CANTOS DE GUERRA

Aquel día, apenas moría la tarde y llegaba Thinedhel a los muelles de la ciudad, con la terrible noticia del plagio de Lissema. A esa hora Anamoriel, Arendilë y Haeré volvían de las tierras del norte, luego de disolver una pequeña escaramuza de hombres pertenecientes a los Morhunrim según parecía, y se enteraron de lo hechos. Enseguida se le encendió el rostro de Arwencoireä lanzando un grito de rabia y furor. Arendilë por su parte pensó en que había algo que hacer y Haeré opinó de igual forma. Así con prontitud, los compañeros entraron en la ciudad para deliberar, más no así Haeré. El se quedó en los muelles, como hipnotizado viendo la caída de las cascadas, mientras pensaba en todo lo que estaba ocurriendo; los saqueos en el valle, las muertes, los incendios de los cultivos, el rapto del joven Mithenel y ahora como mayor ofrenta el secuestro de Lissema. En ese momento sus sentimientos lo empujaron a la rabia y el odio por los oscuros de corazón, los Morhunrim, que estaban ocasionando muchos daños y ya no lo soportaba más. Siempre fue un líder de hombres y siempre los llevaba a la guerra con el triunfo como recompensa y esta vez aun ganando seguía perdiendo y eso le molestaba enormemente.

Un clamor interno le decía que era hora de exterminar de una vez por todas con todos ellos; de cazarlos como ciervos y acabarlo definitivamente para tranquilidad de todos. Sin embargo, algo lo detenía; aun pensando que podía reunir un gran numero de guerreros y que todo el reino lo apoyaría, algo hacia dudar a Lintesereg de iniciar una cruzada semejante. Por un momento sumió sus ideas en lo profundo y las dejó en espera, mientras volvía de nuevo a la imagen del río y virando vio al sol hundirse en las lejanas montañas y sus pasos se orientaron hacia la gran puerta.

Eran las horas de la tarde. Ya se hacían largas las sombras y la oscuridad comenzaba a sonreír entre los matorrales, los altos árboles y cuanto abismo profundo existiese entre las negras cavernas o las inexploradas y silenciosas montañas.

La noche se acercaba y sin embargo aun era claro, cuando Aranel Galadhel, quien se encontraba en la retaguardia de las tropas, decidió volver sobre sus pasos desoyendo las advertencias que con anterioridad le hiciese su prima Isilieldel. Sencillamente ella quería saber de que terror huía y nada pudo impedirlo. Dio media vuelta sobre su corcel y apartándose del resto fue a investigar. Isilieldel con premura les dijo a los demás que ella se encargaría de traerla de vuelta y que procuraran seguir la ruta trazada, que no tardaría en volver. Y Rhianion confiando en su juicio siguió, más sin embargo no dejó de sentirse preocupada por el futuro al frente y ahora también por lo desconocido que viajaba detrás y con su hermana de armas caminando hacia él.

La tarde llegaba a su fin y aun cabalgaba Aranel hacia el oeste, cuando luego de parar en un campo abierto y ligeramente hundido en su centro, se detuvo y miró. Se había detenido sobre una pequeña loma y descendió de su caballo para ver con orgullo y altivez a quien del otro lado en la distancia, le hacia frente de pronto. Allí estaba ella, en rojo encendido sobre su caballo dorado y su mirada se podía sentir como una mano que se extiende para abarcar con sus fríos dedos los pensamientos de la señora de Ithilien y llevarlos a oscuras mazmorras. Sin embargo Aranel no titubeo y la miro de frente, y como un fino hilo entre ellas la tensión creció abrumadoramente, casi a punto de romperse.

Isilieldel llegaba sobre Balarod y a un lado de Aranel se mantuvo igual de pie, mientras los corceles esperaban vigilantes a sus jinetes en la retaguardia.

Detrás de la doncella en rojo, descendía el terreno casi inmediatamente ocultando la tierra a sus espaldas. Pero parecía sola y serena. Sin embargo la quietud duro poco.

