Hojaverde y el Amigo
de los Elfos.
Por The Balrog of Altena
Capítulo 3ro: Un Elfo en el pueblo Enano.
Gimli el Enano había llegado al Lago Largo hacía unas horas. El Lago Largo era una enorme extensión de agua; tan ancho que las márgenes opuestas asomaban apenas a lo lejos, y tan largo que no se veía el extremo norte, que apuntaba a la Montaña Solitaria. Después de un agotador viaje a pie, lo primero que hizo al llegar al lugar fue descalzarse y meter los pies en las cristalinas aguas frías para recomponerlas de la larga caminata.
Gimli comenzaba a impacientarse porque Legolas aun no había llegado y el Fruto de Laureli casi había llegado al centro de la bóveda celeste. "¿Pero dónde se habrá metido ése Elfo loco?" - gruñía para sí mismo - "¡Seguro que se habrá parado a mirar unos estúpidos árboles o habrá encontrado un valle de flores y perdió la noción del tiempo! ¡A esos Elfos no hay quien los entienda! ¡Cuando llegue ya lo mostraré yo que hacemos los Enanos con los que tienen un problema llamado 'falta de puntualidad'!"
Gimli no quería admitirlo (los Enanos son bien conocidos por ser cabezotas), pero empezaba a preocuparse por Legolas, porque nunca se sabe lo que puede ocurrir. ¿Y si Legolas había sido atacado por una horda de trasgos? ¡Por los Valar! Legolas viajaba solo; si tenía algún problema, no había nadie a su lado para ayudarle...
Intentando tranquilizarse, Gimli tomó su pipa con larga boquilla torcida de madera y se puso a fumar hierba. La misma hierba de la Comarca que Merry y Pippin extrañamente hallaron en Isengard. Hablando de Merry y Pippin...¿Qué estarían haciendo los Hobbits ahora mismo? ¿Tal vez etarían los cuatro fumando una pipa bajo el sol de ese hermoso día como él? Pero...hablando también de Saruman...¿Qué estará planeando el mago? Seguro que algo nada bueno. Según dicen, Saruman huyó de Isengard, arrastrando a Lengua de Serpiente con él.
Gimli sacudió la cabeza intentando hacer desaparecer estos pensamientos. No tenía porqué ponerse nerviosos ahora; el sol brillaba en el cielo, los pájaros cantaban y la brisa primaveral llenaba el aire con una dulce fragancia floral. Sopló su pipa y lanzó un anillo de humo que pronto se disolvió. Aun necesitaba práctica. Los Hobbits le habían enseñado a hacer anillos de humo. Son unos expertos en ello. No le sorprendió saber que los Hobbits fueron los creadores de la hierba para fumar en pipa. Cerró los ojos. Se llevó la pipa a los labios y-
"¡Aiya Gimli!"
La repentina 'aparición' de Legolas tras suyo causó que el Enano se levantara de un salto y soltara la pipa para dejarla caer al suelo. Tan pronto como Gimli oyó la risa cantarina del Elfo se tranquilizó, y los rápidos latidos de su corazón aminoraron. Sin embargo, su enfado no se calmó.
"¡Sagrado Ilúvatar, Legolas!" - chilló Gimli volviéndose a él- "¡¿No podrías hacer un poco más de ruido cuando andas?!"
Legolas se encogió de hombros. "Lo siento, Gimli, pero los Elfos somos silenciosos por naturaleza..."
"Ya ya. Ése es precisamente el problema." - dijo Gimli recogiendo su pipa del suelo. Cuando se dio la vuelta de nuevo y vio que el rostro del Elfo mostraba que realmente lo sentía, Gimli se calmó y enseguida intentó cambiar el ambiente. - "Bueno, me alegro de verte. ¿Cómo ha ido el viaje?"
Una sonrisa se dibujó en los finos labios de Legolas. "¡Muy bien! ¡Y yo también me alegro de verte!"
Los dos se dieron un abrazo. El primero que nunca se habían dado. Y a los dos les pareció que abrazaban a alguien muy importante en su vida. Como a un hermano.
"¿No has venido a caballo?" - preguntó Gimli extrañado.
"¿Qué ocurre?" - dijo Legolas sonriendo maliciosamente - "¿Es que hechas de menos a Arod?"
"¡Oh no!" - afirmó Gimli rápidamente - "¡No me apetece nada volver a ver a ese caballo, después de haberme caído de él varias veces!"
"¡Qué pena! Porque Arod está aquí."
Dicho esto Legolas se llevó dos dedos en los labios y silbó, y el caballo blanco de Rohan apareció tras los árboles. Tras el sonido de los trotes acercándose a ellos seguidos por un corto silencio, Legolas sintió ganas de echarse a reír cunado oyó a Gimli exclamar, "¡Lo has hecho a propósito!"
Legolas le miró inocentemente como no sabiendo de que estaba hablando. "¿A propósito? ¿El qué?"
"¡No disimules Elfo! ¿Por qué sino dejarías al caballo allá atrás?" - Gimli se sintió un poco avergonzado por haberse dejado engañar por una carita triste de su amigo.
"Oh. ¿Eso? Es que parecías tan tranquilo y relajado que no he querido que el trote de Arod de estorbase."
"Y también sentías curiosidad por ver la reacción de un Enano cogido por sorpresa, ¿verdad?" - añadió Gimli con sarcasmo.
A éste Legolas ya no disimuló más y sonrió. De todos modos, Gimli ya había descubierto y estaba seguro de que le había asustado intencionalmente. "Exacto.¡Ay! Y he de confesar que ha valido la pena. ¡Casi se te cae la pipa al lago!" - Legolas se echó a reír.
"Has tenido suerte de que éso no haya pasado, porque si hubiese ocurrido te habría obligado a lanzarte al agua a buscármelo." - dijo Gimli seriamente, pero un instante después se echó a reír también, junto a Legolas, mezclando las risas cantarinas del Elfo con las graves del Enano.
La siguiente hora u hora y media la pasaron en Esgaroth, Legolas y Arod reposando del viaje. Mientras el fornido corcel pastaba en la hierba fresca y bebía agua del lago con deleite, para Legolas y Gimli el tiempo pasó volando, tomando algo de comer pero más que nada hablando de su regreso a casa. Gimli le contó entre carcajadas cómo le habían recibido en su pueblo, y Legolas le contó como en el Reino del bosque prepararon la más grande fiesta. Mas no le dijo que pronto se retiró a su habitación para quedarse ahí tirado un día entero. Algunas cosas las personas se las tienen que guardar para ellos.
"¿Es verdad que tu padre no se lo ha tomado muy bien?" - Hacía tiempo que ésa pregunta rondaba por la cabeza de Legolas. No necesitaba decir que se refería a su amistad con él; Gimli ya lo sabía.
"Bueno, sí... Si soy sincero contigo...se lo ha tomado muy mal."
"¿Y eso no será un problema?" - sonrió Legolas - "Quiero decir...¿no intentará matarme o algo por el estilo, verdad?"
Gimli echó una corta carcajada, pero no falsa, sino totalmente natural. "No te preocupes por eso. ¡Yo estaré ahí para protegerte! Si algún Enano se atreve a tocarte o a simplemente decirte alguna grosería, ¡le obligaré a que te pida perdón de rodillas!" - Legolas hizo una risita. Gimli se puso en pie. "¡Bueno! Vayámonos ya. Cuanto más pronto partamos, más pronto llegaremos."
Legolas llamó a Arod y cuando el caballo se acercó el Elfo le acarició la crin blanca con dulzura. Tendió una mano hacia Gimli, ofreciéndole ayuda para subirle. El Enano suspiró y farfulló algo que Legolas no pudo entender, algo en la lengua de los Enanos. Cuando hubo subido Gimli, Legolas montó de un salto.
"Esta vez me gustaría no caerme, Legolas."
"Tranquilo Gimli. Arod no te dejará caer. ¿Verdad que no, Arod?" - preguntó al caballo y éste respondió con un suave relinche.
