Notas de la autora: ¡¡Yujuuuuuu!!. Estoy en racha como veis, jeje, es que me aburro mucho en mi trabajo de verano XD. Espero que os estén gustando los nuevos capítulos, cuando me puse a ellos tuve que hasta leerme el fic porque no me acordaba de la mitad UUU. Casi al final hay una cancioncilla que toca Zel, recomiendo escucharla, aunque sea un poquitín, para meterse más en la historia . Y estas primeras escenas como otra dramática y Agnst que hay más abajo le pega mucho la canción "It is perhaps similar to the radiance of morning mist" del Slayers TRY Treasury BGM 2. yo las escuchaba mientras escribía. ¡Dejad reviews! 0
Capítulo 14
Tres horas más tarde, Zelgadiss comenzaba a desgastar el pasillo que daba a la puerta de la habitación de Ameria. La preocupación y la inquietud del muchacho se reflejaban perfectamente en su petreo rostro mientras andaba de un lado a otro.
Xelloss, al igual que él, también estaba preocupado, pero procuraba disimularlo "En cuanto salga el doctor entraré a curarla yo mismo, ese bebé tiene que nacer sano y salvo".
-Zelgadiss, tranquilízate. Ese doctor es el mejor de Seyruun –Afirmó Lina- Está especializado en todo.
-Sí, y Seyruun es la ciudad de la sanación. Seguro que estará bien –Continuó el rubio esapadachín.
La joven quimera tan solo dejó escapar un "chi" y continuó con su nervioso paseo, hasta que por fin el doctor salió.
-Ah, déjeme pasar -Fue lo primero que dijo la quimera.
-Un momento –Le detuvo- si va a pasar hágalo con cuidado, no la despierte, necesita descansar.
-Habla como si hubiera dado a luz. –Contestó mientras entraba en la habitación ignorándolo por completo.
El joven se sentó lentamente al lado de la princesa. Su rostro era más pálido de lo normal, y sus ropas estaban sudadas.
-Casi –Contestó el médico lentamente.
-¿Pero está bien? Quiero decir, ¿El bebé y ella? –Preguntó Phillionell.
-Sí, no se preocupe. Gracias a Dios no ha pasado nada que lamentar.
Zelgadiss comenzó a acariciar suavemente el rostro de la joven, casi imperceptible, como si fuera de cristal. No quería despertarla. Mientras, con la otra mano sostenía la de la joven.
-¿Podría decirnos a qué se ha debido? –Inquirió el demonio.
-¿Estás muy interesado en el bien estar del niño, verdad? –Acusó el hechicero con dolor en sus ojos.
-Yo también me preocupo por mis amigos.
-Vamos, Zel, cálmate. Deberías estarle más agradecido, si no fuera por él, el médico no habría llegado a tiempo.
El joven gruñó. El doctor aclaró su garganta antes de hablar:
-No puedo saber la causa exacta del por qué, pero el bebé parece ser prematuro. El problema está en que si nace ahora... el porcentaje de que salga adelante es del 1%... –Los presentes contuvieron el aliento. – Lo peor es... que si el parto se complica... podría costar la vida de ambos.
-¡¿Qué?! –Exclamaron todos excepto la quimera, que tan solo se limitó a coger más firmemente la mano de Ameria con una expresión de dolor y conflicto interno.
-Por el momento... lo único que se puede hacer es que se quede en la cama. Que se conserve caliente. No darle sustos ni sobresaltos, y que no se levante en al menos 2 semanas, y mucho menos si siente pinchazos, tanto en el vientre como en su vagina y/o cuello del útero. –Las palabras del doctor parecían lejanas en los oídos de la quimera.
-Bien. –Contestó Phill.
-chicos, será mejor que la dejemos descansar.-Comentó Filia.
Todos asintieron excepto Zelgadiss, que seguía observando el angelical rostro de la joven en silencio, ahora con ambas manos sobre la delicada de Ameria. El príncipe se detuvo antes de salir con el resto del grupo y, finalmente, él también se quedó.
Lentamente se acercó a él y se sentó al otro lado de la cama, frente a la quimera, con los codos apollados en sus rodillas y las manos entrelazadas frente a su rostro, observando al preocupado muchacho.
-¿Qué es lo que ha pasado, Zel? –Inquirió seria pero calmadamente.
