Capítulo 15
Había pasado una semana, Xellos no había aparecido en todo ese tiempo, lo cual les hizo sospechar tanto a Lina como a Zelgadiss. Todos acordaron no comentar el incidente que la joven quimera había tenido con el demonio en los pasillos del palacio, pues no querían provocar ningún sobresalto en la delicada princesa. Su evolución había sido muy positiva, a pesar de que en algún momento que otro el bebé se hubiera revuelto un poco, lo cual era creado por la presencia del demonio, que se alojaba en una dimensión paralela, surgida a partir de la negatividad desprendida por el mar del caos, de donde todos los seres y energías malvadas procedían.
De vez en cuando Filia iba a peinar a la princesa, y ayudarla a asearse. Las visitas del espadachín y su compañera pelirroja también eran frecuentes, y por supuesto, Zelgadiss no se separaba de la heredera al trono por nada del mundo, exceptuando las ocasiones en las que tenía que hacer uso del baño, y aun así, se quedaba fuera, en la puerta, vigilando, expectante, como si algo malo le fuera a ocurrir si se separase de ella.
-¿Ya habéis terminado? –Inquirió desde el otro lado de la puerta mientras Filia continuaba bañando a la joven.
-Sí, Zelgadiss, un poco de paciencia.
-No se cómo podéis tardar tanto las sacerdotisas. –Murmuró.
En aquel momento Filia salió sujetando el brazo de la muchacha para que así tuviera un apoyo donde inclinarse a la hora de andar, y por lo tanto, no tuviera que hacer tanto esfuerzo.
-Te he oído.
-¿Y? ¿Algo que objetar?.
-Pues da la casualidad que sí –Contestó algo ofendida.
-Filia tranquilízate... -Rió nerviosa la princesa.
-Estoy muy tranquila –Respondió mientras la ayudaba a recostarse en la cama.- ¿Sabes? A las mujeres nos gusta relajarnos en el baño, disfrutar de la sensación de limpieza que la fluidez del agua nos aporta –Continuó mirando al hechicero que ahora se sentaba en una silla cercana a la cama.
-Ya, y a los hombres nos ENCANTA, rebozarnos en nuestra propia suciedad. –Respondió con ironía- Pero no tardamos horas en salir. –Continuó algo impaciente.
Filia decidió atacar uno de sus puntos flacos para dar por terminada la conversación:
-¿Quieres que Ameria se ponga bien cuanto antes, sí o no?
Zelgadiss no pudo evitar hacer una mueca que indicaba claramente "me ha pillado".
-Pues entonces deja que se relaje todo lo que quiera.
-Jejeje... chicos, no tenéis porque discutir por una tontería semejante...
-Pero Ameria, ¿No te das cuenta? Las mujeres estamos muy discriminadas, los comentarios como los que ha hecho él son los que hacen que la mujer quede por debajo del hombre y no tengan los mismos derechos. –Respondió la dragona dorada con indignación.
-Como si tu fueras una mujer de verdad –Murmuró el hechicero.
-¿Qué has dicho?
-Nada. –Contestó rápidamente.
Mientras tanto Lina y Gourry, inseparables desde el día de su compromiso, paseaban por una zona de Seyruun que jamás habían visto. Las fachadas no eran ni viejas ni nuevas, pero cierto aire familiar se respiraba en el ambiente, y había numerosas tiendas de hechicería en las que la pelirroja tenía la oportunidad de perderse.
-¿Podemos volver ya? –Inquirió el cansado espadachín.
-Aún no, espera que mire en esa tienda. –Contestó emocionada.
El joven tan solo suspiró siguiéndola a dentro.
Instantes después salió repleta de cosas. La nieve dificultaba sus pasos, de modo que Gourry cargó con la mayoría de los artilugios.
-¿Cómo demonios has pagado tantas cosas?
-Con el sello de Seyruun. –Contestó inocentemente.
-¿¡Qué?! ¿Lo robaste? ¡Ameria nos va a matar!
-¿Mmm? No lo robé, lo cogí prestado.
-¿Y se puede saber qué diferencia hay si no le comentaste lo que ibas a hacer?
A cambio el espadachín se llevó un golpe en la cabeza que le hizo caer con todo lo que llevaba en brazos: Talismanes, artilugios mágicos, gemas poderosas, etc.
-¡Ten más cuidado Gourry! –Exclamó al borde de las lágrimas.
-¿T-Te has preocupado por mí? –Inquirió emocionado.