"¿Entonces por qué caí la última vez?" - preguntó Gimli inseguro aun.
"Porque estábamos batallando contra unos jinetes de huargos, Gimli, y eso le estorbó. Pero Arod sintió haberte dejado caer."
Gimli hizo una risita sarcástica. "¿Y cómo sabes tú eso?"
"Simplemente sentí que te pedía perdón cuando volvimos a por tí."
"Elfo loco..." - farfulló Gimli - "No hay quien os entienda. Los Elfos sois la raza más rara que pisa la Tierra Media. En todo caso, no vayamos muy rápido, si eso es posible."
"Temo que no, Gimli. Ya has visto que nuestras provisiones de comida sólo durarán para unos siete días. Si no quieres pasar los últimos días hambriento, sugiero que vayamos a galope tendido." - Legolas no podía verle la cara (ya que Gimli se sentaba a sus espaldas) pero sintió al Enano intranquilo sobre la grupa de Arod. - "Si eso te hará sentir mejor, puedes agarrarte bien fuerte a mí. Rodéame la cintura con los brazos; así, si te caes, me arrastrarás contigo al suelo." - rió Legolas.
"Con sólo pensarlo ya ardo en deseos de caer. ¡Daría cualquier cosa por ver a un Elfo caer de un caballo! ¡Y más si ése Elfo fueras tú!"" - sonrió Gimli.
Legolas le sonrió y en palabras élficas le pidió a Arod que partiesen. Los primeros pasos fueron suaves, pero el corcel blanco pronto comenzó a trotar a gran velocidad. Legolas no tardó en sentir al Enano abrazado fuertemente a su espalda y a su brazos robustos rodeándole la cintura con firmeza.
Una semana después ya encontraban a Erebor frente a ellos. La anciana Montaña Solitaria se alzaba a gran altura, hasta rozar las nubes blancas del cielo con su roca. Lo que hacía parecer que las nubes eran una especie de corona de cirros y cúmulos para ella. El Celduin (conocido también como Río Rápido) fluía de sus alturas y Legolas pudo ver como caía en una bella cascada en un pequeño barranco al lado este de la montaña. No muy arriba se podía ver una planicie y lo que parecía la entrada al interior de la montaña.
Los Enanos habían construido un ancho sendero que los llevaba directamente a su destino por las puntiagudas rocas y salvaje naturaleza, por lo que Arod no tuvo problemas en subir hasta la entrada. Varios Enanos estaban fuera, pero otros que estaban en el interior, tan pronto como se oyeron los trotes del caballo, salieron al encuentro de quien pudiese ser. No muy a menudo pasaban caballos por ahí. El único caballo que habían oído trotar en Erebor era Sombragrís, el fiel corcel de Gandalf, pues éste había pasado algunas pocas veces por ahí. Grande fue la sorpresa de todos cuando vieron que el jinete era un Elfo de piel suave y pálida, largos cabellos rubios como el sol y ojos azules como el cielo tormentoso. Y más grande fue aun su sorpresa cuando vieron que, tras descender el Elfo del caballo, había otro jinete a sus espaldas. ¡Un Enano! y a demás su nuevo héroe: Gimli, hijo de Gloin.
"¡Sé bienvenido a Erebor, la Montaña Solitaria!" - dijo Gimli a Legolas. - "Mañana podré enseñarte con tranquilidad nuestro pueblo; hoy podrás descansar. Acompañame. Te llevaré a tu estancia."
Legolas asintió y le siguió. Mientras tanto, miró a los Enanos que estaban ahí cerca, mirándole con ojos fríos. Todos tenían largas barbas adornadas con trenzas y largos cabellos, sueltos al aire o atados en una gruesa trenza. No había ninguna mujer a la vista. Oh, bueno, entonces Legolas recordó que las Enanas no son fáciles de diferenciar de los Enanos; que incluso tienen barba como ellos. Así que era posible que ahí hubiera alguna mujer.
Los Enanos susurraban y musitaban entre ellos, mirándole. La oída de Legolas era tan aguda como para oír cada una de sus palabras. Algunos hablaban en el extraño lenguaje Enano que tanto les costaba a los elfos llegar a aprender; otros hablaban en la Lengua Común, y lo que decían no era muy agradable para Hojaverde. "¿Qué demonios hace un Elfo en nuestro pueblo?" era lo único que oyó decir sin sentirse insultado.
La entrada al interior del a montaña era grande, de unos veinte pies de alto, y sus puertas abiertas eran de dura roca. Como Gimli le había explicado, la cuevas de los Enanos no eran como simples cuevas frías abandonadas, sino que Legolas tuvo que admitir que el lugar era de lo más sobrecogedor.
Lámparas de aceite y ventanas talladas en la roca de la montaña lo iluminaban todo. El suelo estaba cubierto de mármol y alfombras. El aspecto del lugar (el interior) era básicamente como el de cualquier otro hogar no Enano.
"Te he preparado una habitación al lado de la mía, por si necesitas algo." - dijo Gimli y señaló adelante - "Está justo ahí."
Abrió las puertas de madera, muy parecidas a las que vieron en las Minas de Moria, y mucha luz salió de ella, pero, por sorpresa de Legolas, era luz del sol. En la habitación había una gran ventana cuadrangular, como las suelen construir los Elfos, y con cortinas de seda blanca que se removían suavemente en la brisa. Junto a la ventana estaban unos jarrones de flores plantadas; lirios, margaritas y rosas, las preferidas de Legolas. Todo había sido preparado para él.
"He pensado que ésto te ayudaría a sentirte como en casa." - dijo Gimli - "Espero que te sientas cómodo aquí."
"Está perfecto, Gimli. Muchas gracias." - dijo Legolas, la primera vez que hablaba desde que pisaron Erebor.
Gimli asintió. "Hoy querrás descansar, te dejaré sólo para que te acomodes. Yo tengo que ir a arreglar unos asuntillos. Después volveré a ver como te va. Y supongo que querrás darte un baño también, ¿no? yo también necesito uno. Iremos por la noche; así nadie podrá estorbarte."
Legolas tan sólo necesitó mostrar una sonrisa para decirle a su amigo que estaba de acuerdo.
"Muy bien, entonces nos veremeos más tarde. ¡Ah! y...será mejor que no andes sólo por aquí; no quiero decir que vayan a hacerte nada, pero es mejor que no te acerques a nadie sin mí; al menos por ahora." - Gimli se dirigió a la puerta, pero antes de salir se volvió de nuevo a él - "Que descanses." - y se fue.
Legolas echó una ojeada a su nueva habitación. La verdad es que era bastante acogedora. Decidió deshacer el equipaje y quitarse algo de ropa para echarse, pero cuando vio el espléndido día que asomaba por su ventana, sintió que no podía quedarse ahí dentro. Quería salir e ir a ver a los Enanos. Sentía curiosidad por verles, por saber lo que hacían todos los días, por saber cómo conviven entre ellos, y por saber qué podría aprender de ellos. Así que, sin hacer caso de los avisos de Gimli, salió.
Llevaba diez minutos andando de un lado a otro. Legolas no sabía donde estaba (ya que esas cuevas, tan similares como eran entre ellas, le desorientaban) , pero le parecía que iba dando vueltas y vueltas. Al menos agradecía que el lugar no se pareciera en nada a Khazad-dûm, las Minas de Moria, pues cuando estuvo ahí con la Compñía se sintió mucho más desorientado aun, y aquella negrura durante tres días seguidos le oprimió.
Los Enanos no le habían dicho nada. Mas bien, lo que hacían era ignorarlo. Pero Legolas notaba que éstos no estaban cómodos en su presencia y que no seguirían haciendo su vida normal mientras él estuviera ahí.
Dándose por vencido, optó por acercarse a dos Enanos que charlaban, apoyándose en el marco de un puerta de madera, presentarse, y preguntarles por la salida al exterior. Y si era posible, intentar establecer una conversación 'estable' con ellos.
