La Tregua: parte 1

Remus Lupin caminaba hacia su despacho una mañana, después del almuerzo. Tenía una hora libre, y como pronto sería luna llena y ese día estaría indispuesto, debía adelantar todo el trabajo que fuera posible. Al llegar a su despacho encontró una copa de poción sobre su escritorio. Suspirando, se la tomó rápidamente. La poción le supo más amarga de lo habitual, probablemente porque acababa de tomar jugo de calabaza, mucho más dulce. "Tal vez Severus lo hizo a propósito", pensó, "para seguir martirizándome."

Desde la noche de Halloween, la actitud de Snape hacía él se había vuelto –si eso era posible- todavía más horrible y fría. Todos pensaban que Snape se estaba vengando por algo que Remus le había hecho (aunque no podían imaginar que era) y así era como Severus se comportaba.

 Aprovechaba cada ocasión que se le presentaba para llamarle "monstruo", "hombre lobo" y demás adjetivos insultantes que pudiera encontrar. De hecho, parecía haberse olvidado de que su nombre era Remus Lupin, no "licántropo despreciable".

Remus suponía que ésta era la forma personal de Snape de reaccionar a aquel beso que se le escapó esa noche y al principio no le molestó demasiado. Él, por su parte, prefería ignorar los comentarios irónicos de Severus y responderle con una sonrisa amable, como si no hubiera sucedido nada.

Pero los insultos y los comentarios despectivos acaban por agotarle la paciencia a cualquiera, y Remus no fue la excepción. El hecho que hizo estallar su furia sucedió precisamente en el día de la luna llena. Ese viernes, Remus se hallaba convertido en lobo, durmiendo tranquilamente en su despacho, mientras Severus se encargaba de su clase de tercer año de Defensa Contra las Artes Oscuras.

Severus procuró criticar lo más posible a Remus y aprovechó para quitarle puntos a los alumnos de Gryffindor. De paso, les mandó un trabajo extensísimo ("para que se pongan a trabajar de una vez") sobre los hombres lobo. Así, algún alumno con cerebro se daría cuenta de lo que Lupin presentaba todos los síntomas de un hombre lobo, y éste estaría fuera de Hogwarts al día siguiente.

El lunes, Remus se despertó cansado y mareado. Sus transformaciones siempre le quitaban mucha energía, y a veces requería semanas para recuperarse. Justo cuando se sentía mejor, llegaba de nuevo la luna llena. Por esta razón siempre aparentaba estar cansado y enfermo todo el tiempo.

            Apenas despertar, se acordó que tenía montañas de trabajos que corregir y además tenía que preparar las clases de primer, tercer y quinto año de ese día. Inmediatamente le empezó a doler la cabeza. La noche anterior había intentado hacer algo pero estaba demasiado débil incluso para pensar. Suspirando, Remus se levantó, se vistió y se preparó para un día agotador.

Al llegar a la clase de tercer año y enterarse de lo que había hecho Snape, su dolor de cabeza pareció incrementarse por cien. Le dieron ganas de patear algo, en especial la cabezota de Snape, pero mantuvo la calma y le sonrió a sus alumnos, asegurándoles que hablaría con el Profesor Snape. Su comportamiento no le había tomado por sorpresa, pues ya se esperaba algo así cuando Albus le pidió a Snape que lo supliera. Sin embargo, esta vez se había pasado de la raya.

Aunque tenía mucho trabajo, Remus hizo un alto al anochecer para ir a hablar con Snape. Su dolor de cabeza seguía aumentando, propiciado por las últimas cinco horas que había pasado leyendo y corrigiendo trabajos en la tenue luz de su oficina.

Su furia inicial de la mañana se había desvanecido gracias a su cansancio. A pesar de esto, entró con determinación en el despacho de Snape y le dijo:

-Tenemos que hablar, Severus.

