Disclaimer: Los nombres, personajes y lugares de este fanfic pertenecen a J.K.Rowling, a la Warner y a varias editoriales. Sin embargo, la historia es mía, y no gano ningún centavo con ella, ni pretendo hacerlo. Sólo quiero divertirme un poco. = )
LUNA LLENA
LA TREGUA: PARTE 2. NAVIDAD
Una mañana helada cayó sobre Hogwarts a finales de diciembre. Las mazmorras parecían una cueva en el continente antártico. Ese día, mientras Severus subía al Gran Comedor para desayunar, observó escarcha en las largas ventanas del castillo.
Ese día también la suerte quiso que Severus se encontrara sentado al lado de Remus Lupin. Al verlo llegar y tomar asiento, Remus le dedicó una sonrisa amable. Severus respondió con un lacónico "buenos días" y se sentó a comer sin levantar la vista de su plato.
A pesar de su comportamiento Severus no podía dejar de sentirse aliviado de ver a Remus sano y salvo. Aunque no pasó nada y nadie se dio cuenta, Severus no pudo evitar sentir una punzada de culpa en el estómago. Lupin había corrido un peligro muy serio que por poco no le cuesta la vida. Severus se estremecía al pensar qué hubiera pasado si no se hubiera dado cuenta de que Remus estaba enfermo.
Terminando de comer, se levantó para marcharse al aula de Pociones, donde tenía una clase a primera hora. En ese momento Lupin le cogió por la manga de la túnica.
-Espera.
-¿Qué quieres?
-Tengo que hablar contigo. ¿Estás ocupado esta tarde?
-En realidad si.
-¿Cuándo estás libre?
-No creo estar libre hasta que terminen los exámenes. ¿Es urgente?
-Hmm...sí, más o menos.
-¿Puede esperar dos semanas? –preguntó Severus, cada vez más impaciente.
-Supongo que sí.
-Pues hablaremos entonces.
-Hasta entonces. Pero si puedes antes, ven a verme a mi oficina, por favor.
-Como quieras, Lupin.
Por quinta vez ese día, Severus se encontró imaginando qué sería lo que Lupin quería decirle. "Maldita sea" pensó. Se pegó a si mismo un coscorrón en la cabeza y se obligó a seguir pensando en el patético ensayo sobre pociones impermeabilizantes de uno de sus alumnos de segundo.
"No querrá...?" Otro coscorrón. Para desquitar su súbita rabia le puso un cero al siguiente ensayo sin ni siquiera mirarlo.
Una hora más tarde, Severus se encontró sorprendido con que la pila enorme de ensayos que se suponía que estaría corrigiendo todo el día había desaparecido. Miró a su derecha y vio una pila igual de ensayos terminados de corregir.
Cogió uno al azar y leyó: "Insuficiente. ¿Podrías molestarte en PENSAR cuando haces la tarea?" escrito en tinta roja, con su propia letra. Era el ensayo del chico más listo de su año.
Hojeó la pila de ensayos. Todos con un comentario parecido escrito en tinta roja: "Insuficiente. Gusarajo descerebrado."
-Remus Lupin, ¿qué has hecho de mí?-dijo mientras miraba los ensayos, sin poder creérselo. En cuanto se dio cuenta de lo que había dicho, se golpeó en la frente y dejó los ensayos. No tenía tiempo de volver a corregirlos. De todos modos no les pondría mejor nota así que decidió dejarlos tal y como estaban.
La poción burbujeaba en el caldero. Desprendía un humo denso, casi irrespirable, que olía muy fuerte a madera quemada. Severus, ajeno al penetrante olor y al calor que desprendía la poción, siguió removiéndola hasta que alcanzó la densidad perfecta. Se limpió una gota de sudor con la manga de la túnica y cogió un frasco de su escritorio. Su mano tembló ligeramente. Era el momento de añadir el último ingrediente, el ingrediente principal de la poción...luparia.
No podía permitirse ningún error. Si le agregaba un poco más de luparia de lo necesario, la poción rompería el frágil equilibrio de Lupin y esta vez la intoxicación sería mortal. Pero si agregaba menos de lo justo la poción no tendría efecto y habría un hombre lobo muy peligroso corriendo libre por Hogwarts la próxima luna llena.
Era la primera vez en su vida adulta que Severus se sentía como Neville Longbottom frente a una poción.
Respiró hondo. "Contrólate" se dijo. "Ya lo has hecho otras veces, en realidad no es tan difícil" pensaba, intentando tomar el control de si mismo y de la situación.
"¿Entonces...porqué me equivoqué aquella vez?"
Severus se sacudió este pensamiento y tomó el frasco con firmeza. Midió con exactitud la cantidad de luparia, cómo sólo él podía hacerlo, y la echó a la poción con un gesto suave. Al instante la poción empezó a silbar y cambió de color, adquiriendo una tonalidad verde terroso. La removió un poco y después apagó el fuego. Lo había logrado.
