CAPÍTULO 9: UNA NOCHE FATAL
Una semana después, el Maestro mandó llamar a Mu. El pequeño aprendiz de Aries se presentó ante él con una mirada llena de serenidad.
-Mu- dijo el Maestro- te he llamado para darte a conocer mi decisión acerca de tu futuro...- Mu asintió y el Maestro continuó- he mandado a Tao a su casa, tú serás el nuevo caballero de Aries...-
Mu no pudo evitar sonreír.
-Gracias, Maestro-
-Ahora escúchame bien- dijo el Maestro- la armadura de Aries está en el palacio de Jamiel. Debes volver ahí y continuar tu entrenamiento hasta que la misma armadura te acepte...- suspiró- yo no puedo acompañarte, porque tengo deberes aquí, pero si necesitas ayuda, puedes pedírsela tanto a Roshi, que vive ahí cerca, como a mí... ¿de acuerdo?-
-Sí, Maestro- dijo Mu- gracias...-
El Maestro puso su mano en la cabeza del pequeño aprendiz. Le inspiraba mucho cariño, y se sentía mal de no poder acompañarlo a terminar su entrenamiento, pero el deber de cuidar a la recién nacida Atena era indiscutible.
-Bueno, Mu- dijo el Maestro- partirás en una semana...-
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A la mañana siguiente, el Maestro llamó a Adonis, el antiguo caballero de Piscis, a Joseph, el antiguo caballero de Escorpión, y a Pierre, el antiguo caballero de Acuario. Los tres se inclinaron ante el Maestro. Tras una larga plática, decidieron quienes serían los futuros caballeros de Escorpión, Acuario y Piscis.
-No quisiera interferir en sus decisiones- dijo el Maestro- pero estoy seguro de que piensan lo mismo que yo...-
Los tres asintieron.
-Bueno- dijo el Maestro- entonces así será: Milo será el caballero de Escorpión, Camus el de Acuario y Afrodita el de Piscis-
-Maestro- dijo Adonis- ¿recuerda de lo que hablamos anteriormente?-
-Lo recuerdo- dijo el Maestro- y a pesar de todo, creo que Afrodita es el mejor candidato a la armadura de Piscis. Espero que la oscuridad que hay en su corazón, y en el del aspirante a la armadura de Cáncer desaparezca con el tiempo...-
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Dos días después, Ariadna estaba con Marín, enseñándole algunas técnicas de ataque. La vista de la niña se perdió momentáneamente en una colina que nunca había visto o, mejor dicho, a la cual nunca había prestado atención.
-Marín, concéntrate...-
-Ariadna, ¿qué es eso?- preguntó Marín, señalando la colina.
-Ese es Star Hill- dijo Ariadna- es donde el Maestro sube a ver las estrellas, y así interpreta la voluntad de los dioses...-
-Y nosotros...-
-... tenemos prohibido subir- dijo Ariadna, adivinando que la pequeña querría subir.
-¿Porqué?-
-Porque así son las reglas- dijo Ariadna tajantemente- el que sube, si logra llegar hasta arriba con vida, encuentra la muerte ahí. Nunca se te ocurra subir...-
-De acuerdo- dijo Marín
-Ahora- agregó- continuemos...-
-Sí-
-Escucha bien, Marín- dijo Ariadna- ¿que harías si no puedes hallar el punto débil de tu oponente?-
-Pues...- dijo Marín- no lo sé...-
-Morirás- dijo Ariadna- a menos de que pongas atención. Todos tenemos un punto débil... y a veces el punto débil es el punto fuerte...-
-No comprendo-
-Supongamos- dijo Ariadna, abrazando a Marín por detrás, aunque sin apretarla mucho- que mis brazos son mi punto fuerte, y estás siendo asfixiada por ellos. Si los destruyes, yo me quedaré sin armas para atacarte...-
-Ya entiendo- dijo Marín- si destruyo su punto fuerte, mi oponente no podrá atacarme, y tendré ventaja sobre él...-
-Exacto- respondió Ariadna.
-¿Y si todo tu oponente es invencible?- dijo Aioros, llegando de pronto y atrapando a Ariadna por detrás.
