Capítulo uno: "Recuerdos dolorosos"
-Sacedotiza, despierte- Miaka abrió los ojos. Se había quedado dormida pensando en qué podía o debía hacer para salir de allí. Probablemente había hecho frío por la noche, porque se había tapado con una manta marrón, que en su tiempo fue de lana, pero ahora estaba muy pelada, incluso tenía varios agujeros. Miaka se incorporó en la cama y se restregó la cara con las manos, bostezando. Observó que la luz entraba de nuevo por la puerta, pero esta vez era luz natural, así que supuso que era de día.
-¿Quién eres tú?- Miaka reparó en la mujer que la había desperado. Era baja y regordeta, y tenía el pelo muy gris. Las arrugas se habían acumulado en su rostro, haciéndole parecer una pasa, y el paso de los imperdonables años pesaban sobre su espalda, que se había encorvado. Sus ojos eran castaños y pequeños, achinados. A pesar de que el cansancio dominaba su rostro, se reflejaban en él también la sabiduría y la paciencia. Sus manos quizá también estaban arrugadas, pero Miaka no pudo verlas, porque estaban tapadas con unos guantes de terciopelo negros. Iba vestida con un kimono azul marino.
-Mi nombre es Kaimy, y estoy aquí para servirle en todo lo que me sea posible- la mujer hizo una pequeña reverencia junto con la presentación. Su voz sonaba suave y profunda, nada acorde con la que Miaka pensaba que sería su edad. Kaimy se acercó a los pies de la cama de Miaka, y fue entonces cuando ésta se dio cuenta de que Kaimy doblaba muy cuidadosamente el traje que Miaka había llevado puesto en la cena familiar.
-Kaimy, ¿dónde estoy?- Miaka agarró el brazo de la mujer, y ésta esbozó una sonrisa dulce, negando lentamente con la cabeza mientras seguía doblando el traje.
-Eso es algo que no puedo decirle, sacerdotisa. Estoy aquí solo para abastecer sus necesidades de ropa, comida e higiene, nada más-Kaimy se zafó suavemente de la mano de Miaka y se dirigió a la salida de la habitación. Como si fuera algo instantáneo, Miaka vio su oportunidad de salir. Se levantó rápidamente, confiándose de la vejez de Kaimy, y corrió hacia la puerta. Una sonrisa de triunfo se formó en sus labios cuando estuvo a punto de cruzarla.
-No lo haga, sacerdotisa- la voz de Kaimy fue como una cuerda que ató a Miaka. No comprendía qué le pasaba, pero era como si la orden de Kaimy la amarrara de algún modo. –si lo hace, tendremos que cerrar la puerta con llave y eso no la gustará al Señor. Le conviene que no se enfade con usted, sacerdotisa- las palabras resonaron en la mente de Miaka, y pronto se sintió en trance, y en su cabeza solo había una frase: "No debo hacerlo". Se sintió atrapada, pero ni siquiera podía pensar con claridad en si esas palabras estaban hechizadas o no. Miaka sintió caer por un profundo abismo, mientras, en la realidad, su cuerpo caía de rodillas al suelo al tiempo que Kaimy cerraba la puerta. De los ojos en trance de Miaka comenzaron a caer lágrimas, lágrimas transparentes llenas de dolor. Miaka se esforzó por quitar el embotellamiento de su mente y, cuando lo logró, suspiró aliviada al poder volver a pensar por sí misma. Se apoyó con las manos extrañamente débiles, y no logró incorporarse. Con los ojos entrecerrados miró a la puerta, y entonces, lo vio en su mente: Chichiri, Noriko, Chiriko, Tasuki, Mitsukake, todos gritando, mientras morían por ella, para que ella pudiera cumplir su misión. Miaka gritó un "no" intenso y desgarrador, y su corazón se llenó de dolor. Había enterrado esos recuerdos, y ahora volvían a ella como espadas. Se retorció en el suelo pidiendo que parara todo, y, pasado un rato, la puerta volvió a abrirse. El hombre elegante que entró la otra vez la tomó de los brazos y la levantó. Miaka deliraba, gritaba y entornaba los ojos, y, de repente, perdió el conocimiento.
Cuando Miaka despertó y se encontró en el sillón, no recordaba lo que había pasado. No estaba en la habitación, sino en un salón amplio y confortable, con una alfombra roja. Giró la cabeza para ver la sala entera, y entonces lo vio. No daba crédito a sus ojos. Ese pelo largo, y esa espalda, …
-¿Tamahome…?- susurró Miaka, con un hilo de voz.
