Hojaverde y el Amigo de los Elfos.
Por The Balrog of Altena
Capítulo 2do: El mensaje de un amigo.
Por The Balrog of Altena
Capítulo 2do: El mensaje de un amigo.
Cuando
Gimli llegó al pueblo Enano de la Montaña Solitaria no esperaba que
fuera recibido tan calurosamente. Tan pronto como puso en pie en la
tierra de su hogar, centenares de Enanos salieron de sus casas para
recibirle muy animados. "¡Es Gimli el Grande!" - gritaban y las mujeres
y niños le aplaudían mientras que los hombres se acercaron a él y le
alzaron para lanzarlo al aire como a un rey. Entre carcajadas de Gimli
y los demás llegó Gloin arrastrando los pies, pues ya era un Enano
anciano. Tan pronto como Gimli vio la larga barba gris, reconoció a su
padre.
Como pudo, Gimli se abrió paso entre los muchos Enanos que le rodeaban y le clamaban, hasta poder llegar a su padre y darle un fuerte abrazo.
"No te extrañes por ésta bienvenida, hijo, pues nos han llegado noticias sobre ti durante todo este tiempo." - dijo Gloin con una sonrisa bajo su espeso mostacho - "¡Es un honor para todos tenerte a ti, un miembro de la Compañía del Anillo! ¡Hemos oído muchas de vuestras hazañas, pero a todos nos gustaría que nos las contaras tú mismo!"
A esto muchos Enanos añadieron un "¡Sí! ¡Cuéntanoslo todo mientras bebemos una jarra de cerveza de malta!"
El pobre Gimli no tuvo tiempo a echar una ojeada a su añorado hogar, ni para incluso sentir la roca ni la tierra roja bajo sus pies, ni para cambiarse las ropas para unas de más ligeras y cómodas, porque enseguida se los llevaron en brazos hasta la más espaciosa de las cuevas de la Montaña Solitaria y le sentaron en un cómodo sillón junto al fuego. Al poco tiempo ya habían llevado los barriles de cerveza y grandes cantidades de rica carne deshuesada, lo que más gusta a la raza de los Enanos.
Muy cerca de Gimli se sentaron los niños, a su lado estaba Gloin y otros familiares. El resto se acomodó enseguida con su plato y su jarra, esperando impaciente a que Gimli hablase. Gimli sabía que esperaban oír todos los detalles hasta el más mínimo. Aquel iba a ser un día muy largo.
"¿Qué pasó en Rivendel?"
"¿Quienes te acompañaban?"
"¿De dónde son?"
"¿Cuántos orcos mataste?"
Estas y muchas otras preguntas le hacían. Gimli levantó la mano para pedirles silencio. Cuando estuvo satisfecho, habló.
"Supongo que debo comenzar por deciros quienes son los miembros de la Compañía del Anillo." - dijo - "Pues bien, partimos de Rivendel siendo nueve. Eramos Legolas, del Bosque Negro: un Elfo muy habilidoso no sólo con el arco, sino también con su cuchillo de hueso blanco e incluso en la pelea cuerpo a cuerpo. Al principio era muy silencioso y callado, pero después empezamos a hablar y me di cuenta de que era un hombre muy amable y simpático. No lo parece a primera vista, pero es una persona muy alegre, amistosa y cariñosa." - Gimli se dio cuenta de que todos los Enanos fruncían el ceño y se susurraban cosas que Gimli preferirían no haber oído, cosas groseras sobre Legolas y los Elfos en general, pero las ignoró y siguió hablando.
"Había también cuatro Hobbits, o puede que algunos de vosotros les conozcáis como Medianos. Ellos eran el alma de la Compañía," - dijo Gimli echando una carcajada - ", siempre haciendo travesuras que levantan el ánimo y dibujan una sonrisa en la cara de cualquiera. Eran Peregrin Tuk, al que llamamos Pippin, y él es el más joven y travieso de todos. Siempre nos metía en algún que otro lío, pero al final de la aventura parecía una persona distinta, pues se convirtió en un hombre valeroso, aunque en el fondo sé que sigue siendo el de siempre."
"El segundo era Meriadoc Brandigamo, al que llamamos Merry. Es el primo inseparable de Pippin. Nunca se les veía separados. Aunque no tan infantil como Pippin, Merry siempre le ayudaba en sus travesuras."
"Después estaba Frodo Bolsón, el Portador del Anillo. Heredó el Anillo Único de su tío Bilbo Bolsón, al que todos vosotros ya conocéis, algunos en persona, otros por nuestras historias. Frodo también es primo de Merry y Pippin. Es un Hobbit encantador y muy amable. ¡Fue una pena que tuviera que separarme de él tan pronto! Pues mientras él vagaba por las tierras oscuras de Mordor, yo batallé en el Abismo de Helm y en la batalla de los Campos de Pelennor."
"El último Hobbit era Samsagaz Gamhi, al que todos llamamos Sam. ¡Fue genial tenerlo entre nosotros! ¡porque Sam puede cocinar unos platos exquisitos! Sam es el fiel sirviente y jardinero de Frodo, y también su mejor amigo. Como Merry y Pippin, estos dos no pueden estar alejados ni un minuto. Sam muy aventurero para ser un Hobbit (antinatural, como Frodo, que es demasiado curioso para ser un Hobbit también.), seguramente porque Bilbo le llenó la cabeza con sus historias; la verdad es que Sam está enamorado de los Elfos. Es un Hobbit muy valiente. ¡Incluso le han puesto el sobrenombre de 'Samsagaz el Bravo'! Pero, ¡ay! esto no debo contároslo ahora, pues después os contaré todo lo que hizo para ganarse tan honorable nombre. Puede que los Hobbits sean pequeños, ¡pero madera de guerrero éstos la tenían! Al principio me parecieron frágiles, pero después me dí cuenta de que no son lo que aparentan."
Hablando de los Hobbits, a los Enanos se les iluminó la cara, pues a los Enanos les encanta la compañía de hobbits. Tanto, que más de uno viajaba a la Comarca sólo para ir a verlos y celebrar fiestas con ellos. Gimli siguió hablando.
"Había dos Hombres muy conocidos entre nosotros. El primero era Aragorn, hijo de Arathorn, el Heredero de Isildur, y como ya sabréis, el nuevo Rey de Gondor. Aragorn fue nuestro guía durante el tiempo con el que no contábamos con la ayuda de Gandalf el mago, pues es un Hombre perfecto como líder y además un gran montaraz, capaz de seguir un ligero rastro sobre la roca desnuda y de encontrar hasta la más disimulada huella. Es un hombre noble, fuerte y valiente, un rayo de esperanza para nosotros; y por otro lado también tiene sus momentos traviesos como los Hobbits. Aragorn llegó a quererles mucho a los Hobbits. Cuando partimos de Rivendel, ya eran muy buenos amigos; creo que se encariñó con ellos cuando viajaron juntos desde Bree hasta Rivendel. ¡Si Aragorn no hubiera estado allí entre nosotros, seguro que el Anillo no habría llegado ni hasta Caradhras!"
"El otro Hombre era Boromir. ¡Ay! ¡Que los Valar cuiden de su alma en las Estancias de Mandos! Pues Boromir murió luchando valerosamente sólo contra una horda de cientos de Uruk-hai, protegiendo a Merry y Pippin. Boromir era Hombre de Gondor, hijo del Senescal Denethor, por desgracia muerto también (ya os contaré cómo después) Era noble, fiel y valiente, pero al parecer tenía poca fe y esperanzas. Era un hombre muy amistoso también, siempre riendo; pasaba mucho tiempo con Merry y Pippin; él les enseñó cómo utilizar una espada. Luchó a nuestro lado hasta que llegamos al final del Río Anduin, donde fuimos atacados por esas bestias de Saruman."