-Entonces haces esto- dijo ella, agachándose y estirándolo, haciéndolo caer al suelo. Marín y Aioria, quien acababa de llegar junto con su hermano, rieron al ver eso.
-Tramposa- dijo Aioros desde el suelo.
-No fue trampa- dijo ella- bajaste tu guardia. Ahora no seas llorón y levántate- y le ofreció su mano para ayudarlo a levantarse. Aioros la aceptó, pero en lugar de levantarse, estiró a Ariadna para sí, haciéndola caer también. Marín y Aioria estallaron en carcajadas.
-Tramposo- dijo Ariadna.
-Bajaste tu guardia- dijo Aioros entre risas- ahora no seas llorona y levántate-
Los dos seguían riendo en el suelo, cuando Shura llegó. Tenía cara de pánico, y estaba tan blanco como una hoja de papel.
-¡Shura!- dijo Ariadna.
-¿Qué ha sucedido?- preguntó Aioros.
-Tenemos que volver a las Doce Casas- dijo Shura- el Maestro ha muerto...-
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Esa noche, todo el Santuario estaba de luto. Caballeros, amazonas y guardias portaban un paño negro en sus brazos derechos, y llevaban una vela encendida, mientras caminaban en procesión desde la base de Star Hill hasta la base de las escaleras que llevan hacia la primera Casa.
Algunos de los antiguos caballeros dorados lloraban, sobre todo Sidharta de Virgo y Adonis de Piscis. Aioros los miró entristecido. Era triste que esos caballeros, que habían conocido al Maestro desde hacía cincuenta años más o menos, tuvieran ahora que despedirse de él. Si él, Aioros, que apenas contaba con catorce años, sentía que su corazón se partía en dos, más aún ellos.
Mientras caminaba, recordaba al bondadoso Maestro que acababa de morir. Levantó la vista al cielo estrellado y rogaba a los dioses que el sucesor del Maestro fuera tan bueno como lo había sido él.
El joven caballero de Sagitario siguió caminando en la procesión que seguían a Arles, el hermano del Maestro, y nuevo Patriarca del Santuario.
Aioros siguió caminando, y su vista captó al pequeño futuro caballero de Aries, Mu, el alumno del Maestro Shion. El niño de cabellos color lila caminaba cabizbajo, dejando correr sus lágrimas en silencio. Aioria caminaba a su lado, poniéndole una mano en el hombro, más preocupado por su nuevo amigo que por la muerte del Maestro. Milo y Camus, quienes acababan de volverse mejores amigos, caminaban unos pasos más atrás de ellos, al parecer también preocupados por Mu.
Aioros volteó a su lado, y vio a Shura. Suspiró. No podía creerlo. Jamás imaginó que viviría para ver todo eso: la renovación de los caballeros dorados, el nacimiento de Atena y la muerte del Maestro. Solo faltaba una guerra santa. Aioros rogaba con todas sus fuerzas que no fuera a pasar eso.
Llegaron a las Doce Casas, y todas las velas se apagaron. Arles, el hermano del Maestro que acababa de morir, tomó la palabra.
-El Maestro ha muerto, después de más de doscientos años de pelear y servir a Atena. Todos debemos estar orgullosos de haberlo conocido...-
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Después de la muerte del Maestro, todo volvió a la normalidad en el Santuario. Arles, el hermano del Maestro, había tomado la dirección del Santuario.
A pesar de todo, todos en el Santuario parecían algo alterados, tal vez porque aún no habían asimilado la muerte del Maestro Shion.
Aioria estaba triste porque Mu, quien se había convertido en su mejor amigo desde aquel incidente en las cuevas, se había marchado a Jamiel un día después de la muerte del Maestro Shion.
Todos decían que el nuevo Maestro había enviado a Mu a ese lugar para completar su entrenamiento de caballero, ya que estaba cerca de Roshi, el antiguo maestro, pero Aioros no creía eso, más bien creía que el pequeño había huido allá con la armadura de Aries, porque sentía que algo andaba mal.
Aioros tampoco encontraba a Saga desde la muerte del Maestro. Temiendo que las sospechas de su amigo sean ciertas y realmente Saga haya perdido la memoria por completo, Aioros fue a ver al nuevo Patriarca.
