EL CAMINO AL NARGAERUR
Desde las lejanas tierras del sur, caminaba un valiente guerrero que había escuchado rumores de que se levantaba una hermosa ciudad en algún rincón de la tierra media y quiso su corazón verle, ya que se decía que gentes de muchas razas y provenientes de muchos sitios vivían allí formando una unión contra toda maldad del mundo. Así que pensando en que si fuese cierto esto, pondría su espada y su valor al servicio de tan noble causa.
Por largo tiempo vivió en Esgaroth y defendía esas tierras en el anonimato, hasta que llegado el momento cruzó las montañas nubladas hacia el oeste, en busca de aquella ciudad y no la halló; y al llegar a la costa de esas tierras, Ossë le hablo entre las olas y le dijo: "Hacia el este se levantaba la gran ciudad, dirige vuestros pasos hacia ese lugar. El camino no es claro pero hay una estrella en el mar, que dejará cegados vuestros ojos además de escarcha en vuestro corazón. Ella guiará tus pasos el resto del camino"
Alentado con nuevas fuerzas, recorrió las tierras de Gondor buscando alguna pista y se entero por ese entonces del suceso del Balrog derrotado en las fronteras de Ithilien, además de la partida posterior y misteriosa de la princesa del reino junto a un caballero elfo hacia un destino desconocido. Entonces dedujo que algo tenia de cierto lo que decían los pobladores: hacia el este se dirigían por un llamado divino; aun cuando para ellos parecían solo cuentos de viejas. Estaban conectados los hechos sin duda.
Luego de unos días de viaje de regreso a Esgaroth se topó con una banda de desertores de las filas del ejercito enviado a Mordor; hombres de piel oscura y rostros duros y marcados por el odio y el sol inclemente. Muchos provenían del sur y habían sido forzados a enrolarse en las tropas del oscuro y más que lealtad sentían odio por él. Ahora asaltaban y despojaban a los viajeros poco precavidos y de eso vivían.
En esa ocasión intentaron robar a Battousai (llamado en sindarin Gilharad), pero les llevaba mucha ventaja; al primer ataque ya había desarmado a 4 y tenia uno tomado del cuello con cuchillo en mano. Lo cual cambiaba radicalmente la situación a favor del recién llegado.
Viendo que no era un hombre cualquiera, y que compartía con ellos cierto lenguaje común, se doblegaron ante él y lo tomaron por líder entonces. Reformando sus vías en caminos de bien, se mantuvo con ellos por unos cuantos meses.
Sin embargo no era la vida que quería para sí; errante y proscrita. Ya tiempo atrás había oído la voz del Maia y sabia que su destino estaba en el este. Así que despidiéndose de sus compañeros decidió cruzar el mar de fuego (Eärnar) y encaminarse en la búsqueda de la ciudad escondida; pero ya ninguno quería dejar ir a su nuevo líder, así que decidieron seguirle a pesar de las advertencias de un camino difícil e insospechado.
Desde su pequeño campamento, en las colinas del mar de Rhun, se dirigieron hacia el este y con muchas penas y necesidades cruzaron el gran desierto de Eärnar hasta que al fin llegaron al paso de muchos días, a una cadena de montañas. Al parecer habían perdido orientación durante el trayecto y se desviaron un poco al sudeste.
Según conocía Gilharad Varyanien, la ciudad estaba entre las montañas y un río descendía de ella. Buscó en la zona por algunos días, pero no consiguió ni río ni nada parecido. Cruzaron entonces las montañas por el norte y llegaron al cabo de un día a un río curvo y sinuoso, de cauce ancho y de aguas rápidas. Decidieron seguirlo de momento ya que era una fuente de agua para consumo y de alimento seguro y en ese instante estaban desconcertados en cuanto al camino a seguir.
Apenas amanecía. Corría entonces el día sexto del mes de Lotessë; Varyanien había encontrado el río que cruza el bosque de Aridor.
Por esas horas, pero hacia otro sitio, propiamente Malt-hrota Casarion, ocurrían otros hechos: Dhurog regresaba extrañamente a la guarida, justo cuando el día anterior había dejado moribundo a Valamir en lo profundo de la cueva.
Varyanien por su parte, luego de seguir el río por casi dos días, llegó junto a los suyos, a la desembocadura torrente: Un lago inmenso casi como un mar.
Gilharad en la lengua de su adopción (sindarin) la llamó Nargaerur, que significa ancho mar caliente, nombrándolo así por sus tibias aguas y por la grandeza con la que se imponía, que lo hacia parecer un mar inmenso.
En los meses de mucho viento o cuando Isil hacia sus apariciones, hasta se levantaban grandes olas y sus aguas llegaban a ser casi innavegables. Mucho tiempo antes Vilendil le llamó Eärminnor, en la lengua Noldorin (Quenya), ya que decía que era como un mar tierra adentro.
