasta tarde.

-Está bien.

Cuando su padre ya se había marchado, la princesa cerró la puerta dejando escapar un fuerte suspiro. Después, se volvió a tumbar junto al muchacho, que ahora dormía mirando hacia la ventana. Su respiración ya no era tan profunda, lo cual hizo que la joven maldijera a su padre por un momento, por haber perturbado el sueño del hechicero.

Ameria se quedó observando su rostro, De repente los ojos del joven se movieron bajo sus párpados, y finalmente los abrió. Su miranda aun se estaba acostumbrando cuando pronunció su nombre:

-¿Ameria?...

-Buenos días Zelgadiss... -Dijo con algo de remordimiento en su rostro. "Papá lo terminó de despertar al final... se veía tan... en paz..."-Sigue durmiendo un poco más...

El muchacho frotó su rostro y se estiró levemente intentando despejarse mientras daba un fuerte suspiro. Ya más despejado la miró con las mejillas levemente sonrosadas. Ella rió suavemente:

-¿Por qué te sonrojas?

El comentario hizo que lo hiciera aún más:

-Por nada... -Dijo somnoliento. Zel se frotó los ojos una vez más.

-Así que esta es la cara que tienes recién despertado. –Comentó dulcemente- Me encanta. –Dijo besándolo en la mejilla a un anonadado Zelgadiss.-¿No quieres dormir un poco más?

El muchacho negó con la cabeza mientras se tapaba la boca para dar un ligero bostezo, su mirada y cuerpo aún somnolientos. Ameria acarició suavemente su rostro con el reverso de sus dedos:

-Cualquiera lo diría –Sonrió- ¿Has dormido bien?

-Muy bien.

La tripa de la princesa estaba pegada a la de él. El bebé se movió dentro y Zelgadiss lo pudo notar provocándole una sonrisa.

-........¿Y vosotros?.....

La joven sonrió igualmente:

- ¡Mejor que nunca! –Afirmó abrazándose a él- Te quiero. –Pronunció disfrutando de su contacto.

-Yo también.

A pesar de hacérsele más fácil demostrar sus sentimientos, a la joven quimera aún se le hacía raro pronunciar y escuchar las palabras "Te quiero". Pero aun sin estar totalmente acostumbrado a ellas, el oírlas y pronunciarlas, no solo creaba un rubor y ligero nerviosismo en su cuerpo, sino también una tremenda liberación y bien estar.

Ameria volvió a besarle en la mejilla:

-Hoy estás cariñosa, ¿Eh?

La princesa rió suavemente en su oído.

-Es que soy muy feliz.

Zelgadiss la abrazó bajo las sábanas:

-Pues yo necesito ir al baño, je.

-De acuerdo. –Respondió soltándole.

El muchacho miró por la ventana al levantarse y sonrió:

-¿Has visto? –Preguntó gesticulando con la cabeza- Hace un día expléndido, y está TODO cubierto de nieve.

-Ah..... ¡¿En serio?! –Preguntó con ilusión intentando levantarse rápidamente de la cama.

-Ten cuidado, Ameria. –Aconsejó mientras la ayudaba- No seas imprudente, un día de estos acabarás haciéndote daño, a ti y al bebé.

-Nah, yo se lo que me hago. –Afirmó mientras se acercaba a la ventana.- ¡¡HALA!! ¡Zelgadis! ¡Está precioso!

El hechicero ya estaba en el cuarto de baño cambiándose.

-¿Zel?

-¿Sí? –Contestó dede el otro lado de la puerta.

-¿Podemos ir luego a fuera un rato?

El joven sonrió "Ni que fuera su padre para pedirme permiso":

-Claro.

-¡Bien! –Contestó emocionada mientras seguía observando el maravilloso paisaje blanco.

Minutos después bajaron al comedor cogidos del brazo para desayunar. No había ya nadie, y a juzgar por el desorden, dedujeron que Lina y Gourry habían estado allí.

-Vaya. ¿Cuánto hemos dormido? –Preguntó la quimera.