Al entrar en la sala del trono, no se sintió seguro como cuando estaba el Maestro Shion, sino que aún la atmósfera se sentía cerrada y fría. El recibimiento del nuevo Maestro también fue muy frío.
-¿Qué sucede, Aioros?-
-Maestro- dijo Aioros, algo inseguro- estoy algo preocupado, porque ya han pasado varios días que no veo a Saga de Géminis, y...-
-Saga se ha ido- interrumpió el Maestro, al parecer de mal humor- yo lo he mandado a una misión...-
Aioros se sorprendió de escuchar eso, pues le parecía extraño que Saga se hubiera ido sin decir nada. Sin embargo, solo agradeció al Maestro y se fue.
Cuando estaba en la puerta, sintió un cosmo extraño. Un cosmo malvado. Se dio la vuelta, pero no vio a nadie más que al Maestro. Pasó sus ojos por cada rincón de la sala del Maestro. Nada. No había nadie más aquí.
-¿Necesitas algo más, Aioros?- preguntó el Maestro.
-No, Maestro- dijo Aioros, inclinándose de nuevo- gracias por su tiempo...-
Esa noche, se vio con Ariadna en la base de las escaleras que dan hacia la primera Casa, y le contó lo que el Maestro le había dicho sobre la ausencia de Saga.
-Si el Maestro te lo dijo debe ser verdad- le dijo Ariadna.
-Tal vez- dijo Aioros- pero... ¿qué clase de misión?-
Ariadna se encogió de hombros.
-No tengo idea- dijo ella- pero cuando Saga vuelva, puedes preguntarle... es tu mejor amigo, ¿no?-
Aioros asintió. Su linda muñeca tenía razón.
-¿Y tu hermano donde está?- preguntó.
-En su casa, con los otros aprendices- dijo Aioros, algo fastidiado- el nuevo Maestro no permite que los aprendices estén en las Doce Casas. Es una locura, pero...-
-Bueno, tal vez quiere proteger más a Atena, ¿no crees?- dijo ella.
-Odio que me lleves la contra, preciosa- dijo Aioros, sonriendo y besándole la mejilla.
Aioros la tomó de la mano, y ambos pasearon juntos. La luna se veía aún más brillante que otras noches. Llegaron al bosque y se sentaron juntos apoyados en el árbol de siempre.
-Que extraña noche- murmuró Ariadna.
-Sí- dijo Aioros- aún el aire se siente extraño...-
-¿Crees que esta noche sucederá algo extraño?- preguntó Ariadna.
-Todo puede suceder- dijo Aioros- lo he visto todo...-
Ariadna acomodó su cabeza en el pecho de Aioros, y éste la abrazó con cariño y pasó sus dedos por los largos cabellos de ella. En ese momento, el caballero sintió algo extraño: un cosmo malvado, el mismo que había sentido en la habitación del Maestro esa tarde. Parpadeó, y el cosmo había desaparecido.
Bajó la vista, como para comprobar si ella también lo había sentido, pero la chica estaba entretenida pasando sus dedos por las flores en el suelo que no se percató de nada. Aioros suspiró. Tal vez había sido su imaginación. Pasaron unas cuantas horas así, en silencio.
-Ya es tarde- dijo Ariadna de pronto- ya ha pasado la media noche. Tengo que irme...-
-Que duermas bien, mi cielo- le susurró él, ayudándola a levantarse.
-Hasta mañana-
Se besaron con ternura, como lo hacen dos chicos de catorce años. Ariadna volvió al Recinto, mientras Aioros la miraba alejarse desde ahí. Cuando la chica se perdió de vista, el caballero volvió a las Doce Casas.
Lo sintió de nuevo: el cosmo malvado y agresivo. Esta vez no desapareció por completo, y Aioros pudo ubicarlo. Estaba en la sala del Maestro, y se dirigía a...
-¡La habitación de Atena!- exclamó el caballero, y corrió escaleras arriba.