Varyanien amaba el mar y le atraía mucho el lugar, así que los compañeros decidieron asentarse cercano al lago, un poco hacia el sur hacia los linderos de un bosque espeso, que era extensión de aquel que venia desde los pies de las primeras montaña con las que se habían topado pero ahora en el folde este, las cuales llamaron Ered Gaerin (montañas cobrizas), debido a que tomaban ese tono con la luz del sol en pleno día. Así a orillas del bosque levantaron su caradh (pequeño campamento, grupo de tiendas).
Pocos días después pero en otra orilla del Nargaerur, hacia el nordeste; Lissema y Aiwan se conocían y caminaban juntos en una playa escondida, de blanca arena y altas palmeras que les sirvió de techo y cobijo, mientras los amigos de Gilheniel; Aredhel y Thinedhel sin lograr conseguirla regresaban a Meluvenorë, llamada aun por ese entonces Olostion, en busca de ayuda y consejo, ya que se temía un rapto por los hombres cetrinos que habían estado atacando las fronteras del reino hacia poco tiempo atrás.
Gilharad con alguno de sus hombres habían cruzado el río que baja del valle de Sirineldion, al que llamaban Sirhelë, e impeccionaban la costa cuando descubrieron los restos de un campamento pequeño de hacia pocos días; clara evidencia que había gente viviendo cerca de esa zona y que debían andar con cautela. Conociendo la situación, Varyanien envió a sus compañeros en varias direcciones a recaudar información al respecto mientras él hacia lo mismo a lo largo de la costa este de la desembocadura del río, que por alguna razón le atraía de algún modo.
Luego de un par de días, allí en el esplendor de una tarde, entre las aguas cristalinas y brillantes por la luz de Anar, vio su perdición y su condena: "La Estrella del Mar" pensó.
Una hermosa mujer de rubios cabellos, que jugaba con las olas mientras tomaba un baño y se refrescaba del calor reinante. Allí callado, mudo ante aquella visión estuvo sin moverse entre la vegetación como paralizado; La joven no era otra que Gilheniel Lissema. Al parecer Aiwan se había ausentado en busca de leña y algunos frutos, y ella se deleitaba en la playa y sin advertir la presencia del extraño.
Gilharad la deseó entonces y quiso el hado que estuviese allí y observara la beatitud de su figura casi desnuda y la sutileza de sus movimientos, para enamorarse irremediablemente de ella y caer bajo su hechizo, del cual podía difícilmente escapar.
Desde las lejanas tierras del sur, caminaba un valiente guerrero que había escuchado rumores de que se levantaba una hermosa ciudad en algún rincón de la tierra media y quiso su corazón verle, ya que se decía que gentes de muchas razas y provenientes de muchos sitios vivían allí formando una unión contra toda maldad del mundo. Así que pensando en que si fuese cierto esto, pondría su espada y su valor al servicio de tan noble causa.
Por largo tiempo vivió en Esgaroth y defendía esas tierras en el anonimato, hasta que llegado el momento cruzó las montañas nubladas hacia el oeste, en busca de aquella ciudad y no la halló; y al llegar a la costa de esas tierras, Ossë le hablo entre las olas y le dijo: "Hacia el este se levantaba la gran ciudad, dirige vuestros pasos hacia ese lugar. El camino no es claro pero hay una estrella en el mar, que dejará cegados vuestros ojos además de escarcha en vuestro corazón. Ella guiará tus pasos el resto del camino"
Alentado con nuevas fuerzas, recorrió las tierras de Gondor buscando alguna pista y se entero por ese entonces del suceso del Balrog derrotado en las fronteras de Ithilien, además de la partida posterior y misteriosa de la princesa del reino junto a un caballero elfo hacia un destino desconocido. Entonces dedujo que algo tenia de cierto lo que decían los pobladores: hacia el este se dirigían por un llamado divino; aun cuando para ellos parecían solo cuentos de viejas. Estaban conectados los hechos sin duda.
Luego de unos días de viaje de regreso a Esgaroth se topó con una banda de desertores de las filas del ejercito enviado a Mordor; hombres de piel oscura y rostros duros y marcados por el odio y el sol inclemente. Muchos provenían del sur y habían sido forzados a enrolarse en las tropas del oscuro y más que lealtad sentían odio por él. Ahora asaltaban y despojaban a los viajeros poco precavidos y de eso vivían.
En esa ocasión intentaron robar a Battousai (llamado en sindarin Gilharad), pero les llevaba mucha ventaja; al primer ataque ya había desarmado a 4 y tenia uno tomado del cuello con cuchillo en mano. Lo cual cambiaba radicalmente la situación a favor del recién llegado.
Viendo que no era un hombre cualquiera, y que compartía con ellos cierto lenguaje común, se doblegaron ante él y lo tomaron por líder entonces. Reformando sus vías en caminos de bien, se mantuvo con ellos por unos cuantos meses.
