Ron le dio a Hermione el séptimo besito dulce de los últimos siete minutos y medio. Harry sintió nauseas por octava vez en los últimos siete minutos y medio.
-No colaboráis mucho a que me reponga, ¿sabéis?
-Bueno, Harry, tienes el estómago hecho una mierda. – sentenció Hermione - Es lógico que sientas nauseas de vez en cuando, ¿no crees?
-¿Justo cuando vosotros os besáis? – preguntó Harry haciendo una mueca – No creo en las casualidades. . .
-Por eso tampoco crees que sea casualidad que la comida te sentase mal, ¿no? – inquirió Ron sarcástico.
-Pues ahora que lo dices, no.
Hermione hizo rodar los ojos.
-Mira, Harry, no insistas con eso. No seas paranoico. Sin Voldemort quisiera matarte, no lo haría precisamente provocándote una indigestión.
-¿Y si no es solo eso?
-Harry, Pomfrey te ha mirado de arriba abajo. No te obsesiones. – recomendó Ron.
-En cualquier caso, no es necesario que haya sido Voldemort. Esta mañana me he cruzado con Malfoy de camino aquí. Y me puso esa sonrisa suya de. . . superioridad. Estaba satisfecho, el muy cabrón.
-Harry, - sentenció Hermione dando el tema por zanjado – Malfoy SIEMPRE sonríe así.
Harry resopló. No podía creer que Ron y Hermione le diesen de lado de tal manera. Desde que estaban juntos, lo ignoraban la mitad del tiempo. Aunque eso era mejor que estar haciendo de árbitro en sus peleas porque, al fin y al cabo, quien está en medio siempre sale peor parado. Echó una mirada al beso que tocaba, conteniendo su estómago. Se bastaba y sobraba él solito, y sobre todo ahora que tenía mucho tiempo para él.
-¿Sabéis quien me preocupa? – preguntó Ron – Gin. Esta rarísima. Mione, ¿sabes si tiene nuevo novio? ¿La han dejado?
-Pues ahora que lo dices, Ronald, Ginny está como desaparecida últimamente. Pero. . . si se tratase de un chico, me lo habría contado. Además, no parece triste.
-Es más, - añadió Harry – yo últimamente la veo muy contenta. La veo poco, pero contenta.
-¿Has hablado con ella?
-No, hace mucho que no.
-A Hermione y a mí nos tiene calados. ¿te importaría hablar tú con ella? Prometió que se pasaría por aquí esta tarde. De hecho, ya debería estar aquí.
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-¡Mierda! ¡Mierda, mierda, mierda, mierda! – exclamó ella, recogiendo sus cosas a toda velocidad.
-¿Qué pasa? – preguntó Draco.
-¡Prometí que iría a ver a Harry a la enfermería! ¡Llego tardísimo!
-¿A Potter? ¿A la enfermería?
-Sí. El pobrecillo lleva todo el día vomitando. – Draco no pudo reprimir una sonrisa. Así tenía Potter la cara verde cuando se había cruzado con él - Mi madre me ha mandado un remedio casero para que se lo de. Espero que no se pierda el entrenamiento de Quidditch de mañana. . . – añadió con preocupación – Se me había ido el santo al cielo.
-¿Te pasarás por la sala común esta noche? Blaise y Pansy están empeñados en montar una timba, y mejor si somos pares. Además, te echo mucho de menos.
-Sí, - ella le besó para despedirse – yo a ti también. Esto es una puta mierda. Veré si me puedo escaquear de las chicas esta noche.
-Diles que tienes que quedarte a estudiar. – sugirió él.
-Draco, el problema es que ya he estudiado. Y he recogido hierbas para una crema, y he estado castigada, y he estado leyendo, y he bajado a por galletas, y a por helado, y a por un vaso e leche. . .
-Vaya.
-Encontraré la manera. – le guiñó el ojo y cerró la puerta.