-¡¡Esos artilugios cuestan una fortuna!!
-Debí imaginarlo.... –Contestó muy decepcionado.
-Por cierto, tenemos que comprar una cunita para el niño de Zel y Ameria, y ropita.
-¿¡Quéee?! Pero si Filia ya les compró toneladas de ropa.
-¡Y qué! ¡Da igual! ¡Mi sobrino irá vestido como un Rey con la ropa que yo le compre!
-Es que será un Rey Lina...
A cambio de su astucia recibió otro golpe.
Más tarde, ya en Palacio, Lina y Gourry entraron en el cuarto de Ameria:
-¡Hola chicos! ¿Cómo estáis? ¿No os aburrís un poco? –Sonrió.
-Lina... podríais salir un momento, acaba de llegar el médico y... bueno... -Comenzó sonrojada mientras señalaba a la persona en cuestión.
-Ohhhhh.... Entiendo. Vámonos, Gourry.
-Bien. –Contestó sin entender demasiado.
Nada más abandonar la habitación el doctor comenzó a oscultar el abultado vientre de la joven.
-Bueno... veamos a ver cómo está este pequeñín... -Comenzó- mmm.. ajá... Je, qué dulzura, parece estar dormido. ¿Ya sabéis cómo llamarle?
Zelgadiss y Ameria se miraron el uno al otro algo desconcertados y negaron simultáneamente con la cabeza.
-Pues es importante ponerle un buen nombre. Algunos creen que define la personalidad de la criatura. –Continuó mientras indicaba a la princesa que abriera las piernas, y haciendo que el hechicero mirara hacia otro lado. La joven y la quimera completamente rojos.- Bien, relájese pequeña.
-Es fácil decirlo para usted que está ahí.... –Musitó.
El médico sonrió.
-Je, no se preocupe, he visto esto miles de veces.
Zelgadiss cambió de un tono rosa suave a un tono rojo como el anochecer.
-Ya, pero a mí no me tocan demasiado ahí abajo –Contestó la princesa incómoda.
El doctor prefirió no hacer ningún comentario al respecto, simplemente se limitó a echar una pequeña mirada al hechicero que casualmente lo vio y quedó perplejo "Qué estará pensando ese hombre".
-Bueno... La cantidad de flujo es la correcta, y su espesor también, no hay muestras de alteraciones y el conducto parece estar en orden. –Continuó introduciendo un pequeño aparato alargado con una pequeña bola de luz adherida a él para así poder ver el interior lo máximo posible.- Creo que en un par de días más podrás levantarte.
-¡Bien! –Sonrió la joven.
El doctor recogió sus cosas y abandonó la estancia. Ameria observó cómo salía por la puerta.
-Zel.
-¿Sí?
-¿Cómo lo llamaremos? –Inquirió mirándolo a los ojos.
-Ehm... -Zelgadiss se puso pensativo un momento izando su mano derecha hacia la barbilla.- ¿Qué te parece...? No, ese no, déjalo.
Ella también posó el dedo índice sobre su barbilla y comenzó a pensar:
-Mmmm... Qué te parece.... ¡Phillip! ¡Como su abuelo! -Contestó emocionada.
El muchacho puso una mueca de disgusto:
-No Ameria, por favor. Lo siento, pero tu padre me recuerda a un enorme duende o algo peor.
-.... No es tan feo...
El hechicero suspiró.
-No se, no se me ocurre nada.
-Bueno, ya pensaremos en algo, aún hay tiempo hasta que nazca. –Sonrió.
-Bien, voy a continuar leyendo un poco.
Zelgadiss cogió un libro que se encontraba en la mesilla de noche del lado derecho de la cama, llamado "Juegos de Pasión". El título le había hecho rechazarlo en un principio, pero en realidad no trataba de nada que tuviera que ver con romance, tan solo en un segundo plano, ni mucho menos sexo, más bien trataba de la historia de un hombre, que obligado a abandonar su Reino, se ve envuelto en una compleja conspiración de guerra entre dos Reinos importantes del mundo que el escritor había creado.
-Ya casi te lo has terminado. –Comentó la princesa cogiendo ella misma el suyo propio.
-Sí, está muy interesante, espero terminarlo hoy.
-A mí aún me falta un poquito, jeje.
