Hojaverde y el Amigo de los Elfos.

o

Historia de un Enano y un Elfo.


Por Roser M. Portella Florit.


Capítulo 1ro: Numerosas separaciones.


Aquel día, la mañana había despertado más radiante que nunca. El sol brillaba en el cielo tan gloriosamente que ninguna nube, por más pequeña que fuera, osaba interponerse entre ella y la luz que les acariciaba el rostro con un ligero escalfor matinal. Los pájaros cantaban dulce y sonoramente, despertando recuerdos de días mejores anteriores a la Guerra del Anillo, cuando los cuatro Hobbits aun no habían salido una sola vez de la Comarca.

Desde la destrucción del Anillo Regente, y junto a él la destrucción del Señor Oscuro Sauron, cada día había sido uno de hermoso, justo como en ése día; tanto que podían compararlos a la belleza de Telperion y Laureli, los Arboles Sagrados de los Valar que por desgracia perdieron su luminosidad cuando el malvado Morgoth (llamado anteriormente Melkor) las destruyó. Aragorn, hijo de Arathorn, se había casado con la dama elfa Arwen, hija de Elrond, Undomiel (Estrella de la Tarde) y había sido nombrado Rey de Gondor. Faramir, hijo de Denethor y hermano de Boromir, había contraído matrimonio con Éowyn, Hija de Éomund y Dama Blanca de Rohan. Legolas, hijo de Thranduil, había visitado las Cuevas Centelleantes con Gimli, hijo de Gloin, tal y como le había prometido. Y Gimli, como había prometido también, había visitado el Bosque de Fangorn junto a Legolas.

Todo era perfecto ahora, pero por más hermoso y radiante que fuera la mañana, aquel era un día triste y melancólico para los de la Compañía, porque era el día en que al fin partirían a su hogar. Después de un año de aventuras por el que habían pasado por malos y buenos momentos, por pesares, miedos, pero también alegrías, había llegado el momento de separarse y tomar cada uno su propia ruta a casa. Aragorn iría a su nuevo hogar, Gondor, al lado de su amada esposa; los Hobbits volverían a su querida Comarca y Gandalf les acompañaría hasta Bree; Gimli regresaba a la Montaña Solitaria, donde su padre Gloin le esperaba con impaciencia; y Legolas volvía al Bosque Negro, al que pronto llamarían Bosque de Hojas Verdes, donde su padre el Rey también esperaba la llegada de su único hijo y heredero del trono.

Ya se habían despedido de Elrond y sus hijos Elladan y Elrohir, de Arwen (que abrazó con melancolía a Legolas, pues se conocían desde hacía más de dos mil años), de Faramir y de Éowyn, de Éomer y el Príncipe Imrahil, Bárbol y Ramaviva (con gran pena por parte de Merry y Pippin) y de muchos más. Gimli y Legolas eran los primeros es separase de la Compañía, pues Aragorn aun acompañaría un trecho a los hobbits y Gandalf, que irían en compañía de Galadriel y Celeborn hasta las cercanías de Moria, donde el Señor y la Señora de los Galadrim tornarían al este.

La Dama Galadriel, blanca y brillante como una estrella fugaz aquella mañana, se acercó a Legolas con unos pasos tan suaves y graciosos que parecía flotar en el aire.

"No prestaste cuidado a mi aviso, Legolas Hojaverde." - le dijo ella, con gentileza.

"Lo sé, mi Señora. Pero ésa fue mi decisión, y ésa será mi carga. No responderé a la llamada del Mar mientras mis seres queridos sigan aquí." - resondió él.

"Entonces veo que llegado el momento deberás construir tu propio barco y partir sin la compañía ni ayuda de los Elfos. Pero no desesperes. Nai hiruvalye Valimar."

Legolas se quedó silencioso y no dijo nada, pero la dama Galadriel le acarició el rostro abatido, y con ese breve contacto una nueva esperanza creció en el corazón del arquero, y sintió que el anhelo al Mar se debilitaba en él.

Entonces Galadriel se volvió a Gimli, quien prendado de la belleza y generosidad de la dama yacía inmóvil, admirándola con ojos maravillados. "¡Adiós, Portador del Rizo! Grandes cosas por realizar te esperan, y muchos lugares recorrerás conn tu amigo Legolas bajo las luz de las estrellas o bajo el sol, incluso por caminos oscuros; pero en todos esos caminos mi pensamiento va contigo."