Severus volvió a respirar tranquilo. Pero ahora que no tenía nada en lo que concentrarse la pregunta que había estado esperando en el fondo de su mente se hizo más y más presente..."¿Porqué me equivoqué?"
Intentó recordar el día en que había preparado la fatídica poción. Casi no recordaba nada. Había estado a punto de provocar un grave accidente en la clase de séptimo año, menos mal que los alumnos se dieron cuenta y le avisaron a tiempo. Más tarde se había encontrado con Remus en el pasillo. Aunque no le dijo nada, se las arregló para echarle una mirada glaciar, controlando por unos breves segundos una repentina necesidad de gritar y de echársele encima.
Justo después de eso se había puesto a preparar la poción. Severus lo había hecho casi rompiendo los frascos, removiendo la poción con una cólera inexplicable. No recordaba cómo logró siquiera preparar la poción sin fundir el caldero, pero...
Un pensamiento súbito y desagradable se le apareció en el fondo de su mente. Escuchó las palabras de Remus: "¿Intentaste envenenarme?". ¿Y si, cegado por una imprudente rabia, había puesto más luparia a la poción...a propósito?
"No es posible". Yo no sería capaz de hacerle eso a Remus."
Pero no recordaba casi nada sobre ese día.
Severus se sentó en la silla detrás de su escritorio. Tal vez si que fuera necesario ir a hablar con Lupin.
No fue hasta el último fin de semana del semestre que Snape encontró tiempo libre para encontrarse con Remus. Había intentado ir a su oficina varias veces, aprovechando que tenía que entregarle la poción, pero no lo había encontrado.
Ese sábado, poco después del almuerzo, Severus se encontró frente a la puerta del despacho de Lupin. Dudó un momento antes de tocar la puerta.
-Pasa.
Severus entró a la oficina para encontrarse a Lupin acomodándose la capa.
-Ah, eres tú, Severus. ¿Vienes para hablar...?
-Eras tú el que querías hablar conmigo, Lupin.
-Si, bueno, pero ahora voy a salir. Tengo que hacer unas compras en Hogsmeade.
-Ya era hora.- dijo Severus, echándole una hojeada a la túnica vieja y raída de Lupin.
-Los alumnos también van a Hogsmeade, y algunos profesores. ¿Porqué no vienes conmigo?- continuó Lupin haciendo caso omiso del comentario de Severus.
-¿Crees que no tengo nada mejor que hacer?
-Seguro que si, pero sería mejor si habláramos ahora mismo. Ahora tengo tiempo libre pero todavía me falta pasar unas notas.
-Yo también tengo trabajo que hacer.
-Pues acompáñame a Hogsmeade y hablamos, ¿te parece?
Severus hizo una mueca. Lo último que deseaba en ese momento era dar un paseo en un pueblo lleno de estudiantes sobreexitados y llenos de azúcar hasta los huesos. Por otro lado, era una oportunidad que no podía dejarse escapar.
-De acuerdo. Pero sólo por un rato.
-Perfecto. ¿No llevas capa?
-Pasaremos por la sala de profesores, allí tengo una.
Afuera hacía fresco y Severus agradeció llevar su capa gruesa. Miró de reojo a Lupin. A pesar de llevar una vieja capa gris parecía tener frío. Severus se preguntó qué haría Lupin con el sueldo de profesor.
-Ya que estamos aquí, podrías comprarte una capa nueva, ¿no crees?
Remus le miró, moviéndose incómodamente.
-Estoy ahorrando.
Se dirigieron hacia la tienda del herbolario. Severus aprovechó para abastecerse de unos cuantos ingredientes que le faltaban mientras Lupin miraba por la tienda.
-¿Qué era lo que querías decirme, Lupin?
Lupin estaba jugueteando con unos frascos llenos de líquidos fosforecentes y no le contestó.
-Quería darte las gracias.-dijo por fin.
-¿Por?
-Por haberme salvado la vida. Si no hubiera sido por ti...
-...no te habrías enfermado, en primer lugar.
Remus le puso la mano en el hombro. Severus resistió apenas la tentación de apartarse. Remus debió de notar la tensión porque apartó la mano al instante.
-Pero me salvaste. Me siento en deuda contigo.
-Si tenemos en cuenta que le salvé la vida a una persona que casi me mata...
Remus se sobresaltó. El tono de Snape había sido muy frío y cortante.
Ninguno de los dos habló hasta que entraron en la última tienda. Remus había comprado pergamino, tinta y demás material nuevo para sus clases, y ahora estaban en Dervish y Banges. Los dos estaban mirando entre las más variadas clases de objetos: libros viejos, túnicas de los más extraños colores y tamaños, joyería que sólo Sybill Trelawney usaría, frascos y botellas pequeñas con líquidos coloridos y muchas cosas más.