Éste estaba sentado en su escritorio, leyendo un libro enorme titulado "Estudio detallado y exhaustivo del Arte de hacer Pociones". Al verlo llegar, alzó la cabeza y dijo, mirándolo como si fuera una especie de insecto repugnante:

-Ah. Lupin.

-Severus. ¿Sabes lo que me han dicho mis alumnos de tercer año? Al parecer, les encargaste una redacción de dos pergaminos sobre un tema del que todavía no saben nada. Concretamente, sobre los hombres lobo.

-Así es.

-¿Y?

-¿Y qué?

-Bueno, que Dumbledore les dijo a todos los profesores que mi...condición no debería ser revelada.

-Yo no le he dicho a nadie que eres un hombre lobo.

-No te hagas el inocente, Severus.

-No me hago el inocente.– Severus se apoyó en el respaldo de su silla y lo miró, un brillo peligroso en sus ojos, como retando a Remus a que se atreviera a enfrentarse a él.

-Es la verdad.-dijo.

-Has desobedecido a Dumbledore, y tú lo sabes.- Remus le miró a los ojos con una frialdad en la mirada que rivalizaba con la de Severus. -Todavía no se lo he dicho al Director porque pensé que primero hablaría contigo.

-¿Se lo dirás a Dumbledore? -gruñó Snape. –Ya me lo esperaba de ti. Él siempre ha favorecido a sus alumnos favoritos. Os favoreció entonces y lo hace ahora. Te ha aceptado como profesor a pesar de que...-Severus hizo una mueca de desprecio, y continuó:

-Puede que él confíe en ti, pero yo no. Yo sé que no eres de fiar.

-No vine a discutir eso.

-Pero a mi interesa hablar de eso precisamente. No sé cómo entró Black en el castillo en Halloween, pero estoy seguro de que alguien dentro de Hogwarts le ayudó a entrar. No sé como nadie más puede verlo, es natural que una criatura oscura, un licántropo, –Severus escupió esta palabra como si fuera veneno.- se alíe con el sirviente del Señor Oscuro.

Remus sintió una punzada aguda de dolor en el estómago y la sangre que le empezaba a martillear en la cabeza, pero mantuvo la compostura.

-Pareces culpable. Tu cara lo delata todo. Te conozco, Lupin. Ya me engañaste una vez y no lo volverás a hacer.

-¿Te he engañado...? ¿Cuándo?- Remus frunció el ceño, intentando recordar. Sin embargo, tenía los pensamientos confusos y el dolor de cabeza apenas le dejaba pensar con claridad.

Haciendo caso omiso de la pregunta de Remus, Severus prosiguió:

-Todavía no tengo ninguna evidencia, pero cuando encuentre algo, por muy pequeño que sea...-siseó Snape, poniendo su mirada más peligrosa.

-¿Por qué te empeñas en inculparme de algo?

-Como ya te dije la noche de Halloween-

-¿Antes o después de besarme?

Severus se quedó de piedra, horror dibujado en su cara, con la boca abierta, sin que se lo ocurriera nada que decir. Sin embargo pronto recuperó el control sobre si mismo y su expresión se volvió impenetrable.

-Ya te lo he dicho, Lupin. No eres de fiar. Que sepas que te estaré vigilando. Ahora sal de mi despacho, hombre lobo.

Cada palabra suya estaba impregnada de veneno, aunque Remus creyó distinguir una breve nota de desesperación.

-No, Severus. Tenemos que aclarar algunas cosas.

-¿Si? ¿Me dirás cómo ayudaste a Black a entrar al castillo?

-¡Ya sabes que no tengo nada que ver con él!

-Antes no era así.

Esta discusión estaba cansando a Remus. Sentía como si su cabeza fuera a estallarle, y empezaba a sentir nauseas, muchas nauseas. Tenía dificultad para respirar. A pesar de todo, Remus resistió, alzando la cabeza con determinación. No se iría de allí hasta haber resuelto...¿qué? ¿Qué estaba haciendo allí, precisamente?

