SENDAS DE LA NOCHE
Justo en ese amanecer Aiwan y Calatirno como se menciona en otro sitio, llegaban al campamento junto a los Laitalhossë y notificaban acerca de la ruta tomada por Mirelen y de la presunta localización de Lirezel pero ya para esas horas Varnel, el Istar que venía en camino, había partido solo el día anterior en busca de la elfa Vanyar y había girado ordenes a las capitanas Deirdre y Aranel para que avanzaran hacia el norte junto a la tropa, siguiendo el curso del río después del segundo amanecer luego de su partida, es decir el día siguiente al retorno de los mensajeros. Ese día pero a primeras horas de la mañana se preparaba toda la tropa de Laitalhossë para marchar al norte como estaba planeado y así se hizo. Aiwan iba con ellos.
Esa fría mañana, al despuntar el alba, Valamir se encontraba caminando a la vera de las montañas, pero ahora hacia el noroeste acercándose a un paso entre las montañas que desde lejos había divisado; una garganta estrecha y escarpada envuelta en espesos y altos árboles. Allí, estos eran de un suave tono rojizo, entremezclándose con un rosa pálido, debido a que por esos meses y casi durante todo el año estallaban en flores que dejaban bajo sus copas y sus gruesos tallos, una alfombra colorada que al morir la tarde se podía apreciar como un otoño tardío o Quellë (Quenya), por que con la suave brisa, las ramas cantaban a coro como con el sonido de las olas del mar lejano, dejando caer los perfumados pétalos con lentitud y elegancia para deleite de quien se atreviera a disfrutar de semejante escena, en un lugar tan remoto y solitario; Como ahora sucedía esa tarde, luego de un largo trayecto y de muchas horas de hambruna inclemente, cuando entre su fascinación y la curiosidad, Valamir Mithenel se perdía en sus laberintos en busca de la "estrella caída de los cielos", que había visto la madrugada del día anterior. Por esa razón, Valamir llamó a esa bosque Taurelantië (Quenya), bosque de la estrella caída, sin embargo mas tarde a esa región de la garganta que incluía al bosque entre ella, Mirelen la llamó Cilya- Nasaldarion (Quenya / Valarin), la grieta de los árboles rojizos (rojo claro), luego de establecerse en sus cercanías años después.
En esa noche estrellada, Isil estaba algo retrasada y aun no aparecía sobre el firmamento y entre el ahora oscuro bosque caminaba Valamir siguiendo una extraña figura de un hombre con un manto largo y un báculo brillante que llevaba una cierta luz consigo, que desde la tarde había visto aparecer aquí y allá entre la arboleda y que quizás era la respuesta a la señal celeste de aquella noche. Lo siguió incansable y al fin le dió alcance, al salir a una especie de claro dentro del bosquecillo. Al acercarse Mithenel vio una pequeña fogata y al hombre sentado contemplando las llamas. Al ver sus ojos brillantes supo que era un mago y este observándole detenidamente le dijo:
"Al fin os veo de nuevo! Acércate y charla conmigo un rato. Así como lo hacen las aves nocturnas, así como lo hicieron los ciervos que me hablaron de ti , como lo hará una Wilwarin al posarse sobre algún Niphredil hablándome entonces de néctar y polen. Así como lo haremos hasta que llegue el sueño en forma de niebla y nos cobije con descanso y reposo. No temáis! Al igual que vos, estoy aquí por una razón y quizás sea la misma que la vuestra!"
Mithenel con cierto recelo camino hacia él y le dijo a cierta distancia:
"Solo busco la luz caída del cielo. Quiero volver pronto con los que amo, pero antes deseo ver la estrella que me ha sido señalada en las horas frías y de desolación en las que se encontraba mi alma. Sabes a quien pertenece tan brillante estela? O quizás ha sido vuestra merced quien ha llamado mi atención aun sin intentarlo?"
El mago sonrió levemente y solo dijo:
"Ciertamente os he atraído hasta aquí con un propósito: el de conoceros; Ya que veo en vos cierta cualidad que va a expandirse pronto dentro de vos y será de algún modo de buenaventura para algunos. Sin embargo, la señal del cielo ha sido para mí. La señal de que debo esperar el momento justo para ir al fin a la ciudad cercana hacia el noroeste. Olostion como le he oído llamar."
Sintiéndose guiado por su instinto, no le vio como una mala persona. Así que Mithenel se acerco al mago y se mantuvo escuchándolo con atención durante horas, interrumpiendo de cuando en cuando para saber alguna cosa, mientras su compañero le hablaba de tierras lejanas, de las cosas por venir y del por que estaba allí y hasta su nombre. Ya entrada la noche, el sueño lo venció y durmió serenamente a la luz de la llama danzante de la hoguera, mientras el mago aun sentado contemplaba el cielo mientras meditaba un poco. Los Laitalhossë horas antes habian alcanzado cierta altura del Sirellë y acampan en sus cercanías pasando la noche allí.
