Padma Patil se levantó temprano aquella mañana. Sabía que Hermione Granger solía devolver los libros realmente pronto (¿es que no duerme?), y quería tomar prestado aquel dichoso tomo sobre Aritmancia cuanto antes. Así lo tendría leído antes de la primera clase.
Pero Hermione Granger no apareció hasta media hora después.
-Qué tarde llegas hoy, ¿eh, Granger? – preguntó con mala hostia.
No comprendía cómo podía haber gente tan impuntual, con lo meticulosa que era ella con el tiempo. Bueno, con lo meticulosa que era ella con todo.
Por eso mismo odiaba tanto a Hermione Granger. Porque era incluso más meticulosa que ella, y eso ya era pasarse.
-Es que ayer tuve un mal día, ¿sabes? – explicó risueña, con inusitada amabilidad – Pero he hecho un resumen. Si quieres te lo dejo. Siempre llevo dos copias de mis apuntes, por si acaso.
Definitivamente, eso ya era pasarse. No obstante, aunque conservadora y meticulosa, Padma nunca había sido orgullosa. Y, si no aceptaba ese resumen, iba a quedarse sin desayunar. Así que preparó su mejor sonrisa para aquel reloj andante y pronunció un "Sí, gracias" apenas audible.
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-Buenos días. – saludó Hermione a los chicos.
-Buenos días. – gruñó Ron.
Harry estaba medio dormido, buscando algo que no le hiciese daño a su maltrecho estómago. Pero Hermione ya estaba acostumbrada a que él no saludase.
-He estado hablando con Padma Patil. No sé cómo pudiste ir a algún baile con ella, Ron. No estuvo muy amable, que digamos.
Ron solo gruñó. Vaya. Estaba cabreado. Otra cosa que no soportaba de él es que fuera tan rencoroso.
-¡¡¡Hola!!! – saludó Ginny.
Oh, Dios, por fin alguien coherente.
-¿No te has peinado esta mañana? – preguntó, extendiéndola un pequeño cepillo.
-En realidad sí lo hice, pero. . . Emmm. . . estem. . . Me surgió algo. ¿Os habéis peleado? – preguntó, tratando de que no se le notase mucho.
-Sí, otra vez.
-Ya veo. . .
Ginny siguió hablando, pero Hermione no la escuchó. Blaise Zabini acababa de entrar al Gran Comedor. Se estaba aplicando gomina en el pelo y sonreía con aquellos dientes tan odiosos que te deslumbraban al mirar. Era increíble que un imbécil como aquel tuviese opinión sobre las ideas de Lucy Glowcester acerca del número siete. Y que supiese algo sobre nutrición. Realmente increíble.
A su lado estaba Pansy Parkinson, que reía descontroladamente. Típico. Reía descontroladamente, mientras le limpiaba a Malfoy un par de manchas de carmín que probablemente ella hubiese producido. Así que aquellos eran sus amigos. Decepcionante.
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Acababa de separase de Ginny y ya la echaba de menos. Era asqueroso. Asqueroso, pero la realidad. ¿Y por qué diablos, siendo ÉL, no podía acercarse a su novia en ese momento, cogerla por la cintura y decirle "Eres adictiva, nena" lo más alto posible?
Se fijó en que ella lo miraba. Lo miraba y se señalaba el cuello. ¿Pero qué le pasaba? ¿Qué le había dado? Puso cara de no entender, para que ella entendiese que no entendía.
-Draco, cielo, - dijo la voz de Pansy a su lado – creo que trata de decirte que te quites ese par de manchurrones de pintalabios del cuello.
Y se echó a reír. Era típico de Pansy ser así de positiva. Y así de odiosa. ¡Cómo odiaba que se riesen de él! Pansy sacó un pañuelo y empezó a quitarle las manchas.
-Tú nunca te habías dejado hacer esto, ¿verdad? – preguntó.
-Pues no. No me gusta que me marquen.
-Se nota. Si no, tendrías costumbre de llevar siempre la bufanda puesta. – explicó ella.
-Mira, tío, - dijo Blaise, dándole un golpe amistoso en el cuello – sólo tengo dos cosas claras en esta vida. Que los tangas son mucho más elegantes que las bragas, y que tú estás colado por esa chica.
