ILUSIONES
Corría el quinto día de Lotessë, y veloz hacia el norte del Sirineldion, cruzaba a galope Nódriem, acercándose ahora al Cîlross, el paso de la lluvia; una especie de atajo entre las montañas, para llegar rápidamente al folde este del Meneltobas.
Se le llamaba así, por que en cualquier época del año, una lluvia constante caía sobre el lugar y sumado a la espesa vegetación y el terreno húmedo y resbaladizo, hacia la tarea de cruce difícil y lenta. Se contaba que en tiempos muy remotos, una elfa avari vivía allí junto a su esposo e hijos, en un humilde hogar entre los arboles a los pies de la montaña y que un día, unas bestias nacidas en la oscuridad del mundo atacaron su casa y mataron a su familia entera, dejándola sola y moribunda. Cuenta la leyenda que lloró su desgracia a la montaña y se dice que el espíritu que vivía en su interior la escucho y antes de que ella muriera le prometió que su pena y su llanto serian eternos en ese lugar, limpiando con lagrimas desde lo alto, la sangre derramada de su familia, al igual que alejando todo mal de allí hasta el fin del tiempo.
Así todo elfo, hombre, bestia o cualquiera otra que se acercase, sabría de su dolor y mojándose con lluvia fría y caminando una senda tortuosa, sentirían el peso de la desgracia sufrida por ella, siendo de llovizna y frío para los corazones oprimidos; y de niebla y granizo para aquellos orgullosos y malignos en su ser.
Moría la tarde y Ionedhel acampaba a los pies de la montaña, pensando emprender de nuevo el viaje a través del paso al día siguiente con el amanecer, para vadear con más facilidad las dificultades del terreno y de la lluvia.
Mientras tanto, en Malt-hrota, Valamir veía la llegada de su tercera noche en ese lugar. Dhurog se había ausentado y lo había dejado en custodia de unos de sus hombres mientras se reunía según decían, con un extraño personaje venido del Noroeste, propiamente del folde este del Númen-Metta, que traía consigo los designios de los Valar.
En realidad desconocían el verdadero significado de esas frases y rumores, ya que les era raro que Dhurog hiciera tratos con alguien como él: "Con un mago! Quien quiere tratos con un mago que sirve al oscuro y a la vez dice venir de parte de los Valar?"- decían.
En efecto, El Heiredan había sido convocado por el sujeto venido del oeste, con motivo de ofrecerle un trato y esté fue a verle en los lindes del bosque muerto hacia el sur, cercano a las costas del Nargaerur donde le esperaba.
Allí en una pequeña tienda, alumbrada por antorchas flameantes y una hoguera viva estaba el mago, con unos cuantos hombres. Dhurog fue recibido dentro y hablaron entonces:
"Quien eres? Un mago según sé... Que quiere un mago tratar conmigo? Acaso no tiene poder suficiente para lograr sus propósitos que tiene que pedir favores a un mortal? Ja! Hablad de una vez!"
El mago sentado con una sonrisa serena pero oscura, miraba con orgullo. Estaba ataviado en una túnica verde, portando un báculo con un cristal engarzado, en su mano derecha. Luego de escuchar lo dicho por el hombre respondió:
"Lirezel es el nombre que os daré, aun cuando soy conocido por muchos otros. Y en verdad he venido a proponeros un negocio, más que a pediros ayuda.
Si bien conozco, lideras a muchos hombres y pueden serme útiles para alcanzar una de mis metas. Y aun cuando puedo prescindir de vos para tenerlos bajo mis órdenes, he querido daros una oportunidad, al haceros venir hasta aquí para que por una vía de entendimiento y beneficio mutuo lleguemos a un acuerdo. Me seguís en la idea? "
El rostro de Dhurog se enrojeció y la risa orgullosa que había en sus labios se disipó de golpe. Con el ceño fruncido y los puños cerrados respondió sin dilación:
"Como te atreves? Llamarme aquí para semejante tontería? Ja! Para que querría yo aliarme a ti? Y más aun, arrodillarme ante ti con semejante trato? Jamas! Óyelo bien aprendiz de hechicero! Jamas! No tengo nada que negociar contigo!"
Y levantándose de la silla río una vez más y con la mano al ciño se dio vuelta para marcharse. Cuando escucho la voz de Lirezel de nuevo diciendo:
"Ya os he dicho. Quise ser generoso con vos pero me habéis dado la espalda. Crees prudente darle la espalda a un mago?"
Y en ese instante, Dhurog se volvió decidido a atacar con Lygoth, cuando se percato que no había nadie en la tienda. Y la confusión le veló de pronto, pero no lo suficiente como para no percatarse que Lirezel estaba detrás de él. Y dando un salto hacia delante se volteó y miró pero el mago tampoco estaba allí. Estaba solo.
