Capítulo 16
El doctor se acercó a ellos con una tierna sonrisa "Esto es lo que más me gusta de mi trabajo", pensó mientras observaba sus rostros sonrientes.
-Princesa. –La joven alzó la mirada.- Debería darle el pecho. Si no puede que luego rechace la comida. Además, la primera leche, llamada Calostro, está llena de muchas grasas y proteínas que ayudarán a que se recupere del parto.
-Bien. –La sacerdotisa comenzó a quitarse el tirante derecho del camisón.- Toma Junsei –Dijo acercándole el pezón a la boca mientras este lo cogía alegremente y comenzaba a mamar con ansia.
Zelgadiss observó la escena con un fuerte rubor en sus mejillas mientras que con una sonrisa su mente comenzó a volar "Con esas dotaciones yo también mamaría así...".
-Mientras tanto coseré la herida que le ha creado el parto. Cuando Junsei termine será mejor que ande un poco. –Prosiguió el médico acariciando la frente del bebé que anteriormente había cubierto en mantas.
-De acuerdo. –La princesa tenía la zona tan insensibilizada que ni siquiera notó la aguja que empleaba el doctor.
-Dele de comer cada tres horas hasta que él mismo vaya reduciendo las tomas, entonces páselas a cada seis horas. Y mucho cuidado con su cabeza, aún no se le ha creado el hueso.
La joven volvió a asentir mientras Zelgadiss seguía observando al futuro Rey y al generoso, más de lo habitual, pecho de Ameria. La sacerdotisa le miró, consiguiendo así que el muchacho levantara la visión.
-¿Te gustaría cogerlo? –Sonrió.
-¿Eh? N-no... no quiero que se haga daño...
La princesa rió suavemente.
-No tengas miedo, Zel. –Retiró al bebé del pecho por un instante, provocando así que este comenzara a llorar levemente, y lo posó sobre los brazos del hechicero.
-N-no, n-no, n-no.. Ameria, que no quiero que –El joven no pudo negarse ya que el bebé ya se encontraba entre sus fuertes brazos.
-Sugétale suavemente la cabeza.
El bebé detuvo su llanto en cuanto notó el tacto de su padre. Zelgadiss sonrió atrayéndolo más hacia él.
-Hola, Junsei... -Susurró.
El recién nacido le sonrió un momento provocando que el hechicero dejara escapar un gesto de alegría. La princesa se acercó a ellos incorporándose algo más y lo volvió a coger entre sus brazos para seguir dándole de comer.
-Parece que se vaya a romper... -Comentó el hechicero.
-Asegúrense de arroparlo y vestirlo bien, hace mucho frío. –Las palabras del doctor despertaron a los jóvenes, quienes parecían estar en un trance observando a su recién nacido. Ambos asintieron.
Unos golpes en la puerta hicieron que todos voltearan hacia ella. El médico la abrió dejando ver cuatro cabezas llenas de curiosidad.
-¿Ha nacido ya? –Inquirió impaciente la dragona dorada.
El doctor asintió mientras el grupo comenzaba a reír de felicidad.
-¿Podemos verlo? –Preguntó la pelirroja.
-Pero solo un momento, estamos todos agotados.
-¡No importa, quiero ver a mi nieto! –Sonrió el príncipe al mismo tiempo que el grupo entero entraba en la habitación.
En cuanto el cuarteto se acercó dejaron escapar un suave "ohhhhhh....", enternecido por la pequeña criatura que mamaba en los brazos de su madre.
-¡Ameria! ¿Podré coger mañana al bebé?-Sonrió el espadachín.
-Claro, Gourry.
-¿Y yo, Ameria? –Inquirió la dragona.
-¡Yo yo, yo! ¡Yo primero! –Exclamó ilusionada la pelirroja hechicera.
-¡Yo también quiero, Ameria! ¡Qué nieto más guapo me ha salido!
-Dios mío, Zel. Es tu viva imagen. –Comentó Lina mirándolo más de cerca.
-Eh... ¿Tu crées? –Sonrió ruborizándose ligeramente.
-Pero tiene los ojos de su madre... -Continuó Filia.