Gimli se inclinó profundamente, mas no le salieron las palabras. Sin embargo Galadriel, poderosa entre los Elfos, sentía la profunda tristeza del corazón del Enano, y vio una barco gris, y abordo había un enano de cabellos y barba grises, abrumado por el peso de los años; ella le sonrió entonces, y antes de volverse le habló. "Presiento que volveremos a vernos antes del fin."


Ahora bien, estaban al fin los ocho solos, y Merry y Pippin lloraban silenciosamente, porque sentían que añorarían a todos y cada uno de ellos. Los ojos de Sam brillaban, pues unas lágrimas asomaban en sus ojos cuando miró a sus compañeros, pero ninguna cayó.

Aragorn les sonrió cálidamente y les dio un abrazo a cada uno, y Frodo lloró, porque había llegado a amar al montaraz que conocieron en la Posada del Poni Pisador, temiéndolo ser un espía de Sauron. -"Así se disuelve la Comunidad del Anillo. Espero sin embargo que pronto volveréis a mi país con la ayuda prometida."

"Volveremos, si nuestros señores nos permiten." - dijo Gimli - "¡Bien, hasta la vista, mis queridos Hobbits! Pronto llegaréis sanos y salvos a vuestros hogares, y ya no perderé el sueño temiendo por vuestra suerte. Mandaremos noticias cuando podamos, y a caso algunos de nosotros volvamos a encontrarnos de tanto en tanto; pero temo que ya nunca estaremos todos juntos otra vez."

Los Hobbits sabían que él tenía razón, probablemente ya nunca más volverían a estar todos juntos, mas tenían la esperanza de volver a verlos en un futuro no muy lejano.

Se volvieron a Legolas, y el Elfo se agachó para estar a la misma altura que ellos, aunque Merry y Pippin habían crecido considerablemente gracias a la bebida de los Ents, por lo que recibió un inesperado fuerte abrazo por parte de los Hobbits, y él se los devolvió con una sonrisa. Después se volvieron y abrazaron a Gimli con el mismo cariño, y Gimli mostró tristeza en sus ojos brillantes cuando se despidió de ellos.

"Me gustaría tener una piedra con la que pudiese ver a los amigos" - dijo Pippin- "y hablar con ellos desde lejos."

Todos rieron ante su comentario, más de uno soltando lágrimas al mismo tiempo. Los únicos que para entonces mantenían los ojos secos eran Gandalf, pues era muy anciano y había vivido muchas cosas, y Legolas. Sin embargo, el joven príncipe Elfo sentía unas ganas terribles de llorar y abrazarles fuertemente a todos.

Gandalf fue abrazado por Aragorn, Gimli y Legolas antes de partir con los Hobbits. "¡Cuidaos bien!" - dijeron. Aragorn, Legolas y Gimli sonrieron cuando oyeron la voz de Pippin decir con esperanzas "¿Habrá segundo desayuno esta vez?" - y se alejaron escuchando las voces de Merry y Pippin, hablando de lo primero que harían al poner el pie en la Comarca: comer muchas setas.

"Os deseo suerte y ventura a los dos, amigos míos." - les dijo Aragorn al Enano y al Elfo, una vez las siluetas de los cuatro Hobbits montados en sus ponis y la del Istari montado en Sombragrís, Señor de todos los Caballos, desaparecieron en la distancia tras las colinas verdes. - "Deseo con todo mi corazón que nos volvamos a ver algún día, en un futuro no muy lejano. Siempre seréis bienvenidos en Gondor."

Legolas y Gimli asintieron y dijeron que él también sería bienvenido en sus hogares, si algún día las obligaciones de Rey le permitían viajar. Fue una corta despedida la suya. Ninguno de ellos quiso alargarla porque sabían que si lo hacían, más les apenaría el tener que separarse. Se dieron un corto abrazo y Legolas montó Arod, y Gimli se acomodó en la grupa a sus espaldas. Y partieron. Aragorn rumbo Sur y Legolas y Gimli hacia norueste, separando así definitivamente la Compañía.