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-Parvati. . . estas. . . rubia. - dijo Padma, asustada, como si ser rubia fuese una enfermedad contagiosa.
Iba de camino a la biblioteca. Estaba muy interesada en un libro que acababa de mencionar la Profesora Vector. Lo peor de todo era que Hermione Granger aún no lo había leído, y si no se daba prisa, se lo quitaría.
Pero claro, el hecho de haberse chocado con su hermana gemela y haberse dado cuenta de que en su lustroso pelo negro azabache habían salido mechas rubio platino, cambiaba las cosas. Esperaría al día siguiente, que Granger ya se lo habría leído.
-¡¿A que le quedan divinas?! ¡¡¡Fue consejo mío!!! – explicó aquella chica, Lavanda o. . . o Lavender, que siempre iba con ella.
-Ya. . . consejo tuyo.
Esa chica nunca le había gustado.
-La verdad es que era un look arriesgado, - explicó Parvati – pero ya sabes, quien no arriesga no gana.
-Eso es verdad, pero ¡demonios! ¿tú no ibas a darte mechas azuladas?
Lo de tener una hermana con trozos de pelo azules tampoco era para tirar cohetes, pero al menos el azul pegaba con el negro.
-Ya. . . si me hacía ilusión. . . ¡pero iba a parecer tú! – "tampoco es tan raro que nos parezcamos" - Ya sabes, azul. . . Ravenclawn. . . Y tampoco tenía mucho tiempo para pensármelo. ¡¡¡El Baile es el domingo!!! – añadió, pegando un gritito - Por cierto, ¿tienes pareja?
A Padma le dio miedo. La última vez que Parvati le había preguntado eso había terminado yendo al Baile con Ronald Weasley quien, por cierto, no bailaba. Y dejar sin bailar a una bailarina había sido una crueldad intolerable.
-Estoy en ello.
-Mmmm. . . Nosotras aún no, ¿verdad, Lav?
Lavanda negó con la cabeza.
-¡Qué raro! – ironizó, continuando su camino y dejándolas allí. "Con esos pelos. . ." pensó.
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-¡Qué cara se le ha quedado a tu hermana, ¿no?! – se sorprendió Lavender – Pero si estás como la chica de la revista. . .
-Ya. . . es que mi hermana es muy conservadora. Es su cara habitual ante todo, ¿sabes? Pero creo que, dentro de lo que cabe, le ha gustado. – explicó Parvati – Si en el fondo Padma tiene mucho estilo. . .
-Me encantan las botas que llevaba. . .
-Se las regalé yo. ¡Pero se las ha puesto! Dijo que eran cómodas, pero no las llevaría puestas si no le gustasen. Tiene buen gusto, te lo digo yo, siempre le gusta lo más caro.
-Ah, entonces. . . – sentenció Lavender, como si fuese lo más evidente del mundo - Pero bueno, yo me voy que tengo mucha prisa. ¡Tengo que hacer una de cosas!
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Ginny llegó jadeando a la enfermería, pero Harry ya no estaba. Le había dejado una nota, que tenía que investigar nosequé. "típico. . .". La chica maldijo dos mil veces. Con lo agustito y lo calentita que se estaba acurrucada en Draco. Definitivamente, eso de no verse cuando quisieran era una mierda. Y además, le estaba afectando a los nervios.
Salió de la enfermería, dispuesta a perseguir el rastro de Draco hasta el fin del mundo. (Draco siempre dejaba rastro: allá por donde pasaba siempre había una chica que sabía hacia dónde había ido).
De pronto, escuchó gritos de Hermione en el pasillo contiguo. "¡Oh, mierda!". Insultar a Draco era una de las situaciones más desagradables del mundo, en conjunto con quedarse castigada con alguien y hablar del tiempo y encontrase con amigas de su madre que le dijesen "¡cuánto has crecido!".
