Disclaimer: Harry Potter y todos los personajes y lugares de los libros pertenecen a J.K. Rowling y a varias compañías como la Warner Bros., y varias editoriales. Los personajes no son míos, la historia sí.

Escribo esto sin ánimo de lucro, así que no gano ni un centavo.

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LUNA LLENA

CAPÍTULO 6: VIENTO DE TORMENTA

Las vacaciones de invierno estaban por finalizar.  A Severus parecían escurrírsele entre las manos, y no podía hacer nada. Se fue resignando a volver a la rutina habitual y perder todo el maravilloso tiempo libre del que había disfrutado hasta entonces. "¿Qué importa un año más? Nada cambiará." pensaba unos días antes del inicio de las clases.

            No sabía que los cambios empezarían a llegar más pronto de lo que esperaba.

Uno de los últimos días de las vacaciones de Navidad, Severus estaba tranquilamente en su oficina, leyendo un libro y disfrutando el tiempo libre que le quedaba. Estaba ya harto de leer, pero no tenía nada más interesante que hacer en ese momento.

            Entonces sucedió algo que no había pasado en mucho tiempo. Alguien llamó a su puerta. Severus tardó un poco en reaccionar, tomado enteramente por sorpresa.

-¿Quién es?- dijo finalmente.

-Soy Remus. ¿Puedo entrar?

-Supongo que si, ¿porqué no lo intentas, a ver qué pasa?

Se abrió la puerta y entró Lupin, sonriente, diciendo:

-¿A qué no adivinas lo que se anda diciendo últimamente en la sala de profe...

-¿Qué pasa? ¿Nunca habías visto a un hombre sin camisa?

            Severus estaba sentado en la silla, con las botas encima del escritorio, llevando sólo lo que parecían unos pantalones negros de muggles. Remus estaba boquiabierto, y con razón, ya que ese día hacía un frío que pelaba. El mismo Remus iba vestido con ropa muggle y encima, una túnica, una capa y una bufanda gruesa de lana.

-¿¡Pero cómo puedes estar así con el frío que hace!?- dijo Remus, mirando con los ojos bien abiertos el pecho desnudo de Severus. De todo el castillo, los calabozos eran el lugar más frío de todos.

Severus, quien antes de que lo interrumpieran había estado considerando la posibilidad de ir a ponerse algo encima, movió la mano en un ademán despectivo.

-Uno se acostumbra después de diez años.

-¿Estás seguro de que todavía no te has congelado?- Remus se acercó y le cogió el brazo. La mano de Remus parecía estar hirviendo. El súbito calor hizo que se le pusiera a Severus la carne de gallina, y no sólo por el frío.

-Estoy bien, Lupin.

-No sé si estarás bien, pero hoy desde luego pareces diferente.

-Sólo porque nunca me hayas visto sin la túnica no significa que haya cambiado.- le espetó Severus. Lupin no le contestó, pues le estaba mirando fijamente el cabello.

-¿Qué te has hecho en el pelo?- le preguntó, cogiéndole un mechón de cabello.

-Déjame.- le dijo Severus, apartándole la mano un poco bruscamente. Una de las muchas cosas que odiaba era que alguien se pusiera a manosearle el cabello.

Aunque podía comprender el asombro de Remus. Él mismo había quedado impresionado esa mañana, después de ducharse por tercera vez en todo lo que llevaba de invierno. Un poco reluctante, se había rendido ante la voluntad del champú de ortiga que le regaló Lupin, y decidió darle una oportunidad, al igual que a muchos otros frascos de champú inútiles que había apilados en un rincón de la ducha.

Ante su gran asombro, el champú había surtido efecto. El cabello le había quedado más seco que en ninguna otra ocasión en años, cayéndole suavemente en rizos sobre los hombros. Todavía estaba un poco mojado, y aunque Severus sentía que de un momento a otro se volvería a llenar de grasa, por el momento estaba bastante bien. Se sentía raro, muy fresco. Aunque con el frío que hacía, no podía decir si era algo bueno.

-¡Te has bañado! ¡Por fin! Yo que empezaba a creer que había un trol escondido en algún lugar de las mazmorras...