Severus se acercó a las botellas y cogió una de color verde chillón. Leyó la etiqueta del frasco, "Champú de Ortiga".
-Eso te iría bien, creo yo.- Severus casi deja caer el frasco.
-¡Remus! Me has asustado.
-Si quieres te lo compro.
-¿Qué es?
Remus ahogó una risa.
-Eso explica muchas cosas.
-Claro que sé lo que es un champú, Lupin.
-Sólo que no lo has usado en tanto tiempo que se te olvidó el nombre, ¿verdad?
-Intentaba hacer una broma.
-Se nota que no bromeas a menudo. De todos modos, te iría bien el champú.
-No necesito tus consejos de belleza.
Severus se alejó de Remus, refunfuñando. Remus por su parte fue a mirar túnicas usadas, para ver si encontraba algo bonito y barato. Después de un rato encontró una túnica azul oscuro y una capa negra que le quedaba un poco grande.
Severus estaba en un rincón de la tienda, mirando algo. Después de pagar su compra, Remus se acercó sigilosamente a él por detrás y le saltó encima.
-¡Bu!
-Basta ya, Remus. ¿Debo recordarte que ya no eres un adolescente?
-Qué poco sentido del humor.
-Qué poca madurez.
-¿Qué es eso?- señaló un colgante que tenía Snape en la mano.
-¿Estás ciego? Un colgante.- Era un colgante no muy grande, de una serpiente plateada enroscada con forma de "S", con piedras verdes por ojos.
-Parece algo que sólo se pondría un quinceañero de Slytherin y fan del heavy metal. ¿por qué te gusta?
-No he dicho que me guste. Pero...
-¿Pero?
Severus miró a Lupin a los ojos, sus ojos negros usualmente vacíos estaban llenos de una emoción a la que Remus no pudo dar nombre. Antes siquiera de que Remus supiera qué pensar, esa emoción había desaparecido y los ojos de Snape volvieron a ser fríos y vacíos.
-Nada importante. ¿Ya has terminado?
-Así es, ya nos podemos ir.
Caminaron en silencio de vuelta al castillo. Remus sugirió tomar algo en las Tres Escobas, pero Severus lo rechazó, diciendo que estaría demasiado lleno de estudiantes como para hablar cómodamente.
-Supongo que tienes razón. ¿Adonde sugieres que vayamos?
-¿Vayamos? Yo iré al castillo. Tú puedes hacer lo que quieras.
-¡Pero si todavía no te he dicho lo que...!
-¿Cómo? ¿Y lo de darme las gracias?
-Bueno, si, también quería darte las gracias, pero hay otra cosa de la que me gustaría hablarte...
-Pues...- Remus se preparó para una respuesta hiriente. –Pues podemos ir al lago.
-¿¡Qué!?
-El lago, Lupin, ¿sabes dónde está?
Remus no le contestó. Miraba a Severus con la boca abierta, incapaz de creer que Severus había dicho lo que dijo.
Snape condujo a Lupin hasta las tierras del castillo, por el borde del lago. En una de las esquinas más oscuras y apartadas del castillo, había un sitio conocido por los alumnos como "escondite del lago".
Era un sitio fresco, cubierto por las sombras de los árboles del linde del bosque prohibido. La tierra estaba limpia de piedras, cubierta de un pasto suave y tierno en verano, aunque en ese momento estaba húmedo por la escarcha recién derretida. Estaba escondido de la vista de los chismosos por un grupo de árboles bastante espesos.
-¿Aquí?- preguntó Lupin, sin saber qué pensar del hecho de que Snape lo hubiera llevado al sitio preferido por los estudiantes para besuquearse.
-¿Por qué no?
-No es el lugar menos popular de la escuela que digamos...
-Pero nadie viene en esta época del año. Hace demasiado frío. Me gusta estar aquí en invierno.
-Se está bien.
"No creo que esté siendo totalmente sincero" pensó Severus mientras miraba a Remus. Estaba temblando de frío, a pesar de que se había puesto la capa que acababa de comprar encima de la otra. Severus se sentó en el suelo húmedo, sintiéndose más incómodo que antes.
-Este lugar me trae recuerdos.- dijo, en un intento por romper el hielo.
-¿A ti también?
Severus sonrió débilmente.
-Hace ya mucho tiempo de eso.
-¿Con quién?
-No es asunto tuyo.
-Lo siento, no pretendía...
-Da igual.
Se quedaron en silencio tanto tiempo que ambos casi se olvidaron de la presencia del otro. No era un silencio tenso y ninguno sentía la necesidad de hablar. Fue Remus quien finalmente lo rompió:
-Quería explicarte lo que pasó hace años, cuando estábamos en el colegio.
-No necesito explicaciones.