El primer día de partida, Gimli y Legolas no hablaron mucho. Pues ambos tenían la mente abrumada de tristes pensamientos. Nunca antes, cuando partieron de Rivendel en una misión que parecía suicida, pensaron en cómo se sentirían al haber terminado todo. Y ahora lo sabían. Gran alegría sentían por haber destruido el mal que amenazaba la Tierra Media y porque muy pronto volverían a casa, con sus familias y amigos de siempre, pero gran pena sentían también al pensar que ya nunca la Compañía volvería a estar unida, y de que había escasas esperanzas de que volvieran a ver alguno de ellos. Claro que los hogares de Gimli y Legolas no estaban muy distantes (no comparado la distancia a Gondor) e incluso podía ser que alguna vez tuvieran la oportunidad de viajar a Gondor. Pero los Hobbits estaban lejos, muy lejos, y Gandalf no podría ser fácil de encontrar, pues siempre vagaba de un lado a otro.

Se preguntaban que sería de ellos ahora. Se preguntaban si algún día estarían contando todo esto a sus nietos, como si sólo fueran recuerdos del pasado. Y otra cosa que les preocupaba eran los Hobbits. Porque Saruman andaba por ahí suelto, arrastrando a Gríma Lengua de Serpiente con él, y no sabían lo que la perturbada mente del Mago estaría planeando. Pero les tranquilizaba saber que Merry y Pippin habían crecido de alguna manera. No sólo por fuera, sino también por dentro. Se habían convertido en unos valerosos hombres Hobbits. Y si Frodo y Sam se las habían ingeniado para sobrevivir en las tierras oscuras de Mordor, entonces podrían superar cualquier obstáculo.

Los días que les siguieron fueron más alegres. Sus conversaciones eran básicamente sobre las experiencias que habían vivido éste pasado año; sin duda, las más importantes de sus vidas e inolvidables, incluso para Legolas, que ya había visto la nieve helada en el Bosque Negro durante 2931 años. Hablaron poco de sus malos momentos y mucho sobre los buenos, aquellos momentos que los habían hecho y los hacían reír.

Y así, pasados los meses, ya habían cruzado Rhovanion y llegaron a los lindes del gran Bosque Negro, donde sus caminos tenían que separarse, pues Gimli no iba a cruzar el Reino de los Elfos, sino que seguiría las Montañas Grises, hasta la más alta en el apartado este: La Montaña Solitaria.

"Y bien, Señor Enano, aquí es donde nuestros caminos se separan." - dijo Legolas descendiendo de la grupa de Arod y ayudando a Gimli a descender también.

"Eso me temo." - dijo él y los dos se miraron a los ojos, esperando que el otro se decidiera a dar el primer paso. Legolas fue el que habló.

"Ha sido un honor para mí el haber luchado a tu lado por nuestra Tierra Media." - dijo. Entonces le sonrió. - "Me he sentido muy complacido por tu compañía en este viaje." -Al ver que el Enano no le respondía, Legolas le miró más de cerca, y vio lágrimas en sus ojos, que descendían por sus mejillas. Legolas sintió una punzada en el corazón y entonces puso sus manos sobre los hombros se Gimli. - "¡Vaya, Gimli! ¡Eres más sensible de lo que aparentas! No llores ahora, pues esto no es un adiós."

Gimli se secó el rostro con la mano y se sonó la nariz "¿Entonces qué es, Legolas?"

"Un 'hasta luego', amigo Gimli."

Legolas montó de nuevo en Arod. Gimli decidió decirlo antes de que su amigo partiera. "Me alegro de haberte conocido, Legolas."

Legolas le sonrió cálidamente. Aquellas palabras le habían conmovido. "Y yo también.. Recuerda: volveremos a vernos pronto. Me prometiste que vendrías al Bosque Negro si yo te visitaba en la Montaña Solitaria."

"Y pienso cumplir la promesa." - dijo el otro, sonriendo ahora. Con unas palabras élficas, Legolas puso Arod a galope y se internó en el Bosque, por El Paso de los Elfos. Y se alejaba cantando, cómo le gustaba hacer todas las noches, mirando las estrellas y la luna tenue. Gimli siempre se había quejado al Elfo por no hacer más que cantar cuando él intentaba dormir, estorbándolo, pero esa vez no dijo nada, y se sentía triste al pensar que ésa noche ya no oiría el dulce canto de Legolas, ni la siguiente, ni la siguiente, ni muchas otras; no hasta que se encontraran de nuevo. La voz se perdió en la espesura del Bosque Negro.