"El octavo miembro del a Compañía es Gandalf el Gris. O debería decir era, porque ahora es Gandalf el Blanco. Seguro que muchos de vosotros conoceréis al Istari Gandalf, ya que él acompañó a mi padre, al Señor Bilbo y a los demás en su viaje a la Montaña Solitaria, con la intención de recuperar el tesoro que nos robó el malvado Dragón Smaug. También Gandalf es muy conocido por sus maravillosos fuegos artificiales. ¡Esplendidos fuegos que suben como grandes lirios, cabezas de dragón y árboles de fuego que quedan suspendidos en el aire durante todo el crepúsculo! Gandalf fue nuestro guía. Por si algunos no le conocéis, él es un mago alegre, aunque a veces muy serio cuando se enfada, pero en el fondo es un anciano amable y cariñoso, sobretodo con los Hobbits. Es como esos padres que castigan a sus hijos sin cena, pero después entran en sus habitaciones por la noche y les dan de comer con una sonrisa en la cara."
"Y el último de la Compañía soy yo" - dijo sonriendo.
"¡Bueno!" - dijo Gimli acomodándose - "Y ahora que ya os he presentado a todos los miembros de la Compañía, empezaré por el Concilio de Elrond..." - Y el resto del día lo pasó Gimli, rodeado por los Enanos de su pueblo, explicándoles hasta la destrucción del Anillo Regente, sintiéndose como si fuera su propio padre, cuando éste le contaba histrias lejanas pero a la vez cercanas como la caída del Dragón Smaug. Aunque con una cerveza en la mano, todo el mundo prestaba gran atención, y no apartaban su mirada de los ojos de Gimli, en los cuales se reflejaba el fuego trémulo de la hoguera encendida junto a él. Gimli ponía todo su corazón en sus palabras, y se lo contaba con tanto entusiasmo que los demás se echaban a reír cuando oían alguna de las travesuras y bromas de los Hobbits y que se entristecían y se frotaban las manos nerviosamente cuando la Compañía caía en una emboscada o alguien salía herido.
Gimli hablaba de la caída de Gandalf en Moria y de muchas otras cosas con lágrimas en los ojos. Llegado el momento en el que habló de la Batalla de Honrburg, los Enanos incluso dejaron su carne y su cerveza de malta y se quedaron mirándole con la boca abierta, sujetando la carne en el aire con una mano, pero sin llegar a morderla, cuando escuchaban a Gimli decirles éstas palabras: "Miles de pequeñas luces se acercaban al abismo; eran las antorchas que llevaban los Uruk-hai y parecían gigantescas bandadas de pájaros de fuego volando juntos en la misma dirección. Había un silencio terrible en el Abismo de Helm y los firmes pasos de las tropas de Saruman se oían claramente, monótonas como los latidos que sentíamos en nuestros pechos, nerviosos por lo que se avecinaba. Un poderoso trueno rugió, acompañado por la cegadora luz de un relámpago. Fue entonces cuando vimos con claridad a nuestro enemigo, muy cerca de nosotros, y todos sentimos un nudo en la garganta al ver la inmensidad del ejército que se nos venía encima como un mar tempestuoso."- los niños se acercaron más a Gimli para no perderse nada de lo que dijera - "Empezó a llover, y pronto nos vimos bajo una tormenta de heladas gotas, siempre acompañada de rayos y truenos. Pronto nos encontramos con el ejército enemigo al pie de los muros, y llegaban hasta donde la vista no lograba alcanzar, más allá de las planicies de Rohan. De repente, todo y cada uno de los Uruk-hai empezó a golpear su lanza en el suelo al mismo ritmo, al ritmo de la guerra, como componiendo música infernal..."
Por más horas que durase el monólogo, nadie se sentía lo suficientemente cansado como para no prestar atención a la Batalla de los campos de Pelennor. Gimli se secó las últimas lágrimas cuando concluyó con la despedida y separación de la Compañía, y todo el mundo le aplaudió y brindaron con sus jarras. Por suerte para Gimli, decidieron que ya era hora de que su nuevo héroe Enano descansase y todos se marcharon para seguir con sus cosas. A demás, querían preparar una gran fiesta para la mañana siguiente, y no les quedaba mucho tiempo; ya eran altas horas de la noche.
Gimli se retiró agotado a su dormitorio, pero para su sorpresa su padre ya le esperaba en la puerta, con una mala expresión en la cara que Gimli comprendió en seguida. No necesitó decir nada, porque Gloin habló.
"¿A qué ha venido eso de 'es una persona muy alegre, amistosa y cariñosa'? ¿Te das cuenta de que estabas hablando del hijo del Elfo que encerró a tu padre en prisión?"
"Exacto." - dijo Gimli - "él es su hijo Legolas, no Thranduil en persona. No le juzgues por ello."
"Es un Elfo. Ningún Elfo merece nuestra amistad. Se creen superiores a los pueblos libres, son crueles y avariciosos."
"La misma Dama Galadriel, reina de los Elfos de Lothlórien, dijo en alto que nadie volviera a decir que los Enanos somos codiciosos y antipáticos. Pues ahora digo en alto yo que nadie vuelva a decir que los Elfos son crueles, avariciosos, y que se creen superiores. ¿Y por qué ningún Elfo merece nuestra amistad? ¿Por una estúpida enemistad que existe desde hace eras y que nadie, ni los más ancianos, recuerda cómo empezó? Legolas es mi mejor amigo y nada ni nadie lo cambiará. Es más, le he invitado a venir a visitarme aquí pronto, y él también me ha invitado a mí a ir a su hogar en el Bosque Negro. Va a ser un invitado de honor, así que tendréis que ser amables con él."
"¡Ningún Elfo pondrá el pie en nuestra tierra y ningún hijo mío pondrá un pie las embrujadas tierras del Bosque Negro!" - Gimli ya había entrado en su dormitorio y cerrado la puerta cuando su padre Gloin dijo aquellas palabras. Odiaba tener que discutir así con su padre, pero sabía que no habría forma de convencerle. Cuando se sintió seguro de que nadie estaba por ahí cerca para molestarle, Gimli sacó de su equipaje los tres cabellos que Galadriel le hubo dado como regalo cuando él pidió no más que uno. Los tomó y losm miró como el más preciado tesoro que pudiera existir. Ahora descansaría, pero al despertar tendrían un gran trabajo en decidir que material serviría para conservas su tesoro, y como lo puliría y tallaría. ¿Debería guardarlos en una cajita de oro con esmeraldas, o con diamantes de todos los colores? ¿Quedaría mejor en plata o en mithril? ¿O crearía el más hermoso recipiente (aunque no tan hermoso como lo que contendría dentro) tallado en todos esos materiales y piedras preciosas formando hojas de Lórien en su tapa?
Legolas se había levantado temprano y se había adentrado en el bosque con Elenshael, como de costumbre solía hacer. El Rey Thranduil le había mirado partir con preocupación en la cara, hasta que le perdió de vista tras los árboles y matorrales. Estaba preocupado porque desde que había vuelto semanas atrás había notado un cambio en su hijo. Le notaba triste, y pocas veces le veía sonreír.
Thranduil le había preguntado qué le entristecía tanto. "¿Qué te ocurre, Legolas? No te veo muy feliz. ¿Es que echas de menos a Estel?" - fue lo que le preguntó.