Remus suspiró, pero siguió adelante:
-Creo que si. Nunca me has perdonado lo de aquella vez, lo del sauce boxeador, y...necesitas comprender.
-No hay nada que comprender, Lupin. Me querías gastar una broma y lo hiciste aunque no salió tan bien como pensabas.
Severus se levantó y se encaminó de vuelta al castillo.
-Si de esto me querías hablar, estás perdiendo el tiempo.
Remus se levantó de un salto y corrió detrás de Severus.
-¡Espera! ¡Hay algo que nunca te dije!
Severus, a pesar suyo, se detuvo.
-Si me lo quieres decir hoy...- dijo, disimulando mal su repentina curiosidad.
Remus dudó. Se pasó la mano por los cabellos y bajó la mirada. Severus se hartó después de un rato y se volvió para irse. Entonces...
-Si te sientas aquí conmigo te lo explicaré tranquilamente.
Esta vez fue el turno de Severus de dudar. Pero no duró mucho.
-De acuerdo.
Una vez sentados, Remus se volvió a pasar la mano por el cabello y comenzó:
-Verás, es que en el tiempo que pasamos juntos, yo...me lo pasaba bien, y...me empezaste a gustar.
-También yo pensaba que éramos amigos, Lupin. ¿A que quieres llegar?
-No, a gustar, digo, ¿no entiendes?
-No.
-Pues sabes, cuando...o como cuando a un chico...lo que quiero decir es que...
-¡Suéltalo ya, Lupin! –dijo Severus, quien no sabía si sentirse irritado o asombrado por la repentina falta de elocuencia de Remus.
Remus miró el pasto bajo sus pies con gran interés. Severus consideró la posibilidad de ir al castillo y regresar cuando Remus recuperara la voz, cuando éste le soltó, tan súbitamente que Snape tardó varios segundos en captar el significado de lo que dijo:
-Estaba enamorado de ti.
En cuanto comprendió lo que Remus había dicho, Severus se quedó sin habla. No podía ser, era mentira, totalmente imposible... "Pero..." Severus cerró la boca y le espetó:
-No digas tonterías.
-¡Es cierto! Por eso...por eso no pude...no pude seguir siendo amigo tuyo.
-¿Cómo?
Remus suspiró antes de continuar, esta vez con más seguridad y calma.
-Tienes que comprenderme, Severus. Tenía dieciséis años, todos los chicos que conocía no podían dejar de hablar de las chicas y yo no quería sentirme diferente, ¿entiendes? Ya era de por si bastante extraño, por ser...lo que soy, por no hablar mucho, por sentarme a leer en vez de jugar Quidditch, por mis gustos musicales pasados de moda...No podía aceptar, ni siquiera ante mi mismo, que me gustaba un chico. Se me hacía un aberración, algo muy malo y no podía...no podía...- Remus se interrumpió, pero no hacía falta seguir hablando. Severus se quedó callado, sin saber qué decir.
-¿Porqué me lo dices ahora?
Remus alzó la vista. Severus sintió que se perdería en esos ojos color miel, que en ese momento estaban llenos de una emoción fuerte, casi incontrolable, una emoción que luchaba por salir y derramarse sobre Severus. Se mordió el labio y dijo:
-Me he dado cuenta de que todavía me guardas rencor. Después de todos estos años...Sé que es difícil, pero creo que debemos empezar de nuevo, olvidar el pasado. Vamos a estar mucho tiempo trabajando juntos y deberíamos llevarnos mejor.
-El pasado no se puede cambiar, Lupin.- dijo Snape, escupiendo la última palabra como si fuera veneno. –En cuanto al presente, no creo que dures mucho aquí.
-¿Porqué lo dices?
-Un presentimiento.- con esto, Severus se levantó y se marchó en dirección al castillo, sin mirar atrás ni una sola vez.
Remus lo miró hasta que lo perdió de vista. Intentó levantarse pero por alguna razón no tenía fuerzas. Se quedó sentado, intentando clasificar y poner en orden sus sentimientos. "¿Cómo pude ser tan imprudente? ¿Porqué le acabo de confesar a Snape, enemigo declarado, un secreto tan viejo que nunca le revelé a nadie?"
Severus, pese a que había sido su intención, no pudo volver al castillo. Pasó el resto de la tarde y la noche fuera, junto al castillo. Hacía cosas así muy pocas veces, prefiriendo apartar sus sentimientos al lado cada vez que amenazaban con surgir.
Se quedó así toda la noche, recostado en la pared fría y dura del castillo, mirando las estrellas y sintiendo una brisa helada golpeándole en la cara.
La mañana siguiente...
-¡Atchís!
-Salud.- Minerva McGonagall miró a Severus, quien estaba sonándose una colorada nariz con un pañuelo. Estaban desayunando en el Gran Comedor durante el primer día de las vacaciones de Navidad, y Severus no había parado de estornudar desde que llegó a la mesa por la mañana, con aspecto pálido y con líneas oscuras bajo los ojos.