"Ai! laurië lantar lassi súrinen,
Yéni únótimë ve rámar aldaron!
Yéni ve lintë yuldar avánier
mi oromardi lisse-miruvóreva
Andúnë pella, Vardo tellumar
nu luini yassen tintilar i eleni
ómaryo airetári-lírinen."

"Sí man i yulma nin enquantuva?"

"An sí Tintallë Varda Oilossëo
ve fanyar máryat Elentári ortanë
ar ilyë tier undulávë lumbulë;
ar sindanóriello caita mornië
i falmalinnar imbë met, ar hísië
untúpa Calaciryo míri oialë.
Sí vanwa ná, Rónello vanwa, Valimar!"

"Namárië! Nai hiruvalyë Valimar.
Nai elyë hiruva. Namárië!"


No hacía más de cinco minutos que Legolas se había despedido de Gimli, cunado dejó de cantar (pues sentía que su tristeza le apagaba la voz en la garganta) y se detuvo en medio de la espesura negra del bosque, sin ningún motivo, la blancura del caballo resplandeciendo en el lugar. Bajó, y cuando sus pies hubieron tocado la hierba del suelo, sintió algo húmedo y cálido en sus mejillas, y la mirada se le nubló. Eran lágrimas. Estaba llorando. No hacía mucho había dicho al enano de ser una persona sensible, y ahora era él el sensible. Incluso sintió algo de vergüenza al pensarlo. Siempre creyó que cuando volviese a su hogar sentiría felicidad, pero a pesar de estar ya en suelos familiares sentía el corazón oprimido, y no le consolaba saber que pronto volvería a ver a su padre, sus jardines que con tanto cariño cuidaba y sus viejos amigos Elfos.

Se apoyó al musculoso cuello de Arod y hundió el bello rostro en su crin blanca, donde comenzó a sollozar y a liberar todas sus lágrimas escondidas.

Pronto prosiguió el viaje. Sabía que iba a ser un largo camino. La distancia que le quedaba hasta llegar al Reino de los Elfos no llegaba ni a la mitad del camino que él y Gimli habían recorrido hasta aquí, pero estaba seguro que se le haría eterno (y eso es decir mucho para un Elfo) porque ahora estaba solo.

Cuando por fin se hubo recuperado y sus ojos de un color azul pálido y frío como las nubes de tormenta ya se habían secado, partió, esta vez sin volver a detenerse hasta la noche, para que Arod descansase, y cabalgando velozmente, tan rápido como no había hecho en mucho tiempo; pues en los últimos meses había cabalgado siempre con Gimli, y el Enano tenía algo de temor al montar a caballo (aunque eso no significa que el Elfo desaprovechase la oportunidad para hacer pasar un mal rato al Enano de vez en cuando). - "Noro lim! Arod!" - fue lo único que tuvo que decir para que el caballo de Rohan acrecentase la marcha.

Así, una temprana mañana llegó Legolas a su hogar. Acababa de traspasar los primeros jardines del Reino cuando una voz familiar le llamó por su nombre. "¿Legolas? ¡Legolas!" - Era Silinde, un Elfo de unos cuatrocientos años más joven que él, y quien había estado también presente en el Concilio de Elrond, donde se formó la Compañía del Anillo. Silinde era un Elfo de fino rostro, joven a la vista de los mortales, como el de un muchacho de diecisiete años; su pelo era largo y rubio como el sol, al igual que la gran mayoría de los Elfos Sindar, y sus ojos eran del mismo color que el de Legolas.

"¡Silinde!" - exclamó Legolas con alegría y los dos se dieron un corto abrazo.

"Es maravilloso que hayas vuelto, Legolas," - dijo Silinde - "El pueblo te ha echado de menos. Tu padre te ha echado de menos, cada día mirando al oeste, esperando tu llegada. Pero quien más te ha echado de menos ha sido Elenshael." - y esta última frase se la dijo con una sonrisa maliciosa - "Estará muy contenta de ver que su 'príncipe azul' ha regresado."