-No me fastidies y dime qué has venido a hacer aquí.

-Sólo vine para hablar un poco. Me imaginaba que estarías aburrido de hablar con los libros y lo que sea que esté en esos frascos.- dijo Remus, señalando unos frascos especialmente grandes y llenos de restos de criaturas viciosas.

-Para tu información, no me aburro leyendo y segundo, eso que está detrás de ti es un ejemplar de un demonio de las cuevas, famosos por sus cruentos asesinatos de muggles.

Remus se dio la vuelta y pegó un salto al ver un animal negro con ojos rojos mirándole con malicia desde un frasco grande.

            Un salto tan brusco que casi cae sobre Severus, que estaba riendo detrás de él. Severus le cogió a tiempo, antes de que cayera al suelo.

-¿Estás bien?

Al principio Remus no dijo nada. Se limitó a recuperar el equilibrio y luego, sentándose en una de las sillas al otro lado del escritorio de Snape, dijo:

-Entonces es cierto.

-¿El qué?

-Lo que estaban diciendo los demás en la sala de profesores.

-¿Qué?

Remus sonrió. No era su típica sonrisa amable, sino una sonrisa de verdad. Una sonrisa que le recordó a Snape los días de su adolescencia, en que pasaba horas discutiendo con Remus sobre las cosas más estúpidas, como porqué se usaban varitas mágicas en vez de bastones...

-No sólo te has puesto el champú, también usas el colgante que te regalé.

Severus se tocó reflexivamente el colgante que llevaba junto al pecho, hasta ahora perfectamente escondido detrás de su libro. Lupin debió haberlo visto cuando lo cogió para que no se cayera. Intentó pensar en una excusa rápida.

-Sólo me lo puse anoche, para ver cómo me quedaba. Se me habrá olvidado quitármelo.

-Mentiroso.- Remus seguía sonriendo, pero ahora había algo borroso en sus ojos. Lo miraba de una manera que Severus se empezó a incomodar bastante...en especial por la culpa de sus pantalones, que ahora le parecían demasiado ajustados.

-No miento.

-Si, ya. Me dijo que lo llevabas puesto desde hace días.

-¿Quién?

-No puedo decirlo, es un secreto.

-¡Lupin, no juegues conmigo! ¿Es Dumbledore, verdad?

Remus sólo volvió a sonreír.

-Me alegro que te hayan gustado los regalos. Sabía que eran perfectos para ti.

-¡Ja!- dijo Severus, pero no hizo ningún otro comentario. Se le estaban agotando los sarcasmos.

-¿Tú que me darás por Navidad?

-¿Hablas en serio? Para empezar, la Navidad ya ha pasado. Encima me paso despierto noches enteras preparándote esa maldita poción matalobos, así que creo que no hace falta que te dé nada más.

-Tienes razón. No te pediré nada a cambio.- dijo Remus con el mismo tono alegre, aunque Severus notó que su sonrisa disminuyó un poco.

Antes de que pudiera detenerlas, las palabras salieron de su boca.

-Hace mucho que nadie me regalaba algo así. No soy una persona muy navideña, ¿sabes?

-Te entiendo.

-Lo dudo.- dijo Severus, con una sonrisa amarga. Dudaba que alguien pudiese comprender siquiera un poco todos sus sentimientos. Ni siquiera él mismo, se dio cuenta, podía comprenderse...

            Severus pasó la vista por toda la oficina. Miró todos los frascos, todas las telarañas de los rincones, el techo, el suelo de roca dura...Entonces miró a Remus, y algo le sobrecogió. Había algo en su mirada que le aceleró el corazón.

            Antes de que pudiera darse cuenta de qué estaba pasando, Severus sintió el peso de Remus encima de él, sus ojos tan cerca de él que podía verse reflejado en ellos...

-¿Pero qué...

Severus no pudo seguir hablando, porque en ese momento unos labios se cerraron sobre los suyos, unos brazos fuertes le rodearon el cuello y lo acercaron tanto al cuerpo de Remus que se sintió mareado.

            Involuntariamente, Severus se relajó, cerró los ojos y se entregó a aquel dulce beso. Cogió a Remus por las caderas y apartó los labios, dejando que sus lenguas rozaran...