-El pasado quedó atrás, Severus. ¿Por qué no puedes aceptarlo?

-Qué sabrás tú.

-Yo sé lo que veo.

-Pues no has visto suficiente. Ahora vete de aquí.

-Sólo contéstame una pregunta. ¿Por qué quieres que me vaya de Hogwarts? Es el mejor trabajo que...-Remus tomó aliento, sofocado por alguna razón.-que he tenido nunca.

-Porque eres un peligro. Un traidor como Black y un maldito licántropo. Un monstruo. ¡Vete!

A pesar de que le iba a estallar la cabeza, que no podía respirar y que empezaba a ver borroso y a perder el equilibrio, Remus sintió la rabia y la frustración de todos esos días, de toda su vida tal vez, subirle por la garganta. Se mantuvo en pie, erguido, y logró hacer un último esfuerzo.

-No...no soy un monstruo...¡Joder!-gritó, alzando su voz sobre la confusión que reinaba en su mente.-¡SOY UNA PERSONA!

Severus cambió de expresión. Una expresión menos hostil. ¿Sería posible que fuera culpa lo que veía en su cara? Remus intentó continuar:

-Yo...

Pero su voz se ahogaba en el dolor atroz de su cabeza, en las luces y sombras confusas de la habitación que daba vueltas y vueltas, en el insoportable calor que sentía de repente...se llevó las manos a la cabeza, incapaz de pensar o hacer nada más, y se sintió caer en la oscuridad.

Remus...Remus...¡Remus!

El sonido de su propio nombre lo hizo volver lentamente en sí. Sintió un líquido frío en la boca, y se lo tragó, aunque le daba una sensación muy desagradable. Sintió un dolor agudo en la cabeza, y contuvo las ganas de vomitar. Emitió un quejido involuntario. No recordaba absolutamente nada, sólo sentía el dolor, y no le interesaba nada más. Poco a poco comenzó a percibir las cosas a su alrededor. El suelo de piedra dura. La habitación oscura. La luz de una hoguera encendida en el hogar. Y encima de su rostro, la cara de Snape, más pálida de lo habitual. Snape estaba arrodillado a su lado, sosteniéndolo cuidadosamente con un brazo. En el otro sostenía un pequeño frasco de poción azul transparente.

Remus intentó moverse, pero Snape lo detuvo. Le dio a beber otro trago más de poción. Remus se lo tomó con desgana. Después de unos instantes, sintió su dolor de cabeza disminuir y sus nauseas dejaron paso a una simple sensación de mareo.

Remus quiso levantarse, pero en vez de eso, se conformó con sentarse en el suelo duro.

-Me he desmayado.-dijo, con voz débil. No era una pregunta.

Severus le dio el frasco y le indicó que tomara un poco más.

-Te llevaré a la enfermería. Veremos que puede hacer Poppy por ti.- dijo Severus, ayudando a Remus a levantarse.

-Está bien, puedo ir solo.-Al decir esto, Remus volvió a perder el equilibrio y cayó de rodillas en el suelo. Aunque ya no le dolía tanto la cabeza, su mareo se estaba acrecentando, y los intentos por levantarse y caminar no ayudaban en nada.

Severus, después de mirar durante un rato los esfuerzos inútiles de Remus por salir caminando de la oficina, suspiró y se acercó a él. Pasó el brazo de Remus por sus hombros mientras lo sostenía por la cadera, y se lo llevó fuera.

No habían hecho ni diez pasos cuando Remus se detuvo, y murmuró:

-Joder, joder, mierda.

-¿Qué pasa?-preguntó Severus, algo alarmado.

-Creo que voy a vomitar.

-¡Joder, no, aquí no! ¡Filch me matará!