"Sí, ada, echo de menos a Estel y a todos los demás. Pero sobretodo añoro a Gimli. Nos hicimos muy buenos amigos y me gustaría volver a verle."
Thranduil había asentido con la cabeza. "¿Gimli? Un nombre extraño para un Hombre." - puso una mano en el hombro de su hijo - "Yo te comprendo, Legolas, pero vuestra separación no debería entristecerte tanto. Tendrás que superarlo, sino ¿qué harás cuando tu amigo mortal muera por el desgaste del tiempo? No soportaría verte infeliz por el resto de tus largos años de vida."
"Lo sé, ada, no te preocupes por mí. Yo estaré bien."
En las cruentas batallas que había pasado, lo que más había preocupado a Legolas eran sus compañeros que luchaban a su lado, porque todos eran mortales, y no podía remediar pensar en que una simple herida en la batalla podría ser causa para su muerte (pues ninguna otra raza se recupera del dolor físico tan rápidamente como los Elfos, aunque sí del dolor psíquico). Pero lo que no había pensado era que una vez llegada la paz y no habiendo más guerras, la muerte aun los acecharía. Morirían a manos del tiempo. Aquella lo entristecía.
Cuando una vez hubieran muerto Gimli, Aragorn, los Hobbits y Gandalf, ¿qué sería de él? ¿Pasaría el resto de su larga vida en la Tierra Media, solo, con las pesadas obligaciones de rey sobre sus hombros? Porque los Elfos estaban abandonando estas tierras para partir a Valinor. En el fondo de su corazón, Legolas sabía que su padre también se iría algún día. El Bosque Negro llegará a convertirse en un reino abandonado.
Pero él no quería partir a Valinor. Sabía que allí se sentiría solo también, a pesar de estar rodeado por Elfos. Se quedaría por siempre jamás en la Tierra Media, porque aquí estarían los recuerdos de su amigos perdidos. Y vagaría por los pueblos muertos, recordando los días pasados. ¡Qué frío destino le habían escrito los Valar!
"¿Leg?"
Tumbados en un pequeño prado verde perdido entre la espesura oscura del Bosque Negro estaban Legolas y Elenshael, mirando los altos árboles que cubrían el cielo como un tejado, dejando sólo filtrar algunos pequeños rayos de sol entre y a través las hojas, tomando un ligero tono verdoso sobre sus rostros.
Ella había conseguido al fin hacerle preguntas sobre los dos últimos años y él se las había respondido, aunque aun no había logrado que Legolas le explicara por sí mismo lo que había vivido en la Compañía del Anillo. Ahora hacía unos minutos que Legolas se había quedado en profundo silencio.
"¡Legolas!"
El príncipe Elfo se incorporó sobresaltado, mirando a Elenshael, sentada ahora a su lado y mirándole con una cara no muy contenta. "¿Qué? ¿Qué pasa Elen?"
"¡Que desde hace cinco minutos estás embobado!" - Elenshael puso una cara de cachorrito triste - "Parece como si no te alegras de verme. ¿Es que ya no te diviertes conmigo?"
"¡Oh, no! ¡Nada de eso Eli! ¡Eso jamás!" - dijo Legolas tomándola de la cintura y acomodándole sobre sus piernas. Legolas le sonreía. - "Estoy muy contento de volver a estar contigo. Sólo estaba pensando..."
"¿Pensando en qué?"
Legolas suspiró. "Me preguntaba que estarían haciendo ahora mis amigos de la Compañía. Sobretodo los Hobbits. Ellos pronto llegarán a la Comarca. Me pregunto si no habrán tenido ningún problema en el viaje."
"Te preocupas demasiado, Leg."
Entonces un aleteo de alas les llamó la atención, y mirando arriba vieron una ave rapaz de plumas grises. Una águila, de fuerte musculatura y garras negras afiladas se acercaba a ellos. Era Arthur, la águila real de Thranduil.
Les llamó abriendo el pico encorvado y Legolas tendió su brazo derecho para que la ave se posara en él. Vio que llevaba un pequeño mensaje atado en su pata.
"Un mensaje de mi padre." - dijo Legolas abriendo el pequeño papelito.
"¿Qué has hecho esta vez?" - preguntó Elenshael con una sonrisa juguetona - "¿Te has saltado las clases se artes marciales? ¿O las de tiro con arco a caballo?"
"Las dos. Pero no me escribe ni por una ni por la otra." - respondió Legolas sonriendo - "Dice que acaba de llegar un mensaje para mí en palacio. Un mensaje del este." - Y al decir esto Legolas no pudo disimular la gran sonrisa que se le formaba en los labios, pensando en una persona que conoce muy bien y que vive en el este...
"¡Un mensaje del este! ¿De quién será?"
"¡Vayamos a verlo!"
Se pusieron en pie y a toda prisa llegaron a palacio. Galdor, el Concejal del Reino, le esperaba con el mensaje en su mano. Era un papel en un sobre, sobre el que decía, Legolas Hojaverde, hijo de Thranduil.
Legolas no perdió un segundo en abrirlo y leerlo. Estaba escrito en tinte negro y con letras claras y limpias. Decía esto:
Mi muy querido Legolas,
¿Adivinas quien soy? ¡Gimli! ¿Quién si no? - A Legolas se le iluminó el rostro. Faltó poco para que diera un salto de alegría. - Espero que tu llegada al Bosque Negro haya sido confortable. ¿Te creerás que a mí me han recibido como un Rey? Y ni siquiera me dieron tiempo a reposar un rato; no me dejaron ir a dormir hasta que no les conté todo y cada detalle de nuestra misión (¡qué palo!) ¡Pero con sólo ver sus caras sé que a valido la pena!
Les hablé de ti, y no les cayó muy bien saber que eres un Elfo, ¡pero no te preocupes! ¡yo me encargaré de que ninguno de ellos sea descortés contigo! A demás, con tu maravillosa forma de ser, seguro que pronto les gustarás a todos. Aunque espero que tu Rey se haya tomado lo de nuestra amistad mejor que mi padre.
Espero recibir noticias tuyas pronto. Te estaré esperando en Esgaroth en el Lago Rápido y juntos iremos a la Montaña Solitaria (así podré escoltarte) ¡Y beberemos cerveza de malta! ¡Veremos si un Elfo aguanta la bebida fuerte mejor que un Enano!
Espero que tengas un buen viaje,
Un fuerte abrazo,
Gimli
Al terminar de leer el mensaje, Legolas estaba tan contento que tomó a Elenshael en brazos y la levantó del suelo dando círculos y vueltas sobre sí mismo y riendo. Elenshael, un poco sobresaltada por la reacción de su amigo pero riendo también, preguntó, "¿Quién te escribe el mensaje?"
Legolas la dejó en el suelo, y con una bella sonrisa tanto en sus labios como en sus ojos dijo, "Es de Gimli, mi muy buen amigo de la Compañía." - Elenshael iba a hacerle una segunda pregunta, mas Legolas la interrumpió - "Tengo que ir a hablar con mi padre ahora." - Rápidamente le dio un beso a la Elfa en la mejilla y se fue corriendo, casi dando saltos de alegría. Elenshael sonrió para sí misma al verle feliz de nuevo.
El Rey Thranduil estaba mirando tranquilamente sus joyas, repasándolas una a una, como hacía a menudo. Legolas nunca había acabado de comprender porqué su padre estaba tan orgulloso y quería tanto a esas piedras. Tampoco comprendía porqué se llevaba mal con los Enanos si él casi pensaba como ellos, pero nunca se lo reprochaba.