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Harry estaba entretenido decidiendo si la clara de huevo sería digestiva o no. No es que fuese su duda existencial, pero tenía el noventa y nueve por ciento del cerebro dormido y la parte restante no daba para más.
Draco Malfoy había entrado en algún momento en el gran comedor. Ah, cabrón. Dejó de pensar en la clara y se concentró en odiarle. Una risa le interrumpió. Pansy Parkinson se reía.
Muy a pesar de que fuese aquella chica odiosa, había que reconocer que se agradecía una carcajada en medio de las peleas de Herms y Ron. Y, además, tenía las piernas realmente bonitas, sí señor.
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Ron no quería hablar con Hermione. Tuvo que contenerse varias veces para no pedirle perdón corriendo. Ella había llegado sonriente, como en una nube, como si no pasase nada. Y claro, eso duele. Eso duele porque ella estaba en una nube y él estaba pasando un infierno. Como cada vez que discutían.
Y como Harry estaba concentrado en maquinar sobre cómo Draco Malfoy había "envenenado" su comida, no tuvo otro remedio que concentrarse en la conversación que tenían Lavender Brown y Parvati Patil en los asientos de su otro lado.
-¿Sabes lo más horrible que puede pasar? – preguntaba Parvati.
-¿Qué te toque ir con un tío feo?
-Que el tío no sepa bailar. Porque aunque la gente va al baile por puro esnobismo, si se llama BAILE es porque se supone que hay que BAILAR.
En eso hasta tenía razón.
-¿Y tú sabes bailar, Parv?
-¿Yo? ¡¡¡Estupendamente!!! Mi hermana es bailarina profesional. No clásica, que ya sería clasicismo para matarla, ¡sabe bailar bailes de salón!
-¡Wow! Por una vez tu hermana hace algo interesante. . .
-Ya te digo, - presumía Parvati que, ahora que se fijaba, tenía unas cosas blancas en el pelo – en algo se tenía que notar que es hermana mía, ¿no?
Ron dejó de escuchar. Aquella conversación rayaba la estupidez. Hermione se habría puesto negra. También dejó de escuchar, porque tuvo que hacer grandes esfuerzos para no gritar "Se nota que es hermana tuya, porque sois gemelas, ¡¡¡joder!!!". Pero como estaba haciendo huelga de silencio, pues se calló. Ya se reiría de ellas más tarde.
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Hermione estaba corrigiendo los ejercicios de pociones del resto de los alumnos de su casa. Así, repasaba.
-¡Buenas tardes, Hermione!
-Buenas. – se le iluminó la cara.
Desde que Ron no hablaba, Harry estaba obsesionado y Ginny desaparecida; no se podía hablar con nadie.
-¿Corrigiendo? ¡Menuda cara! Así hace tiempo que Snape está contento con vuestros deberes.
Mione se preguntó quien era un Slytherin para pronunciar "morro" y "Snape" en una misma frase.
-Si quieres podría hacer lo mismo con los tuyos.
-No, muchas gracias. Pero mis amigos y yo solemos hacerlo. Es que hay una chica que no es de Slytherin y practicamente nos obliga. Si no, no se queda tranquila.
-No me extraña, - dijo ella, acabando con los ejercicios de Dean Thomas y levantando la vista para mirar esos ojos verdes – lo que me extraña es que tengas amigos fuera de Slytherin. O, bueno, ahora que lo dices. . . amigas. Claro, es distinto.
-¡Oh! No, no es mi novia. Es la novia de un amigo. Es solo que me cae bien. Pero no quería hablarte de esto. La conversación no va por donde yo quiero.
Mione sonrió. Al menos era directo. No como Ron, que le daba cincuenta mil vueltas a todo.
-¿Y por dónde querías que fuese? – preguntó, lo más melosa posible.
¡Diablos! ¡Estaba coqueteando! No debía hacer eso. No debía. Aunque fuese inevitable.
-Pues, no sé. . . Tal vez no sea necesaria mucha conversación. – sacó una caja cuadrada de su bolsillo – Esto es para ti.
-Emm. . . erb. . . estem. . .
-¡Vamos! ¡Ábrelo! – animó él.
-Pero es que no es Navidad, ni Pascua, ni mi cumpleaños, ni. . .
-¿Hace falta que sea una fecha señalada para regalarle algo a una chica señalada?