Severus se apartó de Remus, sin saber qué hacer. Sólo reaccionó cuando oyó una arcada, proveniente de Remus. Sin pensárselo más, corrió hasta su oficina, cogió un caldero viejo que tenía en un rincón y lo llevó hasta donde estaba Remus, inclinado contra la pared.

-¡Aquí! ¡Aquí!

Por suerte, llegó justo a tiempo. Remus le arrebató el caldero de las manos y comenzó a vomitar.

Asqueado, Severus se interesó mucho en un cuadro de un viejo fraile que dormitaba, intentando ignorar el horrible sonido de arcadas y líquido que sonaba detrás suyo.

Finalmente oyó que Remus tosía y gemía, tratando de tomar aliento.

-No me siento muy bien.- dijo con voz débil.

-Ya.

Sin mucho entusiasmo, Severus cogió el caldero, intentando acordarse del hechizo apropiado para limpiarlo. Frunció la nariz a causa de la peste, diciendo "Que asco" entre dientes. Al fin se acordó y en un segundo el caldero estuvo limpio y casi brillante, como lo había estado antes. Pero el olor penetrante y nauseabundo le seguía flotando en la nariz. Una alarma estalló en el fondo de su mente, pero Severus no entendía porqué.

-Gracias.- murmuró Lupin.

Severus se frotó la nariz, intentando deshacerse del horrible olor, y preparando una respuesta hiriente. Sin embargo, su comentario ingenioso se le quedó ahogado en la garganta cuando se dio cuenta de lo que le estaba molestando.

No por nada Severus era el maestro de Pociones. Podía reconocer fácilmente el olor de muchos de los ingredientes que usaba con frecuencia, y últimamente había estado usando uno más que otros...demasiado, tal vez.

Volvió a levantar a Lupin y a ayudarlo a caminar, pero esta vez en dirección contraria.

-Severus, ¿qué...?

Éste no contestó. Tenía la mirada perdida, y el ceño fruncido en grave concentración. Llevó a Remus hasta la pared detrás del escritorio de su despacho y dijo la contraseña:

-"Chauve-souris"

Inmediatamente apareció una puerta bien delineada entre las rocas que conformaban la pared, y Severus la empujó. Dentro había una habitación fría, sin ventanas, mal iluminada por unas antorchas y una hoguera en un rincón. Había una cama, un escritorio, una silla y unas estanterías viejas con frascos y libros desordenados. A un lado había otra puerta, que comunicaba –supuso Remus- con el lavabo personal de Snape.

Severus sentó a Remus en su cama.

-Quítate la ropa.

Remus no se movió, pensando confusamente que por fin Severus se había rendido a sus instintos y que, viéndole indefenso, había decidido aprovecharse. "No se lo dejaré tan fácil", pensaba.

Severus estaba removiendo como loco las estanterías, buscando algo desesperadamente entre el desorden, hablando solo.

 -Si, es posible, porque entonces tendría sentido...pero yo no...si se entera alguien...¿donde lo habré dejado?...pero si estaba ayer aquí mismo, yo...

Remus estaba reuniendo todas su fuerzas para salir corriendo hacia la puerta, cuando escuchó un grito triunfal que le hizo saltar de la cama.

-¡Ja! ¡Por fin! Estaba aquí, en el escritorio.-Volvió su mirada hacia Remus.

-¿Todavía no te has quitado la túnica?

Remus, lívido, se preguntó si habría encontrado un látigo o unas esposas. Tomando aire,  puso un gesto desafiante y le espetó:

-No dejaré que me violes.

Severus se quedó en su sitio, inmóvil y con la boca abierta, demasiado conmocionado para hablar. Cuando se pudo recuperar, se rió nerviosa y brevemente y gruñió:

-Cálmate, Lupin. Estás a salvo, al menos por hoy.

Le enseñó lo que traía en las manos, que resultó ser un libro. Remus suspiró aliviado.