Phillionell asomó la cabeza por la puerta:

-¿Uh? ¡Ah, estáis aquí! ¡Estamos todos fuera! Bueno, yo ahora he de retirarme para seguir trabajando ¡Pero os esperan allí!

-Muy bien. –Sonrió la princesa.

El príncipe puso una mirada un poco extraña mientras los observaba detenidamente. Mientras, ellos lo miraban desconcertados:

-¿Qué.... os ha retenido tanto tiempo... en la cama? –Inquirió de pronto.

Ambos se sonrojaron de inmediato.

-¡Papa! ¡No seas mal pensado! Ayer fuímos muy tarde a la cama, ¡Y yo ahora duermo también por dos!

-Lo segundo no te lo puedes creer ni tú. ¿Y tú, Zelgadiss...?

-¡¿Eh?! ¿Yo...? –El muchacho comenzó a sudar frío- A-Anoche... me quedé hasta tarde leyendo... Y apenas pude dormir con los enormes truenos.

-....ya... -Phill volvió a mirar a su hija- Ameria cuidado con lo que hacéis, que no estáis casados. –Reprendió.

-¡Papá! ¡Que no hemos hecho nada, de verdad!

-Ameria que soy tu padre. Que estés embarazada de él vale, porque tiene su historia, pero ojo con lo que hacéis, sacerdotisa.

-¡Como si tú y mamá no hubierais hecho cosas cuando erais jóvenes!

-¡Jovencita!. ¿Se os ha ocurrido pensar que puede que dañéis al bebé?

Zelgadiss no sabía dónde meterse, pero era cierto que no habían hecho nada que pudiera dañar a la criatura.

-¡Pero si no hemos hecho nada!

-Phillionell –Llamó el hechicero captando así su atención- Es cierto. Anoche dormí en la cama de Ameria.

-¡Ajá!-

El joven le detuvo.

-PERO, le prometo que no hicimos nada de lo que usted crée. –Contestó seriamente.-Le doy mi palabra. Jamás le mentiría, y mucho menos después de lo que dijo ayer; al contrario; quisiera compensarle de algún modo.

El príncipe se relajó:

-Hijo... La mayor compensación para mí es que cuides muy bien de mi niña, que no le hagas daño y la trates tan bien como se merece.

-Eso está hecho.

-De todos modos andaros con cuidado, que me conozco esas hormonas, yo también fui joven.

-Descuide.

-Bien, ¡Hasta luego!

Ambos dejaron escapar un suspiro mientras comenzaban con su desayuno.

-Tu padre tiene razón, no deberíamos dormir juntos.

-¡Pero si no pasó nada!

-Ameria...

Ella cerró la boca. Sabía perfectamente lo que quería decir, estuvieron muy cerca de hacer algo que se suponía no debían.

-.... Ya lo se... pero... Está bien. –Suspiró resignada.

El hechicero se percató de su expresión y sonrió.

-Cuidado, no querrás que piense que no puedes vivir sin mí. –Bromeó.

La joven le lanzó una mirada asesina:

-¡Por supuesto que no puedo! –Gritó y después se hechó a reír.

La quimera sonrió aún más.

Más tarde se abrigaron bien y salieron a los jardines del gran Palacio, donde encontraron al resto de sus amigos, incluido Xellos, al que Zel le lanzó una peligrosa mirada.

-¡Chicos!

-¡Zel, Ameria! –Sonrió Lina- ¡Ya os ha costado!

-Jaja.. si...

-¡Fíjate! Estamos haciendo un muñeco de nieve. ¿Te apuntas? –Preguntó el alto espadachín.

-¡Sí!

Zelgadiss se acercó, pero no tomó parte en la construcción. Mientras tanto, Xellos comenzó a formar una bola de nieve, y de pronto... ¡PLAS! En la cara.

-¡¡AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH!!!!! ¡¡¡¡¡XELLOS!!!! ¡¡¡JURO QUE TE MATO!!!!