-Bueno, es suficiente, ya lo habéis visto, mañana podréis venir a visitarlos. –Interrumpió el doctor.
-Ohhh... -Exclamaron todos.
-¿Cómo se llama? –Inquirió la pelirroja ya saliendo de la habitación.
-Junsei. –Contestó la pareja a la vez.
Más adelante, cuando el bebé dio por finalizada su primera comida terrenal, Zelgadiss ayudó a la princesa a levantarse e ir a la habitación mientras el doctor los acompañaba de cerca con el recién nacido. Una vez llegaron, depositó al pequeño en la cuna que días atrás Lina Inverse les había regalado, junto a la cama donde la pareja dormiría. El sueño se apoderó de Junsei.
-Bien, si tienen suerte será un gran dormilón, si no tendrán que levantarse cada dos por tres para darle de comer. Si llora vigilen también que no se haya hecho nada encima de los pañales que le he puesto provisionalmente. Para cualquier problema estaré en mi habitación.
-Bien. –Asintió la pareja.
Una vez el doctor se hubo marchado ambos se tumbaron en la cama, exhaustos por la noche que habían pasado. En la calle seguía nevando, pero el sol ya había salido hacía rato.
Ameria se recostó de lado observando la cuna y suspiró contenta. Zelgadiss la abrazó por detrás.
-Estoy muy orgulloso de ti –Susurró en su oído.
-Es precioso, Zel.
El joven la besó en la mejilla.
-Descansa. Debes de estar echa polvo.
-No... quiero seguir observándole... -Respondió mientras sus párpados se negaban a obedecerle.
-Shhh... duerme...
No tardaron demasiado en despertarse, pues los llantos del recién nacido resonaron en la estancia pasadas escasas tres horas.
-Mmm... ¿Qué ocurre? –Murmuró el hechicero.
-Mmm... Es Jun...
-¿Jun? –Inquirió somnoliento.
-Junsei.
-Oh... -Contestó incorporándose- Deja, ya te lo traigo yo, querrá comer. Tú descansa.
-Pero... está bien.
El joven cogió a su hijo con mucho cuidado entre sus brazos y lo depositó enseguida en los de ella, como si por mantenerlo demasiado con él se le fuera a romper. Después se sentó a su lado y abrazó a la princesa una vez más. Ameria sonrió.
-¿Estás mimoso, Zel? –Inquirió incrédula mientras alzaba la mirada para conectarla con la del hechicero cuyas mejillas volvían a tintarse de un color rosado. La joven rió suavemente volviendo la mirada a su niño- Me gusta.
La quimera continuó observando a ambos y suspiró. Desde que el pequeño había posado su mirada en él por primera vez parecía haberlo enternecido, incluso su cuerpo daba la impresión de haberse vuelto más blando. Pero era normal, no todos los días uno se convierte en padre, y desde luego no era tan solo una experiencia, era LA experiencia, la que a muchos hombres había devuelto a la vida, y a otros muchos dado una razón para seguir adelante. Zelgadiss lo sabía, lo había sentido, Ameria había tenido el mismo efecto en él hacía ya mucho, con su cariño, su amor, lo había llenado de vida poco a poco, casi sin que él se diera cuenta con el paso de los años. No solo su personalidad le había hecho quererla y enternecerse ante su presencia, si no la manera de amarle que tenía, de comportarse con él, de verle como el verdadero ser humano que era. Sus amigos también lo veían como un ser humano pero... no era lo mismo, esta mujer, la mujer que sostenía el hijo que habían tenido en común, porque ambos se amaban, era alguien especial, alguien con quien pasar el resto de su vida.
-Cásate conmigo. –Propinó de pronto, asombrosamente relajado.
La princesa ahogó un gesto de asombro, y bajo el brillo de los ojos de ambos respondió un:
-Sí. –Acompañado de un dulce beso en los labios.- Te quiero....
-Yo también te quiero –Contestó correspondiendo al tierno gesto que compartieron durante varios segundos.
Justo después de que el bebé hubiera lanzado a Xellos por los aires, este se teletransportó frente a la ama de las bestias: Xellas Metallium.
-¿Lo has traído?
El demonio negó con la cabeza y su superiora apretó los puños con fuerza.
