Hojaverde y el Amigo de los Elfos.
Por The Balrog of Altena
Capítulo 16to: El Camino a Isengard.
Tres meses después desde que Elfos y Enanos cruzaran la gran entrada a Minas Tirith, capital de Gondor, la colonia de Elfos ya había concluido sus grandes trabajos en aquella bella ciudad (ahora en verdad mucho más bella que antaño) y se habían unido a unos tantos más Elfos llegados de Eryn Lasgalen. Había llegado la hora para ellos: partían a la hermosa y verde Ithilien, donde compartirían un nuevo hogar con los montaraces y el príncipe y la princesa de Ithilien. Me refiero a Faramir, Senescal de Gondor y Señor de Emyn Arnen, y a su esposa Éowyn, Dama Blanca de Rohan y Doncella del Brazo Escudado. Como prometió Legolas, diseñó unos jardines para la casa de Faramir y Éowyn, y llegaron a ser los más hermosos en la tierra del Este, y gozaron de gran renombre y admiración entre los más expertos jardineros.
De los Elfos que en ésta história habéis conocido y se instalaron en Ithilien son Elenshael (quien se despidió de sus padres en Eryn Lasgalen), Dambëth (quien sería la maestra curandera de Ithilien), y Sirion, quien a menudo viajó de Ithilen a Eryn Lasgalen, tal vez para visitar las tumbas de su esposa e hijo. Legolas se despidió de Aragorn, Arwen, y de Gimli y su futura esposa, Dwon. No estaba permitido en la sociedad enana que el hombre presente a su futura esposa a los amigos (tal cosa sólo está permitida para los padres, pues ellos tienen la última palabra.), pero Gimli hizo una excepción y se la presentó a Legolas.
Hay otras cosas extrañas para nosotros en la sociedad del Enano, tales como su Lengua natal (el Kuzdûl) que no enseñan nadie; incluso ocultan en secreto sus verdaderos nombres. Las mujeres enano son escasas (tan escasa y tan parecidas a los hombres que muchos creen que los enanos nacen de la piedra), y, como se ha dicho otras veces, nunca salen de casa, excepto en importantes ocasiones. La mujer enano también es hábil con el manejo del hacha, y por ello puede proteger sus fronteras, pero nunca asiste a una guerra más allá de los límites de su hogar. Los Enanos son conocidos por su ambición, y otros pueblos (como los Elfos) los llaman egoístas; así son con sus esposas: sólo toman una en su vida, y cuando la tienen la aman y la tratan con recelo y no permiten que ningún otro hombre se acerque a ella. Así que como ya veis, los Enanos son gente romántica, a pesar de lo que muchos ignorantes puedan pensar; si no pueden tomar la mujer que aman, no toman ninguna otra, y eso ocurre en muchas ocasiones: la mujer no quiere al Enano, o simplemtente muchos Enanos (tanto hombres como mujeres) no desean el matrimonio. Por eso los Enanos son tan pocos, y las mujeres tan escasas y valiosas.
Dwon y Legolas se llevaron bien, y el Elfo comprendió porqué tenía Dwon tantos admiradores, pues era una mujer muy noble y de buena família, y se alegró por su buen amigo, aunque no sin dejar de sentir una pequeña espina en el corazón, pues tenía la sensación que aquella mujer significaba la separación de ellos.
Un mes después, los Enanos también habían terminado sus grandes trabajos en Minas Tirith. Había unas nuevas puertas hechas de mithril y acero inoxidable, irrompibles; el trazado de las calles no podía ser mejor, y los nuevos edificios y viejos reconstruídos estaban en perfecta armonía con los árboles y jardines de los elfos, de modo que no se estorbaban. Era, por así decir, la Ciudad Perfecta: la combinación de la mano del Hombre, del Enano, y del Elfo, como la combinación de las notas en una música perfecta; poder, majestuosidad, y belleza. Ningún otro hogar podía comparársele ahora, que se hallaba en el mayor esplendor. Tal y como Legolas y Gimli habían aspirado mucho tiempo atrás, lograron que Aragorn se sintiera muy orgulloso de lo que era suyo.
Y como iba diciendo, un mes después de la partida de los Elfos le llegó el turno a los Enanos. Partieron a Rohan, a las Cavernas Centellenates, y allí se fundó la nueva colonia de Enanos en Aglarond, la hermosa ciudad subterránea coronada de piedras preciosas y cristales brillantes. Gimli fue nombrado Señor de las Cavernas Centelleates, y fue muy venerado. Glóin derramó una lágrimas que logró ocultar, al igual que ocultó su sonrisa al recibir Gimli noticias del Este anunciando que Legolas había sido nombrado Señor de Ithilien.
Los
Enanos llevaban sesenta días ausentados en Aglarond cuando Gimli
recibió un mensaje del Rey Elessar. Al parecer Aragorn se había
decidido a la restauración de Orthanc. La intencióm del Rey era colocar
nuevamente el palantíri recuperado de Saruman. Aragorn partía a
Isengard acompañado por varios montaraces de Gondor, Faramir (quien
había rehusado ir, por su esposa en pleno embarazo. Pero la dama Éowyn
era fuerte y le dijo que no debía faltar más a sus deberes como
Senescal del Rey por ella, así que finalmente acudió.). A ellos también
se les habían unido Elladan y Elrohir, quienes habían pasado un buen
tiempo en Imladris con su padre, y por supuesto también les acompañaba
Legolas.
En su camino a Isengard la compañía se detendría en el Abismo de Helm, y de allí tenían pensado que Gimli se uniera a ellos. En realidad el Enano tenía muchos trabajos por realizar en Aglarond, pues tan sólo acababan de ausentarse dos meses atrás, pero a pesar de ser el Señor y de tener sus propias responsabilidades, no podía evtiar querer unirse a sus amigos y a su bienamado Legolas en esa nueva aventura. Sin duda la restauración de Isengard no iba a ser algo tan simple: Orthanc era la torre de un mago poderoso, no se podía saber qué hallarían dentro (bueno o malo) una vez inspeccionaran cada uno de sus rincones. En realidad, uno de los motivos por los que Aragorn necesitaba a Gimli en ese cometido, eran sus conociemientos de Enano: un Enano podía encontrar puertas ocultas o invisibles a los ojos de los demás, pues ellos utilizaban esos trucos desde antaño para ocultar entradas a sus recintos secretos, en Erebor y en las Montañas de Hierro. Sin duda las habilidades de Gimli les iban a ser de utilidad.
Una enorme sonrisa apareció en el rostro de Gimli. Se guardó el sobre en el bolsillo y partió tan rápido como sus cortas piernas robustas le permitieron. Dwon no vivía con él, pues tal cosa no está permitida hasta el matrimonio, pero Gimli siempre era bienvenido en casa de sus padres. Allí se dirigió, y cuando llamó a la puerta fue ella quien abrió. Al ver la enorme sonrisa dibujada bajo el espeso mostacho de Gimli, ella supo que algo bueno venía a comunicarle.
Gimli le besó la mano con respeto y ella le permitió entrar. Cuando el Enano se percató que la mujer estaba sola en casa, no desaprovechó el momento y la abrazó y la besó con pasión.
"¿Qué ocurre, Gimli querido?" - le preguntó ella, al poder recuperar el aliento tras el beso.
"Mis buenos amigos pronto llegarán a nuestro humilde hogar." - dijo él con un brillo de alegría en los oscuros ojos marrones. Ella entendió 'amigos' por Legolas, Aragorn, y posíblemente algún otro de la raza de los Hombres. - "Aragorn y compañía se dirigen a Isengard, y me piden que les acompañe."
Una sombra cruzó los ojos de Dwon. Pero ella sonrió. "Hace mucho tiempo que no ves a tus amigos, entiendo. Si quieres acompañarles vé, no te preocupes por mí."
Gimli quiso tomarle la mano para besársela, mas ella se volvió y se sentó. Vio entonces la duda y la ansiedad en el rostro de su futura esposa. Gimli se sentó juanto a ella.
"¿Qué te pasa, mi amor?"
"Yo..." - intentó hablar. No pudo seguir.
"¿Mi amor?" - había algo de temblor en el susurro de Gimli. La tomó de las manos y se las estrechó fuerte pero gentilmente.