            Finalmente, cuando sintieron que ya no podían más, se apartaron, jadeando. Remus, la cara sonrojada y brillante, tocó suavemente la mejilla de Severus.

-Remus...¿qué...?

-Severus...de veras que lo siento...

-¿Qué?

-Lo...lo que pasó hace años...no sabes cuánto me hubiera gustado, Sev...

La mente de Severus, que hasta ese momento había estado repitiendo incesantemente "¿¡Qué!? ¿¡Qué!? ¿¡Qué!?" se puso en blanco, un solo pensamiento sustituyendo a todos los demás. "Me ha llamado Sev". Severus perdió el control.

            Cogiendo a Remus por el brazo, lo llevó precipitadamente a su habitación y lo arrojó sobre la cama. Remus no opuso ninguna resistencia, al contrario, parecía más que dispuesto a seguirlo.

            A partir de ahí todo fue calor, deseo y una confusión de sábanas, ropa y piel desnuda.

            Severus despertó de un extraño sueño. Había sido tan real. Había tenido muchos sueños de ese tipo, sobre él y Remus, pero éste había sido diferente, tan dulce y al mismo tiempo...inquietante.

            Abrió los ojos, inseguro de lo que vería. Las cobijas estaban revueltas y algunas incluso estaban desparramadas por el suelo. Severus empezó a sentir un sudor frío en la frente. Entonces se dio cuenta. No llevaba ni un solo calcetín encima, nada. Tenía un sabor amargo en la boca, una sensación cosquilleante en la piel, como si se hubiera emborrachado con cerveza de mantequilla...

            Miró a su alrededor, y los recuerdos de la noche anterior le llegaron con todo detalle. Severus agradeció de todo corazón que no hubiera nadie en la habitación que pudiera verle sonrojándose de aquella manera. Un momento. ¿Nadie?

            Remus había desaparecido. Severus se arrojó al suelo y empezó a buscar desesperadamente la ropa de Remus, cualquier indicio que indicara que alguien había estado con él la noche anterior, pero sólo logró encontrar sus propios pantalones.         

Suspirando, Severus se dispuso a vestirse y a arreglar todo ese desorden del suelo.

            A la hora del desayuno, tampoco se veía a Remus por ninguna parte. Los demás profesores lo comentaban en susurros mientras Severus comía, intentando no parecer culpable.

-Hoy no es luna llena, que raro.

-¿Se habrá enfermado de verdad?

-No me extrañaría, con el aspecto que tiene y el frío que hace últimamente.

-Pobre hombre.

-¡Severus! ¿No sabrás tú donde está Remus?- Severus casi se atraganta con el zumo de calabaza. Tosiendo, respondió:

-¿Cómo se supone que debería saberlo, Minerva?

-Sólo preguntaba...-contestó la profesora, aunque había un cierto brillo en sus ojos que no le hizo mucha gracia a Severus.

            Severus guardó silencio y bajó la vista, concentrándose en el desayuno.

            Remus no apareció hasta horas más tarde, durante la hora de la comida. Llevaba puestas la capa y una bufanda, y tenía las mejillas rojas, como si hubiera estado al aire libre. Todos se le quedaron mirando inquisitivamente, pero ninguno se atrevió a preguntar algo hasta que se sentó y se empezó a servir generosas cantidades de pollo con patatas.

-¿Dónde estabas, Remus? Nos tenías algo preocupados- le preguntó el director amablemente.

-Estuve en mi oficina. Estaba algo cansado y no tenía hambre, siento no haber ido a desayunar.- dijo Remus mientras se servía una cuarta ración de pollo.

-Pasé por tu oficina y no estabas.- dijo McGonagall.

-Ah. Es que luego fui a tomar el aire, fuera.

-Aaaah.- dijeron todos, y siguieron comiendo.

            Remus agradeció que nadie preguntara más sobre la cuestión. No les había mentido aunque tampoco les había dicho toda la verdad. "Si lo supieran...." pensó con un nudo en el estómago.