Oh, vaya. Un charlatán empedernido, de acuerdo, pero el mejor charlatán con el que se había topado hasta entonces. Ese tío tenía el don de la palabra.
Sin poderse aguantar más, arrancó el papel hasta hacerlo trizas. Era una manía suya. Abrió la caja.
-Yo. . . yo no. . . Blai. . . Zabini, ¿no crees que te has pa. . .? Cielos, ¡te has pasado cuatro pueblos! – hizo ademán de devolvérselo – No puedo acep. . .
-Si no lo aceptas me sentiré ofendido. – sentenció él.
-Oh, bueno. Yo. . . en ese caso. . . – esbozó una amplísima sonrisa – Muchas gracias. Es un collar muy bonito – con ese diamante ahí puesto, cualquier collar es bonito.
-Entonces espero vértelo puesto muchas veces. Ahora tengo un poco de prisa. Pero ya sabes que si te saturas con esos ejercicios puedes llamarme.
Hermione no dijo nada. Aún seguía demasiado impactada. Solo asintió con la cabeza, sin poder dejar de sonreír como una tonta.
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Ron estaba meditando. . . Estaba seguro de que Hermione se desenfadaría del todo tarde o temprano, y de que él volvería hablarle más temprano que tarde. Pero no dejaría que ella le volviese a reprochar que "Tú no has hecho nada por arreglar esto, Ronald Weasley". Así que tendría que darle algún tipo de regalo o de sorpresa. A ser posible, sorpresa. Porque justo después de los reproches, él iba y le compraba un libro.
Tal vez en el Baile. Sí, el Baile era una buena ocasión. Podía dedicarle una canción de las Brujas de McBeth. Pero antes tendría que averiguar qué canción era la que ella menos odiaba.
Subitamente algo se le vino a la mente. "Que el tío no sepa bailar". Esa era otra. Él no sabía bailar. Aunque, pensándolo en frío, la sorpresa para Hermione no podía ser mejor que dejarle los pies intactos después del baile.
Saliendo de su ensueño, buscó con la mirada a Padma Patil. Estaba en la mesa de Ravenclawn y, dado que él estaba en la de Gryffindor, no tendría que buscarla. Pero el problema iba a ser acercarse. Acercarse con esa cara de mala leche que ella tenía. Acercarse a pedir clases de baile después de lo ocurrido en el último Baile de Navidad.
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El resumen de Hermione Granger estaba jodidamente bien hecho. Muy limpio, bien clarito, esquematizado con colores, tamaños y márgenes. Completísimo, pero pragmático y conciso. Y el pergamino, encuadernado y perfumado con jazmín. Menuda asquerosa. Así había tardado tanto aquella mañana.
-¿Pa. . . Patil? – tartamudeó una voz frente a ella.
Levantó la cabeza. El novio de la Granger. Lo miró de arriba abajo. Alto, pecoso y pelirrojo. La camisa remangada y descolocada, la corbata casi suelta y el pelo revuelto. Ciertamente, bastante mono. Pero demasiado dependiente de la Granger, para su gusto. Habían ido juntos al último baile, y había estado mirándola de continuo. No entendía como una chica como Cho Chang podía haber pensado que Granger podría tener algo con Potter, estando tan claro que ella acabaría con el pelirrojo. Algunas Ravenclawns consideraban al chico como el mayor defecto de Granger. (N/A: crueles!). "Tan descuidado, tan despistado, tan sociable, tan desastre. Y, además, su antítesis". En cambio, Padma opinaba que era su parte más simpática. "Lástima que seas TAN dependiente, pelirrojo".
-¿Qué quieres?
-Pues yo. . . he oído que sabes bailar bailes de salón.
Padma se sorprendió un poco. Era lo último que esperaba escuchar en esos momentos. Además, esa información no era del todo de dominio público, sobre todo porque algunos de sus compañeros lo considerarían una frivolidad. Aunque tampoco era un secreto.
-¿Y? Me encantaría averiguar a dónde quieres ir a parar, pero necesito más pistas, encanto. – pronunció la palabra encanto con un tono de voz bastante irónico, porque a Ron no le pareció que ese fuese el tono utilizado normalmente para hablar con un "encanto".
-Me. . . me gustaría que me enseñases. . . algo, para el Baile.
Padma se sorprendió mucho. No tenía palabras. Se echó a reír, pro Weasley la seguía mirando inquisitivamente.