-Cómo-que-no. –Gruñó entre dientes.
-Lo siento, hemos cometido un error. Ceiphied se nos ha adelantado.
-¿Qué?
-El bebé ya tiene sus poderes desarrollados, no soy rival para él. Aunque no sea más que un recién nacido... me lanzó por los aires en cuanto intenté tocarlo.
-Maldita sea... Ahora es un Dios, terrenal, pero un Dios, equivalente al poder de Shabránigudú.
-¿Qué vamos a hacer?
Xellas encendió un cigarrillo y pensativa le dio una calada.
-Ya se me ocurrirá algo.
Ya había llegado la tarde para cuando Zelgadiss y Ameria decidieron dejar de dormir. Sus amigos habían ido a hacerles una visita entusiasmados, todos querían ver al recién nacido.
-Qué monada... -Comentó Filia mientras lo sostenía en brazos.
-Eh... Luego déjamelo, ¿Sí? –Pidió Phillionell.
-¿Y qué tal se ha portado? –Inquirió el rubio espadachín a la pareja.
Zelgadiss, que ya se había cambiado de ropa y se encontraba sentado en una silla cercana a la cama, contestó:
-Pues fatal. Apenas hemos podido dormir, cada dos o tres horas quería comer. Es un glotón. Porque presencié el parto que si no juraría que es tu hijo, Lina.
-¡Qué insinuas! –Exclamó, provocando que el bebé comenzara a llorar.
-Oooooiiii... Ven, ven con tu abuelo chiquitín. –El príncipe intentó calmarlo, pero por el contrario, el niño comenzó a llorar más fuerte.- sssh.. shhh.. ya está...
Gourry se acercó y lo cogió en brazos mientras lo acunaba suavemente. Poco después, Junsei dejó de llorar.
-¡Vaya! Qué mano tienes, Gourry. –Comentó la pelirroja.
-Siempre me han gustado los bebés. –Sonrió haciendo que la hechicera se sonrojara.
-Por cierto, ¿Alguien ha visto a Xellos? Desapareció poco después de que naciera. –Inquirió la dragona dorada.
La mirada de Zelgadiss se oscureció.
-No. –Contestó serio- Lina, ¿Te importa acompañarme a por algo de comer?
-Um, claro. –Asintió extrañada.
Hacía rato que habían abandonado la habitación de la princesa cuando la hechicera decidió romper el silencio.
-¿Qué ocurre, Zel? Estás muy serio.
-Es Xellos.
-¿Qué ha ocurrido?
-Ese.... demonio... intentó quitarnos al bebé.
-¿¡Qué?! –Exclamó mientras entraban en la cocina.- Ese...
-Como lo oyes. No quiero que Ameria se entere de nada, no hasta que se recupere al menos. Después nos ocuparemos de él.
La joven asintió mientras se encontraba con el cocinero.
-Por favor, nos gustaría una comida completa para dos en la habitación de la princesa.
-Por supuesto, señor.
Zelgadiss y Lina comenzaron a marcharse, pero el cocinero los detuvo.
-Eh... He oído que su excelencia ha dado a luz... -Comentó por lo bajo- Quisiera saber si... ¿Está bien? ¿Cómo es?
Los jóvenes sonrieron.
-Es guapísimo –Contestó Lina guiñando un ojo.- La viva imagen de su padre. –Rió provocando que el muchacho que tenía al lado se sonrojara y rascara nerviosamente su nuca.
Ya había llegado la noche, muy despejada, la nieve que aún perduraba entre las calles comenzaba a congelarse bajo el manto del rocío helado que el viento iba depositado en ellas. Ameria arropó bien a su pequeño. Cada vez le costaba menos andar, pero aún tenía que sujetarse su vientre, el cual no había recuperado su estado natural. Zelgadiss entró por la puerta, había salido un momento con la excusa de "voy a tomar un poco el aire" ya que sabía que Xellos tardaría en aparecer después de lo ocurrido. Naturalmente la princesa no sabía que era una excusa, pero la verdad era que el hechicero había salido a comprarle un anillo de compromiso, algo que en otro tiempo le habría parecido estúpido al joven, pero por extraño que le pareciera, ahora cobraba algo de sentido.
