EXTRAÑOS RECUERDOS
En el mismo tiempo en que Altari Mindon al fin se erguía entre las montañas; Los cultivos florecían altos y tiernos y ya era cercano el momento de la cosecha. Sin embargo hordas salvajes de hombres que vivían del robo y el vandalismo comenzaron a irrumpir en aquellas, hasta ahora, pacificas tierras. Los ataques a los residentes de los valles eran mas frecuentes así que se ordeno su protección con mayor presencia guardiana y de algunos encuentros a veces salía herido por alguna flecha o alguna espada, alguno que servia al reino. Así fue que se comenzaron a fomentarse las casas de curación y eran alli donde se atendía cualquier caso que necesitase reposo y cuidado; Donde las mujeres expertas y hábiles para la salud y la cura estaban siempre a la disposición.
Entre ellas estaba Gilheniel y gran renombre tenia, ya que había sido instruida en esas artes desde pequeña y muchas heridas y enfermedades trató y sanó con sus dones.
Una tarde, luego de una larga faena, caminaba por los jardines de la ciudad y sentada se encontró mirando hacia el oeste, mientras una canción desde lo alto la hacia traer el tiempo pasado a su mente; cuando aun desconocía tantas cosas del mundo, mientras vivía en los bosques siempre dorados y la vida era tranquila y sin complicaciones.
De pronto un recuerdo la invadió, y se vio a si misma sentada en el linde del bosque, sosteniendo la cabeza de un hombre moribundo mientras bajo la mirada curiosa de algunos, sus manos brillaban y traían de vuelta a la vida a aquel ser.
El canto cesó y despertó del ensueño. El viento había cambiado y ya no era frío ni áspero. Algo había ocurrido que las nubes de lluvia se disipaban y aclaraban el cielo que comenzaba a ser iluminado por las estrellas. Algo contrariada se encamino a casa y paso la noche en inquieto dormir hasta que al fin el alba asomó por sobre las montañas.
Entretanto Thinedhel, el hacedor de barcos junto a Aradhel el noble, pasaban la mayoría del tiempo hacia el muelle de las cascadas que venían desde la ciudad, se encargaban junto a muchos elfos y hombres de la pesca en la laguna, y de vez en cuando hacían expediciones hacia en el gran mar central donde se perdían durante días en desconocidas empresas.
Anamoriel le gustaba conocer nuevos sitios y se mantenía al tanto de la vigilancia de las fronteras del reino, junto a Arendilë y Atanvardo, manteniéndo juntos con las tropas, a raya a los invasores. Gilorod en cambio pasaba largo tiempo conversando con Caledhel el sabio, acerca de muchas cosas, entre ellas de Beleriand y su caída, historia que conocía el elfo a perfección y con detalle ya que había sido en aquellos remotos tiempos parte de la corte de Thingol antes del la perdida del control del reino junto a Annariel, la madre de Vilendil quien servia a Melian y con quien huiría luego hacia las montañas azules y más allá.
Gilheniel por su parte no tenía enfermos que atender ni heridos por el momento, la paz retornaba al reino y quería estar en actividad de nuevo. Trato de unirse a Vilendil y a los otros en los limites de la ciudad, pero ya habían partido. Aun no perdiendo las ganas persuadió a Aradhel y a Huinnuro para que la dejasen partir junto a ellos en sus viajes y lo logró.
Luego de varios días de preparativos y arreglos, partieron entonces los tres compañeros con algunos elfos en barcas de madera plateada, con altas velas blancas llevando el escudo unificado estampado en ellas y la figura esbelta de un cisne con alas abiertas en la proa, típico rasgo de la herencia remota de la gente amada de Alqualondë, ancestros de los Galadrim a los cuales Thinedhel perteneció y más aun desciende.
Así, navegando río abajo, llegaron días después al mar central y colocando un pequeño campamento pasaron algunos días junto a sus playas mientras al correr de los días reconocían el terreno cercano.