Salió de inmediato de la tienda y la hoguera seguía encendida y vio a Lirezel allí al fin, del otro lado; de pie y solo. En realidad no hubo nadie allí nunca, el mago siempre estuvo solo. Y Dhurog entendió que era todo una trampa: Había sido una ilusión; ni la tienda estaba detrás. Sintió temor de no saber que esperar y entonces de nuevo Lirezel habló:
"Veo que no sirvió de nada mi propuesta de buena voluntad. Ahora os toca esperar el resultado de vuestra tonta decisión. "
Al decir estas palabras se escuchó un ruido entre los arboles cercanos y todo quedo en silencio. Lirezel vio alrededor y algo le inquietaba: Una fuerza extraña, mas no dijo nada.
En el momento que siguió, Dhurog estaba inmovilizado y tenia la mirada fija en el mago del otro lado de la hoguera alta y brillante.
De pronto como por una súbita incandescencia vio de nuevo al mago y no le distinguió. Había cambiado su vestimenta y ya no se veía igual. Allí los ojos del Heiredan casi salen de sus órbitas al ver la nueva apariencia de Lirezel del otro lado del fuego: Riendo y marchándose mientras quedaba detenido como estatua sin poder decir palabra alguna.
Pasó la noche callada y vigilante sobre la tierra media y ya al amanecer comenzaba Nódriem a cruzar el Cîlross.
Un poco antes, esa madrugada del día quinto, reapareció Dhurog en Malt- hrota, y reuniendo a sus hombres les dijo:
"Es preciso que partamos hacia el campamento en Uilumgardh, ya que ha debemos planear de una vez por todas el golpe definitivo contra la ciudad. Ya no podemos esperar más! Nadie nos puede tomar la delantera!"
Los Morhunrim vieron preocupación en el rostro de Dhurog y preguntaron por el cambio repentino y acerca de la reunión con el extranjero en el sur. Dhurog solo se limito a decir:
"No tenemos nada que tratar con extraños! Solo importa nuestro objetivo: saquear y gobernar sobre los vestigios de Olostion!"
Y todos con ímpetu gritaron apoyando la decisión que se había tardado mucho, según ellos, en tomar su líder. Y fue así como dejando solo un reducido grupo en Malt-hrota partieron con el amanecer hacia los pantanos del oeste, donde el grueso de los Morhunrim permanecía atento a nuevas ordenes. Antes de marcharse, el Heiredan se acercó a Valamir mirándolo con extrañeza y ordenó que lo ataran y lo dejaran allí en el fondo de la caverna sin alimento ni agua, para que lo matara el paso de los días.
Valamir hasta ese entonces había comido poco y la sed y la fatiga del cuerpo débil lo hacían somnoliento y delirante. Se regocijaba pensando en el hogar, en su familia, mientras se preguntaba que sería de ellos; si lo estarían buscando. Pensaba en el juguetón de Axor, el perro fiel de su hermano Ionedhel. "Nódriem... que será de mi? Vendréis a buscarme quizás?" se decía mientras caía en un sueño cansón y repetitivo, ahora atado casi sin esperanzas.
Mientras tanto, Nódriem avanzaba; Como esperaba, una lluvia fina lo recibía, mojándole las vestiduras y helándole hasta los huesos; no tanto como hubiese imaginado y solo hasta que Anar hizo su aparición a media mañana.
Aredhel, a esas horas daba la noticia del viaje, ya de regreso en la ciudad y las cabezas gachas denotaban desesperanza. Haeré que sabía de la búsqueda organizó algunos grupos de rescate, que a la larga tampoco dieron con el muchacho. Vilendil junto a Rhinhiriel dirigía las re construcciones y el nuevo acomodo de los que habían perdido todo, mientras Thinedhel terminaba de preparar unas embarcaciones nuevas para una próxima expedición al sur y Arendilë y Anamoriel acompañaban a Haeré en las fronteras con la guardia real.
Caída la tarde, Nódriem salía al fin al valle del folde este y con rápido galope se acercaba a un recodo del río que nace en las montañas hacia más allá al noroeste llamado Ulbanien, las aguas azules, bautizado así en la lengua Valarin, propia del Maia que lleva la égida de Oromë. Acampo en sus orillas aun cuando faltaba menos de un par de jornadas de su destino: la bien custodiada Sein Cair Andros. Y allí paso la noche.
A la mañana siguiente una compañía enviada por Arioch, fue al encuentro de Ionedhel, que ya había sido visto por ojo avizor del duque en la distancia aun el día anterior. Y le dio así la bienvenida a sus estancias. La gran torre dentro de las aguas, Minien Mindon llamada por algunos, conocida por todos como Nueva Cair Andros.