"Mi único amado," - dijo ella al fin, no atreviéndose a mirarle a los ojos. - "¿De verdad me quieres por esposa? ¿Soy yo la indicada para tí?" - Dwon titubeó - "¿No hay ninguna otra que posea tu amor?"
"¡Ninguna otra!" - exclamó Gimli fervientemente, arrodillándose frente a ella y besdándole las manos. - "¿Por qué dudas de mi amor, querida? ¿Te he dado alguna razón por la que debas dudar de mí?" - le acarició la mejilla con la rasposa y gran mano - "Si he hecho algo mal, dímelo, e intentaré arreglarlo."
"Es que, mi amor," - comenzó a decir temblorosa - "pasas tanto tiempo con los Elfos..." - y cuando dijo 'elfos', Gimli entendió que quería decir 'Legolas' - "...y esa... pequeña caja de oro y cristal con los tres cabellos..." - Dwon se estaba sonrojando.
"¡Mi amor!" - exclamó Gimli, y de pronto se echó a reír. - "¿Así que es eso? La Dama Galadriel nunca ocupará tu lugar en mi corazón." - dijo sinceramente, nunca apartando la mirada de los ojos de ella. Dwon le devolvió la mirada tímidamente. Sus ojos brillaban con lágrimas. - "Mi muy amada, yo admiro a Galadriel por su belleza y buen corazón, y por su gran entendiemiento con los Enanos. Ella es como una estrella distante, a la que aprecio y me maravilla contemplar. Pero tú," - dijo Gimli, besándola otra vez - "eres la joya más preciada de mi corazón. Galadriel tiene mi admiración y respeto, pero tú tienes mi amor y cariño. Sólo tu me das el calor que necesito, y solo tú recibes el mío."
"¡Ah, Gimli, mi buen amado! ¡Perdóname!" - dijo ella, al tiempo que Gimli se sentaba de nuevo a su lado para abrazarla. - "Es que tanto tiempo que has pasado con los Elfos, en sus tierras y tanto que me hablas de tu amigo Legolas... Pensé... que tal vez te habías acostumbrado a sus costumbres... a su visión de la belleza."
Gimli rió otra vez, dulcemente. "Mi amor, ¿sabes que me dijo Legolas el día en que os presenté?" - Ella negó con la cabeza, curiosa. - "Me dijo que no habría podido encontrar mujer más bella y mejor para mí."
"¿Eso dijo?" - preguntó incrédula.
"Sí, porque la forma en que los Elfos ven la belleza no es distinta de la nuestra. Ellos miran en los corazones de los otros, y allí es donde encuentran la verdadera belleza."
Las lágrimas saltaron de los ojos de Dwon. "¿De verdad me crees bella?"
"No lo dudes, mi amor. Mas bella que las joyas brillantes bajo tierra y las estrellas pálidas en el cielo." - respondió él, y la tomó y la besó con más pasión que antes, en verdad el beso más apasionado que jamás habían compartido, y entre carícias dejaban escapar pequeñas exclamaciones de placer que se ahogaban en la boca del otro. Podrían haber llegado más lejos, pero costumbre era costumbre, y Gimli no iba a deshonrarla antes de la boda, y necesitó hacer uso de toda su fuerza de voluntad para contenerse.
"Lo siento, Gimli querido." - dijo ella al fin - "Ahora quisiera pedirle perdón a Legolas, porque varias veces pensé que él recibía tus atenciones más que yo, y que te apartaría de mi lado. Y... hablas tanto de los Elfos que a veces me pregunto si mi futuro marido no prefiriría haber nacido Elfo en lugar de Enano."
Aquello tomó a Gimli un poco por sorpresa. Le sonrió comprensible. "Mi amor, ese Elfo loco me es muy querido, cierto, más de lo que muchos saben. Mas tienes que saber que estoy orgulloso de ser un Hijo de Aulë, y de tenerte a ti por amada. Algunos dicen que empiezo a ser más Elfo que Enano, pero yo sigo sintiéndome Enano, y siempre será así." - Ella asintió sonriendo y él la tomó en brazos - "Me alegra que hayamos hablado ésto antes de la boda. Ni por todo el oro ni mithril del mundo quisiera yo que te casaras conmigo con un peso en el corazón."
Dwon se fundió en los brazos de Gimli, ocultando el rostro en la barba del Enano y aspirando su aroma, que olía como los cimientos de la tierra. Se sentía la mujer Enano más feliz de la Tierra Media.
El Rey Elessar y compañía tomaron el Camino de Anórien para llegar a su destino. Dicho camino los conducía entre Ered Nimrais y el río Entaguas por unas tierras transitadas entre Rohan y Gondor (aunque habían dejado de serlo durante los Días Oscuros, que tan sólo acababan de concluir); unas tierras llanas, campestres y en estos días tranquilas. Al frente cabalgaba Aragorn sobre Roheryn, vestido con una manto de piel negra sobre el manto de terciopelo rojo ribeteado de oro. El manto negro tenía grabado en plata el Árbol de Gondor coronado por siete estrellas de plata, y estaba ribeteado de oro también, y una capa negra y roja del revés se sujetaba al manto por medio de dos broches de oro y plata. En sus botas había grabadas unas alas de aves marinas. Sus cabellos negros, que le habían crecido hasta el pecho, se movían sueltos al viento.
A su derecha cabalgaba Faramir sobre Hoja de Viento (pues su caballo había fallecido de mal de vientre el invierno anterior), vestido con el atuendo de piel parda de los montarazes y la capa verde, mas se diferenciaba de sus hombres por el Árbol de Gondor bordado en plata sobre su túnica, como símbolo de su alto rango; A su izquierda cabalgaba Legolas sobre Arod, con sus siempre ropas verdes y castañas, la capa de Lórien y el arco y el cuchillo blanco.
Elladan y Elrohir a menudo se adelantaban en sus monturas, inspeccionando el terreno, y volvían para informarles. Sin embargo Aragorn pronto no lo encontró algo necesário, porque en estos nuevos tiempos no había ningún peligro en el camino, y creía que no encontrarían ninguno en muchas lenguas.
No tenían prisas, y en un atardecer pararon junto a las orillas de la Corriente de Mering, que cruza Ered Nimrais hasta Lamedon y desemboca en el Mar. Allí montaron un campamento y encendieron fuegos para la llegada de la noche. No sospechaban nada y los hombres pronto se relajaron, escuchando el claro sonido de las aguas de la caudalosa corriente y el murmullo de las hojas. La noche llegó tan silenciosa que el relinche de los caballos pastando, el ocasional trote de sus patas y las llamas chispeantes acompañando la corriente del agua eran los únicos sonidos posibles, si los hombres hubieran callado. Pero como no callaban, ninguno de ellos se percató del espectral silencio, y pronto comenzaron las risas junto a la hoguera.
Legolas aspiró el aire fresco y se detuvo sobre las piedras lisas junto a las orillas del Mering. Su corazón corría bajo las estrellas de una noche de verano entre los bosques de hayas. Desde que partió a Gondor que no había tenido la orptunidad de volver a su viejo hogar en Eryn Lasgalen, pero su padre Thranduil le había visitado una vez en Ithilien. Aun así hechaba de menos las hayas del oscuro bosque y las cuevas de su padre, tan iluminadas y acogedoras.
Legolas echó una mirada atrás. En una hoguera vió sentados varios montaraces, que brindaban por la buena fortuna de Faramir, quien en pocos meses sería padre. Aragorn también estaba entre ellos, dándole palmaditas amistosas a Faramir en la espalda y sirviéndole más vino. Elladan y Elrohir no podían ser vistos. Se habían alejado, adentrándose en las Montañas Blancas, tal vez para buscar leña o simplemente porque disfrutaban de los paseos solitarios a la luz de la luna. Legolas se alegró de poder disfrutar de la soledad por un rato. Quería quedarse junto al río a pensar.