Sin embargo no era la vida que quería para sí; errante y proscrita. Ya tiempo atrás había oído la voz del Maia y sabia que su destino estaba en el este. Así que despidiéndose de sus compañeros decidió cruzar el mar de fuego (Eärnar) y encaminarse en la búsqueda de la ciudad escondida; pero ya ninguno quería dejar ir a su nuevo líder, así que decidieron seguirle a pesar de las advertencias de un camino difícil e insospechado.
Desde su pequeño campamento, en las colinas del mar de Rhun, se dirigieron hacia el este y con muchas penas y necesidades cruzaron el gran desierto de Eärnar hasta que al fin llegaron al paso de muchos días, a una cadena de montañas. Al parecer habían perdido orientación durante el trayecto y se desviaron un poco al sudeste.
Según conocía Gilharad Varyanien, la ciudad estaba entre las montañas y un río descendía de ella. Buscó en la zona por algunos días, pero no consiguió ni río ni nada parecido. Cruzaron entonces las montañas por el norte y llegaron al cabo de un día a un río curvo y sinuoso, de cauce ancho y de aguas rápidas. Decidieron seguirlo de momento ya que era una fuente de agua para consumo y de alimento seguro y en ese instante estaban desconcertados en cuanto al camino a seguir.
Apenas amanecía. Corría entonces el día sexto del mes de Lotessë; Varyanien había encontrado el río que cruza el bosque de Aridor.
Por esas horas, pero hacia otro sitio, propiamente Malt-hrota Casarion, ocurrían otros hechos: Dhurog regresaba extrañamente a la guarida, justo cuando el día anterior había dejado moribundo a Valamir en lo profundo de la cueva.
Varyanien por su parte, luego de seguir el río por casi dos días, llegó junto a los suyos, a la desembocadura torrente: Un lago inmenso casi como un mar.
Gilharad en la lengua de su adopción (sindarin) la llamó Nargaerur, que significa ancho mar caliente, nombrándolo así por sus tibias aguas y por la grandeza con la que se imponía, que lo hacia parecer un mar inmenso.
En los meses de mucho viento o cuando Isil hacia sus apariciones, hasta se levantaban grandes olas y sus aguas llegaban a ser casi innavegables. Mucho tiempo antes Vilendil le llamó Eärminnor, en la lengua Noldorin (Quenya), ya que decía que era como un mar tierra adentro.
Varyanien amaba el mar y le atraía mucho el lugar, así que los compañeros decidieron asentarse cercano al lago, un poco hacia el sur hacia los linderos de un bosque espeso, que era extensión de aquel que venia desde los pies de las primeras montaña con las que se habían topado pero ahora en el folde este, las cuales llamaron Ered Gaerin (montañas cobrizas), debido a que tomaban ese tono con la luz del sol en pleno día. Así a orillas del bosque levantaron su caradh (pequeño campamento, grupo de tiendas).
Pocos días después pero en otra orilla del Nargaerur, hacia el nordeste; Lissema y Aiwan se conocían y caminaban juntos en una playa escondida, de blanca arena y altas palmeras que les sirvió de techo y cobijo, mientras los amigos de Gilheniel; Aredhel y Thinedhel sin lograr conseguirla regresaban a Meluvenorë, llamada aun por ese entonces Olostion, en busca de ayuda y consejo, ya que se temía un rapto por los hombres cetrinos que habían estado atacando las fronteras del reino hacia poco tiempo atrás.
Gilharad con alguno de sus hombres habían cruzado el río que baja del valle de Sirineldion, al que llamaban Sirhelë, e impeccionaban la costa cuando descubrieron los restos de un campamento pequeño de hacia pocos días; clara evidencia que había gente viviendo cerca de esa zona y que debían andar con cautela. Conociendo la situación, Varyanien envió a sus compañeros en varias direcciones a recaudar información al respecto mientras él hacia lo mismo a lo largo de la costa este de la desembocadura del río, que por alguna razón le atraía de algún modo.
Luego de un par de días, allí en el esplendor de una tarde, entre las aguas cristalinas y brillantes por la luz de Anar, vio su perdición y su condena: "La Estrella del Mar" pensó.
Una hermosa mujer de rubios cabellos, que jugaba con las olas mientras tomaba un baño y se refrescaba del calor reinante. Allí callado, mudo ante aquella visión estuvo sin moverse entre la vegetación como paralizado; La joven no era otra que Gilheniel Lissema. Al parecer Aiwan se había ausentado en busca de leña y algunos frutos, y ella se deleitaba en la playa y sin advertir la presencia del extraño.
Gilharad la deseó entonces y quiso el hado que estuviese allí y observara la beatitud de su figura casi desnuda y la sutileza de sus movimientos, para enamorarse irremediablemente de ella y caer bajo su hechizo, del cual podía difícilmente escapar.