Zelgadiss negó con la cabeza mientras se le comenzaba a nublar la vista, la cual no la apartaba de ella, como si haciéndolo se le fuera a escapar de las manos, se fuera a marchar de su lado...
-Ha sido culpa mía...
-¿Qué quieres decir?
-E-estabamos jugando.. maldita sea, tan solo estábamos jugando...
-Continúa muchacho.
-Ella... ella me tiró una bola de nieve y yo... yo le metí algo de nieve por la espalda... -Susurró negándose a llorar.
Se tapó la boca un momento y volvió a depositar la mano junto a la de su princesa mientras se preguntaba "Dios.. ¿Qué he hecho?" "He puesto su vida en peligro...".
-¿Y crees que ha sido por eso?
El joven no contestó. Phill sonrió ligeramente y posó sus manos sobre los hombros del hechicero, a lo largo de la cama.
-Hijo... Tú no eres responsable de nada.
-Yo... yo la asusté, la sobresalté... Sabía que estaba en estado y..-
-Nooo... -Intentó tranquilizar. El joven lo miró- Escucha, mi mujer también pasó por esto en cada embarazo. Seguramente sea cosa de familia, pero ya ves, las dos nacieron sanas y salvas.
La quimera le miró inseguro y Phill le dio una suave palmada en el hombro antes de soltarlo.
-Tranquilo, todo saldrá bien. Alojaré al médico en la habitación de al lado, y confío en ella, se que saldrá adelante. –El Príncipe arropó a su niña y la besó en la frente antes de lvantarse.
-Phill.
-Dime.
-¿Le importa si duermo con ella los próximos días?¿Hasta que se ponga bien?
-En absoluto –Respondió antes de marcharse.
-....Gracias... -Susurró y se tumbó al lado de ella, abrazándola ligeramente.
Había pasado una hora. Fuera nevaba con intensidad mientras una nueva tormenta volvía a aparecer sobre la ciudad. El frío comenzó a ser muy presente en la habitación, de modo que el joven se acercó al armario y sacó una gruesa manta. Después la depositó sobre Ameria, suavemente, y él también se introdujo entre las sávanas. La volvió a abrazar intentando mantenerla caliente, sosteniéndola cerca de él. Un trueno fue el responsable de despertarla. "¡Maldita sea!" exclamó en su mente "Ha dicho nada de sustos. ¿Por qué tiene que haber tormenta precisamente hoy?"
-¿Nm..? ¿Qué-?
-Shh... -Susurró el joven posando su rostro frente al de ella- Tranquila, estás en casa. –Murmuró.
-Oh. N-No estoy muy segura de saber lo que ha ocurrido...
-Has estado apunto de dar a luz. –Explicó sin dar demasiados detalles.
-¡¿Qué?! Pero, pero si aún queda un mes, ¡Estoy de ocho!
-Lo se, pero parece que el bebé quiere venir algo prematuramente...
-¡Ah!
-¡¿Qué?! –Exclamó preocupado.
-¡Ahora lo recuerdo!
-¿El qué? –Inquirió ya más tranquilo- Me has asustado.
-¡Y es para asustarse! ¡El médico me ha estado mirando y tocando ahí abajo mientras estaba indefensa! –Gritó disgustada y roja como el pelo de Lina.
Zelgadiss por poco no se calló.
-Ameria, es normal. Tenía que ver qué ocurría y pararlo.
-Ya pero... Podría haberlo hecho de otra manera.
-Pues creo que tendrás que pasar por eso los próximos días hasta que nazca el bebé.
-¡¿Quéeeeee?! No quiero...
-Lo se, no creas que a mí me hace gracia.
-Prefiero que lo hagas tú. –Comentó algo ruborizada.
-¿¡Quéee?! –El muchacho pareció quedarse sin aire por un momento- ¡No digas tonterias, yo no tengo ni idea! Si no quieres que se repita empieza a cuidarte. De momento nada de moverte de aquí, y mucho menos asustarte, sobresaltarte, ni emocionarte por nada.
-¡¿Quéee?! ¿¡No puedo moverme de aquí?! –Un pinchazo en el vientre la detuvo. -¡Ay!
-¡Ameria! ¡¿Qué acabo de decirte!? –Al joven muchacho se le nublaron los ojos- Por favor... No quiero perderte. Ni tampoco a.. nuestro hijo.
La joven se sonrojó y Zelgadiss la abrazó suavemente.