Thranduil tomó la copa de vino tinto que habían servido sobre su mesa y se la llevó a los labios, pero no llegó a bebérsela, porque un fuerte portazo le sobresaltó tanto que casi lo derramó. El Rey frunció el ceño al ver que el causante de todo ése alboroto era su hijo, que acababa de entrar y se acercaba a él. Pero cuando vio que en el rostro de su príncipe brillaba una sonrisa, se le pasó el enfado y en seguida decidió no castigarle. Se alegraba, porque no le había visto así de contento desde su regreso al Bosque Negro.
"¿Qué es todo este alboroto? ¡Por Elbereth, Legolas! ¡Un príncipe, y más de tu edad, no debería correr por los pasillos ni abrir y cerrar puertas de ése modo!"
Legolas, dándose cuenta por primera vez del alboroto que había armado, sintió como las mejillas se le enrojecían. "Lo siento, ada."
"A ver. ¿Has leído ya el mensaje que te ha llegado?"
Legolas respondió afirmando con la cabeza y rápidamente y sonriendo.
"Y asumo que por eso estás tan contento. ¿De quién era el mensaje?"
"De mi amigo Gimli. Me pide que le visite en su hogar. ¿Puedo ir, ada? No está muy lejos, en el este."
Thranduil dudó un momento. No quería volver a perder a su hijo. Pero viendo que los ojos azules de Legolas ardían en deseos de hacerlo, no se pudo negar a acceder. "Está bien, Legolas, tienes mi permiso."
Legolas saltó sobre su padre y le rodeó los hombros con los brazos, dándole un abrazo. "¡Hannon le1, ada!"
"Pero con una condición," - dijo de pronto el Rey con voz imponente. Legolas empezó a temer lo peor. - "A tu regreso, tu amigo tendrá que venir contigo para pasar un tiempo con nosotros."
Entonces una sonrisa se formó en los labios del Rey, y Legolas se alegró tanto de oír aquello que sintió un cosquilleo en el estómago. "¡De acuerdo, ada!"
"¿Cuando piensas partir?" - preguntó Thranduil una vez se hubo librado del abrazo de su hijo.
"Ahora mismo."
"¿A-ahora?" - sonrió su padre - "¿No quieres esperar a mañana y así podremos hacer el equipaje con calma?"
Legolas negó con la cabeza.
"Está bien," - dijo Thranduil suspirando - "Les diré a los sirvientes que preparen las provisiones de comida y te enviaré a algunos para que te ayuden a hacer el equipaje."
Más o menos una hora después Legolas ya lo tenía todo listo. Después de mucha discusión con los sirvientes, logró equipar sólo una maleta, que amarró en la grupa de Arod. Aunque no logró librarse de los que le seguían a todas partes, intentado asegurarse de que su príncipe partía con todo lo que necesitaba, para su bienestar y para su seguridad.
"¿Lleva suficientes mantas, Heru nin?"
"¿No se olvida del agua?"
"¿Necesita más ropa de recambio?"
"¿Lleva el cepillo para el pelo?"
"¿No cree que debería llevar algunas hierbas medicinales más? Nunca se sabe lo que puede pasar."
"¡Ya está bien!" - dijo Legolas alzando las manos - "No necesito nada más."
Llegó otro sirviente con más provisiones de comida. "Heru nin, su majestad el Rey pide que lleves contigo más provisiones,"
"¡Pero si esa cantidad de comida me alimentaría para un año entero!" - exclamó Legolas al ver los muchos alimentos innecesarios que le traían - "¡Sólo son dos semanas de viaje!" No escuchando a nadie más, montó en Arod y se alejó. Lo mismo le habían hecho cuando partió aquel día de Rivendel en la Compañía. Incluso le habían sugerido que se llevara un caballo, pero él no lo había aceptado porque le parecía descortés, ya que los demás miembros de la Compañía viajaban a pie.
La bella Elenshael estaba regando las flores de su jardín. Su belleza resaltaba entre las rosas blancas y rojas que la rodeaban como la estrella Ealëndil del cielo nocturno. Oyó el trote de un caballo. Levantó la mirada y sonrió. Era Legolas. Mas su ojos de color miel verdosos se entristecieron al ver que llevaba un equipaje con él y se había quitado el traje plateado azul que le quedaba tan bien para vestirse con ropas de viaje. El arco que Galadriel le regaló en Lothlórien colgaba de su espalda.
"¿Te vas?"
"Voy a visitar a mi amigo Gimli. He venido para que luego no digas que nunca me despido de ti cuando me voy." - dijo sonriendo. Ella sonrió también.
"¿Y cuando volverás?"
"No lo sé. Puede que en un mes o dos, o puede que más." - Legolas la abrazó y le susurró en el oído - "Namári."
"Tenna' ento lye omenta." - respondió ella.
Los rayos de luz del sol de comienzos de la primavera le rozaban la piel con un ligero escalfor. Legolas partió siguiendo el curso del Río del Bosque, que lo conduciría hasta el Lago Largo, su desembocadura. Antes de que Arod comenzase a cabalgas feroz, Legolas se volvió, y vio a su padre, el Rey Thranduil, mirándole desde los altos jardines del Reino, con rostro que mostraba tanto tristeza como alegría.
"Namári!"
Una fornida águila ratonera de plumas en tonos marrones y negros, y profundos ojos de azabache, llegó al pueblo de los Enanos. Poco sabían que aquella era Sul, la águila mensajera de Legolas del Bosque negro. Una nota colgaba de su pata derecha, en la que decía que el mensaje iba destinado a Gimli, hijo de Gloin. Así que la nota fue entregada imediatamente a Gimli, quien se encerró en su habitación para leerlo con privacidad. Sabía muy bien quien le enviaba aquel mensaje.
Lo abrió. Lo primero que vio fue la bella caligrafía escrita en tinta negra. "Una caligrafía típica de un Príncipe Elfo." - se dijo Gimli echando una risita. Esto fue lo que leyó:
Mi estimado Gimli,
¡Aiya! ¡No sabes cuanto me alegro de tener noticias tuyas! ¿Creerás que me he sentido muy solo desde que la Compañía se separó? Empiezo a pensar que destruir el Anillo Único no fue algo bueno, después de todo.
Yo también fui recibido con los brazos abiertos, pero por suerte no tuve que sentarme y explicar todo lo que hemos pasado estos dos últimos años (¡que alivio!)
Yo aun no le he contado nada a mi Señor sobre ti, salvo mencionar tu nombre, pero pienso hacerlo, sólo que estoy esperando el buen momento (cuando esté de buen humor, algo que no es muy normal en él.)
¡Ardo en deseos de venir a verte! Estaré ahí en una semana; nos veremos la mañana del séptimo día, porque ahora mismo hago el equipaje y parto, ¡tantas ganas tengo de volver a verte! Estos dos meses han sido los más largos para mí... ¡Nunca pensé que te añoraría tanto!
Nos veremos pronto, mely ai-mellon nin.
Con todo mi amor,
Legolas
The Balrog of Altena: ¡Espero que este cap. os haya gustado! En el próximo capítulo... ¡encuentro y llegada a la Montaña Solitaria! ¡Reviews porfaa!
Evan: Yo también me quedo con éste cambio en Thranduil
Lothluin: ¡Aiya! me alegro de que te guste. Pero no creas que éste fic va a ser menos dramático, ¡tan sólo acabo de empezar! ¡Al final de éste fic pienso haceros llorar a todos! MUAJAJAJAJA!!