-¡Ahhhhhhhh! ¡Filia, cálmate! –Gritó asustada la princesa.

La dragona dorada se transformó, no solo destruyendo el muñeco de nieve, sino también creando una bola de nieve enorme.

-Jajajajaj –Xellos no paraba de reírse.

-¡¡¡¡¡XEELLOS TOMAAAAAA!!!!

-¡E-Espera!

La enorme bola estampó al demonio contra la parez del palacio.

-Je, bien hecho. –Contestó el hechicero.

-F-Filia... ¿No crees que te has pasado un poco? –Inquirió la pelirroja.

-¡Ja! Se lo tiene merecido. –Afirmó adoptando su apariencia humana otra vez.

-¿¡Sí?! Pues mira lo que has hecho, ¡Ya casi habíamos terminado! –Señaló.

-ajaja... Lo siento...

-Ainsh... yo me largo. Vamos Gourry, antes de ayer vi un restaurante muy interesante.

-¡Vale!

-¿Qué? ¿Ya os vais? –Pregutnó la sacerdotisa algo desilusionada.

-Tranquila, Ameria, yo me quedo. –Dijo Filia.

-Bueno.

Ambas retomaron la tarea de hacer el muñeco de nieve bajo la mirada de Zelgadiss, hasta que este habló.

-Chicas, creo que yo me voy.

-¿Quéeeee? –Inquirió Ameria.

-Lo siento, pero me estoy aburriendo. Iré a dar un paseo por la ciudad.

-B... Bueno...

Las chicas continuaron con su labor.

Una hora más tarde Zelgadiss intentaba pasear por las calles de Seyruun, dificultosamente debido a la cantidad de nieve que había caído la noche anterior. Parecía increíble, había caído como 12 centímetros en tan solo una noche, y el cielo comenzaba a amenazar con lo mismo para las próximas horas.

El muchacho se detuvo a mirar el escaparate de una tienda de música. En ella había colocados varios instrumentos, pero se fijó especialmente en uno: La guitarra española.

Poco después entró en ella, inspeccionó sus bolsillos y sonrió.

-Oiga.

El dependiente se le acercó:

-¿Sí? ¿Qué desea?

-Puede decirme cuanto cuesta esa guitarra que tiene en el mostrador, ¿Por favor?

-Claro.

Instantes después salió por la puerta con la guitarra en mano. "Seyruun no tiene demasiadas cosas que hacer, y menos cuando nieva. Creo que esto me entretendrá un poco" pensó mientras se dirigía de nuevo a Palacio.

Ya había pasado hora y media y Ameria comenzaba a aburrirse mientras miraba por la ventana del salón. "Qué aburrimiento... Me pregunto dónde estará Zel... suspiro... "Recordó el rostro del joven cuando dormía, y luego sus cálidos besos bajo la tormenta. "................ Cada día le quiero más.............. Ojalá me pidiese matrimonio........... Así podríamos estar siempre juntos, sin que nadie nos dijera nada, y podríamos hacer cosas como las de anoche.. y más..." Ameria sonrió bajo un suspiro ".......... Cómo deseo casarme con él...........""...............Creo que voy a ir a buscarle".

Momentos después la princesa salió por las puertas. Sintió un leve pinchazo en la tripa y la acarició extrañada, pero en cuanto se pasó siguió adelante.

Mientras tanto Zelgadiss seguía caminando hacia el Palacio sumido en sus pensamientos. "Bueno, tendré que empezar a acostumbrarme a esta apariencia. Supongo que los habitantes de aquí también lo harán en cuanto me vean todos los días y comprueben que no tengo malas intenciones. O eso espero. De todos modos a Ameria no le importa, y eso es el que más cuenta. Parece increíble pero no parece repugnarle en absoluto.... Definitivamente no comprenderé a las sacerdotisas, ¿No se supone que todas ellas querían a su príncipe azul?" De pronto Zelgadiss bromeó en su mente "Bueno, yo soy azul" El muchacho suspiró "Esta noche he dormido muy agusto... creo que no he dormido tan bien en toda mi vida... Y despertarme con sus ojos mirándome... ha sido... extrañamente gratificante... No me importaría volver a hacerlo". Sus pensamientos fueron interrumpidos con la visión de la joven.