Elenshael era la amiga de toda la vida de Legolas. Era hija de Elenmenel, un buen amigo de su padre el Rey Thranduil. Legolas y ella se conocían desde hacía tanto tiempo que parecían más que nada hermanos, o 'amantes' como insinuaba Silinde. Mucha gente decía que Legolas y Elenshael estaban enamorados, pero sólo ellos dos sabían que no era más que una amistad cariñosa, y ya no les importaba lo que dijeran los demás, porque ellos mismos sabían lo que eran. Por eso Legolas no se molestó ante el comentario de Silinde, sino que le sonrió.

"¿Y mi padre? ¿Cómo ha estado durante mi ausencia?"

"Preocupado por tu bienestar. ¿Pero qué hacemos aquí hablando? Vamos, ve a verle, que te está esperando."

Silinde tenía razón. Se despidió de él, pero cuando ya hubo dado unos pasos se dio media vuelta para hacerle una útlima pregunta. "Silinde.. ¿Cómo reaccionó mi padre cuando Saelbeth le dijo que me había unido a la Compañía?"

Saelbeth era otro Elfo, un soldado que los había acompañado a Imladris y había asistido al Concilio también. Había sido elegido por el Rey para proteger a Legolas en el camino hacia Rivendel, y por lo tanto había sido su obligación contarle al Rey sobre la decisión y partida de su hijo. "Al principio se enfureció," - dijo Silinde - "Culpo a Saelbeth de no haberte impedido que te unieras a tan peligrosa misión. Pero pronto se le pasó. Sólo estaba terriblemente preocupado por tí. Creo que en el fondo de su corazón pensaba que no te volvería a ver."

Legolas no se sorprendió. Su padre era un Elfo muy fácil de hacer enfurecer. La misma última vez que le vio estaba furioso. Furioso con él porque le había fallado; Legolas se había ocupado de encarcelar a Gollum y vigilar que no escapara. Pero la criatura huyó, y Legolas no se lo había podido impedir. Por eso su padre se enfadó con él y le envió a la Casa de Elrond, Rivendel (o Imladris en la legua élfica), para pedir disculpas personalmente al Señor Elrond por su fracaso. Mas una vez llegó ahí, fue invitado al Concilio secreto y Legolas acudió.


Legolas se dirigió a palacio, saludando a mucho Elfos y Elfas que encontraba por el camino. Todo el mundo parecía feliz de volver a ver su Príncipe y futuro Rey, y Legolas les sonría, y los niños salían de sus casas gritando "¡Legolas! ¡Legolas!" con sus tiernas voces.

Legolas, el cual amaba a los niños, se arrodillaba para dejar que ellos le rodeasen con sus pequeños brazos y le besasen las mejillas. Legolas reía con ellos y les besaba cariñosamente las frentes a cada uno. Mucho le costó al Príncipe liberarse del abrazo de los niños para seguir su camino a palacio, pero no le importó. ¡Tan contento estaba de verles!

Le pidió a los Centinelas que no anunciasen su llegada, pues quería dar una sorpresa a su padre. Cuando Legolas entró en la camara del Rey, lo primero que vio fue exactamente lo que había esperado: Thranduil, vestido con sus siempre elegantes ropas reales de pieles rojas y marrones, caros anillos en sus dedos que sujetaban diamantes y joyas cuidadosamente; una corona de oro adornada con rubíes de un rojo intenso y centelleantes a la luz de las velas rodeaba su larga cabellera rubia. Y como había esperado, Thranduil estaba revisando sus piedras preciosas, admirando su belleza. Y una copa de vino estaba sobre su mesa.

Lo normal sería que el Rey Elfo ignorase la presencia de su hijo por estar mirando maravillado sus queridos diamantes y joyas, pero aquel día fue distinto. Levantó el rostro y la mirada se le iluminó. Dejando el vino y las joyas de lado, se levantó y corrió hacia Legolas, con los brazos abiertos.

"Ada!4" - gritó Legolas lanzándose a los brazos de su padre y abrazándose fuerte los dos. Legolas hundió el rostro en su pecho (pues su padre era un Elfo alto, mucho más alto que él) mientras el Rey le acariciaba el pelo. Thranduil le dio un beso en la melena rubia.

"¡Pequeño Hojaverde, te he echado de menos!"

"Y yo también a tí ada..."