El libro de la joven, por el contrario, tenía mucho romance, pero debido a que era una sacerdotisa le estaba prohibido leer nada que contuviera demasiado sexo explícito. La historia trataba de una mujer que había sido entregada a una familia que ni siquiera era la suya; cuando era una niña tuvo que vivir en circunstancias muy difíciles, y su único apoyo fue un muchacho que tras estallar una guerra jamás volvió a ver; Al pasar los años descubrió que era una princesa, y volvió a encontrar a aquel joven trabajando en su Palacio sin que ninguno de los dos se dieran cuenta de que se conocían de antes, mientras el amor de ambos se iba haciendo cada vez más y más notable.
Ameria suspiró contenta ante el párrafo que acababa de leer.
-Qué romántico....
Así transcurrieron los próximos días, demasiado aburridos para el grupo acostumbrado a las emociones fuertes. Hacía mucho que nada amenazaba la destrucción del mundo, pero Lina seguía dándole vueltas de vez en cuando al encontronazo que había tenido su amigo quimera con Xellos. "No es normal. Le ha fastidiado muchas veces, incluso robado pistas que podrían llevar a su cura, y jamás se puso tan violento", pero prefería no sacar el tema, suponía que Zelgadiss no querría hablar de ello, y bastantes preocupaciones tenían ya con cuidar de la princesa.
Habían pasado ya tres semanas y medio desde que Ameria estuvo apunto de dar a luz, y aunque ya se podía levantar, cada vez le costaba más andar. La quimera ya dormía en su propio cuarto, aunque no le convencía demasiado la idea. El hecho de que desde que golpeó al demonio este no hacía acto de presencia no quería decir que podía bajar la guardia, él bien sabía que Xellos podría estar en cualquier parte desde su plano astral. Pero por respeto al padre de la mujer por la que cada día sentía más la necesidad de estar a su lado, decidió esperar "¿Esperar a qué?" se preguntó a sí mismo mientras intentaba dormir.
Esa misma noche la princesa sintió otro pinchazo en el vientre. En un principio se alarmó, pero al ver que no volvía a sentir nada tan solo acarició al bebé intentando calmarlo.
-Sshh... tranquilo, duerme... -Susurró.
Habían pasado varias horas y la joven hacía rato que se hallaba plácidamente dormida. Sintió otra pequeña contracción entre sus sueños, y unas terribles ganas de ir al baño la despertaron. Se acercó al servicio como pudo, pero pronto se dio cuenta de que lo que le ocurría no era una simple imperiosa necesidad de evacuar: Había roto aguas.
-¡Ah! ¡No puede ser, estoy de parto! –Exclamó alarmada mientras el líquido terminaba de encharcar el suelo- ahh.... La asistenta me matará por manchar el suelo.... –sollozó mientras comenzaba a intentar ir al cuarto de Zelgadiss.
Pequeñas contracciones la obligaron a detenerse por el pasillo, hasta que por fin llegó a su puerta "Hay demasiada distancia entre nuestros cuartos" pensó mientras su irascibilidad iba aumentando conforme las contracciones lo hacían.
-¡Zel! –Gritó como pudo en cuanto abrió su puerta.
El muchacho se despertó enseguida y somnoliento se giró en la cama para mirarla.
-¿Mmm? ¿Qué ocurre Ameria... ? –Su voz se negaba a salir completamente- ¿Estás bien? –Inquirió mientras adoptaba una posición más vertical.
-¡Estoy de parto!
Xellos apareció rápidamente ante su ama:
-¡Mi señora! ¡Ameria está apunto de dar a luz!
-¿¡Qué?! ¿¡Y qué haces aqúi?! ¡Ve rápidamente, no te separes de su lado y en cuanto tengas la oportunidad quítaselo, tráelo aquí, lo convertiremos en uno de los nuestros!
-¡Bien! –Asintió el demonio.
-¿¡¡Qué!!? –Inquirió el joven mientras se levantaba bruscamente, ya completamente despejado, tropezando con las sábanas y cayendo de morros al suelo.- ¡Ay....! –Exclamó cogiéndose la cabeza.
De pronto se percató de que su cabeza no era lo más importante en aquellos momentos, sino llamar al médico. Zelgadiss corrió hacia la princesa.
-¿Estás bien? ¿Te duele algo? –Urgió.
-Sí... Me dan como pinchazos en la tripa... -Contestó dolorida mientras medio agachada y apoyada en el marco de la puerta se sujetaba el vientre.
-¡¡¡¿¿¿Pero estás bien???!!! –El joven comenzaba a perder los nervios.
-Cálmate Zelgadiss, me estás poniendo más nerviosa aún. –Contestó- Estoy bien.