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Arles se acercó al trono del Patriarca. Sacó una caja dorada y la abrió. Dentro de ésta, había una daga dorada que estaba bajo el trono del Patriarca. Una risa malvada salió de él mientras tomaba la daga en su mano derecha.
Caminaba lentamente hacia la habitación de Atena, como si una fuerza invisible le impidiera caminar con normalidad. Dos voces distintas salían de él, y conversaban entre ellas.
-No lo hagas...-
-Calla-
-No te lo permitiré. Los santos de Atena tenemos el deber de protegerla, no de...-
-¡Te dije que te calles!-
-No te lo permitiré...-
El Maestro se detuvo, como si una pared invisible no le permitiera seguir caminando.
-Deja de impedirme el paso...-
-No permitiré que mates a Atena...-
-No pudiste evitar que acabara con Shion y Arles, y no podrás evitar que haga otro tanto con ella-
La primera voz se apagó. El Maestro siguió caminando, esta vez con menos dificultad. Vio la cuna frente a él, y dentro estaba la bebé Atena. La pequeña abrió los ojos lentamente. Arles levantó la daga.
-Adiós, Atena...-
Cuando estuvo a punto de clavarla en la pequeña, una mano la detuvo por la hoja, y sangró. Gruesas gotas de sangre cayeron sobre la pequeña, quien comenzó a llorar.
-¡Maestro Arles! ¿Qué está haciendo?- dijo Aioros.
-¡No estorbes, Aioros!- gritó Arles, apartando a Aioros de un codazo, y clavando la daga hasta el fondo de la cuna. Pero la pequeña ya no estaba ahí, sino en los brazos de Aioros.
-¡Maestro! ¿Qué demonios cree que está haciendo?- dijo Aioros- Atena viene cada doscientos años a traer la paz al mundo, ¿y quiere asesinarla? Usted, que es el encargado de cuidar de ella hasta que crezca y manifieste sus poderes...-
-Ese no es tu problema- dijo el Maestro, lanzándose contra Aioros, para arrebatarle al bebé. El caballero reaccionó y golpeó al Maestro, quien chocó hacia atrás con la pared, y perdió su máscara. Trató de cubrirse, pero ya era tarde: Aioros lo había reconocido.
-¿Saga?- dijo Aioros. Saga estaba muy diferente. Era idéntico al normal, pero sus cabellos eran grises y sus ojos rojos. Al escuchar su nombre, Saga volvió a la normalidad por unos segundos. Sus ojos azules miraban con angustia a dijo Saga, al parecer con mucho esfuerzo- no...no soy yo...-
-Saga...-
De nuevo, los ojos de Saga se tornaron rojos.
-¿Me has reconocido, Aioros?- dijo éste. Esta vez, Aioros notó el cambio en su voz: era más áspera- ¡no puedes vivir!¡Atena no puede vivir!- y atacó a Aioros con su poder.
Aioros cubrió a Atena con su cuerpo. El ataque de Saga rompió la pared, y Aioros aprovechó esto y huyó por ahí hacia la casa de Sagitario. El Maestro se levantó y volvió a ponerse la máscara.
-¡Caballeros!- gritó- ¡Aioros trató de matar a Atena!¡no lo dejen escapar!-
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CONTINUARÁ...
Bueno, chicos, ya comenzamos a entrar en los últimos momentos de Aioros. Sé que es muy triste...
Remsie: hola, y gracias por tu review... yo también soy aracnofóbica por completo...
Silver y Zafiro: gracias por el review... lamento haber intentado ahogar a Kanon, pero así va la historia... y pues sí, yo no le temía a las arañas hasta que llevé la clase de venenos en primeros auxilios... desde entonces no soporto ver una.
Atalanta: gracias por tu review, y por actualizar!!!! (ejem, bueno ya te mandé un review... ¿cómo crees que no te mandaría uno?) y dile a Kasu: feliz viaje! Espero que le vaya muy bien... en cuanto al nuevo fic, espero que mi computadora funcione correctamente y pueda mantenerme en contacto con ustedes...
Elena: gracias por tu review
Megu-chan: así es la vida... gracias por tu review, pequeña...
A los demás: esperen el siguiente chapter, y manden reviews!!!!
Abby L. / Nona