-L-lo siento Zel...
-No importa, pero mantente relajada. –Susurró- ¡Ceiphied! –Gritó de pronto.
-¿Qué haces?
-Ella podrá arreglar esto, además, es su heredero. ¡Ceiphied! ¿¡Por qué no contestas, maldita sea!?
-Zel. Puede que ya haya perdido todo su poder.
-Mierda... Por qué no podemos tener una vida normal... -Susurró imperceptiblemente el atormentado hechicero.
Había pasado una hora y Zelgadiss decidió ir a coger un libro. "Cogeré otro para Ameria".
Xellos aprovechó el momento para entrar en la habitación de la joven.
-¡Hola Ameria! ¿Cómo te encuentras? –Sonrió.
-¡Xellos! Muy bien, gracias. –El bebé se revolvió dentro de ella- ¿Qué haces aquí?
-He venido a ver qué tal estabais, y a traeros algo de comer.
El demonio comenzó a acercarse, pero de pronto Ameria sintió varias contracciones.
-¡Ay!¡No!¡Otra vez no!
-¿Qué?
Xellos se apartó de ella y comenzó a salir por la puerta para llamar al médico, pero Ameria lo detuvo:
-No, espera, ya se está pasando.
El demonio comenzó a sospechar algo y se marchó de todos modos, llevándose la comida que contenía la poción.
-Bueno, iré a buscar al médico de todos modos.
-Bien.
Pocos minutos después llegó el hechicero. Pero antes de entrar decidió enseñarle lo que había comprado antes, de modo que fue a recogerlo.
-Ya estoy aquí.
-Ho..hola... -Contestó nerviosa.
-¿Mm? ¿Qué ocurre?
-Prométeme que no te enfadarás.
-.... ¿Por qué?
Ameria bajó la mirada mientras Zel se sentaba en la cama a su lado.
-Acaba de ... de estar Xellos... y...
-¿Sí? –Preguntó intrigado mientras se esombrecia su mirada.
-Bueno, él solo vino a traerme comida, pero, el bebé se revolvió y... casi.. casi vuelve a suceder lo de antes.
-¡¿Qué?! –Exclamó muy disgustado.
El joven cerró los puños con fuerza, cogiendo así las mantas de la cama, para poco después levantarse brúscamente:
-¡...Ese hijo de ...! –Musitó entre dientes "Le dije que no se acercara a ella, como por su culpa ocurra algo...!"
-¡Zelgadiss, espera! –Lo detuvo al borde de la puerta- No le hagas daño, solo vino a traerme comida, estaba preo-
-¡Escúchame bien, Ameria! ¡No quiero que aceptes comida de nadie! No quiero que comas nada de lo que él halla podido tocar, a partir de ahora te lo traeré yo, ¡Y si es necesario hasta tomaré clases de cocina! –El dolor impregnaba claramente su rostro, Ameria jamás lo había visto así y por ello decidió quedarse en silencio y asentir. Sabía que el hechicero le ocultaba algo grave acerca de lo que estaba ocurriendo.
Zelgadiss salió dando un fuerte portazo. Ameria observó la puerta desconcertada.
La quimera atrapó a xellos por uno de los pasillos del Palacio, yendo hacia la salida:
-Maldito hijo de puta. –Insultó mientras lo cogía por el cuello como anteriormente había hecho y lo empotraba contra la pared.- ¡¿No te importa nada, verdad?!
-¡Zelgadiss, suéltame! –Exclamó intentando coger el aire mientras la quimera sostenía un puño en alto, dispuesto a golpearlo.- ¡No he hecho nada!
-¿Ah, no? ¿Y cómo es que el bebé no te quiere cerca? ¿Eh? Explícame eso. Has puesto la vida de lo único que me queda en pelígro. –Susurró al borde de perder los nervios. Todo su cuerpo temblando con rabia. –Cabrón. –Afirmó golpeándolo en la cara.
Xelloss calló al suelo "Maldita sea, pega fuerte... No puedo defenderme, o levantaré sospechas en los demás". Zelgadiss se arrodilló frente a él volvíendolo a golpear mientras lo sujetaba por sus ropas con la mano izquierda.
-Te juro que como le pase algo... -Dijo al borde de las lágrimas sin parar de magullarlo fuertemente- ¡Te juro que...! -Dijo incapaz de cotinuar.