-T-Tienes razón –Continuó intentando recuperar la compostura- Eh.. T-túmbate –Tartamudeó- Y-y-yo... i-iré a p-p-por el médico.
-Bien... -Asintió mientras comenzaba a dirigirse hacia la cama del muchacho.
"¡No estoy preparado para esto, no estoy preparado para esto, no estoy preparado para esto, no estoy preparado para esto, no estoy preparado para esto...!" murmuraba en su mente una y otra vez, los nervios cada vez apoderándose más de él y comenzando a sudar frío. El temblor de su mano lo traicionó a la hora de abrir la puerta del doctor, lo cual lo llevó a plantearse la posibilidad de echar la puerta debajo de un "Dam Bras", pero supuso que debía calmarse en lugar de ponerse más nervioso y al final atinó a abrir la puerta, aunque algo bruscamente.
-¡Doctor! ¡Necesito su ayuda!
-¿Qué ocurre? –Dijo aún despertándose- Deben de ser las 4 de la mañana.
-¡Lo se, y lo siento, de verdad que lo siento, lo siento, pero tiene que venir conmigo, y lo siento por... por despertarle, lo siento!.
-Primero cálmese. –Indicó el médico levantándose.
Zelgadiss pestañeó aún nervioso.
-Ameria está de parto. –Dijo al fin, las palabras casi atragantándosele en la garganta.
-Ahora voy.
-¡¿Cómo que ahora va?! ¡Tiene que ir YA!
El doctor rió levemente y el hechicero comenzó a perder la paciencia.
-No se preocupe. Si acaba de romper aguas el bebé aún tardará en nacer, antes ha de dilatar 7 cm como mínimo y las contracciones han de hacerse muy repetidas. Además, en las últimas semanas no ha sufrido ninguna complicación de ningún tipo, así que supongo que será un parto llevadero. Vaya mientras me cambio y tranquilícela a ella también. Cálmese, tómese un té y no se separe de su lado. Llene un cubo con agua caliente y vaya mojando un paño en él , póngaselo en la frente. Oh, y que mantenga las piernas abiertas y hacia su pecho.
-Bien.
Mientras tanto, Xellos apareció al lado de la recostada princesa.
-¡Xellos! ¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabes que estoy de parto? -Inquirió con la respiración acelerada- Dios... esto es peor que los dolores de la regla... -Sollozó.
El demonio sonrió.
-Y me temo que aún se pondrá peor en las próximas horas hasta que nazca el bebé.
-¡¡¡¡¿¿¿Quéeee???!!!!¡¡¡¡Dónde está Zelgadiss!!!!... -Volvió a sollozar con desesperación mientras otra contracción le removía todo el vientre, útero y conducto vaginal.
Xellos se sentó a su lado y posó la mano sobre la frente de la joven:
-Tranquila, en seguida llegará el médico con él.
La joven continuó jadeando suavemente mientras comenzaba a sudar frío.
El hechicero llegó corriendo a la habitación donde la princesa se encontraba.
-Ameria, en seguida viene el médico. –De pronto se percató de la presencia del demonio- Qué-haces-tú-aquí... -Siseó entre dientes.
-Cálmate, intento hacerle más llevadero el asunto.
-¡Lárgate! –Exclamó mientras lo apartaba de la princesa.
-Zel... ¿Cuándo va a llegar el médico? –Inquirió la princesa.
-Tranquila, enseguida vendrá, se está cambiando.
-¡Cómo que se está cambiando!
-Dijo que el parto duraría horas.
-¿¿¡¡Qué??!! –Exclamó ahogando un grito de dolor por otra contracción que le había llegado.
Zelgadiss sujetó su mano firmemente.
-¿Qué quieres? ¿Quieres que haga algo?
-Ll-llama a mi padre... -Contestó.
-Muy bien.
El hechicero se incorporó y se encontró de frente con el sonriente demonio.
-¿Estás disfrutando, verdad?
-Quédate aquí –Contestó- Yo iré a por el príncipe Phillionell.
El muchacho dudó por unos instantes, pero decidió que era mejor que se quedara junto a la princesa y al bebé que intentaba ver el mundo que iba a acogerle a lo largo de su vida. Zelgadiss intentó levantarse para hacer lo que el médico le había dicho, pero la mano de Ameria lo detuvo:
-No te vayas... -Susurró, sus ojos llenos de ruego.
El joven se acercó a su rostro y la miró a los ojos.
-Escucha, el doctor me ha dicho que debes levantar las piernas.
-¿Levantarlas cómo?