Aranel levanto su voz y dijo en Noldorin:

""¿Man nar elyë? ¿Na honelyë ya'n autielmë?" – e hizo una pausa , cuando por respuesta recibió una risa orgullosa; y termino diciendo: "Tirin.., nar... i Veryawen!" (¿Quién eres tu? ¿Es de ti de quien huimos?...... Ya veo.. eres ....la Retadora! - la doncella que osa-)

Y comenzó lo que sería recordado y cantado después por muchos, como el encuentro de las doncellas de las hermosas voces: Matha – Lirivendi

Veryawen bajó de su noble corcel y levanto su mano derecha como tomando una copa del aire, llevándola a la altura de su pecho y entonó un canto suave pero frío, que se elevo en el éter haciendo vibrar la tierra al igual que cada parte del cuerpo de las adversarias, con notas delicadas que hablaban de una tormenta que silbaba desde lejos trayendo consigo llanto y derrota, dolor y vergüenza. Así cantaba mientras sus manos abría levemente hacia el frente, como dirigiendo el encanto de su voz.

En ese momento Aranel detuvo el efecto colocando sus manos al frente simulando un muro y tomó un respiro suave, apaciguando la vibración del canto de Veryawen, y luego invocando el poder oculto en sí misma, proveniente de su guarda, Melian la Maia. Colocó sus manos sobre su pecho y bajo el rostro por un momento, cuando desde dentro de sus entrañas una luz en forma sonora comenzó a crecer, subiendo poco a poco los abismos inexplorados de su ser hasta volverse canción y florecer en sus labios al fin, levantando a la par la cara hacia su oponente y expandiendo ahora sus brazos hacia el cielo, mientras sus palabras recreaban una montaña alta y una estrella sobre ella que brillaba más que ninguna otra y que ninguna bruma oscura podría apaciguar, ya que su estela era la misma de la joya en la frente del bendito, que navegaba los cielos y de la cual huía la sombra por siempre. Isilieldel invocaba a la doncella de los jardines eternos llenando el aire de una fresca brisa cálida aun contra el impetuoso vendaval del canto de la retadora, que se había aplacado por un momento.

Veryawen sonrió con agrado y aceptó el reto. Lanzó un hechizo de voz que hablaba de la vida bella pero marchita en los campos oscuros, que no tenía pétalos nuevos con que sonreír a los resquicios de luz, sino espinas agudas y venenosas para los intrusos y los inocentes; Sangre sobre la tierra y locura en los corazones incautos.
Galadhel con aplomo elevo tonos agudos y armónicos contra su adversaria y le canto acerca de tierras prosperas y fértiles, del llanto derramado en él y de flores blancas que florecían sobre los recuerdos sepultados de los hombres y las hojas doradas de Lórien que eternamente verían caer los primeros nacidos al pasar los años infinitos hasta el ultimo día.
Así respondió nuevamente la elfa en rojo e invoco noches negras y terror sobre el vestigio de los hombres, de letargo y lejanía para los exiliados de Aman y de esclavitud y servidumbre al oscuro para todos los seres de Arda, elevando su voz volviéndola agresiva y ardiente como un huracán, mientras oscuras nubes crecían al Oeste detrás de ella.

Aranel levanto la voz entonces y cantó una suerte de esperanza sobre la faz de la tierra, de los altos, los señores en Valinor y las estrellas que guardan el cielo hasta la llegada del día del ultimo canto y la reunión de todas las voces en una sola para liberación del largo ciclo y el comienzo de otra nueva historia. Sin embargo lo truenos y los rayos en el clamor de la retadora eran muy fuertes y parecían hacer sucumbir a Aranel, pero para sorpresa de ambas una tercera voz surgió de entre la niebla y el fuego, rompiendo el velo de la verdad y la mentira, mientras un llanto profundo y triste cantaba.

Isilieldel con la luz de la luna en su rostro y la oscura noche en sus cabellos, cantó acerca de la necesaria lugubrez del día para el descanso de las almas y la luz que trae la mañana iluminando al mundo que es, entero y uniforme. De la lucha por el poder y de la ceguera de la soberbia, de la abundancia de las riquezas y la escasez de la sensatez. Hablo de la pena de los elfos y del llanto de los hombres, de la risa vana de la maldad y de la alegría presente en las buenas obras. De la virtud de los primeros nacidos y el don de los segundos. De Iluvatar como creador de todo lo que existe, aun del invierno y de la primavera, padre de todos los cantos, y el que sabe que nada le es adverso ya que todo proviene de él.

Y el cantó de Isilieldel quebró el sitio y las fuerzas que luchaban en aquel lugar, desatando la energía alrededor de ellas, disipándola en el aire de momento.

Allí hablo al fin la doncella de fuego:

Apenas comienza la lucha y no todo se ha dicho aun, ya que la ultima palabra me la he llevado yo. Ya la oscuridad se cierne sobre todos incluso sobre ustedes! Y ningún hechizo podrá librarlas de caer en mis manos!