            Terminó de comer apresuradamente. "No debí irme tan lejos" pensaba, acordándose de su paseo matinal por el bosque. Había caminado sin rumbo fijo hasta perderse en el Bosque Prohibido, inmerso en recuerdos de épocas pasadas y otros recuerdos más recientes. Por suerte sus instintos le habían ayudado a salir del bosque sano y salvo y al fin pudo regresar al castillo como si nada hubiera pasado.

            Se levantó de la mesa por fin y por un pequeño instante, cruzó su mirada con la de Severus. No pudo evitar una sonrisa pícara, aunque sólo fuera por el placer de ver a Severus desviar la mirada ruborizándose. "Cosas como ésta no se ven todos los días" meditó mientras se dirigía a su oficina, a descansar y darse una ducha. No era que estuviera muy cansado o muy sucio, simplemente tenía la sensación de que si no hacía algo corriente, algo rutinario, se volvería loco.

            El agua de la ducha estaba hirviendo y caía como pequeños dardos sobre la pálida piel de Remus, pero a éste no le importaba. Tal vez tenía la esperanza de que, sólo con permanecer allí parado, inmóvil bajo la pequeña cascada de agua caliente, el agua se llevaría algo más que el barro y el sudor que lo cubrían. Tal vez el agua se llevara muy lejos una incomodidad que le venía siguiendo desde hacía meses. ¿Sus pensamientos? ¿O tal vez otra cosa?

            Remus sacudió la cabeza con fuerza. Si había algo que no le apetecía en ese momento era pensar. Pero su mente, siempre tan inoportuna, no conocía el silencio.

Por fin cerró el grifo del agua y salió de entre nubes de vapor, la piel roja por el agua ardiente, y se arrojó sobre la cama sin molestarse en ponerse algo de ropa. Sintiendo un repentino frío se tapó hasta la cabeza con las cobijas y cerró los ojos, deseando tener una poción para dormir. "Se la podría pedir a..." "¡NO! ¡BASTA YA!" le gritó a sus pensamientos. Lo único que deseaba en ese momento era el olvido, aunque fuera sólo por unas horas.

Sin embargo, conciliar el sueño le costó mucho más que de costumbre.

Después de ese día, el inicio de las clases se precipitó como un peñón cayendo de una montaña y antes de que cualquiera pudiera darse cuenta, el colegio estaba de nuevo lleno de vida.

            El primer día de clases por la mañana, Remus estaba en la sala de profesores preparando la primera clase que tendría. En ese momento no había nadie más en la sala, pues la mayoría de profesores tenía clase y el resto estaba en su oficina o consiguiendo café para el largo día que les esperaba.

            Con la vista fija en sus notas, Remus oyó abrirse la puerta de la sala de profesores, pero nadie entró.

-Buenos días, Severus.- saludó.

            Severus, que había estado inmóvil en el umbral de la puerta, entró a la sala silenciosamente y se sentó en su lugar favorito, una silla roja con el respaldo tan alto como él.

            Nadie dijo nada durante unos minutos largos. No se habían visto demasiado desde aquella noche y apenas si habían intercambiado unas palabras.

-¿Has tenido clase con los de primero?- preguntó por fin Remus, aferrándose a la primera pregunta que se le vino a la cabeza.

-No. He tenido a los de sexto de Ravenclaw y Hufflepuff.

-Ah.

-...

-...

-¿Lupin?- la voz de Severus se abrió paso entre la confusión que reinaba en la antes despejada mente de Remus. Bajando la vista, se encontró con que las manos de Severus apretaban con fuerza los lados del sillón.

-¿Sí?

Severus desvió la mirada un momento para luego volverse y escrutarlo con unos ojos más negros que la noche.

-Quiero saber...yo...es decir, si podrías decirme que, bueno, sucede que, este...

-¿Qué?- preguntó Remus, divertido ante la súbita perdida de confianza de Severus. Entonces recordó que hace no tanto tiempo él había estado en un estado similar. Se mordió el labio y se pasó la mano por el cabello. "¿Qué pasará ahora?"

Severus murmuró algo tan suavemente que Remus no lo escuchó.

-¿Cómo dices?