-Lleva las rodillas hacia tu pecho y mantén las piernas abiertas.
-Bien.
-Enseguida vengo, no tardo nada, he de llenar un cubo con agua caliente.
-Vale.. no tardes –Susurró en su rostro.
-Te lo prometo –Contestó besándola levemente en los labios y en la frente.
Poco después llegó Phillionell acompañado de Xellos y seguido por el médico. Zelgadiss acariciaba el rostro de la joven, intentado aplacar su dolor.
-Muy bien, ya estoy aquí. –Comentó el doctor- Princesa, lo primero que ha de hacer es relajarse y no perder los nervios, los nervios siempre son traicioneros y malos acompañantes. –Continuó mientras se sentaba en una banqueta frente a las piernas de la joven.
-Ufff... ussshh... ¡Es muy fácil para usted decirlo!
-¡Ameria hija, tranquila! ¡Ya estoy aquí! –Tranquilizó mientras se sentaba en el otro lado de la cama.
-Papá...
-Tranquila, he avisado a tus amigos y vendrán enseguida.
-Pues me temo que tendrán que quedarse fuera. –Dijo el doctor mientras se ponía unos guantes y se daba una suave loción en ellas.
-¿Por qué? –inquirió el Príncipe.
-Porque aquí hay demasiada gente. No quiero que la princesa se agobie ni sienta falta de espacio.
-Pero son mis amigos... -Contestó la joven.
-No importa, por mí está bien. –Dijo el hechicero observando a Xellos y dedicándole una mirada de "LARGO. Porque Ameria me necesita que si no no correrías la misma suerte que la última vez"
-¿Pero Zelgadiss?
-No quiero que ese demonio esté presente, que ni se acerque a menos de un kilómetro de distancia.
-¿Demonio? Príncipe, ¿Cómo puede permitir su presencia en Seyruun?
-No se preocupe, ayudó a nuestros amigos en algunas ocasiones, y su poder es menor aquí. –Contestó.
Xellos, dándose por aludido y no queriendo que le fuera prohibido al menos el derecho a estar en el palacio, decidió salir y esperar fuera junto a sus amigos:
-Muy bien, como queráis, si no me necesitáis, yo me quedaré fuera.-Sonrió.
Poco después Lina, Gourry y Filia llegaron al encuentro del demonio, el cual se encontraba sentado con las piernas cruzadas en el pasillo.
-¡Xellos! –Exclamó la dragona dorada.
-¿Qué haces aquí? –Inquirió la pelirroja.
-¿Pero por qué os sorprendéis tanto? ¿Por qué no habría de venir a ver el parto de Ameria?
-¿Y por qué sí? –Respondió la hechicera intentando entonar con segundas intenciones.
-Bueno, es mi compañera de viajes después de todo. Todos los sois. –Contestó alegre.
-¿No se puede entrar? –Preguntó el espadachín.
-No –Respondió el demonio- Es mejor no agobiar a la princesa. Está con su padre y su amado –Dijo enfatizando la última palabra de una manera un tanto burlona.
-¿Y para eso nos despiertan? –Continuó el rubio.
Lina le arreó un buen golpe en la cabeza con el puño:
-¡Es un evento muy importante, idiota! ¡Siéntate y duerme si quieres!
En el interior de la habitación Ameria comenzaba a impacientarse:
-¿Hasta cuando piensa seguir ahí dentro? ¿No tenía tantas ganas de salir? Pues a qué espera....
El médico rió suavemente mientras inspeccionaba las partes íntimas de la joven y a la vez intentaba calcular el número de contracciones por minuto que esta tenía.
-Príncipe, creo que usted también debería abandonar la habitación.
-¿¡Qué?! ¿Por qué? Yo quiero estar al lado de mi niña.
-Lo se, pero no he tenido buenas experiencias con los padres. –Comentó mientras recordaba una ocasión en la que uno de ellos le asestó un golpe por creer que le estaba haciendo daño a su hija. "Yo me haré cargo del parto de mi hija!" Gritaba el hombre.- Por eso tan solo permito que esté el padre del bebé.
-... Entiendo.... –Musitó desilusionado. Fijó su mirada en los cristalinos ojos de su hija- Lo siento, Ameria. Aquí ya no puedo estar. –Sonrió.
-...Papá...
-Tranquila, todo saldrá bien, recuerda que ya he presenciado dos de estos, y sé que no pasará nada.
-No se preocupe, Phill. Cuidaré de ella. –Dijo un nervioso Zelgadiss estrechándole la mano.