La quimera se acercó lentamente a ella, aún incrédulo de lo que estaba ocurriendo. Se preguntaba cómo habían cambiado las cosas en tan poco tiempo, cómo la vida de un hombre podría dar semejante giro en tan solo unos meses, ¿Y todo por qué?, por un sueño. No... pero no fue el sueño, toda esta situación se había ido preparando poco a poco desde que conoció a la princesa, desde que descubrió que no era una simple niña a la que cuidar, desde el primer instante en el que comenzaron a conocerse "Las apariencias engañan, ¿No es cierto?".
Le había resultado algo difícil elegir el anillo adecuado, por eso se había ausentado durante horas, pero al fin pudo encontrar uno que le llamó lo suficiente la atención como para comprarlo y entregárselo a la mujer con la que estaba dispuesto a pasar el resto de sus días.
-¿Zelgadiss? Je.. me has asustado, no te he escuchado entrar. –Sonrió volteándose.
El joven sonrió igualmente.
-Lo siento, no quería asustarte.
Mientras el hechicero guardaba la pequeña caja azul tras su espalda, jugueteando nerviosamente con él, la princesa se colocó frente al muchacho.
-Te he echado de menos... -Rió ligeramente ruborizada.
El joven volvió a sonreír. Instantes después, a la vez que seguía ocultando el anillo de compromiso, sacó un objeto de su bolsillo, era el brazalete de Ameria.
-Oh, no recordaba que lo tenías.
El hechicero asintió.
-Creo que se lo voy a regalar a Junsei. –Contestó acercándose al pequeño.Tras un beso en la frente, depositó el objeto a su lado.
El muchacho se volvió a acercar a la joven, pensativo, quería entregarle el anillo de compromiso de una manera especial, pero no estaba muy seguro de cómo. Sabía que a las mujeres les gustaban las cosas románticas, llenas de emotividad y amor. Algo que después pudieran enseñar o mostrar al mundo entero bien orgullosas, estaba seguro de que Ameria era una de ellas.
-Ameria, ¿Sabes si las flores que me enseñaste, ya sabes, en el jardín, aún siguen ahí?
La princesa quedó pensativa por un rato.
-No lo se, no creo, es demasiada nieve para ellas. Habría que tratarlas mágicamente ¿Por qué?
El joven asintió, y decidió reservar la situación, para un momento en el que pudiera hacer, aunque fuera mínimamente, algo especial. Lo más difícil ya estaba hecho, ya le había pedido matrimonio, pero antes de anunciarlo a sus amigos quería que la joven pudiera tener algo de lo que estar orgullosa y enseñar.
-En cuanto a lo del matrimonio... -Comenzó mientras un ligero nerviosismo recorría su cuerpo.
-....¿Sí...? –Inquirió con temor, llegando a la conclusión de que no lo había soñado.
-Prefiero que no digamos nada aún, ni siquiera a tu padre.
-¿Por qué? –Inquirió confusa.
El hechicero guardó la pequeña caja cuidadosamente en su bolsillo, gracias a su capa, la princesa no pudo darse cuenta..
-Porque... antes quiero estar preparado para las bromas de Lina. –Contestó lo más calmado posible.
-Entiendo. –Sonrió.
Ameria estrechó la distancia que entre ambos existía hasta que por fin sus cuerpos hicieron contacto. Se abrazó a él suavemente, besándolo en sus labios con tal ternura que el hechicero creyó perder el equilibrio momentáneamente. Zelgadiss devolvió su abrazo mientras continuaban con su suave pero profundo beso. Una escena vino a su mente, de cuando lo habían usado de ancla. El muchacho se separó varios milímetros.
-¿Recuerdas cuando Lina hizo de mí un ancla humana? –Sonrió ligeramente.
-¿Ajá?
-¿Recuerdas que quedé inconsciente mientras decidíais si hacerme el boca a boca o no?
La joven volvió a asentir.
-Mentí... -Contestó mientras con una mayor sonrisa volvía a besarla- Estaba consciente... -Murmuró en sus labios.
-Te tienes merecido que te lo hiciera el Sr. Ashford... -Contestó igualmente creando una pequeña risa en su compañero.- Eres muy malo...