-Ah, lo siento, es que yo...-Remus intentó disculparse, avergonzado por haber mal interpretado la situación, sintiéndose algo imbécil. Aunque sonrió aliviado al comprobar que él no era el único que se había ruborizado.

-Da igual. Ahora quítate la ropa.

-¿Para qué?- preguntó Lupin, receloso.

-Voy a hacerte una revisión.

-¿No es ese el trabajo de Poppy?

-Si, pero...es que esto...me gustaría que nadie supiera de esto, ¿sabes?-dijo Snape, con  una inseguridad a la que Remus no estaba acostumbrado.

-¿Por qué?

-Es que he pensado...bueno, ya te lo explicaré, primero quiero revisarte, que tal si estoy equivocado y no pasa nada...

-¿Hablas en serio? ¿Seguro que no es una treta para poder verme sin ropa?

-¡Lupin! ¿Quieres saber porque estás enfermo o no?-dijo Severus, irritado.

-Bueno, de acuerdo, pero te lo advierto, tengo la varita en la mano...

Sin despegar su vista de Severus ni un instante, Remus se quitó la túnica y los zapatos. Severus apartó la vista y empezó a hojear el libro que tenía en las manos. Remus se quitó los tejanos raídos que llevaba debajo e hizo un ademán de quitarse los calzoncillos, cuando Severus le detuvo, casi gritando.

-¡NO! – luego continuó, en una voz más calmada. –No hace falta.

Remus sonrió a pesar de que todavía se sentía mal.

-¿De veras creíste que me los iba a quitar?

Severus le ignoró y se detuvo a leer algo en el libro. Remus se echó en la cama, no muy seguro de estar cómodo con la situación pero demasiado cansado y mareado para impedirla. Casi se estaba durmiendo cuando Severus le despertó bruscamente.

-No te traje aquí para que durmieras. Siéntate.

Remus hizo lo que le ordenaban. Severus estaba mirando de nuevo el libro.

-Veamos –murmuraba. –Primero, el pulso...

Snape cogió su muñeca y le tomó el pulso. Remus miró el libro con interés. ¿Que era lo que Snape traía en mente? Vio el título: "100 venenos y sus antídotos."   "¿Venenos?" se preguntó Remus, sin entender nada.

-Oh no...

-¿Qué pasa?

-Tienes el pulso demasiado lento. 

-¿Y?

Severus parecía más serio y preocupado que nunca. Remus empezó a inquietarse. Severus alargó la mano y le revisó los ojos, alzándole los párpados.

-Ojos algo rojos y brillantes...

Entonces Severus cogió su brazo y se lo empezó a revisar, mirando atentamente y tanteando una parte de vez en cuando.

-Severus...- comenzó Remus, esta vez ya definitivamente preocupado.

-Dime algo, ¿desde cuando te sientes mal?

-Creo que desde...esta mañana.

-¿Y durante la transformación? ¿Y ayer?

Ahora Severus estaba mirando y tocándole el otro brazo. Remus sintió un breve escalofrío.

-No lo sé, no recuerdo. Estaba muy cansado y de todos modos, la transformación duele tanto que no me doy cuenta de si es diferente o no.

Severus se detuvo por un momento y miró a Remus directamente a los ojos, escrutándolo.

-¿Y la poción?- preguntó Snape, bajando la vista y volviéndose a concentrar en examinarle el pecho. -¿Notaste algo extraño en ella?

-No. Sí. Creo que...me supo más amarga, un día. Pero...podría equivocarme.

-Amarga...-murmuró Snape entre dientes.

-¡Ah!-exclamó de repente.

Remus sintió una punzada de dolor debajo de las costillas. Miró y vio que Snape había tocado una pequeña erupción en su piel.

-¿Qué...? ¿Cuando me habrá salido?

-No tiene buen aspecto.

Tenía razón. Era de un color más bien verdoso, con un puntito rojo en el centro.