-Si te sientes mal, será mejor que se lo digas a Poppy.
Severus murmuró algo sobre "después del desayuno".
-¿Qué ha pasado? ¿Saliste fuera ayer? No te vimos en Hogsmeade.
Severus no pudo responder pues estaba muy ocupado sonándose de nuevo la nariz y estornudando.
Un poco más tarde, Severus estaba en la enfermería, a punto de tomarse la poción Pepper Up.
-Deberías cuidarte más. No está bien para un profesor el andar vagando en las afueras del castillo por la noche.
-No estaba "vagando".
La enfermera lo escrutó con la mirada, pero se limitó a decir:
-Tómate la poción ahora, te sentirás mejor.
Severus se la bebió de un trago. No le gustaba el sabor picante de la poción, aunque no era desagradable para la mayoría de la gente. Nunca le había gustado tomarse la poción Pepper Up, incluso prefería pasar por el engorro de un resfriado antes de tomársela. Pero no le convenía estar enfermo si tenía que preparar la poción para Lupin.
Inmediatamente se sintió hervir por dentro y por fuera, y le empezó a salir un humo denso de las orejas. Intentó tomar aire, pero fue inútil.
-No te preocupes, los efectos se pasan después de unas cuantas horas.- le dijo Madame Pomfrey antes de echarlo de la enfermería.
Severus se dirigió hacia su oficina. Tenía en mente echarse a dormir un rato, para reponer las horas de sueño perdidas la noche pasada. Entonces, mientras bajaba las escaleras hacia las mazmorras...
-¡Auch!
-¡Mira por donde vas!
Severus chocó con alguien que estaba subiendo las escaleras corriendo y cayó sobre los duros escalones de piedra. Cuando subió la vista listo para reprender a alguien, incluso tal vez quitar puntos, vio a Remus Lupin encima de él, cogiéndose a la pared para mantener el equilibrio y no caerle encima.
La voz se le perdió entre los confusos pensamientos que surgieron todos al mismo tiempo. Pensó en una frase venenosa pero algo le detuvo en el último instante. Remus extendió la mano para ayudarle a levantarse.
-Lo siento mucho, tenía prisa y no veía por donde iba, no debí...lo siento.- Remus parecía tan nervioso como Severus se sentía.
Severus aceptó su mano y se levantó rápidamente.
-Gracias.- dijo sin pensarlo.
-De nada. Lo siento, fue culpa mí, yo...
-Déjalo.
-De acuerdo. Bueno, me tengo que ir.-dijo Remus, aunque no se movió.
-Adiós.- dijo Snape, volviéndose para irse.
-¡Espera! ¿Te...te has dado cuenta de que te está saliendo humo por las orejas?
-No estoy para tus bromas.
-Ya.- Remus se quedó parado, en silencio, pasándose la mano por el cabello.
-¿No tenías prisa?- dijo Severus.
-Ah si, si.- con esto, Remus se volvió y continuó su camino, aunque esta vez caminando.
Severus sacudió la cabeza, sin poder creer el que no hubiera hecho más comentarios sarcásticos. Se volvió para decirle "Y camina con los ojos abiertos" pero ya se había ido. Chasqueando la lengua, siguió bajando hacia su oficina.
El día de Navidad llegó al castillo entre ráfagas de viento helado que resonaban en los pasillos vacíos. Casi todos los alumnos habían regresado a sus hogares esa Navidad, asustados por la presencia de Sirius Black. Por eso el castillo estaba más frío y silencioso que antes, sin las risas y conversaciones habituales de los alumnos.
A Severus no le molestaba en absoluto la soledad y el silencio del castillo, pero la falta de ruido se le hacía extrañamente antinatural. Tampoco le molestaba el frío polar que hacía en las mazmorras, estando acostumbrado a pasar allí todos los inviernos desde hacía bastantes años.
Lo que sí le molestaba era tener que estar a las tres de la madrugada despierto, llevando sólo un pijama, en un lugar de las mazmorras especialmente frío y oscuro. ¿Haciendo qué? No lo sabía ni él.
"Vaya manera de comenzar la Navidad" pensó amargamente, recordando cuanto odiaba esa época del año.
La débil luz de la varita iluminó un aula pequeña y húmeda. Unas cuantas ratas salieron corriendo de detrás de unas cajas y escritorios rotos apilados. Un moho azulado llenaba las paredes del aula vieja y Snape se preguntó porqué nunca antes la había visto. Aunque tampoco parecía un lugar especialmente frecuentado.
De mala gana, Severus entró en el aula, decidido a acabar con aquello de una vez por todas. "He oído ruidos..." Seguramente habrían sido las ratas, pero un poco más de precaución no estaba de más. Después de todo, Sirius Black ya había entrado en el castillo una vez.