Tan pronto como el Elfo dio sus primeros pasos hacia ellos, los dos Enanos notaron su presencia por primera vez y se dieron la vuelta, metiéndose en la sala que estaba junto a ellos. Legolas se apresuró a acercarse a ellos antes de que se marcharan.
"Disculpad, mis Señores Enanos. Legolas Hojaverde del Reino de los Bosques, a su servicio. ¿Podrían..." - Legolas no necesitó terminar de decir la frase, porque los Enanos ya le había cerrado las puertas en su narices. - "Supongo que eso es un no." - se dijo. Lo que no dijo en voz alta, pero sí pensó, fue "¿Qué hay de la famosa hospitalidad de los Enanos de la que Gimli siempre me ha hablado?"
Echó un suspiro y buscó la salida por sí mismo. Después de este fracaso no le apetecía nada volver a arriesgarse a preguntar. Por suerte y alivio suyo la encontró sin necesidad de hacerlo. Una vez fuera, respiró el aire perfumado de la primavera y miró al cielo azul aliviado, pero un fuerte ruido llamó su atención. A su izquierda, varios Enanos transportaban grandes rocas montaña arriba, porque más allá construían lo que parecía ser una torre de vigilancia, y Legolas tuvo que admitir que les estaba quedando bella, como la Torre Blanca de Gondor, rozando el color celeste con la punta de sus estandartes colgados en su punto más alto, ondeando en el viento. Sin embargo, en aquel momento los enanos tenían problemas, porque uno de los carros que utilizaban para arrastrar una de esas grandes piedras (tan grande que se necesitarían al menos tres hombres fornidos para levantarla unos centímetros del suelo) se había roto una de la ruedas, y si no iban con cuidado ambos carro y roca caerían peligrosamente cuesta abajo, por lo que los Enanos intentaban por todos sus medios sostenerla y traspasarla a otro carro. Pero tenían grandes dificultades.
"Así. Amarratla por ese lado también." - dijo un Enano, atando otra cuerda alrededor de la roca y dejándola amarrada a un árbol grande, que pudiera aguantar su peso.
"Acercad el carro y llamad a más gente para que no ayude a levantarla." - dijo otro.
"¡Cuidado! ¡Esa cuerda se va a romper!" - gritó uno y enseguida tomó la cuerda mientras que los otros sostenían la piedra desde abajo, para que no se despeñase hacia donde estaba el pueblo.
De repente, la cuerda se quebró, y el Enano que la estaba agarrando trastabilló. Y hubiera caído de espaldas si unos brazos no le hubieran tomado y mantenido en pie. El Enano se quedó aturdido las primeras centésimas de segundo, hasta que se dio cuenta de que aquellos brazos que le habían ayudado (y que ahora le soltaban) eran las del Elfo.
"¿Se ha hecho daño?" - preguntó la voz dulce del Silvano, mas el Enano no respondió, sino que fue en la ayuda de los demás, que sostenían la roca con todas sus fuerzas, y comenzó a atar otra cuerda a su alrededor. - "¿Puedo ayudaros?" - se ofreció el Elfo. Esa vez sí obtuvo respuesta.
"No necesitamos la ayuda de ningún Elfo. Los Enanos somos fuertes y podemos solucionar nuestros problemas solos."
"Perdone, no pretendía hacerle sentir insultado. Sólo que esa piedra parece muy pesada y cuantos más ayudemos..."
"¡Estamos ocupados!" - le interrumpió el Enano, de barba y cabellos como la ceniza negra y gran nariz aguileña - "¡Lo último que necesitamos aquí es a un Elfo que nos diga como debemos hacer las cosas!"
Legolas iba a insistir, mas supo que de nada serviría. "Disculpenme." - dijo inclinándose ligeramente y dando media vuelta. Casi dio un salto cuando súbitamente se encontró a Gimli frente a él, mirándole con no muy buena cara y con los brazos en la cintura. - "¡Aiya Gimli!" - fue lo único que al Elfo se le ocurrió decir, sonriendo inocentemente. Gimli le tomó por el brazo y se lo llevó a rastras lejos de los oídos de los demás.
Cuando se detuvo, cruzó los brazos sobre su pecho. "¿Qué estás haciendo aquí? Creía haberte dicho que me esperaras en tu habitación. ¿Es que buscas problemas o qué? ¿Quieres meternos a los dos en un lío?"
"Lo siento Gimli. Sentía curiosidad por ver lo que hacíais." - dijo Legolas - "A demás, con este sol tan espléndido no hay quien pueda quedarse encerrado en su habitación."
"¿Y no podías esperar que yo llegase?"
Legolas negó con la cabeza. Entonces la mirada se le iluminó. "¡Ay!"
Gimli se sobresaltó. "¿Qué ocurre?"
"¡Niños!" - exclamó Legolas señalando a unos pequeños Enanos jugando a la peonza a unos pasos de ellos.
"Elfo loco..." - musitó Gimli en voz muy baja. - " Niños ¿Y qué?" - dijo volviendo a su tono habitual.
"Nunca antes había visto niños Enanos." - respondió Legolas abriéndose paso hacia ellos. A Legolas, le pareció que los niños enanos eran unas criaturitas encantadoras. Eran pequeños, más pequeños que los hobbits aún, y no le llegaban mucho más arriba que de sus rodillas. Tenían el pelo largo y ondulado, y todos se lo recogían con una trencita morena, marrón, y algunos pelirrojos como Gimli. Sus manitas eran pequeñas, sus ojos grandes y tiernos y sus mofletes redondos, en un rostro fino, de piel suave y frágil al tacto, muy distinta a la de los adultos.
Tan pronto como Legolas se acercó a ellos (con Gimli siguiéndole muy de cerca), los niños dejaron de jugar para mirarle con los ojos de color oscuro muy abiertos, brillando a los rayos del sol.
"Aiya." - saludó Legolas sentándose de rodillas para estar más a su altura. - "Acabo de deciros 'hola' en Quenya, la lengua de los Altos Elfos." - dijo sonriendo. - "Mae govannen. Esto es Sindarin, mi lengua nativa; es uno de los saludos más comunes. Significa 'Bien venido' ¿Y cómo saludáis en la lengua de los Enanos?"
Los niños no respondieron, pero se quedaron mirándole. Legolas les sonrió cálidamente. "¿Qué os pasa? ¿Se os ha comido la lengua el gato?"
"No." - habló la vocecita de uno de los niños - "Papá y mamá me han dicho que no debo hablar contigo."
Los demás niños asintieron. "Papá me dijo que no me acerque a ningún Elfo."
"Y menos a uno que tenga algo que ver con el Rey Thranduil."
"Oh," - dijo Legolas, no mostrando molestia pero sí le sorprendía lo que acababa de oír. - "¿Y eso por qué?"
Los niños se encogieron de hombros. "Los Elfos son peligrosos." - dijo uno pequeñito, acurrucado tras uno que parecía ser su hermano. - "No deberíamos hablar con él."
"Será mejor que nos vayamos, o papá y mamá se enfadarán." - dijo otro y los demás le hicieron caso y se marcharon. Legolas se puso en pie. Sintió una mano estrecharle el brazo amistosamente.
"Lo siento, amigo Legolas..." - dijo Gimli con comprensión y compasión.
"No importa, amigo Gimli. Después de todo, hoy es mi primer día aquí, y no ha ido tan mal: al menos de tres conversaciones he logrado tener dos." - dijo Legolas con una dulce risa.
El fruto de Laureli tomaba un color rojo cuando descendía tras el Paso de Caradhras, y el cielo anaranjaba y sus nubes se convertían en hilos color de rosa. Estaba anocheciendo, y los Enanos recogían para volver a sus hogares, pues no es de sabios trabajar en la oscuridad de la noche.