-Ya lo se... -Sonrió decidiendo besarla más profundamente.
Zelgadiss comenzó a acariciar su suave rostro y un escalofrío recorrió el cuerpo de la joven que imitaba sus pasos.
-¿Tienes frío? –Inquirió el joven separándose.
De pronto unos golpes en la puerta los sobresaltaron.
-¿Quién es? –Contestó la princesa; su abrazo ininterrumpido.
-Soy yo. Quiero despedirme del pequeño Jun hasta mañana.
Ameria se apartó de la quimera y comenzó a ir lentamente.
-Ya voy yo, deja.
-No, el médico dijo que me convenía andar.
-Sí, pero no demasiado o se te soltarán los puntos. –Contestó el hechicero abriendo la puerta.
-Está dormido Papá, así que cuidado, no le despiertes. –Musitó mientras se acomodaba en la cama.
-Tranquila, hija. –Se acercó al bebé y le acarició suavemente la mejilla.- Hasta mañana Junsei –Susurró.
El príncipe ya se había marchado, y Zelgadiss, tras cambiarse de ropa en el servicio, se recostó también en la cama con un suspiro.
-¿Podremos dormir hoy? –Inquirió cansado.
-Eso espero. –Contestó- Me muero de ganas por llevarlo a pasear al parque. –Sonrió.
El joven hizo lo mismo y permitió que sus párpados dejaran descansar sus ojos. Ameria se abrazó a él mientras quedaban dormidos.
Xellas estaba impaciente, se movía de un lado a otro sin cesar y ni siquiera sus cigarrillos la calmaban. De pronto se le ocurrió una idea.
-¡Xellos! –Exclamó.
El demonio hizo acto de presencia.
-¿Sí?
-Ya se lo que haremos.-Sonrió. Él tan solo la miró confuso- Mandaremos a uno de nuestros demonios a que secuestren a ese chico quimera, al padre. He oído que es un 1/3 de demonio, ¿No es así?
-No, mi señora. Es un tercio Golem, un tercio humano y un tercio Brau Demon, una criatura mágica del bosque, de ahí sus poderes, no se trata de ningún demonio.
-Entiendo... Tal vez si consiguiéramos curarlo... perdería sus poderes y ya no podría proteger a sus seres queridos... Nos daría ventaja.
-Siento tener que contradecirla... ¿Pero eso de qué nos serviría? Lina Inverse sigue en el Palacio y el bebé no dejará que nos acerquemos ni a un kilómetro de distancia, además... Ceiphied le dijo que no existía cura para él...
-¿Y quien dice que eso sea cierto? ¿Quién fue el que le proporcionó tal cuerpo?
-Rezo, el Monje Rojo. Se obsesionó con recuperar su visión, lo que no sabía era que en él se encontraba escondido uno de los pedazos de Shabránigudú.
-Vaya vaya... -Sonrió maliciosamente- ¿Intentas decirme que el único que puede curarle es su propio hijo?
-Pudiera ser... -Asintió- Solo alguien con la misma fuerza que nuestro Señor podría invertirlo. Pero si la mismísima Ceiphied...
-Ceiphied a veces dice lo que sea con tal de salirse con la suya –Contestó rápidamente.- Esa mujer es una caprichosa, no hay quien la entienda.
Xellos sonrió ante la actitud de su ama.
-¿Has conseguido averiguar por qué eligió a esos dos?
El demonio negó con la cabeza.
-Sabe muy bien que no pude acercarme demasiado, Ceiphied era muy poderosa, sabía que estaba ahí.
-Bien, manda a uno de nuestros demonios a secuestrarlo, pero que se ande con cautela, que lo haga cuando esté solo, le será mucho más fácil sin Lina Inverse merodeando por ahí. Podemos chantajearle con su cura... Sabemos dónde está, ¿No? Y mientras tanto podemos llegar a un trato con la princesita... A ver cómo reacciona cuando vea sufrir a su futuro marido... Y lo mismo el niño nos da alguna sorpresita...-Sonrió guiñando uno de sus ojos violeta, iguales que los de su esbirro.
-Muy bien... -Sonrió igualmente.