VaniaHepskins: Muchas gracias por leer mis fics de Las Aventuras de la Compañía. Y muchas gracias por tus reviews. Espero que hayas visto que he escrito éste nuevo fic .
¡Namárië a todos!
Hannon le. = Gracias.
Heru nin. = Mi Señor.
Namárië. = Adiós.
Tenna' ento lye omenta. = Hasta que nos volvamos a ver.
Sul. = Viento.
Mely ai-mellon nin. = Mi querido pequeño amigo.
Como pudo, Gimli se abrió paso entre los muchos Enanos que le rodeaban y le clamaban, hasta poder llegar a su padre y darle un fuerte abrazo.
"No te extrañes por ésta bienvenida, hijo, pues nos han llegado noticias sobre ti durante todo este tiempo." - dijo Gloin con una sonrisa bajo su espeso mostacho - "¡Es un honor para todos tenerte a ti, un miembro de la Compañía del Anillo! ¡Hemos oído muchas de vuestras hazañas, pero a todos nos gustaría que nos las contaras tú mismo!"
A esto muchos Enanos añadieron un "¡Sí! ¡Cuéntanoslo todo mientras bebemos una jarra de cerveza de malta!"
El pobre Gimli no tuvo tiempo a echar una ojeada a su añorado hogar, ni para incluso sentir la roca ni la tierra roja bajo sus pies, ni para cambiarse las ropas para unas de más ligeras y cómodas, porque enseguida se los llevaron en brazos hasta la más espaciosa de las cuevas de la Montaña Solitaria y le sentaron en un cómodo sillón junto al fuego. Al poco tiempo ya habían llevado los barriles de cerveza y grandes cantidades de rica carne deshuesada, lo que más gusta a la raza de los Enanos.
Muy cerca de Gimli se sentaron los niños, a su lado estaba Gloin y otros familiares. El resto se acomodó enseguida con su plato y su jarra, esperando impaciente a que Gimli hablase. Gimli sabía que esperaban oír todos los detalles hasta el más mínimo. Aquel iba a ser un día muy largo.
"¿Qué pasó en Rivendel?"
"¿Quienes te acompañaban?"
"¿De dónde son?"
"¿Cuántos orcos mataste?"
Estas y muchas otras preguntas le hacían. Gimli levantó la mano para pedirles silencio. Cuando estuvo satisfecho, habló.
"Supongo que debo comenzar por deciros quienes son los miembros de la Compañía del Anillo." - dijo - "Pues bien, partimos de Rivendel siendo nueve. Eramos Legolas, del Bosque Negro: un Elfo muy habilidoso no sólo con el arco, sino también con su cuchillo de hueso blanco e incluso en la pelea cuerpo a cuerpo. Al principio era muy silencioso y callado, pero después empezamos a hablar y me di cuenta de que era un hombre muy amable y simpático. No lo parece a primera vista, pero es una persona muy alegre, amistosa y cariñosa." - Gimli se dio cuenta de que todos los Enanos fruncían el ceño y se susurraban cosas que Gimli preferirían no haber oído, cosas groseras sobre Legolas y los Elfos en general, pero las ignoró y siguió hablando.
"Había también cuatro Hobbits, o puede que algunos de vosotros les conozcáis como Medianos. Ellos eran el alma de la Compañía," - dijo Gimli echando una carcajada - ", siempre haciendo travesuras que levantan el ánimo y dibujan una sonrisa en la cara de cualquiera. Eran Peregrin Tuk, al que llamamos Pippin, y él es el más joven y travieso de todos. Siempre nos metía en algún que otro lío, pero al final de la aventura parecía una persona distinta, pues se convirtió en un hombre valeroso, aunque en el fondo sé que sigue siendo el de siempre."
"El segundo era Meriadoc Brandigamo, al que llamamos Merry. Es el primo inseparable de Pippin. Nunca se les veía separados. Aunque no tan infantil como Pippin, Merry siempre le ayudaba en sus travesuras."
"Después estaba Frodo Bolsón, el Portador del Anillo. Heredó el Anillo Único de su tío Bilbo Bolsón, al que todos vosotros ya conocéis, algunos en persona, otros por nuestras historias. Frodo también es primo de Merry y Pippin. Es un Hobbit encantador y muy amable. ¡Fue una pena que tuviera que separarme de él tan pronto! Pues mientras él vagaba por las tierras oscuras de Mordor, yo batallé en el Abismo de Helm y en la batalla de los Campos de Pelennor."
"El último Hobbit era Samsagaz Gamhi, al que todos llamamos Sam. ¡Fue genial tenerlo entre nosotros! ¡porque Sam puede cocinar unos platos exquisitos! Sam es el fiel sirviente y jardinero de Frodo, y también su mejor amigo. Como Merry y Pippin, estos dos no pueden estar alejados ni un minuto. Sam muy aventurero para ser un Hobbit (antinatural, como Frodo, que es demasiado curioso para ser un Hobbit también.), seguramente porque Bilbo le llenó la cabeza con sus historias; la verdad es que Sam está enamorado de los Elfos. Es un Hobbit muy valiente. ¡Incluso le han puesto el sobrenombre de 'Samsagaz el Bravo'! Pero, ¡ay! esto no debo contároslo ahora, pues después os contaré todo lo que hizo para ganarse tan honorable nombre. Puede que los Hobbits sean pequeños, ¡pero madera de guerrero éstos la tenían! Al principio me parecieron frágiles, pero después me dí cuenta de que no son lo que aparentan."
Hablando de los Hobbits, a los Enanos se les iluminó la cara, pues a los Enanos les encanta la compañía de hobbits. Tanto, que más de uno viajaba a la Comarca sólo para ir a verlos y celebrar fiestas con ellos. Gimli siguió hablando.
"Había dos Hombres muy conocidos entre nosotros. El primero era Aragorn, hijo de Arathorn, el Heredero de Isildur, y como ya sabréis, el nuevo Rey de Gondor. Aragorn fue nuestro guía durante el tiempo con el que no contábamos con la ayuda de Gandalf el mago, pues es un Hombre perfecto como líder y además un gran montaraz, capaz de seguir un ligero rastro sobre la roca desnuda y de encontrar hasta la más disimulada huella. Es un hombre noble, fuerte y valiente, un rayo de esperanza para nosotros; y por otro lado también tiene sus momentos traviesos como los Hobbits. Aragorn llegó a quererles mucho a los Hobbits. Cuando partimos de Rivendel, ya eran muy buenos amigos; creo que se encariñó con ellos cuando viajaron juntos desde Bree hasta Rivendel. ¡Si Aragorn no hubiera estado allí entre nosotros, seguro que el Anillo no habría llegado ni hasta Caradhras!"
"El otro Hombre era Boromir. ¡Ay! ¡Que los Valar cuiden de su alma en las Estancias de Mandos! Pues Boromir murió luchando valerosamente sólo contra una horda de cientos de Uruk-hai, protegiendo a Merry y Pippin. Boromir era Hombre de Gondor, hijo del Senescal Denethor, por desgracia muerto también (ya os contaré cómo después) Era noble, fiel y valiente, pero al parecer tenía poca fe y esperanzas. Era un hombre muy amistoso también, siempre riendo; pasaba mucho tiempo con Merry y Pippin; él les enseñó cómo utilizar una espada. Luchó a nuestro lado hasta que llegamos al final del Río Anduin, donde fuimos atacados por esas bestias de Saruman."