Sucedió que una mañana, Thinedhel y sus compañeros fueron en busca de alimento y salieron temprano, mientras Gilheniel aun dormía y ella no notó la ausencía hasta que despertando se encontró sola entonces.
Recién se levantabaa y saliendo de su ensoñación, desde el campamento divisó el gran mar y por alguna razón sintió que las aguas la llamaban, como atrayéndola a bañarse en sus aguas y al cabo de algunos minutos dirigió sus pasos hacia ella luego de vencer sus propios pensamientos que la frenaban. Caminó por largo rato por la costa hacia el este mientras iba como hipnotizada por una música que se navegaba en el el aire, en la brisa cálida que traía el mar, y que a medida que caminaba se acercaba cada vez mas, llenándola de gozo y a la vez de curiosidad.
Por un momento, sintió que no gobernaba sus acciones y que iba atraída sin remedio a un destino desconocido, cuando de pronto, como en una pequeña playa escondida, encontró a un hombre de ropajes de guerrero un poco razgadas, sentado sobre una roca donde las olas golpeaban, entonando una suerte de canción, mientras el brillo del agua salpicada, reflejaba tonos multicolores con cada rayo de sol.
Era un hombre, pero a la vez parecía un elfo de antaño; su porte era fuerte como los segundos nacidos, pero su rostro y su voz resaltaban la belleza de sus palabras y su canto no dejaba de envolver con sutiles hebras la mirada y el corazón de Lissema; Tal era la fascinación en la que ella se encontraba.
Mientras le escuchaba su corazón se volvió hacia él y no pudo escapar entonces del hechizo; Su mente recreaba la realidad de las cosas que decía y se estremeció al comprender lo profundo de los sentimientos que albergaba el extraño de sus ojos que a la vez no le era del todo desconocido.
La canción hablaba de una vida en peligro, que mientras transitaba oscuros caminos de muerte, vio una luz que le llamaba a regresar, que siguió con emoción y con la cual logro despertar de un sueño sin retorno. Vería entonces la luz de nuevo sobre él, iluminándole el rostro como dos estrellas que le veían con alegría y hasta con ternura mientras le sonreían y le daban vida a su vida. Hablaba de una vida sin recuerdos que comenzó de nuevo a contarse desde ese día. El día que su corazón le fuese robado por aquellos ojos y que deseaba ver con tanto anhelo y que eran desde entonces su guía en el camino solitario e inspiración en cada pensamiento hermoso que floreciera en su mente llena de olvido o en su canto que no conocía otra razón de ser que no fuese aquella que le salvara de la eterna noche.
Mientras ella le admiraba, él la vio al fin, y con ayuda de la música de las olas, se acerco a Lissema como en un sueño; Con lentitud y suavidad, deslizándose entre sus brazos, y ella en los suyos, permaneciendo así mientras las aguas bañaban sus pies y Anar pasaba silencioso sobre ellos.
Cuando aun Gilheniel escuchaba a Aiwan cantar, Thinedhel volvía con sus compañeros al campamento y se alarmaron a no encontrar rastro alguno de Lissema. Temiendo algún rapto por algún enemigo, se dieron en su busca pero no la hallaron ni ese día ni los siguientes. Ya que ella permaneció junto a él y de su lado no se apartó, pues el amor le había ganado a la razón y mucho mas grave aun: su corazón.
Con las manos vacías regresaron río arriba a Olostion varios días despues, y la pena por la perdida cubrió la ciudad y a su gente entonces. ¡Se ha apagado la estrella de sus manos! ¡La luz de sus ojos ahora no nos mira! - decían.
Sin embargo Rhinhiriel nada dijo acerca de lo sucedido y guardo silencio. Vilendil ordeno entonces su búsqueda y comenzó así a actuar de nuevo el hado. Este hecho desencadenaría el encuentro de algo mas que una doncella perdida en los brazos de su amado; Una jugada del destino.