Junto a los últimos rayos del día, Gimli y Legolas habían ascendido para ir a los fluentes del Celduin, el Río Rápido, y darse un baño en sus cristalinas aguas escuchando el último canto de los pájaros del día y el sonido relajante del agua al descender montaña abajo. Justo debajo del lugar donde el río fluía a chorros de entre las esquinas de unas rocas, había una pequeña laguna, que luego seguía su curso hacia el lejano mar en la naturaleza. Ahí fue donde los dos amigos se acomodaron.
"¿Dos conversaciones? Eso no está nada mal." - Gimli echó una carcajada. Le estaba trenzando los cabellos a Legolas, mientras éste se hacía dos finas trenzas detrás de cada oreja puntiaguda. Gimli siempre solía hacerle la trenza trasera, porque Legolas no llegaba a hacérsela bien sin poder vérsela. Entonces, alguien debía hacérsela por él, y por eso Elenshael y él siempre se habían peinado juntos, pero ahora ése alguien era Gimli. Desde que su amistad se formó en la Compañía, ambos se ayudaban el uno al otro a la hora de arreglarse el peinado.
"Sí. Y la otra ha tenido tanto éxito como la de los niños." - respondió él con una sonrisa socarrona.
"¿Y que ha pasado en la tercera, la fallida?"
"Oh," - Legolas hizo una risita, recordando su vergonzoso fracaso - ", ésa ha sido mi primer intento. No había dicho más que 'Disculpad, mis Señores Enanos' y ya me cerraban la puerta en las narices."
"Jeje. Tal vez se han enfadado porque eran 'Señoras' y no 'Señores'"
Legolas se irguió y se volvió a su amigo Enano, con los ojos muy abiertos.
"¡Es broma, Legolas!" - Gimli se echó a reír.
"Pero si los hombres y mujeres Enano os parecéis mucho, puede que sí fueran mujeres."
"Si hubiera sido así, a ellas no les habría importado. Las mujeres Enano están acostumbradas a que gentes de otras razas las confundan con hombres." - dijo Gimli secándose los ojos, que habían soltado lágrimas de tanto reír.
"Gimli, ¿puedo hacerte una pregunta...personal?" - preguntó Legolas seriamente.
Gimli parpadeó. Conociéndole, podría esperarse cualquier cosa. "¿Cuál?"
Legolas se acercó a él y se sentó a su lado, su fino cuerpo desnudo formando ondas en el agua, que ahora centelleaban con el reflejo de la luna blanca sobre su negrura. "¿Eres mujer?"
Legolas se echó a reír incontrolablemente, y de tanta risa no pudo evitar que el Enano se abalanzara sobre él y le hundiera en el agua. Cuando Legolas salió a la superficie y respiró aire, fue Gimli el que empezó a reír de verdad, pues era la primera vez que conseguía hacer hundir al Elfo, de tantas veces como lo había intentado desde hacía largo tiempo.
Así, riendo, charlando y cantando, pasaron el tiempo los dos, hasta que Gimli sintió el frío de la noche y decidieron vestirse para retirarse a sus camas.
Pasada la primera hora en cama, Legolas no podía conciliar el sueño. Sin hacer el mínimo ruido (no queriendo despertar al muy protector Gimli que dormía en la habitación de al lado) salió a fuera y se sentó sobre las gruesas ramas de un árbol cercano al río. Miró las diminutas estrellas posándose en el firmamento del cielo nocturno. No podía dormir porque se sentía nervioso y un poco preocupado, porque no sabía como hacer para ganarse la amistad del pueblo Enano.
Oyó un ruido de arbustos detrás suyo. Eran los niños. Llevaban todo el día espiándole. Legolas sabía que incluso estaban allí cuando él y Gimli se daban el baño. Pensó que si quería formar amistad con los Enanos, podría empezar con los niños, que siempre son más fáciles de tratar. Así que descendió de la copa del árbol, pero no se acercó a ellos, sino que se sentó sobre una roca y empezó a entonar una canción.
a Galad ven i reniar
hi 'aladhremmin ennorath.
A Elbereth Gilthoniel
ithil nâ thûl, ithil lîn hen...
Los niños asomaron de ente los arbustos y piedras. Aquel canto les maravillaba. Es más, el mismo Elfo les maravillaba. Admiraban su altura y figura esbelta, y sus andares, moviéndose elegantemente como un gato. Admiraban su belleza, pues su piel era fina como la de un niño, sus cabellos largos y rubios resplandecían y sus ojos azul grisáceos centelleaban misteriosamente. Su ser entero parecía resplandecer en la noche, y las ropas plateadas con las que vestía ahora le daban un aspecto angelical.
Legolas sonrió y les llamó a que se acercasen. Los niños así lo hicieron, y se sentaron a su alrededor. Con siempre una sonrisa en sus labios, Legolas terminó de entonar la canción para ellos.
Cuando su voz se apagó y les miró, vio una sonrisa en cada rostro de los niños. "¿Cómo se llama esa canción?" - dijo uno.
"A Elbereth Gilthoniel." - respondió Legolas, contento por haber resultado su plan. - "Ésta canción la cantamos los Silvanos en nuestros viajes. Habla de la bella Reina de las Estrellas. Aunque la canción es mucho más larga; esa ha sido sólo un parte de ella."
"¿Cómo nos habías saludado antes? ¿Aiya?" - preguntó una niña (pues los sexos Enanos son más fáciles de distinguir cuando son niños.)
Legolas sonrió. "Exacto."
"¿Nos vas a enseñar más?"
"¡Por supuesto!" - Legolas se aclaró la voz. - "Aiya. Essinya ná Legolas. Ahora acabo de deciros 'Hola. Me llamo Legolas.' Manna esselya? ¿Cómo os llamáis?"
"Esina ná Barin."
"Essinia ná Dolir."
"Esinya ná Dwuna."
"Essinya ná Fofur."
Así hasta que todos los niños (que debían ser unos diez) le dieron su nombre.
"No lo habéis hecho mal para empezar." - sonrió Legolas. - "Bien, otro saludo común en éste, Elen síla lúmenn' omentielvo." - Los niños lo repitieron. - "Y para despedirse, Namárië."
Legolas se sintió bien, y ésa noche sus preocupaciones desaparecieron. Había la esperanza de que los prejuicios entre Elfos y Enanos se arreglaran. Puede que no mañana, pero con el tiempo se arreglaría.
The Balrog of Altena: ¡Final del capítulo! En el próximo, Legolas conocerá a Gloin y algo más ^_^ ¿Cómo lo hará Legolas para ganarse la amistad de los Enanos? Seguid leyendo y lo sabréis (cuando haya puesto un nuevo cap, claro ^_~)
~ Vania: Yo también siempre le he visto llamar Leggie o Legsy, pero yo he preferido llamarlo Leg, porque creo que las otras dos formas son demasiado...¡no sé! no me gustan para decirlos Elenshael. Espero que te haya gustado éste cap. ¡Y gracias por tu review!
~ Lothluin: Estoy contenta de que te empiece a gustar Gimli. Al pobre Enano hay quien no le tiene mucho agrado... pero a mí me gusta. Me encanta la historia de amistad entre él y Legolas, y por eso me decidí a escribir este fic.
¡Muchas gracias por el dibujo de Elenshael! ¡Te está quedando fenomenal! En cuanto lo tengas terminado, se lo enseñaré a todos los que quieran verlo. ^_^
* Fruto de Laureli = Laureli es uno de los Árboles de los Valar. Lo utilizo simbólicamente refiriéndome al sol.
* Aiya = Hola (en Quenya, la lengua de los Altos Elfos y nobles.)
* Ilúvatar: Padre de todos (Eru, el Único, que creó los Ainur, los Sagrados.)
* Mae govannen = Bien venido (en Sindarin, la lengua más común y aprendida por más razas de la Tierra
Media, aunque más complicada que el Quenya.)
* Elen síla lúmenn' omentielvo. = Una estrella brilla a la hora de nuestro encuentro. (en Quenya, es el saludo estándar.)
Por The Balrog of Altena
Capítulo 3ro: Un Elfo en el pueblo Enano.