Severus dudó sólo un momento antes de mirarlo con una expresión tan rara en él que lo dejó in albis. Sintió como sus entrañas se removían sin control alguno.

-Yo voy en serio contigo.

Remus se quedó totalmente sin habla, las puntas de los dedos temblando, una emoción diferente inundando sus sentidos, un leve rubor en sus mejillas.

-Severus...

Pero no pudo decir lo que iba a decir, si es que realmente se disponía a decir algo, porque en ese momento el pequeño profesor Flitwick entró en la sala de profesores con una taza de té en la mano y murmurando para si mismo.

-¡Buenos días, Remus, Severus!- saludó alegremente al reparar en ellos.

Remus, no demasiado disgustado con la interrupción, hizo un débil intento por iniciar una conversación lo más alejada posible de temas peligrosos.

-¿Tenías clase con los de primero? Pareces algo perturbado.

-¿Clase? ¡Oh, no, nada parecido! Tenía unas horas libres y estaba dedicándome a revistar la Saeta de Fuego del joven Potter.

Severus, al escuchar el nombre, hizo una mueca de disgusto. Desde hace una semana el principal tema de conversación en la sala de profesores había sido el misterioso remitente de la Saeta de Fuego que Harry Potter había recibido en Navidad.

El asunto no se esclarecía con el tiempo, y mientras más lo comentaban más imposible parecía de resolverlo y más chocaba a Severus. Él mismo había sugerido unos hechizos de artes oscuras que podrían haber sido utilizados en la escoba, pero hasta ahora nadie había descubierto nada.

            Remus, por otro lado, tenía un extraño presentimiento con respecto a la escoba, pero no le había dicho una palabra de esto a nadie. Al igual que seguía escondiendo información mucho más valiosa, se recordó.

            Remus intentó concentrarse. Por un instante se arrepintió de haberse comprometido a enseñarle a Harry el encantamiento Patronus. Tal vez sería demasiado para él.

            Arrastró la esfera pálida hasta la caja de embalar donde guardaría al boggart para llevárselo a Harry. Fue una verdadera suerte haberse encontrado con Filch por azar ese día. Aunque no tendría que haber salido huyendo de Severus como lo hizo...

-¡Lupin!¡Espera!

-Aah... hola, Severus, ¿qué tal? Lo siento, pero ahora estoy muy ocupado. ¡Hasta luego!

-¡No te escapes! Llevas días haciendo lo mismo.

-Si lo quieres es hablar, te digo que ahora no puedo. Hablaremos luego, ¿de acuerdo?

-¿Porqué?¿Porqué no...?

-¡Hasta luego!- Remus había salido casi corriendo, incapaz de soportar esa situación ni un minuto más.

            Remus sacudió la cabeza, volviendo al presente; Harry, boggart, clases anti-dementores. Cogió la caja y se apuró a llegar al aula del profesor Binns, llevando ya unos minutos de retraso.

            Le explicó el encantamiento Patronus a Harry lo mejor que pudo y se dispuso a abrir la caja, esperando no arrepentirse luego por haber puesto en peligro al hijo de su amigo.

-¡Especto patronum! ¡Expecto patronum!- gritaba Harry, pero era inútil. De repente se cayó al suelo como fulminado, temblando. Con un grito sofocado, Remus corrió a ayudarle.

            "No debería haberlo metido en esto" pensó, pero Harry insistía. Tenía una voluntad inflexible, como su padre. "Otra vez, sólo otra vez." De nuevo abrió la caja y Harry se enfrentó al dementor. De nuevo volvió a caer, temblando más violentamente que antes.

-¡Harry, no! ¡Despierta! ¡Harry! Harry, despierta...

Cuando el chico abrió los ojos, Remus suspiró aliviado, hasta que Harry dijo algo que le heló la sangre en las venas.

-He oído a mi padre.- Harry, notó Remus, tenía los ojos brillantes. Remus agradeció que Harry bajara la cabeza para limpiarse las lágrimas, porque le dio tiempo para contener las suyas. Sin embargo, cuando habló lo hizo con una voz que lo traicionaba.

-¿Has oído a James?

            Después de eso, Remus se dejó convencer y abrió la caja una vez más, seguro de que se arrepentiría. No sólo Harry lo estaba pasando mal en esa clase anti-dementores.

