Hermione,
Me encantaría invitarte a un café esta tarde en Hogsmeade. Estaré enfrente de Zonko a las seis y media. Nos vemos.
B.Z.
Hermione se atragantó con su bollo y se apresuró a guardarse el papel antes de que Ron (a su derecha) o Harry (a su izquierda) pudiesen leerlo.
-¿Qué es? – preguntó Harry.
-Publicidad.
La chica no pudo evitar ruborizarse. "Me encantaría invitarte a un café. . ."
-Ya estoy aquí. – dijo Ron.
-Llegas tarde.
Ronald había tenido que esperar a que Hermione y Ginny se marchasen a Hogsmeade y se había escabullido mientras harry estaba en el baño.
-Lo siento. – se excusó. – Aquí tienes, un póster de los Cannons del 92.
-¡Perfecto! – la chica redujo el póster y se lo guardó en el bolsillo - He encontrado un aula bien acondicionada en el quinto piso. Va a haber que subir escaleras.
Parvati Patil y Lavender Brown miraban pociones capilares en un establecimiento cercano a Las Tres Escobas.
-Esta te irá genial.
-¿Tú crees?
-Estoy segura.
Pasaron al siguiente pasillo.
-Oye, Lav.
-Dime.
-¿Por qué demonios nos esforzamos tanto si aún no tenemos pareja?
Lavender se enfureció de repente.
-¡¡¡¿Que por qué?!!! ¡¡¡¿Qué por qué?!!! Nunca pensé que tuvieses una mente tan pequeña, Parv. . .
-Pero. . . pero. . . pero. . .
-¡No necesitamos pareja para nada! Ni siquiera es obligatorio tenerla. . . Además, nos tenemos la una a la otra. Este año, iremos las dos solas. – afirmó rotundamente Lavender.
-¿Hablas en serio?
-Pues claro. Ya sabes que los hombres no sirven para nada, Parvati.
-Pueees. . . no. No lo sabía.
-Hola.
-Hola. – saludó ella. Estaba guapísima.
-Esto es para ti. Una flor para otra más bonita.
Esperó con todas sus fuerzas que a ella le gustasen los claveles, porque no había encontrado ni una sola rosa en todo Hogsmeade. Parecía que vacilaba.
-Muchas gracias. – al final, la cogió.
Echaron a andar en la misma dirección. En medio de su nerviosismo, le pareció que ella estaba un poco tensa. Así que le cogió por el brazo, para que se relajase. Para darle buen rollo.
-Blaise, creo. . . creo que esto no está bien.
-¿Qué pasa? ¿Por qué?
-Yo. . . tengo un novio, ¿sabes? – explicó ella.
-Ya lo sabía.
Vaya si lo sabía. Y que suerte tenía el muy idiota. Tenía una hermana y una novia estupendas, y si su hermana no confiaba ni un poquito en él, no quería imaginarse cómo sería él como novio. . .
-¿Ya lo sabías? – Blaise temió. Ella parecía enfadada - Entonces creo que sabes perfectamente por qué esto no está bien.
Si no decía nada pronto, ella se largaría. Tal vez había ido demasiado rápido.
-Pues. . . si se trata de lo que creo que se trata, no encuentro ningún problema. Soy un amigo que te está invitando a un café, ¿no?
No podía dejar de mirarla mientras se mordía el labio.
-Pero, ¿con qué intenciones? – preguntó ella – Porque eres un amigo que me regala colgantes y flores.
Sería tonta si no lo hubiese preguntado.
-Mira, Hermione, no te voy a mentir. Me gustas, me gustas mucho.
Ale. Ya estaba dicho. Se había lanzado a la piscina. Pero ¿habría agua o cemento?
-Entonces está todo dicho. – cemento.
Hermione hizo ademán de marcharse, pero él no podía dejar que se marchase así. No sabiendo que a ella también le gustaba él. Como por reflejo, la sujetó por la muñeca.
-¿Sí?
-Hermione, mírame a los ojos y dime que no te apetece charlar un rato conmigo.
Ella agachó la cabeza.
-Me apetece mucho. – susurró.
-¡Entonces olvida lo demás!
-No es tan fácil. No me gustaría hacerle daño. ¿Y si nos ve?
"¡Pues que nos vea!"
-Aún no has hecho nada malo, – no pudo evitar acariciarle la mejilla. Era superior a sus fuerzas - ¿recuerdas?