Gimli el Enano había llegado al Lago Largo hacía unas horas. El Lago Largo era una enorme extensión de agua; tan ancho que las márgenes opuestas asomaban apenas a lo lejos, y tan largo que no se veía el extremo norte, que apuntaba a la Montaña Solitaria. Después de un agotador viaje a pie, lo primero que hizo al llegar al lugar fue descalzarse y meter los pies en las cristalinas aguas frías para recomponerlas de la larga caminata.
Gimli comenzaba a impacientarse porque Legolas aun no había llegado y el Fruto de Laureli casi había llegado al centro de la bóveda celeste. "¿Pero dónde se habrá metido ése Elfo loco?" - gruñía para sí mismo - "¡Seguro que se habrá parado a mirar unos estúpidos árboles o habrá encontrado un valle de flores y perdió la noción del tiempo! ¡A esos Elfos no hay quien los entienda! ¡Cuando llegue ya lo mostraré yo que hacemos los Enanos con los que tienen un problema llamado 'falta de puntualidad'!"
Gimli no quería admitirlo (los Enanos son bien conocidos por ser cabezotas), pero empezaba a preocuparse por Legolas, porque nunca se sabe lo que puede ocurrir. ¿Y si Legolas había sido atacado por una horda de trasgos? ¡Por los Valar! Legolas viajaba solo; si tenía algún problema, no había nadie a su lado para ayudarle...
Intentando tranquilizarse, Gimli tomó su pipa con larga boquilla torcida de madera y se puso a fumar hierba. La misma hierba de la Comarca que Merry y Pippin extrañamente hallaron en Isengard. Hablando de Merry y Pippin...¿Qué estarían haciendo los Hobbits ahora mismo? ¿Tal vez etarían los cuatro fumando una pipa bajo el sol de ese hermoso día como él? Pero...hablando también de Saruman...¿Qué estará planeando el mago? Seguro que algo nada bueno. Según dicen, Saruman huyó de Isengard, arrastrando a Lengua de Serpiente con él.
Gimli sacudió la cabeza intentando hacer desaparecer estos pensamientos. No tenía porqué ponerse nerviosos ahora; el sol brillaba en el cielo, los pájaros cantaban y la brisa primaveral llenaba el aire con una dulce fragancia floral. Sopló su pipa y lanzó un anillo de humo que pronto se disolvió. Aun necesitaba práctica. Los Hobbits le habían enseñado a hacer anillos de humo. Son unos expertos en ello. No le sorprendió saber que los Hobbits fueron los creadores de la hierba para fumar en pipa. Cerró los ojos. Se llevó la pipa a los labios y-
"¡Aiya Gimli!"
La repentina 'aparición' de Legolas tras suyo causó que el Enano se levantara de un salto y soltara la pipa para dejarla caer al suelo. Tan pronto como Gimli oyó la risa cantarina del Elfo se tranquilizó, y los rápidos latidos de su corazón aminoraron. Sin embargo, su enfado no se calmó.
"¡Sagrado Ilúvatar, Legolas!" - chilló Gimli volviéndose a él- "¡¿No podrías hacer un poco más de ruido cuando andas?!"
Legolas se encogió de hombros. "Lo siento, Gimli, pero los Elfos somos silenciosos por naturaleza..."
"Ya ya. Ése es precisamente el problema." - dijo Gimli recogiendo su pipa del suelo. Cuando se dio la vuelta de nuevo y vio que el rostro del Elfo mostraba que realmente lo sentía, Gimli se calmó y enseguida intentó cambiar el ambiente. - "Bueno, me alegro de verte. ¿Cómo ha ido el viaje?"
Una sonrisa se dibujó en los finos labios de Legolas. "¡Muy bien! ¡Y yo también me alegro de verte!"
Los dos se dieron un abrazo. El primero que nunca se habían dado. Y a los dos les pareció que abrazaban a alguien muy importante en su vida. Como a un hermano.
"¿No has venido a caballo?" - preguntó Gimli extrañado.
"¿Qué ocurre?" - dijo Legolas sonriendo maliciosamente - "¿Es que hechas de menos a Arod?"
"¡Oh no!" - afirmó Gimli rápidamente - "¡No me apetece nada volver a ver a ese caballo, después de haberme caído de él varias veces!"
"¡Qué pena! Porque Arod está aquí."
Dicho esto Legolas se llevó dos dedos en los labios y silbó, y el caballo blanco de Rohan apareció tras los árboles. Tras el sonido de los trotes acercándose a ellos seguidos por un corto silencio, Legolas sintió ganas de echarse a reír cunado oyó a Gimli exclamar, "¡Lo has hecho a propósito!"
Legolas le miró inocentemente como no sabiendo de que estaba hablando. "¿A propósito? ¿El qué?"
"¡No disimules Elfo! ¿Por qué sino dejarías al caballo allá atrás?" - Gimli se sintió un poco avergonzado por haberse dejado engañar por una carita triste de su amigo.
"Oh. ¿Eso? Es que parecías tan tranquilo y relajado que no he querido que el trote de Arod de estorbase."
"Y también sentías curiosidad por ver la reacción de un Enano cogido por sorpresa, ¿verdad?" - añadió Gimli con sarcasmo.
A éste Legolas ya no disimuló más y sonrió. De todos modos, Gimli ya había descubierto y estaba seguro de que le había asustado intencionalmente. "Exacto.¡Ay! Y he de confesar que ha valido la pena. ¡Casi se te cae la pipa al lago!" - Legolas se echó a reír.
"Has tenido suerte de que éso no haya pasado, porque si hubiese ocurrido te habría obligado a lanzarte al agua a buscármelo." - dijo Gimli seriamente, pero un instante después se echó a reír también, junto a Legolas, mezclando las risas cantarinas del Elfo con las graves del Enano.
La siguiente hora u hora y media la pasaron en Esgaroth, Legolas y Arod reposando del viaje. Mientras el fornido corcel pastaba en la hierba fresca y bebía agua del lago con deleite, para Legolas y Gimli el tiempo pasó volando, tomando algo de comer pero más que nada hablando de su regreso a casa. Gimli le contó entre carcajadas cómo le habían recibido en su pueblo, y Legolas le contó como en el Reino del bosque prepararon la más grande fiesta. Mas no le dijo que pronto se retiró a su habitación para quedarse ahí tirado un día entero. Algunas cosas las personas se las tienen que guardar para ellos.
"¿Es verdad que tu padre no se lo ha tomado muy bien?" - Hacía tiempo que ésa pregunta rondaba por la cabeza de Legolas. No necesitaba decir que se refería a su amistad con él; Gimli ya lo sabía.
"Bueno, sí... Si soy sincero contigo...se lo ha tomado muy mal."
"¿Y eso no será un problema?" - sonrió Legolas - "Quiero decir...¿no intentará matarme o algo por el estilo, verdad?"
Gimli echó una corta carcajada, pero no falsa, sino totalmente natural. "No te preocupes por eso. ¡Yo estaré ahí para protegerte! Si algún Enano se atreve a tocarte o a simplemente decirte alguna grosería, ¡le obligaré a que te pida perdón de rodillas!" - Legolas hizo una risita. Gimli se puso en pie. "¡Bueno! Vayámonos ya. Cuanto más pronto partamos, más pronto llegaremos."
Legolas llamó a Arod y cuando el caballo se acercó el Elfo le acarició la crin blanca con dulzura. Tendió una mano hacia Gimli, ofreciéndole ayuda para subirle. El Enano suspiró y farfulló algo que Legolas no pudo entender, algo en la lengua de los Enanos. Cuando hubo subido Gimli, Legolas montó de un salto.
"Esta vez me gustaría no caerme, Legolas."
"Tranquilo Gimli. Arod no te dejará caer. ¿Verdad que no, Arod?" - preguntó al caballo y éste respondió con un suave relinche.
"¿Entonces por qué caí la última vez?" - preguntó Gimli inseguro aun.