En una esquina del aula había un montón especialmente grande y mohoso de calderos viejos apilados sobre uno o dos escritorios llenos de polillas. Severus prendió una antorcha del pasillo y movió los calderos viejos. Hicieron un ruido estruendoso y un olor podrido se desprendió de ellos.
Nada, sólo una pared completamente llena de moho azul. Severus se acercó y rascó un poco de moho con el dedo. ¿Podría ser que el moho disimulara una entrada secreta? Rascó un poco más...¡había aparecido un agujero! Severus hizo un ruido ahogado y siguió rascando y entonces sucedieron dos cosas...
La primera fue darse cuenta de que el agujero era una grieta, no lo suficientemente grande para que cupiera algún ser humano. "Tendré que decírselo a Filch" se recordó Snape, y entonces fue cuando se dio cuenta de que lo estaban observando.
Se giró rápidamente, la varita presta para atacar. Los ojos azules de Dumbledore lo miraban desde el umbral de la pequeña habitación.
-Me has asustado, Albus.
-Lo siento. Pero no pude evitar divertirme un poco, parecías tan absorto...
Severus le lanzó una mirada furiosa, pero no dijo nada. Dumbledore prosiguió:
-¿Qué estás haciendo en una habitación abandonada, en pijama y a las tres de la madrugada?
Severus le miró, incrédulo.
-¡Pero si fuiste tú el que me dijo que debería inspeccionar las habitaciones viejas de las calabozos! Me habías dicho que oíste ruidos hace una semana provenientes de...
-¡Aaah, si!- lo interrumpió el director- ¡pero no te dije que los revisaras ahora mismo!
-Dijiste "inmediatamente", creo recordar.
- Me refería a que no lo dejaras hasta después de las vacaciones.
-¡Podrías haberlo dicho!
Dumbledore se llevo a Severus de vuelta a su oficina. Por el camino, fue hablando como si fuera mediodía y estuvieran dando un paseo por el parque. Severus sólo escuchaba a medias.
-...y fue entonces cuando tuve el presentimiento de que había otra persona despierta en el castillo, y así es como te encontré, haciendo no se qué en un aula vieja.
-¡No estaba haciendo "no se qué"! Estaba haciendo lo que me dijiste: revisar las habitaciones en busca de un lugar por el cual Black pudiera entrar...
-¿A las tres de la madrugada? ¿Porqué?
Severus se quedó callado. Finalmente intentó explicarlo:
-No podía dormir. Entonces me puse a pensar. Acabé saliendo a mi oficina a prepararme alguna poción para dormir. Y bueno...pensé que ya que estaba despierto, podría aprovechar para mirar las aulas del lado norte de los calabozos...
-Ya veo.- Dumbledore miró a Severus largamente, y luego preguntó: -¿Porqué no podías dormir?
Como Severus no le contestó ni parecía dispuesto a hacerlo, Dumbledore continuó:
-¿No tendrá algo que ver con el profesor Lupin?
Severus alzó la cabeza en un instante y miró a Dumbledore con los ojos entrecerrados.
-¿Cómo lo sabes?- y enseguida agregó -Quiero decir, ¿qué te hace suponer eso?
Dumbledore sonrió.
-Así que tiene ver con Remus.
Severus se golpeaba mentalmente, pero se mantuvo calmado, como siempre. No estaba dispuesto a decirle nada más al director. Como si supiera esto, Dumbledore decidió cambiar de tema.
-Espero verte en la comida de Navidad este año.
-Yo siempre voy a la comida de Navidad. Que lo disfrute o no es cosa mía.
-¡Vamos, Severus! Necesitas un poco de espíritu navideño. A mi me encanta esta época del año: los banquetes, el vino, los regalos, los árboles de Navidad, las decoraciones...cada año me divierto decorando el castillo, aunque este año...es casi inútil. Pero con Sirius Black rondando por ahí, necesitaremos unas cuantas distracciones...
-Me alegraré cuando todo esto acabe.
Dumbledore no supo si se refería a las fiestas de Navidad, al caso de Sirius Black o a alguna otra cosa. Como ya habían llegado a la oficina de Severus, se despidieron, y Severus volvió a su habitación.
Mientras se tumbaba sobre la cama lamentó el no tener la amigable charla del director del colegio para distraerle. Ahora la conversación que había tenido con Lupin la tarde anterior le volvía a la mente, le daba vueltas y vueltas y no lo dejaba descansar. Otra vez.
-Lupin. Aquí está tu poción.
-Ah.- Lupin había estado balaceándose en la silla y cuando Severus entró en la puerta sin molestarse en tocar, casi se había caído. –Muchas gracias- había dicho. Se había tomado la poción en un instante y después se le quedó mirando, como asaltado por una súbita duda.
-¿Me devuelves el vaso, por favor?