De pronto cuatro brazos lo separaron del demonio que luchaba por no ser golpeado y escapar.
-¡Detente, Zelgadiss! ¡El no tiene la culpa de nada!
-¡Suéltame Lina! ¡Claro que la tiene! ¿¡Los demonios queréis a mi hijo, verdad?! ¡Eh! ¡¡Contesta!! –Gritó desesperado.
-¡Zelgadiss! ¡No vale la pena desahogarte con él! –Exclamó el espadachín apenas pudiendo contenerlo.
-¡¡Os gusta vernos sufrir!!¿¡¡Eh!!? ¡¡¿¿Disfrutas??!! ¡¡Pues será lo último que hagas, Xellos!! ¡¡¡Te lo juro!!!-Gritó con todas sus fuerzas.
-¡Xellos, márchate! –Indicó la pelirroja hechicera.- ¡Zel! ¡Ya está bien! –"Jamás lo había visto en este estado".
Xellos sonrió y al fin se marchó.
-¡¡He dicho que ya está bien!! –Gritó la joven hechicera pudiendo soltarlo al fin.- ¿Pero se puede saber qué te pasa?
Zelgadiss la miró fríamente para después voltear y marcharse.
-¿Crées que estará bien? –Preguntó el rubio compañero de la joven.
-Eso espero.
Xellos apareció ante su ama con varios moratones en la cara.
-Qué te ha pasado- Preguntó fríamente.
-Nada –Suspiró- Una pequeña trifulca con el padre.
-¿Y se puede saber por qué?
-No se cómo, pero sabe que ando tras el niño. Es muy protector... -Dijo mientras se secaba un pequeño ilo de sangre que colgaba de su labio inferior.- No lo quise matar ni hacer daño por no levantar sospechas en Lina. Aunque creo que es demasiado tarde...
-Tan solo un mes, Xellos.
-Lo se. Pero hay algo más. –Comentó aumentando el interes de su ama.- El bebé no quiere que me acerque, parece estar dispuesto a sacrificarse con tal de no tomar la poción o tenerme cerca.
-Por qué estas tan seguro.
-Porque por poco provoca un parto prematuro, dos veces. La primera estaba vigilando desde esta dimensión a escasos centímetros de ella y la segunda al acercarme para darle la comida con la poción.
Xellas se mantuvo unos segundos en silencio.
-¿Sabes lo que eso significa?
-..Sí... Que es consciente de lo que queremos.
-Es un contratiempo, pero con un poco de suerte lo perderá con el tiempo. No hay prisa, sus poderes no se desarrollaran hasta alcanzar la adolescencia.
-¿Qué debo hacer?
-No te acerques demasiado. Simplemente custódialos de lejos.
-Muy bien.
Lina llamó al demonio desde su cuarto.
-¡Xellos! Se que me oyes, mueve tu demoníaco culo aquí ahora mismo.
El demonio hizo acto de presencia.
-Así me gusta, obedeciéndome a la perfección.
-¿Qué quieres, Lina? –Inquirió sonriente, habiéndosele curado ya sus heridas.
-Vas a explicarme por qué Zelgadiss te estaba golpeando y me lo vas a explicar YA.
-Lo siento, Lina, pero me temo que no se por qué se puso tan violento conmigo. Yo tan solo había ido a avisar al médico para que inspeccionara a Ameria porque había sufrido otro pequeño ataque.
-¿¡Qué?!
-Pero tranquilos, nada grave, tan solo un par de contracciones.
-¿Y qué se los provocó? –Preguntó seriamente.
-No tengo ni idea, provablemente la tormenta.
-Ándate con ojo Xellos. Conozco a Zel, se que no es de los que se deja llevar por nada.
-Bueno, entiéndelo, Lina. Su amada princesa puede morir junto a su hijo de no tener cuidado. –Sonrió con su dedo índice frente a su rostro y abriéndo uno de sus ojos violeta.
-No vuelvas a mencionar eso, Xellos. Eso es algo que nunca jamás sucedera, ¿Entendido? Y mucho menos te rías por ello.
-Lo siento, no pretendía ofenderte –Sonrió.
-Yo misma me encargaré de acabar contigo si descubro que Zelgadiss tenía razón.
-De acuerdo.
La quimera se encontraba sentado al lado de Ameria sosteniendo su mano, completamente rojo y con la mirada agachada, observando el suelo con un tremendo interés. Ameria estaba siendo inspeccionada "ahí" una vez más por el doctor.