"Porque estábamos batallando contra unos jinetes de huargos, Gimli, y eso le estorbó. Pero Arod sintió haberte dejado caer."
Gimli hizo una risita sarcástica. "¿Y cómo sabes tú eso?"
"Simplemente sentí que te pedía perdón cuando volvimos a por tí."
"Elfo loco..." - farfulló Gimli - "No hay quien os entienda. Los Elfos sois la raza más rara que pisa la Tierra Media. En todo caso, no vayamos muy rápido, si eso es posible."
"Temo que no, Gimli. Ya has visto que nuestras provisiones de comida sólo durarán para unos siete días. Si no quieres pasar los últimos días hambriento, sugiero que vayamos a galope tendido." - Legolas no podía verle la cara (ya que Gimli se sentaba a sus espaldas) pero sintió al Enano intranquilo sobre la grupa de Arod. - "Si eso te hará sentir mejor, puedes agarrarte bien fuerte a mí. Rodéame la cintura con los brazos; así, si te caes, me arrastrarás contigo al suelo." - rió Legolas.
"Con sólo pensarlo ya ardo en deseos de caer. ¡Daría cualquier cosa por ver a un Elfo caer de un caballo! ¡Y más si ése Elfo fueras tú!"" - sonrió Gimli.
Legolas le sonrió y en palabras élficas le pidió a Arod que partiesen. Los primeros pasos fueron suaves, pero el corcel blanco pronto comenzó a trotar a gran velocidad. Legolas no tardó en sentir al Enano abrazado fuertemente a su espalda y a su brazos robustos rodeándole la cintura con firmeza.
Una semana después ya encontraban a Erebor frente a ellos. La anciana Montaña Solitaria se alzaba a gran altura, hasta rozar las nubes blancas del cielo con su roca. Lo que hacía parecer que las nubes eran una especie de corona de cirros y cúmulos para ella. El Celduin (conocido también como Río Rápido) fluía de sus alturas y Legolas pudo ver como caía en una bella cascada en un pequeño barranco al lado este de la montaña. No muy arriba se podía ver una planicie y lo que parecía la entrada al interior de la montaña.
Los Enanos habían construido un ancho sendero que los llevaba directamente a su destino por las puntiagudas rocas y salvaje naturaleza, por lo que Arod no tuvo problemas en subir hasta la entrada. Varios Enanos estaban fuera, pero otros que estaban en el interior, tan pronto como se oyeron los trotes del caballo, salieron al encuentro de quien pudiese ser. No muy a menudo pasaban caballos por ahí. El único caballo que habían oído trotar en Erebor era Sombragrís, el fiel corcel de Gandalf, pues éste había pasado algunas pocas veces por ahí. Grande fue la sorpresa de todos cuando vieron que el jinete era un Elfo de piel suave y pálida, largos cabellos rubios como el sol y ojos azules como el cielo tormentoso. Y más grande fue aun su sorpresa cuando vieron que, tras descender el Elfo del caballo, había otro jinete a sus espaldas. ¡Un Enano! y a demás su nuevo héroe: Gimli, hijo de Gloin.
"¡Sé bienvenido a Erebor, la Montaña Solitaria!" - dijo Gimli a Legolas. - "Mañana podré enseñarte con tranquilidad nuestro pueblo; hoy podrás descansar. Acompañame. Te llevaré a tu estancia."
Legolas asintió y le siguió. Mientras tanto, miró a los Enanos que estaban ahí cerca, mirándole con ojos fríos. Todos tenían largas barbas adornadas con trenzas y largos cabellos, sueltos al aire o atados en una gruesa trenza. No había ninguna mujer a la vista. Oh, bueno, entonces Legolas recordó que las Enanas no son fáciles de diferenciar de los Enanos; que incluso tienen barba como ellos. Así que era posible que ahí hubiera alguna mujer.
Los Enanos susurraban y musitaban entre ellos, mirándole. La oída de Legolas era tan aguda como para oír cada una de sus palabras. Algunos hablaban en el extraño lenguaje Enano que tanto les costaba a los elfos llegar a aprender; otros hablaban en la Lengua Común, y lo que decían no era muy agradable para Hojaverde. "¿Qué demonios hace un Elfo en nuestro pueblo?" era lo único que oyó decir sin sentirse insultado.
La entrada al interior del a montaña era grande, de unos veinte pies de alto, y sus puertas abiertas eran de dura roca. Como Gimli le había explicado, la cuevas de los Enanos no eran como simples cuevas frías abandonadas, sino que Legolas tuvo que admitir que el lugar era de lo más sobrecogedor.
Lámparas de aceite y ventanas talladas en la roca de la montaña lo iluminaban todo. El suelo estaba cubierto de mármol y alfombras. El aspecto del lugar (el interior) era básicamente como el de cualquier otro hogar no Enano.
"Te he preparado una habitación al lado de la mía, por si necesitas algo." - dijo Gimli y señaló adelante - "Está justo ahí."
Abrió las puertas de madera, muy parecidas a las que vieron en las Minas de Moria, y mucha luz salió de ella, pero, por sorpresa de Legolas, era luz del sol. En la habitación había una gran ventana cuadrangular, como las suelen construir los Elfos, y con cortinas de seda blanca que se removían suavemente en la brisa. Junto a la ventana estaban unos jarrones de flores plantadas; lirios, margaritas y rosas, las preferidas de Legolas. Todo había sido preparado para él.
"He pensado que ésto te ayudaría a sentirte como en casa." - dijo Gimli - "Espero que te sientas cómodo aquí."
"Está perfecto, Gimli. Muchas gracias." - dijo Legolas, la primera vez que hablaba desde que pisaron Erebor.
Gimli asintió. "Hoy querrás descansar, te dejaré sólo para que te acomodes. Yo tengo que ir a arreglar unos asuntillos. Después volveré a ver como te va. Y supongo que querrás darte un baño también, ¿no? yo también necesito uno. Iremos por la noche; así nadie podrá estorbarte."
Legolas tan sólo necesitó mostrar una sonrisa para decirle a su amigo que estaba de acuerdo.
"Muy bien, entonces nos veremeos más tarde. ¡Ah! y...será mejor que no andes sólo por aquí; no quiero decir que vayan a hacerte nada, pero es mejor que no te acerques a nadie sin mí; al menos por ahora." - Gimli se dirigió a la puerta, pero antes de salir se volvió de nuevo a él - "Que descanses." - y se fue.
Legolas echó una ojeada a su nueva habitación. La verdad es que era bastante acogedora. Decidió deshacer el equipaje y quitarse algo de ropa para echarse, pero cuando vio el espléndido día que asomaba por su ventana, sintió que no podía quedarse ahí dentro. Quería salir e ir a ver a los Enanos. Sentía curiosidad por verles, por saber lo que hacían todos los días, por saber cómo conviven entre ellos, y por saber qué podría aprender de ellos. Así que, sin hacer caso de los avisos de Gimli, salió.
Llevaba diez minutos andando de un lado a otro. Legolas no sabía donde estaba (ya que esas cuevas, tan similares como eran entre ellas, le desorientaban) , pero le parecía que iba dando vueltas y vueltas. Al menos agradecía que el lugar no se pareciera en nada a Khazad-dûm, las Minas de Moria, pues cuando estuvo ahí con la Compñía se sintió mucho más desorientado aun, y aquella negrura durante tres días seguidos le oprimió.
Los Enanos no le habían dicho nada. Mas bien, lo que hacían era ignorarlo. Pero Legolas notaba que éstos no estaban cómodos en su presencia y que no seguirían haciendo su vida normal mientras él estuviera ahí.
Dándose por vencido, optó por acercarse a dos Enanos que charlaban, apoyándose en el marco de un puerta de madera, presentarse, y preguntarles por la salida al exterior. Y si era posible, intentar establecer una conversación 'estable' con ellos.