"El octavo miembro del a Compañía es Gandalf el Gris. O debería decir era, porque ahora es Gandalf el Blanco. Seguro que muchos de vosotros conoceréis al Istari Gandalf, ya que él acompañó a mi padre, al Señor Bilbo y a los demás en su viaje a la Montaña Solitaria, con la intención de recuperar el tesoro que nos robó el malvado Dragón Smaug. También Gandalf es muy conocido por sus maravillosos fuegos artificiales. ¡Esplendidos fuegos que suben como grandes lirios, cabezas de dragón y árboles de fuego que quedan suspendidos en el aire durante todo el crepúsculo! Gandalf fue nuestro guía. Por si algunos no le conocéis, él es un mago alegre, aunque a veces muy serio cuando se enfada, pero en el fondo es un anciano amable y cariñoso, sobretodo con los Hobbits. Es como esos padres que castigan a sus hijos sin cena, pero después entran en sus habitaciones por la noche y les dan de comer con una sonrisa en la cara."
"Y el último de la Compañía soy yo" - dijo sonriendo.
"¡Bueno!" - dijo Gimli acomodándose - "Y ahora que ya os he presentado a todos los miembros de la Compañía, empezaré por el Concilio de Elrond..." - Y el resto del día lo pasó Gimli, rodeado por los Enanos de su pueblo, explicándoles hasta la destrucción del Anillo Regente, sintiéndose como si fuera su propio padre, cuando éste le contaba histrias lejanas pero a la vez cercanas como la caída del Dragón Smaug. Aunque con una cerveza en la mano, todo el mundo prestaba gran atención, y no apartaban su mirada de los ojos de Gimli, en los cuales se reflejaba el fuego trémulo de la hoguera encendida junto a él. Gimli ponía todo su corazón en sus palabras, y se lo contaba con tanto entusiasmo que los demás se echaban a reír cuando oían alguna de las travesuras y bromas de los Hobbits y que se entristecían y se frotaban las manos nerviosamente cuando la Compañía caía en una emboscada o alguien salía herido.
Gimli hablaba de la caída de Gandalf en Moria y de muchas otras cosas con lágrimas en los ojos. Llegado el momento en el que habló de la Batalla de Honrburg, los Enanos incluso dejaron su carne y su cerveza de malta y se quedaron mirándole con la boca abierta, sujetando la carne en el aire con una mano, pero sin llegar a morderla, cuando escuchaban a Gimli decirles éstas palabras: "Miles de pequeñas luces se acercaban al abismo; eran las antorchas que llevaban los Uruk-hai y parecían gigantescas bandadas de pájaros de fuego volando juntos en la misma dirección. Había un silencio terrible en el Abismo de Helm y los firmes pasos de las tropas de Saruman se oían claramente, monótonas como los latidos que sentíamos en nuestros pechos, nerviosos por lo que se avecinaba. Un poderoso trueno rugió, acompañado por la cegadora luz de un relámpago. Fue entonces cuando vimos con claridad a nuestro enemigo, muy cerca de nosotros, y todos sentimos un nudo en la garganta al ver la inmensidad del ejército que se nos venía encima como un mar tempestuoso."- los niños se acercaron más a Gimli para no perderse nada de lo que dijera - "Empezó a llover, y pronto nos vimos bajo una tormenta de heladas gotas, siempre acompañada de rayos y truenos. Pronto nos encontramos con el ejército enemigo al pie de los muros, y llegaban hasta donde la vista no lograba alcanzar, más allá de las planicies de Rohan. De repente, todo y cada uno de los Uruk-hai empezó a golpear su lanza en el suelo al mismo ritmo, al ritmo de la guerra, como componiendo música infernal..."
Por más horas que durase el monólogo, nadie se sentía lo suficientemente cansado como para no prestar atención a la Batalla de los campos de Pelennor. Gimli se secó las últimas lágrimas cuando concluyó con la despedida y separación de la Compañía, y todo el mundo le aplaudió y brindaron con sus jarras. Por suerte para Gimli, decidieron que ya era hora de que su nuevo héroe Enano descansase y todos se marcharon para seguir con sus cosas. A demás, querían preparar una gran fiesta para la mañana siguiente, y no les quedaba mucho tiempo; ya eran altas horas de la noche.
Gimli se retiró agotado a su dormitorio, pero para su sorpresa su padre ya le esperaba en la puerta, con una mala expresión en la cara que Gimli comprendió en seguida. No necesitó decir nada, porque Gloin habló.
"¿A qué ha venido eso de 'es una persona muy alegre, amistosa y cariñosa'? ¿Te das cuenta de que estabas hablando del hijo del Elfo que encerró a tu padre en prisión?"
"Exacto." - dijo Gimli - "él es su hijo Legolas, no Thranduil en persona. No le juzgues por ello."
"Es un Elfo. Ningún Elfo merece nuestra amistad. Se creen superiores a los pueblos libres, son crueles y avariciosos."
"La misma Dama Galadriel, reina de los Elfos de Lothlórien, dijo en alto que nadie volviera a decir que los Enanos somos codiciosos y antipáticos. Pues ahora digo en alto yo que nadie vuelva a decir que los Elfos son crueles, avariciosos, y que se creen superiores. ¿Y por qué ningún Elfo merece nuestra amistad? ¿Por una estúpida enemistad que existe desde hace eras y que nadie, ni los más ancianos, recuerda cómo empezó? Legolas es mi mejor amigo y nada ni nadie lo cambiará. Es más, le he invitado a venir a visitarme aquí pronto, y él también me ha invitado a mí a ir a su hogar en el Bosque Negro. Va a ser un invitado de honor, así que tendréis que ser amables con él."
"¡Ningún Elfo pondrá el pie en nuestra tierra y ningún hijo mío pondrá un pie las embrujadas tierras del Bosque Negro!" - Gimli ya había entrado en su dormitorio y cerrado la puerta cuando su padre Gloin dijo aquellas palabras. Odiaba tener que discutir así con su padre, pero sabía que no habría forma de convencerle. Cuando se sintió seguro de que nadie estaba por ahí cerca para molestarle, Gimli sacó de su equipaje los tres cabellos que Galadriel le hubo dado como regalo cuando él pidió no más que uno. Los tomó y losm miró como el más preciado tesoro que pudiera existir. Ahora descansaría, pero al despertar tendrían un gran trabajo en decidir que material serviría para conservas su tesoro, y como lo puliría y tallaría. ¿Debería guardarlos en una cajita de oro con esmeraldas, o con diamantes de todos los colores? ¿Quedaría mejor en plata o en mithril? ¿O crearía el más hermoso recipiente (aunque no tan hermoso como lo que contendría dentro) tallado en todos esos materiales y piedras preciosas formando hojas de Lórien en su tapa?
Legolas se había levantado temprano y se había adentrado en el bosque con Elenshael, como de costumbre solía hacer. El Rey Thranduil le había mirado partir con preocupación en la cara, hasta que le perdió de vista tras los árboles y matorrales. Estaba preocupado porque desde que había vuelto semanas atrás había notado un cambio en su hijo. Le notaba triste, y pocas veces le veía sonreír.
Thranduil le había preguntado qué le entristecía tanto. "¿Qué te ocurre, Legolas? No te veo muy feliz. ¿Es que echas de menos a Estel?" - fue lo que le preguntó.
"Sí, ada, echo de menos a Estel y a todos los demás. Pero sobretodo añoro a Gimli. Nos hicimos muy buenos amigos y me gustaría volver a verle."
Thranduil había asentido con la cabeza. "¿Gimli? Un nombre extraño para un Hombre." - puso una mano en el hombro de su hijo - "Yo te comprendo, Legolas, pero vuestra separación no debería entristecerte tanto. Tendrás que superarlo, sino ¿qué harás cuando tu amigo mortal muera por el desgaste del tiempo? No soportaría verte infeliz por el resto de tus largos años de vida."