En los últimos meses se había sentido muy solo y abatido. Añoraba a Gimli, y esa añoranza le havían causado otros males. Por las noches no encontraba descanso, y sus sueños estaban llenos de blancas gaviotas sobrevolando la orilla, clamándolo gravemente. A menudo se pasaba horas mirando hacia el sud-oeste, en dirección al Mar. A veces incluso le parecía oir las gaviotas en pleno día en medio del bosque, en un lugar donde es imposible que se encuentren tales aves marinas. Pero él las oía, y aunque alzaba los ojos y miraba al cielo sobre su cabeza, no podía verlas, porque tan sólo eran fruto de su imaginación. Durante el tiempo que pasó en Ithilien y aun recibía visitas inesperadas de Gimli, que viajaba desde Minas Tirith, esa añoranza al Mar se había apaciguado. Mas desde que Gimli partió a las Cavernas y perdieron así el contacto físico, esta añoranza se había vuelto y con más fuerza, y sentía tirsteza y alegría al mismo tiempo. Alegría por su amigo Enano, que por fin había encontrado su alma gemela; tristeza por éste mismo motivo, y porque sentía que su tiempo en la Tierra Media había terminado. Demasiado a menudo se preguntaba porqué permanecía aquí. Con angustia contaba los días que quedaban para la partida del Señor Elrond Medio-Elfo a los Puertos Grises; y se arrepentía por su impaciéncia y ansias de marcharse con él.
Una brisa perfumada de primavera sopló. Legolas cerró los ojos al respirarla, pero repentinamente los abrió de nuevo, con una expresión de asombro y maravilla mezclada con miedo. Claro como el agua acababa de oír la llamada de una gaviota, arrastrada por la brisa. Miró casi frenéticamente de un lado a otro, esperando, queriendo encontrarla. Sin percatarse dio un paso en frente, hacercándose más al agua. Cuando comenzó a pensar que sólo había sido fruto de su imaginación, volvió a oirlo, esta vez con más fuerza, y entonces se quedó como paralizado. Ahí, sobre las resbaladizas piedras húmedas, a su lado junto a la orilla, había uno de estas hermosas aves blancas, de grandes alas grises, largo pico y mirada penetrante. Su plumaje desprendía un olor salado; el fresco aroma del Mar.
El mundo alrededor de Legolas se volvió confuso y desconocido; perdió la noción del tiempo. La gaviota parecía resplandecer en la oscuridad seductoramente, llamándolo a que se acercara a ella. El Elfo se acercó despacio, como caminando bajo un hechizo, y alcanzó un brazo para tocar el blanco plumaje de la ave, que le miraba sin moverse. Los dedos de Legolas estaban apunto de rozar el plumaje cuando de repente todo se volvió negro, y Legolas trastabilló y cayó hacia adelante.
Unos fuertes brazos alcanzaron a agarrarle, y sintió como le alejaban del Mering y le acostaban sobre la hierba. Una mano caliente le tocó la frente. Legolas abrió los ojos, para encontrar el rostro preocupado de Aragorn.
"¡Legolas! ¡Háblame, Legolas!"
Legolas se encogió, cerrando los ojos con fuerza; le dolía la cabeza terríblemente. "No grites, Aragorn. Puedo oírte."
Alivio remplazó la preocupación de Aragorn. El hombre apartó la mano de la frente del Elfo y Legolas trató de incorporarse. Aragorn le hechó una mano. Entonces el Elfo vio que se encontraba tumbado a la luz oscilante del fuego, cubierto con unas suaves sábanas, y que Faramir estaba allí también, pero los demás les miraban desde más lejos, respetuosamente habían decidido no interponerse entre los tres amigos.
"¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?" - le preguntó Aragorn, mirándole a los ojos como si buscara la respuesta a lo ocurrido en su mirada.
"Estoy bien. Sentí mareos y perdí el equilibrio, pero ya pasó."
"¿Qué estas bien? ¡Pero si llevas un cuarto de hora inconsciente!" - exclamó Faramir consternado y francamente disgustado.
Legolas abrió mucho los ojos, incrédulo a lo que acababa de oír. "¿Un cuarto de hora? Ay, pero eso no es posible. La gaviota-"
"¿Gaviota?" - el rostro de Aragorn se veía ahora muy preocupado - "No había ninguna, Legolas. Por estas regiones no se las puede encontrar; estamos demasiado lejos del Mar. Si nos encontráramos al otro lado de Ered Nimrais, entonces tal vez te creería." - Aragorn suspiró. - "Estabas inclinado sobre el agua, perdiste el equilibrio, y yo te cogí antes de que cayeras a la corriente. ¿No oías mis llamadas? No me respondías, y luego te ví caer."
Legolas sacudió la cabeza, algo confuso. "Si no respondí a tus llamadas, fue porque en verdad no las oí. Pero sí oí el canto de la gaviota, y la ví allí, junto al río. Estoy completamente seguro de ello. Estaba allí, frente a mis ojos, ¡era real!" - insistió Legolas, señalando el lugar en la orilla del río, pero no había rastro de la gaviota, ni una huella en la tierra húmeda de la orilla. Legolas sacudió otra vez la cabeza, sintiendo repentinas ganas de romper en el llanto.
Aragorn y Faramir intercambiaron una mirada grave. Permanecieron un rato en silencio, aguardando a que el abrumado Elfo se calmara, un brazo rodeándole los hombros. Al fin Legolas pareció recomponerse y Aragorn le habló dulcemente.
"¿Desde cuando se hizo tan grande el peso del Mar en tu corazón, Legolas?" - le preguntó, y con el brazo que rodeaba los hombros del Elfo le estrechó un instante contra su pecho.
Legolas titubeó. "En Minas Tirith comenzó a dañarme alguna vez, pero no fue hasta que viví en Ithilien cuando empezó a pesarme de verdad."
"Ay, tal vez las distancias que te alejan de mí y de Gimli, y de tu hogar en el Reino de los Bosques, lo han provocado." - Aragorn agazapó la cabeza, apenado. - "Me siento culpable, Legolas. Yo te alejé de tu hogar bajo las hayas. Pero si me lo hubieras dicho, Gimli y yo te habríamos visitado con más frecuéncia, si eso hubiera podido aliviarte."
"Y debo decir que yo también tengo algo de culpa." - intervino Faramir con ojos de arrepentimiento - "Hace mucho tiempo me percaté de tu tormento, y te ví buscando en el cielo y mirando en dirección al Mar constantemente. ¡Por qué no hice nada al respeto!" - se lamentó Faramir - "Debí haber informado a Aragorn inmediatamente."
"¡No!" - dijo Legolas, - "¡No habléis así! Ninguno de los dos tiene culpa en esto. ¿No recuerdas, Aragorn, lo que me dijo la Dama Galadriel? Si escuhas en la orilla la voz de la gaviota, nunca más descansará tu corazón en el bosque. Aun bajo las hayas del Eryn Lasgalen me pesaría la añoranza del Mar, pues está presente en los corazones de nuestro pueblo. Y no te lamentes, Faramir, porque aun de haber avisado a Aragorn, no hay nada que hubiera podido hacer para ayudarme..."
Legolas miró de soslayo a Aragorn, quien tenía una expresión de impoténcia en el rostro. El hombre se veía abatido, lo cual entristeció al Elfo. Legolas le ofreció una sonrisa alentadora. "Mas hay algo en lo que puedes ayudarme, mi amigo Aragorn; procura que Gimli no se entere de esto. No quisiera que tuviera que preocuparse demasiado, estando tan cerca del día de su boda."
Aragorn asintió. "Pero se lo dirás, ¿verdad? No puedes ocultárselo hasta el fin del mundo."
"No hasta el fin del mundo," - dijo Legolas, el tono de su voz disminyendo hasta un murmullo y una sombra en sus ojos - ", pero sí hasta el fin del próximo otoño."
"¿Hasta el fin del próx- de qué estás hablando?"
"Me voy a los puertos, amigos. Cruzaré las aguas con el último barco que zarpa a Valinor."
Las palabras de Legolas concluyeron con un silencio profundo. Faramir, sintiéndose incómodo, se volvió a Aragorn. Su rey estaba inmóbil, y la cara había palidecido suavemente. Miraba fijamente a Legolas, quien le devolvía la mirada con la misma intensidad y silenciosamente. Entonces Faramir se puso en pie, y se marchó con los montaraces dejando a los dos viejos amigos solos. Aragorn se agitó en su asiento.
"Mi buen Legolas," - dijo al fin - ", yo no soy quien para impedirte hacer lo que el corazón te dicta, pero ¿estás completamente seguro de ello? No hace mucho que la Tierra Mieda ha recuperado la paz; ¿piensas marcharte ahora, tan pronto? Nos quedan muchos días por venir, a nosotros, los mortales. Y yo.... hubiera querido que tú estuvieras ahí a mi lado, que tuvieras la oportunidad de conocer a mis hijos..."