-¡EXPECTO PATRONUM! ¡EXPECTO PATRONUM! – gritó Harry y esta vez, para asombro de Remus, una vana sombra plateada salió de su varita mágica. Harry se mantenía de pie, pero temblaba y estaba vacilando...no aguantaría más tiempo. Remus se decidió en un segundo.

-¡Riddíkulo!

Todo acabó en un instante. Remus sacó una gran tableta de chocolate para Harry. Sentía un extraño orgullo por este chico de 13 años que ya podía hacer algo que a él le costó años lograr.

            Su alivio se vio roto por un comentario de Harry.

- ¿Profesor Lupin? Si conoció a mi padre, también conocería a Sirius Black.

            Ante la mención del nombre, miles de imágenes le pasaron por los párpados, y sintió que perdía las entrañas. "¿Por qué, por qué?"

-¿Qué te hace pensar eso?

La respuesta de Harry lo alivió, pero sólo un poco. Después de eso, Lupin perdió su buen ánimo. Deshaciéndose de Harry lo más rápidamente que pudo, llevó la caja del boggart a su oficina, dejando que la luna flotante entrara en el armario vacío debajo de su escritorio.

Los días pasaron y Harry progresaba, lenta pero firmemente. Pensando en qué le  pasaría a Harry si los dementores volvían a acercarse al estadio de Quidditch, Remus se dio cuenta de que nunca lo había visto jugar. "Está decidido" pensó "iré a ver el partido contra Ravenclaw".

El día del partido la emoción se sentía en el aire. Todos estaban comentando el partido y la Saeta de Fuego de Harry era el tema de conversación más escuchado. Al no encontrar ningún maleficio oscuro en la escoba, se la habían devuelto y jugaría con ella ese día.

Remus marchó con la multitud hacia el campo de Quidditch, recordando sus propios días en el colegio cuando iba con sus amigos a apoyar al equipo de Gryffindor.

-¡Peter! ¿Has preparado la pancarta?

-Sí...aquí está.

-'¡Arriba Gryffindor! ¡La victoria para James Potter!' Está bien, ¿pero no se te ocurrió nada más original?

-Calla, Sirius. Mira esto.- Remus, que había pasado una noche ayudando a Peter con los hechizos de la pancarta, la tocó con la varita mágica.

-'SLYTHERIN APESTA' ¡Y un dibujo con Snape cayéndose de la escoba! ¡Un clásico! ¡Un memorable recuerdo! ¡Absolutamente brillan-

-Vale ya, Sirius, lo hemos pillado.

-¡Ya salen!

Luego la emoción, los gritos, los insultos dirigidos a los Slytherin, las largas y locas fiestas después de cada victoria...En una de las cuales Sirius y él...

"Terreno peligroso. Concéntrate en el partido." Remus, ya sentado junto con los demás profesores, alzó la vista para ver a los jugadores volar por el cielo, cada vez más alto, ¿cómo era lo que decía James? "Volar hasta llegar al corazón del universo." Eso era. James había sido todo un poeta, aunque tenía sus escritos bien escondidos bajo la cama.

Entonces vio a Harry y sintió muchas cosas a la vez; asombro, alegría, y una tristeza profunda, porque Cornamenta no había vivido para ver a su hijo volando igual que él, o todavía mejor.

El partido se hizo cada vez más emocionante y Remus pudo, por un tiempo, olvidar que era un adulto, profesor y hombre lobo con una multitud de dudas y preocupaciones. Hacía mucho tiempo que Remus no presenciaba un partido de Quidditch, y ese lo disfrutó como en los viejos tiempos.

            En ese mismo momento había otra persona que no lo estaba pasando tan bien. Severus caminaba furtivamente por los desiertos pasillos de Hogwarts. Al llegar a una esquina, miró el reflejo de la ventana enfrente de él. No había nadie en el corredor. Sin hacer ruido avanzó hasta una puerta al final del pasillo. Mirando a ambos lados, abrió la puerta y entró a la oficina de Lupin.