Ella sonrió.
-Eso es verdad.
-Mira, te voy a llevar a un sitio muy romántico.
Ella abrió los ojos como platos, escandalizada.
-¿Se puede saber que solucionas con eso? – preguntó divertida.
-Pues es que creo que si nos lo encontramos allí, no tendrá nada que reprobarte. ¿No crees?
Hermione contestó con una carcajada.
-¿Te acuerdas de la primera vez que tuvimos una cita?
-Sí. Nos escondimos en un invernadero y nos pusimos perdidos de tierra.
Ginny y Draco paseaban de la mano por un descampado a las afueras de Hogsmeade.
-Para mí eso de tener que escondernos me parecía muy mono. . . – suspiró Ginny – Pero ahora estoy hasta los ovarios. Ya no es romántico, ¿sabes?
-Para mí nunca lo fue.
-Pues claro, Draco, cielo, yo eso ya lo daba por hecho. No es por ofender, pero tienes el sentido del romanticismo en el culo. . .
El rubio decidió tomárselo con filosofía y fingió no haber oído el comentario.
-A mi lo que me daba era morbo. Ya sabes, que alguien pudiese vernos.
Ginny chascó la lengua.
-¿Sabes qué? Ya que a ti te pone tanto eso de la gente, te invito a un café.
-Pero nos pueden ver. . .
-¡Tanto mejor! ¿No decías que te daba morbo? – bromeó ella – Ahora en serio, nos buscamos un sitio tranquilito, con poca gente. ¿No me digas que ahora mismo no te apetece un capuccino calentito?
-Sabes que yo el café siempre lo tomo solo y con hielo.
-Es lo mismo. ¡Vamos!
-No. ¡No, no, no! – exclamó Padma ayudando a Ron a ponerse en pie. - ¡Blanco y en botella, Ronald!
-¡Leche! Pues eso. Si me coloco así, me caigo. Es matemático. – explicó él.
-¡Horchata, Ron, horchata! Si colocases las piernas exactamente como te he dicho, tu centro de gravedad cambiaría de sitio y mantendrías el equilibrio.
Ron se colocó una vez más, pero Padma volvía a estar insatisfecha con la posición.
-No es matemático, Ron. ¡¡¡Es arte!!! Puede que en la escultura influya la proporción, que en la música influyan las matemáticas, que en el baile influya todo ese rollo del centro de gravedad. . . – le agarró la muñeca y la sacudió violentamente – Pero si no lo llevas en las venas , todo eso no vale de nada
-Mis venas están perfectamente, gracias a Dios.
-¡No hablaba literalmente!
-Como hasta ahora siempre habías sido tan... literal. - se excusó Ron, agachando la cabeza y colocándose en la posición inicial.
Padma carcajeó. Tenía cojones. Tenía cojones que fuese un pelirrojo tozudo la única persona capaz de hacerla reír.
Blaise llevó a Hermione a una pequeñísima cafetería muy alejada del centro de Hogsmeade. Estaba decorada al estilo de los años veinte y era muy bonita. Blaise pidió expreso, Hermione una infusión de jengibre y canela. Cuando la camarera se marchó, no sabían que decirse, así que sólo se miraron. En un momento dado, las manos de Blaise se deslizaron subrepticiamente sobre las de Hermione. Hemione estaba en un terrible estado de ensoñación.
En ese mismo momento se abrió la puerta, dando paso a dos jóvenes. Un chico y una chica. Y ella era pelirroja.
A Hermione se le heló la cara. Blaaise, en cambio, sonreía con naturalidad. Draco se quedó en la puerta. Ginny avanzó a zancadas hasta la mesa.
La pelirroja los miró de arriba abajo a los dos, reparando en las manos entrelazadas de ambos. Tuvo que comedirse y pensar mucho antes de hablar. Habría sido ridículo no pensarlo, porque entonces habría empezado a abrir y cerrar la boca como un pez. Ya le había pasado más veces.
Después de mirarlos un rato, habló con mucha calma.
-¿A alguien le importaría explicarme qué coño es esto?
-¿Con sangre sucia Granger? Aún no me lo creo. . .
-Pues créetelo. – contestó Blaise – al fin y al cabo, yo no te puse ningún problema con Ginny.
-No es lo mismo. – replicó el rubio.
-¿Ah, no?
Draco se calló. En realidad, sí lo era.