-Severus...
-¿Qué?
Lupin se volvió a pasar la mano por el cabello, un gesto que parecía hacer mucho últimamente. Después lo miró a los ojos, con una firmeza en los ojos que indicaba que había tomado alguna decisión.
-Severus, me gustaría pedirte un favor.
-¿Otro más?¿Qué otra poción quieres que te prepare?- le había respondido Severus, aunque no sonó tan sarcástico como había querido.
-Me gustaría...que te quedaras conmigo esta luna llena.
-¡¿Qué?!
-Ya sé que probablemente no hay peligro, pero...sólo para asegurarme de que esta vez no me enfermo. Si hay algo malo con la poción, mi vida estaría en peligro y tú podrías ayudarme.
Severus se había quedado callado, escrutando a Lupin, intentando averiguar qué tanto de verdad habría en sus palabras.
-No creo que pueda. Tengo que...hacer algunas cosas.
-Ah. En ese caso, no se hable más. Si no puedes...no tiene importancia.
Severus cogió el vaso y se fue. Sin embargo, antes de cerrar la puerta de la oficina de Lupin, algo le detuvo, y se sintió tentado a volverse y decir: "Pero me pasaré por ahí, si quieres." No lo hizo.
Por alguna extraña razón, Severus se veía conducido por sus pies hacia otra temible comida de Navidad. Por mucho que le desagradara ir, se tomaba esto como un deber hacia Albus. Después de todo, él había hecho mucho por Severus y todo lo que le pedía era que fuera. Con un poco de suerte, no se vería obligado a disparar ningún cohete sorpresa. "Puede que incluso me llegue a divertir" pensaba mientras se reunía con los demás profesores y alumnos que no se fueron a casa por Navidad, en la mesa en el centro del gran Comedor.
Dos horas más tarde se había desvanecido todo rastro de esperanza y se dirigía, malhumorado y cansado por no haber pegado ojo en toda la noche, a su oficina en las mazmorras. Ése, al menos, había sido su plan.
Por qué ahora se encontraba frente a la oficina de Lupin, no lo sabía. Intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave, como medida de precaución. Nada que un simple hechizo no pudiera solucionar.
La oficina estaba a oscuras. Había un olor extraño en el aire, un olor que le traía recuerdos desagradables de un túnel de hace mucho tiempo, el olor de una bestia. Severus entró a la habitación con paso vacilante. Parecía estar vacía. Entonces vio algo en un rincón, una sombra.
Severus se acercó, temblando. "Sólo voy a mirar, sólo voy a asegurarme, sólo...." En ese momento distinguió el contorno de la sombra y su corazón dio un vuelco. Era Remus, acurrucado en el suelo, más pálido y demacrado que nunca. Severus se acercó deprisa y se agachó junto a Lupin. Comprobó, no sin gran alivio, que todavía respiraba. Le apartó el cabello de la cara suavemente y le dijo-:
-¿Remus? ¿Estás bien?
Al principio parecía que Lupin ni siquiera lo había escuchado. Pero después de unos instantes, se empezó a mover un poco, y finalmente abrió los ojos.
-Sev...
-¿Estás bien?- repitió Severus.
-Si...no.- le respondió Remus, intentando incorporarse. Se cogió a los hombros de Severus y, temblando por todas partes, logró sentarse, apoyándose en la pared y en el maestro de pociones.
-¿Qué haces tú aquí?- preguntó Remus una vez se hubo recuperado del esfuerzo.
-Yo...eh...bueno, pensé que podía pasar a ver si estabas todavía vivo.
-Ah.- fue todo lo que contestó Remus, incapaz de nada más por el momento.
-¿Cómo estás?
-Cansado. Pero no te preocupes. Siempre es así.
-¿Porqué estabas durmiendo en el suelo?
Remus tardó un poco en contestar. Abrió la boca varias veces pero no emitió ningún sonido. Por fin dijo:
-No sé. Creo que me desmayé. Iba a mi habitación, pero estaba muy cansado.
-¿Te pasa esto siempre?
Remus soltó una pequeña risa amarga, y repuso:
-No. La mayoría de las veces me desmayo inmediatamente después de la transformación.
"Así que así es como vive un hombre lobo" pensó Severus.
-Si me dices cómo llegar a tu habitación, te llevaré.- le ofreció.
-Es este rincón. Toca la pared y di "hinkypunk".
Severus obedeció y al instante se dibujo en la pared el contorno de una entrada. La habitación de Lupin, se fijó, era mucho más grande e iluminada que la suya. Aunque olía un poco raro.
Severus se inclinó y levantó a Remus de la manera en que un esposo coge a la recién casada esposa. Lo llevó hasta la cama y lo dejó allí, un poco sorprendido por lo poco que pesaba Lupin.
-Bueno...
-Pues bueno...