En la madrugada, Aiwan dormía plácidamente cuando escucho la voz de las aguas que lo llamaban, y despertando con tremenda ansiedad en sus corazón, cruzó el río, caminando solo hacía el sur, siguiendo la corriente y se perdió. Sus compañeros no pudiéndolo encontrar al amanecer tuvieron que seguir sin él y hubo pesar en sus corazones. Su amigo Calatirno decidió buscarle y solo el se retrasó del grupo y por días lo busco sin conseguirlo.
Amaneció para todos el noveno día de Gwirith, y temprano esa mañana estaba Gilheniel caminando entre los muelles, saludando con su belleza y su sonrisa al mundo que la observaba de cerca, viendo llegar la hora de su destino que estaba próxima. Varyanien por su parte estaba embelesado viendo por primera vez las aguas del Nargaerur frente a él, al tiempo que Nódriem llegaba al recodo más oriental del río proveniente de las altas montañas del Meneltobas, llamado Sirenyello. Al medio día el ejercito de los benditos, comenzaba de nuevo la marcha; ya para esa hora Aiwan estaba cercano a la desembocadura del río al mismo tiempo que Gilheniel embarcaba con sus amigos en los muelles del valle.
Mas tarde es día, un estraño caballero de nombre Losserondo, llega desde el este hacia la tierra de los medianos al sur y lo reciben con gracia al ahuyentar algunas peligrosas bestias salvajes y le obsequian un corcel por su ayuda desinteresada.
Aeregwen dentro de la ciudad, recordó su cita con el mago de verde y al claro atardecer, caminaba hacia el lugar del encuentro y lo vio sentado en un árbol caído y seco, cercano a la entrada de la que era su antigua casa. Allí invitándola a sentarse junto a él, le comento que su hijo estaba bien y que había sido salvado de todo mal y que mientras mas le ayudara mas rápido vendría a ella, así que le pidió nuevas de la ciudad.
Ella esperaba con ansias su reencuentro con Valamir y se desilusionó al saber que aun no lo vería pero aun con el anhelo vivo y la esperanza esperó. Le comentó acerca de la extraña desaparición de Gilheniel y que se estaban preparando fuerzas para partir hacia el sur en su búsqueda, ya que se sospechaba que había sido raptada y su rescate no tardaría en efectuarse. Al oír estas palabras paso una sombra de confusión por la cara de el hombre ataviado en verde, pero rápidamente se disipo y le sonrío de nuevo. Se levanto con prontitud y camino hacia el sendero. Se volvió y dijo:
"Vuestro hijo os será dado mas pronto de lo que creéis, pero tengo que preparar su regreso y por eso debo partir de inmediato. Mañana ven hasta aquí de nuevo y os diré la hora y el lugar donde podréis encontraros con el. Solo pido que me digáis entonces que han decidido hacer los valientes guerreros de vuestra ciudad. Hasta entonces"
Lirezel envuelto en dudas y sospechando alguna corriente adversa a sus propósitos, envía hombres desde Uileulca- Mená hacia Maltrota Casarion en busca de Valamir, y envía otro grupo a vigilar las fronteras septentrionales del valle de Sirineldion para impedir cualquier ayuda proveniente del folde este si llegase a darse. Tratando de tener total control del escenario. Luego de dar las ordenes, parte sobre su corcel hacia el oeste abandonando al encontrarse a cierta distancia, de la imagen de Dhurog, adentrándose en la oscura noche que comienza a cernirse sobre él, la cual a medida que avanza le acerca al Nelhirtier, el encuentro de los tres caminos, donde la seducción maligna le espera con forma de mujer.
Algunos dicen que Cúran (luna creciente) es generosa y cuando aparece en el cielo trae algo más que malos augurios... esa misma noche, por los largos senderos del lejano oeste, una doncella solitaria sobre un corcel de oscuras crines, avanza serena y constante, mientras descubriendo su rostro eleva un susurro al cielo sereno:
"Hantale Isil amilinya, veo mas claro el camino que debo seguir"- dice mientras a paso tranquilo cruza el paso gris, luego de un encuentro poco amistoso con algunos ladrones.
"Balarod aun nos queda mucho por andar, no hay tiempo para descansar" mientras desaparece en las penumbras nocturnas de una noche que termina al parecer, calmada y serena.
Ya menguaba el brillo del arco lunar y el alba estaba cada vez mas cerca. Ya se alistaban los Laitalhossë para marchar de nuevo, dirigidos por las capitanas Aranel y Rhianion cuando hablaban acerca de las noticias recibidas por el buho mensajero de Radagast a mitad de la noche, revelando que Mirelen le ha dejado información acerca de Lirezel y que esperaría por ella o por otra señal para dirigirse hacía la ciudad, mientras que la elfa iba a investigar la aparición de un hombre a caballo aparecido en sus sueños y de lo que iba a hacer hacia el norte,; aunado a esto Valamir le había contado acerca de Dhurog y de su rapto y al ensamblar piezas, tuvo como conclusión que Lirezel realmente era quien iba al norte y que agrupaba bajo engaño a muchos hombres sedientos de codicia y avaricia por poseer las riquezas que decían que tenían en abundancia los moradores de la ciudad.
¿Que rumbo tomar ahora? Se preguntaban, mientras analizaban toda la información; mientras el tiempo corria en contra suya.