-Aquí tienes más. –dijo Severus, mirándole en la espalda. Remus se tocó y, en efecto, parecía tener la espalda llena de erupciones.

-Ugh.- comentó, ahora con un nudo en la garganta. ¿Qué le estaba sucediendo?

-Mierda. Mierda. Mierda.-empezó a recitar Severus, con la cabeza en las manos. Después se volvió a mirar a Remus y le dijo, más serio que nunca y con una voz más débil que la usual:

-Creo...creo que tienes una intoxicación.

-¿Cómo?

-Presentas todos los síntomas de un envenenamiento por luparia.

-Pero...¿Cómo es posible?

Severus suspiró.

-La luparia es el ingrediente principal de la poción que te preparo.

Remus se quedó sin habla. Severus, sin mirarle a los ojos, le dio el libro.

-Lee esto.

Remus cogió el libro con manos temblorosas y leyó el párrafo que Snape le indicaba.

"El acónito o luparia es perjudicial para todos los seres humanos en general, sin embargo, los hombres lobos son particularmente sensibles a esta sustancia. En pequeñas cantidades, el acónito sirve para preparar la poción que hace indefensos a los hombres lobo, recientemente inventada. Cuando la cantidad recomendada para preparar esta poción se excede, o si una persona ingiere una gran cantidad de luparia, la víctima enferma y puede llegar a morir. Los síntomas más usuales de la intoxicación por luparia son:

-cansancio

-mareos, dolor de cabeza

-vómitos

-baja presión sanguínea

-irritación de los ojos

-fiebre alta

-irritación de la piel, aparición de pústulas

Cuando aparecen pústulas de color oscuro y fiebre alta, el peligro mortal es inminente y la víctima ya no tiene posibilidad de curación."

Severus le puso la mano en la frente.

-¿Todavía no tienes fiebre, verdad?

-No puede ser. Tú...tu no...-Remus estaba ahora tan pálido como Severus.

-Sí.

-¿Intentaste envenenarme?

-¿¡QUÉ!?

Remus se levantó, los puños apretados, una mirada acusadora en la cara.

-Sería tan fácil, ¿verdad? Tan fácil quitarme del camino de esa manera tan rastrera. Siempre podías haber dicho que mi cuerpo no había aguantado la poción, y te habrían creído.

-Lupin, ¿pero qué estás diciendo? Yo...- empezó Severus, pero no pudo proseguir.

-¿Tan lejos estás dispuesto a llegar para deshacerte de mi? ¿Hasta este extremo llega tu rencor? ¿Tanto...tanto me odias?

Remus estaba alzando su voz cada vez más. Volvía a sentirse mareado y su dolor de cabeza regresó con la fuerza de antes.

-¡ERES DESPRECIABLE!- gritó, antes de que Severus saltara sobre él y le pusiera una manos sobre la boca para callarlo.

-Cállate, Lupin. Te volverás a desmayar. –dijo, con más frialdad que hace unos momentos.

Remus quiso hablar y se removió, pero Severus lo sostenía con firmeza. Lo obligó a sentarse de nuevo en la cama.

-Escúchame, Lupin, y no saques conclusiones precipitadas.-le dijo, sentándose a su lado en la cama y quitando la mano de su boca. Remus quería objetar, pero no quería arriesgarse a ponerse peor. Severus tomó aliento antes de continuar.

-Reconozco que yo tengo la culpa de que estés enfermo. Pero –detuvo el comentario de Lupin alzando la mano –no fue intencionado. Si lo hubiera sido, créeme, ya estarías muerto.

-Seguramente me excedí con la cantidad de luparia que utilicé en la poción, gracias a...alguna pequeña distracción. Fue un error mío. Pero todavía estamos a tiempo de componerlo, aun no es demasiado tarde. Aquí –señaló el libro- vienen varios antídotos que creo que funcionarán. Los prepararé ahora mismo, y te prometo que mañana estarás mejor y te habrás curado en menos de una semana.