-¿Cuándo vas a comer?
-En cuanto me pueda levantar de la cama. Esta noche, supongo, o quizás mañana.
-¿No quieres que...?
-No, da igual. No tengo hambre.
-Como quieras.
-Sí.
-Bueno...
-Bueno...
-Me voy. Hasta luego.- dijo Severus algo apresuradamente, y ya estaba con la mano en el pomo de la puerta cuando la voz de Remus lo detuvo.
-Gracias.
Severus no pudo responder, éste era uno de esos pocos momentos en los que no podía encontrar las palabras que necesitaba.
-¡Ah! Este, Severus, si todavía no te has ido...
-¿Eh?
-Hay algo en el cajón del escritorio que es para ti.
-Eh...vale.
Severus se acercó y abrió el pequeño cajón debajo del escritorio. Estaba lleno de pergaminos medio usados, plumas, frascos de tinta y...un pequeño paquete envuelto en color marrón.
Severus lo cogió y, efectivamente, en un lado llevaba "Severus" escrito en tinta roja.
-Eh...
-Es un regalo de Navidad. Espero que te guste.
-No tenías que...
-Ya lo sé. Quería agradecerte todo lo que has hecho por mi.
-Ah. Estee...gracias, supongo. Ya nos veremos.
-Hasta luego.- Severus oyó la débil voz de Lupin mientras cerraba la puerta a sus espaldas.
Esa misma noche, en vez de estar durmiendo como su cuerpo le estaba pidiendo a gritos, Severus se dedicaba a mirar el paquetito en su mesa desde el otro lado de la habitación. Una batalla silenciosa se desarrollaba entre él y el paquetito. Severus le estaba echando rayos con la mirada, pero el paquetito parecía tener fuerza y voluntad propia, atrayéndole irresistiblemente.
Severus había estado leyendo un libro que Albus le había regalado, en agradecimiento por los calcetines de ese año. Sin embargo, aunque el libro era muy interesante, ahora reposaba inatendido en las rodillas de Snape.
Pasaron horas enteras, o puede que tan sólo cinco minutos, hasta que Snape se rindió finalmente ante la voluntad del paquetito y se acercó a él, cautelosamente. Lo tomó entre dedos temblorosos y lo abrió con lentitud. Pese a que estaba bastante seguro de que Lupin no le había puesto hechizos explosivos ni nada parecido, había adquirido esos hábitos cautelosos después de años de servir a Voldemort. Uno nunca sabía que esperarse con los magos oscuros, y Sirius Black –se recordó- había sido uno de ellos.
Detrás del envoltorio marrón había una cajita blanca. Severus, con la varita en una mano, abrió con la otra la caja, despacio...
"¿Pero qué...?"
En la caja, acomodados uno al lado del otro, habían dos objetos. Severus cogió el primero. Un frasco lleno de líquido verde brillante. "¿Una poción?" pensó Severus, y después "Oh no". El maldito champú de ortiga que habían visto en aquella tienda en Hogsmeade. Sobra decir que Severus se sintió al menos un poco insultado.
Recogió el segundo objeto y contuvo una exclamación de sorpresa. "Pagarás por esto, Lupin" pensó Severus mientras sonreía, sosteniendo en su mano el colgante de serpiente que tanto le había fascinado ese día.
Pero por supuesto, no se pondría nunca el champú ("ni que lo necesitara") y mucho menos el colgante. ¿Severus Snape, llevando joyas como la profesora de adivinación?
-¿Era eso un colgante?- le preguntó Harry Potter a su amigo Ron, una semana antes del inicio de las clases.
-¿El qué?- preguntó Ron Weasley. Habían dejado el Gran Comedor después de comer y se habían cruzado con Snape en el pasillo.
-¡Lo que llevaba Snape en el cuello!- Harry habría jurado que Snape llevaba un colgante plateado y que, cuando los había visto, se lo había metido con un rápido movimiento bajo la túnica.
-Pues yo no vi nada.- dijo Ron, con el ceño fruncido. –No me parece propio de Snape andar llevando collares.
-Supongo que tienes razón.- dijo Harry, y aunque siguió reflexionando unos momentos más, pronto se le olvidó aquel pequeño incidente.
Nota de la autora: Por fin!! Este capítulo ha llegado a ser el más largo que he escrito hasta ahora. Incluso he tenido que cortarle una parte, que será el principio del próximo capítulo.
Muchas gracias a todos los que me han dejado un review, y no se preocupen...Luna Llena continuará hasta el final! Espero que sigan leyendo y dejando reviews, y ojalá les guste mucho este capítulo. Me he divertido mucho escribiéndolo, jejeje.
En el siguiente capítulo: las cosas empiezan a ponerse más interesantes...para bien y para mal. ¡Y por fin lo que muchos de ustedes estaban esperando! ¡La próxima aparición de Sirius Black!