"Lo sé, ada, no te preocupes por mí. Yo estaré bien."
En las cruentas batallas que había pasado, lo que más había preocupado a Legolas eran sus compañeros que luchaban a su lado, porque todos eran mortales, y no podía remediar pensar en que una simple herida en la batalla podría ser causa para su muerte (pues ninguna otra raza se recupera del dolor físico tan rápidamente como los Elfos, aunque sí del dolor psíquico). Pero lo que no había pensado era que una vez llegada la paz y no habiendo más guerras, la muerte aun los acecharía. Morirían a manos del tiempo. Aquella lo entristecía.
Cuando una vez hubieran muerto Gimli, Aragorn, los Hobbits y Gandalf, ¿qué sería de él? ¿Pasaría el resto de su larga vida en la Tierra Media, solo, con las pesadas obligaciones de rey sobre sus hombros? Porque los Elfos estaban abandonando estas tierras para partir a Valinor. En el fondo de su corazón, Legolas sabía que su padre también se iría algún día. El Bosque Negro llegará a convertirse en un reino abandonado.
Pero él no quería partir a Valinor. Sabía que allí se sentiría solo también, a pesar de estar rodeado por Elfos. Se quedaría por siempre jamás en la Tierra Media, porque aquí estarían los recuerdos de su amigos perdidos. Y vagaría por los pueblos muertos, recordando los días pasados. ¡Qué frío destino le habían escrito los Valar!
"¿Leg?"
Tumbados en un pequeño prado verde perdido entre la espesura oscura del Bosque Negro estaban Legolas y Elenshael, mirando los altos árboles que cubrían el cielo como un tejado, dejando sólo filtrar algunos pequeños rayos de sol entre y a través las hojas, tomando un ligero tono verdoso sobre sus rostros.
Ella había conseguido al fin hacerle preguntas sobre los dos últimos años y él se las había respondido, aunque aun no había logrado que Legolas le explicara por sí mismo lo que había vivido en la Compañía del Anillo. Ahora hacía unos minutos que Legolas se había quedado en profundo silencio.
"¡Legolas!"
El príncipe Elfo se incorporó sobresaltado, mirando a Elenshael, sentada ahora a su lado y mirándole con una cara no muy contenta. "¿Qué? ¿Qué pasa Elen?"
"¡Que desde hace cinco minutos estás embobado!" - Elenshael puso una cara de cachorrito triste - "Parece como si no te alegras de verme. ¿Es que ya no te diviertes conmigo?"
"¡Oh, no! ¡Nada de eso Eli! ¡Eso jamás!" - dijo Legolas tomándola de la cintura y acomodándole sobre sus piernas. Legolas le sonreía. - "Estoy muy contento de volver a estar contigo. Sólo estaba pensando..."
"¿Pensando en qué?"
Legolas suspiró. "Me preguntaba que estarían haciendo ahora mis amigos de la Compañía. Sobretodo los Hobbits. Ellos pronto llegarán a la Comarca. Me pregunto si no habrán tenido ningún problema en el viaje."
"Te preocupas demasiado, Leg."
Entonces un aleteo de alas les llamó la atención, y mirando arriba vieron una ave rapaz de plumas grises. Una águila, de fuerte musculatura y garras negras afiladas se acercaba a ellos. Era Arthur, la águila real de Thranduil.
Les llamó abriendo el pico encorvado y Legolas tendió su brazo derecho para que la ave se posara en él. Vio que llevaba un pequeño mensaje atado en su pata.
"Un mensaje de mi padre." - dijo Legolas abriendo el pequeño papelito.
"¿Qué has hecho esta vez?" - preguntó Elenshael con una sonrisa juguetona - "¿Te has saltado las clases se artes marciales? ¿O las de tiro con arco a caballo?"
"Las dos. Pero no me escribe ni por una ni por la otra." - respondió Legolas sonriendo - "Dice que acaba de llegar un mensaje para mí en palacio. Un mensaje del este." - Y al decir esto Legolas no pudo disimular la gran sonrisa que se le formaba en los labios, pensando en una persona que conoce muy bien y que vive en el este...
"¡Un mensaje del este! ¿De quién será?"
"¡Vayamos a verlo!"
Se pusieron en pie y a toda prisa llegaron a palacio. Galdor, el Concejal del Reino, le esperaba con el mensaje en su mano. Era un papel en un sobre, sobre el que decía, Legolas Hojaverde, hijo de Thranduil.
Legolas no perdió un segundo en abrirlo y leerlo. Estaba escrito en tinte negro y con letras claras y limpias. Decía esto:
Mi muy querido Legolas,
¿Adivinas quien soy? ¡Gimli! ¿Quién si no? - A Legolas se le iluminó el rostro. Faltó poco para que diera un salto de alegría. - Espero que tu llegada al Bosque Negro haya sido confortable. ¿Te creerás que a mí me han recibido como un Rey? Y ni siquiera me dieron tiempo a reposar un rato; no me dejaron ir a dormir hasta que no les conté todo y cada detalle de nuestra misión (¡qué palo!) ¡Pero con sólo ver sus caras sé que a valido la pena!
Les hablé de ti, y no les cayó muy bien saber que eres un Elfo, ¡pero no te preocupes! ¡yo me encargaré de que ninguno de ellos sea descortés contigo! A demás, con tu maravillosa forma de ser, seguro que pronto les gustarás a todos. Aunque espero que tu Rey se haya tomado lo de nuestra amistad mejor que mi padre.
Espero recibir noticias tuyas pronto. Te estaré esperando en Esgaroth en el Lago Rápido y juntos iremos a la Montaña Solitaria (así podré escoltarte) ¡Y beberemos cerveza de malta! ¡Veremos si un Elfo aguanta la bebida fuerte mejor que un Enano!
Espero que tengas un buen viaje,
Un fuerte abrazo,
Gimli
Al terminar de leer el mensaje, Legolas estaba tan contento que tomó a Elenshael en brazos y la levantó del suelo dando círculos y vueltas sobre sí mismo y riendo. Elenshael, un poco sobresaltada por la reacción de su amigo pero riendo también, preguntó, "¿Quién te escribe el mensaje?"
Legolas la dejó en el suelo, y con una bella sonrisa tanto en sus labios como en sus ojos dijo, "Es de Gimli, mi muy buen amigo de la Compañía." - Elenshael iba a hacerle una segunda pregunta, mas Legolas la interrumpió - "Tengo que ir a hablar con mi padre ahora." - Rápidamente le dio un beso a la Elfa en la mejilla y se fue corriendo, casi dando saltos de alegría. Elenshael sonrió para sí misma al verle feliz de nuevo.
El Rey Thranduil estaba mirando tranquilamente sus joyas, repasándolas una a una, como hacía a menudo. Legolas nunca había acabado de comprender porqué su padre estaba tan orgulloso y quería tanto a esas piedras. Tampoco comprendía porqué se llevaba mal con los Enanos si él casi pensaba como ellos, pero nunca se lo reprochaba.
Thranduil tomó la copa de vino tinto que habían servido sobre su mesa y se la llevó a los labios, pero no llegó a bebérsela, porque un fuerte portazo le sobresaltó tanto que casi lo derramó. El Rey frunció el ceño al ver que el causante de todo ése alboroto era su hijo, que acababa de entrar y se acercaba a él. Pero cuando vio que en el rostro de su príncipe brillaba una sonrisa, se le pasó el enfado y en seguida decidió no castigarle. Se alegraba, porque no le había visto así de contento desde su regreso al Bosque Negro.