Cerrando la puerta a su espalda, respiró tranquilo por un momento. Por suerte la mayoría de profesores y alumnos (incluido Lupin) estaban en el partido de Quidditch y no se había encontrado con nadie que se preguntara qué hacía él tan lejos de las mazmorras. Pero nunca se sabe...

"Muy bien. Al grano" pensó Snape, echando una ojeada alrededor. Primero revisó los cajones del escritorio. Abrió el primero de la derecha: pergaminos, tinta, apuntes desordenados. Nada de interés. El segundo: carpetas de notas de los alumnos de su clase. Miró los de la izquierda. El último era más grande que los demás y estaba entreabierto.

Severus se acercó y ¡Blam! Pegó un brinco cuando algo se sacudió dentro del armario.

¿Alguna criatura oscura para su clase? ¿O tal vez algo más interesante?

Severus, varita en mano, listo repeler cualquier hechizo, abrió el armario de un tirón. Sea lo que sea que pensaba que saldría, lo último que se esperaba era ver a un  enorme hombre lobo, con los ojos rojos y colmillos más afilados que cuchillos. Severus se quedó de piedra. "¿Qué demonios...?"

El hombre lobo se acercó a él, amenazador, listo para saltarle encima. Recobrando un poco su compostura, Severus logró lanzarle un hechizo aturdidor, pero el lobo saltó esquivándolo, cayó suavemente sobre el suelo, y se lanzó contra él, pero en ése salto había algo que no cuadraba, algo antinatural e imposible en una criatura así...

Comprendiéndolo en menos de un segundo, Severus gritó:

-¡Riddíkulo!- y el lobo cayó al suelo convertido en una habichuela rosada. El maestro de pociones comenzó a reír hasta que se dio cuenta de que había fallado en algo que hasta Neville Longbottom podía hacer, que era una gran vergüenza, y que le hacían gracia las habichuelas rosadas, lo cual también era una gran vergüenza. Dejó de reír.

            Recogiendo la habichuela la dejó en el armario vacío del que salió el lobo, preguntándose para qué diablos conservaba Lupin un boggart si hace ya tiempo que se lo había enseñado a sus alumnos. Tal vez tuviera algo que ver con su afinidad por las criaturas oscuras, o sería parte de un plan planeado por Sirius Black con el objetivo de deshacerse de Potter.

            Para eso estaba él allí, o al menos eso era lo que se decía. Descubrir qué tramaba Lupin, por qué había estado tan raro últimamente. Abrió el último cajón que le quedaba. Más pergaminos sucios y arrugados, plumas viejas, nada sospechoso...excepto algo escondido en un rincón. Severus tomó el objeto y sacó un libro grueso sin título. Al abrirlo vio que la mayoría de las hojas habían sido arrancadas, y en su lugar había fajos de cartas y pergaminos sueltos.

            Felicitándose por el hallazgo, miró las cartas. Eran de una tal "Michelle Leblanc" ¿La novia de Lupin? Imposible, lo había comprobado en carne propia. Entonces le vino a la memoria una conversación lejana. ¿No era francesa la madre de Lupin? Le pareció que una vez lo comentó. Entonces todavía estaba viva, no como los padres de Severus, que habían muerto tiempo atrás. Pero ése era un recuerdo destinado al olvido.

            Severus intentó leer las cartas pero enseguida desistió. Estaban llenas de comentarios sin importancia, historias familiares, fragmentos de la vida de los vecinos, todo contado con excesivos detalles. "Lupin debe tener una paciencia admirable para leer todo esto" pensó. Decidiendo que no encontraría información valiosa en las cartas de su madre, hojeó el resto de los pergaminos. Parecían fragmentos de un diario.

            Entonces oyó ruido. ¿Habría terminado ya el partido? Sería mejor no arriesgarse, así que Severus guardó cuidadosamente las cartas en el orden que estaban y dejó el libro en su sitio. Al cerrar el cajón advirtió que del libro deshojado había caído algo. Lo recogió rápidamente, y los dedos le temblaron ligeramente al ver lo que era. Una fotografía, pero...