Dejaron de abrazarse, y Thranduil miró a su hijo a los ojos. Legolas sonreía, pero se entristeció en ver lágrimas en los ojos de su padre. Hacia muchos años que no veía a su padre llorar. Sólo se acordaba que cuando era un niño pequeño le había visto alguna vez llorar en silencio y a medio-escondidas, mirando el retrato de su esposa, la madre de Legolas, muerta trágicamente durante el parto de su único hijo.

Legolas iba a decirle que no llorase, que ahora ya estaban juntos, pero su padre habló primero. "Legolas... siento mucho haberme enfadado así por una tontería como ésa sin importancia," - Se refería a Gollum, la razón por la que mandó a Legolas ir a Rivendel. - "Fui duro contigo..."

"No tiene importancia, ada."

"Por mi culpa te embarcaste en esa misión tan peligrosa..."

"Fue mi decisión el unirme a la Compañía del Anillo, no la tuya."

Thranduil le miró fijamente, con ojos emocionados, y ya no vio al niño que partió hará dos años atrás hacia el lejano oeste, sino a un Elfo en plena madurez. Legolas se había convertido en un hombre. Le acarició la mejilla, sintiendo la suavidad y fragilidad de su piel, que le recordaba la de su amada esposa. Legolas era la viva imagen de su madre. Poseía su luminosidad y su voz dulce. Entonces le susurró estas palabras: "Estoy orgulloso de tí."

Ante estas palabras Legolas no supo que decir, sólo dejó que sus ojos le brillase con lágrimas de alegría, pero no necesitó decir nada, porque con una cálida sonrisa el Rey dijo: "¡Celebraremos una gran fiesta en tu honor!" - y diciendo esto llamó a los sirvientes - "¡Preparad la comida! ¡Elegid los mejores vinos! ¡Que los músicos tomen sus instrumentos y se preparen para los más bellos bailes! ¡Que todo el mundo sea invitado! ¡Pues mi hijo ha vuelto, y debemos celebrar su regreso con gran alegría!"


Dos horas después la fiesta comenzó. Elfos y Elfas se habían vestido con sus más preciosas ropas: largos vestidos de todos los colores, aunque todos ellos en tonos oscuros y grisáceos como el Bosque Negro en sí; algunos eran lisos, pero otros tenían hojas y flores en su tejido; las mujeres vestían vestidos sueltos y con escote, a medio brazo las mangas se hacían anchas, y se removían suavemente en la brisa matinal. Para conseguir tanta gracia y hermosura en sus vestimentas, los Elfos Sindar habían sido inspirados por las pálidas mañanas de primavera, por el frío hielo que cubría sus ríos en invierno y por las lejanas vistas del mar que algunos habían tenido en la cumbre de las Montañas Grises.

La fiesta iba a celebrarse fuera, pues era un día perfecto para estar en el aire libre, mas la comida se había servido en la habitación más espaciosa y luminosa de palacio. Al entrar por la puerta principal, lo primero que los presentes notaban eran las alfombras bajo sus pies. Decenas de velas encendidas daban al lugar un aire más romántico y de ensueño. algunas de las estatuas de mármol más bellas de palacio habían sido transportadas al lugar para darle mejor ambiente, tales como la de una bella Elfa de largos cabellos cantando con los pájaros en el viento, o como la del Elfo tocando una Arpa hecha de plata y una dama Elfa bailando con hermosura a su lado, los ojos de ella tallados en zafiros azules.

Había alimentos suficientes para todo el mundo. Ninguna carne (pues la mayoría de los Elfos son totalmente vegetarianos), pero sí exquisitos panes, pasteles endulzados con miel y, como no, las sabrosas lembas. Había vegetales que ellos mismos sembraban en pequeños huertos, pero en su mayoría había frutos del bosque, y también les gustaba endulzarlos con miel. No faltaba el vino, blancos y tintos, de los más deliciosos que se pueden encontrar; algunos que dejan un sabor a fresa en los labios y te relajan la garganta, otros eran frescos como el viento nocturno, pero calentaban por dentro como el sol caluroso de verano; unos tenían un sabor fuerte, otros dulces y suaves como las moras silvestres.

Legolas y su padre entraron juntos, y todos miraban al Príncipe, orgullosos de él por lo que había hecho no sólo para los Elfos, sino por todos los pueblos libres de la Tierra Media.