-Ah, pero ¿hablas en serio? – dejó de reírse.
-Sí.
-¿Después de no haber bailado conmigo en el último Baile?
-Sí.
La pelinegra sonrió incrédula. No tenía palabras.
-Ahora entiendo por qué estás en Gryffindor, chico. – murmuró.
-¿Y bien? ¿Me darás las clases?
-Depende. ¿Por cuánto? – preguntó ella.
-¿Cómo por cuánto?
-Mi tiempo tiene un valor, en-can-to. – dijo ella.
"Bruja" pensó Ron.
-Pues con dinero no voy a poder pagarte. – le dio la vuelta a sus bolsillos – Estoy sin blanca.
Padma lo miró de arriba abajo dispuesta a darle un NO rotundo. Pero le dio pena. Era tierno. Estaba allí, pidiéndole clases para no pisar a su novia. "¿Cuántos chicos hacen algo así?" La maldita Granger tenía demasiada suerte.
-Pues. . . no sé. . . ¿tienes cómics sobre muggles? – preguntó Padma.
-Mis hermanos los destruyeron el verano pasado.
-Vaya. . . ¿artículos de broma?
-Los gasté todos. – Ron se maldijo por haber llenado las estanterías de Trelawney con bombas fétidas. ¡Si ya se sabía que su ojo interior no lo iba a ver!
Padma se lo pensó.
-Como no tengas nada de los Chudley Cannons. . .
-¡¡¡¿Te gustan los Chudley Cannons?!!!
-Ya debí haberme imaginado que dirías eso. Pero antes de que digas una sola palabra, te advierto que tengo la varita en la mano. No te atrevas a meterte con mi equipo. – amenazó ella, penetrándolo con sus ojos ambarinos.
-¡Pero qué dices! ¡Soy el fan número uno de los Cannons! Puedes contar con todo el merchandising que quieras!
¿El pelirrojo era de los Cannons? ¡Lo de la clase estaba hecho, entonces!
-Mañana. Quedamos aquí a las seis. – dijo – Tráete lo que vayas a llevar puesto el domingo.
-Pero. . . mañana a las seis hay salida a Hogsmeade. – argumentó él. - ¿No tienes que comprar todas las. . . las cosas de chicas?
-Esas cosas llevan un mes compradas. Y yo no tengo otro momento.
-Entonces muchas gracias, estaré aquí a las seis. – Ronald se giró para marcharse, y de repente se dio la vuelta con cara de extrañeza – Compras las cosas con un mes de antelación. . . como Hermione. . .
Padma casi lo pega.
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Pansy acababa de recibir un pedido vía lechuza y volvía contenta y pizpireta a su Sala Común. Ya de lejos, observó que había alguien justo unos metros antes de llegar a la puerta. Según se fue acercando, se dio cuenta de que la persona era un tío moreno y no parecía haberla oído. Mejor. La canción que venía cantando era ciertamente ridícula. Se acercó más.
-¿Potter? ¿De nuevo por aquí?
El chico pareció sobresaltarse.
-¿Se puede saber qué haces?
Silencio. Otra vez. Pansy empezaba a ponerse nerviosa. Normalmente era ella la que miraba "así". Pero no podía soportar que esos ojos verdes la escrutasen de tal manera. La sensación era completamente intolerable. Estaba acostumbrada a que la mirasen el culo, no a que tratasen de leer su mente.
-No sé que coño haces aquí, pero me da igual. Hoy serán quince puntos menos para Gryffindor. Y lárgate si no quieres perder más.
Silencio. ¿No pensaba decir nada, joder?
Pansy cruzó los brazos, haciendo que el pecho subiese y se juntase como si llevara un wonder-bra. Ya el otro día había desviado la atención de Potter hacia sus piernas, y si hoy tenía que irse al pecho, iría. Pero su seguridad en sí misma era intocable.
Al parecer la maniobra causó efecto, porque Potter sonrió y después se dio media vuelta. Pansy sonrió satisfecha. La había mirado, como todos los demás.
-Eso serán cinco puntos más, Potter.
El ojiverde se giró y la miró con los ojos abiertos como platos. La sonrisa de Pansy se acentuó. Lo tenía justo donde quería. Potter siguió caminando y Pansy continuó su camino.
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