            Definitivamente escuchaba ahora el sonido de voces y coros acercándose cada vez más. Sin pensárselo dos veces se guardó la fotografía en un bolsillo y se marchó de allí de prisa, lamentando no haber podido revisar la habitación de Lupin, pero sobre todo preguntándose por la foto.

            Ya tendría tiempo de averiguarlo más tarde.

            Esa noche Remus decidió aplicarse a la ardua tarea de terminar de leer y contestar la carta que su madre le había mandado allá por Navidad. No es que no quisiera a su madre, es que a veces podía ser demasiado pesada. Remus suponía que intentaba compensar la poca atención que recibió de niño, no dejándole vivir en paz su vida adulta. "En fin..." pensó, revolviendo su cajón en busca del fajo de cartas que guardaba allí.

            Al tomar el libro pesado se detuvo. Ahora estaba de muy buen humor como para ver...Abrió las tapas del libro con cuidado, y sacó sin mirar el sobre de más arriba, y lo cerró de nuevo.

            No le pareció que hubiera nada extraño. Tres horas después, cuando hubo terminado de leer las peripecias navideñas de su madre y de escribirle una breve respuesta, volvió a abrir el Libro de las Memorias, como el le llamaba.

            Sacó el fajo de cartas atadas con una cinta y metió la última. Volvió a colocarlo dentro del libro, y hojeó distraído unos cuantos apuntes que tenía allí. Casi sin quererlo se asomó al final del libro, seguro de que se arrepentiría...

            La fotografía no estaba allí.

            Al principio se sintió aliviado, pero después un frío acero le corrió por las entrañas. Hace dos días había estado allí, en su lugar, pegada a la tapa de atrás. No había tocado el libro desde entonces, así que...

            "¿La habrá cogido alguien?" se preguntó. No podía ser, no podía ser...la buscó por todas partes, por cada rincón de los cajones, debajo y encima del escritorio, en su habitación, en los armarios.

Sería ya medianoche cuando cayó en la cama, exhausto, y gimió desesperado al darse cuanta de que no sólo había desaparecido su único tesoro, sino que ahora tendría que levantar todos los pergaminos, ropa y demás cosas que había dejado en el suelo tras la salvaje búsqueda.

-¿Cómo he podido perderla?- se dijo para si mismo mientras acomodaba los calcetines en el armario.

            Con esto en la cabeza se fue a dormir unas horas más tarde, y aunque estaba muy preocupado se durmió enseguida.

            Sin embargo, no había dormido ni cinco minutos cuando alguien llamó a su puerta, gritando su nombre. Adormilado, se levantó y se puso una capa encima del camisón. Llamando a su puerta estaba Artemisa Sinistra, la profesora de astronomía.

            Llevaba camisón y el pelo desgreñado, aunque eso no era ninguna novedad en ella. Tenía un aspecto sombrío.

-Coge tu varita y vámonos. Nos toca revisar las torres del norte, ¡ven!- le dijo, prácticamente arrastrándolo fuera de la habitación.

Remus sintió que el mal presentimiento que había pendido sobre su cabeza desde que perdió la fotografía se había hecho realidad. Casi no necesitó preguntar qué había pasado, porque de algún modo ya lo sabía.

Sin embargo no pudo evitar un escalofrío al escuchar las palabras de Sinistra.

-Sirius Black nos ha visitado de nuevo.

Notas de la autora: Jejejeje os he dejado en suspenso!!!!!!!! ^_^ lo siento, no he podido evitarlo...

Sé que dije que en este capítulo saldría Sirius y bueno, de alguna manera ha salido, ¿no?

Sorry!! Tal vez en el próximo capítulo habrá más Sirius, aunque sólo sea en un recuerdo...

Muchas gracias a todos los que me han dejado un review!! Espero que les guste este capítulo y que me dejen reviews a me escriban diciéndome qué les parece...Venga! Vuestras críticas me ayudan mucho! (y los elogios todavía más jejeje, es broma).

En el próximo capítulo: ¿qué secreto esconde la misteriosa foto? ¿Qué pasó en el pasado que Remus no lo puede olvidar? ¿veremos a Snape vestido con ligueros de cuero? Jejeje... ya lo veremos, ya lo veremos...

Nos leemos pronto (espero)!!!!! ^_^