-Lo se. –Sonrió mientras abandonaba la estancia "Pobre muchacho, cómo le sudan las manos".
-¿A usted también lo han echado? –Inquirió el demonio.
-Sí... ¿Queréis tomar algo? La noche será larga.
-Bien, parece un parto fácil. Calculo que en unas dos horas tendrá que empezar a empujar, Princesa Ameria.
-¿¡Qué?! ¿¿¿¿¡¡¡A eso le llama usted un parto fácil????!!! –Gritó la joven mientras Zelgadiss le secaba el sudor de la frente.
-Shh.. Tranquila –Susurró el muchacho, el cual sostenía la mano de la joven.
Una fuerte contracción hizo gritar a ambos.
-¡¡¡AAAAAAAHHHHH!!!
-¡¡¡AAAAAAAHHHHH!!! ¡¡MI MANO, AMERIA!! ¡¡DIOS!!
-Mm... parece que las contracciones ya comienzan a ser más frecuentes. -Comentó el doctor con total calma.- Ha dilatado 4.5 cm. Venga aguante, ya pronto todo se habrá acabado.
-¡¡¡Tengo sueño....!!! –Lloró.
-¡¡Y yo Ameria y yo, pero no aprietes tanto mi mano!!
-Respire ondo, inspire-expire, inspire-expire.
Tanto Ameria como Zel hicieron caso a lo que el doctor iba dictando.
-No hace falta que tú lo hagas, Zel –Comentó como pudo.
-¿Que no? No podré volver a dibujar ni tocar la guitarra en toda mi vida.
-¿No se supone que estás echo de piedra?
-¡Mi PIEL es de piedra, lo demás es carne y hueso!
-L-lo siento, pero es que –Otra nueva contracción la interrumpió haciendo que los dos volvieran a gritar de dolor.
Al otro lado de la puerta, todos, excepto Gourry que se encontraba dormido, tomaban el té. De pronto escucharon gritar a la sacerdotisa y al hechicero.
-¿Pero quien de los dos es el que está teniendo el parto? –Inquirió la pelirroja hechicera.
Había pasado una hora, y Ameria comenzaba a estar pálida bajo la preocupada mirada de la quimera.
-Doctor, ¿Seguro que está bien?
-Sí, no se preocupe. Está sudando mucho, es normal que tenga esa cara.
-B-bueno. –Zelgadiss se dirijió a la princesa- Ameria, necesito ir al baño, por favor, te lo pido, suelta mi mano durante unos segundos.
-¡N-no te vayas, Zel!
-¡No querrás que me lo haga encima, ¿no?! ¡Me pasa cuando estoy muy nervioso! Necesito ir al baño, de verdad, te prometo que no tardo nada de nada. –Rogó besándola en la mejilla e intentado levantarse.
La princesa se negaba a dejarle marchar fácilmente "No me dejes sola" decía su mirada.
-No tardo nada, de verdad –El joven besó su mano y al fin pudo liberarse de aquel mortal abrazo.
Zelgadiss entró corriendo al baño soplando su dolorida mano "¡Casi me rompe los huesos!". En seguida terminó de evacuar y volvió a la habitación mientras intentaba calmar el dolor que persistía a lo largo de sus dedos.
-Respire hondo -Repitió el doctor.
-¡¡¡AAHHH!!! –Lloró la princesa.
El hechicero observó asombrado y con temor cómo las sábanas que habían sustituido su mano comenzaban a desgarrarse bajo los puños blancos de la joven.
-Zel....
La quimera se acercó y con una expresión de temor, tristeza y resignación se sentó a su lado ofreciéndole la mano una vez más a una Ameria que derramaba lágrimas de dolor. Zel también comenzó a sollozar, pero no por tristeza ni sufrimiento, si no porque debía entregar su mano a la máquina de machacar que era la de la princesa. Ella la cogió y él cerró los ojos con fuerza.
-¡¡¡AAAAAHHH!!!
-¡¡¡AAAAAHHH!!!
Al joven se le ocurrió una idea de pronto.
-Oiga, doctor, ¿Y si recito un hechizo de recuperación? ¿Se calmará su dolor?
-No, nada de magia. Esto es algo que ha de ocurrir de forma natural.
-Ya pues mi mano va a tener un hechizo de recuperación y la va a tener ya. –"ah... qué alivio".
Aquella grata sensación no duró mucho, ya que una nueva contracción se provocó en el cuerpo de la princesa.