Tan pronto como el Elfo dio sus primeros pasos hacia ellos, los dos Enanos notaron su presencia por primera vez y se dieron la vuelta, metiéndose en la sala que estaba junto a ellos. Legolas se apresuró a acercarse a ellos antes de que se marcharan.
"Disculpad, mis Señores Enanos. Legolas Hojaverde del Reino de los Bosques, a su servicio. ¿Podrían..." - Legolas no necesitó terminar de decir la frase, porque los Enanos ya le había cerrado las puertas en su narices. - "Supongo que eso es un no." - se dijo. Lo que no dijo en voz alta, pero sí pensó, fue "¿Qué hay de la famosa hospitalidad de los Enanos de la que Gimli siempre me ha hablado?"
Echó un suspiro y buscó la salida por sí mismo. Después de este fracaso no le apetecía nada volver a arriesgarse a preguntar. Por suerte y alivio suyo la encontró sin necesidad de hacerlo. Una vez fuera, respiró el aire perfumado de la primavera y miró al cielo azul aliviado, pero un fuerte ruido llamó su atención. A su izquierda, varios Enanos transportaban grandes rocas montaña arriba, porque más allá construían lo que parecía ser una torre de vigilancia, y Legolas tuvo que admitir que les estaba quedando bella, como la Torre Blanca de Gondor, rozando el color celeste con la punta de sus estandartes colgados en su punto más alto, ondeando en el viento. Sin embargo, en aquel momento los enanos tenían problemas, porque uno de los carros que utilizaban para arrastrar una de esas grandes piedras (tan grande que se necesitarían al menos tres hombres fornidos para levantarla unos centímetros del suelo) se había roto una de la ruedas, y si no iban con cuidado ambos carro y roca caerían peligrosamente cuesta abajo, por lo que los Enanos intentaban por todos sus medios sostenerla y traspasarla a otro carro. Pero tenían grandes dificultades.
"Así. Amarratla por ese lado también." - dijo un Enano, atando otra cuerda alrededor de la roca y dejándola amarrada a un árbol grande, que pudiera aguantar su peso.
"Acercad el carro y llamad a más gente para que no ayude a levantarla." - dijo otro.
"¡Cuidado! ¡Esa cuerda se va a romper!" - gritó uno y enseguida tomó la cuerda mientras que los otros sostenían la piedra desde abajo, para que no se despeñase hacia donde estaba el pueblo.
De repente, la cuerda se quebró, y el Enano que la estaba agarrando trastabilló. Y hubiera caído de espaldas si unos brazos no le hubieran tomado y mantenido en pie. El Enano se quedó aturdido las primeras centésimas de segundo, hasta que se dio cuenta de que aquellos brazos que le habían ayudado (y que ahora le soltaban) eran las del Elfo.
"¿Se ha hecho daño?" - preguntó la voz dulce del Silvano, mas el Enano no respondió, sino que fue en la ayuda de los demás, que sostenían la roca con todas sus fuerzas, y comenzó a atar otra cuerda a su alrededor. - "¿Puedo ayudaros?" - se ofreció el Elfo. Esa vez sí obtuvo respuesta.
"No necesitamos la ayuda de ningún Elfo. Los Enanos somos fuertes y podemos solucionar nuestros problemas solos."
"Perdone, no pretendía hacerle sentir insultado. Sólo que esa piedra parece muy pesada y cuantos más ayudemos..."
"¡Estamos ocupados!" - le interrumpió el Enano, de barba y cabellos como la ceniza negra y gran nariz aguileña - "¡Lo último que necesitamos aquí es a un Elfo que nos diga como debemos hacer las cosas!"
Legolas iba a insistir, mas supo que de nada serviría. "Disculpenme." - dijo inclinándose ligeramente y dando media vuelta. Casi dio un salto cuando súbitamente se encontró a Gimli frente a él, mirándole con no muy buena cara y con los brazos en la cintura. - "¡Aiya Gimli!" - fue lo único que al Elfo se le ocurrió decir, sonriendo inocentemente. Gimli le tomó por el brazo y se lo llevó a rastras lejos de los oídos de los demás.
Cuando se detuvo, cruzó los brazos sobre su pecho. "¿Qué estás haciendo aquí? Creía haberte dicho que me esperaras en tu habitación. ¿Es que buscas problemas o qué? ¿Quieres meternos a los dos en un lío?"
"Lo siento Gimli. Sentía curiosidad por ver lo que hacíais." - dijo Legolas - "A demás, con este sol tan espléndido no hay quien pueda quedarse encerrado en su habitación."
"¿Y no podías esperar que yo llegase?"
Legolas negó con la cabeza. Entonces la mirada se le iluminó. "¡Ay!"
Gimli se sobresaltó. "¿Qué ocurre?"
"¡Niños!" - exclamó Legolas señalando a unos pequeños Enanos jugando a la peonza a unos pasos de ellos.
"Elfo loco..." - musitó Gimli en voz muy baja. - " Niños ¿Y qué?" - dijo volviendo a su tono habitual.
"Nunca antes había visto niños Enanos." - respondió Legolas abriéndose paso hacia ellos. A Legolas, le pareció que los niños enanos eran unas criaturitas encantadoras. Eran pequeños, más pequeños que los hobbits aún, y no le llegaban mucho más arriba que de sus rodillas. Tenían el pelo largo y ondulado, y todos se lo recogían con una trencita morena, marrón, y algunos pelirrojos como Gimli. Sus manitas eran pequeñas, sus ojos grandes y tiernos y sus mofletes redondos, en un rostro fino, de piel suave y frágil al tacto, muy distinta a la de los adultos.
Tan pronto como Legolas se acercó a ellos (con Gimli siguiéndole muy de cerca), los niños dejaron de jugar para mirarle con los ojos de color oscuro muy abiertos, brillando a los rayos del sol.
"Aiya." - saludó Legolas sentándose de rodillas para estar más a su altura. - "Acabo de deciros 'hola' en Quenya, la lengua de los Altos Elfos." - dijo sonriendo. - "Mae govannen. Esto es Sindarin, mi lengua nativa; es uno de los saludos más comunes. Significa 'Bien venido' ¿Y cómo saludáis en la lengua de los Enanos?"
Los niños no respondieron, pero se quedaron mirándole. Legolas les sonrió cálidamente. "¿Qué os pasa? ¿Se os ha comido la lengua el gato?"
"No." - habló la vocecita de uno de los niños - "Papá y mamá me han dicho que no debo hablar contigo."
Los demás niños asintieron. "Papá me dijo que no me acerque a ningún Elfo."
"Y menos a uno que tenga algo que ver con el Rey Thranduil."
"Oh," - dijo Legolas, no mostrando molestia pero sí le sorprendía lo que acababa de oír. - "¿Y eso por qué?"
Los niños se encogieron de hombros. "Los Elfos son peligrosos." - dijo uno pequeñito, acurrucado tras uno que parecía ser su hermano. - "No deberíamos hablar con él."
"Será mejor que nos vayamos, o papá y mamá se enfadarán." - dijo otro y los demás le hicieron caso y se marcharon. Legolas se puso en pie. Sintió una mano estrecharle el brazo amistosamente.
"Lo siento, amigo Legolas..." - dijo Gimli con comprensión y compasión.
"No importa, amigo Gimli. Después de todo, hoy es mi primer día aquí, y no ha ido tan mal: al menos de tres conversaciones he logrado tener dos." - dijo Legolas con una dulce risa.
El fruto de Laureli tomaba un color rojo cuando descendía tras el Paso de Caradhras, y el cielo anaranjaba y sus nubes se convertían en hilos color de rosa. Estaba anocheciendo, y los Enanos recogían para volver a sus hogares, pues no es de sabios trabajar en la oscuridad de la noche.