Corría el quinto día de Lotessë, y veloz hacia el norte del Sirineldion, cruzaba a galope Nódriem, acercándose ahora al Cîlross, el paso de la lluvia; una especie de atajo entre las montañas, para llegar rápidamente al folde este del Meneltobas.
Se le llamaba así, por que en cualquier época del año, una lluvia constante caía sobre el lugar y sumado a la espesa vegetación y el terreno húmedo y resbaladizo, hacia la tarea de cruce difícil y lenta. Se contaba que en tiempos muy remotos, una elfa avari vivía allí junto a su esposo e hijos, en un humilde hogar entre los arboles a los pies de la montaña y que un día, unas bestias nacidas en la oscuridad del mundo atacaron su casa y mataron a su familia entera, dejándola sola y moribunda. Cuenta la leyenda que lloró su desgracia a la montaña y se dice que el espíritu que vivía en su interior la escucho y antes de que ella muriera le prometió que su pena y su llanto serian eternos en ese lugar, limpiando con lagrimas desde lo alto, la sangre derramada de su familia, al igual que alejando todo mal de allí hasta el fin del tiempo.
Así todo elfo, hombre, bestia o cualquiera otra que se acercase, sabría de su dolor y mojándose con lluvia fría y caminando una senda tortuosa, sentirían el peso de la desgracia sufrida por ella, siendo de llovizna y frío para los corazones oprimidos; y de niebla y granizo para aquellos orgullosos y malignos en su ser.
Moría la tarde y Ionedhel acampaba a los pies de la montaña, pensando emprender de nuevo el viaje a través del paso al día siguiente con el amanecer, para vadear con más facilidad las dificultades del terreno y de la lluvia.
Mientras tanto, en Malt-hrota, Valamir veía la llegada de su tercera noche en ese lugar. Dhurog se había ausentado y lo había dejado en custodia de unos de sus hombres mientras se reunía según decían, con un extraño personaje venido del Noroeste, propiamente del folde este del Númen-Metta, que traía consigo los designios de los Valar.
En realidad desconocían el verdadero significado de esas frases y rumores, ya que les era raro que Dhurog hiciera tratos con alguien como él: "Con un mago! Quien quiere tratos con un mago que sirve al oscuro y a la vez dice venir de parte de los Valar?"- decían.
En efecto, El Heiredan había sido convocado por el sujeto venido del oeste, con motivo de ofrecerle un trato y esté fue a verle en los lindes del bosque muerto hacia el sur, cercano a las costas del Nargaerur donde le esperaba.
Allí en una pequeña tienda, alumbrada por antorchas flameantes y una hoguera viva estaba el mago, con unos cuantos hombres. Dhurog fue recibido dentro y hablaron entonces:
"Quien eres? Un mago según sé... Que quiere un mago tratar conmigo? Acaso no tiene poder suficiente para lograr sus propósitos que tiene que pedir favores a un mortal? Ja! Hablad de una vez!"
El mago sentado con una sonrisa serena pero oscura, miraba con orgullo. Estaba ataviado en una túnica verde, portando un báculo con un cristal engarzado, en su mano derecha. Luego de escuchar lo dicho por el hombre respondió:
"Lirezel es el nombre que os daré, aun cuando soy conocido por muchos otros. Y en verdad he venido a proponeros un negocio, más que a pediros ayuda.
Si bien conozco, lideras a muchos hombres y pueden serme útiles para alcanzar una de mis metas. Y aun cuando puedo prescindir de vos para tenerlos bajo mis órdenes, he querido daros una oportunidad, al haceros venir hasta aquí para que por una vía de entendimiento y beneficio mutuo lleguemos a un acuerdo. Me seguís en la idea? "
El rostro de Dhurog se enrojeció y la risa orgullosa que había en sus labios se disipó de golpe. Con el ceño fruncido y los puños cerrados respondió sin dilación:
"Como te atreves? Llamarme aquí para semejante tontería? Ja! Para que querría yo aliarme a ti? Y más aun, arrodillarme ante ti con semejante trato? Jamas! Óyelo bien aprendiz de hechicero! Jamas! No tengo nada que negociar contigo!"
Y levantándose de la silla río una vez más y con la mano al ciño se dio vuelta para marcharse. Cuando escucho la voz de Lirezel de nuevo diciendo:
"Ya os he dicho. Quise ser generoso con vos pero me habéis dado la espalda. Crees prudente darle la espalda a un mago?"
Y en ese instante, Dhurog se volvió decidido a atacar con Lygoth, cuando se percato que no había nadie en la tienda. Y la confusión le veló de pronto, pero no lo suficiente como para no percatarse que Lirezel estaba detrás de él. Y dando un salto hacia delante se volteó y miró pero el mago tampoco estaba allí. Estaba solo.