Su corcel se arrodillo ante ella y subió sobre él. Y al cabo de unos segundos su voz se escuchó de nuevo, pero aunque oscura y sombría no iba dirigido a ellas. Lo cual advirtieron Aranel y su prima con premura y tomaron las riendas nuevamente, al tiempo que huían de lugar, que temblaba bajo los pies de sus corceles mientras volteaban para ver a lo lejos como una sombra detrás de Veryawen crecía y cubría cada palmo de tierra que con pasos lentos manchaban de negros tonos el suelo que ocupaban, así entonces con rápido galope, en la distancia Isilieldel logró ver a la retadora como una gran torre rodeada de oscuras mortajas de muerte, mientras brillaba como la única estrella en la oscuridad y poco a poco se desvanecía su claridad. Sería la ultima vez que la verían en largo tiempo.

Corrían con mas apremio que nunca ya que el ataque contra Olostion era más grande de lo que se había imaginado. Sin embargo la oscuridad detrás de ellas no cesaba de avanzar y no se detuvieron ni un segundo hasta que al día siguiente al fin llegaron al encuentro de las tropas.

Esa noche Arioch junto a Mirelen llegaban al fin el paso norte y el fuego de guerra se elevo allí primero.

Los hombres de Dhurog comandados por Lirezel eran numerosos y aguerridos y habían sido puestos en la zona norte para detener cualquier ayuda proveniente de las tierras del folde este; por supuesto el mago había subestimado el poder de Arioch y pensó que eran suficientes para detenerlo.

Sin embargo Lirezel no estaba con ellos. Para ese entonces, al descender el sol en el poniente, se encontraba con Aeregwen, como había previsto días antes. Lirezel le encontró entonces y le abrazó por algunos segundos y le dijo:

"Sonríe al fin! Ya que la hora ha sido señalada! Decidme que ha sucedido y yo te diré la buena nueva!"

Ella con alegría en sus ojos le dijo que esta tarde partirían hacia el sur a buscar de Lissema, con algunas tropas y solo quedarían en el reino Aredhel y el líder de hombres Haeré custodiando la ciudad.

Allí hablo de nuevo Lirezel y le dijo:

"Entonces esta noche! Esta noche verás al fin el fruto de vuestra perseverancia! Vuestro hijo os será dado cuando la llama del nuevo comienzo arda alta y brillante, mirando al cielo iluminado por Isil en lo alto! Al fin ha llegado nuestra hora! La de vuestra recompensa y la del termino de mi misión! Alegraos!"

Y diciendo esto se marcho de nuevo y ella volvió al fin a Nenledhost, la ciudad de las tres aguas, con felicidad en su corazón y llegó al fin a la vera de su marido y le dijo:

"Amado mío! Nuestro hijo regresa hoy! Al fin nuestras esperanzas se verán realizadas! Grande el venerable como las hojas oscuras en la tarde, que me ha devuelto la felicidad. Me ha traído al fin lo que ni los valar han querido darme! Valamir! Que aun siendo la joya de los valar ha de volver esta noche por mano de alguien mas piadoso y noble!"

Así dijo Aëregwen y su Galahir la vio con mirada pensativa y grave ya que sopesaba las palabras dichas por su esposa. Al cabo de un momento le dijo:

"No levantéis palabras de desagrado o poco justas contra los valar, ya que ha sido bajo su gracia que fuimos traídos hasta esta hermosa tierra, y aun siendo herido de muerte fui salvado por una de sus protegidos: ella! La de manos dulces! Si nuestro hijo ha de volver que venga cubierto de bendiciones y sea guardado siempre por Erú. Ya que solo a el le debemos el aire que respiramos, aun el alimento que la madre tierra nos da para comer. Que vuestros pensares no sean los que traigan la ruina sobre nosotros. Siento felicidad y miedo por lo que decís, ya que una sombra se ha tendido sobre mi y creo que después de ver el rostro de nuestro hijo, no alcanzare a mirar a Anar cruzar el cielo nunca mas. "

Diciendo esto, Aëregwen le miro con extrañeza mientras le tomaba la mano dulcemente. Luego de un momento le vio con una sonrisa suave en sus labios y dijo:

"Nuestra felicidad es como un Narwiloth (rosa, la flor de pétalos rojos – Sindarin-) que esta aun en botón y que apenas florece. Al llegar el fruto de nuestro amor se abrirá al fin y su perfume durara por siempre, ya lo veras!"

Galahir bajo la mirada entonces y no dijo nada mas.