Entre la muchedumbre, una joven Elfa se abrió paso, apareciendo a la vista de Legolas a pocos metros de él. La mujer era bella y brillaba como la luz de las estrellas nocturnas. Su pelo era largo, anaranjado y caía ligeramente ondulado hasta su cintura; unas trenzas detrás de cada oreja le formaban una corona alrededor de la melena. Sus ojos eran de un color no muy visto entre los Elfos, de color miel tirando a verde, y sus labios tenían un suave tono color de rosa. Su vestido de seda era de color marrón pastel, con bordes en hilo de plata, a juego con sus pendientes y su collar de plata blanca con un colgante en forma de hoja de arce. Aquella era Elenshael, la única hija de Elenmenel.

Un fulgor cruzó sus ojos al ver a Legolas. "¡Leg!" - dijo ella.

"¡Elen!"

Elenshael saltó feliz en sus brazos, y Legolas la alzó del suelo y comenzó a darle vueltas sobre sí mismo, los dos riendo incontrolablemente, sin importarles que los demás les estuvieran mirando e intercambiando susurros. Después la bajó, y se dieron un beso en la mejilla.

"¡Chico! Podrías haberme dicho que te marchabas por tanto tiempo. ¡Ni siquiera te despediste de mí!" - dijo Elenshael, fingiendo enfado.

"¡Eh! Yo tampoco sabía que iba a estar todo este tiempo fuera cuando partí. Y tú nunca vienes a despedirte cuando viajas al sur con tus padres, ¿así que por qué iba a hacerlo yo?" - dijo él, tocándole la punta de la nariz con un dedo, juguetonamente.

Elenshael apartó el dedo que pretendía molestarla. "¡Ec! ¡Está bien! De todos modos, no importa, ¡me alegro de volver a verte!"

Dicho esto y tras otro abrazo, se acercaron a la mesa, Legolas sentándose al lado del Rey (que hablaba vigorosamente con Elenmenel y Saëra) y Elenshael se acomodó al lado de Legolas. Elenshael hubiera querido que Legolas le contase todo y cuanto había hecho y donde había estado durante éstos dos últimos años de la Segunda Edad, pero Legolas no parecía muy entusiasmado en hacerlo. Claro que le habló un poco de los lugares que había podido visitar, sobretodo deteniéndose en la descripción del Bosque de Fangorn, donde Fangorn - mas conocido como Bárbol - le habían dado permiso a él y a su amigo Gimli para visitarlo. No explicó nada sobre la guerra, y de los miembros de la Compañía casi no habló, tan sólo los mencionó, pero no mencionó la muerte de Boromir, hijo del Senescal de Gondor que por desgracia terminó volviéndose loco y suicidándose en el fuego después de que su otro hijo fuera gravemente herido.

Elenshael supuso que su amigo estaba cansado por el viaje, y que seguramente tampoco quería hablar de ello aún porque le traía malos recuerdos, después de todos los apuros por los que tuvo que haber pasado. Así que deicidió no atormentarle con sus preguntas. Poco después Legolas ya estaba en profundo silencio. Ni siquiera abría la boca para comer. Tampoco escuchaba a la gente a su alrededor, sino que parecía perdido en profundos pensamientos y recuerdos.

Cuando Thranduil se volvió a su hijo, vio a Elenshaell hablando alegremente con sus amigas, pero Legolas no se había unido a ninguna conversación. Vio tristeza y melancolía en el rostro del joven Príncipe. Ni siquiera había probado la comida. Thranduil se sintió mal por él, aunque también no se extrañaba por el comportamiento de su hijo. Creyó que después de haber pasado todo ese tiempo con Estel, ahora le estaría echando de menos.


Anunciaron que el baile estaba a punto de comenzar. Los presentes a la fiesta salieron a fuera entonces, y sobre la tierra cubierta por una alfombra de hojas caduca que habían tomado un color rojizo, fue donde bailaron. Los músicos (aunque todos los Elfos podrían decirse músicos) llevaban consigo arpas de plata, flautas de madera, ocarinas de cerámica y violines, los instrumentos preferidos por ellos. Acompañando la sonata cantaban con melodiosa voz, y pronto las parejas se hubieron formado para bailar unidas al mismo ritmo, con movimientos elegantes y bellos. Otros preferían sentarse entre las violetas, margaritas y rosas blancas con un rocío perfumado en sus pétalos, los cuales habían sido plantados para la ocasión, y sonriendo y cantando al son de la música.

