Hojaverde y el
Amigo de los Elfos.
Por The Balrog of Altena
Capítulo 5to: En Abril, aguas mil.
Hacía varios días que la lluvia no cesaba. Al principio no fue más que una llovizna incapaz de regar ni a un árbol, pero así como el día se fue alargando y llegó la tarde, los primeros relámpagos empezaron a tronar con un estruendo que resonaba en las cuevas de los Enanos y en las minas como el rugido de un dragón. Cerraron todas las puertas y ventanas, porque pronto la suave lluvia de sonido relajador se convirtió en una cruel tormenta de rayos y truenos que amenazaba en inundar las cuevas.
Y desde entonces la lluvia no había cesado ni disminuido, y ahora los Enanos ya no podían ni salir de sus hogares, porque la tormenta había causado el desbordamiento del Río Rápido y porque grandes cantidades de fango caían de Erebor en avalanchas que sepultaban las puertas de salida. Por tanto, lo mejor que podían hacer era esperar a que la tempestad llegase a su fin, y luego ya podrían salir a través de las minas que conducen a la cima para poder arreglar todos los destrozos y desperdicios que habrían sido causados.
Y os preguntaréis, ¿que hacía Legolas del Bosque Negro durante todo ese tiempo? Pues nada muy normal en un Elfo, que digamos. Su rutina diaria era levantarse temprano para bajar las minas y cavar, algo a lo que ya se había acostumbrado, pero que empezaba a causarle dolores musculares, aunque no se quejaba de ello. Lo más fácil fue acostumbrarse al "perfume de la madre tierra" como le dijo Gimli aquella vez, que a los dos días ya se había acostumbrado también.
Sin embargo, los Enanos no querían a Legolas en las minas, aunque no le echaron, pero Legolas tenía la costumbre de cantar mientras excavaba, (porque era algo que le ayudaba a olvidar su desagrado por "el oscuro subsuelo") a lo que los demás se opusieron y más de una vez le exigieron a Gimli que le ordenase dejar de cantar. Pero eso era algo que Gimli no podía hacer, así que Legolas continuó, pero sólo disminuyendo la voz para tararear para sí mismo.
Increíblemente, al cabo de un tiempo los Enanos llegaron a dejar de molestarle, porque aquella dulce, melodiosa y suava voz les ayudaba a relajarse en el trabajo, y escuchándole se perdían en sueños y el tiempo pasaba rápidamente hasta llegar el crepúsculo, cuando dejaban sus palas y picos para retirarse a sus hogares.
A demás de las minas y la lluvia había, otros problemas entre el Elfo y los Enanos. Como por ejemplo, la comida.
Bien sabréis que Legolas era un Elfo vegetariano, y aunque los Enanos también comen verduras su, plato predilecto es la carne. El problema era que a causa del desbordamiento los campos de cereales, frutos y vegetales se habían inundado, dejándoles sin éste alimento. Mas los Enanos cuidaban bien el ganado en el interior de la montaña con reservas de pienso y agua. Pero reservas vegetales no tenían ninguna, por lo que Legolas se vio obligado a comer nada más que simple pan, no del día porque los campos de cereales se habían inundado, sino reservas de pan amasado, fermentado y cocido el mismo día en que comenzó la tormenta (lo que le recordaba a aquellos días en la Compañía, cuando no tenían nada más que lembas para comer, como durante la persecución de los Uruk-hai para rescatar a Merry y Pippin de sus garras).
Legolas era cabezota y estaba dispuesto a vivir sólo de pan hasta que la tormenta cesase y pudiera salir en busca de frutos silvestres por los prados cercanos; incluso estaba dispuesto a comer el pienso del ganado si se le agotaban las reservas de pan. Cualquier cosa antes de saborear el más pequeño trozo de carne. El sólo pensamiento de que mucha gente (incluido Elfos descendientes de otros lugares de la Tierra Media) se alimentaban de seres vivientes con voz propia y que habían sido sacrificados por ellos mismos le removía el estómago.
Pero al fin y al cabo puede que el mayor problema de todos tuviera que ver con los niños. Durante este tiempo, los niños se habían encariñado con el Elfo, pues era muy gentil y tierno con ellos, y a pesar que Gloin le había prohibido acercarse a ellos, Legolas les hablaba, cantaba y contaba historias y cuentos de años antiguos y a veces olvidados. Porque algo que no le podían prohibir o impedir a Legolas era sentir amor hacia los niños. E incluyendo a Gimli, ellos eran su único motivo por quedarse ahí en lugar de volver a su hogar del bosque para estar con su gente que sabe que le ama.
Así que, pasado diez días la tormenta llegó a su fin. Aquel amanecer del 16 de Abril, Legolas no se despertó con el rugido de los truenos, sino con el silencioso y calmado sonido de las diminutas gotas, tintineando al caer sobre la roca de vez en cuando. Al mirar por la ventana de su habitación lo que vio a fuera le alegró el corazón. Era el sol. Brillaba como había hecho el día en que la Compañía de los Nueve se separó definitivamente y tan sólo oía las gotitas de agua que descendían de la roca y goteaban en su ventana, el canto de los pájaros y el estruendo del río desbordado, que ahora bajaba caudaloso hacia el Esgaroth, el Lago Largo.
Sonriendo, abrió los cristales de su ventana y apoyando las manos en el marco respiró hondo el aire fresco del exterior. Alguien llamó a su puerta y sin esperar una respuesta, entró.
"Buenos días Legolas." - saludó el muy contento Gimli. Al parecer él también se había levantado de buen humor con el regreso del buen tiempo.
"Buenos días Gimli. Al fin a cesado la lluvia. ¡Que bien que podamos volver a sentir el calor del sol!"
"Eso digo yo." - respondió Gimli - "Y es más buen día para ti de lo que crees, porque hoy no bajaremos a las minas. El trabajo está en el aire libre, aunque puede que tampoco te guste, porque tenemos que quitar el fango y las piedras que nos cubren."
"Un poco de suciedad no viene mal de vez en cuando." - sonrió Legolas - "A demás, dicen que el fango es bueno para suavizar la piel. ¿Qué tal si nos damos una baño de fango esta noche?"
"Por mí bien." - rió Gimli - "Aunque al final del día estarás tan harto del fango que dudo que quieras volver a tocarlo en tu vida."
A través de viejos pasadizos y túneles que los Enanos excavaron antes de la llegada del dragón Smaug, pudieron salir al exterior, y estaban en la cima de la montaña. Desde allí pudieron ver los destrozos de la tormenta, y eran muchos. La tierra y la piedra de la montaña se había desecho y las avalanchas habían arrasado el bosque y habían cubierto la entrada principal al pueblo Enano. Los cuatro míseros árboles que adornaban la cumbre habían caído, al igual que otro muchos que antes se alzaban frente la montaña, a las cercanías del río.
Hablando del río, el desbordamiento había sido peor de lo que creyeron en un principio. El Celduin descendía más ancho y caudaloso que nunca. La corriente fangosa era peligrosamente rápida y violenta, y había arrastrado grandes cantidades de rocas y árboles. Tuvieron suerte de bien cerrar las entradas a la montaña, porque si el agua se hubiese filtrado habría sido un gran desastre.
A los niños y mujeres no les permitieron salir por cautela, porque había peligro de avalancha aun, y porque ya se sabe que los niños se meten en cualquier lugar y no querían que por accidente cayeran al río o resbalaran montaña abajo.
El descenso fue complicado, cada uno de sus pasos hacía que las piedras sobre las que caminaban resbalaran con el fango y se despeñaran. Mas de un Enano tropezó, pero por suerte no hubo ninguna caída grave. Los Enanos tenían que apretar los dientes y cerrar los puños de la rabia que sintieron cuando vieron al Elfo andar ágilmente como un gato, sin tropezar ni una sola vez.
Abajo en la entrada el trabajo duró varias horas; llegado el mediodía el lodo, barro y rocas ya habían sido desplazados y el pueblo ya podía entrar y salir libremente por la gran puerta principal. Satisfechos por su trabajo, todos se sentaron a echar un pequeño descanso y a comer antes de empezar a remediar los destrozos del campo. Legolas oyó la típica risa de su amigo Enano, riéndose por supuesto de su aspecto, pues sus piernas y manos estaban cubiertas de lodo, y su rostro estaba sucio también. De todos modos, Legolas también se rió de su aspecto, pues Gimli estaba cubierto de barro hasta la cintura y en los brazos, y su larga barba normalmente limpia y peinada era irreconocible.
Jidda, la niña pelirroja de ojos saltones y mejillas redondas y sonrojadas, pateó el suelo enfadada. Estaba teniendo una discusión con su madre. "¡Pero mamá...!"
"¡Nada de peros!" - respondió la madre - "¡Papá está muy enfadado contigo! ¿No te dijimos que el Elfo era hostil y que no debías acercarte a él? Los Elfos del Bosque Negro son enemigos del pueblo. Nos encierran en sus cárceles si ponemos un pie en sus bosques. ¿Y con qué motivo? ¡Ninguno! ¡Los Elfos son crueles!"
"¡Éste no!"
"Todos son iguales, Jidda. Te prohibo que vuelvas a acercarte a él."
"¡Pero no hace nada malo! Nos cuenta historias y nos canta canciones."
"No volverás a oír sus canciones, Jidda. Tu padre y yo nos encargaremos de que echen a ése maldito Elfo de nuestro pueblo."
"¡No!" - chilló la niña, sintiendo lágrimas en los ojos. Entonces se dio la vuelta y echó a correr.
"¡No le des la espalda a tu madre, niña!" - gritó la mujer Enano, viendo a su hija salir de la cueva e ir a fuera por la puerta principal del pueblo.
Jidda siguió corriendo, lágrimas mojándole sus mejillas, hasta que se detuvo sobre una enorme piedra lisa que sobresalía de la montaña. Se secó los ojos con un sollozo, y dejó de lloriquear cuando por primera vez oyó el clamor del río. más caudaloso que de costumbre. Dio un paso en frente (con mucho cuidado, pues la piedra era resbaladiza con la lluvia que había cesado la noche pasada) y asomó su cabezita para ver que el Río Rápido estaba ahí, frente a ella, fluyendo con violencia. Tanta que los salpicones del agua saltaban sobre su rostro.
De repente, su pie izquierdo (que tenía más al frente) resbaló, y por más que la pequeña intentó agarrarse, sus manitas no pudieron quedar sujetas a la lisa y resbaladiza roca sobre la que estaba, y cayó al agua. Nadie la había visto caer.
Sumergida en el agua turbia, la poderosa corriente la arrastró río abajo en cuestión de segundos. Asustada como estaba la niña porque no podía ver nada ni podía respirar, estiró los brazos en un intento de agarrarse a algo. Desesperada creyó que no encontraría nada, pero chocó con algo y se agarró a ello. Sacando al fin la cabeza a fuera, se percató que a lo que estaba sujeta era una vieja tronca de árbol. Estaba caído, y si el río aun no lo había arrastrado era porque unas pocas raíces lo mantenían sujeto aún.
Jidda trató de moverse y desplazarse por la tronca hasta la orilla, pero la corriente era tan fuerte que o podía hacer un sólo movimiento, y sentía que sus manos temblorosas iban perdiendo su fuerza. Pronto estarían tan débiles que no podría seguir agarrándose. En un último esfuerzo por salvar su vida, gritó.
Gimli, con su ración de comida en mano, estaba charlando alegremente con su amigo Legolas, con su pan en mano también. Entonces Legolas, que estaba sonriendo, se puso serio; una expresión que le recordó a Gimli las veces que en las noches de la Compañía él escuchaba y les avisaba si oía pasos enemigos cercanos.
"¿Qué ocurre, Legolas?"
"Oigo algo," - dijo poniéndose en pie de repente - "Es la voz de una niña." - y se marchó corriendo. Gimli, un poco alterado, se levantó y le siguió lo más rápido que pudo. Varios Enanos, que habían oído su conversación (o mejor dicho, que les habían estado escuchando), se pusieron en pie también y les siguieron.
Unos pasos más allá todos empezaron a oír más claramente lo que Legolas ya había oído antes. Era una niña, y estaba gritando ayuda.
"¡Qué alguien me ayude! ¡Auxilio! ¡Me estoy ahogando! ¡Por favor, que alguien me ayude!" - chillaba entre lágrimas. Entones la vieron, sujeta a la tronca del árbol, junto a la cascada. La pobre niña se esforzaba por mantener la cabeza fuera del agua, pero no podía, y de tanto en tanto se sumergía y la perdían de vista, y todos saltaban cuando la veían salir de nuevo.
La conmoción les dominó y hubo escándalo. Fue entones que las mujeres y los niños, sintendo que había sucedido algo, salieron de las cuevas y se unieron a ellos.
"¡Es Jidda!" - gritaron los hermanos Glorir y Dolir, unos niños amigos de la pequeña.
"¡Mi hija!" - gritó una mujer Enana. Y si alguien no la hubiera cogido, la mujer hubiera saltado al río a por ella. - "¡Mi niña se va ahogar!" - siguió gritando mientras forcejeaba contra el que la había tomado por los brazos. - "¡Que alguien la salve, por favor!" - imploró la madre.
Viendo que a la niña no le quedaba mucho tiempo, empezaron a planear como hacer para salvarla. La corriente era rápida y fuerte, muy fuerte. El único modo de salvarla era nadar hacia ella, pero ningún Enano era lo suficiente buen nadador como para hacerlo en una corriente así. Otra opción era subir a la cima de la montaña y de ahí donde fluía el río podrían ir al otro lado de la orilla, lo que hacía más fácil su rescate. Mas el tiempo que les precisaba subir a la cumbre y volver a bajar era demasiado, y para entonces la niña ya habría caído cascada abajo y se habría ahogado.
Gimli se ofreció voluntario para ir a rescatarla. "Iré nadando hasta ella" - dijo - "Mas necesitaré de vuestra ayuda. Atadme una cuerda en la cintura y sujetadla, luego tendréis que tirar de ella con todas vuestras fuerzas para sacarnos ahí."
Los demás asintieron, incluido Gloin, orgulloso de su valiente hijo. Mas Legolas se opuso. "No, Gimli. La corriente es demasiado fuerte y tú pesas mucho. Dejádmelo a mí. Pero también necesitaré de vuestra ayuda."
"Legolas amigo, es muy peligroso. Lo siento, no voy a dejar que lo hagas." - dijo Gimli.
"Pero Gimli, mira a la niña. Tengo que hacerlo. Yo soy más ligero y más buen nadador." - los enanos le miraron con furia - "Sin intención de ofender." - añadió Legolas rápidamente.
"Ésto no es de tu incumbencia." - dijo Gloin - "Es asunto de los Enanos."
Legolas sintió como la sangre le hervía en las venas. Esta vez las cosas habían llegado demasiado lejos, y se enfadó. "¡Es de mi incumbencia! ¡Yo estoy aquí, y por más que no lo aceptéis a mí me incumben vuestros problemas! ¡Jidda es también mi amiga, y es de mi incumbencia hacer todo lo posible por salvarla! ¡Lo haré aunque no queráis! ¡Así que, ¿pensáis ayudarme o no?!"
Gloin no dijo más, porque nunca antes el Elfo le había le había hablado en ese tono de voz. Mientras que los demás empezaron a atarle una cuerda en la cintura, viendo razón en sus palabras.
Legolas se acercó al río. Sintió una mano que le tomaba del brazo. Era Gimli, que le miraba con temor y esperanza a la vez en los ojos.
"Ve con cuidado, Legolas."
"Eso haré, amigo." - sonrió él. Suspiró y se lanzó al gua, y bruscamente sintió como la corriente le arrastraba, pero los Enanos le tenían bien sujeto de la cuerda. Sabía que no le dejarían caer, mas también sabía que ni el mejor nadador del mundo podía hacer lo que él estaba haciendo. Luchando contra la turbia corriente, Legolas rezó a los Valar para que obraran un milagro.
Varias veces se hundió bajo las sucias aguas revueltas, pero con gran esfuerzo logró llegar hasta Jidda. Tomó la temblorosa niña entre sus brazos y la alzó para que no se hundiera. La pequeña empezó a toser, porque al parecer se había tragado un poco de agua. Legolas hubiera querido acariciarla, pero no pudo porque tenía que mantenerse bien sujeto a la vieja tronca. "Está bien, Jidda." - le dijo él tiernamente - "Ya estoy aquí."
"¿Legolas?" - dijo ella con un hilo de voz.
Entones Legolas oyó un estruendo acompañado por los gritos de los Enanos, gritándole que estuviera alerta. Miró hacia arriba, y por su horror vio lo que estaba sucediendo: una avalancha de fango y rocas se avecinaba salvajemente por ese lado de la orilla. No hubo tiempo de hacer nada. La avalancha era increíblemente rápida y en cuestión de centésimas de segundos ya estaba sobre ellos. Legolas tuvo ése corto periodo de tiempo para elegir entre ser sepultados por las rocas o soltarse y dejarse caer por la cascada. Y eligió la segunda opción. Soltó la cuerda que le sujetaba, y ambos Elfo y niña cayeron brutalmente por la casada.
Conmocionados por lo sucedido, los Enanos se apresuraron a ir montaña abajo con la esperanza de encontrarles. Vivos o muertos.
Por su parte, Legolas hizo lo posible por mantener a la niña entre sus brazos, y para que ésta no saliera herida trató de que su propio cuerpo hiciera de escudo. Sintió fuertes golpes que le hirieron brutalmente, pero intentó no perder la conciencia; no mientras Jidda no estuviera a salvo sobre la tierra. Segundos después ya habían sido arrastrados hasta el pie de la montaña (tan poderosa era la corriente) donde las aguas del Celduin ya fluían calmadas.
Sintiendo un terrible dolor en cada movimiento, Legolas nadó hasta que sus manos tocaron la arcilla de la orilla. Arrastrándose salió del agua con la temblorosa niña en brazos, que tosía. Entonces, oyó su vocecita. "¿Legolas?"
Relajándose al ver que la niña estaba bien, Legolas dejó que la oscuridad le llevara. Y no vio más.
Tiempo después llegaron los Enanos, y lo que encontraron les dolió en el corazón: Jidda lloraba y gritaba el nombre de Legolas mientras con sus manitas sacudía al Elfo caído, que no daba señales de vida. Corrieron a ellos y tomaron a la niña y se la entregaron a su padres, que la envolvieron en una manta y la abrazaron llorando. Milagrosamente, Jidda no tenía ni un rasguño en su cuerpo. Pero no podían decir lo mismo del Elfo. Duros golpes se marcaban en su piel. Tenía cortes que sangraban. En su fino rostro había un gran golpe morado, y estaba sucio, con el pelo destrozado. Su piel estaba pálida, totalmente blanca. Y sus labios estaban morados.
Una visión espantosa. Más para Gimli, que en cuanto vio que su amigo tenía los ojos cerrados y en su estado, temió lo peor. Ningún Elfo cierra los ojos, a no ser que esté gravemente herido. Él lo sabía.
Le dieron la vuelta y le pusieron de espaldas, sintiendo su que su cuerpo había perdido todo calor, y que estaba frío, por no decir helado. Gimli no perdió el tiempo en llamarle por su nombre y posar la cabeza sobre su pecho, esperando detectar el latido de su corazón. Pero no oyó nada. Lo único que oyó fue la voz de Jidda a sus espaldas, diciendo "¿Se va a poner bien?"
Instintivamente cruzó sus manos sobre el pecho de Legolas (deseando que no se hubiera roto ninguna costilla) y empezó a masajearle, intentando y queriendo poner su corazón en marcha otra vez. Tras presionar cinco veces posó sus labios en lo fríos labios morados de Legolas y sopló dos veces, ofreciéndole aire. Lo repitió una y otra vez, pero tras varios intentos Legolas aun no respondía.
Gloin, apenado por lo que sus ancianos ojos veían, posó una mano consoladora sobre el hombro de su hijo. "Déjalo, Gimli, hijo mío. No hay nada que puedas hacer."
Gimli, que hacía tiempo que había empezado a temblar también, no hizo caso y siguió con el masaje. No dejaría que su amigo muriera frente a él. Legolas era un Elfo, y como Elfo su vida era inmortal. No quería verle morir. Gimli había asumido y estaba decidido a morir antes que él.
"Vamos Legolas... Por el Amor de Yavanna y Nienna, ¡no te mueras! ¡Respira! ¡Hazlo por mí!" - imploró Gimli y una vez más le dio aire. Los demás les miraban apenados; algunos llorando, otros apartando la vista para no verlo y algunos cubriéndose los ojos. Entonces, Legolas se movió, abrió los ojos y se echó a un lado y vomitó agua que se había tragado.
Todos gritaron vivas y hurras emocionados, contentos de verle con vida, y los niños quisieron tirarse sobre Legolas y abrazarle, pero les detuvieron, porque el Elfo necesitaba espacio para respirar. Gimli le ayudó a sentarse mientras acababa de toser el agua del río y empezó a frotarle la espalda con una mano, para darle calor. No pudo evitar llorar silenciosas lágrimas de alegría cuando Legolas se apoyó en su lecho y le rodeó la cintura con sus largos brazos.
Entre el dolor, Legolas sentía la gente a su alrededor, y oía cada cosa que decían. Sentía también los brazos de Gimli, sujetándole y dándole calor. Se fundió en su abrazo. Se sentía bien en sus brazos. Oyó como le susurraba unas palabras, pero el mareo y mal estar le venció, y al final se dejó caer inconsciente.
Primero tuvo frío. La sensación de frío no es algo muy común para un Elfo. Ellos pueden caminar un día entero en una tormenta de nieve sin enfriarse ni las puntas de los dedos. Pero él supo que aquello era frío porque tembló. Segundos después notó un cosquilleo en la nuca y tan sólo un instante después sintió el calor de un abrazo. Ahora lo que sentía era luz, luz acariciándole la piel.
A pesar de sentir la luz, todo estaba oscuro. Tenía los ojos cerrados. Le sorprendió ver que le costaba abrirlos, pero poco a poco sus párpados se movieron, lentamente como dos flores al estirar sus pétalos en un claro amanecer. Primero todo era borroso, mas poco a poco la visión se le fue aclarando hasta que límpidamente vio el techo de mármol gris. Comprendió que se había desmayado y que acababa de despertar. Lo último que recordaba era oír la voz de Jidda, llamándole, justo después de que lograran salir del río.
Entonces recordó el dolor, o más bien, sus heridas recordaron por él, y se sintió enfermo, con una espantosa jaqueca, pero lo peor era el dolor que sentía por todo su cuerpo y en el lado izquierdo de su cara. Tenía los labios secos como arena, y sus ojos estaban llenos de legañas. No pudo evitar que sus labios se abrieran en una lamento de dolor. Y fue entonces cuando se percató de otra cosa; alguien le estaba tomando de la mano, alguien con las manos rasposas pero gentiles. Sin duda era Gimli. El Enano había estado todo el tiempo tomándole la mano, pero se la estrechó cariñosamente cuando Legolas gimió.
Legolas intentó incorporarse. No por ello sintió más dolor, porque sus músculos ni siquiera reaccionaron, pero Gimli, al ver lo que trataba de hacer, puso su otra mano en su frente. "No te muevas, Legolas." - dijo con suavidad en la voz - "Aun no estás en condiciones de moverte."
Legolas quiso hablar, mas no le salió la voz; tenía la garganta totalmente seca. Gimli le acercó un vaso de agua y él se la bebió con deleite. No recordaba haber tenido tanta sed nunca antes en su vida.
"Elfo loco." - gruñó Gimli - "Te dije que era peligroso y que tuvieras cuidado. ¿Pero me hiciste caso? ¡No! Nunca me haces caso. Debí imaginar que esto ocurriría."
"Ya sabes lo cabezota que soy, Gimli." - pudo hablar al fin, con voz ronca. - "¿Cuánto tiempo llevo durmiendo?"
"Dos días ya. ¿Tendrás hambre, no? Unos Enanos bajaron a los bosques cercanos a encontrar comida para ti, ¡y mira que suerte! Encontraron algunos frutos silvestres que no se habían estropeado con la lluvia. Y puedo hacerte unos huevos si quieres, porque comes huevos, ¿no? ¿O eso tampoco entra en tu alimentación?"
"No te molestes, Gimli, no tengo hambre." - respondió Legolas, que se había quedado un poco aturdido cuando Gimli le dijo que había estado inconsciente durante dos días, mas la sorpresa se le pasó cuando oyó la palabra "comida", que le hizo remover el estómago. Se sentía demasiado enfermo para comer.
"Pues vas a comer quieras o no. Mira lo delgado y débil que estás. Iré a buscarte algo enseguida." - Gimli se puso en pie, mas Legolas le tomó por la mano que le había estado cogiendo todo el tiempo.
"Ahora no puedo comer nada, de verdad, Gimli. Quédate aquí conmigo."
Gimli le miró a los ojos. No se lo estaba pidiendo, sino suplicando. Echando un suspiro, Gimli se dio por vencido y volvió a sentarse junto al lecho de Legolas. "Está bien." - balbuceó - "Bebe un poco más de agua y ya comerás más tarde. Pero tendrás que comer, ¿eh? Si no, no te recuperarás."
"¿Cómo está Jidda?"
"Está bien, amigo, y gracias a ti. Por suerte salió sin ningún rasguño. Sólo con un buen constipado." - dijo - "Está ansiosa por verte, los demás niños también. Y no sólo los niños," - rió Gimli - "todos quieren verte. Se alegrarán de oír que ya estás despierto. ¡Les diste un buen susto! Es decir...Nos diste un buen susto."
Una sonrisa se formó en el rostro de Legolas, y no se borró, pues en aquel instante se quedó profundamente dormido; ésta vez con los ojos semi-abiertos, indicando que estaba fuera de peligro. Que pronto se recuperaría. Gimli le acarició el moretón de su rostro y su frente, y le susurró dulces sueños.
Se quedó un rato más con él y luego se retiró, corriendo a dar la buen noticia a todo el mundo. Pues, aunque Legolas no lo sabía aun, los Enanos le amaban ahora tanto como hacían sus hijos. Desde el accidente no dejaron de preguntar por el estado de su nuevo héroe.
¡Al fin un poco de alegría! Hacía dos días todo había sido una pesadilla especialmente para Gimli, desde el preciso momento en que encontraron a Legolas tendido junto a las orillas del Río Rápido, sin pulso alguno. Fue una pesadilla el tener que transportarlo montaña arriba hasta el pueblo, pues temían que se hubiera roto la espalda y no querían dañarle más. Por suerte, después de lavarle con extremo cuidado, los curanderos y curanderas anunciaron que no había nada que un Elfo no pudiese curar. Tenía tres huesos rotos: uno de la pierna, la clavícula derecha y una costilla inferior, afortunadamente no dañada del todo. Lo demás eran golpes superficiales que se le amoratarían e hincharían, pero aplicándole las hierbas indicadas y con el increíble poder de recuperación de los Elfos, se le pondrían bien más pronto de lo que podrían esperar. Los cortes no fueron muy profundos. Con desinfectante, vendas y descanso no podrían empeorar.
Convencido de que todos estarían contentos por la buena noticia, aceleró el paso.
The Balrog of Altena: ¡Final del capi! No os preocupéis que en el próximo Legolas se va a poner bueno del todo ^_~ Sin aun queréis ver el dibujo de Elenshael, podéis decírmelo y yo os lo mandaré por e-mail.
~ Anariel: Espero que este cap. te haya gustado. Gracias por tu review y por leer mi fic.
~ Evan: ¡Aiya Evan! Es genial volver a verte de nuevo ^_^ Estoy muy contenta de que este fic también te guste. ¡No dejes de leerlo!
~ orion: ¡Muchas gracias por tu review! Leí tu fic "Thranduilion Chronicles: Book One: Son of the Valar" Está muy bien. ¿Vas a escribir más "Thranduilion Chronicles" como yo hago en mis fics "Las Aventuras de la Compañía"? Yo ya llevo el Primer, Segundo y Tercer libro, y tengo pensado hasta el Sexto. ¡Gracias por leer mi fic!
~ Lothluin: ¿Qué te ha parecido este cap? Te enseñaré el dibujo de Elenshael con mucho gusto, y espero que te guste. Te digo un secretito: si su mirada te recuerda a la de Éowyn, no será de extrañar, porque cuando empecé a dibujarla quería hacer a Éowyn, pero al final me dio por dibujar a Elen. ^_^ Tenna rato!
Namárië, an sí.
* Yavanna = Dadora de Frutos. (Una de las Valier, llamada también "Kementári" (Reina de la Tierra) en la lengua Eldarin. Se contaba entre los Aratar; esposa de Aulë. Entre las Reinas de los Valar, Yavanna es la más venerable después de Varda. En forma de mujer es alta y viste de verde; pero a veces asume otras formas. Algunos la han visto en forma de árbol, con ramas que derramaban un rocío dorado que al caer sobre la tierra estéril verdeaba con el trigo. Bajo el poder del canto de Yavanna brotaron y florecieron los Dos Árboles de Valinor: Laurelin y Telperion.)
* Nienna = (Otra de los Valier y de los Aratar. Señora de la piedad y el duelo; hermana de los Fëanturi (Los Amos de los Espíritus), que son los Valar Námo (Mandos) e Irmo (Lórien). Nienna es más poderosa que Ëste la curandera. Está familiarizada con el dolor, y lloró las heridas que sufrió Arda por obra de Melkor. En la Música de los Ainur, su canto se convirtió en un lamento. Dicen que quien escucha sus lágrimas y lamentos aprende a tener piedad y firmeza en la esperanza.)
Yavanna Y Nienna manifestaron sus poderes de curación y crecimiento en los Árboles, después de que éstos fueran destruidos por Melkor, pero no lograron salvarlos.)
* Laurelin = Canción del Oro. (El más joven de los Dos Árboles de Valinor)
* Telperion = (El mayor de los Dos Árboles de Valinor; llamado "El Árbol Blanco")
Por The Balrog of Altena
Capítulo 5to: En Abril, aguas mil.
Hacía varios días que la lluvia no cesaba. Al principio no fue más que una llovizna incapaz de regar ni a un árbol, pero así como el día se fue alargando y llegó la tarde, los primeros relámpagos empezaron a tronar con un estruendo que resonaba en las cuevas de los Enanos y en las minas como el rugido de un dragón. Cerraron todas las puertas y ventanas, porque pronto la suave lluvia de sonido relajador se convirtió en una cruel tormenta de rayos y truenos que amenazaba en inundar las cuevas.
Y desde entonces la lluvia no había cesado ni disminuido, y ahora los Enanos ya no podían ni salir de sus hogares, porque la tormenta había causado el desbordamiento del Río Rápido y porque grandes cantidades de fango caían de Erebor en avalanchas que sepultaban las puertas de salida. Por tanto, lo mejor que podían hacer era esperar a que la tempestad llegase a su fin, y luego ya podrían salir a través de las minas que conducen a la cima para poder arreglar todos los destrozos y desperdicios que habrían sido causados.
Y os preguntaréis, ¿que hacía Legolas del Bosque Negro durante todo ese tiempo? Pues nada muy normal en un Elfo, que digamos. Su rutina diaria era levantarse temprano para bajar las minas y cavar, algo a lo que ya se había acostumbrado, pero que empezaba a causarle dolores musculares, aunque no se quejaba de ello. Lo más fácil fue acostumbrarse al "perfume de la madre tierra" como le dijo Gimli aquella vez, que a los dos días ya se había acostumbrado también.
Sin embargo, los Enanos no querían a Legolas en las minas, aunque no le echaron, pero Legolas tenía la costumbre de cantar mientras excavaba, (porque era algo que le ayudaba a olvidar su desagrado por "el oscuro subsuelo") a lo que los demás se opusieron y más de una vez le exigieron a Gimli que le ordenase dejar de cantar. Pero eso era algo que Gimli no podía hacer, así que Legolas continuó, pero sólo disminuyendo la voz para tararear para sí mismo.
Increíblemente, al cabo de un tiempo los Enanos llegaron a dejar de molestarle, porque aquella dulce, melodiosa y suava voz les ayudaba a relajarse en el trabajo, y escuchándole se perdían en sueños y el tiempo pasaba rápidamente hasta llegar el crepúsculo, cuando dejaban sus palas y picos para retirarse a sus hogares.
A demás de las minas y la lluvia había, otros problemas entre el Elfo y los Enanos. Como por ejemplo, la comida.
Bien sabréis que Legolas era un Elfo vegetariano, y aunque los Enanos también comen verduras su, plato predilecto es la carne. El problema era que a causa del desbordamiento los campos de cereales, frutos y vegetales se habían inundado, dejándoles sin éste alimento. Mas los Enanos cuidaban bien el ganado en el interior de la montaña con reservas de pienso y agua. Pero reservas vegetales no tenían ninguna, por lo que Legolas se vio obligado a comer nada más que simple pan, no del día porque los campos de cereales se habían inundado, sino reservas de pan amasado, fermentado y cocido el mismo día en que comenzó la tormenta (lo que le recordaba a aquellos días en la Compañía, cuando no tenían nada más que lembas para comer, como durante la persecución de los Uruk-hai para rescatar a Merry y Pippin de sus garras).
Legolas era cabezota y estaba dispuesto a vivir sólo de pan hasta que la tormenta cesase y pudiera salir en busca de frutos silvestres por los prados cercanos; incluso estaba dispuesto a comer el pienso del ganado si se le agotaban las reservas de pan. Cualquier cosa antes de saborear el más pequeño trozo de carne. El sólo pensamiento de que mucha gente (incluido Elfos descendientes de otros lugares de la Tierra Media) se alimentaban de seres vivientes con voz propia y que habían sido sacrificados por ellos mismos le removía el estómago.
Pero al fin y al cabo puede que el mayor problema de todos tuviera que ver con los niños. Durante este tiempo, los niños se habían encariñado con el Elfo, pues era muy gentil y tierno con ellos, y a pesar que Gloin le había prohibido acercarse a ellos, Legolas les hablaba, cantaba y contaba historias y cuentos de años antiguos y a veces olvidados. Porque algo que no le podían prohibir o impedir a Legolas era sentir amor hacia los niños. E incluyendo a Gimli, ellos eran su único motivo por quedarse ahí en lugar de volver a su hogar del bosque para estar con su gente que sabe que le ama.
Así que, pasado diez días la tormenta llegó a su fin. Aquel amanecer del 16 de Abril, Legolas no se despertó con el rugido de los truenos, sino con el silencioso y calmado sonido de las diminutas gotas, tintineando al caer sobre la roca de vez en cuando. Al mirar por la ventana de su habitación lo que vio a fuera le alegró el corazón. Era el sol. Brillaba como había hecho el día en que la Compañía de los Nueve se separó definitivamente y tan sólo oía las gotitas de agua que descendían de la roca y goteaban en su ventana, el canto de los pájaros y el estruendo del río desbordado, que ahora bajaba caudaloso hacia el Esgaroth, el Lago Largo.
Sonriendo, abrió los cristales de su ventana y apoyando las manos en el marco respiró hondo el aire fresco del exterior. Alguien llamó a su puerta y sin esperar una respuesta, entró.
"Buenos días Legolas." - saludó el muy contento Gimli. Al parecer él también se había levantado de buen humor con el regreso del buen tiempo.
"Buenos días Gimli. Al fin a cesado la lluvia. ¡Que bien que podamos volver a sentir el calor del sol!"
"Eso digo yo." - respondió Gimli - "Y es más buen día para ti de lo que crees, porque hoy no bajaremos a las minas. El trabajo está en el aire libre, aunque puede que tampoco te guste, porque tenemos que quitar el fango y las piedras que nos cubren."
"Un poco de suciedad no viene mal de vez en cuando." - sonrió Legolas - "A demás, dicen que el fango es bueno para suavizar la piel. ¿Qué tal si nos damos una baño de fango esta noche?"
"Por mí bien." - rió Gimli - "Aunque al final del día estarás tan harto del fango que dudo que quieras volver a tocarlo en tu vida."
A través de viejos pasadizos y túneles que los Enanos excavaron antes de la llegada del dragón Smaug, pudieron salir al exterior, y estaban en la cima de la montaña. Desde allí pudieron ver los destrozos de la tormenta, y eran muchos. La tierra y la piedra de la montaña se había desecho y las avalanchas habían arrasado el bosque y habían cubierto la entrada principal al pueblo Enano. Los cuatro míseros árboles que adornaban la cumbre habían caído, al igual que otro muchos que antes se alzaban frente la montaña, a las cercanías del río.
Hablando del río, el desbordamiento había sido peor de lo que creyeron en un principio. El Celduin descendía más ancho y caudaloso que nunca. La corriente fangosa era peligrosamente rápida y violenta, y había arrastrado grandes cantidades de rocas y árboles. Tuvieron suerte de bien cerrar las entradas a la montaña, porque si el agua se hubiese filtrado habría sido un gran desastre.
A los niños y mujeres no les permitieron salir por cautela, porque había peligro de avalancha aun, y porque ya se sabe que los niños se meten en cualquier lugar y no querían que por accidente cayeran al río o resbalaran montaña abajo.
El descenso fue complicado, cada uno de sus pasos hacía que las piedras sobre las que caminaban resbalaran con el fango y se despeñaran. Mas de un Enano tropezó, pero por suerte no hubo ninguna caída grave. Los Enanos tenían que apretar los dientes y cerrar los puños de la rabia que sintieron cuando vieron al Elfo andar ágilmente como un gato, sin tropezar ni una sola vez.
Abajo en la entrada el trabajo duró varias horas; llegado el mediodía el lodo, barro y rocas ya habían sido desplazados y el pueblo ya podía entrar y salir libremente por la gran puerta principal. Satisfechos por su trabajo, todos se sentaron a echar un pequeño descanso y a comer antes de empezar a remediar los destrozos del campo. Legolas oyó la típica risa de su amigo Enano, riéndose por supuesto de su aspecto, pues sus piernas y manos estaban cubiertas de lodo, y su rostro estaba sucio también. De todos modos, Legolas también se rió de su aspecto, pues Gimli estaba cubierto de barro hasta la cintura y en los brazos, y su larga barba normalmente limpia y peinada era irreconocible.
Jidda, la niña pelirroja de ojos saltones y mejillas redondas y sonrojadas, pateó el suelo enfadada. Estaba teniendo una discusión con su madre. "¡Pero mamá...!"
"¡Nada de peros!" - respondió la madre - "¡Papá está muy enfadado contigo! ¿No te dijimos que el Elfo era hostil y que no debías acercarte a él? Los Elfos del Bosque Negro son enemigos del pueblo. Nos encierran en sus cárceles si ponemos un pie en sus bosques. ¿Y con qué motivo? ¡Ninguno! ¡Los Elfos son crueles!"
"¡Éste no!"
"Todos son iguales, Jidda. Te prohibo que vuelvas a acercarte a él."
"¡Pero no hace nada malo! Nos cuenta historias y nos canta canciones."
"No volverás a oír sus canciones, Jidda. Tu padre y yo nos encargaremos de que echen a ése maldito Elfo de nuestro pueblo."
"¡No!" - chilló la niña, sintiendo lágrimas en los ojos. Entonces se dio la vuelta y echó a correr.
"¡No le des la espalda a tu madre, niña!" - gritó la mujer Enano, viendo a su hija salir de la cueva e ir a fuera por la puerta principal del pueblo.
Jidda siguió corriendo, lágrimas mojándole sus mejillas, hasta que se detuvo sobre una enorme piedra lisa que sobresalía de la montaña. Se secó los ojos con un sollozo, y dejó de lloriquear cuando por primera vez oyó el clamor del río. más caudaloso que de costumbre. Dio un paso en frente (con mucho cuidado, pues la piedra era resbaladiza con la lluvia que había cesado la noche pasada) y asomó su cabezita para ver que el Río Rápido estaba ahí, frente a ella, fluyendo con violencia. Tanta que los salpicones del agua saltaban sobre su rostro.
De repente, su pie izquierdo (que tenía más al frente) resbaló, y por más que la pequeña intentó agarrarse, sus manitas no pudieron quedar sujetas a la lisa y resbaladiza roca sobre la que estaba, y cayó al agua. Nadie la había visto caer.
Sumergida en el agua turbia, la poderosa corriente la arrastró río abajo en cuestión de segundos. Asustada como estaba la niña porque no podía ver nada ni podía respirar, estiró los brazos en un intento de agarrarse a algo. Desesperada creyó que no encontraría nada, pero chocó con algo y se agarró a ello. Sacando al fin la cabeza a fuera, se percató que a lo que estaba sujeta era una vieja tronca de árbol. Estaba caído, y si el río aun no lo había arrastrado era porque unas pocas raíces lo mantenían sujeto aún.
Jidda trató de moverse y desplazarse por la tronca hasta la orilla, pero la corriente era tan fuerte que o podía hacer un sólo movimiento, y sentía que sus manos temblorosas iban perdiendo su fuerza. Pronto estarían tan débiles que no podría seguir agarrándose. En un último esfuerzo por salvar su vida, gritó.
Gimli, con su ración de comida en mano, estaba charlando alegremente con su amigo Legolas, con su pan en mano también. Entonces Legolas, que estaba sonriendo, se puso serio; una expresión que le recordó a Gimli las veces que en las noches de la Compañía él escuchaba y les avisaba si oía pasos enemigos cercanos.
"¿Qué ocurre, Legolas?"
"Oigo algo," - dijo poniéndose en pie de repente - "Es la voz de una niña." - y se marchó corriendo. Gimli, un poco alterado, se levantó y le siguió lo más rápido que pudo. Varios Enanos, que habían oído su conversación (o mejor dicho, que les habían estado escuchando), se pusieron en pie también y les siguieron.
Unos pasos más allá todos empezaron a oír más claramente lo que Legolas ya había oído antes. Era una niña, y estaba gritando ayuda.
"¡Qué alguien me ayude! ¡Auxilio! ¡Me estoy ahogando! ¡Por favor, que alguien me ayude!" - chillaba entre lágrimas. Entones la vieron, sujeta a la tronca del árbol, junto a la cascada. La pobre niña se esforzaba por mantener la cabeza fuera del agua, pero no podía, y de tanto en tanto se sumergía y la perdían de vista, y todos saltaban cuando la veían salir de nuevo.
La conmoción les dominó y hubo escándalo. Fue entones que las mujeres y los niños, sintendo que había sucedido algo, salieron de las cuevas y se unieron a ellos.
"¡Es Jidda!" - gritaron los hermanos Glorir y Dolir, unos niños amigos de la pequeña.
"¡Mi hija!" - gritó una mujer Enana. Y si alguien no la hubiera cogido, la mujer hubiera saltado al río a por ella. - "¡Mi niña se va ahogar!" - siguió gritando mientras forcejeaba contra el que la había tomado por los brazos. - "¡Que alguien la salve, por favor!" - imploró la madre.
Viendo que a la niña no le quedaba mucho tiempo, empezaron a planear como hacer para salvarla. La corriente era rápida y fuerte, muy fuerte. El único modo de salvarla era nadar hacia ella, pero ningún Enano era lo suficiente buen nadador como para hacerlo en una corriente así. Otra opción era subir a la cima de la montaña y de ahí donde fluía el río podrían ir al otro lado de la orilla, lo que hacía más fácil su rescate. Mas el tiempo que les precisaba subir a la cumbre y volver a bajar era demasiado, y para entonces la niña ya habría caído cascada abajo y se habría ahogado.
Gimli se ofreció voluntario para ir a rescatarla. "Iré nadando hasta ella" - dijo - "Mas necesitaré de vuestra ayuda. Atadme una cuerda en la cintura y sujetadla, luego tendréis que tirar de ella con todas vuestras fuerzas para sacarnos ahí."
Los demás asintieron, incluido Gloin, orgulloso de su valiente hijo. Mas Legolas se opuso. "No, Gimli. La corriente es demasiado fuerte y tú pesas mucho. Dejádmelo a mí. Pero también necesitaré de vuestra ayuda."
"Legolas amigo, es muy peligroso. Lo siento, no voy a dejar que lo hagas." - dijo Gimli.
"Pero Gimli, mira a la niña. Tengo que hacerlo. Yo soy más ligero y más buen nadador." - los enanos le miraron con furia - "Sin intención de ofender." - añadió Legolas rápidamente.
"Ésto no es de tu incumbencia." - dijo Gloin - "Es asunto de los Enanos."
Legolas sintió como la sangre le hervía en las venas. Esta vez las cosas habían llegado demasiado lejos, y se enfadó. "¡Es de mi incumbencia! ¡Yo estoy aquí, y por más que no lo aceptéis a mí me incumben vuestros problemas! ¡Jidda es también mi amiga, y es de mi incumbencia hacer todo lo posible por salvarla! ¡Lo haré aunque no queráis! ¡Así que, ¿pensáis ayudarme o no?!"
Gloin no dijo más, porque nunca antes el Elfo le había le había hablado en ese tono de voz. Mientras que los demás empezaron a atarle una cuerda en la cintura, viendo razón en sus palabras.
Legolas se acercó al río. Sintió una mano que le tomaba del brazo. Era Gimli, que le miraba con temor y esperanza a la vez en los ojos.
"Ve con cuidado, Legolas."
"Eso haré, amigo." - sonrió él. Suspiró y se lanzó al gua, y bruscamente sintió como la corriente le arrastraba, pero los Enanos le tenían bien sujeto de la cuerda. Sabía que no le dejarían caer, mas también sabía que ni el mejor nadador del mundo podía hacer lo que él estaba haciendo. Luchando contra la turbia corriente, Legolas rezó a los Valar para que obraran un milagro.
Varias veces se hundió bajo las sucias aguas revueltas, pero con gran esfuerzo logró llegar hasta Jidda. Tomó la temblorosa niña entre sus brazos y la alzó para que no se hundiera. La pequeña empezó a toser, porque al parecer se había tragado un poco de agua. Legolas hubiera querido acariciarla, pero no pudo porque tenía que mantenerse bien sujeto a la vieja tronca. "Está bien, Jidda." - le dijo él tiernamente - "Ya estoy aquí."
"¿Legolas?" - dijo ella con un hilo de voz.
Entones Legolas oyó un estruendo acompañado por los gritos de los Enanos, gritándole que estuviera alerta. Miró hacia arriba, y por su horror vio lo que estaba sucediendo: una avalancha de fango y rocas se avecinaba salvajemente por ese lado de la orilla. No hubo tiempo de hacer nada. La avalancha era increíblemente rápida y en cuestión de centésimas de segundos ya estaba sobre ellos. Legolas tuvo ése corto periodo de tiempo para elegir entre ser sepultados por las rocas o soltarse y dejarse caer por la cascada. Y eligió la segunda opción. Soltó la cuerda que le sujetaba, y ambos Elfo y niña cayeron brutalmente por la casada.
Conmocionados por lo sucedido, los Enanos se apresuraron a ir montaña abajo con la esperanza de encontrarles. Vivos o muertos.
Por su parte, Legolas hizo lo posible por mantener a la niña entre sus brazos, y para que ésta no saliera herida trató de que su propio cuerpo hiciera de escudo. Sintió fuertes golpes que le hirieron brutalmente, pero intentó no perder la conciencia; no mientras Jidda no estuviera a salvo sobre la tierra. Segundos después ya habían sido arrastrados hasta el pie de la montaña (tan poderosa era la corriente) donde las aguas del Celduin ya fluían calmadas.
Sintiendo un terrible dolor en cada movimiento, Legolas nadó hasta que sus manos tocaron la arcilla de la orilla. Arrastrándose salió del agua con la temblorosa niña en brazos, que tosía. Entonces, oyó su vocecita. "¿Legolas?"
Relajándose al ver que la niña estaba bien, Legolas dejó que la oscuridad le llevara. Y no vio más.
Tiempo después llegaron los Enanos, y lo que encontraron les dolió en el corazón: Jidda lloraba y gritaba el nombre de Legolas mientras con sus manitas sacudía al Elfo caído, que no daba señales de vida. Corrieron a ellos y tomaron a la niña y se la entregaron a su padres, que la envolvieron en una manta y la abrazaron llorando. Milagrosamente, Jidda no tenía ni un rasguño en su cuerpo. Pero no podían decir lo mismo del Elfo. Duros golpes se marcaban en su piel. Tenía cortes que sangraban. En su fino rostro había un gran golpe morado, y estaba sucio, con el pelo destrozado. Su piel estaba pálida, totalmente blanca. Y sus labios estaban morados.
Una visión espantosa. Más para Gimli, que en cuanto vio que su amigo tenía los ojos cerrados y en su estado, temió lo peor. Ningún Elfo cierra los ojos, a no ser que esté gravemente herido. Él lo sabía.
Le dieron la vuelta y le pusieron de espaldas, sintiendo su que su cuerpo había perdido todo calor, y que estaba frío, por no decir helado. Gimli no perdió el tiempo en llamarle por su nombre y posar la cabeza sobre su pecho, esperando detectar el latido de su corazón. Pero no oyó nada. Lo único que oyó fue la voz de Jidda a sus espaldas, diciendo "¿Se va a poner bien?"
Instintivamente cruzó sus manos sobre el pecho de Legolas (deseando que no se hubiera roto ninguna costilla) y empezó a masajearle, intentando y queriendo poner su corazón en marcha otra vez. Tras presionar cinco veces posó sus labios en lo fríos labios morados de Legolas y sopló dos veces, ofreciéndole aire. Lo repitió una y otra vez, pero tras varios intentos Legolas aun no respondía.
Gloin, apenado por lo que sus ancianos ojos veían, posó una mano consoladora sobre el hombro de su hijo. "Déjalo, Gimli, hijo mío. No hay nada que puedas hacer."
Gimli, que hacía tiempo que había empezado a temblar también, no hizo caso y siguió con el masaje. No dejaría que su amigo muriera frente a él. Legolas era un Elfo, y como Elfo su vida era inmortal. No quería verle morir. Gimli había asumido y estaba decidido a morir antes que él.
"Vamos Legolas... Por el Amor de Yavanna y Nienna, ¡no te mueras! ¡Respira! ¡Hazlo por mí!" - imploró Gimli y una vez más le dio aire. Los demás les miraban apenados; algunos llorando, otros apartando la vista para no verlo y algunos cubriéndose los ojos. Entonces, Legolas se movió, abrió los ojos y se echó a un lado y vomitó agua que se había tragado.
Todos gritaron vivas y hurras emocionados, contentos de verle con vida, y los niños quisieron tirarse sobre Legolas y abrazarle, pero les detuvieron, porque el Elfo necesitaba espacio para respirar. Gimli le ayudó a sentarse mientras acababa de toser el agua del río y empezó a frotarle la espalda con una mano, para darle calor. No pudo evitar llorar silenciosas lágrimas de alegría cuando Legolas se apoyó en su lecho y le rodeó la cintura con sus largos brazos.
Entre el dolor, Legolas sentía la gente a su alrededor, y oía cada cosa que decían. Sentía también los brazos de Gimli, sujetándole y dándole calor. Se fundió en su abrazo. Se sentía bien en sus brazos. Oyó como le susurraba unas palabras, pero el mareo y mal estar le venció, y al final se dejó caer inconsciente.
Primero tuvo frío. La sensación de frío no es algo muy común para un Elfo. Ellos pueden caminar un día entero en una tormenta de nieve sin enfriarse ni las puntas de los dedos. Pero él supo que aquello era frío porque tembló. Segundos después notó un cosquilleo en la nuca y tan sólo un instante después sintió el calor de un abrazo. Ahora lo que sentía era luz, luz acariciándole la piel.
A pesar de sentir la luz, todo estaba oscuro. Tenía los ojos cerrados. Le sorprendió ver que le costaba abrirlos, pero poco a poco sus párpados se movieron, lentamente como dos flores al estirar sus pétalos en un claro amanecer. Primero todo era borroso, mas poco a poco la visión se le fue aclarando hasta que límpidamente vio el techo de mármol gris. Comprendió que se había desmayado y que acababa de despertar. Lo último que recordaba era oír la voz de Jidda, llamándole, justo después de que lograran salir del río.
Entonces recordó el dolor, o más bien, sus heridas recordaron por él, y se sintió enfermo, con una espantosa jaqueca, pero lo peor era el dolor que sentía por todo su cuerpo y en el lado izquierdo de su cara. Tenía los labios secos como arena, y sus ojos estaban llenos de legañas. No pudo evitar que sus labios se abrieran en una lamento de dolor. Y fue entonces cuando se percató de otra cosa; alguien le estaba tomando de la mano, alguien con las manos rasposas pero gentiles. Sin duda era Gimli. El Enano había estado todo el tiempo tomándole la mano, pero se la estrechó cariñosamente cuando Legolas gimió.
Legolas intentó incorporarse. No por ello sintió más dolor, porque sus músculos ni siquiera reaccionaron, pero Gimli, al ver lo que trataba de hacer, puso su otra mano en su frente. "No te muevas, Legolas." - dijo con suavidad en la voz - "Aun no estás en condiciones de moverte."
Legolas quiso hablar, mas no le salió la voz; tenía la garganta totalmente seca. Gimli le acercó un vaso de agua y él se la bebió con deleite. No recordaba haber tenido tanta sed nunca antes en su vida.
"Elfo loco." - gruñó Gimli - "Te dije que era peligroso y que tuvieras cuidado. ¿Pero me hiciste caso? ¡No! Nunca me haces caso. Debí imaginar que esto ocurriría."
"Ya sabes lo cabezota que soy, Gimli." - pudo hablar al fin, con voz ronca. - "¿Cuánto tiempo llevo durmiendo?"
"Dos días ya. ¿Tendrás hambre, no? Unos Enanos bajaron a los bosques cercanos a encontrar comida para ti, ¡y mira que suerte! Encontraron algunos frutos silvestres que no se habían estropeado con la lluvia. Y puedo hacerte unos huevos si quieres, porque comes huevos, ¿no? ¿O eso tampoco entra en tu alimentación?"
"No te molestes, Gimli, no tengo hambre." - respondió Legolas, que se había quedado un poco aturdido cuando Gimli le dijo que había estado inconsciente durante dos días, mas la sorpresa se le pasó cuando oyó la palabra "comida", que le hizo remover el estómago. Se sentía demasiado enfermo para comer.
"Pues vas a comer quieras o no. Mira lo delgado y débil que estás. Iré a buscarte algo enseguida." - Gimli se puso en pie, mas Legolas le tomó por la mano que le había estado cogiendo todo el tiempo.
"Ahora no puedo comer nada, de verdad, Gimli. Quédate aquí conmigo."
Gimli le miró a los ojos. No se lo estaba pidiendo, sino suplicando. Echando un suspiro, Gimli se dio por vencido y volvió a sentarse junto al lecho de Legolas. "Está bien." - balbuceó - "Bebe un poco más de agua y ya comerás más tarde. Pero tendrás que comer, ¿eh? Si no, no te recuperarás."
"¿Cómo está Jidda?"
"Está bien, amigo, y gracias a ti. Por suerte salió sin ningún rasguño. Sólo con un buen constipado." - dijo - "Está ansiosa por verte, los demás niños también. Y no sólo los niños," - rió Gimli - "todos quieren verte. Se alegrarán de oír que ya estás despierto. ¡Les diste un buen susto! Es decir...Nos diste un buen susto."
Una sonrisa se formó en el rostro de Legolas, y no se borró, pues en aquel instante se quedó profundamente dormido; ésta vez con los ojos semi-abiertos, indicando que estaba fuera de peligro. Que pronto se recuperaría. Gimli le acarició el moretón de su rostro y su frente, y le susurró dulces sueños.
Se quedó un rato más con él y luego se retiró, corriendo a dar la buen noticia a todo el mundo. Pues, aunque Legolas no lo sabía aun, los Enanos le amaban ahora tanto como hacían sus hijos. Desde el accidente no dejaron de preguntar por el estado de su nuevo héroe.
¡Al fin un poco de alegría! Hacía dos días todo había sido una pesadilla especialmente para Gimli, desde el preciso momento en que encontraron a Legolas tendido junto a las orillas del Río Rápido, sin pulso alguno. Fue una pesadilla el tener que transportarlo montaña arriba hasta el pueblo, pues temían que se hubiera roto la espalda y no querían dañarle más. Por suerte, después de lavarle con extremo cuidado, los curanderos y curanderas anunciaron que no había nada que un Elfo no pudiese curar. Tenía tres huesos rotos: uno de la pierna, la clavícula derecha y una costilla inferior, afortunadamente no dañada del todo. Lo demás eran golpes superficiales que se le amoratarían e hincharían, pero aplicándole las hierbas indicadas y con el increíble poder de recuperación de los Elfos, se le pondrían bien más pronto de lo que podrían esperar. Los cortes no fueron muy profundos. Con desinfectante, vendas y descanso no podrían empeorar.
Convencido de que todos estarían contentos por la buena noticia, aceleró el paso.
The Balrog of Altena: ¡Final del capi! No os preocupéis que en el próximo Legolas se va a poner bueno del todo ^_~ Sin aun queréis ver el dibujo de Elenshael, podéis decírmelo y yo os lo mandaré por e-mail.
~ Anariel: Espero que este cap. te haya gustado. Gracias por tu review y por leer mi fic.
~ Evan: ¡Aiya Evan! Es genial volver a verte de nuevo ^_^ Estoy muy contenta de que este fic también te guste. ¡No dejes de leerlo!
~ orion: ¡Muchas gracias por tu review! Leí tu fic "Thranduilion Chronicles: Book One: Son of the Valar" Está muy bien. ¿Vas a escribir más "Thranduilion Chronicles" como yo hago en mis fics "Las Aventuras de la Compañía"? Yo ya llevo el Primer, Segundo y Tercer libro, y tengo pensado hasta el Sexto. ¡Gracias por leer mi fic!
~ Lothluin: ¿Qué te ha parecido este cap? Te enseñaré el dibujo de Elenshael con mucho gusto, y espero que te guste. Te digo un secretito: si su mirada te recuerda a la de Éowyn, no será de extrañar, porque cuando empecé a dibujarla quería hacer a Éowyn, pero al final me dio por dibujar a Elen. ^_^ Tenna rato!
Namárië, an sí.
* Yavanna = Dadora de Frutos. (Una de las Valier, llamada también "Kementári" (Reina de la Tierra) en la lengua Eldarin. Se contaba entre los Aratar; esposa de Aulë. Entre las Reinas de los Valar, Yavanna es la más venerable después de Varda. En forma de mujer es alta y viste de verde; pero a veces asume otras formas. Algunos la han visto en forma de árbol, con ramas que derramaban un rocío dorado que al caer sobre la tierra estéril verdeaba con el trigo. Bajo el poder del canto de Yavanna brotaron y florecieron los Dos Árboles de Valinor: Laurelin y Telperion.)
* Nienna = (Otra de los Valier y de los Aratar. Señora de la piedad y el duelo; hermana de los Fëanturi (Los Amos de los Espíritus), que son los Valar Námo (Mandos) e Irmo (Lórien). Nienna es más poderosa que Ëste la curandera. Está familiarizada con el dolor, y lloró las heridas que sufrió Arda por obra de Melkor. En la Música de los Ainur, su canto se convirtió en un lamento. Dicen que quien escucha sus lágrimas y lamentos aprende a tener piedad y firmeza en la esperanza.)
Yavanna Y Nienna manifestaron sus poderes de curación y crecimiento en los Árboles, después de que éstos fueran destruidos por Melkor, pero no lograron salvarlos.)
* Laurelin = Canción del Oro. (El más joven de los Dos Árboles de Valinor)
* Telperion = (El mayor de los Dos Árboles de Valinor; llamado "El Árbol Blanco")