Cuando Legolas no respondió, Aragorn prosiguió, hablando suavemente. "Te aprecio mucho, Legolas. Llegué a apreciarte muchísimo durante los tiempos de nuestra Compañía, y también te ganaste mi amor. Que digo, no solo el mio, sino el de toda nuestra Comunidad. Sería realmente triste para mí que te fueras, y para los Hobbits, incluso para Gimli." - Aragorn sonrió tristemente - "Temo que para Gimli sería un duro golpe."
"Más duro será para mí si me quedo a ver como el paso de los años se lleva a mis queridos amigos a Mandos."
"Cierto." - respondió Aragorn con aire grave - "Mas si te vas ahora, nunca más volveremos a vernos. ¿No querrías quedarte con nosotros mientras no nos llegue la hora de partir?"
Legolas de nuevo no respondió, y tenía la mirada perdida en las llamas titilantes. Una mano grande tomó la suya, larga. Alzó la mirada para econtrarse con los ojos bañados en lágrimas de su amigo. Legolas se perturbó; la última vez que vio llorar a Aragorn fue cuando murió Boromir.
"¿No vas a quedarte por mí? ¿No podré decirte un último adiós antes de acostarme a dormir para no despertar jamás?"
"Aragorn," - exclamó Legolas, asombrado e incrédulo. - "¿Deseas morir como los antiguos Reyes de Númenor; antes de que la vejez te alcance?"
"Así es. Cuando crea conveniente mi partida, dormiré, y abandonaré la vida. Pero hasta entonces deseo estar rodeado por mis amigos." - Le estrechó la mano a Legolas. Legolas se la estrechó a él también. La noticia le había conmocionado.
"¡Ay, Aragorn! No sé que responderte ahora. Necesito tiempo para pensarlo." - dijo Legolas, abrumado. Aragorn le sonrió gentilmente entre lágrimas y le acarició el hombro en un gesto amistoso.
"De acuerdo."
Prosiguió un rato de silencio. Ninguno de los dos se movió, pero se sentaron más juntos, pues en aquel momento los dos necesitaban la compañía del otro, y no hablaron más porque estaban perdidos en sus propios pensamientos y reflexiones. Pronto los montaraces se habían acostado para dormir, y entonces ya no se oía nada excepto el murmullo del agua y de la hierba en la brisa primaveral. El silencio se hizo tan intenso que pronto Aragorn comenzó aser capaz de oír su respiración como el viento y los latidos de su corazón como el tambor. Legolas comenzaba también a sentirse inquieto.
"Esto no me gusta." - dijo Aragorn - "Hay demasiado silencio. Juraría que en mis tiempos de montaraz, había grillos junto a este río, que cantaban ruidosamente por las noches, y se veía algún pájaro sobrevolar la zona hacia las montañas. Pero ahora no se oye nada."
Se levantó y caminó de un lugar a otro como buscando algo. Legolas le seguía con la mirada. Aragorn resistió dejar escapar un grito ahogado cuando encontró lo que andaba buscando. En el momento en que Legolas llegaba corriendo junto a él, Aragorn estaba de rodillas en el suelo, observando unas huellas, detenidamente. Eran fáciles de reconocer, incluso para un niño.
"Yrch!" - gritó Legolas en su propia lengua, observando tristemente las flores pisoteadas. Los orcos siempre pisotean las cosas que crecen, como si abatir cosas les deleitara.
"¡Orcos!" - dijo Aragorn - "Las huellas son frescas; de no más de cinco horas."
"Entonces estuvieron aquí no mucho antes de nuestra llegada." - dijo Legolas. Aragorn asintió.
"Eran por lo menos diez, ¡y mira! las huellas se alejan hacia las Montañas Blancas."
Frente a ellos, donde las montañas se alzaban inquebrantables, el terreno se volvía más boscoso, repleto de pinos en fruto, que se alzaban amenazadores en la noche como grandes sombras. Las ramas llegaban muy alto.
"¡Ay!" - exclamó Aragorn - "Elladan y Elrohir se internaron solos en las montañas, y todavía no han vuelto."
En su camino a Isengard la compañía se detendría en el Abismo de Helm, y de allí tenían pensado que Gimli se uniera a ellos. En realidad el Enano tenía muchos trabajos por realizar en Aglarond, pues tan sólo acababan de ausentarse dos meses atrás, pero a pesar de ser el Señor y de tener sus propias responsabilidades, no podía evtiar querer unirse a sus amigos y a su bienamado Legolas en esa nueva aventura. Sin duda la restauración de Isengard no iba a ser algo tan simple: Orthanc era la torre de un mago poderoso, no se podía saber qué hallarían dentro (bueno o malo) una vez inspeccionaran cada uno de sus rincones. En realidad, uno de los motivos por los que Aragorn necesitaba a Gimli en ese cometido, eran sus conociemientos de Enano: un Enano podía encontrar puertas ocultas o invisibles a los ojos de los demás, pues ellos utilizaban esos trucos desde antaño para ocultar entradas a sus recintos secretos, en Erebor y en las Montañas de Hierro. Sin duda las habilidades de Gimli les iban a ser de utilidad.
Una enorme sonrisa apareció en el rostro de Gimli. Se guardó el sobre en el bolsillo y partió tan rápido como sus cortas piernas robustas le permitieron. Dwon no vivía con él, pues tal cosa no está permitida hasta el matrimonio, pero Gimli siempre era bienvenido en casa de sus padres. Allí se dirigió, y cuando llamó a la puerta fue ella quien abrió. Al ver la enorme sonrisa dibujada bajo el espeso mostacho de Gimli, ella supo que algo bueno venía a comunicarle.
Gimli le besó la mano con respeto y ella le permitió entrar. Cuando el Enano se percató que la mujer estaba sola en casa, no desaprovechó el momento y la abrazó y la besó con pasión.
"¿Qué ocurre, Gimli querido?" - le preguntó ella, al poder recuperar el aliento tras el beso.
"Mis buenos amigos pronto llegarán a nuestro humilde hogar." - dijo él con un brillo de alegría en los oscuros ojos marrones. Ella entendió 'amigos' por Legolas, Aragorn, y posíblemente algún otro de la raza de los Hombres. - "Aragorn y compañía se dirigen a Isengard, y me piden que les acompañe."
Una sombra cruzó los ojos de Dwon. Pero ella sonrió. "Hace mucho tiempo que no ves a tus amigos, entiendo. Si quieres acompañarles vé, no te preocupes por mí."
Gimli quiso tomarle la mano para besársela, mas ella se volvió y se sentó. Vio entonces la duda y la ansiedad en el rostro de su futura esposa. Gimli se sentó juanto a ella.
"¿Qué te pasa, mi amor?"
"Yo..." - intentó hablar. No pudo seguir.
"¿Mi amor?" - había algo de temblor en el susurro de Gimli. La tomó de las manos y se las estrechó fuerte pero gentilmente.
"Mi único amado," - dijo ella al fin, no atreviéndose a mirarle a los ojos. - "¿De verdad me quieres por esposa? ¿Soy yo la indicada para tí?" - Dwon titubeó - "¿No hay ninguna otra que posea tu amor?"
"¡Ninguna otra!" - exclamó Gimli fervientemente, arrodillándose frente a ella y besdándole las manos. - "¿Por qué dudas de mi amor, querida? ¿Te he dado alguna razón por la que debas dudar de mí?" - le acarició la mejilla con la rasposa y gran mano - "Si he hecho algo mal, dímelo, e intentaré arreglarlo."
"Es que, mi amor," - comenzó a decir temblorosa - "pasas tanto tiempo con los Elfos..." - y cuando dijo 'elfos', Gimli entendió que quería decir 'Legolas' - "...y esa... pequeña caja de oro y cristal con los tres cabellos..." - Dwon se estaba sonrojando.
"¡Mi amor!" - exclamó Gimli, y de pronto se echó a reír. - "¿Así que es eso? La Dama Galadriel nunca ocupará tu lugar en mi corazón." - dijo sinceramente, nunca apartando la mirada de los ojos de ella. Dwon le devolvió la mirada tímidamente. Sus ojos brillaban con lágrimas. - "Mi muy amada, yo admiro a Galadriel por su belleza y buen corazón, y por su gran entendiemiento con los Enanos. Ella es como una estrella distante, a la que aprecio y me maravilla contemplar. Pero tú," - dijo Gimli, besándola otra vez - "eres la joya más preciada de mi corazón. Galadriel tiene mi admiración y respeto, pero tú tienes mi amor y cariño. Sólo tu me das el calor que necesito, y solo tú recibes el mío."
"¡Ah, Gimli, mi buen amado! ¡Perdóname!" - dijo ella, al tiempo que Gimli se sentaba de nuevo a su lado para abrazarla. - "Es que tanto tiempo que has pasado con los Elfos, en sus tierras y tanto que me hablas de tu amigo Legolas... Pensé... que tal vez te habías acostumbrado a sus costumbres... a su visión de la belleza."
Gimli rió otra vez, dulcemente. "Mi amor, ¿sabes que me dijo Legolas el día en que os presenté?" - Ella negó con la cabeza, curiosa. - "Me dijo que no habría podido encontrar mujer más bella y mejor para mí."
"¿Eso dijo?" - preguntó incrédula.
"Sí, porque la forma en que los Elfos ven la belleza no es distinta de la nuestra. Ellos miran en los corazones de los otros, y allí es donde encuentran la verdadera belleza."
Las lágrimas saltaron de los ojos de Dwon. "¿De verdad me crees bella?"
"No lo dudes, mi amor. Mas bella que las joyas brillantes bajo tierra y las estrellas pálidas en el cielo." - respondió él, y la tomó y la besó con más pasión que antes, en verdad el beso más apasionado que jamás habían compartido, y entre carícias dejaban escapar pequeñas exclamaciones de placer que se ahogaban en la boca del otro. Podrían haber llegado más lejos, pero costumbre era costumbre, y Gimli no iba a deshonrarla antes de la boda, y necesitó hacer uso de toda su fuerza de voluntad para contenerse.
"Lo siento, Gimli querido." - dijo ella al fin - "Ahora quisiera pedirle perdón a Legolas, porque varias veces pensé que él recibía tus atenciones más que yo, y que te apartaría de mi lado. Y... hablas tanto de los Elfos que a veces me pregunto si mi futuro marido no prefiriría haber nacido Elfo en lugar de Enano."
Aquello tomó a Gimli un poco por sorpresa. Le sonrió comprensible. "Mi amor, ese Elfo loco me es muy querido, cierto, más de lo que muchos saben. Mas tienes que saber que estoy orgulloso de ser un Hijo de Aulë, y de tenerte a ti por amada. Algunos dicen que empiezo a ser más Elfo que Enano, pero yo sigo sintiéndome Enano, y siempre será así." - Ella asintió sonriendo y él la tomó en brazos - "Me alegra que hayamos hablado ésto antes de la boda. Ni por todo el oro ni mithril del mundo quisiera yo que te casaras conmigo con un peso en el corazón."
Dwon se fundió en los brazos de Gimli, ocultando el rostro en la barba del Enano y aspirando su aroma, que olía como los cimientos de la tierra. Se sentía la mujer Enano más feliz de la Tierra Media.
El Rey Elessar y compañía tomaron el Camino de Anórien para llegar a su destino. Dicho camino los conducía entre Ered Nimrais y el río Entaguas por unas tierras transitadas entre Rohan y Gondor (aunque habían dejado de serlo durante los Días Oscuros, que tan sólo acababan de concluir); unas tierras llanas, campestres y en estos días tranquilas. Al frente cabalgaba Aragorn sobre Roheryn, vestido con una manto de piel negra sobre el manto de terciopelo rojo ribeteado de oro. El manto negro tenía grabado en plata el Árbol de Gondor coronado por siete estrellas de plata, y estaba ribeteado de oro también, y una capa negra y roja del revés se sujetaba al manto por medio de dos broches de oro y plata. En sus botas había grabadas unas alas de aves marinas. Sus cabellos negros, que le habían crecido hasta el pecho, se movían sueltos al viento.
A su derecha cabalgaba Faramir sobre Hoja de Viento (pues su caballo había fallecido de mal de vientre el invierno anterior), vestido con el atuendo de piel parda de los montarazes y la capa verde, mas se diferenciaba de sus hombres por el Árbol de Gondor bordado en plata sobre su túnica, como símbolo de su alto rango; A su izquierda cabalgaba Legolas sobre Arod, con sus siempre ropas verdes y castañas, la capa de Lórien y el arco y el cuchillo blanco.
Elladan y Elrohir a menudo se adelantaban en sus monturas, inspeccionando el terreno, y volvían para informarles. Sin embargo Aragorn pronto no lo encontró algo necesário, porque en estos nuevos tiempos no había ningún peligro en el camino, y creía que no encontrarían ninguno en muchas lenguas.
No tenían prisas, y en un atardecer pararon junto a las orillas de la Corriente de Mering, que cruza Ered Nimrais hasta Lamedon y desemboca en el Mar. Allí montaron un campamento y encendieron fuegos para la llegada de la noche. No sospechaban nada y los hombres pronto se relajaron, escuchando el claro sonido de las aguas de la caudalosa corriente y el murmullo de las hojas. La noche llegó tan silenciosa que el relinche de los caballos pastando, el ocasional trote de sus patas y las llamas chispeantes acompañando la corriente del agua eran los únicos sonidos posibles, si los hombres hubieran callado. Pero como no callaban, ninguno de ellos se percató del espectral silencio, y pronto comenzaron las risas junto a la hoguera.
Legolas aspiró el aire fresco y se detuvo sobre las piedras lisas junto a las orillas del Mering. Su corazón corría bajo las estrellas de una noche de verano entre los bosques de hayas. Desde que partió a Gondor que no había tenido la orptunidad de volver a su viejo hogar en Eryn Lasgalen, pero su padre Thranduil le había visitado una vez en Ithilien. Aun así hechaba de menos las hayas del oscuro bosque y las cuevas de su padre, tan iluminadas y acogedoras.
Legolas echó una mirada atrás. En una hoguera vió sentados varios montaraces, que brindaban por la buena fortuna de Faramir, quien en pocos meses sería padre. Aragorn también estaba entre ellos, dándole palmaditas amistosas a Faramir en la espalda y sirviéndole más vino. Elladan y Elrohir no podían ser vistos. Se habían alejado, adentrándose en las Montañas Blancas, tal vez para buscar leña o simplemente porque disfrutaban de los paseos solitarios a la luz de la luna. Legolas se alegró de poder disfrutar de la soledad por un rato. Quería quedarse junto al río a pensar.
En los últimos meses se había sentido muy solo y abatido. Añoraba a Gimli, y esa añoranza le havían causado otros males. Por las noches no encontraba descanso, y sus sueños estaban llenos de blancas gaviotas sobrevolando la orilla, clamándolo gravemente. A menudo se pasaba horas mirando hacia el sud-oeste, en dirección al Mar. A veces incluso le parecía oir las gaviotas en pleno día en medio del bosque, en un lugar donde es imposible que se encuentren tales aves marinas. Pero él las oía, y aunque alzaba los ojos y miraba al cielo sobre su cabeza, no podía verlas, porque tan sólo eran fruto de su imaginación. Durante el tiempo que pasó en Ithilien y aun recibía visitas inesperadas de Gimli, que viajaba desde Minas Tirith, esa añoranza al Mar se había apaciguado. Mas desde que Gimli partió a las Cavernas y perdieron así el contacto físico, esta añoranza se había vuelto y con más fuerza, y sentía tirsteza y alegría al mismo tiempo. Alegría por su amigo Enano, que por fin había encontrado su alma gemela; tristeza por éste mismo motivo, y porque sentía que su tiempo en la Tierra Media había terminado. Demasiado a menudo se preguntaba porqué permanecía aquí. Con angustia contaba los días que quedaban para la partida del Señor Elrond Medio-Elfo a los Puertos Grises; y se arrepentía por su impaciéncia y ansias de marcharse con él.
Una brisa perfumada de primavera sopló. Legolas cerró los ojos al respirarla, pero repentinamente los abrió de nuevo, con una expresión de asombro y maravilla mezclada con miedo. Claro como el agua acababa de oír la llamada de una gaviota, arrastrada por la brisa. Miró casi frenéticamente de un lado a otro, esperando, queriendo encontrarla. Sin percatarse dio un paso en frente, hacercándose más al agua. Cuando comenzó a pensar que sólo había sido fruto de su imaginación, volvió a oirlo, esta vez con más fuerza, y entonces se quedó como paralizado. Ahí, sobre las resbaladizas piedras húmedas, a su lado junto a la orilla, había uno de estas hermosas aves blancas, de grandes alas grises, largo pico y mirada penetrante. Su plumaje desprendía un olor salado; el fresco aroma del Mar.
El mundo alrededor de Legolas se volvió confuso y desconocido; perdió la noción del tiempo. La gaviota parecía resplandecer en la oscuridad seductoramente, llamándolo a que se acercara a ella. El Elfo se acercó despacio, como caminando bajo un hechizo, y alcanzó un brazo para tocar el blanco plumaje de la ave, que le miraba sin moverse. Los dedos de Legolas estaban apunto de rozar el plumaje cuando de repente todo se volvió negro, y Legolas trastabilló y cayó hacia adelante.
Unos fuertes brazos alcanzaron a agarrarle, y sintió como le alejaban del Mering y le acostaban sobre la hierba. Una mano caliente le tocó la frente. Legolas abrió los ojos, para encontrar el rostro preocupado de Aragorn.
"¡Legolas! ¡Háblame, Legolas!"
Legolas se encogió, cerrando los ojos con fuerza; le dolía la cabeza terríblemente. "No grites, Aragorn. Puedo oírte."
Alivio remplazó la preocupación de Aragorn. El hombre apartó la mano de la frente del Elfo y Legolas trató de incorporarse. Aragorn le hechó una mano. Entonces el Elfo vio que se encontraba tumbado a la luz oscilante del fuego, cubierto con unas suaves sábanas, y que Faramir estaba allí también, pero los demás les miraban desde más lejos, respetuosamente habían decidido no interponerse entre los tres amigos.
"¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?" - le preguntó Aragorn, mirándole a los ojos como si buscara la respuesta a lo ocurrido en su mirada.
"Estoy bien. Sentí mareos y perdí el equilibrio, pero ya pasó."
"¿Qué estas bien? ¡Pero si llevas un cuarto de hora inconsciente!" - exclamó Faramir consternado y francamente disgustado.
Legolas abrió mucho los ojos, incrédulo a lo que acababa de oír. "¿Un cuarto de hora? Ay, pero eso no es posible. La gaviota-"
"¿Gaviota?" - el rostro de Aragorn se veía ahora muy preocupado - "No había ninguna, Legolas. Por estas regiones no se las puede encontrar; estamos demasiado lejos del Mar. Si nos encontráramos al otro lado de Ered Nimrais, entonces tal vez te creería." - Aragorn suspiró. - "Estabas inclinado sobre el agua, perdiste el equilibrio, y yo te cogí antes de que cayeras a la corriente. ¿No oías mis llamadas? No me respondías, y luego te ví caer."
Legolas sacudió la cabeza, algo confuso. "Si no respondí a tus llamadas, fue porque en verdad no las oí. Pero sí oí el canto de la gaviota, y la ví allí, junto al río. Estoy completamente seguro de ello. Estaba allí, frente a mis ojos, ¡era real!" - insistió Legolas, señalando el lugar en la orilla del río, pero no había rastro de la gaviota, ni una huella en la tierra húmeda de la orilla. Legolas sacudió otra vez la cabeza, sintiendo repentinas ganas de romper en el llanto.
Aragorn y Faramir intercambiaron una mirada grave. Permanecieron un rato en silencio, aguardando a que el abrumado Elfo se calmara, un brazo rodeándole los hombros. Al fin Legolas pareció recomponerse y Aragorn le habló dulcemente.
"¿Desde cuando se hizo tan grande el peso del Mar en tu corazón, Legolas?" - le preguntó, y con el brazo que rodeaba los hombros del Elfo le estrechó un instante contra su pecho.
Legolas titubeó. "En Minas Tirith comenzó a dañarme alguna vez, pero no fue hasta que viví en Ithilien cuando empezó a pesarme de verdad."
"Ay, tal vez las distancias que te alejan de mí y de Gimli, y de tu hogar en el Reino de los Bosques, lo han provocado." - Aragorn agazapó la cabeza, apenado. - "Me siento culpable, Legolas. Yo te alejé de tu hogar bajo las hayas. Pero si me lo hubieras dicho, Gimli y yo te habríamos visitado con más frecuéncia, si eso hubiera podido aliviarte."
"Y debo decir que yo también tengo algo de culpa." - intervino Faramir con ojos de arrepentimiento - "Hace mucho tiempo me percaté de tu tormento, y te ví buscando en el cielo y mirando en dirección al Mar constantemente. ¡Por qué no hice nada al respeto!" - se lamentó Faramir - "Debí haber informado a Aragorn inmediatamente."
"¡No!" - dijo Legolas, - "¡No habléis así! Ninguno de los dos tiene culpa en esto. ¿No recuerdas, Aragorn, lo que me dijo la Dama Galadriel? Si escuhas en la orilla la voz de la gaviota, nunca más descansará tu corazón en el bosque. Aun bajo las hayas del Eryn Lasgalen me pesaría la añoranza del Mar, pues está presente en los corazones de nuestro pueblo. Y no te lamentes, Faramir, porque aun de haber avisado a Aragorn, no hay nada que hubiera podido hacer para ayudarme..."
Legolas miró de soslayo a Aragorn, quien tenía una expresión de impoténcia en el rostro. El hombre se veía abatido, lo cual entristeció al Elfo. Legolas le ofreció una sonrisa alentadora. "Mas hay algo en lo que puedes ayudarme, mi amigo Aragorn; procura que Gimli no se entere de esto. No quisiera que tuviera que preocuparse demasiado, estando tan cerca del día de su boda."
Aragorn asintió. "Pero se lo dirás, ¿verdad? No puedes ocultárselo hasta el fin del mundo."
"No hasta el fin del mundo," - dijo Legolas, el tono de su voz disminyendo hasta un murmullo y una sombra en sus ojos - ", pero sí hasta el fin del próximo otoño."
"¿Hasta el fin del próx- de qué estás hablando?"
"Me voy a los puertos, amigos. Cruzaré las aguas con el último barco que zarpa a Valinor."
Las palabras de Legolas concluyeron con un silencio profundo. Faramir, sintiéndose incómodo, se volvió a Aragorn. Su rey estaba inmóbil, y la cara había palidecido suavemente. Miraba fijamente a Legolas, quien le devolvía la mirada con la misma intensidad y silenciosamente. Entonces Faramir se puso en pie, y se marchó con los montaraces dejando a los dos viejos amigos solos. Aragorn se agitó en su asiento.
"Mi buen Legolas," - dijo al fin - ", yo no soy quien para impedirte hacer lo que el corazón te dicta, pero ¿estás completamente seguro de ello? No hace mucho que la Tierra Mieda ha recuperado la paz; ¿piensas marcharte ahora, tan pronto? Nos quedan muchos días por venir, a nosotros, los mortales. Y yo.... hubiera querido que tú estuvieras ahí a mi lado, que tuvieras la oportunidad de conocer a mis hijos..."
Cuando Legolas no respondió, Aragorn prosiguió, hablando suavemente. "Te aprecio mucho, Legolas. Llegué a apreciarte muchísimo durante los tiempos de nuestra Compañía, y también te ganaste mi amor. Que digo, no solo el mio, sino el de toda nuestra Comunidad. Sería realmente triste para mí que te fueras, y para los Hobbits, incluso para Gimli." - Aragorn sonrió tristemente - "Temo que para Gimli sería un duro golpe."
"Más duro será para mí si me quedo a ver como el paso de los años se lleva a mis queridos amigos a Mandos."
"Cierto." - respondió Aragorn con aire grave - "Mas si te vas ahora, nunca más volveremos a vernos. ¿No querrías quedarte con nosotros mientras no nos llegue la hora de partir?"
Legolas de nuevo no respondió, y tenía la mirada perdida en las llamas titilantes. Una mano grande tomó la suya, larga. Alzó la mirada para econtrarse con los ojos bañados en lágrimas de su amigo. Legolas se perturbó; la última vez que vio llorar a Aragorn fue cuando murió Boromir.
"¿No vas a quedarte por mí? ¿No podré decirte un último adiós antes de acostarme a dormir para no despertar jamás?"
"Aragorn," - exclamó Legolas, asombrado e incrédulo. - "¿Deseas morir como los antiguos Reyes de Númenor; antes de que la vejez te alcance?"
"Así es. Cuando crea conveniente mi partida, dormiré, y abandonaré la vida. Pero hasta entonces deseo estar rodeado por mis amigos." - Le estrechó la mano a Legolas. Legolas se la estrechó a él también. La noticia le había conmocionado.
"¡Ay, Aragorn! No sé que responderte ahora. Necesito tiempo para pensarlo." - dijo Legolas, abrumado. Aragorn le sonrió gentilmente entre lágrimas y le acarició el hombro en un gesto amistoso.
"De acuerdo."
Prosiguió un rato de silencio. Ninguno de los dos se movió, pero se sentaron más juntos, pues en aquel momento los dos necesitaban la compañía del otro, y no hablaron más porque estaban perdidos en sus propios pensamientos y reflexiones. Pronto los montaraces se habían acostado para dormir, y entonces ya no se oía nada excepto el murmullo del agua y de la hierba en la brisa primaveral. El silencio se hizo tan intenso que pronto Aragorn comenzó aser capaz de oír su respiración como el viento y los latidos de su corazón como el tambor. Legolas comenzaba también a sentirse inquieto.
"Esto no me gusta." - dijo Aragorn - "Hay demasiado silencio. Juraría que en mis tiempos de montaraz, había grillos junto a este río, que cantaban ruidosamente por las noches, y se veía algún pájaro sobrevolar la zona hacia las montañas. Pero ahora no se oye nada."
Se levantó y caminó de un lugar a otro como buscando algo. Legolas le seguía con la mirada. Aragorn resistió dejar escapar un grito ahogado cuando encontró lo que andaba buscando. En el momento en que Legolas llegaba corriendo junto a él, Aragorn estaba de rodillas en el suelo, observando unas huellas, detenidamente. Eran fáciles de reconocer, incluso para un niño.
"Yrch!" - gritó Legolas en su propia lengua, observando tristemente las flores pisoteadas. Los orcos siempre pisotean las cosas que crecen, como si abatir cosas les deleitara.
"¡Orcos!" - dijo Aragorn - "Las huellas son frescas; de no más de cinco horas."
"Entonces estuvieron aquí no mucho antes de nuestra llegada." - dijo Legolas. Aragorn asintió.
"Eran por lo menos diez, ¡y mira! las huellas se alejan hacia las Montañas Blancas."
Frente a ellos, donde las montañas se alzaban inquebrantables, el terreno se volvía más boscoso, repleto de pinos en fruto, que se alzaban amenazadores en la noche como grandes sombras. Las ramas llegaban muy alto.
"¡Ay!" - exclamó Aragorn - "Elladan y Elrohir se internaron solos en las montañas, y todavía no han vuelto."
Los hijos de Elrond no ignoraban la presencia de orcos rondando en los pies de las montañas. Durante dos o tres horas habían caminado juntos bajo los altos pinos, sus pasos crujiendo sobre la alfombra de agujas verde oscuro. Al anochecer no vieron las estrellas, pues tan espeso era el remaje de ahí arriba que cubría casi por completo el cielo, pero aquí y allá se filtraba un rayo de luz de luna clara y blanca. Fue a la pálida luz de luna donde hallaron huellas recientes.
De haberse tratado de otros Elfos, tal vez hubieran vuelto atrás a informar del peligro a sus compañeros, pero estos eran lo hijos de Elrond, y su odio por los orcos es inmenso e indescriptible. En aquellos tiempos Elladan y Elrohir ya eran conocidos entre los trasgos y orcos de distintas tribus, y eran muy temidos. Pues ellos no olvidaban el tormento de su madre y aquello dirigía sus acciones en la batalla. Mataban orcos a donde fuera que se encontrasen, sin piedad, y muchas veces sin ayuda de otros.
No se preocuparon en avisar a los montaraces y su hermano adoptivo y al Elfo del Norte; siguieron el rastro con ojos coléricos y el filo de sus espadas centelleando en la oscuridad. Como cazadores que eran se deslizaron agilmente y en silencio entre los arbustos, pasando inadvertidos a muchos ojos de animales nocturnos y silenciosos. A medida que se adentraban en la montaña, comenzaron a oír voces desagradables y roncas, y no muy lejos brillaba una pequeña hoguera. Ahí se sentaban dos de esas pérfidas criaturas, encorvando la espalda, masticando un pedazo de carne entre los dientes amarillos y conversando en ésa aborrecible lengua suya.
Elladan y Elrohir les observaron con ojos penetrantes, viendo que estaban solos y que eran una presa fácil. Tal vez por despiste pero más probablemente por odio al enemigo que tenían en frente, los dos Elfos de negros cabellos salieron de su escondite y saltaron al círculo de la hoguera, sin comprobar que no había ningún otro orco en los alrededores. Los dos orcos, al verlos llegar, dejaron escapar un grito de asombro e hicieron ademán de desenfundar sus cimitarras negras, mas los hijos de Elrond eran rápidos, y las cabezas de los orcos rodaron por el suelo no más tocaron sus empuñaduras.
Elrohir sacó un trapo y limpió la sangre del filo brillante de su espada, con una expresión de asco en su rostro. Entonces se oyó un silbido, y el Medio Elfo fue empujado a un lado por su hermano, quien dejó escapar un grito de dolor. Elrohir se volvío aturdido a su hermano, que buscaba apoyo en sus brazos. Entonces lo vio; una flecha le había atravesado el hombro a Elladan.
Los recién-llegados eran por lo menos una docena de orcos patizumbos y de brazos largos, pero el jefe de éstos era alto, moreno y corpulento. A diferencia de los otros, éste no empuñaba cimitarra, sino un arco parecido a los Gondorianos y una espada corta y de hoja ancha. Elrohir se abalanzó sobre éste con un grito colérico, mientas que Elladan recuperaba sus sentidos y, a pesar del dolor en el hombro izquierdo, se lanzaba en la ayuda de su hermano gemelo.
El sonido de las espadas de Elrohir y el orco moreno al chocar fue como el trueno. Elrohir se vio lanzado hacia atrás, pues su enemigo era más fuerte de brazos, y dejando caer la espada élfica de sus manos, su espalda chocó contra el tronco de un árbol. Su enemigo le golpeó en el rostro con la empuñadura de la espada, marcándole cruelmente la sien y dejando al Medio Elfo trastornado y ciego. Elladan no podía hacer nada por ayudarle, pues se debatía con los otros y un hombro herido que le causaba espasmos de dolor con cada moviemiento que realizaba para blandir la espada.
El orco moreno tomó al semi-inconsciente Elrohir por el cuello, los dedos llenos de inundícias clavándose en su piel como garras. Alzó la hoja súcia y ancha de su espada para acabar con su presa. Justo en ese momento llegó la compañía de Aragorn, y con un moviemiento rápido Legolas soltó una flecha que atravesó el cuello del orco, que soltó dejando libre al Medio Elfo.
Elrohir cayó de rodillas, pero el orco frente a él seguía con vida aún con una flecha en su garganta, y tomando su espada élfica del suelo le cortó las piernas a la terrible criatura, antes de que su vista se nublara de nuevo a causa del golpe que había recibido. El Medio Elfo se encogió, sus manos en la cabeza, que le dolía y le daba vueltas.
Los otros cayeron fácilmente bajo el arco de Faramir y Legolas y la espada de Aragorn y los montaraces.
"¡Parece que llegamos justo a tiempo!" - dijo Legolas, agachándose para tomar a Elrohir por la cintura y ayudarle a ponerse en pie - "Puede que Aragorn ahora sea rey en lugar de montaraz, mas no ha perdido facultades para rastrear; sigue siendo mejor y más rápido que vosotros dos. ¡Habéis tenido suerte!"
"Como siempre, hermanos mios, pensabais llevaros toda la diversión para vosotros solos." - dijo Aragorn con una sonrisa, yendo hacia Elladan para abrazarle, contento de verle con vida. La sonrisa se borró cuando vio el extremo de una flecha negra saliendo del hombro del Medio Elfo. Pero Aragorn siguió haciendo ademán de abrazar a su hermano adoptivo, y cuando Elladan le devolvió el abrazo, el hombre le arrancó de cuajo la flecha en el hombro con un movimiento rápido y seco, y del hombro chorreó sangre, salpicando las vestiduras reales. Elladan, no habiendo esperado eso, dejó escapar un grito y apretó con fuerza al otro en sus brazos, clavándole los dedos en la espalda. Rápidamente Faramir le envolvió el hombro con un vendaje y detener así la pérdida de sangre.
"Legolas y yo volveremos al campamento para curarles las heridas." - anunció Aragorn. Se volvió a Faramir - "Tú y tus hombres explorad los alrededores y matad a todo orco que encontréis, mas no os alejéis mucho; partiremos al amanecer, si las heridas no són más graves de lo que parecen." - Diciendo ésto miraba a Elladan, quien no le devolvía la mirada. - "¿Cómo se encuentra Elrohir?"
"Estoy bien." - respondió el Medio Elfo severamente, quien trataba de mantenerse en pie a pesar de los mareos y echaba malas miradas a Legolas, cada vez que éste le tomaba por la cintura para ayudarle. - "Sólo es un golpe."
Aragorn asintió. Los montaraces se habían marchado a la caza de orcos, capitaneados por Faramir. Legolas observaba los caídos. "Son orcos de las montañas." - dijo.- "Esta clase de orcos nunca sirvieron a Saruman o a Sauron; simplemente son una tribu nómada, y no pasan mucho tiempo en el mismo territorio. Viven en cuevas que conducen a las entrañas de las montañas." - Entonces el Elfo dejó escapar una exclamación de sorpresa. - "¡Este no es un orco común!"
En efecto, el orco que había atacado a Elrohir, el jefe moreno y robusto que empuñaba una espada y un arco, era distinto a los demás: un Isengardo; un Uruk-hai.
Aragorn y Legolas estaban desconcertados. Creían que tras la caída de Saruman y sus tropas no había quedado ningún Uruk con vida. ¿Y que hacía uno de ellos mezclándose con orcos comunes de las montañas?
"No es momento para investigaciones; tal vez Faramir nos dé más notícias al regresar. Debemos asegurarnos que la herida de Elladan no está envenenada, y que el golpe de Elrohir no es grave." - dijo Aragorn - "Volvamos al campamento."
El hombro de Elladan tenía mal aspecto, y Aragorn la examinó con gravedad, más se formó una sonrisa de alivio en sus labios cuando comprobó que la flecha no había contenido veneno. Con cura y el medicamento adecuado, el hombro de Elladan no tardaría en curar. El Medio Elfo no se inmutó mientras Aragorn le aplicaba sus conociemientos de curación, pero apretaba los dientes y los puños con fuerza.
Elrohir había recibido un buen golpe, y su sien había ennegrecido. No le había causado más daños que la semi-inconsciéncia al principio. El agua fría sola sirvió para despejarle la cabeza. Las marcas en el cuello causadas por las fuertes y crueles manos del Uruk-hai fueron limpiadas con cuidado y curadas, pero aun así esos dedos le dejaron señales en el bello cuello élfico que tardaron en desaparecer del todo.
Por último, a los dos se les aplic athelas, que ahora se plantaba en grandes cantidades en el jardín de las Casas de Curación de Minas Tirith, y se utilizaba como principal hierba curativa; planta alabada entre los curanderos y pacientes desde que el Restaurador las utilizó para salvar la vida del Senescal amado por su pueblo. El aroma del vapor de las athelas hirviendo en agua era refrescante, y los Hijos de Elrond sintieron como les calmaba y les aclaraba las mentes. De inmediato el dolor en la cabeza de Elrohir y en el hombro de Elladan disminuyeron hasta casi desaparecer, y pronto los dos estaban pidiendo disculpas a Aragorn por no haber vuelto al campamento cuando hallaron las huellas, como debían haber hecho, pues acababan de recuperar el buen sentido común.
Aragorn les miró con compasión, pues sabía muy bien el dolor que ellos sentían por la mala fortuna de su madre, torturada a manos de orcos. Sólo respondió a sus disculpas con un abrazo de amor de hermanos, y con eso fue más que suficiente para ellos.
Cuando volvió Faramir con los montaraces era ya noche adentrada. Las noticias que llevaba eran justo las que Aragorn había esperado. No habían encontrado más orcos, y aunque habían hallado su guarida, profunda en las montañas, estaban completamente vacías. La pequeña tropa que habían abatido era sin duda toda la tropa, una simple incursión de orcos 'salvajes' (si se puede llamar así a los que no sirven a ningún Señor y vagan libres por las tierras salvajes, de vez en cuando saqueando pequeños pueblos desprotegidos) en Ered Nimrais. Lo que Aragorn y los otros no llegaron a entender fue qué hacía un Uruk-hai con esa estirpe inferior de orcos.
Ahora bien, a la mañana siguiente partieron con el amanecer y cruzaron cabalgando con rapidez el Folde Este, el valle verde, sin árboles que le dieran vida ni rocas para construir, siempre llano, fácil de recorrer tanto a pie como a caballo. Como era primavera, el Folde se había llenado de florecitas con pétalos de estrella y blancas, rojas, y amarillas. Legolas recorrió el valle a caballo con los brazos extendidos y riendo como un niño, pues disfrutaba sintiendo la brisa perfumada en la cara, y los pétalos llevados por el viento que le rozaban las mejillas.
Sin más incidentes llegaron a Edoras, la colina rodeada por un foso, una muralla maziza, y una cerca espinosa. Se veían los techos de las casas ahí arriba, y en el centro se alzaba Meduseld, la alta casa de oro donde reside Éomer, rey de la Marca de Rohan. El oro que recubría las paredes de la morada resplandecía a la luz del sol, más brillante que una estrella, como una llama flameante sobre la colina.
Más allá del río que fluye de la colina de Edoras a las llanuras, los montículos de los reyes estaban cubiertos de simbelmyn,
que se alzaban con los petalos extendidos en la mañana clara y
brillante. Los viajeros contemplaban la belleza de estas flores cuando
se hizo sonar el cuerno de Gondor, anunciando su llegada. El cuerno de
Rohan respondió desde lo alto de la colina. El Rey Éomer les daba la
bienvenida.
Balrog of Altena: Aiya! por fin un capítulo más. Me he alrgado demasiado (para variar) pero en el próximo cap estarán en Isengard, "I promise"! Espero que haya valido la pena la larga espera... Acerca el último capítulo, por si alguien confundió los sentimientos de Legolas con Slash, os diré que no tiene nada que ver con eso; es simplemente el sentimiento que tiene una persona posesiva cuando un amigo muy querido le deja de lado para estar con otra del sexo opuesto. No sé si me explico bien; es como sentirse desplazado. Legolas siente celos, no por atracción sexual hacia el Enano, sino simplemente por amistad, porque cree que Dwon se interpondrá en ella.
- Allison Black: No te preocupes, no voy a hacer slash Hacer eso estropearía la história. En cuanto a tu pregunta sobre Eryn Lasgalen, ¿viste la respuesta que te dí en un review? por si acaso no lo viste te lo repito ahora, lo puedes encontrar en los Apendices, por el final del Apéndice A, si no recuerdo mal. Gracias por el review.
- VaniaHepskins: ¿Quieres que Legolas se vaya con los gemelos? O.O ¿Te refieres a cruzar el mar? ¡Eso nunca! Mi Legolas se quedará con Gimli, que es su mejor amigo. Gracias por el review!
- Usagi-cha: Aiya! Qué puedo decirte? que hecho de menos El Señor de los Cuchillos! ;; menos mal que pronto podrás seguir escribiendo. Muchas gracias por el review!
- Choichi: Me alegra ver que sigues leyendome, y que te guste también mi otro fic de Thranduil espero que este cap haya sido mejor que los dos últimos... no estoy muy orgullosa de esos dos. Gracias por el review!
Aglarond = Cavernas Centelleantes (Sindarin)
Palantíri = Las que ven desde lejos. (Qwenya)
Faramir = El significado del nombre no es seguro, pero parece ser que, mientras su hermano Boromir es la "Fiel Joya" de su padre, Faramir es tan sólo la "Suficiente Joya".
Ered Nimrais = Las Montañas Blancas (Sindarin)
Roheryn = Caballo de la Señora. (Sindarin; caballo de Aragorn, que fue un regalo de la Dama Arwen cuando él aun viajaba con los Montaraces.)
Hoja de Viento = (Es el caballo gris de Éowyn, que cabalgó a la guerra yendo disfrazada de Dernhelm.)
Yrch = Orcos (Sindarin)