Elenshael logró arrastrar a Legolas hasta el baile, aunque sabía que no le detendría por mucho tiempo. Tras bailar un minué y una serenata, Legolas se disculpó y decidió retirarse a su habitación.

"¿Tan pronto te vas, Legolas? ¿Es que no te encuentras bien?" - le preguntó el Rey Thranduil con preocupación.

"Estoy bien, ada, sólo un poco cansado. Iré a echarme un rato."

Su padre no se lo impidió, y Legolas marchó a su dormitorio. Se tumbó en la cama, pero no lloró, se negaba a volver a mostrar esa debilidad. No salió de ella hasta la mañana siguiente, y aunque los sirvientes le ofrecieron varias comidas él no las aceptó; desde que se despidió de Gimli no había tenido mucho apetito. Deprimido, pasó el resto del día tumbado, mirando los rayos de luz que se colaban por las cortinas blancas de su habitación y al llegar la noche y asomar la Flor de Telperion por su ventana, finalmente cayó dormido. Y soñó en las Cuevas Centelleantes, con Gimli a su lado.



The Balrog of Altena: ¡Final del primer capítulo! En el próximo Gimli llegará a su hogar y...¡mejor que no os lo diga para no quitaros la sorpresa!
Sí, este va a ser un fic muuuuyyyy largo (al final me he decidido, ya veis, por vuestra culpa
^o^), pero sólo escribiré los primeros caps. más rápido, porque quiero hacer los de "Las Aventuras de la Compañía". Pero a éste fic lo continuaré escribiendo, sólo que más despacio que los demás. Por si acaso os digo esto también: NO habrá romance entre Legolas y Elenshael; Tolkien nunca mencionó que Legolas se casara, y yo no pienso cambiarlo. Tampoco voy a escribir romance entre Legolas y Gimli (aunque no estaría del todo mal ^_^)
Por cierto, ésta historia no tiene nada que ver con mis otros fics. Ya veis que he cambiado la personalidad del Rey Thranduil (muy diferente comparado al que aparece en el de "Las Aventuras de la Compañía") y que también Legolas no tiene madre (supuse que había muerto porque Tolkien nunca escribió sobre ella)
Espero que haya sido de vuestro agrado. Por favor, dejadme vuestros reviews ^_^
¡Oh!
y si alguien quiere preguntarme algo sobre mis fics o lo que sea, podéis mandarme un e-mail a ésta dirección: bosqueverde@gmx.net

¡Gracias por leer mi fic! ¡Namárië!


~ Noro lim. = Cabalga veloz.
~
Elenshael = Algo como "Luz de estrella"
~
Elenmenel = Algo como "Estrella del cielo"
~
Ada = Papá / Papi (Adar = Padre; Sindarin)
~ Estel = Esperanza (Es el nombre que Elrond el Medio Elfo le puso a Aragorn y por el que es llamado entre los Elfos)
~ Flor de Telperion: Es la flor de uno de los Árboles de los Valar, pero lo he utilizado en el sentido simbólico, refiriéndome a la luna.
~ Nai hiruvalye Valimar = Quizá encuentres Valinor. (Qwenya)

Legolas cumplió entonces la promesa que le había hecho a Gimli, y fue con él a las Cavernas Centelleantes; y volvió silencioso, y dijo que sólo Gimli era capaz de encontrar palabras apropiadas para describir las cavernas.

- Y nunca hasta ahora un enano había derrotado a un elfo en un torneo de elocuencia -añadió-. ¡Pero
ahora iremos a Fangorn e igualaremos los tantos!

JRR Tolkien; El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey


- ¡Ven, Gimli! -dijo Legolas-. Ahora, con el permiso de Fangorn, podré visitar los sitios recónditos del Bosque de Ents, y ver árboles como no crecen en ninguna otra región de la Tierra Media. Tu cumplirás lo prometido, y me acompañarás; y así volveremos juntos a nuestros países en el Bosque Negro y más allá.

Y Gimli consintió, aunque al parecer no de muy buena gana.

JRR Tolkien; El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey