Hojaverde y el Amigo de los Elfos.

Por The Balrog of Altena


Capítulo 4to: Sorpresas.


"¡Legolas! ¡Es hora de levantarse, despierta!"

El Elfo no hizo ninguna señal de haber oído la voz de su amigo Enano. Tenía los ojos abiertos, pero Gimli podía decir que estaba profundamente dormido, porque estaba inmóvil y su respiración era pausada y silenciosa.

"¡Despierta Elfo!"

Legolas se movió, pero sólo para volver su rostro hacia otro lado. Gimli le tomó por los hombros y le sacudió.

"Gimli llamando a Legolas: ¿hay alguien en casa?"

A ésta el Silvano parpadeó y estiró los brazos. "¿Gimli? Es muy pronto... Déjame dormir un poco más..."

"De eso nada. Son las cinco de la mañana y a esa hora los Enanos nos levantamos para ir a trabajar en las minas. ¡En pie! Hoy tengo algo que enseñarte."

Legolas se incorporó despacio y empezó a vestirse. La noche anterior había pasado horas a la intemperie con los niños, y hacía unas tres horas que se había acostado. Siendo un Elfo, debería levantarse fresco como una flor salida del hielo invernal en la primera mañana de primavera, porque los Elfos no necesitan dormir tantas horas como las otras razas de la Tierra Media, pero desde que partió del Bosque Negro había dormido más pocas horas para llegar pronto a la Montaña Solitaria. Por eso se sentía tan cansado.

"Estaba teniendo un sueño maravilloso..pero me has despertado."

"¿Qué has soñado?"

Legolas abrió las cortinas de seda blanca que se removían suavemente en la brisa matinal, y miró a fuera, donde el sol comenzaba a aparecer en el horizonte con una tenue luz sin escalfor. "Soñaba que andaba por los bosques de Lothlórien en plena primavera bajo las ramas cargadas de flores amarillas, y tu también estabas conmigo, y Aragorn, y todos los demás. El suelo y el techo eran dorados, y los pilares del bosque de plata, pues la corteza de los árboles es lisa y gris, como bien recordarás. Las ramas y las hojas se movían, y no dejaban de brillar con innumerables luces, verdes, doradas y plateadas. Y luego nos bañábamos los pies en las claras aguas del Nimrodel."

"Oh, pero Legolas, te has olvidado de los más bello que posee Lothlórien. ¿No aparecía la Dama Galadriel en tu sueño?"

"Temo que no. Pero si no me hubieras despertado, puede que hubiera tenido el placer de verla." - respondió Legolas con una sonrisa. - "¡Ay! Gimli, ¿no volveremos a ver Lórien de las Flores nunca más? ¿No volveremos a Caras Galadon?"

"Es posible Legolas," - intentó animarle Gimli, pues vio que el Elfo añoraba los árboles y las flores - "Nunca se sabe si algún día nuestros pasos nos llevarán allí. ¡Y puede que sea en primavera! En todo caso, a mí me gustaría volver a ver a la Dama de los Galadrim una vez más." - Gimli posó una mano amiga sobre el hombro de Legolas. - "Ahora ven. Hay algo que quiero enseñarte."


Legolas sentía que Gimli le estaba conduciendo al muy interior y hondo de la montaña. Habían dejado las iluminadas cuevas del pueblo Enano para bajar unas escaleras que parecían interminables, pues la luz del día no llegaba a esa profundidad y no había ninguna lámpara de aceite encendida, por lo que ni el Elfo podía ver el final.

Diez minutos después, la antorcha que Gimli llevaba en la mano reveló el término de las escaleras. Legolas se pegaba a Gimli, pues el lugar era muy oscuro y el eco de los pasos de Gimli resonando con fuerza oyéndose desde todos los ángulos, le decía que también era inmenso, y no quería perderse. Entonces Gimli aspiró aire firmemente, y una sonrisa se dibujó bajo su espeso mostacho, pues estaba respirando el aroma de los minerales, de la tierra y el fango, y aquel aroma le gustaba como a todo Enano. Mas Legolas dijo con cara de desagrado, "¿Qué es ese olor?"

"Ése olor, amigo mío, es el perfume de la madre tierra." - dijo Gimli, mas no se sintió ofendido porque, después de todo, Legolas era un Elfo, y los Elfos no ven ni sienten las cosas como los Enanos.

"Pues debería probar otra esencia." - dijo con desagrado aun - "Le recomiendo lavanda."

Gimli ignoró su comentario y Legolas tampoco dijo nada más, porque se vio obligado a agazaparse un poco, ya que el techo cada vez se hacía más bajo, y Legolas se aferró a Gimli cuando se dio cuenta de que estaban entrando por un estrecho pasadizo, en el fondo de la tierra, donde el aire era pesado y cargado, lo que a Legolas le daba la impresión de que no podía respirar con fluidez y normalidad, y que cada vez que aspiraba aire se vaciaba el lugar, y pronto se quedarían sin aire por respirar.

"¿Gimli? No te alejes de mí, por favor."

"No me alejo, Legolas. Sólo sigue la luz de mi antorcha." - dijo Gimli dándose la vuelta y casi saltando del susto al encontrarse el rostro del Elfo pegado a él. No se había dado cuenta de que estuviera tan cerca de él, porque ni siquiera en las profundidades de la tierra se oyen los silenciosos pasos de los Elfos. Legolas apoyaba sus manos en la roca de cada lado. La luz de la antorcha se reflejaba en centellos en sus ojos y relucía en su pelo dorado.

"Si seguimos por mucho más tiempo aquí abajo, me cogerá claustrofobia." - dijo Legolas. Y parecía hablar en serio.

"Vamos, es al final de éste pasillo. Lo que vas a ver no te decepcionará." - dijo Gimli dándose la vuelta y siguiendo con su marcha, no sorprendiéndose al sentir las suaves manos de Legolas sobre sus hombros, pues el Elfo, que al contrario de él andaba agazapado para no darse con la cabeza en el techo, parecía nervioso e inquieto en aquel lugar.

Llegaron finalmente a la cueva que Gimli le acababa de indicar, y Legolas sintió el fango y agua bajo sus pies. Gimli le ofreció la antorcha y él la tomó, preguntándose que se proponía su amigo.

"Sújetala." - dijo Gimli tomando otra antorcha y encendiéndola para él. - "Ahora, si me haces el favor de esperarme aquí, volveré en un instante."

"¿Esperarte? ¿A dónde vas?"

"Es una sorpresa, Legolas, volveré en seguida. No me alejaré mucho de tí." - dijo Gimli sonriéndole - "Pero te agradecería que cerraras los ojos."

Legolas parpadeó extrañado. "¿Para qué quieres que los cierre?"

"Tu hazlo, y luego ya verás."

"De acuerdo, Maese Gimli, después de todo, éste lugar no es más oscuro con los ojos cerrados. Pero sepas que escucharé a cada uno de tus pasos, así que no se te ocurra perderme en éste lúgubre laberinto."

Riéndose para sí mismo, Gimli dijo, "No te preocupes. Confía en mí."

Y volviéndose con su antorcha, el Enano oyó la suave voz del Elfo respondiéndole a sus espaldas. "Confío en tí."

Rápidamente, Gimli se puso manos a la obra. Con el fuego de su antorcha, encendió cada una de las lámparas de aceite que había preparado la noche anterior sin que nadie, ningún Enano, se diera cuenta de ello. Pronto volvió junto a Legolas, que le esperaba silencioso, con los bellos ojos elfos cerrados. "¿Puedo abrirlos ya?"

Gimli le tomó del brazo y sonrió. "Ábrelos, amigo."

Sorpresa y asombro cubrió su fino rostro cuando vio la bóveda dorada que brillaba frente a él. Sus ojos, muy abiertos, mirando fijamente lo que había frente a él, relucían con luces de colores, las luces que Gimli había creado. Legolas dio unos pasos, bajando suavemente la mano que sujetaba la antorcha, como olvidándose de ella, y su cara mostró la maravilla de un niño de tierras cálidas cuando ve caer la nieve por primera vez.

Nunca en sus muchos años de vida había visto algo así. Pilares de mármol se alzaban del suelo, pero no habían sido construidos por manos de Enano, sino que habían nacido de la naturaleza, tomando bellas formas, y agrupándose como árboles de plata blanca. Nunca se había imaginado que las estalactitas y estelagmitas (como las llaman los Enanos) pudieran ser tan hermosas, como extensos bosques blancos. Había cristales por todos los rincones, cuya belleza le recordaba a los Silmarils, aunque él nunca tuvo la oportunidad de ver tales piedras, y las lámparas de aceite las iluminaban, reflejando sus colores en el aire, llenando la cueva de espejismos rosas, blancos, verdes, amarillos y de otros colores del cristal y las joyas de las profundidades. Confesó, que era más hermoso que un arco-iris surcando el cielo tras una tormenta. La luz de las antorchas que sujetaban en mano destellaba en el suave mármol como delicadas cortinas resplandecientes.

Entonces Legolas vio que un lago subterráneo yacía tranquilo a unos pasos de él. Y cuando se acercó creyó ver cuernos de estalagmitas saliendo de ella, pero cuando vio su propio rostro en la superficie del agua, supo que aquellas piezas de mármol no surgían del fondo del lago, sino que eran un reflejo de lo que había sobre él. Y desde aquel momento, Legolas llamó a aquel lago el Gran Espejo de Erebor. Llevó una mano a las aguas, y ondeandolas, su superficie empezó a rielar mágicamente.

Caminando junto a Gimli, andaron sobre alfombras de oro, y el Elfo no pudo evitar arrodillarse para acariciar con sus dedos el oro brillante y el mithril que ahora descubrió en las paredes. En aquel instante en que sus dedos tocaban el suave mineral resplandeciendo con los colores de los cristales, Legolas sintió una punzada en el corazón, y sintió ganas de llorar; no sabía si conmocionado por la belleza del lugar o si apenado por su estupidez y falta de sensibilidad. Porque nunca había apreciado los comentarios de Gimli sobre la madre tierra. Porque nunca había creído en que tal belleza viviera bajo la tierra. Porque cada vez que entraba en una cueva, se lo reprochaba a Gimli, como había hecho antes, despreciando el perfume de la tierra y los minerales.

"Gimli..." - susurró, y no dijo nada más.

Gimli apagó las tintilantes luces de las lámparas soplando sus llamas, y salieron por donde habían entrado. La bienvenida que le dio Legolas al aire libre que les esperaba arriba no fue tan grande como había pensado el Elfo en un principio. Legolas miró a Gimli, y no necesitó decir nada, porque el hijo de Gloin entendió perfectamente lo que le decía su rostro. Con una sonrisa, le indicó que le acompañase. "Tengo algo más que enseñarte." - dijo y se puso en marcha, Legolas siguiéndole de muy cerca, perplejo aun por lo que sus ancianos ojos acababan de ver.

Cuando llegaron al exterior, Legolas supo que se avecinaba una tormenta; lo olió en el aire, aunque entonces el cielo estaba totalmente despejado y azul. Gimli tomó una mochila que había dejado en la entrada del pueblo. "Es agua." - dijo - "La necesitaremos, porque vamos a subir hasta la cumbre de la montaña. Nos llevará dos horas, mas si los Enanos no hubiéramos construido el camino por el que iremos, seguro que tardaríamos más de un día en llegar. Antaño, en estas tierras no se podían hallar senderos entre la espesura del bosque que cubre la montaña, y los viajeros encontraban muchos problemas en su camino."

"¿Qué hay en la cumbre, Gimli?" - preguntó el muy curioso Legolas - "¿Otra de tus sorpresas?"

Gimli rió. "Yo diría que sí. Aunque creo que ésta estará más de acuerdo con tus gustos élficos."

Sin más preguntas, Legolas le siguió por el llano sendero que les conduciría esta vez a las alturas.



Cuando llegaron a la cima, el Elfo aspiró hondo el aire una vez, pues en las alturas el viento era limpio y puro, y soplaba con más intensidad. Tanta, que el pelo se les removía violentamente y que podían sentir un silbido en sus oídos. La voz de los vientos.

La cima, al contrario del resto de la montaña hasta sus pies, era desierta, y sólo cuatro árboles torcidos la adornaban. El hijo de Thranduil se extrañó al oler algo distinto en el aire, algo fresco y que pocas veces había olido antes. ¿Sal? Eso le pareció, pero sólo antes la había visto porque los Elfos de las costas del mar la llevaba a su hogar. Entonces, ¿de dónde provenía ése olor salado?

"Ven aquí, Legolas. Mira en el horizonte y díme lo que ves." - dijo Gimli.

Legolas así lo hizo. Se fue junto a él y miró al horizonte. Tierras y tierras se extendían a su alrededor, incluso antes, que había mirado al este, le pareció ver el gran Bosque Negro, a miles de lenguas de distancia. Pero lo que vio en la dirección que Gimli le había indicado fue algo que nunca había visto antes. Allá, en la distancia, un llano desierto azul sin término alguno se extendía hasta donde sus ojos élficos lograban alcanzar. Y sobre él rielaban pequeñas luces amarillentas algo esparcidas pero más agrupadas en un punto triangular. Pequeñas lucecitas que brillaban como estrellas en un cielo nocturno, sólo que ése cielo estaba bajo sus pies, y no sobre su cabeza.

"¡El mar! ¡Veo el mar!" - exclamó Legolas con trastorno en la voz y con emoción en los ojos. Desde que era un pequeño niño Elfo, su mayor deseo había sido poder ver el mar y poder oler su brisa salada. Y Gimli lo sabía, porque se lo había dicho antes, ya en sus palabras o en sus canciones.

Permanecieron unos instantes en silencio, Legolas no apartando la vista del horizonte y Gimli mirándole con satisfacción en la cara, orgulloso por haber causado ése efecto sobre su amigo Elfo. No podía conducirle hasta las orillas del mar, pero sí podía enseñárselo desde las alturas de Erebor, donde llegaba la brisa salada arrastrada por el viento.

Cuando Legolas se volvió hacia él con brillo en los ojos, parecía perdido de palabras. Mas consiguió mostrar una dulce sonrisa. Apartó su melena rúbia de su rostro con una mano, pues el viento, que le llegaba de sus espaldas, se lo despeinaba, y se agachó posando una rodilla sobre la roca. Tomó las manos de Gimli, grandes, fornidas y maltratadas por el trabajo en las minas, entre las suyas, largas y suaves.

"Gracias, amigo Gimli. Muchas gracias..."

"Eres bienvenido, amigo mío."

Entonces Legolas se levantó, y volviéndose otra vez hacia la mar, entonó una canción, y su dulce canto se oyó hasta el pueblo Enano, donde los niños salieron de sus casas para mirar a la cumbre y sonreír, mientras que sus padres intentaban arrastrarlos a sus cuevas para alejarlos de tan hermosa voz, pero enemiga para ellos.

"¡Al Mar, al Mar! Claman las gaviotas blancas.
El viento sopla y la espuma blanca vuela.
Lejos al Oeste se pone el Sol redondo.
Navío gris, navío gris ¿no escuchas la llamada,
las voces de los míos que antes que yo partieron?"

"Partiré, dejaré los bosques donde ví la luz;
nuestros días se acaban, nuestros años declinan.
Surcaré siempre solo las grandes aguas."

"Largas son las olas que se estrellan en la playa última,
dulces son las voces que me llaman desde la Isla Perdida.
En Eresséa, el Hogar de los Elfos que los Hombres nunca descubrirán.
Donde las hojas no caen: la tierra de los míos para siempre."


"Pero tú nunca partirás al Oeste, ¿verdad Legolas?" - preguntó Gimli, cuando la voz se apagó y el Elfo se volvió a él.

"Espero que no, Gimli." - respondió él - "No mientras las personas que amo no abandonen esta tierra... o este mundo."



Tras el descenso, Gimli y Legolas estaban tan despeinados y llenos de polvo que entraron en sus habitaciones para limpiarse o cambiarse, pero en la habitación de Gimli entró el Elfo para que le ayudara con la trenza. Y Gimli se percató de que Legolas estaba mirando su pequeño baúl de oro con pequeñas hojas de Mellyrn talladas en mithril a su alrededor y con la tapa de reluciente cristal, rodeada por topacios amarillos, como el color de las hojas de Lothlórien.

"¿Esos son... los cabellos de Galadriel?"

"Exacto." - respondió Gimli sonriendo y abriendo la caja para que Legolas pudiera ver con claridad a los tres largos cabellos dorados posados cuidadosamente sobre una pequeña almohada de seda roja.

"Desde luego, muy bien los has atesorado. Y quien hizo ésto para guardarlos tiene que tener mucho talento. Sospecho que lo has hecho tú, porque sólo tú, de todos los Enanos de ésta Edad, has visto las hojas de Mellyrn del Bosque de Oro."

"En efecto, lo he hecho yo con mis propias manos. Pero no considero que posea la suficiente belleza como para atesorar un tesoro semejante. Ninguna de las más hermosas joyas ocultas bajo tierra puede compararse a esos tres cabellos, procedentes del más bello ángel que existe sobre la Tierra Media."

Legolas sonrió para sí mismo mientras que Gimli posaba el pequeño baúl sobre la mesita de noche otra vez, con un cuidado y cariño increíble. Tan fuerte era el amor de Gimli por la Dama Galadriel, una estrella brillante en el cielo, pero inalcanzable.

La súbdita risa de su amigo Enano interrumpió sus pensamientos. "¿De qué te ríes?" - preguntó con sorpresa.

"¡Aragorn debería verte ahora!" - dijo entre risas - "¿Y tú eres el que siempre se mete con su pelo? ¡Deberías verte! ¡Nunca antes te había visto con un simple cabello fuera de sitio!"

Las mejillas de Legolas se sonrojaron débilmente. "No es culpa mía que esté tan despeinado. Hacia mucho viento ahí arriba... A demás," - añadió formándose una gran sonrisa en sus labios - "yo no me meto con el pelo de Aragorn. Al menos no tanto como en su suciedad y su mal olor." - Entonces rió con Gimli. - "¡Vamos! Ayúdame a arreglarmelo antes de que alguien más me vea." - y se sentó en la cama.

Y en ese momento llegó alguien que no esperaban, y ése alguien no disimuló su cara de desagrado cuando vio los dedos de Gimli entre los cabellos rubios del Elfo.

"Gimli, deja de perder el tiempo y ven a las minas. No importa que tengas a un invitado; tienes que trabajar."

"En seguida voy, padre. Te presento a Legolas Hojaverde, hijo de Thranduil, miembro de la Compañía del Anillo. Ya te he hablado de sus heroicas acciones en la Compañía."

Legolas, algo apurado por no saber que hacer para complacer a Gloin, el padre de Gimli, hizo una reverencia con respeto. "Le agradezco que me haya permitido venir. Erebor es más hermosa de lo que me había imaginado, y todas esas cuevas de joyas y mithril me han dejado sin palabras. Ni en Khazad-Dûm encontré una belleza semejante."

Gloin le miró con desprecio. Nunca unas palabras dichas en la lengua de los Enanos le habían causado tanta repulsión. "Yo nunca le dí permiso a mi hijo para dejar que tus pies de Elfo pisaran nuestro pueblo. Pero supongo que no puedo echar al hijo del Rey, así que quédate el tiempo que quieras, pero te prohibo que hables con cualquier Enano de nuestro pueblo y que te acerques a nuestros niños. No quiero que les llenes la cabeza con vuestras paranoias élficas."

Gimli iba a reñir a su padre por su mala educación con su amigo, pero Legolas habló antes de que pudiera hacerlo. "Haré lo que me pida, Señor, mas le pido permiso para acompañar a Gimli a las minas."

"¿A las minas? ¿Y qué harás tú en las minas?"

"Ayudar en lo que pueda. Ya que se me ha permitido estar aquí, quisiera hacer algo de provecho en este lugar. Nunca he cogido un pico entre mis manos en todos mis años de vida, pero estoy dispuesto a trabajar duro."

Gloin echó una corta carcajada. "¿Un Elfo trabajando como minero? ¡No me hagas reír! ¡Los Elfos no están hechos para trabajos duros! ¡Esas lindas manos se te van a estropear!" - se burló. Entonces Gloin se retiró, pero antes dijo una última cosa - "Si ése es tu deseo, entonces baja a las minas. ¡Me pregunto cuando tiempo pasará hasta que la claustrofobia te domine por completo!"

El anciano Enano salió de la habitación, dejando a Gimli y a Legolas solos otra vez. Gimli sólo le pudo decir una cosa, mirándole con unos ojos que ya le pedían perdón. "Lo siento, Legolas, yo...no sé que decir."

"No tienes que disculparte, Gimli." - dijo el Elfo dedicándole una sonrisa - "¡Vaya! Tu padre incluso da más miedo que el mio. ¿No tendréis carceles en Erebor, verdad?" - bromeó.

Gimli hizo una risita, aunque sonó algo triste, porque de verdad sentía que su amigo no fuera bien recibido en su pueblo. "Normalmente no es así."

"Bueno, ya has oído a tu padre. ¡Vayamos a las minas, que el trabajo espera!" - dijo Legolas con una emoción que levantó los ánimos a Gimli. Se fueron, y por el camino hacia las minas, Gimli no hacía más que preguntarse cómo sería ver a un Elfo trabajando con un pico y una pala en un lugar cerrado y oscuro, donde sólo las velas y las joyas brillan.


Mientras tanto, en el exterior el cielo se nublaba, y negras nubes del norte se cernían sobre Erebor, amenazando una gran tormenta de viento helado. Legolas suspiró, porque sabía que el trabajo de minero dura desde que sale el fruto de Laurelin hasta que se esconde (lo cual era muy pesado y entristecedor para él, como para cualquier otro Elfo). Pero algo le consoló; y es que si llovía, no tendría la necesidad de añorar el aire libre y el calor del día.

Aquel era el 6 de Abril del año 3020. Se cumplía una año del día en que los portadores del Anillo recibían honores en el Campo de Cormallen. Y, hablando de los Portadores del Anillo, hacía cuatro meses (concretamente el 1 de Noviembre) que habían llegado a Hobbiton y que inesperadamente habían llevado a cabo la Batalla de la Delagua, en la que Saruman fue acuchillado y dado muerto al final de ésta por el mismo Gríma Lengua de Serpiente, quien luego fue abatido por las flechas que le dispararon unos Hobbits.

Pero ahora la paz había vuelto a la Comarca, y aquel 6 de Abril floreció el mallorn en el Campo de la Fiesta, donde Samsagaz lo había plantado para substituir al amado árbol que había sido talado por los hombres de Saruman (el mismo árbol bajo el que Bilbo Bolsón dio su discurso y desapareció.) Y mientras que Gimli y Legolas descendían a las profundidades de la tierra; Frodo, Sam, Merry y Pippin, miraban los primeros brotes de flores que aquella semilla que Galadriel le hubo dado como presente a Sam había florecido. El mallorn tenía la corteza plateada y las hojas largas, y acababa de cubrirse con flores doradas. Y ése árbol proveniente de los Bosques de Lothlórien crecería en gracia y belleza, y sería visitado por gentes de lejanos países, pues sería único, y uno de los árboles más hermosos del mundo.

Y junto a Sam, tomándole de la mano, estaba Rosita Coto, su prometida y muy pronto esposa. Y lejos, al sureste, el reinado del Rey Elessar florecía también, como antaño no había hecho. Al fin, todo era perfecto.




The Balrog of Altena: ¡Final del capi! En el próximo algo cambiará entre los Enanos y Legolas a causa de la tormenta (no digo más ^.~). Reviews porfa!!
Oh que se me olvida! El otro día hice un dibujito de Elenshael. Si queréis verlo sólo tenéis que decírmelo en vuestros reviews o me mandáis un e-mail. Y pronto tendré otro dibujo que me está haciendo Lothluin y que le está quedando de lo más bonito. Seguramente estará listo para el prox. capítulo.

~ Lothluin: ¿No sería bonito que en las películas hubieran salido niños Elfos o Enanos? ¡A ver si en la tercera nos salen! ^_^ ¡Gracias por tu review!

~ CARMENCHU: ¡Aiya! ¡Que bien que hayas leído mi fic! Sí, la verdad es que se te nota que te gustan los niños. ¡A mí también!
^_^ Espero que esta vez hayas tenido un pañuelo para limpiarte la baba cuando Legolas ha cantado en la cima de la montaña, je je. ¡Muchas gracias por tu review!

~ Noki: Eeeeiii tia! com va? que en fa de estona que no en sabia res de tú! Sort que ja ets pogut arreglar l'ordinador, eh? jo no podría viure tanta estona sense ell! Estic molt contenta de que t'hagi agradat el meu nou fic. ¡Fins un altre y que tot et vagi be!

~ Anariel: ¡Que tierna amistad, es verdad! ¡Y que tierno es Legolas al soportar así entre tantos enanos! ¡Siempre sonriendo! ^.^ Espero que te haya gustado el cap.

~ Alma: ¡Qué bien que te guste! Gracias por leer mi fic y por dejarme tu review.

Namárië, an sí.


* Lothlórien = Lórien del Capullo. ( La tierra regida por Celeborn y Galadriel entre los ríos Celebrant y Anduin. Probablemente el nombre original fue alterado por causa del nombre Quenya Lórien, que designa los jardines del Vala Irmo en Valinor. El Lothlórien se utiliza como prefijo la palabra Sindarin "loth", que significa "flor" También es conocido como 'Bosque de Oro' o 'Hogar de los Galadrim'.)

* Caras Galadon (Galadhon) = (Gran) ciudad de árboles.

* Mellyrn = Plural de "Mallorn"

* Mallorn = Árbol de oro. "mal-" (oro), "orn" (árbol).

* Mithril = Gris reluciente (o "gris brillante"). "Mith" (gris), "ril-" (brillo/ esplendor).

* Legolas = Legolas es un nombre dialectal de los Elfos de los Bosques. Los Elfos de los Bosques hablan la lengua Sindar y la forma pura Sindarin de su nombre es "Laegolas". "Legolas" está compuesto por "leg" (verde), una forma dialectal del Sindarin "laeg"; y Sindarin "golas/-olas" (colección de hojas, follaje). En "golas/-olas", se distingue el componente sindarin "las" (hoja), derivado del Alto Lenguaje de los Elfos "lasse". La forma "golas" del Alto Lenguaje de los Elfos es "olassië".
Por tanto, el significado del nombre podría decirse como "Hojas-verdes" (o "colección verde de hojas", o "verde follaje".)

* Elessar = Piedra de Elfo. "Elen" (estrella) y "sar" (piedra). "Elessar" se refiere
a la anciana piedra élfica con poderes curativos. Nombre dado a Aragorn en su coronación.