En el mismo tiempo en que Altari Mindon al fin se erguía entre las montañas; Los cultivos florecían altos y tiernos y ya era cercano el momento de la cosecha. Sin embargo hordas salvajes de hombres que vivían del robo y el vandalismo comenzaron a irrumpir en aquellas, hasta ahora, pacificas tierras. Los ataques a los residentes de los valles eran mas frecuentes así que se ordeno su protección con mayor presencia guardiana y de algunos encuentros a veces salía herido por alguna flecha o alguna espada, alguno que servia al reino. Así fue que se comenzaron a fomentarse las casas de curación y eran alli donde se atendía cualquier caso que necesitase reposo y cuidado; Donde las mujeres expertas y hábiles para la salud y la cura estaban siempre a la disposición.
Entre ellas estaba Gilheniel y gran renombre tenia, ya que había sido instruida en esas artes desde pequeña y muchas heridas y enfermedades trató y sanó con sus dones.
Una tarde, luego de una larga faena, caminaba por los jardines de la ciudad y sentada se encontró mirando hacia el oeste, mientras una canción desde lo alto la hacia traer el tiempo pasado a su mente; cuando aun desconocía tantas cosas del mundo, mientras vivía en los bosques siempre dorados y la vida era tranquila y sin complicaciones.
De pronto un recuerdo la invadió, y se vio a si misma sentada en el linde del bosque, sosteniendo la cabeza de un hombre moribundo mientras bajo la mirada curiosa de algunos, sus manos brillaban y traían de vuelta a la vida a aquel ser.
El canto cesó y despertó del ensueño. El viento había cambiado y ya no era frío ni áspero. Algo había ocurrido que las nubes de lluvia se disipaban y aclaraban el cielo que comenzaba a ser iluminado por las estrellas. Algo contrariada se encamino a casa y paso la noche en inquieto dormir hasta que al fin el alba asomó por sobre las montañas.
Entretanto Thinedhel, el hacedor de barcos junto a Aradhel el noble, pasaban la mayoría del tiempo hacia el muelle de las cascadas que venían desde la ciudad, se encargaban junto a muchos elfos y hombres de la pesca en la laguna, y de vez en cuando hacían expediciones hacia en el gran mar central donde se perdían durante días en desconocidas empresas.
Anamoriel le gustaba conocer nuevos sitios y se mantenía al tanto de la vigilancia de las fronteras del reino, junto a Arendilë y Atanvardo, manteniéndo juntos con las tropas, a raya a los invasores. Gilorod en cambio pasaba largo tiempo conversando con Caledhel el sabio, acerca de muchas cosas, entre ellas de Beleriand y su caída, historia que conocía el elfo a perfección y con detalle ya que había sido en aquellos remotos tiempos parte de la corte de Thingol antes del la perdida del control del reino junto a Annariel, la madre de Vilendil quien servia a Melian y con quien huiría luego hacia las montañas azules y más allá.
Gilheniel por su parte no tenía enfermos que atender ni heridos por el momento, la paz retornaba al reino y quería estar en actividad de nuevo. Trato de unirse a Vilendil y a los otros en los limites de la ciudad, pero ya habían partido. Aun no perdiendo las ganas persuadió a Aradhel y a Huinnuro para que la dejasen partir junto a ellos en sus viajes y lo logró.
Luego de varios días de preparativos y arreglos, partieron entonces los tres compañeros con algunos elfos en barcas de madera plateada, con altas velas blancas llevando el escudo unificado estampado en ellas y la figura esbelta de un cisne con alas abiertas en la proa, típico rasgo de la herencia remota de la gente amada de Alqualondë, ancestros de los Galadrim a los cuales Thinedhel perteneció y más aun desciende.
Así, navegando río abajo, llegaron días después al mar central y colocando un pequeño campamento pasaron algunos días junto a sus playas mientras al correr de los días reconocían el terreno cercano.