-Bueno... -Comenzó el médico- Tengo una buena noticia, no ha sido más que un pequeño susto sin importancia. Todo está en orden. –Dijo dejándo que la princesa cerrara las piernas.
-Gracias. –Contestó el hechicero levantando la mirada al fin.
"¿Por qué tengo que pasar por esto?" Se preguntó la joven muy avergonzada.
-No se preocupe, Princesa. –Sonrió el médico.- Lo mejor para que todo salga bien es que se mantenga alegre y sobretodo se ría mucho.
-Muy bien. –Contestó algo más tranquila.
El doctor recogió sus cosas.
-Cuidate –Sonrió antes de marcharse.
-¡Descuide! –Contestó feliz.
-¿Nunca te cansas de sonreír? –Comentó su compañero mucho más tranquilo.
La noche había llegado una vez más a la ciudad y Zelgadiss se encontraba en mitad de un dilema.
-Filia, ¿Estás segura de que sabes cocinar bien? –Comentó el joven mientras ojeaba un libro acerca del tema.
-Vamos, ¿Cómo puedes dudar de mí? Lávate las manos y comencemos. Con mis clases aprenderás en un par de días, ya verás. –Sonrió.
-Si tú lo dices...
-Hay que ver, un hombre en la cocina ... -Bromeó silenciosamente.
-Deja de burlarte de mí y empieza a enseñarme.
-jaja.. lo siento, no pretendía ofenderte.
Las horas pasaron lentamente tras varios intentos fracasados, pero al fin, el hechicero consiguió cocinar algo que pudiera dar de comer a la princesa.
-¡Cómo puede ser tan difícil preparar algo de comer! –Exclamó frustrado.
-Tranquilo, ya lo has conseguido, mañana te costará mucho menos, ya lo verás.
El muchacho suspiró abatido.
-Muchas gracias. –Sonrió al fin a la Dragona Dorada.
-De nada. –Contestó igualmente- ¿Supongo que no tendrás problemas con los desayunos, no?
-¿Eh? No, no creo.
Momentos después entró por la puerta de la habitación de la princesa, algo dificultosamente ya que llevaba la bandeja de la comida de ambos en brazos.
-Eh... ¿Necesitas ayuda? –Sugirió mientras lo observaba.
-No.
Finalmente consiguió pasar el umbral y se sentó una vez más al lado de la joven.
-¿Dónde has estado todo este tiempo? –Inquirió con curiosidad.
-Haciendo la cena... -Comentó por lo bajo mientras comenzaba a comer.
-¡Vaya! ¿Has cocinado tú? –Preguntó ilusionada.
-.... Sí...
Ameria sonrió feliz.
-¡Qué bien! Voy a probar.
El joven observó con atención la reacción de la princesa por el rabillo del ojo.
-¡Mmm! ¡Está muy bueno!
La quimera dejó escapar un pequeño suspiro de alivio. La princesa se acercó a él y le dio un beso en la mejilla:
-Muchas gracias, Zel.
-De nada. –Contestó ligeramente avergonzado bajo la mirada de felicidad de la joven.
-Por cierto, al final no me enseñaste lo que habías comprado.
-Oh, es cierto. –El muchacho fue a cogerlo, pero instantes después cambió de idea.- Mejor te lo enseño después de cenar.
-Como quieras –Contestó extrañada.
No tardaron demasiado en terminar. Desde la ventana se podía apreciar cómo la nieve continuaba cayendo sobre los diferentes edificios, calles y árboles. No parecía tener pinta de despejarse y aunque a Zelgadiss el hecho de que nevara no le entusiasmara demasiado, para Ameria era un placer; no solo para verlo, si no también porque una vez que todas las tormentas cesaban, todo parecía ser puro y virgen, y le encantaba disfrutar de esa pureza, echarse en la nieve, jugar con ella, como si aún tuviera seis años, y mezclarse con esa virginidad. Muchos verían esa forma de ser como algo inmaduro y niño, pero para otros muchos, en realidad se trataba de la inocencia que tan solo un niño suele poseer, la inocencia angelical. Zelgadiss muchas veces podía percibirlo, y verla como un verdadero ángel, lo cual le hacía anhelarla aun más, casi inconscientemente, al igual que la percepción de esa faceta de la mujer que tenía al lado. Unos golpes los distrajeron.