Junto a los últimos rayos del día, Gimli y Legolas habían ascendido para ir a los fluentes del Celduin, el Río Rápido, y darse un baño en sus cristalinas aguas escuchando el último canto de los pájaros del día y el sonido relajante del agua al descender montaña abajo. Justo debajo del lugar donde el río fluía a chorros de entre las esquinas de unas rocas, había una pequeña laguna, que luego seguía su curso hacia el lejano mar en la naturaleza. Ahí fue donde los dos amigos se acomodaron.
"¿Dos conversaciones? Eso no está nada mal." - Gimli echó una carcajada. Le estaba trenzando los cabellos a Legolas, mientras éste se hacía dos finas trenzas detrás de cada oreja puntiaguda. Gimli siempre solía hacerle la trenza trasera, porque Legolas no llegaba a hacérsela bien sin poder vérsela. Entonces, alguien debía hacérsela por él, y por eso Elenshael y él siempre se habían peinado juntos, pero ahora ése alguien era Gimli. Desde que su amistad se formó en la Compañía, ambos se ayudaban el uno al otro a la hora de arreglarse el peinado.
"Sí. Y la otra ha tenido tanto éxito como la de los niños." - respondió él con una sonrisa socarrona.
"¿Y que ha pasado en la tercera, la fallida?"
"Oh," - Legolas hizo una risita, recordando su vergonzoso fracaso - ", ésa ha sido mi primer intento. No había dicho más que 'Disculpad, mis Señores Enanos' y ya me cerraban la puerta en las narices."
"Jeje. Tal vez se han enfadado porque eran 'Señoras' y no 'Señores'"
Legolas se irguió y se volvió a su amigo Enano, con los ojos muy abiertos.
"¡Es broma, Legolas!" - Gimli se echó a reír.
"Pero si los hombres y mujeres Enano os parecéis mucho, puede que sí fueran mujeres."
"Si hubiera sido así, a ellas no les habría importado. Las mujeres Enano están acostumbradas a que gentes de otras razas las confundan con hombres." - dijo Gimli secándose los ojos, que habían soltado lágrimas de tanto reír.
"Gimli, ¿puedo hacerte una pregunta...personal?" - preguntó Legolas seriamente.
Gimli parpadeó. Conociéndole, podría esperarse cualquier cosa. "¿Cuál?"
Legolas se acercó a él y se sentó a su lado, su fino cuerpo desnudo formando ondas en el agua, que ahora centelleaban con el reflejo de la luna blanca sobre su negrura. "¿Eres mujer?"
Legolas se echó a reír incontrolablemente, y de tanta risa no pudo evitar que el Enano se abalanzara sobre él y le hundiera en el agua. Cuando Legolas salió a la superficie y respiró aire, fue Gimli el que empezó a reír de verdad, pues era la primera vez que conseguía hacer hundir al Elfo, de tantas veces como lo había intentado desde hacía largo tiempo.
Así, riendo, charlando y cantando, pasaron el tiempo los dos, hasta que Gimli sintió el frío de la noche y decidieron vestirse para retirarse a sus camas.
Pasada la primera hora en cama, Legolas no podía conciliar el sueño. Sin hacer el mínimo ruido (no queriendo despertar al muy protector Gimli que dormía en la habitación de al lado) salió a fuera y se sentó sobre las gruesas ramas de un árbol cercano al río. Miró las diminutas estrellas posándose en el firmamento del cielo nocturno. No podía dormir porque se sentía nervioso y un poco preocupado, porque no sabía como hacer para ganarse la amistad del pueblo Enano.
Oyó un ruido de arbustos detrás suyo. Eran los niños. Llevaban todo el día espiándole. Legolas sabía que incluso estaban allí cuando él y Gimli se daban el baño. Pensó que si quería formar amistad con los Enanos, podría empezar con los niños, que siempre son más fáciles de tratar. Así que descendió de la copa del árbol, pero no se acercó a ellos, sino que se sentó sobre una roca y empezó a entonar una canción.
a Galad ven i reniar
hi 'aladhremmin ennorath.
A Elbereth Gilthoniel
ithil nâ thûl, ithil lîn hen...
Los niños asomaron de ente los arbustos y piedras. Aquel canto les maravillaba. Es más, el mismo Elfo les maravillaba. Admiraban su altura y figura esbelta, y sus andares, moviéndose elegantemente como un gato. Admiraban su belleza, pues su piel era fina como la de un niño, sus cabellos largos y rubios resplandecían y sus ojos azul grisáceos centelleaban misteriosamente. Su ser entero parecía resplandecer en la noche, y las ropas plateadas con las que vestía ahora le daban un aspecto angelical.
Legolas sonrió y les llamó a que se acercasen. Los niños así lo hicieron, y se sentaron a su alrededor. Con siempre una sonrisa en sus labios, Legolas terminó de entonar la canción para ellos.
a Galad ven i
reniar
hi 'aladhremmin ennorath.
A Elbereth Gilthoniel
ithil nâ thûl, ithil lîn hen...
Cuando su voz se apagó y les miró, vio una sonrisa en cada rostro de los niños. "¿Cómo se llama esa canción?" - dijo uno.
"A Elbereth Gilthoniel." - respondió Legolas, contento por haber resultado su plan. - "Ésta canción la cantamos los Silvanos en nuestros viajes. Habla de la bella Reina de las Estrellas. Aunque la canción es mucho más larga; esa ha sido sólo un parte de ella."
"¿Cómo nos habías saludado antes? ¿Aiya?" - preguntó una niña (pues los sexos Enanos son más fáciles de distinguir cuando son niños.)
Legolas sonrió. "Exacto."
"¿Nos vas a enseñar más?"
"¡Por supuesto!" - Legolas se aclaró la voz. - "Aiya. Essinya ná Legolas. Ahora acabo de deciros 'Hola. Me llamo Legolas.' Manna esselya? ¿Cómo os llamáis?"
"Esina ná Barin."
"Essinia ná Dolir."
"Esinya ná Dwuna."
"Essinya ná Fofur."
Así hasta que todos los niños (que debían ser unos diez) le dieron su nombre.
"No lo habéis hecho mal para empezar." - sonrió Legolas. - "Bien, otro saludo común en éste, Elen síla lúmenn' omentielvo." - Los niños lo repitieron. - "Y para despedirse, Namárië."
Legolas se sintió bien, y ésa noche sus preocupaciones desaparecieron. Había la esperanza de que los prejuicios entre Elfos y Enanos se arreglaran. Puede que no mañana, pero con el tiempo se arreglaría.
The Balrog of Altena: ¡Final del capítulo! En el próximo, Legolas conocerá a Gloin y algo más ^_^ ¿Cómo lo hará Legolas para ganarse la amistad de los Enanos? Seguid leyendo y lo sabréis (cuando haya puesto un nuevo cap, claro ^_~)
~ Vania: Yo también siempre le he visto llamar Leggie o Legsy, pero yo he preferido llamarlo Leg, porque creo que las otras dos formas son demasiado...¡no sé! no me gustan para decirlos Elenshael. Espero que te haya gustado éste cap. ¡Y gracias por tu review!
~ Lothluin: Estoy contenta de que te empiece a gustar Gimli. Al pobre Enano hay quien no le tiene mucho agrado... pero a mí me gusta. Me encanta la historia de amistad entre él y Legolas, y por eso me decidí a escribir este fic.
¡Muchas gracias por el dibujo de Elenshael! ¡Te está quedando fenomenal! En cuanto lo tengas terminado, se lo enseñaré a todos los que quieran verlo. ^_^
* Fruto de Laureli = Laureli es uno de los Árboles de los Valar. Lo utilizo simbólicamente refiriéndome al sol.
* Aiya = Hola (en Quenya, la lengua de los Altos Elfos y nobles.)
* Ilúvatar: Padre de todos (Eru, el Único, que creó los Ainur, los Sagrados.)
* Mae govannen = Bien venido (en Sindarin, la lengua más común y aprendida por más razas de la Tierra
Media, aunque más complicada que el Quenya.)
* Elen síla lúmenn' omentielvo. = Una estrella brilla a la hora de nuestro encuentro. (en Quenya, es el saludo estándar.)