Severus se puso de pie, cogió el libro, tirado en la cama, y siguió hablando.

-Te diré lo que haremos. Necesito vigilarte y darte la poción varias veces esta noche, por lo que te recomiendo que te quedes a dormir aquí. Yo dormiré en la oficina, de todos modos tengo que preparar allí la poción. –agregó rápidamente, viendo la expresión de Remus.

-¿Y por la mañana? Tengo una clase a primera hora.

Severus dio un bufido de exasperación.

-Te levanto temprano y si te sientes bien, vas, y si no, yo te sustituyo, yo no tengo...Prometo que no daré nada sobre hombres lobo. –dijo, con otro bufido.

-De acuerdo.

Todo el cansancio de ese día cayó sobre Remus que, resignado a pasar la noche en ese oscuro lugar que olía a cerrado, se metió entre las cobijas sin molestarse en ponerse la ropa y se quedó dormido casi inmediatamente.

Tiempo después, Remus no podía decir cuanto, salió lentamente de su pesado sueño. No abrió los ojos, pero percibió una luz que brillaba en frente de él. No comprendía en donde estaba, ni porqué se sentía sudado y dolorido. Lo único que quería era volver a dormir, porque estaba muy, muy cansado.

-Oh, Remus...

¿De quién era la voz? se preguntó, medio dormido. ¿Quién le estaba acariciando?

-Estoy siendo un imbécil...todo esto es por mi culpa. –Un suspiro.- No sabes cuanto lo siento. ¿Cómo pude hacer cometido un error así, como si fuera Neville Longbottom? Soy una vergüenza de maestro de Pociones.

-Y que lo digas -contestó Remus, despertándose del todo e incorporándose.

Severus se sobresaltó.

-¡Agh! ¿Estabas despierto?

-Me has despertado. ¿qué quieres?

-Yo...este...ha acabado el antídoto, te lo tienes que tomar ahora. –le enseñó una copa llena de líquido borboteante.

Remus la cogió aprehensivamente, y tomó un sorbo. Para su gran sorpresa, no sabía tan mal como la poción que tomaba. Era un poco como agua dulce. Se bebió el resto de un trago, descubriendo que tenía mucha sed.

-¿Tienes más?

Remus no lo juraría, pero le pareció que Snape sonrió cuando fue a llenar la copa de nuevo.

Después de la segunda copa, Remus se sintió reconfortado y fresco. Se acomodó de nuevo en la cama y, antes de entregarse al sueño, comentó:

-Me has llamado Remus.

-¿Cómo? –preguntó Snape, en el umbral de la puerta de la habitación.

-Nunca me llamas Remus. Pero hoy me lo has dicho dos veces.

-Buenas noches. –Severus salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.

-¡Ay!

Remus se despertó. Se había movido y su rodilla había chocado contra algo duro...que se movía. Abrió los ojos, soñoliento, y vio una cabeza, llena de pelo negro largo. La cabeza se movió y se levantó. Severus Snape lo miraba con la vista desenfocada. Tenía los ojos hinchados y con marcas oscuras debajo. Se sobó la cabeza con una mano.

-¿Qué he hecho?

-Eso quisiera saber yo. ¿No ibas a dormir en la oficina?- dijo Remus, mirando su reloj. Las 7:34 de la mañana. Se incorporó y empezó a desperezarse. Miró a Snape, quien no parecía muy contento de que le hubieran despertado. Remus lo miró, confundido. Había dormido, al parecer, con la cabeza y los brazos en la cama y sentado en el suelo. En cuanto Remus se levantó de la cama, Severus se levantó y ocupó su lugar. Estaba completamente vestido. Ni siquiera se había quitado la capa.

-¿Desde cuando estás aquí?

Snape no contestó, sólo se hundió más entre las cobijas. Finalmente, contestó débilmente:

-No sé. Horas. Tenías un poco de fiebre y te volví a dar el antídoto.