-¿Van a tardar mucho? –Inquirió la dragona dorada hora y media después.
-Eso depende de si Ameria tarda mucho en dilatarse y si el parto se complica o no.-Contestó Phillionell.
Tanto ella como Lina bostezaron:
-Deberíamos habernos quedado en la cama –Comentó la pelirroja.
-Muy bien Princesa Ameria, es el momento de empezar a empujar. ¿Está preparada? En cuanto le diga yo, empuje. Pare cuando se lo indique.
La princesa asintió y Zelgadiss acarició su frente mientras sostenía la mano de la joven con firmeza.
-¡Ahora, empuje!
-¡¡¡¡YAAAAHHHH!!!!
El hechicero aguantó el dolor de su mano como pudo, conteniendo la respiración.
-¡Ya, para!
Los dos jovenes respiraron aceleradamente.
-¡Vuelve a empujar!
-¡¡¡¡YAAAAAAAHHHH!!!!!
-¡Así muy bien, lo estás haciendo genial, sigue vamos! ¡Ya está! Bien, le veo la cabeza, una vez más y ya está, ¿De acuerdo?
Ameria asintió respirando muy aceleradamente con el rostro encharcado en sudor. Zelgadiss la acarició.
-Venga, Ameria, tranquila, sigue, lo estás haciendo genial, ya pronto se acaba, ¿Vale? Y dormiremos todos juntos tranquilamente.
La princesa sonrió nerviosa y exhausta.
-Joven, voy a necesitar su ayuda ahora.
-¡¿Qué?!
-Acérquese, rápido.
La quimera, tembloroso, se acercó a él.
-Observe.
Zel miró por unos instantes pero la visión pareció traumatizarlo por un instante.
-¡No quiero verlo!¡No quiero verlo!¡No quiero verlo! –Exclamó mientras apartaba la mirada y se tapaba los ojos.
El órgano reproductor de la joven estaba encharcado de un líquido extraño y sangre, también había algo blanco en su interior.
-No sea así, hombre, necesito que me eche una mano un momento. ¿Ve eso de ahí? ¡Ameria empuje!
-¡¡¡AAAAAHHHH, ZELL!!!
-¡T-tranquila, Ameria, estoy aquí! ¡Tengo que ayudar al doctor!. –Dijo recobrando la compostura y acercándose.-¿E-esa es la cabeza del bebé? –Susurró.
-Así es, póngase estos guantes y en cuanto saque la cabeza sujétela con MUCHA delicadeza mientras yo ayudo a que salga por completo.
-Bien.-El joven hizo lo que se le había ordenado.
-¡Pare, ya es suficiente! Bien. Princesa, escúcheme, quiero que me escuche atentamente ¿Me oye?
-¡S-sí! –Asintió.
-Tan solo una vez más, una vez, fuerte, y ya está, ¿De acuerdo?
La princesa volvió a asentir.
-Bien. ¡Empuja! –La joven comenzó a hacer lo indicado- ¡Así, eso es!
-D-d-dios... -Susurró Zelgadiss. De pronto una sonrisa se formó en su rostro- Y-ya ya sale... je.. ¡Ameria ya sale! –Gritó emocionado.
Xellos escuchó lo que el hechicero acababa de exclamar y abrió sus ojos violeta.
-¡¡¡AAAAHHHH!!!
-¡Vamos sigue! ¡Para! Bien, la cabeza ya está fuera. Sujétela joven.
-Eh, eh, eh, eh... bien. –Contestó mientras sujetaba con delicadeza la pequeña cabeza que sobresalía del cuerpo de la princesa. La quimera se quedó mirándola por un momento, silencioso, y el bebé dirigió su primera mirada del mundo hacia los ojos de su padre "¿Este... este es mi hijo...?".
-¡Empuje!
El médico terminó de sacar al bebé del todo y lo colocó boca abajo.
-¡Ya está aquí! –Sonrió el doctor.
Ameria descansó e intento mirarlo, pero las fuerzas le fallaron.
-Dios, Ameria... deberías verlo... je ...–Sonrió al borde de las lágrimas.
-Qu-quiero verlo. –Pidió como pudo.
El médico le dio un pequeño golpe en la espalda y cortó el cordón umbilical.
-¿Por qué ha hecho eso? –Inquirió el hechicero curioso mientras el bebé comenzaba a llorar.
-La traquea de los bebés al nacer está llena de líquido amniótico, el líquido que hay en el útero de la madre, e impide el paso del aire a los pulmones. De modo que para que puedan respirar han de expulsar el líquido.-Contestó devolviéndolo a una posición normal en sus brazos.