Pero se quedó congelada al oír a su hermano contestar. No pudo evitar quedarse escuchando. Si iba hacia el otro lado, se encontraria con un grupo de Slytherins exclusivistas dispuestas a odiarla por haber preguntado por Draco (no se habían percatado de la casa de la chica hasta que esta ya estaba lo suficientemente lejos como para no querer correr). En cambio, si seguía se los encontraría en mitad de la pelea. Y lo peor era que se estaba convirtiendo en una especie de Lavender Brown: le estaba encantando escucharles sin que ellos lo supieran.
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Hermione estaba acabando su libro sobre Aritmancia en la biblioteca. Aunque no se sentía muy capaz de analizar su lectura. Y el subrayado y el resumen los haría otro día, porque no estaba concentrada.
Su relación con Ronald Weasley se estaba yendo al traste. Y, evidentemente, no era su culpa. Al fin y al cabo, ¿qué culpa tenía ella de que él fuese tan empalagoso y al tiempo insensible? ¿Por qué nunca se ponía en el lugar de ella? O de que no tuviese ni un solo interés intelectual. Había mucha gente sin eso, de acuerdo, pero ¡diablos! ¿por qué su novio?
-Hola! – canturreó una voz a su lado.
Bronceado de lujo (nunca mejor dicho), dentadura perfecta, sonrisa insustancial y ojos verde acuoso.
-¿Qué coño quieres, Zabini?
-El mal humor te sale por los poros, Granger, y eso no es bueno para la piel. Puedes llamarme Blaise. ¿Te puedo llamar Mione?
Hermione enarcó las cejas. No estaba de humor para tener conversaciones frívolas con un pazguato.
-Soy Hermione Granger para ti.
-De acuerdo, Hermione Granger. Tienes un nombre original. Merece la pena gastar saliva para pronunciarlo, aunque sea largo. – sentenció él.
Resopló. La de gilipolleces que podía llegar a decir un charlatán como aquel. Aunque era la primera vez que alguien se molestaba en alabar su nombre.
-¿Qué lees? – preguntó, quitándole el libro un instante para leer el título – Hummm. . . Los egipcios y la Aritmancia. . . Es interesante. Lucy Glowcester tiene un punto de vista muy interesante sobre el número siete, ¿no crees?
-Sí, es cierto. . . – repuso ella por reflejo - . . . ¡¡¡¿Has leído este libro?!!!
-Te lo acabo de decir, Hermione Granger.
Ella sonrió confundida. Era un pazguato que sabía leer.
-Puedes llamarme Hermione. – añadió.
-Pues nada. Encantado, Hermione, ha sido un placer. Ahora me tengo que ir a cenar. Un cuerpo como el mío no solo vive de aire.
Uf. . . Ya se tenía que estropear.
-Necesita básicamente vitaminas y proteínas. Y también un poco de fósforo, que después repasaré pociones. Nos vemos, y no te olvides de comer algún carbohidrato para aguantar el resto de la noche, ¿eh?
Hermione se quedó helada.
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Iba camino de la Sala Común de Slytherin. Si alguien había echado algo en su comida, no podía pertenecer a otra casa.
-¿A dónde coño te crees que vas, Potter? – preguntó una voz femenina (potente, pero melodiosa).
Él se volvió. Pansy Parkinson se acercaba a gran velocidad.
-No deberías estar aquí. No se te ha perdido nada, ni te has dejado nada, ni te ha castigado Snape; así que no trates de meterme trolas, que no cuela.
No sabía qué decir.
-¿Qué? ¿Se te ha comido la lengua el gato?
Dijese lo que dijese, quedaría en ridículo inevitablemente.
-Podría bajarte puntos si estuvieses un poco más allá, Potter. Así que hazte un favor a ti mismo y lárgate de aquí.
Una retirada silenciosa iba a ser lo mejor.
-Y deja de mirarme las piernas. – añadió ella.
Harry, que había comenzado a desandar lo andado, se dio la vuelta de nuevo. Parkinson no llevaba el uniforme, sino una minifalda negra. Y, ahora que se fijaba, sí: tenía unas piernas bonitas.