Salió de inmediato de la tienda y la hoguera seguía encendida y vio a Lirezel allí al fin, del otro lado; de pie y solo. En realidad no hubo nadie allí nunca, el mago siempre estuvo solo. Y Dhurog entendió que era todo una trampa: Había sido una ilusión; ni la tienda estaba detrás. Sintió temor de no saber que esperar y entonces de nuevo Lirezel habló:
"Veo que no sirvió de nada mi propuesta de buena voluntad. Ahora os toca esperar el resultado de vuestra tonta decisión. "
Al decir estas palabras se escuchó un ruido entre los arboles cercanos y todo quedo en silencio. Lirezel vio alrededor y algo le inquietaba: Una fuerza extraña, mas no dijo nada.
En el momento que siguió, Dhurog estaba inmovilizado y tenia la mirada fija en el mago del otro lado de la hoguera alta y brillante.
De pronto como por una súbita incandescencia vio de nuevo al mago y no le distinguió. Había cambiado su vestimenta y ya no se veía igual. Allí los ojos del Heiredan casi salen de sus órbitas al ver la nueva apariencia de Lirezel del otro lado del fuego: Riendo y marchándose mientras quedaba detenido como estatua sin poder decir palabra alguna.
Pasó la noche callada y vigilante sobre la tierra media y ya al amanecer comenzaba Nódriem a cruzar el Cîlross.
Un poco antes, esa madrugada del día quinto, reapareció Dhurog en Malt- hrota, y reuniendo a sus hombres les dijo:
"Es preciso que partamos hacia el campamento en Uilumgardh, ya que ha debemos planear de una vez por todas el golpe definitivo contra la ciudad. Ya no podemos esperar más! Nadie nos puede tomar la delantera!"
Los Morhunrim vieron preocupación en el rostro de Dhurog y preguntaron por el cambio repentino y acerca de la reunión con el extranjero en el sur. Dhurog solo se limito a decir:
"No tenemos nada que tratar con extraños! Solo importa nuestro objetivo: saquear y gobernar sobre los vestigios de Olostion!"
Y todos con ímpetu gritaron apoyando la decisión que se había tardado mucho, según ellos, en tomar su líder. Y fue así como dejando solo un reducido grupo en Malt-hrota partieron con el amanecer hacia los pantanos del oeste, donde el grueso de los Morhunrim permanecía atento a nuevas ordenes. Antes de marcharse, el Heiredan se acercó a Valamir mirándolo con extrañeza y ordenó que lo ataran y lo dejaran allí en el fondo de la caverna sin alimento ni agua, para que lo matara el paso de los días.
Valamir hasta ese entonces había comido poco y la sed y la fatiga del cuerpo débil lo hacían somnoliento y delirante. Se regocijaba pensando en el hogar, en su familia, mientras se preguntaba que sería de ellos; si lo estarían buscando. Pensaba en el juguetón de Axor, el perro fiel de su hermano Ionedhel. "Nódriem... que será de mi? Vendréis a buscarme quizás?" se decía mientras caía en un sueño cansón y repetitivo, ahora atado casi sin esperanzas.
Mientras tanto, Nódriem avanzaba; Como esperaba, una lluvia fina lo recibía, mojándole las vestiduras y helándole hasta los huesos; no tanto como hubiese imaginado y solo hasta que Anar hizo su aparición a media mañana.
Aredhel, a esas horas daba la noticia del viaje, ya de regreso en la ciudad y las cabezas gachas denotaban desesperanza. Haeré que sabía de la búsqueda organizó algunos grupos de rescate, que a la larga tampoco dieron con el muchacho. Vilendil junto a Rhinhiriel dirigía las re construcciones y el nuevo acomodo de los que habían perdido todo, mientras Thinedhel terminaba de preparar unas embarcaciones nuevas para una próxima expedición al sur y Arendilë y Anamoriel acompañaban a Haeré en las fronteras con la guardia real.
Caída la tarde, Nódriem salía al fin al valle del folde este y con rápido galope se acercaba a un recodo del río que nace en las montañas hacia más allá al noroeste llamado Ulbanien, las aguas azules, bautizado así en la lengua Valarin, propia del Maia que lleva la égida de Oromë. Acampo en sus orillas aun cuando faltaba menos de un par de jornadas de su destino: la bien custodiada Sein Cair Andros. Y allí paso la noche.
A la mañana siguiente una compañía enviada por Arioch, fue al encuentro de Ionedhel, que ya había sido visto por ojo avizor del duque en la distancia aun el día anterior. Y le dio así la bienvenida a sus estancias. La gran torre dentro de las aguas, Minien Mindon llamada por algunos, conocida por todos como Nueva Cair Andros.