Sucedió que una mañana, Thinedhel y sus compañeros fueron en busca de alimento y salieron temprano, mientras Gilheniel aun dormía y ella no notó la ausencía hasta que despertando se encontró sola entonces.
Recién se levantabaa y saliendo de su ensoñación, desde el campamento divisó el gran mar y por alguna razón sintió que las aguas la llamaban, como atrayéndola a bañarse en sus aguas y al cabo de algunos minutos dirigió sus pasos hacia ella luego de vencer sus propios pensamientos que la frenaban. Caminó por largo rato por la costa hacia el este mientras iba como hipnotizada por una música que se navegaba en el el aire, en la brisa cálida que traía el mar, y que a medida que caminaba se acercaba cada vez mas, llenándola de gozo y a la vez de curiosidad.
Por un momento, sintió que no gobernaba sus acciones y que iba atraída sin remedio a un destino desconocido, cuando de pronto, como en una pequeña playa escondida, encontró a un hombre de ropajes de guerrero un poco razgadas, sentado sobre una roca donde las olas golpeaban, entonando una suerte de canción, mientras el brillo del agua salpicada, reflejaba tonos multicolores con cada rayo de sol.
Era un hombre, pero a la vez parecía un elfo de antaño; su porte era fuerte como los segundos nacidos, pero su rostro y su voz resaltaban la belleza de sus palabras y su canto no dejaba de envolver con sutiles hebras la mirada y el corazón de Lissema; Tal era la fascinación en la que ella se encontraba.
Mientras le escuchaba su corazón se volvió hacia él y no pudo escapar entonces del hechizo; Su mente recreaba la realidad de las cosas que decía y se estremeció al comprender lo profundo de los sentimientos que albergaba el extraño de sus ojos que a la vez no le era del todo desconocido.
La canción hablaba de una vida en peligro, que mientras transitaba oscuros caminos de muerte, vio una luz que le llamaba a regresar, que siguió con emoción y con la cual logro despertar de un sueño sin retorno. Vería entonces la luz de nuevo sobre él, iluminándole el rostro como dos estrellas que le veían con alegría y hasta con ternura mientras le sonreían y le daban vida a su vida. Hablaba de una vida sin recuerdos que comenzó de nuevo a contarse desde ese día. El día que su corazón le fuese robado por aquellos ojos y que deseaba ver con tanto anhelo y que eran desde entonces su guía en el camino solitario e inspiración en cada pensamiento hermoso que floreciera en su mente llena de olvido o en su canto que no conocía otra razón de ser que no fuese aquella que le salvara de la eterna noche.
Mientras ella le admiraba, él la vio al fin, y con ayuda de la música de las olas, se acerco a Lissema como en un sueño; Con lentitud y suavidad, deslizándose entre sus brazos, y ella en los suyos, permaneciendo así mientras las aguas bañaban sus pies y Anar pasaba silencioso sobre ellos.
Cuando aun Gilheniel escuchaba a Aiwan cantar, Thinedhel volvía con sus compañeros al campamento y se alarmaron a no encontrar rastro alguno de Lissema. Temiendo algún rapto por algún enemigo, se dieron en su busca pero no la hallaron ni ese día ni los siguientes. Ya que ella permaneció junto a él y de su lado no se apartó, pues el amor le había ganado a la razón y mucho mas grave aun: su corazón.
Con las manos vacías regresaron río arriba a Olostion varios días despues, y la pena por la perdida cubrió la ciudad y a su gente entonces. ¡Se ha apagado la estrella de sus manos! ¡La luz de sus ojos ahora no nos mira! - decían.
Sin embargo Rhinhiriel nada dijo acerca de lo sucedido y guardo silencio. Vilendil ordeno entonces su búsqueda y comenzó así a actuar de nuevo el hado. Este hecho desencadenaría el encuentro de algo mas que una doncella perdida en los brazos de su amado; Una jugada del destino.