-¿Quién es? –Inquirió la joven.
-¿Puedo pasar?
-¡Papá! ¡Claro!
-Hola, chicos. –Saludó mientras pasaba cerrando la puerta tras de sí.
-¿Ya terminaste todo el trabajo de hoy?
-Sí, hija... -Contestó cansado.- Siento no haber podido venir antes.
-No importa. –Sonrió.
-¿Qué tal estás, mi niña? ¿Te duele algo? ¿Tienes frío? –Inquirió preocupado, pero con dulzura.
La princesa negó con la cabeza.
-No. Zelgadiss cuida muy bien de mí.
-Phill –Habló el joven.- Agradecería una bolsa de agua caliente para esta noche. Comienza a hacer mucho frío.
Y era cierto, pequeñas estalactitas comenzaban a formarse en los tejados de los edificios, así como en las hojas de los árboles.
-¡Te traeré dos! –Contestó entusiasmado por poder colaborar en que su hija se sintiera mejor.- ¿Seguro que estás bien? –Continuó volviéndose hacia su pequeña una vez más.
-Sí... no te preocupes.
Zelgadiss esperó a que Phillionell se hubiera marchado para levantarse e ir al baño a cambiarse de ropa. Cuando salió sorprendió a Ameria intentando ver la enorme cosa que había comprado y aún no le había enseñado.
-Ameria, ¿Qué haces?
-¡Lo siento!
El muchacho sonrió.
-Tranquila, iba a enseñártelo ahora. Entre unas cosas y otras no he tenido tiempo.
-Lo se.
El hechicero se sentó bajo las mantas y apoyó la envuelta guitarra en su pantorrilla derecha mientras comenzaba a desenvalarla.
-¡Ah!¡Es una guitarra!
-Ameria... no te emociones tanto... -Reprendió ligeramente.
-Lo siento... -Tras una pausa continuó. La quimera hizo sonar las cuerdas momentaneamente y comenzó a afinar el aparato- No sabía que te gustara la guitarra.
-¿Nunca me has visto tocar?
-No.
-Sí, es cierto... Creo que la única vez que he tocado la guitarra con vosotros fue cuando fuimos separados. ¿Recuerdas? Cuando tú y Gourry fuisteis a parar a una isla donde había unos ancianos un tanto extraños.
-Sí, lo recuerdo.-Asintió.
-Recuerdo que cuando Lina y Filia se empeñaron en acabar con un demonio en el barco al que fuímos a parar. Allí encontré una guitarra y toqué una canción.
-Vaya... Nunca me hablaste de ello.
-Lo se. No se por qué. –Contestó haciendo sonar las cuerdas una vez más. –Listo. –Sonrió.
-¿Tocarás algo para mí? –Inquirió ilusionada.
Zelgadiss la miró con una pequeña sonrisa en su rostro y una dulce mirada.
-¿Quieres?
-¡Claro!
El muchacho dirigió la vista al frente y cerró sus párpados. Comenzó a tocar una melodía, en silencio, su sonrisa jamás abandonando su rostro. "Vuelve a tener esa expresión apacible" Suspiró la joven mientras cerraba los ojos y se perdía en la música que del relajado cuerpo de la quimera salía.
-¿Cómo se llama?... –Susurró inclinándose en el respaldo de la cama.
-Sasurai... -Susurró también.
Nota: "Sasurai" significa "Wandering", "Vagando".
El joven continuó con la canción, sus dedos parecían jugar con las cuerdas del instrumento, no las tocaba simplemente, las acariciaba, hablaba con ellas, hablaba a través de ellas. Su corazón parecía abrirse junto a las notas que emanaba. Su soledad, su alegría, su tranquilidad, sus anhelos, deseos... en defnitiva, sus sentimientos, reflejándose en ellas. Su expresión parecía calmarse al desahogar una parte de sí mismo con la música, pero no era simple música, era lo que dentro tenía, pues la canción no la había compuesto nadie más que él.
Ameria suspiró una vez más apoyándose ligeramente sobre su hombro, percibiendo las palabras que los dedos de su amigo le decían, todo su ser mezclándose con la melodía, con el hechicero.
-Ai shitteru... -Susurró suavemente.
-¿Qué significa...? –Susurró él también, sus ojos cerrados.
-Te amo...
La princesa quedó dormida bajo la melodía.