-Entiendo... -susurró observándolo con una tierna sonrisa.
-Ahora os lo traigo, voy a lavarlo. –Sonrió.
Zelgadiss se acercó a Ameria.
-Hola... -Sonri
-¿Cómo es? ¿Está bien?
-Está perfecto –Contestó abrazándola y besándola en la frente- Has hecho un gran trabajo... Te amo...
-Yo también te amo, Zel... -Respondió algo sorprendida.
De pronto el demonio que instantes antes se encontraba en el pasillo junto a sus amigos desapareció y reapareció frente al médico.
-Hola, doctor... -Sonrió.
-H-hola. Me has asustado.
Xellos sonrió aún más.
-Bueno, es la naturaleza propia del demonio, ahora... necesito que me entregue a ese bebé.
-¿Qué está diciendo? necesita estar con su madre, acaba de nacer. –Contestó alejando al bebé que comenzaba a llorar de nuevo.
Justo en aquel momento, cuando el demonio intentaba arrebatarlo, Zelgadiss entró por la puerta para verificar que todo iba bien.
-¿Qué... qué está pasando aquí?
-Nada, Zelgadiss... pero... necesito coger a tu niño por un momento, ¿Sí? –Sonrió.
-Y una mierda lo harás. –Contestó mientras se acercaba rápidamente a protegerlo.
En el instante en el que el demonio rozó a la pequeña criatura cuyo llanto había aumentado, preocupando así a su madre que se encontraba incapaz de moverse en su cama, de él emergió una luz blanca cegadora que lanzó al demonio contra la pared. Este se sujetó la cabeza intentando despejarse del golpe.
-¿Q-qué ha sido eso?
Zelgadiss se quedó atónito y Xellos decidió marcharse e informar a su ama de lo ocurrido. El doctor dirigió su mirada hacia el hechicero.
-Oiga... ¿Me han ocultado algo?
El joven salió de su estupor.
-No, es solo que ha heredado grandes poderes y creo... creo que se ha defendido. –Sonrió ya orgulloso de él desde el primer minuto que había venido al mundo.
-Será mejor que vayamos donde su madre.
Cuando volvieron, encontraron a una Ameria que intentaba ponerse en pie, pero sus piernas le fallaban. La quimera susurró al doctor:
-No le diga nada de lo que ha ocurrido, no quiero preocuparla.
-Como quiera.
-¿¡Qué ha ocurrido, Zel?! ¡He visto un resplandor!
El hechicero se acercó a ella y la ayudó a tumbarse de nuevo.
-Shhh... no ha pasado nada, he sido yo, el doctor no podía ver bien y he recitado una bola de luz. –Estaba muy preocupado, sus sospechas eran ciertas, los demonios andaban tras el bebé, pero no podía dejar que su princesa se preocupara, no después de dar a luz. La volvió a besar en la frente.
-Bueno Princesa, aquí tiene su bebé.
En el instante en el que el niño fue depositado en sus brazos, todas sus preocupaciones se marcharon por arte de magia. Fuera, la nieve comenzaba a caer; Ameria, comenzó a llorar de felicidad.
-Zel.. –Musitó entre sollozos-... je... es idéntico a ti... -Alcanzó a decir mientras observaba su angelical rostro.
-Tiene tus ojos... -susurró en su mejilla mientras su mirada también se reblandecía- Azules como el mar...
Al doctor se le formó una sonrisa en el rostro.
-En realidad todos los bebes nacen con ese color de ojos, pero viendo a los padres seguro que le quedarán preciosos.
La pareja sonrió volviendo a mirar a su hijo. Ameria de pronto inquirió exhausta:
-¿Qué te parece que le llamemos Junsei Omoi?
-¿Junsei Omoi?
-Junsei significa: Puro, y Omoi alberga el significado de todos los buenos sentimientos de los seres humanos, incluida la esperanza. Así nunca contendrá ningún mal en él.
-¿Los nombres definen a las personas, eh?
La princesa asintió y besó en la frente al pequeño que la observaba expectante.
-Bienvenido, Junsei Omoi Graywords Seyruun.
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Notas de la autora: Vale, ya se, no hay personaje de Slayers que tenga un nombre en japonés, me importa un bledo XDDD. Lo que no se es si conservará como primer apellido Greywords o Seyruun, siendo futuro Rey y todo eso. Espero que os haya gustado el parto intenté meter algo de humor. Reviews, please!