-Pues yo no lo recuerdo.

-Eso es obvio.

Remus cogió su ropa de la silla frente al escritorio y comenzó a vestirse. Snape parecía haberse dormido. Lupin se inspeccionó en el espejo del lavabo.

-No estás tan mal.- le dijo el espejo. Era cierto. Las pústulas –notó- se habían puesto rojas, pero no más oscuras. Todavía tenía líneas oscuras bajo los ojos y un aspecto pálido y demacrado, pero ya no sentía calor. Aunque estaba un poco mareado y la cabeza aún le martilleaba débilmente, se sentía listo para bajar a desayunar y dar su clase. Se iba a ir de la habitación cuando...

-Lupin...antídoto...frascos en mesa oficina...una vez al día...

-¿Me los llevo? De acuerdo.

Severus se movió y, sacudiéndose la modorra unos segundos, se sentó y le dijo:

-Te agradecería que no le comentaras esto a nadie. Ha sido error mío y yo mismo lo he arreglado. Nadie más tiene porqué saberlo, ¿entendido?

- Vale. Gracias por todo.- se despidió Remus. Antes de marcharse, miró atrás y vio que Snape se había vuelto a dormir.

Al salir, recogió los frascos llenos de líquido incoloro como el que había tomado la noche anterior y se dirigió a su despacho.

Estaba a punto de abrir la puerta cuando ésta se abrió repentinamente. Remus, cogido por sorpresa, no se movió y la puerta le dio de pleno en la cara.

-¡Remus! ¡Estás aquí! Oh, lo siento.

-Auch.

Quitándose la mano de la nariz, Remus vio a Albus Dumbledore en frente de él, pálido y más viejo de lo que usualmente parecía.

-Te estaba buscando. Vine aquí ayer por la noche para decirte que...oh, deja, puedo arreglar eso.-Dumbledore le quitó la sangre de la nariz con un simple hechizo.

-Lo siento...es que...eh...tenía que hablar con Severus, sobre...la poción.- Remus no quería mentirle más al Director, sin embargo, Snape había hecho mucho por él esa noche y Remus no quería darle problemas contando lo que había hecho.

-Aaah. Dumbledore sonrió, los ojos brillando, como si hubiera comprendido algo muy obvio. Remus se sintió escrutado por los ojos azules de Dumbledore y temió que éste estuviera viendo a través de él.

-Deberías peinarte un poco antes de bajar a desayunar, ¿no crees? O empezarán a correr más rumores...

Remus acompañó al Director en su camino hacia el comedor, intentando arreglarse el pelo lo mejor posible.

En su habitación, Severus Snape dormitaba plácidamente en su cama, su cama calientita y con olor a Remus, sintiéndose al fin recompensado por haberse pasado en vela la noche anterior. De todos modos, no tenía clases hasta la segunda hora. El desayuno siempre podía esperar.

A/N: Por fin subo otro capítulo!!!!! En realidad este capítulo iba a ser más largo, pero al final he decidido dividirlo en dos partes, más cortas. Creo que tengo suficiente para otros tres capítulos, por lo menos. Pero necesito tiempo, paciencia y, muy importante, MOTIVACIÓN, asi que ya sabeís...

¡DÉJAME UN REVIEW! Por favor!!!!!!!

No te cuesta nada dejarme unos cuantos comentarios sobre mi fanfic, sobre si te gusta cómo he caracterizado a Snape y a Lupin, o si os gustaría que hablara sobre su familia y su pasado un poco más, o si deben acabar juntos, en fin, cualquier cosa...

¡POR FAVOR!

LOS REVIEWS ALIMENTAN MI MUSA!!!!!!!!

Muchas gracias a los que habeis mandado reviews, los he impreso y los he pegado en mi libreta para leerlos cuando siento que no puedo escribir. : )

Seguid leyendo mi fanfic!!!!!!!!!