ALTARI MINDON

Habían pasado 5 años desde el éxodo del pueblo del bosque negro hacia las tierras del este; Era el segundo después de la unión de Haeré Lintesereg, con muchos hombres que le siguieron, además del arribo a finales de ese mismo año de Gilorod y su pupila Gilheniel y luego Arwencoireä junto a Arendilë, el caballero Noldor después de algunos meses; Era también el primer año después de la llegada de Thinedhel a la ciudad en construcción y el año en que Vilendil conoció a Arioch en los bosques de Anarion. Fue ese año, hacia el mes de Viressë (Abril) en que se coloco la ultima piedra en la edificación de la gran torre Altari Mindon; La torre consagrada a Varda Elentári.

Por ese entonces, Vilendil, estaba apesadumbrado. Era grande la dicha que debía sentir su corazón, ya que la construcción de la ciudad era notable y gran parte de ella estaba terminada: se trabajaba en el palacio y aun había mucha actividad en las minas de cristales de donde sacaban todo el material de construcción; los Naugrim extraían y tallaban piedras que eran consideradas de alto valor y de una belleza única y lograban piezas inigualables y e renombre entre las riquezas del reino. Los muros ya estaban levantados, al igual que gran parte de las fuentes; y el trabajo hacia los campos verdes del valle de Sirineldion era arduo, no carecía la población de alimento y la prosperidad parecía constante. Sin embargo Vilendil no era completamente feliz.

Sobre la gran torre, cuando los trabajos duros cesaban y caía la noche, se sentaba en soledad en lo alto y veía en lontananza el llano oscuro y distante y pensaba en los tiempos pasados de andanza sin rumbo cierto; de cómo había llegado con grandes pasos hasta el valle y la visión de la ciudad, de su regreso a las tierras verdes del oeste y de cómo al fin conoció a Mirelen; Sí.. Mirelen, la bella, la sagrada, la que arrojara sobre su corazón un lazo de anhelo, de felicidad que no conocía y que simplemente no retornaba a pesar de su promesa y de las largas sombras de los años que corrían sin piedad por sobre sus esperanzas.

Sin embargo trataba de hacer cosas nuevas para evitar recordar o pensar demasiado, y cada vez obras más grandes y bellas nacían, y otras más grandes y ambiciosas se proponía y así el tiempo iba pasando. Mas no cesaba de pensar y sobre la blanca torre cantaba melancólico y Anar en la tarde se cubría de nubes grises y el viento era suave pero frío y su canto hablaba de tristeza y soledad y quien escuchaba las notas en el éter, suspiraba y bajaba la mirada.

Una tarde, Rhinhiriel que sabia lo que sucedía, le hablo sobre la gran torre, cuando el sol aun brillaba a lo lejos y le dijo:

"El tiempo del regreso de Laitalë está al alcance de la mano, pero además de alegría y fuerza para el reino traerá también dolor y pena a vuestro corazón. Escuchad mi consejo y dejad que la barca que baja por el río llegue al mar; a la costa donde esta anclado tu deseo.

Mientras disfruta de la vista y el aire fragante y marino que renueva las ganas de vivir y las esperanzas. ¡Si la barca se desvía hacia otro cause, que no decaiga vuestro espíritu! ¿Acaso no es el mar extenso y profundo? ¿No es la tierra grande y aun inexplorada? ¿No es el cielo vasto y casi infinito?

¿Quién sabe lo que entre las olas y la espuma traigan a vuestros pies un día? ¿O quien conoce lo que podáis conseguir entre los árboles del bosque o las altas montañas? ¿Hasta las mismas estrellas a veces no caen de cielo? Que vuestra alegría sea por los tuyos, y luego por vos.

Ya habrá tiempo para la dicha que todos ansiamos tener para nosotros mismos. ¡Dejad entonces que el tiempo haga su trabajo y encaminaos de nuevo a las obras de vuestra misión! "

Diciendo estas palabras descendieron y se acercaron entonces hacia un edificio que aun estaba en construcción hacia la cascada madre al nordeste de la ciudad, alli Vilendil dijo:

"Este edificio será para vuestro uso y el de todo aquel que desee estar mas cerca de Iluvatar, ya que concebida en la imagen esta la construcción de este templo, donde la gracia de Erú para con este pueblo noble será siempre agradecida y donde grandes alabanzas se elevaran en su nombre. Es mi deseo y es lo que me indica Súlimo, que seáis vos quien con la ayuda de vuestro guía lleve adelante esta obra de iluminación y servicio para con nuestra gente"

Y sonriendo Gilorod asintió y no se hablo de nada mas por ese entonces.