Después de la pregunta de Ginny, Draco y Blaise habían optado por retirarse discretamente para que ellas discutiesen, o para que se tirasen de los pelos, lo que fuese.
-¿Cómo vas tú con lo tuyo? – preguntó Blaise.
-Perfectamente.
-Oye, tío, ¿tú estás seguro de dónde te metes?
-Mira, si lo dices por Ginny,. . .
-Claro que no lo digo por Ginny. Tú sabes que yo la quiero mucho. Como amigos y eso, claro. Pero el caso es que te estás metiendo en camisas de once varas, tío.
Draco suspiró.
-Nunca he estado más seguro de nada en mi vida, así que, por favor, no me líes. No quiero echarme atrás a última hora. Siempre es mejor arrepentirse de haber hecho algo que arrepentirse de no haberlo hecho, ¿sabes?
-Pues claroque lo sé. Si yo te entiendo, pero. . . en fin. . . . ¿Ya lo tienes?
Al rubio se le iluminó la cara.
-Sí, lo tengo aquí. ¿Quieres verlo?
Ginny se sentó en el lugar de Blaise, y se bebió su expreso.
-¿Por qué no me dijiste que salías con Malfoy? – preguntó Hermione.
-Creo que está claro. . . No iba a ir y deciros: "Oye, que me enrrollo con Draco Malfoy, si queréis podéis encontrarme en la Sala Común de Slytherin". . .
-¿Vas a la Sala Común de Slytherin?
-Casi todas las noches. – contestó Ginny. – Evidentemente, yo no sabía que tú te veías con Blaise.
-¡Oye, espera! Es la primera vez que "me veo" con él. Y no tienes por qué decirlo en ese tono. – la castaña se ruborizó – No ha sido nada.
-Pero podía haberlo sido. Aunque me alegra saber que no ha ocurrido más veces.
-¿Me crees?
-Por supuesto. – afirmó la pelirroja – Tengo mis contactos en Slytherin, ¿recuerdas? Me habría enterado. Pero además, una vez llegadas a este punto, sé que no me mentirías.
-Mira, sabes que Ron y yo hemos estado discutiendo mucho últimamente. Y, bueno. . . Blaise. . .
-Es un sol. – comentó Ginny – Eso también lo sé.
Hermione sólo bajó la mirada.
-Mira, a mi lo de que Ron y tú estéis juntos no me hace ninguna gracia. Y si me permites decírtelo, creo que a Harry tampoco. Pero no puedo enterarme de esta bomba y quedarme callada. Porque Ron es un gilipollas, de acuerdo, pero es el gilipollas de mi hermano.
-¿Se lo vas a decir? – preguntó Hermione, roja como un tomate.
-No. Se lo vas a decir tú.
Pansy Parkinson tenía unas piernas estupendas. Y un pecho encantador. De eso, estaba seguro. El quid de la cuestión era, ¿por qué no se había fijado nunca hasta entonces? Claramente, porque Parkinson nunca había querido.
Estaba sentado en un banco del pasillo del aula de Snape. Cómo le repateaba aquel lugar. Pero, si quería averiguar por qué demonios Parkinson se le insinuaba, iba a tener que preguntárselo.
-¡Hombre, Potter! Qué raro verte por aquí. . . – comentó con sarcasmo su voz.
La chica estaba avanzando desde su izquierda.
-Supongo que no servirá de nada preguntarte qué haces aquí, ¿me equivoco? – poseía una voz realmente bonita.
Volvía a llevar la minifalda negra.
-Dímelo tú.
Pansy se desconcertó, y tardó en reaccionar.
-¡Pero si has hablado! ¡Qué novedad! – aquel tono burlón en su voz era encantador – Pero no entiendo por qué yo debería saber qué haces aquí.
Ella se sentó en el banco de enfrente.
-Espero que no hayas venido a ver una lluvia de estrellas, porque aquí en las mazmorras va a estar complicado. – añadió.
Harry decidió averiguar de una vez qué quería Parkinson de él.
-En efecto, había venido a eso. Y una de las estrellas me ha caído justo enfrente mío.
Cada vez le era más difícil despegar la mirada de sus ojos negros.
-¿Me estás tirando los tejos, Potter? - dijo ella, al tiempo que cruzaba las piernas.
Harry se ruborizó al mirárselas de nuevo, y se puso en pie dispuesto a marcharse.
-La pregunta es: - dijo él antes de desaparecer - ¿me los estás tirando tú a mí?