-Ameria. ¿Qué haces aquí?

-¡Zel! ¡Te encontré! Me aburría en casa, así que decidí salir a ver si te veía.

-No se ni como puedes andar con toda esta nieve.

-Ejej... Pues... dificultosamente. –Comentó mientras retomaban la dirección de la quimera.- ¿Qué llevas ahí?

-Ah, ¿Esto? Es... algo, que he comprado.

-ahmmm... ¿Y qué es?

-Luego te lo enseño. –Sonrió.

-Bien. –Contestó alegremente.

-Por cierto Zel –Dijo a escasos metros de la entrada del enorme Palacio.- ¡Toma! –Exclamó riéndose y tirándole una pequeña bola de nieve a la cara, mientras un pequeño copo comenzó a caer del cielo.

-¡Ah! ¡Está fría! –Exclamó quitándosela rápidamente- ¿Por qué has hecho eso? –Cuando el joven vió la expresión de risa y felicidad de la mujer también sonrió. -¿Qué pasa...? ¿Quieres guerra? –Preguntó soltando la guitarra y cogiendo un pequeño puñado de nieve.

Ameria intentó escapar:

-¡Ah! ¡No!

-Jejejeje....... Ven aquí –Zelgadiss la agarró firme pero suavemente por la cintura y aplastó la bola contra su cara.

-¡¡¡AHHH!!! ¡ESTA HELADA!

-Jeje.. ¿Ves lo que te pasa por intentar desafiarme?

-Jaja.. Ahora verás –Ella también le aplastó del todo tanta nieve como pudo coger del suelo, tan fuerte que hizo que el joven callera al suelo.

Aprovechó ese instante para escapar dificultosamente y ponerse a una distancia prudente:

-¡Jajaja! ¡Jajajaja! ¡Deberías verte Zel! –La pobre se puso de rodillas en el suelo debido a la incontrolable risa mientras comenzaba a nevar de nuevo.

Le dio semejante ataque que tuvo que sostenerse la tripa para controlarse. El hechicero también rió suavemente:

-Ahora verás –Afirmó mientras se levantaba.

La joven estaba tan concentrada en reírse que ni siquiera se dio cuenta cuando la quimera se posó delante de ella en cuclillas. Por eso mismo, cuando está miró hacia delante se sobresaltó levemente haciendo sonreír maliciosamente a Zelgadiss. Este la saludó:

-Hola –Canturreó.

-¡Ah!

La princesa no pudo ni moverse, inmediatamente sintió un gélido frío recorrer el interior de su espalda. De la impresión calló de espaldas al suave manto blanco arrastrando consigo al hechicero que volvía a reírse.

-Eres cruel Zel. –Dijo con el rostro del joven a dos centímetros de distancia.

-Lo se. –Sonrió.

Poco a poco se fueron acercando hasta rozar sus labios cuando ella sintió un tremendo dolor en la tripa.

-¡Ah!

Zelgadiss se incorporó ligeramente sobresaltado:

-¡Ameria!, ¡¿estás bien?!

-¡Ah! La tripa... Me... Me duele la tripa... Me dueleee....

El muchacho comenzó a preocuparse mientras las manos de Ameria apretaban con fuerza la ropa del joven:

-¡Zel! –Ella había comenzado a sudar.

-Tra- ¡Tranquila! ¡Ya verás como no es nada!

-El... El bebé....

-...D-dios... ¡G-GUARDIAS! ¡¡LLAMAD A UN MÉDICO!! ¡¡¡YA!!! –Gritó el hechicero mientras cogía a la joven en brazos como podía y la llevaba al interior del Palacio.- Tranquila, Ameria... Todo saldrá bien... -Pero lo cierto era que no estaba seguro de ello, y la preocupación se hallaba fijada claramente en su rostro.

CONTINUARÁ