"¿Qué es todo este alboroto? ¡Por Elbereth, Legolas! ¡Un príncipe, y más de tu edad, no debería correr por los pasillos ni abrir y cerrar puertas de ése modo!"
Legolas, dándose cuenta por primera vez del alboroto que había armado, sintió como las mejillas se le enrojecían. "Lo siento, ada."
"A ver. ¿Has leído ya el mensaje que te ha llegado?"
Legolas respondió afirmando con la cabeza y rápidamente y sonriendo.
"Y asumo que por eso estás tan contento. ¿De quién era el mensaje?"
"De mi amigo Gimli. Me pide que le visite en su hogar. ¿Puedo ir, ada? No está muy lejos, en el este."
Thranduil dudó un momento. No quería volver a perder a su hijo. Pero viendo que los ojos azules de Legolas ardían en deseos de hacerlo, no se pudo negar a acceder. "Está bien, Legolas, tienes mi permiso."
Legolas saltó sobre su padre y le rodeó los hombros con los brazos, dándole un abrazo. "¡Hannon le1, ada!"
"Pero con una condición," - dijo de pronto el Rey con voz imponente. Legolas empezó a temer lo peor. - "A tu regreso, tu amigo tendrá que venir contigo para pasar un tiempo con nosotros."
Entonces una sonrisa se formó en los labios del Rey, y Legolas se alegró tanto de oír aquello que sintió un cosquilleo en el estómago. "¡De acuerdo, ada!"
"¿Cuando piensas partir?" - preguntó Thranduil una vez se hubo librado del abrazo de su hijo.
"Ahora mismo."
"¿A-ahora?" - sonrió su padre - "¿No quieres esperar a mañana y así podremos hacer el equipaje con calma?"
Legolas negó con la cabeza.
"Está bien," - dijo Thranduil suspirando - "Les diré a los sirvientes que preparen las provisiones de comida y te enviaré a algunos para que te ayuden a hacer el equipaje."
Más o menos una hora después Legolas ya lo tenía todo listo. Después de mucha discusión con los sirvientes, logró equipar sólo una maleta, que amarró en la grupa de Arod. Aunque no logró librarse de los que le seguían a todas partes, intentado asegurarse de que su príncipe partía con todo lo que necesitaba, para su bienestar y para su seguridad.
"¿Lleva suficientes mantas, Heru nin?"
"¿No se olvida del agua?"
"¿Necesita más ropa de recambio?"
"¿Lleva el cepillo para el pelo?"
"¿No cree que debería llevar algunas hierbas medicinales más? Nunca se sabe lo que puede pasar."
"¡Ya está bien!" - dijo Legolas alzando las manos - "No necesito nada más."
Llegó otro sirviente con más provisiones de comida. "Heru nin, su majestad el Rey pide que lleves contigo más provisiones,"
"¡Pero si esa cantidad de comida me alimentaría para un año entero!" - exclamó Legolas al ver los muchos alimentos innecesarios que le traían - "¡Sólo son dos semanas de viaje!" No escuchando a nadie más, montó en Arod y se alejó. Lo mismo le habían hecho cuando partió aquel día de Rivendel en la Compañía. Incluso le habían sugerido que se llevara un caballo, pero él no lo había aceptado porque le parecía descortés, ya que los demás miembros de la Compañía viajaban a pie.
La bella Elenshael estaba regando las flores de su jardín. Su belleza resaltaba entre las rosas blancas y rojas que la rodeaban como la estrella Ealëndil del cielo nocturno. Oyó el trote de un caballo. Levantó la mirada y sonrió. Era Legolas. Mas su ojos de color miel verdosos se entristecieron al ver que llevaba un equipaje con él y se había quitado el traje plateado azul que le quedaba tan bien para vestirse con ropas de viaje. El arco que Galadriel le regaló en Lothlórien colgaba de su espalda.
"¿Te vas?"
"Voy a visitar a mi amigo Gimli. He venido para que luego no digas que nunca me despido de ti cuando me voy." - dijo sonriendo. Ella sonrió también.
"¿Y cuando volverás?"
"No lo sé. Puede que en un mes o dos, o puede que más." - Legolas la abrazó y le susurró en el oído - "Namári."
"Tenna' ento lye omenta." - respondió ella.
Los rayos de luz del sol de comienzos de la primavera le rozaban la piel con un ligero escalfor. Legolas partió siguiendo el curso del Río del Bosque, que lo conduciría hasta el Lago Largo, su desembocadura. Antes de que Arod comenzase a cabalgas feroz, Legolas se volvió, y vio a su padre, el Rey Thranduil, mirándole desde los altos jardines del Reino, con rostro que mostraba tanto tristeza como alegría.
"Namári!"
Una fornida águila ratonera de plumas en tonos marrones y negros, y profundos ojos de azabache, llegó al pueblo de los Enanos. Poco sabían que aquella era Sul, la águila mensajera de Legolas del Bosque negro. Una nota colgaba de su pata derecha, en la que decía que el mensaje iba destinado a Gimli, hijo de Gloin. Así que la nota fue entregada imediatamente a Gimli, quien se encerró en su habitación para leerlo con privacidad. Sabía muy bien quien le enviaba aquel mensaje.
Lo abrió. Lo primero que vio fue la bella caligrafía escrita en tinta negra. "Una caligrafía típica de un Príncipe Elfo." - se dijo Gimli echando una risita. Esto fue lo que leyó:
Mi estimado Gimli,
¡Aiya! ¡No sabes cuanto me alegro de tener noticias tuyas! ¿Creerás que me he sentido muy solo desde que la Compañía se separó? Empiezo a pensar que destruir el Anillo Único no fue algo bueno, después de todo.
Yo también fui recibido con los brazos abiertos, pero por suerte no tuve que sentarme y explicar todo lo que hemos pasado estos dos últimos años (¡que alivio!)
Yo aun no le he contado nada a mi Señor sobre ti, salvo mencionar tu nombre, pero pienso hacerlo, sólo que estoy esperando el buen momento (cuando esté de buen humor, algo que no es muy normal en él.)
¡Ardo en deseos de venir a verte! Estaré ahí en una semana; nos veremos la mañana del séptimo día, porque ahora mismo hago el equipaje y parto, ¡tantas ganas tengo de volver a verte! Estos dos meses han sido los más largos para mí... ¡Nunca pensé que te añoraría tanto!
Nos veremos pronto, mely ai-mellon nin.
Con todo mi amor,
Legolas
The Balrog of Altena: ¡Espero que este cap. os haya gustado! En el próximo capítulo... ¡encuentro y llegada a la Montaña Solitaria! ¡Reviews porfaa!
Evan: Yo también me quedo con éste cambio en Thranduil
Lothluin: ¡Aiya! me alegro de que te guste. Pero no creas que éste fic va a ser menos dramático, ¡tan sólo acabo de empezar! ¡Al final de éste fic pienso haceros llorar a todos! MUAJAJAJAJA!!
VaniaHepskins: Muchas gracias por leer mis fics de Las Aventuras de la Compañía. Y muchas gracias por tus reviews. Espero que hayas visto que he escrito éste nuevo fic .
¡Namárië a todos!
Hannon le. = Gracias.
Heru nin. = Mi Señor.
Namárië. = Adiós.
Tenna' ento lye omenta. = Hasta que nos volvamos a ver.
Sul. = Viento.
Mely ai-mellon nin. = Mi querido pequeño amigo.
